Are you still a mind reader? A natural scene-stealer

I've heard great things, Peter

But life was always easier on you than it was on me

And sometimes it gets me when crossing your jet stream

We both did the best we could do underneath the same moon

In different galaxies

Peter - Taylor Swift

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El hijo de Frank y Alice Longbottom revolucionaba el cuartel de la Orden del Fénix cada vez que llegaba junto a sus padres a una reunión. Era un niño de menos de un año de edad, dulce y regordete, que con sus ruiditos sin sentido se encargaba de aliviar el funesto humor que rodeaba al grupo esos días.

Todos se volcaban sobre el pequeño Neville apenas atravesaba la puerta, y nunca faltaba quien le preguntara a los Longbottom cuando regresaría a visitarlos, incluso los compañeros más gruñones, incluso los que en situaciones normales nunca habrían perdido dos minutos de su tiempo por un bebé. En tiempos como los que estaban viviendo, en donde los colores de la naturaleza perecían ante la oscuridad, y la maldad se fundía en la tierra hasta volverla infértil, su existencia se les antojaba como un auténtico milagro, mientras que la inocencia absoluta en su mirada servía como un bálsamo para sus almas.

Los niños eran una fuente de esperanza, de razones para hacerle cara al horror. Y obligarse a ganar.

Eso Lily lo entendía a la perfección, en una forma más profunda e infinitamente más dolorosa que el resto.

—No puedo creer cuánto has crecido, Neville —le dijo al pequeño, sonriendo. Se había sentado en el piso para jugar con él—. La próxima vez que te vea estarás a punto de marcharte a Hogwarts.

—Oh, espero que no, creo que Frank no lo soportaría. Se pone nervioso solo de imaginar que está a punto de empezar a caminar —respondió Alice, de pie junto a ella, observando divertida a su hijo—. En cualquier momento tendremos que encantar las escaleras de casa para que se conviertan en un tobogán cuando se acerque.

Lily dejó escapar una risita, esperando que la pena que empezaba a brotar en su interior no se reflejara en su voz ni en su mirada.

Acercarse a Neville significaba involucrarse en un juego muy peligroso, uno en el que recibía un disfrute momentáneo como recompensa por una desolación debilitante que la acompañaría durante días. El consuelo que le producía los minutos que pasaba junto al niño nunca era suficiente para contrarrestar el dolor que le perforaba el pecho al escuchar a Alice hablar de su maternidad, discutiendo los avances de su bebé y la cotidianidad de su hogar. Era desgarrador, y aun así, no podía evitar regresar por más.

Daba igual. Esos días incluso moverse era una excusa para su dolor.

—Debe ser más sencillo mantenerlos a salvo cuando no pueden moverse independientemente —murmuro Lily con un nudo en la garganta.

—Eso sin duda, aunque volver a dormir compensa la preocupación —le confío Alice, subiendo las cejas en un gesto cómplice—. Y también es una maravilla verlo crecer. Me parece que es la mejor parte.

Neville se llevó a la boca uno de sus juguetes, y Lily tuvo que apartar la mirada para no quebrarse en pedazos.

Sí era una maravilla, en eso estaban de acuerdo. Por eso lo observaba con atención siempre que podía, llevando notas mentales de cada pequeña diferencia, de la forma en que evolucionaba, de cómo se comportaba y pasaba de ser una criatura diminuta a lucir más y más como un niño. Lily lo miraba esperando ubicar en sus rasgos y gestos el rostro de un bebé que aparecía en sus sueños muy a menudo, un bebé que debía guardar muchas similitudes con Neville, pero, a la vez, debía ser por completo distinto. Tan distinto que, seis meses después, ella no habría podido reconocerlo.

Su corazón se sacudió en protesta dentro de su pecho. No, claro que lo podría reconocido. Lo hubiera hecho incluso con los ojos cerrados.

No que importara, desde luego.

—Se te da muy bien esto, Al —le dijo con una sonrisa apagada—. Es un niño con mucha suerte.

—Gracias, Lily. —La mujer pareció darse cuenta de su tristeza, solo le sonrió de vuelta—. ¿Quieres sostenerlo por un rato?

La pregunta la hizo aguantar la respiración, conteniendose para no negarse muy rápido o con demasiada brusquedad.

Podía jugar unos minutos, preguntarle a Alice sobre él y observarlo de forma anhelante, pero no sabía si su cordura soportaría sostenerlo en sus brazos. Sospechaba que no.

Afortunadamente, Neville la salvó de tener que responder, arrugando su expresión y dejando que su rostro se tiñera de rojo profundo antes de empezar a gimotear, subiendo las manitos hacia su madre.

—Me parece que él ya respondió por mí —señalo Lily, intentando sonar enternecida en lugar de aliviada.

—Lo siento, debe tener hambre. Creo que buscaré a Frank para marcharnos a casa. —Alice se inclinó para coger a su hijo, quien calmó su llanto al estar de nuevo en brazos de su madre—. Otro día, ¿sí?

Lily le sonrió por toda respuesta, sin comprometerse a nada que no pudiera cumplir.

Después los observó alejarse en silencio hasta que se encontraron con Frank, quien dejó de lado la plática que estaba manteniendo para recibir a su mujer e hijo con una sonrisa que casi no le cabía en el rostro. Ella contempló la estampa familiar durante un momento, lo suficiente como para sentir que le daban una patada en el estómago, pero con la autopreservación necesaria para apartarse antes de que los sentimientos la sobrepasaran. Su masoquismo tenía un límite.

Envió un agradecimiento mudo al universo. Que él no estuviera allí ese día hacía todo más sencillo.

Tenía guardia esa noche, por lo que no se quedó mucho más tiempo. Se despidió del resto de sus compañeros antes de marcharse a casa para darse una ducha y cenar antes de que se hiciera la hora.

La verdad era que la palabra casa todavía le quedaba muy grande al diminuto apartamento que había rentado en Londres. Era lo único que podía permitirse con el poco dinero que tenía ahorrado, pero tomando en cuenta que solo era ella, y Mar cuando se quedaba a pasar la noche, no necesitaba mucho más. Cumplía con su propósito de darle un lugar para dormir y alimentarse sin necesidad de regresar a casa de su madre. Después de que tuviera la audacia de indignarse por su decisión de dar a su bebé en adopción, Lily prefería dormir en el Callejón Knockturn que volver estar bajo su techo.

Suspiro con pesar mientras calentaba su cena, tratando en vano de desprenderse de la pesadez en su estómago. Hubiera deseado no extrañarlas, ni a su madre ni a su hermana, pero, sobre todo, hubiera deseado poder contar con ellas como apoyo en lo que estaba siendo la época más oscura de su vida.

Lily no era una persona triste por naturaleza, nunca lo había sido. Sin embargo, la neblina oscura que nublaba su cabeza esos últimos meses estaban poniendo a prueba lo que creía saber sobre sí misma.

Pocas cosas la hacían sonreír, y casi nada le arrancaba ganas sinceras de echarse a reír. Era feliz solo cuando estaba con Mar, a quién había extrañado con todo su corazón y quien se estaba dando a la tarea de ayudarla a despejar las nubes de su existencia. Su amiga no había hecho muchas preguntas, y aunque no comprendía la razón de su depresión, estaba poniendo un empeño sobrehumano en ayudarla a sobreponerse. Haber regresado a ella, a su amor incondicional, era uno de sus principales motores para seguir adelante.

Pero Mar no podía pasar cada minuto de su tiempo con ella, y Lily tampoco se lo hubiera pedido, aun cuando su ausencia la hacía sumergirse más profundo en ese océano de melancolía en el que llevaba nadando demasiado tiempo, incapaz de alcanzar la orilla.

Cuando su única compañía eran sus recuerdos y el peso de sus decisiones, Lily se daba cuenta de lo profundamente sola que estaba. No era un sentimiento nuevo, puesto que la había atormentado durante cada segundo de su último año en Hogwarts, pero esta vez era mucho peor… porque él ya no estaba. El bebé que había crecido dentro de ella, que había sentido moverse en su vientre y el único consuelo en sus peores noches, se había esfumado, dejándola hueca, inservible como una cáscara vacía.

No se arrepentía de lo que había hecho, no podía. Le bastaba echarle un vistazo a su vida, al apartamento que apenas podía pagar y a la comida que rendía cuidadosamente para recordar que había tomado la decisión correcta. Ya era suficientemente malo que hubiera traído a una criatura inocente a un mundo que se caía a pedazos, un mundo que cada día era arrastrado más y más a las entrañas del infierno, sin importar cuánto estuvieran luchando para salvarlo.

Hubiera sido egoísta quedarse con el niño, lo sabía. Para esas alturas, ya debía haber encontrado una familia, personas con la capacidad de darle todo lo que ella no podía proveer. Había hecho lo correcto, de eso no tenía duda.

Sólo hubiera deseado que esa certeza le sirviera para combatir el dolor.

Lloró mientras cenaba, como ya estaba acostumbrada a hacer, para luego lavarse la cara, coger su abrigo y salir a cumplir con sus responsabilidades. Saber que era útil para la Orden, que tenía un propósito, estaba siendo un salvavidas en medio de aquella tormenta.

Se apareció en el vecindario que le habían asignado esa noche, sin sorprenderse cuando lo encontró desolado. Cada día se hacía más normal que las personas no dejaran sus casas cuando se ponía el sol, a menos que fuera una emergencia o una misión suicida, como era su caso.

Hizo una mueca irónica ante el pensamiento y se paró en el punto estratégico que había marcado la Orden para la vigilancia. Su compañero de esa jornada debía estar al caer, y se sintió entusiasmada ante la idea de pasar unas horas con Remus. Eso sin duda mejoraría su humor.

Por desgracia, no fue su amigo quien apareció esa noche a su lado, sino la última persona que quería ver. Esa noche y cualquier otra.

—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto con un hilo de voz, sin poder contener la brusquedad en su tono.

—Buenas noches a ti también. —James resopló y puso los ojos en blanco, fastidiado—. Siempre es un gusto hablar contigo.

Ella apretó los labios, sintiendo cómo su cuerpo entero reaccionaba ante su repentina presencia, y no de manera positiva.

Al entrar a la Orden había hecho las paces con saber que tendría que convivir con él, un sacrificio que había estado llevando muy bien hasta ese momento, evitándolo tanto como fuera posible. Que estuviera allí sin razón aparente, sin darle tiempo de prepararse para verlo, amenazaba con hacerla perder los estribos.

—La pizarra decía que Remus iba a acompañarme —empezó a decir, tropezando con las palabras—. Las guardias están cuidadosamente organizadas y no deberían cambiarlas solo porque ustedes…

—Remus se rompió el brazo hace dos noches —le cortó James con frialdad, subiendo las cejas al agregar—: Y la verdad es que su bienestar me pareció más importante que no torturarte con mi compañía.

Lily cerró la boca de golpe, sintiendo como su corazón se saltaba un latido al escuchar que Remus se había lastimado. No tuvo que preguntar para saber cómo.

De pronto, se sintió terrible, y estuvo a punto de disculparse, pero logró morderse la lengua.

James Potter era la última persona que merecía escuchar una disculpa que saliera de su boca.

—No lo sabía —dijo en voz baja, haciendo una nota mental de ir a visitarlo pronto—. ¿Él está bien?

—Lo estará. —No le dio más detalles, solo se giró hacia la calle y cruzó los brazos—. Si te hace sentir mejor, la idea de suplantarlo tampoco me hizo brincar de alegría.

Eso no era cierto, no del todo, no importaba cuánto James deseaba que lo fuera.

Peter se había ofrecido a suplantar a Remus esa guardia, pero su amigo llevaba varios días fuera y no se sintió bien obligarlo a perder otra noche de sueño. Además, una parte de él, lo decidió más rápido cuando supo que podría ver a Lily.

Los sentimientos que había tenido por ella ya no existían, los había enterrado en Hogwarts un año atrás, al igual que sus esperanzas de que lo reconociera cómo alguien digno de su tiempo. Hacerla cambiar de opinión, conseguir que lo viera por quien en verdad era, ya no le interesaba. Y era justo la razón por la que estaba allí, porque necesitaba probárselo a sí mismo. Quería poder estar con ella sin sentirse como un adolescente frustrado, lleno de ira y con el corazón hecho pedazos.

Un minuto le bastó para saber que no sería el caso.

—Lamento que mi presencia te resulte tan desagradable.

—Pues eso es muy irónico viniendo de ti —replicó él con hostilidad—. No soy yo quien ha evitado hacer guardias contigo como si tuvieras una enfermedad terminal. Muy maduro de tu parte, por cierto.

Se odió por dejar que el resentimiento se filtrara en sus palabras, demostrándole a ella que le importaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.

Al menos pudo disfrutar de su expresión al ser tomada por sorpresa.

—Hacer guardia conlleva horas de mucho estrés y agotamiento para pasarlas con alguien que no te soporta. Lo que hacemos es muy importante como para perder el tiempo discutiendo por… —Se detuvo un segundo para suspirar y desviar la mirada hacia la calle—. Por niñerías que ya no interesan.

La sensación de vacío que cargaba en el vientre se profundizó al decir eso. No eran niñerías, y claro que seguían importando, pero no era algo que él mereciera saber.

Por su parte, James solo esbozó una sonrisa irónica, apartando de su mente el eco de la voz de Lily, recitando aquellas palabras que habían roto en pedazos todo lo que podían haber sido. O al menos, lo que él pensó que podrían ser.

Era obvio que nunca habían estado en la misma página.

—Y no vaya a ser que tengas la pésima suerte de que te vean conmigo. ¿Puedes imaginar el escándalo que supondría?

No era la primera vez que lo pensaba, aunque sí la primera que lo ponía en palabras, y se sintió bien, liberador. Durante menos de un minuto.

Al no recibir respuesta, James se giró hacia ella, dando un respingo al encontrar su mirada ardiendo en llamas. Apretaba los labios con fuerza y sus ojos parecían querer salir de sus órbitas para atravesarlo como dagas. Había olvidado lo intimidante que podía ser cuando se enfadaba, y no pudo evitar dar un paso hacia atrás.

Estuvo a punto de inventar cualquier trivialidad para escaquearse, pero ella no lo permitió.

—A ti nunca te ha pasado nada malo, ¿cierto? Toda tu vida has estado protegido en una burbuja de privilegios y comodidades —le espetó Lily, escupiendo las palabras con ira apenas contenida—. La gente está muriendo. ¡Nosotros podríamos morir en cualquier segundo! Todos los días alguien sale herido, alguien pierde su hogar, su familia. Las madres pierden a sus hijos. —Tuvo que detenerse al decir eso, sintiendo que perdía la respiración—. ¡Y a ti lo único que te importa es una estupidez que pasó en el colegio! La verdad es que casi te tengo envidia, Potter, porque no puedo imaginar lo que debe ser existir por casi veinte años sin que nada real te lastime.

Se le quebró la voz, así que se detuvo para reponerse y darle la oportunidad de responder, cosa que no pasó. James se quedó mirándola en silencio, parpadeando con la mirada casi vacía, como si fuera incapaz de expresarse con palabras.

Lily no se amedrentó. De pronto, el dolor y la pena habían abandonado su cuerpo, tomando el asiento trasero para dejar espacio a una ira espesa que empezó a correrle por las venas. Todavía estaba enfadada con él, furiosa, como nunca lo había estado con otra persona, así que se regodeó en ese sentimiento, en la violencia que la hacía vibrar y que definitivamente era mejor que la usual desolación.

—¿Por qué estás luchando en esta guerra? ¿Es que acaso te importa alguien o solo te parece que jugar a los soldaditos con tus amigos es divertido? —continuó ella, lanzando dardos que tenían regusto a veneno—. Porque las personas como yo estamos peleando por nuestro derecho a existir, a no vivir oprimidos o convertirnos en seres humanos de quinta. Y sí, aunque te parezca una locura, eso está más arriba en mi lista de prioridades que ser vista con un idiota con el que solía ir a la escuela.

Un idiota que le había roto el corazón. El idiota que la había llevado al cielo solo para empujarla de bruces al infierno en el que había estado intentado sobrevivir durante el último año y medio. El culpable de su desgracia, pero también la causa del instante de mayor alegría en su vida, aunque hubiera durado menos de un suspiro.

Y se sentía bien que ese fuera su secreto. En el futuro, podría arrepentirse hasta la muerte, pero allí, en ese momento, le produjo una inmensa satisfacción que James no estuviera enterado de la existencia del bebé que habían tenido, de ese pedacito de esperanza que había puesto dentro de ella y que había rechazado de forma tan fría.

La única que tenía acceso a esa verdad era Lily, le pertenecía a ella. Él no lo merecía.

—Me preocupo por ti.

—¿Cómo? —dijo la chica, saltando de la ira a la impresión. Estaba segura de que había escuchado mal.

James se aclaró la garganta para arreglar sus palabras.

—Me preocupo por la gente como tú, como Remus. Por tantos chicos con los que estudiamos —continuó, obligándose a mirarla a los ojos—. Tienes razón, solo soy un idiota que la ha tenido demasiado fácil, y no quiero vivir en un mundo en el que alguien así sea considerado superior por algo tan circunstancial como la sangre. —Respiró hondo y se encogió de hombros—. ¿De qué sirve tener privilegios si no puedo hacer nada útil con ellos?

Lily giró el cuello de golpe, posando la mirada en la calle. Cerró los ojos con fuerza a la vez que se llenaba los pulmones de aire, luchando contra las ganas de echarse a llorar.

Lo odió por sonar tan sincero. Al menos, quiso poder odiarlo.

No lo hacía, a pesar de todo, a pesar de que lo había intentado millones de veces. No conseguía hacerlo.

—Supongo que si a ambos nos importa lo suficiente, podemos sobrellevarlo el resto de la noche —murmuro, atragantada.

—Supongo —respondió James. Dejó correr un segundo de silencio antes de agregar—: Pero de aquí en adelante, tal vez sea mejor para todos coincidir lo menos posible.

Lily asintió, dando por terminada la conversación, sintiendo como nuevos pedazos de su corazón se desprendían. No sabía cuántos más podría soltar antes de rendirse en sus intentos de componerse.

La guardia continuó sin mayores contratiempos, en un silencio cargado de reproches, secretos y mentiras. De sentimientos que ambos pasarían los siguientes trece años jurando que nunca habían existido.

Iban a sobrevivir aquella guerra que les mordía los talones, ambos lo harían, y tomarían caminos separados con la esperanza de no volver a cruzarse. Cuando lo hicieran, recordarían esa noche cómo una de las tantas oportunidades que tuvieron para hacer lo correcto, para dejar que la verdad los salvara del dolor que había hecho esclavos a sus corazones. El arrepentimiento ya llegaría, al igual que el perdón.

El destino había echado los dados. Y su historia estaba escrita.

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¡Hola, mis amores!

Qué gusto me da regresar por aquí, sobre todo porque esta viñeta narra momentos que llevaban años macerándose en mi mente. Me parecía imposible que, en el universo de LU, Lily y James nunca se hubieran topado en alguna guardia o misión de la Orden, y por mucho tiempo me pregunté qué tan incómodo habría sido para ambos. ¡Por fin podemos saberlo!

Lo que me lleva a decirles que si alguna vez quisieron saber algo sobre los personajes de LU antes del fic, siéntanse libres de comentarlo. Si me gusta alguna de sus ideas, capaz lo agrego a esta nueva colección de momentos.

Sé que está un poquito triste, pero digamos que así eran sus vidas antes de Harry, lamentablemente jajaja. Lo bueno es que LU siempre estará ahí para la felicidad.

¡Gracias a las personitas que comentaron la viñeta anterior! Espero que hayan disfrutado esta.

¡Nos leemos pronto!