Declaimer: InuYasha y sus personajes no son de mi autoría. Si fuera así, este chico tonto se hubiese decidido desde un primer momento.

Nota: Al tratarse de un conjunto de drabbles, ninguno de los escritos superará las 500 PALABRAS. Además, iré subiendo los mismos a medida que la inspiración me acompañe y sepa qué escribir (aunque si quieren tirar ideas no me enojo xD). Por lo tanto, NO PUEDO DECIRLES CUÁNDO VOLVERÉ A ACTUALIZAR. Sepan disculpar ;D.

Palabras: 461


Hojas en Blanco

XXXI

Algunas veces, las cosas entre ellos se desarrollaban tan rápidamente que era difícil seguir el hilo conductor. El suceso no era nuevo, pues siempre había formado parte de ellos y de su dinámica.

Hablaban en armonía, y al instante discutían. Discutían, y al instante se arrepentían.

Funcionaban así, perfectamente imperfectos.

La diferencia entre aquellos caóticos años y el ahora era que sus caminos de vida avanzaban como uno, fundidos en una perpetuidad que trascendía la propia condición humana.

Sí, ya no existían esas viejas peleas volátiles, pero sus cuerpos se seguían moviendo con la misma sincronicidad. Incluso con una intimidad que seguía siendo nueva, dulce y cálida.

Tal es así que Kagome ni siquiera se inmutó cuando los brazos de su esposo la rodearon. No se atrevió a pedir o decir más, ni siquiera a verbalizar su nombre. Temía que, ante la menor expresión, las malas y viejas prácticas lo llevaran lejos de allí, pero él no se movió. Tampoco emitió sonido.

El corazón de la sacerdotisa se hizo más pequeño de solo pensar en aquellas voces desconocidas e hirientes. Voces que se habían clavado en la piel del hanyō como zarcillos ponzoñosos, envenenando incluso sus huesos.

Justamente por eso es que él no iba a dejar de luchar, de protegerla. Así que la mujer le devolvió el abrazo mientras contenía las lágrimas. No iba a permitir que InuYasha cargara con el peso del desprecio solo, ya no más.

Lo sintió estremecer cuando la yema de sus dedos alcanzaron parte de su nuca y se perdieron entre la suavidad de su pelo plateado, volviendo así el abrazo mucho más íntimo.

Él suspiró. Un suspiro tan profundo y melancólico como si hubiese corrido contra las arenas del tiempo.

—Me harás repetirlas —susurró InuYasha, con un dejo de asco. Nunca a ella, no a ella, pero sí al recuerdo.

—Nunca te haría algo así —le dijo, lo más cálida que pudo—. Lo único que te pido es que no me dejes en la oscuridad, que no me apartes. Tu dolor también es el mío.

El hanyō sabía que su shirushi estaba en lo cierto. Que dejarla afuera de su mundo interior sólo causaría en ella más angustia, preocupación y tristeza. Pero era un hombre que para sobrevivir siempre se había tenido que manejar por instinto, así que aún se le dificultaba escuchar a su parte racional.

«Protégela», éso le decía su instinto. «Protégela para que nada la dañe»

»Debes entender... —prosiguió ella, como si pudiera leer la mente y las preocupaciones de su esposo—... que soy más fuerte de lo crees. Me casé contigo porque te amo y no imagino un mundo sin tí. Por esta vez, deja que sea yo quien te proteja.


¿Y esta rosa?

Los milagros pueden suceder, incluso antes de navidad xD.

Hablando seriamente —aunque lo anterior también era serio xD—, si están leyendo esta nota de autor sólo me queda decir: gracias.

Prometo responder todos sus mensajes poco a poco. Es lo mínimo que les debo después de desaparecer más de un año y medio.

Sin otra cuestión, espero que estén teniendo un maravilloso día.

Saludos a montones

Lis