Capítulo XVIII

Chocolate caliente

- ¡No puedes llegar y desbaratar todo! - alzó la voz Elsa, su tono mantenía la misma neutralidad que la solía caracterizar, aunque se podía distinguir algunas notas de desesperación en ella - ¡Es como una declaración de guerra! - le recordó

El grupo llevaba una buena cantidad de tiempo debatiendo el tema, habían dejado atrás el granero y los renos para pasar a un elegante salón para discutir el siguiente paso a seguir, mientras la pequeña Elsa y la bebé Holly eran escoltadas por Gerda y su aprendiz para ama de llaves hasta otra habitación, seguidas de cerca por Olaf, la noche se hacía presente sobre el reino y poco a poco todos los demás abandonaban sus puestos de trabajo para ir a soñar, menos en el salon donde una hiperactiva charla se desarrollaba.

- ¡De todas formas se desatará una guerra! - exclamó Anna aún molesta - No pensarás que Hans se quedará de brazos cruzados una vez sea Rey - le recriminó con sarcasmo

- Mérida no le dejaría - acotó Rapunzel

- Oh, creeme que él sabrá cómo resolver eso - respondió Anna - ¡No perdamos el tiempo, hay que romper este compromiso!

- ¡Está en las islas del sur! - le recordó Elsa remarcando cada palabra, información que Punzie les había confiado momentos atrás - ¡Si lo desafias en sus tierras será todo lo que necesita!

- ¿Y piensas quedarte de brazos cruzados? ¡Es tu amiga, Elsa! - continuo Anna

- Por supuesto que haré algo, solo hay que ser prudentes - se defendió

- Solo tenemos un par de semanas - dijo en un quejido

- Lo sé - asintió Elsa - Punzie ¿Sabes cuando vuelve Mérida? - preguntó ahora hacia la rubia

- Dijo que estaría unos días, creo que vuelve este fin de semana

- Bien, ahí estaremos para recibirla - resolvió - es lo más sensato que podemos hacer

- No me convence - murmuró amurrada, Kristoff tomó su mano en un gesto de consuelo - está en peligro...

- No conozco mucho a este Hans - empezó Eugene - pero no creo que le haga algo hasta cumplir su objetivo - acotó

- Ha pasado tiempo ya de eso, sus tácticas pueden haber cambiado - acotó Jack con una expresión ausente, ensimismado con el entrecejo fruncido

Elsa observó al guardian, las palabras de este se paseaban en su cabeza, danzando en una especie de burla contra ella misma, era verdad, la gente cambiaba y los años habían pasado, ella misma lo había dicho horas atrás, descubrir que el otro pensaba lo mismo no era una locura, era algo sensato, o eso queria pensar.

- Anna, Hans necesita un trono, no dejará que Mérida se le escape - trató de calmar a su hermana - debe estar actuando muy bien para haberla convencido - murmuró luego paso si misma mientras jugaba con sus dedos nerviosa, a pesar de la calma que la caracterizaba se sentia desbordada y preocupada - claramente no dejaremos que se salga con la suya - afirmó

Los densos árboles cubrían el cielo estrellado sin dejar pasar ni un rastro de luz, sus senderos oscurecidos eran pasillos irregulares donde cualquier alma podria desaparecer, tenía una apariencia aterradora y obsoleta de vida, aunque no era asi. El bosque oscuro era conocido por su inhospitalidad, un sitio siniestro del cual los seres huían, el hogar de la madre naturaleza, aún así Norte se paseaba por sus frondosos troncos y hojas, atento a los detalles del alrededor. El guardian no había visitado el bosque desde hace semanas atrás, cuando lo había hecho con sus compañeros guardianes, y a pesar de haber fallado en aquel entonces, la verdad era que Santa Claus no había parado de buscar, ahora necesitaba volver sobre sus pasos.

Los motivos de su insistencia eran completamente nobles, estaba preocupado, Norte sabía que la madre naturaleza no se andaba con falsas advertencias, no perdería tiempo y energías en expresar algo que no pasaría, la amenaza expresada era un hecho que aún no había ocurrido, tarde o temprano la iracunda e impredecible Seraphine vendrían por lo que creía le pertenecia, el guardian del asombro no lo iba a permitir, Norte le tenía un gran cariño al guardian de la diversión, y ciertamente tenía en alta estima a la quinta espiritu, haría lo que estuviese en sus manos para ayudarlos, para alejarlos de las implacables manos de Emily Jane.

Llegó hasta el extremo norte del bosque y por primera vez una especie de pista descansaba frente de él. Entre los arbusto un pequeño agujero en la tierra destacaba, tenía algo de brotes nuevos, pero una pala pequeña y vieja descansaba a su lado, la señal inequívoca de que alguien había estado ahí, Norte se puso en cuclillas rozando con sus dedos sobre la tierra tierna, pequeños pétalos secos y opacos se escondía entre la suciedad, de un color ámbar opaco, con pequeños destellos sin vida en su superficie, de hebras peculiares, no era algo que había visto antes, Nicholas levantó la mirada para ver un rastro de ramas quebradas y arbustos aplastados, casi no se notaba, al guardian no le sorprendía no haberlo visto en sus búsquedas anteriores.

Norte siguió el rastro hasta salir de la profundidad del bosque, encontrandose con un prado vacío y verde, con la única irregularidad del rastro de las pisadas sobre el césped aplastado, quién sea o lo que fuera que se había robado la flor no era cuidadoso. Siguió el rastro por horas, la luz de la luna era lo único que guiaba su camino, mientras las estrellas titilaban acompañando al viejo guardian en su travesía, acompañándolo en el camino hasta cumplir con su propósito.

La superficie despejada y limpia fue mutando hasta convertirse en un enorme bosque, sus árboles estaban separados unos de otros dando espacio y luz al interior del sendero, los árboles eran de madera clara con sus hojas verdes sobre sus ramas, el terreno estaba cubierto por un fresco césped verde que compartía espacio con la irregularidad de su superficie, sus vecinos eran enormes rocas que sobresalían de la tierra para levantarse majestuosas e imponentes, varias de estas cubiertas con enredados, como si fuera sacado de un cuento de hadas.

Norte seguía el sutil rastro de huellas y maleza pisoteada que había descubierto kilómetros atrás, que incluso entre la abundancia del bosque se había vuelto a presentar con mayor detalle que antes en el prado, el guardian podia sentir un cosquilleo extraño en el interior de sus entrañas, una presión desesperante se instaló en su pecho, la sensación de que algo grande iba a pasar, pero contrario a las señales que le daba sus instintos, frente de él el rastro ya habia acabado, las pisadas y marcas habian sido reemplazado por un muro enorme de piedra que lo cubria una frondosa capa de hojas que caían de la enredadera que cubria a la piedra. Un suspiró agotado se le escapó de los labios.

- No puede ser - murmuró fastidiado, lanzando un golpe directo hacia las ramas - Shostakóvich... - musitó atónito

Contrario a lo que esperaba, el puño del guardian no se detuvo ante la rudeza de la roca, sino que la cruzó como si fuese un fantasma, dejando al viejo hombre con el aliento retenido. Norte introdujo ambas manos por la maleza separándola desde su centro, abriendo paso para investigar, tras él verde manto se encontraba una especie de túnel, tan corto que se podía distinguir lo que estaba más allá de la entrada a pesar de la oscuridad, sin perder tiempo el guardian ingreso dejando caer las ramas tras de él, aventurandose a lo desconocido, apenas se asomó una torre lo saludó a la distancia.

Elsa permanecía en el balcón del salón principal de la segunda planta, estaba sola, hace un buen rato lo estaba, la mayoría se habían retirado hasta sus habitaciones para descansar, incluso los recién llegados, mientras la reina de las nieves permanecía afuera sintiendo la cálida brisa que le brindaba la noche fresca de verano, buscando serenar su molestia al igual que la corriente del viento, pero aún estaba demasiado turbada por la discusión previa con su hermana, la primera desde que habia vuelto.

Una vez que les informaron a las hermanas Arendelle sobre los reales hechos de la pronta boda a celebrar, es que se habían empezado a mover y organizar con premura los pasos a seguir, pero Anna, a diferencia de todos los demás, no queria esperar, guiada por el temor y el desagrado que le daba el principe en cuestión, persistía con ahínco en interferir en el acto si estuviera al alcance de sus manos, contrario a Elsa que, al igual que Anna, a pesar de ser presa del pánico insistía en esperar. Sus posturas habían desatado un terrible desacuerdo entre ambas, en especial cuando la idea de la platinada había prosperado entre los demás. La reina de Arendelle abandonó el salón apenas vio la oportunidad, secundada por cierto guardian, lo que, por alguna incomprensible razón, había desazonado a la platinada.

La guardiana negó con vehemencia en su cabeza, decidida en disipar los recuerdos de la reciente escena, Elsa sabía que sus propios nervios le impedirán pensar con claridad.

- ¿No puedes dormir? - le preguntó Jack en voz baja, casi como un susurró, aún así Elsa pegó un respingón asustada - oh, perdón - murmuró luego ahogando una carcajada

- Casi me matas del susto - le reprochó volteando a darle una mirada severa - ¿Qué haces aquí? - Jack permanecía aún en el portal, en sus manos llevaba dos jarrones humeantes que llamaron su atención - ¿Qué es eso? - preguntó curiosa

- Oh, pensé que necesitarías algo dulce después de lo de Anna - mencionó encogiéndose de hombros mientras le alcanzaba uno de los tazones - toma

- Gracias - murmuró recibiendola, un suave aroma inundó sus fosas nasales, y sin ninguna explicación la hizo sentir mejor - ¿Chocolate caliente? - dijo levantando la mirada hacia el otro

- ¿Aún te gusta? - preguntó acomodándose a su lado, apoyado en el barandal de piedra

- Si - asintió dándole un pequeño sorbo - me sorprende que lo recuerdes - agregó luego

- Claro que sí, era lo nuestro ¿No? - comentó con tranquilidad, en cambio Elsa sentía su corazón latir más deprisa

- Si, supongo - musitó avergonzada, tratando de esconder su rostro tras su cabello, aunque Jack no la mirara en ese momento - ¿Cómo está Anna? - inquirió con genuino interés

- Está mejor, solo necesitaba espacio - respondió despreocupado, tratando de calmar la inquietud de la guardiana - ya sabes cómo es, no puede molestarse por mucho tiempo - bromeó

- Ustedes dos se llevan bastante bien, son muy íntimos por lo que pudo ver - comentó con timidez, arrepentida inmediatamente de sus palabras

- Puede ser - aceptó - nos hemos visto mucho durante estos años - agregó - me contó que ella hacia esto contigo - comentó mientras bebía un sorbo - insistió en continuar haciendolo - levantó levemente su tazo, luego bebió otro sorbo antes de agregar junto a una expresión contrariada - aunque los suyos tienen mejor sabor que los mios, pero no se lo digas

- ¿Ah, si? - inquirió, curiosa y conmovida, algo culpable por discutir antes con su hermana

- Te lo aseguro, sé que algo le hecha, pero ella insiste que solo es amor - murmuró tan divertido como molesto por la actitud de la reina

- Solo es canela y cáscara de naranja - reveló entre risas - así lo hacía mamá - agregó algo melancólica, una sensación agobiante la envolvió, no podia imaginar lo destrozada que estaba su hermana, la había dejado sola

Jack pudo notar como la atenta y curiosa mirada de Elsa se desvanecía para ser reemplazada por la tristeza, supuso que sus palabras habían traído a la guardiana un vistazo de como la había pasado su hermana, y lejos de animarla tan solo la dañaba, un vistazo de los momentos con Anna que Elsa no podia recuperar.

- Bueno, al parecer si era amor - murmuró mientras pensaba en un nuevo tema - Hey ¿Sabías que la primera palabra de Elsa fue tío? - preguntó completamente orgulloso de tal evento, dándole un vistazo a la guardiana

- ¿A si? Eso no fue lo que Anna me contó - negó con una suave sonrisa, Jack sonrió de vuelta

- Anna puede decir lo que quiera, eso no lo hace real - se defendió, la platinada rió

- Eso es algo que tendré que confirmar con alguien más - respondió después de una pausa

- Que sea con Kristoff, es más sensato - recomendó

Elsa volvió a darle un sorbo a su chocolate, el sabor dulce le causó un cosquilleo en la boca, la platinada no estaba segura si era por su sabor o por la compañía de Jack. Se sentía descubierta, fragil, en desventaja, desde que el guardian había llegado a acompañarla es que Elsa había sentido como es que ya no se podia las piernas, la molestia que la habia agobiado hasta hace un momento habia desaparecido, dando paso a un enorme vacío que amenazaba con consumir su interior, los nervios comenzaban a cosquillarle y el corazón a latirle, y asi podia seguir, pasandose toda la noche describiendo lo que Jack le hacía sentir, era en lo unico que podia pensar, en eso y en como seria volar junto a él una vez más, no por recreacion o la vista, sino porque entre los brazos de Jack, la guardiana sentía que era su lugar. Eso la abrumaba.

- ¿Qué haces aquí, Jack? - preguntó con distancia, volviendo a levantar sus muros

- Creí que algo de compañía te vendría bien - respondió confundido

- Me refiero a Arendelle - se corrigió - porqué sigues en Arendelle - especificó sin despegar sus ojos de su tazón, sus finas manos temblaban tenuemente mientras la sostenían

Jack guardó silencio, no sabía qué responder ¿Podía decir la verdad? De todas formas no recordaba si Norte le había dicho que guardara el secreto, y de ser así no tenía por qué obedecer, él no era así, pero tampoco sabía mucho sobre que era lo que preocupaba al otro guardian, ¿Era correcto preocupar a Elsa por una corazonada? La duda prevalecía con fuerza en su interior y ni una respuesta parecía despejar la niebla.

- ¿Me estás echando? Ya no eres la reina - respondió en plan de broma, buscando desviar la pregunta - no puedes hacerlo

- No lo estoy haciendo - negó con una leve sonrisa - tan solo me intriga que sigas por aquí, seguramente tienes deberes que hacer

- ¿Deberes? - repitió con expresión de asco - No todo es trabajo

- ¿No tienes trabajo?

- Aunque usted no lo crea, su alteza, mi trabajo ya está hecho - respondió con exagerada protocolaridad, Elsa solo negaba mientras una tenue sonrisa se le escapaba de los labios - quise quedarme aquí para vacacionar

- Me alegra escuchar que Arendelle está dentro de tus opciones turísticas - respondió rendida, asumiendo que no tendría una respuesta seria de parte del otro

- Es un lindo lugar

Elsa estaba confundida, estimaba a Jack, eso era seguro, tan solo pensar en él le provocaba una calidez en su interior, también lo extrañaba cuando no estaba, le agradaba su caracter y también su infantil naturalidad, a pesar que la mayoría de veces le molestaba, era un rasgo que solo podia encontrar encantador en el guardian ¿Eso era posible? La reina de las nieves estaba abrumada, un sentimiento que no podía comparar ni identificar, ¿Le gustaba? Seguramente, pero aceptarlo era darle la razón a su hermana, quien se destacaba por su impulsividad ¿Acaso ella también estaba siendo impulsiva? No lo sabía, y tal como ella misma había insinuado esa mañana, habían otras cosas de las cuales ocuparse.

La guardiana guardó silencio atenta a las palabras de Jack, de vez en cuando asentía o afirmaba indicado al otro para que continuara, incapaz de elaborar alguna palabra menos abstracta, preguntandose el porqué era que no podia pensar con claridad junto al guardian.

Los destellos del sol de la mañana iluminaban la isla de Berk, Hiccup observaba a los pequeños vikingos participar en la academia de vuelo, rondaban los 8 a 11 años, los nuevos novatos de la generación y algunos antiguos, la mayoría poseía talento natural para montar dragones, lo que hacía su labor más fácil, aunque a esa altura de la lección Hiccup no debía hacer nada más que observar.

- Aprenden rápido - comentó Valka, quien había llegado al lado de su hijo

- Hay verdaderos talentos entre nuestra gente - explicó emocionado - ese niño de ahí, el rubio, Aran... - apuntó a la distancia

- Aren - corrigió su madre

- Aren - volvió a repetir - es un diamante en bruto, tiene talento con las bestias - decía sin despegar los ojos del pequeño vikingo

- Es bueno verte así de emocionado por la tribu - le sonrió

- Bueno, soy el jefe al final de cuentas - dijo más relajado - es mi deber

- Eres un buen jefe, hijo, te preocupas por tu gente y te preocupas por tus dragones, tu padre no se equivocó contigo - comentaba con una mirada conmovida mientras acomodaba algunos mechones desordenados del otro tras sus orejas - solo falta una cosa para que tú vida esté completa, tal como siempre quiso tu padre

- ¿Si y qué es? - preguntó con curiosidad

- Una compañera - respondió con simpleza, Hiccup desvío la mirada hacia los niños nuevamente

- Tengo a Astrid - murmuró como respuesta

- Hijo, Astrid ya no está - dijo con cautela - hiciste todo por encontrarla, pero a veces solo nos queda aceptar que quienes amamos ya no pueden estar a nuestro lado

- Ella jamás dejaría de buscarme

- Ella hubiese querido que fueras feliz - contradijo con sabiduría

Hiccup suspiró, su madre tenía razón, Astrid hubiese querido lo mejor para él, y por un momento pensó que podía ser posible, pero la realidad era más despiadada de lo que el vikingo recordaba y sus resultados fueron tan desastrosos que no había previsto como sobrellevar el rechazo. Ser feliz era más difícil que lo que podían expresar unas simples palabras y buenos deseos.

- Soy feliz así como estoy - respondió al final, Valka asintió con un quejido

- ¿Ya te declaraste con la chica de cabellos de fuego? - preguntó su madre tomándolo de imprevisto

- ¡Mamá! - exclamó avergonzado

- ¿Qué? - preguntó con inocencia - sé cosas, soy tu madre - Hiccup abrió la boca para responder, mas su madre no le dió oportunidad - y no te atrevas a mentir, lo sabré - le advirtió

- No pensaba hacerlo - mintió ofendido

- Claro - respondió con desconfianza

- No resultó como pensaba - le confío al fin

- Esa mujer en otra vida fue un dragón, y no se puede domar a un dragón - comentó mirando hacia el grupo de infantes a lo lejos - necesita su espacio, necesita su libertad

- En otra vida solo fue testaruda - corrigió - ella ya eligió que camino seguir

- O a quien proteger - musitó tan bajo que el castaño casi no la escucha - un dragón siempre protege a quienes ama - le recordó

El jinete guardó silencio confundido, a veces no podía entender lo que su madre le decía, por muy clara que ella pensaste que era, las palabras de Valka llegaban a su hijo, mas este no las sabia escuchar.