EL FULANO RICITOS (SPY X FAMILY)

Capítulo 2: La adicción


Los efectos de la cocaína recuperaron en Franky Franklin la energía perdida. Desde ese ángulo la droga cumplió su primer cometido; ahora este agente tendría que hacer esfuerzos para que no existiera una segunda oportunidad.

Hasta ahora todo marchaba aparentemente bien para este hombre, pero desde hace algún tiempo el cúmulo de actividades que desarrollaba le crearon visibles problemas en su hogar. Además, sus salidas nocturnas no daban bienvenida por su esposa ya que dudaba que tuvieran que ver exactamente con su categoría de inventor.

–Hola mi amor. –Saludó Franky.

–Hola. ¿Y tú dónde estabas? Te llamé de la agencia y nadie te encontró. –Comenta Ruth.

–Pero si sabes que tengo quiosco los días miércoles.

–Yo no sé para qué me dices que te esperes si esperas con la comida servida.

–¿Me llamó alguien?

–Unos dirigentes del club de fútbol te estaban buscando.

–Sí, yo hablé con ellos. Voy a ser dirigente del club.

–¿Dirigente?

–Sí. Lo pensé un poco, pero acepté.

–¿Tú estás loco o qué?

–Oye, trabajo todo el día. Tú me vas a servir para distraerme, ¿no?

–Claro. Primero tu trabajo, después tus amigos y tu familia, ¿cuándo?

–¿No me digas que te molesta?

–Tú que crees, pregúntale a tu hija cuando te vea en la semana. Ahora con esto de fútbol me imagino que ni siquiera te van a venir el domingo.

–¿Qué hay de comida? –Apaciguaba "Ricitos".

El ángulo familiar era el punto negro que tenía en su existencia de Franky Franklin, a decir verdad, se había conformado contener a sus hijas en buenos colegios, comprarle autos a su esposa y mantenerlas en una casa de lujo, pero las comunicaciones eran cada vez más distantes.

–¿Diga? Franky, tiene teléfono. –Avisa una funcionaria de la agencia.

–¿Aló? –Habla él.

–¿Con Franky Franklin? –Contesta un soplón anónimo.

–Sí. ¿Quién es?

–Mira Ricitos, si no dejas tu casa van a "pagar el pato" a tus hijas, ¿oíste?

–¿Quién habla?

–Ya sabes, si quieres que tus hijas no les pasen nada deja a tu señora sola.

–¿Quién habla? ¿Aló? ¿Aló? –Le colgaba la llamada.

–¿Qué pasó, Franky? –Dijo "Twilight" acercando.

–Recibí una llamada muy rara.

–¿Rara? ¿Por qué?

–No sé, un tipo me acaba de amenazar con mis niñas.

–¿Con sus niñas? ¿Y por qué no lo denuncia a nosotros? ¿No sabe quién puede ser?

–No se identificó.

–No le haga caso en tonterías, debe ser algún bromista.

–En todo caso hablaba bastante en serio.

–Olvídese eso por ahora, hay una sospechosa que nos está esperando.

Esta extraña llamada instándolo a abandonar su casa a su pretexto de atentar contra sus hijas era tan absurda como sugerente. Franky Franklin pensó que podría existir una tercera persona en su vida afectiva.

–Hola. ¿Y las niñas? –Da la bienvenida el protagonista.

–Están durmiendo. ¿Comiste? –Dijo Ruth leyendo una revista.

–No, pero no tengo hambre. Vengo a hablar contigo.

–¿Y qué te pasó ahora?

–Dime quién llamó.

–¿De qué está hablando?

–Recién una llamada muy rara.

–¿Y qué tengo yo que ver con eso?, ¿qué te dijeron?

–Que si me voy de la casa le va a pasar algo a las niñas.

–¿Te amenazaron?

–Siempre vos me suena que tienes que ver con esto.

–¿Y qué me dices a mí? Quizá con quién estés juntando que te pasan estas cosas.

–¿Te parece muy bien que le pase algo a las niñas?

–Avisemos a la policía entonces.

–Me tengo que averiguar quién es, es muy raro.

–Claro, y por mientras las niñas están en peligro.

–¿Tiene alguna otra idea? –Insinuó Franky irónico.

–Sí, puedes irte de la casa por mientras se arreglan todas las cosas.

–Yo sabía, ya dime quién es. Dime, me estás engañando, ¿no? Contesta.

–Sabes que más, déjame tranquila.

–Claro que te voy a dejar tranquila, muévete de la casa, ¡y voy para siempre! Y si te pillo con otro tipo te voy a pegar, ¿oíste?

Este era el desenlace esperado hace mucho tiempo en su matrimonio, donde obviamente el propio agente había puesto los cimientos de dudas que finalmente lo harían caer. Muy pronto comenzó a sentir los coletazos de su separación que involucraba lo más querido para él, sus hijas, pero de igual modo continuó con sus responsabilidades profesionales. Se fue a vivir en la misma pensión que lo cobijó cuando recién llegó a Ostania y desde allí pretendió superar la instancia; ahora más que antes era buscado por sus amistades.

–¿Para qué me anda buscando? –Preguntaba Franky dando la bienvenida a su cómplice.

–Te llamé todos los fines de semana y como no te encontré vine para acá. –Expresa el amigo A.

–¿Te invito a tomar un cafecito?

–No, gracias. Ando apurado ahora. Ricitos, ando urgido de billete, necesito un salvavidas.

–Usted está más angustiado que yo.

–Préstame 80 mil (marcos).

–Claro, pero si te hago un cheque sí porque no tengo efectivo.

–Ni un problema, cuando tenga te lo devuelvo. Mientras tanto, una probadita para pasar las penas. Prueba Ricitos, vaya a ver cómo va a quedar.

–¿Y dónde la conseguiste?

–Después te cuento la picada, quédate con el resto.

–Y tú, amigo, gracias. Nos vemos el fin de semana entonces.

Es difícil que Franky Franklin pueda evaluar el significado este momento, hasta ahora su relación con la cocaína ha sido sólo tangencial, pero su problemática familiar lo tiene con rasgos claros de debilidad. Así, este hombre profesional, exitoso no logra comprender que consumiendo no tendrá soluciones; al contrario, solo problemas. Y lo que es más a partir de este instante, Franky Franklin comenzará a experimentar el oscuro camino de la autodestrucción.

–Buenas tardes, señora Pamela. –Lo recibe el del pelo crespo.

–Buenas tardes, Franky. Recién lo llamaron de la agencia. –Anunció la dueña de la pensión.

–¿No ha llamado nadie más?

–¿Por qué?, ¿estaba esperando alguna llamada en especial?

–No, preguntaba.

–Estoy preparando un estofado, ojalá le guste.

–Sí, muchas gracias. ¿El teléfono está dado?

–Sí, ocúpelo. Yo le aviso cuando esté lista la mesa.

–Listo, muchas gracias.

Este hombre estaba asumiendo estoicamente su soledad, en principio como modo de presión no cooperó con los gastos de la casa y eso significó una pelea frontal con su mujer que le negaba todo intento de comunicación.

–¿Aló? Sí soy yo, Franky. Déjame hablar con las niñas, por favor. ¿Aló? ¿Ruth? ¡¿Ruth?!

Ya no existía en su mente pretextos valóricos para impedir que este informante diera rienda suelta la posibilidad de eludir la realidad y entrar paulatinamente así en el mundo de la drogadicción. Si bien para un hombre de relativa fama y consabido éxito, no superar su propio matrimonio era un signo de debilidad y lo era mucho más dejarse llevar agachando a la vez.

–¿Aló, socio? Soy yo, Franky. –Habló el agente.

–Hola Ricitos, ¿qué cuenta? –Dice el amigo A.

–¿Dónde te había metido?, hace rato te ando buscando.

–¿Qué te pasa? Te entiendo medio acelerado.

–No sé si es para tanto. Oye, necesito que me consiga al pesto.

–¿De la buena?

–No hagas tantas preguntas, estoy en la agencia.

–¿Y cuánto quiere?

–Consígame unos veinte gramos.

–Oye, pero me vas a tener que pasar un billete porque ando ni un veinte.

–Sí, anda a buscar el sobre a la consulta, te voy a dejar ahí por la secretaria el sobre.

–Listo.

–Chao.

En muy poco tiempo Franklin se había transformado en un adicto, sus movimientos eran conocidos dentro del ambiente, pero como se trataba de un hombre con dinero se temía su participación como traficante.

–Qué pasa aquí, ¡adelante! –Interrumpe Franky en plena venta.

–Disculpe Franky, un señor lo busca. –Avisaba su secretaria.

–Estoy atendiendo a una clienta, que espere.

–Es que insiste entrar.

–Pero qué quiere que no puede esperar.

–Buenas tardes, somos funcionarios del SSS. Tengo una orden de allanamiento para su puesto. –Dijo un oficial en servicio.

Un misterioso aviso a la policía secreta permitió un allanamiento a su consulta, la visita fue tan sorpresiva que lo encontró en plena actividad y con una gran cantidad de compradores en la atención de clientes; el registro fue exhaustivo. Franklin jamás esperó una situación de este tipo de manera que no alcanzó a esconder alguna droga que mantenía aquí para su consumo.

Los detectives no demoraron en encontrar pruebas y estas fueron suficientes para inculparlo.

–Señor, va a tener que acompañar. –Expresó el otro policía.

Franky Franklin no quiso confesar su adicción a las drogas, la justicia lo condenó a tres años y un día por tráfico, pero para su fortuna esta pena fue remitida y sólo debió firmar en el patronato de reos. Sin embargo, el impacto lo tuvo detenido en el hospital debido a una peligrosa alza de presión.

–¿Cómo se encuentra, Franky? –Consultó Sylvia de visita.

–No muy bien. –Respondió él.

–Tuvo una fuerte alza en la presión, se va a tener que cuidar.

–No hay problema, si fue el impacto de la detención no que quería acusarme de traficante.

–Preferiría no hablar de eso por ahora, en todo caso esta es una advertencia.

–Twilight, no vaya a pensar usted que yo soy adicto o algo parecido.

–Mire Franky, usted ya es adulto y sabe lo que hace, pero no está demás que tenga cuidado.

–Pero si me soltaron, usted ve, yo no tengo nada que ver con esas cosas…

–Le recomiendo que no se agite. ¿Desea que le traiga algo?

–No, muchas gracias por venir.

–Espero verlo el lunes en la agencia. Buenas noches.

–Buenas noches.

El episodio fue conocido entre sus pares, pero de igual modo volvió a su quiosco luego que fue dado de alta.

–Adelante. –Avisa el ondulado.

–Permiso. Franky, les recuerdo que le llamaron de la agencia, parece que tiene operación. –Comunicaba su secretaria.

–Se me había olvidado ese asunto, ¿a qué hora me llamaron?

–Hace como media hora.

–¿Y usted me viene a avisar recién?

–Pero Franky, si yo lo avisé por teléfono. ¿Qué les digo?

–Nada. Si me llaman de nuevo diles que me fui, ¿ya?

–¿Qué le pasa, Franky?, ¿se siente mal?

–No, estoy bien. Traiga un café.

–¿Qué le digo a la clientela?

–Esperen. Déjenme solo, por favor.

De pronto, al abastecerse de cocaína o pasta base pasó a ser prioritario en la vida de este hombre. En su vehículo se dirigió hasta una población de Berlint para comprar donde la "Abuela" lo suficiente para su consumo diario; una serie de irresponsabilidades en la agencia secreta no lograba inquietarlo. Ahora mismo debía estar en misión que no comprendía el valor de sus compromisos, ni mucho menos la gravedad de su ausencia.

–¿Aló? –Contestó Franky esperando a su proveedora. –¿Cómo está, abuela?

–Más o menos. –Respondió la anciana traficante.

–¿Tiene un motecito? –Dijo él refiriendo a los narcóticos.

–No mucho, ¿cuánto quiere?

–Lo que tenga.

–Espera un poquito. –Trajo aquella señora una pequeña dosis de droga. –Hace un año les cambian enterados los policías.

–Ya, guárdame un poquito para el fin de semana.

–Bueno, hasta luego.

Los cambios de conducta del informante "Ricitos" no eran precisamente muy evidentes, sus amigos más íntimos en la agencia secreta atribuían aquella personalidad caprichosa como un exceso de trabajo, pero aún así se molestaban cuando faltaba a sus compromisos.

–Oye, ¿tú qué te había hecho? –Preguntó un colega sin identificar.

–Ayer tuvimos que atender a una clienta tuya. –Mencionó Fiona.

–La próxima vez podrías llamar si no puedes venir. –Advierte Loid.

–Les pido disculpas, tuve una emergencia que atender. –Se excusaba Franky.

–Aquí tuvimos una emergencia. –Decía el espía.

–No fue mi intención, sé que no volveré a pasar.

–La más sorprendida fue tu paciente. –Recalcó el compañero anónimo.

–Me imagino que había llamado para darle explicaciones. –Pensó "Twilight".

–Oye Franky, la semana pasada llegaste atrasado dos veces, para mí que algo te está pasando. –Deduce "Nightfall".

–Lo que pasa es que esta última semana estaba muy ansioso. –Finge "Ricitos".

–¿Qué está enfermo? –Expresó el doctor Forger.

–No. Ustedes no me van a creer, lo que pasa es que tomé el vehículo, fui al páramo y tuve un descubrimiento.

–¿Un descubrimiento?, ¿y qué encontraste? –Interrogó la platinada.

–Encontré un tesoro.

–*Risas* ¿En estos tiempos? Me imagino que ahora es millonario. –Alegó el tal Loid.

–En serio, no se rían e inclusive lo dejé ahí mismo.

–¿Pero cómo lo sacaste? –Dijo el colega.

–¿En serio está bromeando? –Intuyó la señora Frost.

–No estoy bromeando, si por eso no pude venir a trabajar aquí. –Comentó el del pelo rizado.

–¿Y dónde fue el hallazgo? –Sopesó su amigo agente.

–Ahí, a treinta kilómetros de aquí. Yo tengo que ir mañana hacia allá si ustedes quieren me acompañan, ¿uhm?

Para sus colegas, aún la presencia de Franky Franklin representaba un grado de credibilidad, por ello esta historia sacada de sus más profundas elucubraciones que sin duda eran las primeras secuelas de la drogadicción tuvo una gran cuota de asidero.

Esta curiosa caminata por el páramo, una suerte de safari para los agentes era la representación más absurda de un hecho que siempre debió mantenerse en su nivel de fantasía. La búsqueda de este "tesoro perdido", cuyo afortunado dueño pretendía compartir secretamente con sus colegas no dejaba de adquirir ribete de tragicomedia porque todos los protagonistas, incluyendo al propio Franky Franklin no tenían dudas que serían testigos de un hecho único, inédito y quizás, hasta histórico.

–Oye, ¿qué viniste a hacer acá? –Preguntó el espía "Twilight".

–Vine a probar el jeep. –Respondió Franky.

–Hace tiempo que no veía el páramo, es precioso. –Dijo "Thorn Princess".

–Oye, ¿qué tipo de tesoro encontraste? –Agregó el compañero sin nombre.

–Ya lo van a ver ya. –Decía "Ricitos".

–No puedo negar que tenga curiosidad. –Recela Loid.

–Vamos, por allá es. –Indicó el del pelo afro.

En esta aventura se comprometía a cada uno de los integrantes quienes a partir de la magnitud del descubrimiento debían entender que su futuro estaría ligado al valor de la experiencia que comenzaba a vivir...

–Aquí, aquí es. –Sonsaca el informante guiando la travesía. –Lo único que les pido es que no le cuente a nadie.

–Yo pensé que estaba a la vista. –Deduce el señor Forger.

–En el jeep hay herramientas. –Indicó Fiona.

–Yo la voy a buscar. –Expresaba el compañero.

–No, no, no. Así no más, con las manos. –Ordenó Franky.

–Qué entretenido. –Decía ella.

–¿Te ayudo? –Solicitó una mano aquel asistente.

–Bueno, pero con mucho cuidado. –Alegó el protagonista.

–¿Estás seguro que es aquí? Yo jamás hubiera dado con este lugar. –Sospecha Loid.

–¿Qué van a decir en el cuartel cuando se entere? –Duda aquella espía.

–Este va a ser nuestro secreto. –Mencionó Franky.

–Oye, pero aquí no hay nada. –Dijo el colega.

–¡Déjame solo! –Reaccionó alterado este informante.

–Bueno, bueno. ¿Y dónde está? –Sostuvo su amigo pseudo-psiquiatra.

–¡Miren, aquí está! ¡TODO ESTO ES NUESTRO! *Risas* –Gritó alucinado "Ricitos" creyendo haber encontrado el supuesto tesoro.

–¿Qué van a decir en el cuartel cuando se entere? –Consulta insistente la espía "Nightfall".

–No, en el cuartel no tiene que enterarse de nada, ¿oyeron? –Acota "Twilight" a guardar silencio a sus colegas.

Bajo los efectos de las drogas, el protagonista se sentía "afortunado" riendo a carcajadas; los demás subordinados prefirieron callar.

Después de lo acontecido, hubo un consenso tácito de bajar el perfil a la experiencia; amparada en esta suerte de tregua, Franky Franklin continuó en su vida laboral como si nada hubiese sucedido, pero claro, una espada de Damocles lo acechaba: su adicción ya era conocida por muchos en el cuartel.

Continuará...