Continuación…
Escena levemente obsena, no apta para todos.
Su mente no estaba pensando, simplemente lo compro sin pizca de dudas, la imagen de su cuerpo vestido con aquella provocativa lencería y el plus de atados, fue lo suficiente para que dejara de pensar si él aceptará o no.
Sabía que él aceptaría sin dudarlo, no le importaba lastimarla, aunque dentro suyo, muy dentro, estaba la duda.
— Bueno, si no quiere, buscaré otro — recita para sí misma mirando el traje sobre la lencería. Sabía que esa opción era difícil, la lencería y lo que estaba pensando hacer, solo esa bestia salvaje podría llenarlo. Ningún otro no.
Su cuerpo se estremece ante el recuerdo de aquel día en dónde revolcados en la cama, aún en la faena, él agarró sus brazos, su mano dura atrapado ambas muñecas arriba de su cabeza. O cuando su cola ajustó su brazo detrás de su espalda. Tan fuerte, tan rudo.
Su bajo vientre tembló.
Si no fuese porque escucho una nave aterrizar, se hubiera metido en la cama para recordar aquel día auto-satisfaciendo.
En la azotea de su casa rentable, había una nave ovalada de un solo piloto. No estaba de servicio, eso significaba que tenían mucho tiempo para disfrutar.
Su labios se estira en una sonrisa lasciva.
Vegeta salta de la nave y camina hacia ella.
— ¿Y bien? — la pregunta sorprende a Bulma —. Tu mensaje señala que me tenías que decir algo importante ¿Qué es?
— Ah — ríe tontamente, se le olvidó lo que le había enviado — entra y te mostraré.
Vegeta miró desconfiado a la terrícola, pero ella tomó su mano y lo hizo bajar por la escalera hasta llegar al pasillo.
El silencio y los nervios que sentía, le hizo parlotear.
— Estaba en el centro y me encontré con una compra peculiar, sin duda me lo lleve. Sin pensarlo — señala. Vegeta hunde más sus cejas, en su mente había otro tipo de pensamientos, muy alejados de ella —. Yo creo que te va a encantar, pero no es solo la compra, también hay algo más. Y solo espero contar con tu apoyo.
Vegeta abrió los ojos y se detuvo de golpe, bajo el marco de la puerta, Bulma ya se encontraba dentro de la habitación. Al sentir que no alcanzaba, lo mira.
— ¿Sucede algo?
— Dime de una vez que es eso de lo que tenías que decirme — demanda alterado — no estoy para tus parloteos.
— ¡¿Pero qué es lo que te ocurre?! — Bulma molesta lo mira — Velo por tí mism— aunque una idea se le vino a la cabeza, le da un empujón para que salga y cerró la puerta en su nariz.
— ¡Bulma! — Vegeta agarro la perilla de la puerta y antes que pudiera romperle, escuchó la voz de ella:
— Dame un minuto.
Exasperado, dio un golpe a la puerta cerrada y como un animal enjaulado, va a la sala, caminando en círculo, pensando en las posibles posibilidades de que fuese aquello.
La idea lo asustaba, pero ella no era de enviar mensajes tan urgentes. Tenían un acuerdo. Y ella lo había roto para decirle algo, o molestarle algo.
Alisó su cabello. Se estaba volviendo loco.
Pronto escuchó el sonido de la puerta. Unos tacos atrajeron su atención.
Y antes que pudiera ir a su encuentro, ella aparece.
Vegeta abrió los ojos, le miró de pies a cabeza. Bulma vestía una lencería oscura de cuero, una tanga, con dos tiras, una en su cadera y otra subía hasta la cintura, realzando su silueta.
Sus senos se alzaban apretados y muy levantados bajo el corpiño de cuero, la copa en vez de una tela, estaba hecho de tiras del mismo material, tiras medianamente gruesa que cubría lo necesario, como el pezón, dejando el resto de la piel a la vista. Era como una red.
En el cuello tenía un collar de cuero, que se asemejaba a una correa, puesto que colgaba un aro metálico, suficientemente grande para atarla a una soga. Vegeta sonríe lascivo ante aquella descabellada idea.
Las largas piernas de Bulma eran vestidas por una media pantis oscuras traslúcida, terminando en unos tacos de punta alta.
— Iba a preguntar que tal me veo, pero tú cara lo dice todo — engreída sonríe, mirando las uñas pintadas de rojas.
— Es esto lo que me tenías que mostrar.
Bulma frunció levemente las cejas.
— ¿Tú qué pensabas?
Vegeta no pensaba decirlo, se acerca a ella, para devorar esos labios rojos carmín que lo estaba tentando como todo ese cuerpo.
Empero, Bulma lo frena poniendo la mano en su pecho.
— Aún no he terminado — señala con premura — ¿te has fijado en esto? — señala la pulsera oscura que tenía en la muñeca. Ellas también tenían un aro — Está pensando en algo — Bulma miró fijamente a Vegeta, quien tenía una sonrisa ladeada. Él ya había conectado todo — ¿Y? — pensarlo era una cosa, decirlo, era algo muy distinto.
— Aún no he escuchado la pregunta — bajo la mirada hasta los senos, la piel expuesta lo estaba llamando para que pase su caliente lengua sobre ellos.
— Tu sabes a lo que me refiero.
Vegeta ríe al notar que las mejillas de la terrícola tenían un sonrojo. Se cruza de brazos, divertido con la situación.
— No sé a qué te refieres.
— ¡Uffs! — Bulma bufa molesta. Cierra los ojos para darse calor — Me gustaría — titubea — no sé, ir más allá — bufa y se sienta en el brazo del sillón, con las piernas cruzadas. Vegeta se perdió en los muslos de ellas. Bulma tomó aquello para aumentar su valentía —. Practicar shibari, ya sabes que me ates. Eso te gusta ¿No? Someter — señala con un tono juguetón.
Vegeta asiente pero luego se detiene.
— ¿Por qué quieres hacer eso? — pregunta curioso.
— La última vez que lo hicimos — camina a él, sus manos acariciaba su pecho, cubierto por la ropa, entrelaza su mano detrás del cuello masculino — sujetaste mi brazo con tu cola, me fascinó. Creo que estoy lista para ir más allá.
Para convencerlo, lo besa. Un beso húmedo y caliente.
Las fuertes manos de Vegeta apresan su cadera, presionando su cuerpo a él. Podía sentir su duro miembro en su vientre. Soltó un gemido.
— ¡Ah! — suelta un chillido al sentirse alzada, cargada en su hombro. Y una mordida en su trasero — Tan pronto te has vuelto salvaje — Bulma ríe victoriosa.
— No cantes victoria antes de tiempo, mujer.
Nuevamente aquellas palabras que la estaban retando.
La arrojó en la cama, y antes que ella pudiera decirle, él tomó la cuerda. La examinó.
— Muy corta — arrojó la cuerda, y antes que Bulma le pregunté, él salió de la habitación — espera acá.
Pronto regresó con más cuerdas, una muy larga.
Fue guiada por él, quien había decidido amarrarla suspendida en el aire. Sus pies no tocaban el suelo, y su espalda estaba ligeramente inclinada. Los brazos amarrados detrás de su espalda. La boca tenía un aro metálico, no permitiendo su cierre.
Vegeta agarró la cuerda corta que tenía sujeto en el collar de su cuello. Estaba levitando, solo llevaba el pantalón, obliga a levantar más el rostro, se encontró con una mirada pesada, llena de excitación. Su boca saliva.
— Muy bien — con su mano libre, bajo el pantalón, lo suficiente para dejar su duro falo — esa boca solo sirve para que sea follada.
El corazón de Bulma se precipitó con anticipación.
Pronto el sabor de la verga del saiyajin invadió su zona bucal, su lengua acaricia las duras venas, calientes y palpitantes. Cómo pudo chupó el hinchado glande.
— Traga todo — Vegeta en su frenesí, penetró profundo en la garganta de ella, quien soltó una fuerte tos, pero no lo detuvo — soy tu amo, me perteneces mujer.
Bulma frunció el ceño, sus palabras eran bastante humillantes. Sin embargo, él sabía cómo arreglar las cosas.
Saco la verga, y metió su propia lengua en ella, jugó con la lengua femenina, en una guerrilla.
Se aleja, y aprieta sus mejillas.
— Veamos que tan húmeda te has puesto.
En un parpadeo, desapareció de su vista. Y sintió la lengua masculina recorrer su surco. Gimió como pudo, la argolla en su boca solo le hacía salivar.
Vegeta apartó la tanga, y chupó el coño con gusto.
— Tan húmeda como siempre — recita en un tono de voz vivaracho.
La lengua subió hasta su ano, Bulma se tenso. Pero él movimiento circular le produjo un placer que aumentó cuando penetra su vagina con los dedos. Los movias en un ritmo veloz y en movimiento rítmicos. El plus aumentó con el péndulo de la cola que acaricia su clítoris hinchado.
Sus ojos se desvanecen del éxtasis, la respiración se volvió violenta, soltaba gemidos irregulares, y los dedos de sus pies se estiran del placer, ya que su cuerpo estaba retenido.
Vegeta sabía cómo domarla, o mejor dicho, cómo alegrarla. El placer que sentía, estaba desbordando, y eso que aún no la había presentado con su dura verga.
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