Alguien me sacude el hombro despertándome de mi sueño.
«Hermano, ¿estas dormido?»
«¿Que quieres Tracy?» pregunto algo molesto.
«Bueno es que yo… tuve un sueño feo».
«¿Sí? Bueno, ya pasó» digo a la vez que me volteo en dirección de la pared.
Tracy se queda parada un rato más frente a mi cama. Pero al no tener respuesta mía empieza a soltar un chillido lo suficientemente agudo para hacerme reaccionar, pero lo suficientemente bajo para no despertar a mamá.
Me volteo y le muestro una mirada de «¿En serio?».
Tracy levanta el labio inferior haciéndolo temblar de una forma muy convincente.
Podía levantarme, jalarla del brazo y sacarla de mi cuarto, arriesgándome a perder mi sueño y peor aún, despertar a mamá, quien aún si se levantaba enojada, le dejaría pasar la noche con ella, provocándome secretamente algo de envidia; o podía dejarla pasar la noche conmigo quedando como el hermano bueno, aunque eso signifique soportar algunas patadas.
Me vuelvo a voltear en dirección a la pared, pero esta ves hago un espacio en la cama. «Sube».
Tracy se mete bajo las cobijas y me desea buenas noches.
«Tracy, eres terrible».
¿En qué estábamos?
Ah, sí.
Salimos de un portal siguiendo a Poo. Nos recibió un golpe de aire, como si intentara clavarnos carámbanos de hielo en nuestras fosas nasales. El cielo era oscuro y la tierra helada. Lo suficiente para hacer castañetear los dientes incluso a Jeff.
«Lo siento» dijo Poo. «Tal vez debí contarles un poco sobre mi tierra para que vinieran más preparados».
«¿En serio?» le respondí con sarcasmo.
Al mirar abajo vi varias luces naranjas, pero estas no se extendían por todas partes, como si el cielo y la tierra se volvieran uno, sino que descendían por diferentes brazos de la montaña en la que nos encontrábamos. Una montaña realmente empinada.
Cuando revisé mejor noté que entre toda la capa de oscuridad había nubes. Debajo de nuestros pies.
Llegando a la sima de la montaña nos encontramos de frente con un palacio. Dos elefantes de oro vigilaban la entrada, la cual estaba formada por 2 puertas revestidas tambien con oro.
Poo camina hasta la puerta y la golpea tres veces.
Toc, toc, toc.
Esperamos a que alguien respondiera mientras nos íbamos convirtiendo en paletas de hielo humanas.
Una de las hojas se abre con un sonido resonante. Detrás de esta se asoma un hombre que recibe a Poo en el idioma local. A su vez, Poo nos presenta.
Aunque no entendimos nada, reaccionamos cada uno con una reverencia.
¿Cuál fue nuestra sorpresa al entrar al salón de bienvenida? Estaba revestido enteramente de oro. Desde el piso hasta las enormes columnas que sostenían el dorado techo. Lo único que no estaba hecho de este material era la alfombra roja que conducía hacia un salón aún más interior. El salón del trono.
En este lado del planeta eran altas horas de la noche. Aun así, varios siervos se levantaron cuanto antes para atender al príncipe recién llegado. La ropa que vestían era llamativa, curiosamente mucho más que la del propio príncipe. Los hombres llevaban túnicas rojas que llegaban hasta las rodillas, gruesos pantalones de lana ajustados en los tobillos para que el aire no se filtrara, botas de piel y un gorro de lana conocido como topi. Las mujeres vestían predas de seda bordeada con elegantes diseños y se adornaban con collares de cuentas, aretes de oro y diademas de oro.
Aunque todos estaban alegres de recibir a su príncipe, no podían esconder sus rostros fruncidos, y es qué el olor a drenaje estaba impregnado en nuestros huesos hasta la medula.
Aun con eso. Un siervo nos condujo a Jeff y a mí a conocer la que sería nuestra habitación, en cuanto a Paula, un par de siervas se la llevaron, quiero suponer, a hacer lo mismo.
«Esta será tu habitación, Ness».
«Oye, en este cuarto cabemos Jeff y yo perfectamente, no hay problema» dije tras la idea de quedarme solo en un cuarto que me hacía sentir pequeño.
Poo se lo comenta a su siervo y este concede nuestra petición.
Ahora, la peste. Se nos preparó a cada uno de nosotros un baño para librarnos finalmente de ella. Al salir se nos proporcionó una vestimenta típica, las cuales nos permitieron entrar en calor. Ahora parecíamos niños de Dalaam.
«Esto es increíble» exclamó Jeff después de aventarse de espaldas a la cama.
«Vaya que sí» le respondo haciendo lo mismo.
La cama era bastante suave y estaba recubierta con varias sabanas y cobijas de algodón y lana entretejida.
«¿Por qué harán los techos tan altos» pregunté con curiosidad?.
«No lo sé, tal vez para resaltar la prominencia del palacio».
En eso, alguien toca a la puerta. Era un siervo. Este nos sonrió y nos entregó un rollo.
El rollo estaba escrito en español: «Por favor preséntense en la sala del trono».
Nos dirigimos al punto de encuentro guiados por el mismo siervo que nos entregó el rollo.
En cierto punto del camino, nos encontramos de frente con lo que parecía ser una joven princesa acompañada de su sierva. Acercándose desde el lado opuesto del pasillo.
«¿Quién es ella?» me preguntó Jeff.
Su piel era más clara que la del resto. Sus mejillas tenían un ligero color rosado cálido y la piel de su rostro era lisa y no tenía ningún desperfecto, y sus ojos… Sus ojos parecían dos supernovas estallando, como las que solo había visto en imágenes gracias a mis libros de astronomía, y me estaban mirando directo a mí. De hecho, eran iguales a los de…
«Se ven bien» dijo ella.
Ni Jeff ni yo producimos una palabra.
«¿Qué? ¿Tan rara me veo?» preguntó Paula escondiendo una sonrisa penosa.
No, no, bueno, sí… Solo un poco…
No te reconocimos…
[Estábamos hablando al mismo tiempo].
Los ojos de Paula brincaban como pelotas de ping-pong intentando seguir nuestro balbuceo y de repente se detuvieron en mí con una mirada penetrante. En ese momento Jeff se detuvo…
«Creo que te ves bien» dije mientras me rascaba la nuca disimulando que había encogido el cuello por la vergüenza.
«Sin el gorro pude haberla reconocido» dije para mis adentros.
La sierva que acompañaba a Paula nos llamó :«Señores, el príncipe espera».
«Espera, ¿ella habló español?».
Paula afirmó con la cabeza y continuó hacia adelante.
Poo estaba parado al lado del trono, ya con vestiduras limpias, pero igual de sencillas. Desde aquí tomó la palabra: «Siéntanse como en casa. Es un gusto para mí y para mi pueblo recibirlos. Se que probablemente se pregunten por qué los traje aquí. Todas sus dudas se las responderé mañana. Mientras, descansen y pónganse cómodos. Y si necesitan algo, se los pueden pedir a mis siervos».
¿Nos hiciste vestirnos de gala solo para decirnos esto?» pregunté.
«Disculpen chicos, son protocolos» respondió Poo.
Como sea. Después de eso, los siervos se dieron media vuelta y como nosotros no conocíamos nos tocaba seguirlos.
«Señorita Paula, nuestros dormitorios están de este lado» dijo con un español algo torpe la doncella que acompañaba a nuestra amiga. Y es que, al llegar al punto en donde nos habíamos encontrado. Paula había girado hacia la misma dirección que nosotros.
«¿Sabes? puedo quedarme con mis amigos, para ahorrar espacio».
«Señorita Paula, los hombres y las mujeres duermen habitaciones diferentes» contestó la sierva con timidez.
Paula nos mira con una expresión de inseguridad antes de dar media vuelta y seguir a la otra chica.
De vuelta en la alcoba que se nos asignó nos cambiamos nuestras túnicas de ocasión por unos atuendos más cómodos para dormir. Sin embargo, algo me decía que esa noche dormir no sería una cosa sencilla. Sin una sola palabra Jeff y yo concordamos en dejar todas las lámparas de aceite encendidas.
A pesar de que la cama era suave, como una pila de plumas, mi cabeza no se sentía así por todos los pensamientos que pasaban por ella una y otra vez.
«¿Por qué crees que Poo nos trajo aquí?» preguntó Jeff.
«No lo sé, pero estamos perdiendo tiempo».
«¿Qué no fuiste tú el que dijo que debíamos divertirnos de vez en cuando?».
«¿Y encuentras esto divertido? Este silencio solo hace más difícil no pensar en… ―Me tallo los ojos intentando borrar las imágenes que pasan por ellos. ― Eso.»
«¿Te refieres a… "eso"?».
«Me refiero a muchas cosas».
«Cosas feas o cosas bonitas».
«Cosas feas, por supuesto».
«Como lo del cadáver».
Solté un suspiro de frustración. Sin embargo, no podía enojarme con Jeff, él estaba pasando por lo mismo que yo.
«Lo digo porque la otra vez estaba leyendo que este tipo de imágenes puede afectar la mente de un niño de formas … [Inserte aquí una explicación innecesaria que intente justificar un comentario inoportuno]».
En lo que Jeff se explayaba encontré la respuesta a una pregunta que había surgido ese mismo día: ¿Era correcto divertirse durante una crisis mundial? Tal vez no del todo, pero servía para mantener la mente ocupada y no pensar demasiado en las cosas malas. Así que, entonces, estaba bien. Se lo voy a decir a Poo la próxima vez que lo vea, pensé.
Jeff se dio cuenta de que no estaba prestando mucha atención y se detuvo; solo por un momento. «¿Cómo viste a Paula?» preguntó él.
