Capítulo 1
Sopla el viento entusiasmado en el atlántico sur acompañado de una llovizna fina pero constante.
El humo del cigarrillo que estaba fumando subía hasta pegar en el techo del pozo de zorro.
-La puta madre, tengo frio!!!!!!- Pensaba mientras observaba a su compañero soplarse los dedos que los tenía practicamente congelados.
Una noche de cristal que se hace añicos en un segundo.
-ALERTA ROJA!!!!-
Se escuchó a lo lejos a la par que se empezaban a sentir los cañonazos del fuego de ablande por parte de los barcos británicos.
-Escuchá el silbido... va a caer lejos- Dijo su compañero de trinchera.
-El próximo nos cae por acá cerca- dijo él mirando hacia la oscuridad total.
Lo siguiente que sintió fue su piel prendiendose fuego. El calor tremendo derritiendo su carne mientras veía como su compañero se esfumaba delante de sus ojos.
-Aaaaaaaahhhhhh aaaaaaaaaah- gritaba de dolor.
-Ranma... fue tu culpa, Ranma- Le repetía su compañero sonriendo mientras se volvía polvo.
Se despertó empapado de sudor de esa pesadilla terrible que lo venía persiguiendo desde hacía un tiempo.
Se llevó las manos a la cara y se la tocó para saber que estaba completo.
Mientras seguía temblando, muerto de miedo, se agarró su cicatríz en el abdomen y se la apretó muy fuerte.
Con la poca lucidéz que le quedaba atinó a prender el velador de su mesa de luz y se sentó en la cama con sus pies apoyados en el suelo.
-Aaaajhjjj aaaaajjjjjj aaaaaajjjjj-
Sentía ganas tremendas de vomitar pero como pudo las contuvo.
Estiró su brazo hasta agarrar sus pantalones que estaban en el suelo, sacó los cigarrillos del bolsillo del mismo y encendió uno.
Cuando por fin pudo calmarse miró su relój de mesa. Eran las 5:30 AM y el sol apenas empezaba a salir.
-Bueno, ya fue. Me levanto.- dijo y se dirigió al baño.
Se lavó la cara y se quedó mirando al espejo.
Aunque solo tenía 19 años, se sentía un viejo cansado.
Fué a la cocina y puso la pava en la hornalla.
Agarró el mate calabacín que estaba cerca de la bacha y de la alacena sacó la lata de yerba.
Preparó el mate y se sentó a la mesa de la cocina a esperar que el agua esté lista.
En esa espera comenzó a recordar ese día, ese trágico y fatídico día en que Shinosuke murió en sus brazos.
Encendió otro cigarrillo y agarró la pava caliente. Dejó caer lentamente el agua en su mate y le dió el primer sorbo de la mañana.
A lo lejos cantaba el gallito pinino de su vecino anunciando el día y el paso del tren que rodando en las vías va hacia su destino.
Al igual que esa locomotora, el seguía rodando por el mundo con el alma perforada como ruedan las ruedas del ferrocarril.
Se tomó sus mates matutinos y se fue al patio a regar las plantas del jardín.
Volvió a entrar a su casa y levantó la persiana para dejar entrar la luz del sol a su casa.
Esa ventana que daba justo a la cruz de la esquína de su cuadra. Desde ahí veía pasar los autos y la gente yendo y viniendo (a veces por horas).
Y si bien sus padres y su hermana lo llamaban por teléfono muy seguido, él prefirió quedarse viviendo solo en la casa de su difunto abuelo en vez de volver a su pueblo natal.
Prefería el sufrimiento en soledad a tener que arrastrar a su familia a su calvario.
Salió de su casa y fue al local de al lado. Sacó la puerta metálica y levantó la persiana para dar comienzo a otro día de trabajo en su carpintería.
Ella despertó y se frotó los ojos. Era su primer día como la nueva maestra de la escuela del barrio.
Apoyó los pies descalzos en el piso de cerámica y estiró sus brazos a la par que bostezaba.
Ya un poco más despabilada se metió en el baño para prepararse antes de desayunar.
Bajó las escaleras y encaró a la cocina donde su hermana mayor ya tenía el desayuno preparado para ella.
-Buenos días hermanita- le dijo su hermana.
-Buen día Kasumi- le respondió ella.
-Estás ansiosa por tu primer día de trabajo?- le interrogó la chica mientras le servía café con leche y tostadas con dulce de leche.
-Sí... ya quiero empezar a trabajar. Necesito conseguir otro trabajo extra para poder alquilar mi propio departamento.
-Akane, sabés que podés quedarte acá el tiempo que quieras.- Dijo Kasumi mientras se sentaba a la mesa para acompañar a su hermana.
-Ya lo sé, y estoy muy agradecida, pero no quiero ser una molestia para ustedes. Suficiente con la mano que me están dando con tu marido.- Respondió mientras desayunaba.
-Akane, no sos ninguna molestia. Si te invitamos a vivir con nosotros es porque nos gusta tenerte acá.
-Bueno, pero igual. En cuanto pueda mudarme lo voy a hacer.
La chica veinteañera se puso su guardapolvo blanco, agarró su cartera y salió a la calle para dirigirse a la escuela.
Todavía había muy poco movimiento en las calles de su nuevo barrio.
Llegó a la escuela y se entrevistó con la directora para luego dirigirse al aula y conocer a su nuevo curso.
La nueva maestra estaba muy contenta de haber conseguido trabajo.
Decidió mudarse con su hermana y su marido doctor ya que en Zárate era muy dificil poder llegar a conseguir trabajo como maestra porque todas las escuelas estaban tomadas. Así que decidió probar suerte en otro lugar.
Su primer día fue muy tranquilo. Su curso la recibió con el amor que brindan los niños del primario.
Luego de la escuela se dirigió al centro para hacer unas compras.
Termió de barnizar el nuevo mueble y se sentó para descansar un rato.
Se puso a limpiar el pincel y comenzó a sentir un poco de frío. Ese frío de mierda que le penetraba los huesos aunque no sea fuerte.
Agarró su buzo negro y se lo puso. Miró el reloj y vió que daba las 15:00 apenas.
Mientras se limpiaba las manos con un trapo mojado de aguarras miraba la foto de su abuelo Haposai colgada en la pared.
Sentado con los pies estirados fumaba un cigarrillo mientras pensaba.
Pensaba en su abuelo, pensaba en sus padres, en su hermana Ranko...
Pero en lo que más pensaba era en Shinosuke. En su amigo que quedó haciendo guardia eterna allá en el sur.
Mientras regresaba a su casa de hacer las compras, Akane, recibió un volante en la calle.
Se detuvo unos segundos para leerlo con claridad. El volante era de un gimnasio funcional donde también daban clases de boxeo para ambos sexos.
Se lo guardó en el bolsillo y siguió camino a su casa.
Al entrar la recibió su hermana con el mate recien preparado. La saludó y se sentó a tomar con ella.
Al caer las 16:00 su cuñado llegó a casa.
-Buenas tardes... cómo te fue en tu primer día Akane?-Bien por suerte.
-Me alegro mucho.
-Cómo te fue en el hospital hoy?- Le preguntó su esposa.
-Yyyy... (Dijo el doctor a la vez que se sentaba en la silla y agarraba el mate que Akane le había dado)... Fue un día atípico.
-Por?- le dijo Kasumi
-Vino un pibe muy alterado hoy. Quería que le den los medicamentos. Vino con las mangas arremangadas pidiendo que lo inyecten.
-Pero que le inyecten qué?- Preguntó Akane.
-Un calmante. Un calmante que le dieron en Malvinas cuando lo curaron. Lamentablemente se hizo muy adicto a eso.
-Un calmante?- interrogó Akane.
-Si... se ve que se lo daban cuando estaba internado y ahora creó una dependencia.
-Un muchacho joven?- Preguntó Kasumi.
-22 años- Dijo el doctor Tofu a la par que devolvía el mate.
Akane le cebaba un mate a su hermana cuando...
-Además paso otra cosa... hoy un colega del sector de psiquiatría me dijo que otro paciente de el se suicidó.
-Qué?- Dijo Akane muy sorprendida y sobresaltada.
-Otro más? - preguntó Kasumi angustiada.
Akane la quedó mirando extrañada...
-Cómo que otro más? -Volvió a preguntar la docente-
-Si... otro más- Respondió su cuñado.
Luego de un breve silencio, el doctor, prosiguió.
-Me dijo que lo encontraron ahorcado en el baño de su casa. Dijo que en la carta de despedida puso que el no fue ningun cagón, que estaba cansado que le dijeran eso y que nadie lo quisiera...
-Que Dios lo tenga en su gloria y le de santo descanso- Decía la hermana mayor mientras se persignaba.
-Pero... qué quiso decir con eso?
-Estuvo en Malvinas...
El doctor dijo eso solo.
Akane guardó silencio y sirvió otro mate para ella. Sacó del bolsillo el volante que había guardado.
-Qué es eso?- le preguntó su cuñado.
-Me lo dieron en la plaza... es de un gimnasio de boxeo.
-Te vas a anotar?, me acuerdo cuando papá te enseñaba cuando eras más chica.
-Si... quizá me anote.
-El deporte es salud (Dijo tofu mientras se sacaba su bata) además te va a servir para conocer a la gente del barrio.
Luego de un silencio, la hermana mayor le preguntó a su marido...
-Sabés algo de Ranma?
Tofu la miró y le respondió.
-La semana pasada lo ví. Le pregunté cómo andaba y si necesitaba algo.
-Y qué te dijo?
-Dijo que estaba bien. Que la pastilla que le dí lo hacían dormir bien pero que le daba patadas al hígado. Asi que le recomende que tomara media a la noche y que si seguía igual que venga a verme.
Perdón... quién es Ranma?- Preguntó Akane.
-Es un chico de acá a dos cuadras. Tiene una carpintería... anda con problemas. (dijo Kasumi)
-Con muchos problemas- Agrego Tofu.
-Uyyy pobre...
Akane respondió eso y decidió no seguir indagando ya que notó el tono de preocupación con el que hablaban su hermana con el marido.
Ya pasaron dos semanas en su nuevo trabajo.
La maestra acomodó sus horarios y decidió anotarse al turno de 20 a 21:30 hs en el gimnasio para entrenar.
Salió de su casa con su bolso deportivo y se dirigió al mismo.
Llegó a una esquina y al doblar a la derecha cruzó por la entrada de la carpintería que estaba abierta. Le llamó la atención el ruido de las máquinas con las que el chico estaba trabajando. Miró hacia adentro pero solo logró verlo de espalda. Tan solo logró notar su trenza que caía casi hasta la mitad de su lumbar.
No quiso molestarlo, asi que siguió su camino hacia el gimnasio. Y aunque no sabía quien era, le intrigaba conocer a aquel carpintero ya que su hermana y su cuñado hablaron de el con mucha tristeza.
Su clase fue normal pero entretenida. Akane siempre fue una chica que le gustó estar en forma y el haber practicado boxeo con su padre desde chica le ayudó mucho para adaptarse rápido al ritmo de entrenamiento del lugar.
Conoció gente nueva y hasta incluso dos chicas más de su misma edad que tambien entrenaban en el lugar.
Por quedarse conversando un rato, la hora de salir se le pasó un poco.
Eran las diez y veinte pasadas cuando inició el regreso a su hogar.
Una noche de cristal que se hace añicos...
De entre las sombras de la ciudad salieron dos tipos que la sorprendieron por la spalda.
-Flaca, quedate quieta!!!!
-Dame lo que tengas, daleeee!!!!
-No tengo nada no tengo nada! (dijo desesperada y quedando acorralada contrala pared)
-Dame el bolso!!!! (dijo uno de los sujetos)
-Noooo por favor! (contestó muerta de miedo).
-Dame el bolso porque te pongo! (insistió el ladrón)
-No tiene nada, traigo ropa sucia. Por favor!!
-Dame el bolso porque te mato!! (Dijo el tipo mientras la sacudía)
-Ya fue, quemala toda! (le gritó el otro ladrón a su compañero).
El primee tipo sacó un revolver, agarró a Akane de los pelos y la arrastró por el piso mientras el otro hacía de campana.
-Dame el bolso porque te pego un tiro en la cabeza!
Ella estaba aterrorizada, sentía mucho miedo. Creía que era el final.
El ladrón la tenía en el suelo con el arma apoyada en la frente.
-Amigo...
Se escuchó una voz en medio de la noche.
El tipo que miraba como su compañero tenía a la chica en el suelo se dio vuelta y lo que vió lo dejó sin reacción.
-Decile que la suelte...
Entre medio de los ojos tenía el caño de una escopeta.
.-Negro... soltála! (Dijo el tipo)
Su compañero dió vuelta la vista y quedó helado. No hizo más que bajar el arma y soltar a la chica.
Akane seguía muerta de miedo, pero en medio de la noche pudo reconocer a su salvador.
Ahí estaba el. Ranma Saótome. 19 años. Clase 63. Veterano de la guerra de las Malvinas.
