03/10/2024
Hello my readers =D
Como hoy cumple un año mi página de Facebook, estaré respondiendo sus comentarios en esta ocasión =D
¡Aquí vamos!
-Annie Perez: ¡Hola, linda! Sí, a Kagome la está consumiendo la culpa. Estuvo tomando malas decisiones antes, ojalá reaccione y diga la verdad. Que diga lo que nuestro Inuyasha merece saber, antes de que alguien más se lo diga y todo se descontrole. Y sí, un embarazo las tenía a todas ilusionadas, pero esto fue algo que añadí en edición, algo se vieneee =O Ahora ya sabes porque andaba muy tranquila mientras tenían su intimidad, ji, ji, ji. ¿Qué pasará después? ¿Qué planea Kag? =O ¡Te mando un abrazo y un beso a la distancia!
-Karii Taisho: ¡Hola, hermosa guerrera! Todas pensamos lo mismo, que nuestro Inuyasha no haría tal cosa, no sería tan cruel como para alejarla de su bella hija. A mi parecer, ese sueño es de su consciencia, no una premonición (¿O sí?). Sí, nuestro Inu se enojaría, pero, ¿quién no lo haría? ¡Es algo muy delicado! Pero ambos tendrían que ver la manera de hacer lo mejor para Moroha... El hecho de que su relación funcione o no, no tiene nada que ver con ser padres. Aunque su relación no funcione, tienen que ser buenos padres... ¡Esperemos que nuestra Kag lo entienda! Pero en fin, como le han dicho a Kag... "La verdad sale a la luz tarde o temprano". ¿Cómo se enterara Inuyasha? Pronto lo sabremos =O ¡Te mando un beso y un abrazo a la distancia, mi bella Karii!
-Valentinehigurashi: ¡Hola, querida! Esto se pone cada vez más triste. Tienes razón, ellos no son el enemigo entre sí, ¡el enemigo es Kikyo! Nuestra Kag está equivocandose, tomando decisiones precipitadas, que sólo los dejará destrozados. Y tambien tienes razon, Kikyo necesita terapia. Y con urgencia, tiene algo que se llama envidia y deseo de poder. Pero... ¿se saldrá con la suya? ¿No pagará por todo el daño que ha hecho? Lo sabrás en estos próximos capítulos =D ¡Te mando un abrazo y un beso, bella!
-MegoKa: ¡Hola, linda! Dios, adoro leer tus comentarios. Me sacan una sonrisa y me siento realmente identificada en tu forma de pensar. Parece que me lees la mente =) Kagome está tomando malas decisiones, y ahora con lo que está planeando, siento que me hace querer darle unas merecidas bofetadas (¡Meterla al caldero! Tal como te he leído, bella, ji, ji, ji). La respuesta a tus preguntas será respondida en este, ¿qué es lo que hará después de todo? ¿Decidirá ser la mala y condenarse? Querida MegoKa, estamos en las mismas. Esta mujer nos sorprende en cada momento. ¿Qué hará en esta ocasión? ¡Te mando un saludo y un beso a la distancia! =D
-Rosa Taisho: ¡Hola mi linda Rosita! Así es, a veces la vida de "Esperancita" nos consume tanto y el día no rinde para lo que tenemos planeado hacer ji, ji, ji. Y respecto al capítulo, creo que tienes razón. Quien reaccionaria así sería el abuelo InuNo =O ¡pero nuestra Kag no lo entiende! Y sí, sentimos lo mismo con lo que decía Inuyasha. Pobre, él tan ilusionado y está mujer no se tienta el corazón UnU La historia del papá de nuestro Inu es igual muy intensa, tienes razón, eso lo hizo ser tal cual. Pero veremos como avanzan las cosas O= ¡Te mando un saludo y un beso, linda! =D
COMENTARIOS EXTRAS DE FACEBOOK (porque también cuentan aqui sus comentarios n-n)
-Maria Barahona: ¡Hola, querida! Inuyasha se aferra a Kagome, y aunque está ajeno a la existencia de Moroha, sabemos que las defenderá de lo que quiera hacerles daño. Pero nuestra Kagome no lo ve, ¡que nervios! ¿Qué hará en este capítulo? ¡Te mando un beso y abrazo a la distancia! =D
-Marcel Venegas: ¡Hola, bella! Todas queremos que haga lo correcto y diga la verdad, ¿por qué no arriesgarse, verdad? Nos destrozará si le rompe el corazon a nuestro Inuyasha =( Gracias por comentar en cada publicación de actualización, significa mucho para mi n-n ¡Te mando un abrazo y beso a la distancia! =D
Muchas gracias por las personitas que me siguen desde Facebook, y también muchísimas gracias a las personitas que me siguen desde aquí. En Facebook somos "717" seguidores y "690" me gusta por el momento. Pero iremos creciendo en el camino n.n La verdad tengo poca actividad en la página, yo creo que esa es la razon para mi baja audiencia. Pero, por ahora, no puedo costearme una laptop para variar el contenido. Por lo mientras, sólo podré subir contenido de fanfics. En un futuro variará el contenido, ¡ya lo verán!
No tengo palabras para agradecerles. Me han seguido en mis mejores momentos y en los malos, en particular por las veces que les expresé que me sentía triste por la muerte de mi bebé =(
Estoy sanando, pero como mi bella guerrera y yo sabemos, esto no se sana por completo, se aprende a vivir con la herida.
En fin, mil gracias por su compañía.
Ahora si, hoy tenemos capítulo especial. El mas laaaargo de todo el fic =D tiene un toque de todo. Como dice el meme de Drake y Josh: "no preguntes, solo gozalo" -3- (creo que asi va nun).
La advertencia que les daré en esta ocasión: Lemon. Mi esposo me ayudó (hubieran visto su cara mientras le leía, ja, ja, ja). Me dijo que detalles agregar, ojalá haya mejorado al que tenía escrito =D
"CONVIVIENDO CON MI EX".
Capítulo 20: Lo que construimos.
La fiesta casi había terminado, pero Sango se excusó para irse a su habitación, diciendo que estaba exhausta. La verdad era que necesitaba quitarse los zapatos, pues nunca usaba ese tipo de tacones; prefería zapatos sin altura. Kagome se ofreció a acompañarla, ya que necesitaba hablar con ella a solas. Sin embargo, Inuyasha y Miroku las siguieron de cerca… Y al llegar a la habitación de Sango, Miroku se adelantó y la hizo a un lado. Kagome frunció el ceño, sintiéndose excluida, pero divertida por la actitud de Miroku.
–¿Segura que no quieres compartir cama? –Miroku tomó las manos de Sango y las llevó a sus labios.
–¿Acaso olvidaste mi amenaza? –Aunque quiso parecer dura, no pudo evitar que un leve sonrojo apareciera en el puente de su nariz.
–Pero me sentiré muy solo aquí... Mi querida Sanguito –respondió Miroku con un tono teatral.
Kagome no pudo evitar soltar una risa ante el dramatismo de Miroku. A su lado, Inuyasha le dio un leve codazo. Cuando Kagome lo miró, él sonreía y movía las cejas, claramente pensando lo mismo que ella. Había seio algo entre ellos.
–Entonces... –Sango dio un paso hacia Miroku, con una leve sonrisa y las mejillas rosadas–. ¿Quieres que yo vele tus sueños, verdad? –puso una mano en su pecho–. ¿Quieres que hagamos algo mas? –le susurró en la oreja.
Miroku dio un respingo con sorpresa en ese momento y asintió lentamente, no podia creerlo. Sango abrió la puerta de la habitación de Miroku y, cuando todos pensaron que ella entraría, se giró de repente y entornó los ojos hacia Inuyasha.
–Mira, aquí está tu amiguito de toda la vida –Sango jaló a Inuyasha del brazo, acercándolo a Miroku–. Tal vez él pueda hacerlo… ¡Tal vez hasta te cuente un cuento antes de dormir! –dijo, empujándolos a ambos dentro de la habitación. Cerró la puerta de un portazo, se volvió hacia Kagome y se encogió de hombros–. Problema resuelto.
Kagome soltó una carcajada ante el silencio sepulcral que quedó en la habitación de Miroku. Evidentemente, habían esperado otro desenlace, y ella también.
–Salgo en un momento, Inuyasha –dijo antes de seguir a Sango.
–De acuerdo –respondió lo suficientemente fuerte como para que lo oyera.
–Esperaba… Otra cosa –murmuró Miroku, rascándose la nuca–. Oye, no te rías…
Pero Inuyasha no pudo contenerse más, y se rió ante el ceño fruncido de su amigo.
Entraron a la habitación donde Sango se quedaría y Kagome no tardó en notar las diferencias con la que ella compartía con Inuyasha. Esta era mucho más sencilla. ¿Acaso Inuyasha lo había decidido así?
–Así que… Miroku Houshi estará cruzando el pasillo –comentó, conteniendo una risa.
–Ni me lo recuerdes, amiga –suspiró Sango, mientras se quitaba los tacones y se acercaba al tocador.
Kagome echó un vistazo a la habitación. Sí, era lujosa y bella, pero, por alguna extraña razón, sentía que era igual que toda la casa. Mientras que la habitación que compartía con Inuyasha era diferente, destacaba, como si hubiera sido diseñada especialmente para ellos.
–Pensé que compartirían habitación, después de todo, llegaron juntos –comentó Kagome mientras se acercaba a la ventana, observando con fascinación los detalles.
–Miroku quería eso... pero no iba a permitirlo –respondió Sango con una sonrisa triunfante–. Le dije que, si se propasaba, amanecería sin pelotas. Lo pensó mejor.
–¡Qué ruda! Hasta a mí me diste escalofríos –bromeó Kagome, temblando de manera teatral mientras contenía una risa.
–Quien se meta conmigo debe valorar sus bolas antes de intentar propasarse.
Kagome no pudo evitar soltar una carcajada. Sango sabía defenderse muy bien. Mientras Sango se deshacía del peinado y se quitaba los pendientes, Kagome pensó que, aunque su amiga a veces podía ser ruda y orgullosa, en el fondo escondía un corazón noble y hermoso. Un corazón que una vez fue roto y que, al repararse, se había vuelto duro y difícil de enamorar. El maldito de su ex dejó su corazón hecho un lío. Desde entonces, Sango había sido muy reticente a las relaciones y muy selectiva; si alguien le daba mala espina, lo dejaba de inmediato. Pero Miroku la había estado persiguiendo durante mucho tiempo, y, aunque ella había sido firme en negarse, él permanecía aferrado a ella... Y al parecer, Miroku Houshi había logrado algo con Sango en estos días. Ya que la miraba con complicidad. ¿Por qué Sango no lo evitaba ante sus muestras de afecto como solía hacerlo? ¡Hasta le enseñaba el dedo de en medio para alejarlo!
Algo había cambiado entre ellos. Lo veía en la mirada de Sango, una chispa diferente, un sonrojo que no pasaba desapercibido... Sango nunca demostraba algo así. Miroku tenía que ser bueno con Sango, o ella misma tomaría cartas en el asunto.
–No seas mala, Sango. El pobre necesita sus bolas –dijo Kagome mientras se acercaba y la abrazaba–. Sino, no podrá hacerte un hijo...
–¡Eh! No digas tonterías –Sango negó rápidamente, aunque el leve tono rosado en sus mejillas la delataba–. Sólo... –su voz cambió, volviéndose más suave y nostálgica–. Sólo decidí darle una oportunidad y probar suerte.
Una pequeña sonrisa cubrió los labios de Sango, y Kagome asintió. Sango podía darle una oportunidad a Miroku, una oportunidad de amar... Pero ella no. Ella no podía darse esa oportunidad.
–Amiga... ¿Qué pasa? De repente tu rostro se apagó –preguntó preocupada.
–Sólo pensaba en la suerte que tienes. Puedes intentarlo con él...
–Kagome Higurashi, sigues pensando en lo mismo... en huir.
–Sí, no tengo más opciones.
–¡Por supuesto que las tienes, Kagome! Puedes decirle la verdad, él merece saberlo. Y tal vez él...
–Sango, ya te lo he dicho –Kagome le dio la espalda y contempló el paisaje a través de la ventana–. No puedo. Una vez que tienes una responsabilidad, debes aferrarte a la estabilidad. Una vez que te conviertes en mamá, ya no puedes arriesgarte. Las opciones y posibilidades desaparecen... Cuando seas madre, lo entenderás.
Sango permaneció en silencio, se acercó y le puso una mano en el hombro.
–Amiga, perdona por insistir. Al final de cuentas, es tu decisión, tu eres quien ha decidido ser madre soltera todo este tiempo... Pero al menos deberías considerarlo, ¿sí? Deberías intentar decírselo y probar suerte –Kagome meditó sus palabras–. No puedes esconder su existencia toda la vida.
–Por supuesto que puedo –Kagome notó cómo Sango alzaba una ceja a través del reflejo de la ventana; notó lo dura que había sonado y bajó el tono de su voz–. Tengo algo en mente... Y es hora de decírtelo –se giró para enfrentarla–. Necesito que hagas algo por mí.
Sango soltó un suspiró, rindiéndose en su intento de convencerla.
–Está bien, dime qué puedo hacer por ti... Pero antes –interrumpió, alzando un dedo–, ¿podrías reconsiderar tu decisión, al menos?
Kagome asintió, pero en el interior ya había tomado una.
%
–No esperaba que Miroku trajera a Sango –comentó Kagome mientras caminaban por la playa. En una mano llevaba los tacones colgando, y en la otra sentía la tibia mano de Inuyasha. Le había pedido un paseo nocturno antes de dormir, pero en realidad quería aprovechar al máximo su última noche en aquel lugar.
–Yo tampoco, pero parece que algo surgió entre ellos esta semana –entrelazó los dedos con los de Kagome y comenzó a balancear sus manos, del otro lado, llevaba su saco y sus zapatos–. Creo que a Sango no le hizo mucha gracia verme hoy.
Kagome suspiró.
–No, de hecho, logré detenerla. Estuvo a punto de romperte la cara...
–Pero le daré tiempo, es tu amiga, Kag, así que tengo que intentar llevarme bien con ella.
–No es necesario, Inu.
–¿Cómo que no? –se detuvo y la atrajo hacia su pecho de un solo movimiento, llenando sus fosas nasales del aroma de su perfume–. Te dije que me esforzaría por ti, y eso haré. Incluso me ganaré la simpatía de las personas que te quieren –le sonrió antes de darle un inocente beso en los labios–. Seré como un chicle, siempre estaré pegado a ti...
–¿Y si Sango intenta castrarte? –levantó una ceja.
–Me arriesgaré, vale la pena...
El silencio los envolvió de nuevo mientras caminaban, hundiendo sus pies en la arena, sólo interrumpido por el suave sonido de las olas a lo lejos. Kagome no dejaba de pensar en las palabras de Sango, sobre reconsiderar su decisión. Tal vez, solo tal vez, no perdía nada por intentarlo… ¿Por qué no empezar por una inocente pregunta?
–Oye, Inu... –dijo al fin, rompiendo el silencio–. ¿Puedo hacerte una pregunta?
–Claro.
Kagome tomó aire, tratando de sonar casual.
–¿Alguna vez has pensado en... Tener hijos? –jugueteó con los tacones en su mano, intentando lucir despreocupada. Inuyasha se detuvo abruptamente y la miró con intensidad, sus ojos se llenaron de ilusión.
–Kag... Para mí, no hay mayor deseo –la atrajo hacia él nuevamente–. Siempre quise formar una familia contigo –su mirada se suavizó y Kagome sintió un nudo en el pecho–. Deseo estar contigo en cada etapa, desde que una prueba nos dé el positivo y tal vez me dé un ataque de felicidad –le sonrió, acariciándole las mejillas con las yemas de los dedos–. Quiero estar contigo en esas citas con el ginecólogo, verlo en las ecografías, y hasta ayudarte en esas mañanas en las que corres al baño por las náuseas. Quiero abrazarte y decirte: «Todo estará bien, ya pasará, es normal».
Kagome no pudo evitar imaginar cómo habría sido si él hubiera estado a su lado... Pero en su mente, esos momentos eran reemplazados por la realidad: sus padres y su tía Rumiko habían sido quienes la acompañaron durante su embarazo.
Inuyasha, ajeno a los pensamientos de Kagome, continuaba expresando sus más profundos deseos. Quería construir un futuro con ella, lleno de momentos y una familia. Anhelaba ser un buen padre, corregir los errores del suyo y estar siempre ahí para apoyar a sus hijos en todo. Si ellos eran felices, él también lo sería.
–Quiero acariciar tu vientre desde que esté plano, hasta que crezca y pueda sentir sus movimientos... –hizo una pausa, acarició su vientre, imaginando el mometo–. Quiero cantarle a nuestro bebé esa famosa canción de "Twinkle, Twinkle, Little Star" y abrazarlo en tu pancita antes de dormir –sus ojos brillaron por un instante–. También quiero consentirte con tus antojos «oportunos» en la madrugada. –Kagome no pudo evitar sonreír con amargura–. ¡Quiero decirte lo hermosa que te ves con tu pancita! Y claro, cuando me preguntes si aún me gustas, te diré «Te amo porque eres tú», pero llorarás diciéndome que no es cierto. Quiero vivir esos cambios de humor tuyos, atesorarlos como anécdotas que algún día le contemos a nuestro hijo, diciéndole todo lo que pasamos para poder tenerlo...
Deseaba compartir cada etapa de esa experiencia con ella, desde las primeras señales del embarazo hasta los momentos en los que su hijo correría por la casa descalzo. Quería eso: ver a Kagome abrazando a su primogénito y aprender juntos el arte de ser padres.
Kagome sintió cómo su pecho se oprimía ante cada palabra de Inuyasha. Lo decía con tanto sentimiento, con tanto deseo en la mirada, que quiso llorar. En ese momento, sintió un impulso. De decir todo, quiso decírselo, quiso soltar ese secreto que había guardado por años… Y tal vez ese era el momento.
–Inu… Yo… –pero él la interrumpió, alzando la mano.
–¿Y qué crees? A pesar de lo que pase, desearé volver a vivirlo –aquella revelación la detuvo de hablar–. Tener más de un hijo, verlos correr por ahí... –Sonrió con ternura, haciendo que el corazón de Kagome se encogiera–. Una pequeña versión tuya o una mía… O una perfecta combinación de ambos. Si me das esa oportunidad, sería el hombre más feliz del mundo –la rodeó con sus brazos y la acercó a su cuerpo–. Pero si fueran dos... O tres... Sería una felicidad aún mayor.
Kagome sintió como su ojo comenzaba a temblar. Apretó los ojos para intentar calmar ese tic que había surgido. Las palabras de Inuyasha salieron con tanta ilusión que la atravesaron por completo. Lo rodeó con sus brazos, pegando su mejilla al duro pecho de Inuyasha. Recordó sus días de embarazo y también sus días como mamá primeriza; cómo olvidar los miedos e inseguridades de cuidar una pequeña vida y las miradas juzgonas de las personas que decían que no lo hacía bien. Y por mucho tiempo, así lo creyó. Pero ella luchó contra esas situaciones, contra la sociedad que veía a una madre soltera. Y junto a Moroha, su dulce Moroha, aprendió a ser una buena madre… Pero sin Inuyasha. Ahora esos recuerdos pesaban, porque él no aparecía, y porque, el día que ella sintió el miedo de ser madre, él había tenido un accidente por su culpa. Aún le dolían las palabras de InuNo Taisho…
Solo pensó en ella, en ella y su dolor. Nunca se paró a pensar en que él merecía saber la verdad. Tal vez habría sido bueno decírselo y que estuviera presente como padre… Había sido una egoísta, una completa egoísta. ¿Por qué no habló en su momento? ¿Por qué lo ocultó? ¿Por qué los privó de vivir esos momentos padre e hija? Ahora él, además de hacerle una promesa de amor, también hablaba de sus deseos de formar una familia, de crear momentos que perdurarán por siempre… pero él no sabía que ella ya había vivido esos momentos. Momentos que no le diría ahora… Y tal vez nunca.
–No hay nada como ver crecer a tu hijo –añadió él, dándole la estocada final–. Guardar esos recuerdos, esos momentos que nunca vuelven... Eso es lo que más deseo. Lo que quiero es una vida contigo, Kag. Y formar esa familia que ambos merecemos…
Había dicho su mayor anhelo, su mayor sueño junto a ella: tener su propia familia, verlos crecer, tener nietos y envejecer juntos. Esta vez no la dejaría, no dudaría de ella; se aferraría al futuro que quería. Era algo a lo que ella también deseaba, no por nada había decidido pensarlo. Pensaba en aceptarlo, y eso era un avance, aunque le llevara años, la convencería. Valdría la pena la espera, porque la amaba; ya había vivido una vida sin ella. Una vida que había resultado vacía, viendo cómo su hermano mayor vivía lo que había planeado junto a Kag. No deseaba volver a pasar por esa vida tan monótona y vacía.
–«¿Hijos?» –pensó ella–. «No puedo darle eso».
En ese momento, un pensamiento la invadió, una de sus tantas decisiones del pasado: la decisión de hacerse una OTB. Sabía que ya no podría tener más hijos, y en su momento le pareció la mejor decisión. Pero ahora, con Inuyasha hablándole de sus sueños de una familia... No pudo dejar de arrepentirse por haber tomado esa decisión. Si ella decía su secreto y había una posibilidad de que la perdonara y las cosas funcionaran… Ya no podría cumplir ese sueño. Había cirugías, por lo que había leído, sobre revertir esa operación, pero no había mucha posibilidad de éxito… había complicaciones. Y ella no podía complicarse, no podía arriesgar su vida. Porque tenía una razón para vivir: Moroha.
Él debía estar con alguien que pudiera cumplir con todas sus expectativas, casarse con él y darle la familia que tanto deseaba. Necesitaba a alguien que no fuera egoísta… En silencio, ya había tomado una decisión. Tenía que dejarlo ir; merecía ser feliz, vivir todo lo que soñaba con alguien más. Ahora debía prepararse para dejarlo. Ya le había hecho suficiente daño, no estuvo cuando casi perdió su vida, lo privó de saber la vida de su hija… Había sido una villana. Y había decidido seguir siendo esa villana.
Inuyasha se separó de ella, y tuvo que forzar una sonrisa en sus labios. Él pedía con la mirada una respuesta, una respuesta parecida. Pero ella no estaba dispuesta a dársela. Intentó buscar una manera de zafarse de ello.
–Eso… Es muy tierno –murmuró–. Pero… –se apartó un poco, intentando parecer despreocupada–. ¿Correrás a las tres de la mañana por uno de mis antojos? ¿Y si se me antoja un filete de res bañado con miel y cereal de hojuelas?
Inuyasha la miró sorprendido, pero luego entendió que ella intentaba aligerar la situación. Sin querer, su conversación se había vuelto más profunda, más sentimental, y lo que menos quería era presionarla. Dijo que la esperaría, y así sería. Ese tema era algo futuro; primero tenía que lidiar con su presente.
–¿Qué? –hizo una mueca de desagrado–. Oye, pero si lo hago y, al regresar estás dormida, ¿quién se encargará de comerse eso?
–Obviamente tú –puso su dedo en su pecho–. Porque estaré sensible y no me gusta que la comida se desperdicie. No querrás verme molesta.
–¡Pero si tú lo habrás pedido! ¿Yo por qué tendría que comerlo?
–Porque me despertarás para comerlo, y yo habré cambiado de opinión. Tendrás que comértelo.
–¡Pero...! –se rascó la nuca, sin poder evitar esbozar una sonrisa–. No tiene sentido.
–Una mujer embarazada tiene un temperamento cambiante... ¡Bienvenido al mundo de las hormonas! –Kagome lo empujó juguetonamente mientras ambos seguían caminando de la mano, riéndose juntos. Dejaron ese tema de lado. Kagome suspiró aliviada de dejar de hablar de ello–. Ya estamos muy alejados de la mansión… –murmuró Kagome, viendo sus anteriores pisadas, que desaparecían poco a poco por el agua de la playa.
–No lo había notado… –la atrajo a su cuerpo al instante–. ¿O tal vez sí?
–Inu… ¿Qué haces?
–Solo quiero estar así un poco más... –le besó la mejilla y guió un camino de besos hasta su oreja–. Quiero recordar esta noche para siempre. Mañana tendremos que irnos.
–Oh, cierto, lo había olvidado –cerró los ojos, sintiendo la tibieza de su aliento.
–Tenemos que volver al trabajo –sus manos viajaron hacia abajo, justo encima de sus glúteos y la apretó hacia él. Kagome contuvo el aliento–. A menos que quieras pasar otros días aquí –ella se rió negando con la cabeza.
–No, ya me he tomado demasiados días de vacaciones –lo miró haciendo un puchero–. Mi jefe podría despedirme –lo rodeó del cuello y lo acercó a su altura–. O tomar represalias en mi contra.
–Puedo ser un jefe despiadado, pero no creo poder hacerte algo malo... A menos que tú lo pidas –alzó las cejas de manera sugerente–. Tal vez te haga otra cosa, Kag.
–¿Cómo qué?
–Hacerte el amor.
Se besaron, primero lento y sutil, saboreando la boca del otro, como si tuvieran todo el tiempo del mundo. Pero poco a poco la intensidad subió, y no les fue suficiente. De repente, el ruido de las olas al chocar con la orilla desapareció, y se concentraron en ellos… En sus sensaciones.
–No debemos… –pero era tarde, sintió el bulto de Inuyasha contra su sexo, la necesitaba.
–Shh –le puso un dedo en sus labios y arrojó sus zapatillas al suelo–. Estamos lo suficientemente lejos de los ojos curiosos –arrojó su saco y sus zapatos en la arena, arrodillándose frente a ella–. Sólo déjate llevar…
Kagome miró el camino que habían pasado antes, intentando convencerse que él tenía razón. Se detuvo de sus hombros cuando recogió la falda de su vestido, y casi se cae cuando una de sus piernas fue recargada en el hombro de Inuyasha... Y él no esperó para empezar a torturarla. Un cosquilleo la hizo jadear, era la boca de Inuyasha, dando leves mordiscos en el interior de sus muslos.
La piel de Kagome era perfecta y suave. Su aroma a frutos rojos le encantaba. Ese aroma era característico en ella, lo tenía en su shampú y su jabón corporal. Siempre le pareció sorprendente como un simple producto podría dejarle perfumada la piel por horas. A partir de ese instante decidió que aquella esencia ya no se llamaría "frutos rojos" para él, a partir de ahora le llamaría "Kag". El olor del amor de su vida.
–Inu… –la sintió retorcerse cuando sus dedos jugaron con sus pliegues sobre su ropa. Sonrió satisfecho, sus jugos no tardaron en salir por su toque, mojando sus bragas, si es que así se lo podía llamar a la diminuta tela que tapaba su paraíso.
–¿Te gusta, Kag? –su pulgar jugó con su clítoris, Kagome, al instante, hundió sus dedos en él, respirando con más rapidez y asintiendo con la cabeza.
–¡Sí!
Inuyasha sonrió, sí, eso le estaba gustando. Y a él también le estaba gustando torturarla. Le encantaba ser quien la hacía enloquecer de deseo. Le quitó las bragas, y Kagome no pudo evitar gemir cuando sus dedos jugaron con la carne humeda de su sexo. Arqueó la espalda, comenzando a sentir como se mojaba más y más. Los dedos de Inuyasha se sentían como el cielo, mandando corrientes por todo su cuerpo, haciéndola gemir de placer. Le encantaba su toque, le encantaba que la torturara de esa manera. Le encantaba ser suya. Su clítoris reaccionaba ante cada caricia, la hacía retorcerse, como si se tratara de un botón que hacía que su cuerpo se moviera por voluntad propia. Hacía que se arqueara a él, intentando dar más acceso a la zona, pegándolo más a ella… Y cuando los dedos de Inuyasha fueron reemplazados por su boca, no pudo evitar soltar un grito ahogado de placer y morderse los labios.
–Eres deliciosa… –comenzó a lamer con rapidez, y a capturar su carne entre los dientes. Mientras la probaba, dos de sus dedos entraron en su húmeda cavidad. Gimió al sentir la carne apretada y lubricada… Fue ahí cuando comenzó a torturarla, metiendo y sacando sus dedos; primero despacio, pero, a medida que la sentía mojarse más, fué incrementando el ritmo. En menos de un minuto, ya estaba embistiendola con rapidez. Así como incrementó su velocidad, la respiración de su amada y sus sonidos fueron en aumento.
–¡Inu! –comenzó a temblar, la tuvo que agarrar con fuerza para que no se cayera–. ¡Sigue! ¡Sssigue!
Le gustaba verla así, con las mejillas sonrojadas, dominada por el placer en cada rincón de su cara. Apretaba los labios, fruncia el ceño ante cada succión que le daba… Kagome abría su boca, tal vez intentando contener los gritos. Pero obviamente, no tuvo éxito. Sonrió satisfecho, le gustaba esa reacción, le encantaba provocar ese placer… Y adoraba demostrar lo mucho que la amaba de esta manera.
Era como estar a punto de tocar el cielo, los labios de Inuyasha jugaban con su clítoris, pero sus dedos entraban entre sus pliegues, embistiendola con una rapidez que la hizo gemir sin poder evitarlo. Sentia el sexo caliente y húmedo, lo necesitaba, sus dedos no eran suficientes, lo necesitaba dentro de ella… Pero antes, quería hacer algo para él. Algo atrevido y erótico que nunca había considerado… Hasta ese momento. Entonces, bajó su pierna y hundió sus dedos entre sus cabellos. Se hincó con él besándolo con frenesí, como si la vida dependiera de ello.
–Inu… Ahora es mi turno –susurró antes de empujarlo y hacerlo caer en la arena.
–Kag… –quiso levantarse, pero ella volvió a empujarlo, desabrochó su cinturón y le bajó la cremallera de su pantalón.
–Quiero… Hacerlo –susurró mientras metía su mano y tomaba aquello que tanto deseaba. Inuyasha apretó los ojos, conteniendo el aliento. Aquella reacción, la llenó de valor–. Me toca probarte –sacó su miembro, y lo tomó entre sus manos.
Se acomodó sobre sus piernas y miró la punta durante unos segundos, observando con creciente curiosidad cómo salía un líquido transparente y se deslizaba hasta la base. Se estaba mojando también, ser la causante de aquello la excitó, y se relamió el labio inferior antes de morderlo. Lo miró a los ojos antes de bajar y lamer ese líquido. Primero lamió la base, donde había resbalado su lubricante y después subió a la punta, haciendo círculos, como un dulce. Lo sintió retorcerse y gemir ante cada acción.
–Delicioso… –Se sorprendió ante lo que acababa de descubrir; su sabor era dulce. Y el sabor se intensificó aún más cuando lo metió en su boca–. Mmmmm… –hizo un sonido de satisfacción, deleitandose por el sabor de Inuyasha. Se sentía extraña al hacerlo, pero no una extrañeza ante algo desagradable. Sino ante algo nuevo, algo atrevido y dominante.
–¡Kag, espera!– la voz de Inuyasha mostró su sorpresa y excitación ante lo que veía, sinceramente, ella también estaba sorprendida. Había descubierto que tomar el control era excitante… Y más al notar como Inuyasha se ruborizaba, viéndola hacer un oral.
La boca de Kagome jugaba con su miembro, y sus manos masajeaban sus testículos. Echó la cabeza hacia atrás, soltando gemidos y sonidos incoherentes. Era mejor que en sus sueños, había soñado muchas veces con ella haciéndole sexo oral. Pero ahora que lo estaba haciendo, no podía creerlo. Sentía corrientes por todo el cuerpo, un sinfín de sensaciones que no podía explicar. Volvió a verla, y en ese momento, ella aumentó la velocidad de sus movimientos, enterró los dedos en la arena.
–¡Kag! –apretó los puños, tenía que contenerse.
Le hizo una coleta con sus dedos, dandole una mejor vista de esa tortura. Kagome lo veía, con un brillo sensual en su mirada, y aquello lo excitó aún mas. Unos segunos después comenzó a mover sus caderas contra ella. Aumentó la velocidad, su boca se sentía tan estrecha y húmeda que sintió que explotaría en cualquier momento… Pero no, aún no podía. No aún. Desde que llegaron a la isla, no pudo dejar de pensar en hacerle el amor ahí, en la playa y sobre la arena. De esa manera, de esa manera que lo estaban haciendo… Pero esto, esta forma no había pasado por su mente. Arqueó su espalda, sintiendo como los labios de Kagome lo envolvían y succionaban. Se sentía tan húmedo y caliente que, por un momento, pensó en terminar en su boca. Pero se contuvo de hacerlo. Sentía como iba aumentando la temperatura de su cuerpo, casi a la orilla del orgasmo. Pero no. Quería llegar en ella, en su interior, como tantas veces… Solo que contenerse se estaba volviendo más difícil.
–Kag, ya no puedo… –murmuró dejando su cabeza, estaba a punto de llegar. Ella se apartó.
–No, aún no –le bajó los pantalones y los calzoncillos, y se subió a horcajadas de él, mirándolo con decisión–. Llegaremos juntos –lo beso con ferocidad y guió su miembro directo entre sus piernas.
Soltaron un gemido de satisfacción al sentirse unidos en un sólo movimiento. Se sentían uno solo, como dos piezas de rompecabezas que encajaban a la perfección. Kagome comenzó a moverse de arriba abajo, apoyándose de sus rodillas. Inuyasha la agarró de la cintura, ayudando a incrementar el ritmo se sus movimientos.
Sus gemidos y respiraciones iban acompañadas del sonido de las olas, chocando contra la orilla y deslizándose sobre la arena. En ese momento, sólo existían ellos, dejándose llevar por la pasión, por la entrega y la excitación. Era un momento tan íntimo, atrevido y excitante, que Kagome pensó en guardar para siempre… Como un hermoso recuerdo que perdurará hasta la eternidad. Kagome comenzó a disminuir el ritmo, e Inuyasha la levantó un poco y movió sus caderas contra ella.
–¡Inu! ¡Si! ¡Sigue! –gemía sin poder evitarlo, lo sentía más profundo, más intenso y más duro… Aquello la enloqueció y comenzó a jadear con frenesí, temblando sin poder evitarlo. La intensidad de sus embestidas era tan deliciosa que no pudo contenerse más. Explotó en éxtasis, viendo estrellas y dejándose caer, al instante sintió como se corría.
Inuyasha dio un par de embestidas más, y al sentir sus jugos derramandose sobre sus testículos, no pudo evitar correrse y llenarla con su esencia. Mientras él temblaba por el orgasmo, ella sintió que la llenaba una sensación caliente, mojandola entre sus piernas.
Se quedaron así, intentando calmar sus respiraciones, escuchando el mar y el viento contra las rocas. Inuyasha sonrió, aún con la respiración entrecortada y la abrazó, sintiendo como su espalda había sudado por el esfuerzo.
–Estás temblando –murmuró ella, alzando el rostro y besándole la barbilla.
–Tu también –susurró, aún intentando calmar su cuerpo–. Oye, Kag…
–¿Si?
–Te amo… Te amo, Kag.
Kagome sonrió contra su cuello, despidiéndose de ese momento, de ese recuerdo que habían creado y recordaría por siempre.
–Yo también te amo, Inu… –lo besó y al instante sintió como él lo intensificaba. Se sorprendió al sentir como su miembro se ponía duro nuevamente–. ¡Inu! –le dio un golpe juguetón en el pecho.
–¿Qué? –Sonrió como si acabará de cometer una travesura–. Quiero continuar, pero en la habitación –sus manos acariciaron sus pechos sobre la tela del vestido–. Aún no he probado esto…
Kagome soltó una carcajada.
En la habitación, se dejaron llevar por la pasión una vez más. Sin límites y sin prejuicios. Sólo ellos dos, dos almas entregándose al acto de amar.
%
Cuando abrió los ojos y se topó con la cama vacía, entró en pánico. Anoche había sido una de las mejores noches de su vida y ahora Kagome no estaba… Sintió un deja-vu. Con rapidez, se colocó los calzoncillos y el pantalón. Pero cuando escuchó el agua caer en la tina del baño, el alma volvió a su cuerpo. Dios, había soñado con la vez que despertó y no la encontró en el hotel. Había tenido otra pesadilla.
Quiso abrir la puerta para darle una sorpresa a Kagome y bañarse con ella, pero estaba cerrado con seguro. Frunció el ceño y volvió a intentar abrirla, pero obtuvo la misma respuesta. Qué raro, no había hecho eso en los últimos días.
–Kag... –tocó–. ¿Kag? –Pero al no recibir respuesta, se alarmó–. ¡Kagome! ¿Sucede algo malo? –comenzó a forcejear con la perilla, y su angustia aumentó cuando la escuchó quejarse con un sonido ahogado–. ¡Kag! –quiso tumbar la puerta.
–Estoy bien –escuchó del otro lado; en ese momento, sintió como el alivio lo dominaba.
–¿Segura?
Kagome quitó el seguro y abrió la puerta; la notó extraña y pálida. Se alejó de él y se dejó caer en la cama boca abajo.
–¿Qué sucede? –la acompañó y le sobó la espalda–. Tal vez te hicieron daño las bebidas de ayer.
Ella negó con un sonido.
–No es eso. No bebí alcohol ayer. Es que… Me duele... Bueno, tengo... –ella no lo veía, en cambio se quejaba y se abrazaba con fuerza. Fue ahí donde pensó en algo: eran asuntos menstruales. Le besó la coronilla y se levantó de la cama.
–Tranquila, date un baño con agua caliente mientras regreso.
Salió de la habitación, debía hacer algo por ella para ayudarla a apaciguar sus cólicos.
Kagome se abrazó con más fuerza al sentir un dolor en el estómago y el vientre; era un cólico menstrual, estaba segura. Había olvidado que estaba próxima a menstruar. Desde un día antes le dolía la boca del estómago, y ahora se sumaba ese otro dolor. Todo era un caos total. Su cuerpo estaba colapsando por tantas mentiras y por estrés. Se metió en la tina de agua caliente, con la esperanza de calmar su dolor. Al terminar su baño, se apresuró a cambiarse. Cuando salió, con una toalla en la cabeza, se encontró con la habitación arreglada y la cama tendida; frunció el ceño al ver un peluche azul encima de ella.
La puerta se abrió e Inuyasha entró con una bandeja plateada.
–¿Mejor? –dejó la bandeja sobre una mesa y se acercó a ella.
–Un poco –se sentó en el sofá y abrazó sus piernas; allí seguía esa molestia en el vientre.
–Tal vez esto ayude –Inuyasha se acercó a la cama y tomó el peluche. Era un Stitch.
–¿Ayudarme? –lo vio sentarse a su lado–. ¿Acaso tiene poderes curativos?
–Tal vez, nunca subestimes el poder de un Stitch –le guiñó un ojo–. ¿Quieres que te muestre?
–Claro, no tengo nada que perder.
–Extiende tus piernas un poco... Sí, así. Y ahora... –le colocó el peluche en el vientre; sintió al instante algo caliente.
–¿Qué tiene?
–Tiene una bolsita oculta; ahí metí una compresa con agua caliente, pensé que te ayudaría a disminuir el dolor. Recuerdo que las pastillas para el dolor te hacían daño en el estómago –le acercó la bandeja y le dio una taza–. Te traje un poco de té. Espero que te ayude.
Ella se quedó mirando la taza en su mano y abrazó al peluche, sintiendo la calidez contra su vientre. Aquel gesto era muy tierno; se había molestado en hacer todo eso... ¿Solo para hacerla sentir mejor?
–Gracias –tomó un sorbo, la canela le encantaba–. Recordaste lo de las pastillas.
–Por supuesto –se acomodó a su lado–. Recuerdo que una vez no se te calmaba el dolor con nada y me quedé abrazándote hasta que se te pasó –la abrazó, recordando aquellos tiempos de su juventud.
–¿Dónde lo conseguiste?
–Lo tenía guardado. Pensé que tal vez lo necesitarías.
Kagome se acomodó a su costado, sintiendo la calidez del cuerpo de Inuyasha. Estos momentos valían oro; eran instantes en los que él le demostraba lo mucho que se preocupaba por ella, prestando atención a cada detalle. Estos recuerdos los atesoraría en su memoria hasta su vejez. Tragó hondo, recordando que esto acabaría en cuestión de horas.
Inuyasha le frotó los hombros; había comprado ese peluche por si acaso se llegaba a ocupar. Kagome había sufrido de cólicos antes y no quería verla sufrir, por eso lo trajo consigo. Qué bueno que había sido precavido.
–¿Ya hiciste tu maleta? –le preguntó a Inuyasha.
–Sí, tenemos que irnos antes del anochecer. Tengo un asunto que arreglar mañana en... –se detuvo y se aclaró la garganta–. En la empresa. –Por poco suelta la lengua. Pero pronto le mostraría a Kagome las remodelaciones que había hecho en la cafeteria de Kaede y el orfanato. Sería una bonita sorpresa.
–En la empresa, ¿eh?
Sí, de seguro era sobre la noticia que le había mostrado Sango. De Hakudoshi y Kikyo. Si tan solo supiera que InuNo ya sabía que no eran pareja, no estaría tan confiado en que había ganado tiempo. Pero ella intentaría hacer algo... Quería ayudarlo antes de desaparecer.
–Sí, es algo de vital importancia. Miroku y Sango también se irán hoy, pero al terminar de desayunar.
–Parece que algo surgió entre ellos en nuestra ausencia –ella sonrió al imaginarlo–. Ya es justo y necesario que Sango le dé una oportunidad.
–Sí. –Inuyasha le tomó una mano y se la llevó al pecho; la mirada dulce y achocolatada de Kagome lo enfocó–. La vida a veces juega a nuestro favor y en otras ocasiones juega en nuestra contra. Creo que cuando está destinado a ser, vuelve a conspirar para juntar los caminos.
Kagome sintió que aquellas palabras le picaron el pecho, porque sintió un dolor al instante. Porque ella iba a separarlos esta vez.
–Tienes razón –suspiró–. Tal vez por eso lo nuestro no pudo ser.
–Sí, pero ahora míranos, Kag. Estamos juntos otra vez y siento que será diferente, porque hemos cambiado en muchos aspectos –le acarició la mejilla–. Hemos mejorado como personas... –miró los labios de Kagome y se acercó a su rostro con lentitud.
–Inu... –susurró antes de juntar sus labios. Lo besó, guardando cada detalle en su memoria.
Inuyasha no sabía por qué, pero ese beso le sabía diferente. Había lentitud, suavidad, ternura... y un sentimiento que no pudo descifrar, como si fuera la primera vez que se besaban. Como si Kagome quisiera grabar cada movimiento de ese momento. Al separarse, Kagome lo abrazó con fuerza.
–¿Sucede algo?
–No, es que me dio un dolor otra vez –intentó sonar tranquila, se sentía triste, porque eran las últimas horas a su lado. No quería que sospechara nada. Al parecer estaba funcionando, porque Inuyasha le acarició la espalda y no dijo nada más. El móvil de Inuyasha sonó en ese momento, pero él ni siquiera lo agarró–. ¿Por qué no contestaste?
–Debe ser mi madre, me dijo que nos esperarían para empezar a desayunar. Pero le dije que no bajaremos.
–¿Y por qué le dijiste eso?
–No pensaba obligarte a bajar con ese dolor. –Además, Hakudoshi y Kikyo no se habían ido, quiso evitar la molestia de verlos en el desayuno–. Podemos pedir que suban algo para nosotros y...
–No –interrumpió Kagome, al sentir que había sonado dura, suavizó su voz–. Es el último desayuno que pasaremos aquí. Hay que bajar y acompañarlos. –Se levantó y caminó un poco, hizo una mueca al sentir un dolor otra vez, pero no lo dio a saber.
–Todavía no estás bien del todo. ¿Segura que quieres bajar? –quiso que la respuesta de Kagome fuera negativa, pero en cambio, ella asintió–. Ok, si quieres ir, vamos.
–Adelántate. Tengo que peinarme, y… –señaló el cuarto de baño.
Inuyasha asintió, no muy convencido, y salió de la habitación. Rogó porque Hakudoshi y Kikyo no estuvieran y no empezaran a molestar como anoche.
Kagome suspiró. Era hora de comenzar. Tomó su móvil e hizo una llamada.
–¿Kagome? ¿Qué pasa? –escuchó al instante.
–Pensé que estarías abajo.
–De hecho, iba a bajar, pero escuché mi móvil... Aguarda, ¿todo está bien? –preguntó preocupada al escucharla sollozar.
–Sango... Yo... –su voz estaba quebrándose, pero se obligó a continuar–. Necesito que me digas que todo estará bien... –escuchó un suspiro del otro lado.
–Amiga… Tranquila, inhala, exhala… Todo estará bien.
Apretó su relicario para tomar fuerza; sí, todo estaría bien. Debía ser fuerte y hacer lo que tenía que hacer.
%
Miroku y Sango se sentaron frente a él. Miroku le asintió en saludo, en cambio Sango evitó verlo, y se hizo a un lado para que la sirvienta le sirviera su desayuno. Parecía distraída, casi derramó su jugo de naranja cuando se lo llevó a los labios. Frunció el ceño, actuaba extraño, una noche antes lo quiso asesinar con la mirada y ahora ni siquiera lo veía. Se encogió de hombros, restándole importancia. Miró hacia la esquina, Sesshomaru y Rin, como era costumbre, se turnaron para desayunar. Mientras Rin desayunaba, Sesshomaru sostenía a las gemelas. Sonrió en su interior, esperaba estar así con Kagome próximamente. Debería empezar a tomar notas para hacerlo bien.
Recorrió la mesa con la mirada, Hakudoshi y Kikyo no estaban, agradecía aquello. Tal vez estaban en su habitación revolcándose como las víboras. Ojalá tardarán lo suficiente para que Kagome y él no tuvieran que verlos. Mandaría a quemar todo lo que ese par hubiera tocado.
–¿Y Kagome? –preguntó Izayoi, notando su ausencia.
–¿Problemas en el paraíso? –preguntó su padre en un tono raro, notó como su madre le daba un codazo.
–Estaba peinandose –murmuró viendo a su padre a los ojos–. No tarda –se hizo a un lado y Enju le sirvió jugo–. Gracias.
–Inuyasha, ¿en serio deben irse hoy? –murmuró Izayoi con pena.
–Mañana tenemos unos asuntos que resolver en la empresa –contestó Miroku por él.
–¿Cómo qué? –inquirió InuNo, alzando una ceja.
–¿Por qué tanto interés? ¿No le confías la empresa a tu propio hijo? –se escuchó la voz de Totosai, Kagome lo traía en su silla de ruedas.
–Padre, ¿qué haces aquí? Deberías estar en reposo, ayer te esforzaste demasiado estando en la fiesta –se levantó y les obstruyó el paso, quiso quitarle la silla a Kagome, pero Totosai se lo impidió.
–Quiero estar aquí por hoy, así que déjanos pasar –tomó su bastón y lo señaló–. No me hagas quitarte por las malas –InuNo alzó las manos en rendición y les cedió el paso a regañadientes–. Querida, acercame a la mesa, por favor –ella lo hizo, y continuaron el desayuno.
Kagome sintió que el ambiente en la mesa se llenó de calidez con los comentarios y risas de Totosai. Contaba anécdotas que mantenían la atención de todos, pero InuNo permanecía en silencio, llevando su comida a la boca. Tenía la mirada de Izayoi sobre él, tal vez invitandolo a participar en la plática. Así quería terminar su estadía en la isla, quería terminar con un buen recuerdo en su memoria… Pero no sabía que pasaría después de lo que haría. Le mandó miradas cómplices a Sango en varias ocasiones, cuando Inuyasha hablaba del futuro de ellos. Sango le mandaba la misma mirada de pena, cuestionando si estaba segura de seguir con esto. Pero no había vuelta atrás.
Mientras tanto, Inuyasha no podía dejar de observar a Kagome y su abuelo. Le preocupaba la salud de su abuelo, pero al ver la forma en que Kagome se llevaba tan bien con él, le llenaba de una cálida sensación. Había sido una buena idea traerla, su abuelo se veía más animado y activo. Inuyasha decidió disfrutar del momento de paz, abrazando a Kagome por los hombros. Pero ese pequeño momento pronto se interrumpió cuando Sango susurró algo al oído de Miroku. Ambos se levantaron de la mesa.
–Lo hemos pasado muy bien, pero es hora de irnos –dijo Sango con una reverencia hacia Izayoi e InuNo–. Ha sido un placer conocerlos. Espero que podamos vernos nuevamente.
–Claro, Sango, fue un placer conocer a la novia de Miroku –Izayoi le guiñó un ojo, provocando que Sango se sonrojara hasta las raíces–. Y tú –señaló a Miroku con el dedo–, asegúrate de ser un buen novio o les diré a tus padres que te deshereden, jovencito.
–Me ofende, señora Izayoi –respondió Miroku con una mano en el corazón–, yo jamás haría algo que dañara a mi adorada Sanguito... a menos que ella lo pidiera, claro.
–¡Houshi! –exclamó Izayoi, indignada, colocando las manos en jarras.
Entre risas la pareja salió del comedor en busca de sus maletas. El ambiente volvió a la normalidad, hasta que Kagome también se levantó con expresión seria. Inuyasha la observó, confundido.
–¿Qué ocurre, Kag? –le susurró, preocupado.
Kagome suspiró pesadamente antes de responder. Le dedicó una mirada de disculpa, pero Inuyasha frunció el ceño, sin entender el porqué.
–Tengo algo importante que decirles a todos.
Esa frase encendió todas las alarmas en la mente de Inuyasha. Kagome se veía sumamente seria, como si ella… Estuviera a punto de delatarlos. Sintió miedo en las venas, pero primero debía asegurarse de que fuera eso.
–Kag, ¿qué ocurre? –le tomó la mano con suavidad.
–Lo siento, tengo que hacerlo –susurró lo suficientemente bajo para que solo él pudiera escucharlo. Apartó su mano con delicadeza y evitó sus ojos. Aquello confirmó sus sospechas.
Al instante el corazón de Inuyasha se encogió, iba a hablar, iba a traicionarlo... Estaba decidida. Frunció el ceño, incapaz de creer lo que iba a hacer.
–No… –se levantó bruscamente, intentando sujetarla por las muñecas para llevársela de allí–. ¡No puedes hacer esto! –Kagome luchó con él, evitando que se la llevara.
–¿Qué es lo que no puede hacer, Inuyasha? –la voz de InuNo los hizo detenerse en seco.
Kagome intercambió una mirada con InuNo, quien al instante comprendió el todo.
–Sesshomaru, Rin, ¿podrían dejarnos a solas? –pidió Kagome, sin desviar la vista.
Los aludidos intercambiaron miradas de confusión.
–¿Por qué? –preguntó Rin, extrañada–. ¿Qué está pasando?
–Rin –intervino Sesshomaru con calma, poniéndose de pie–. Esto es algo que las niñas no deben escuchar.
Rin asintió, entendiendo que alguna discusión estaba por suceder. Tomó a las gemelas y Sesshomaru intentó llevarse también a Totosai en la silla de ruedas.
–No –sentenció Totosai con firmeza, agarrándose del borde de la mesa–. Yo me quedo.
–Padre, no necesitas escuchar esto...
–¡InuNo Taisho! –alzó la voz, golpeando el suelo con su bastón–. Ya lo he dicho, y no me moveré. Y si insistes, Sesshomaru, te daré una lección con esto –amenazó, levantando su bastón. Sesshomaru rodó los ojos, resignado, y salió con Rin y las gemelas.
Izayoi miró a su esposo y luego a los presentes, sus ojos mostraban confusión.
–¿A qué te refieres con que tu padre no tiene que escuchar esto? –preguntó a su esposo.
–Que te lo diga tu «querida nuera» –dijo InuNo con frialdad y sarcasmo, volviendo a su asiento mientras se frotaba las sienes–. Esa mujer sabe muy bien de qué hablo. No es más que una impostora, ¿verdad, Inuyasha?
Inuyasha apretó los puños, lanzando una mirada furiosa a su padre.
–¡InuNo! –replicó Izayoi, indignada.
–Señora Taisho –Kagome interrumpió–, su esposo tiene razón… Solo soy una impostora.
–Pero, Kagome… –susurró Izayoi, desconcertada.
Inuyasha pensó con rapidez, tenía que hacer algo antes de que Kagome lo dijera todo. Entonces una idea cruzó su mente. No le gustaba la idea, pero no veía otra salida. Tomaría su carta de jefe cruel.
–Si hablas, –le susurro en el oído, su tono fue gélido y amenazante–, recuerda lo que pasará en…
–No intentes manipularme, Inuyasha –lo interrumpió, con una mirada firme lo apartó de ella–. No funcionará. Tú y yo sabemos que no eres ese tipo de persona.
Ese comentario lo golpeó. Sintió que Kagome lo conocía mejor de lo que creía, que confiaba en que no sería capaz de actuar con esa maldad que fingió al principio. Pero eso, cuando antes pudo haberlo halagado, ahora lo dejaba sin poder evitar que dijera la verdad. No había armas que le permitieran detener lo que estaba por ocurrir, se había quedado sin ningún as bajo la manga.
Kagome notó que Inuyasha guardaba silencio, y aquello confirmaba lo que ya sabía en el interior. Inuyasha jamás podría tomar alguna represalia en contra del orfanato, jamás podría desamparar a Kaede y los niños. Por un momento, sintió que aquella responsabilidad se iba de sus hombros, y sintió como le daba fuerzas para continuar.
–Adelante, querida, di lo que tienes que decir –Totosai mantenía la calma, y aquello bastó para abrir la boca una vez más. Lo miró y asintió.
–Inuyasha y yo… Hemos estado fingiendo ser novios. Nada de lo que vieron es real –contuvo el aliento y se quitó el anillo de su dedo, lo colocó en la mesa y se dejó caer en la silla–. Ni siquiera la «propuesta de matrimonio» de ayer es real.
Izayoi se llevó las manos a la boca, todo quedó en completo silencio y el aire se cargó de más tensión. Tan densa que se podía cortar con una navaja.
Inuyasha miró a Kagome sin poderlo creer, lo había dicho, había sido delatado por ella, la persona de quién menos lo esperó. Miró a su padre, mostraba decepción en la mirada, porque le había jurado en varias ocasiones que ellos dos no estaban fingiendo sólo para evitar que Hakudoshi Tatewaki tomara el mando de Taisho Corp.
–¿Fingiendo? –el tono de Izayoi demostraba la completa decepción que sentía–. Inuyasha, Kagome... ¿Se atrevieron a jugar con algo tan serio? ¿Engañarnos?
Inuyasha sintió que esas palabras le partían el corazón, porque era su madre, la mujer que lo amaba desde su nacimiento. Y le dolía aún más, porque notó como los ojos de ella se volvían vidriosos, iba a llorar.
–Mamá, yo...
–Sí, todo es mentira –Kagome se encogió en su asiento–. Pero no fué por una razón egoísta...
Alzó el mentón y le dedicó una mirada de disculpa a Izayoi antes de enfocarse en InuNo Taisho.
–Yo le pedí a Inuyasha que trajera a Kagome –habló el abuelo Totosai, se mantenía sereno a pesar de la situación–. Le pedí que como último deseo, quería verlos a los dos juntos otra vez... Yo los orillé a mentirles.
Kagome miró a Totosai en agradecimiento, eso no lo había planeado, pero era bueno tener algo de apoyo.
Inuyasha, se sorprendió ante aquel comentario, y fue en ese momento que notó que no estaba sorprendido de lo que acababa de decir. Pensó que lo tomaría mal y tendrían que correr al hospital en ese momento. Pero parecía tranquilo, como si ya supiera de aquella farsa que habían creado. Fué entonces que comprendió de qué hablaban mientras Kagome pasaba tiempo con él. Se sintió herido por un momento, porque su abuelo se lo había ocultado.
–¿Ya lo sabías, padre? –murmuró InuNo, incapaz de creer lo que acababa de decir. Estaba defendiendo a esa mujer, ¿no veía la gravedad del asunto? Habían fingido hasta un compromiso para evitar lo inevitable, que Hakudoshi tomara el mando de Taisho Corp.
–No me subestimes –reprendió Totosai–. Se más de lo que puedes imaginar.
Kagome tragó hondo con miedo, esperó, pero Totosai no dijo nada más. Tal como había prometido, no la delató. Fué ahí donde juntó valor para lo que iba a decir después.
–¿Y qué es eso que tu puedes saber que yo no? –preguntó InuNo.
–Que es una completa locura dejar a Hakudoshi con la empresa –se defendió Totosai, retando a su hijo.
–Ese tema no está a discusión aquí, padre…
–Por supuesto que sí –interrumpió Kagome, decidida, dando un golpe en la mesa y poniéndose de pie–. Inuyasha quiso ganar tiempo con nuestra farsa para evitarlo. Inuyasha lo hizo porque quería protegerla y déjeme decirle algo, Señor InuNo… Él es el jefe que esta empresa necesita.
–¿El mejor para ese cargo? –comentó con sarcasmo–. ¿El mismo hombre que no puede ser honesto sobre algo tan simple como una relación? ¿El mismo hombre que decidió engañarme para mantenerse al mando? –entrecerró los ojos–. ¿Ser deshonesto lo hace un buen líder?
Kagome apretó los puños con impotencia, ¿cómo era posible que dudara de la capacidad de Inuyasha para liderar sólo por esto? ¿Acaso no leía sobre el éxito de Taisho Corp. los últimos años?
–Comprometerse solo porque tu lo pides tampoco lo hará ser un buen líder –interrumpió Izayoi, limpiando sus lágrimas de decepción–. InuNo, no defiendo lo que ellos dos hicieron, pero... Tu no quieres confiar la empresa a Inuyasha sólo porque no está casado. Un matrimonio no lo convertirá en el mejor líder…
–¡Izayoi!
Inuyasha quedó sorprendido por lo que acababa de hacer su madre, a pesar de lo que había confesado Kagome, lo estaba defendiendo. Apretó los labios antes de hablar.
–Yo lo hice porque no podía permitir que Hakudoshi tomara el mando de Taisho Corp. –dijo Inuyasha con firmeza, mirando a su padre directamente a los ojos–. Sé que lo que hicimos estuvo mal. Pero también sé que esta empresa es mi responsabilidad, y haré lo que sea necesario para protegerla, Hakudoshi Tatewaki es mala opción para esto.
InuNo negó rotundamente, no podía creer lo que estaba oyendo. Inuyasha lo estaba retando, estaba cuestionando su autoridad y sus decisiones. Optó por defender su orgullo.
–Ese asunto está zanjado, fin de la discusión.
–Déjeme decirle algo, señor InuNo –exclamó Kagome, con un tono tan firme que todos volvieron a verla–. Inuyasha tiene la inteligencia, capacidad y preparación para guiar esta empresa. Solo necesita que usted confíe en él, no por nada renunció a su vida para cumplir sus exigencias –sonrió con melancolía–. Renunció a su sueño de estudiar gastronomía y se convirtió en lo que usted quería. ¿Por qué ahora no es el mejor candidato para permanecer al mando? ¡Usted creó a este hombre exitoso! –InuNo desvió la mirada–. No entiendo porque el casarse lo hará «entender lo que es una verdadera responsabilidad» –citó sus palabras, apretando los puños–. Lo que Inuyasha no necesita es que lo subestimen o lo comparen con alguien como Hakudoshi… Quién, en mi opinión, su familia no tiene una buena fama.
Inuyasha miró a Kagome, impresionado por su defensa. Totosai sonrió con orgullo, aquella chica era como pensaba. Izayoi se llevó una mano al pecho, visiblemente sorprendida... Pero InuNo se sintió afectado por las palabras de Kagome, fué ahí donde dudó si Kagome era esa mujer que le había platicado Kikyo. Defendía a Inuyasha con uñas y dientes aunque ya no estaba fingiendo ser su novia… Internamente reflexionó si se había equivocado con ella. Pero en lugar de dudar, solo le preocupó su orgullo herido. Porque lo estaba cuestionando. Si tan sólo supieran que Hakudoshi había hecho algo increíble con uno de los negocios que le había confiado… No pensaría de esa manera.
–Esta decisión no te concierne –susurró, un tono que ella pensó era una amenaza.
–Tiene razón; no me concierne. Aparentemente, usted está decidido en que ha hecho lo mejor para Taisho Corp. –apretó los labios, sabiendo que no podía hacer más por Inuyasha–. Solo quería decir mi punto de vista siendo una simple empleada. Ahora, solo me queda disculparme por lo que accedí a hacer –por el rabillo del ojo, notó cómo Inuyasha apretaba la mandíbula–. No tengo más que agregar... Solo me queda agradecer su hospitalidad y atención –le dirigió una mirada dolida a Izayoi–. Disculpenme por mentirles y hacerles pasar un mal rato. Y no se preocupe, señor InuNo Taisho, no volverá a verme cerca de Inuyasha.
Se despidió de Totosai con un asentimiento de cabeza antes de girar sobre sus talones y emprender su salida. Inuyasha le quiso agarrar del brazo, pero lo evitó y salió del comedor, dejando un aire de tensión y varias personas decepcionadas. Había hecho lo que podía. Ojalá el señor Taisho reflexionara sobre lo que acababa de decir.
–Inuyasha –su madre lo obligó a tomar asiento, pero él seguía sin entender por qué Kagome los había delatado. Continuaba procesando todo lo que acababa de ocurrir.
–¿Piensas dejarla ir otra vez? –la voz de Totosai rompió el silencio. Miró a su abuelo sin poderlo creer. A pesar de todo, a pesar de las mentiras y los engaños, su abuelo le estaba aconsejando que persiguiera al amor de su vida.
–Tienes razón –se levantó y metió el anillo en su bolsillo, tomó el mismo camino que Kagome hace un minuto.
–¡Inuyasha! –escuchó cómo su padre lo llamó, pero no se detuvo.
Kagome tomó su mochila y su maleta. Sentía un nudo en la garganta y sus manos temblorosas por lo que acababa de hacer, pero debía ser fuerte. Le mandó un mensaje a Sango, diciéndole que bajaría en unos minutos. Le había rogado que la llevara con ella, pues no podía soportar la idea de que Inuyasha la llevara de regreso a casa. No después de lo que había hecho… y de lo que aún faltaba por decirle.
Tomó aire, contando hasta diez en su mente para intentar calmarse, pero escuchó el sonido de la puerta abriéndose detrás de ella.
–¿Eso es todo? –su voz sonó desesperada–. Cuando le dijiste a mi padre que no te volvería a ver cerca de mí, ¿qué quisiste decir?
"Esta historia terminó, no existe..."
Inhaló aire, intentando tomar fuerza para hablar. Tenía que actuar.
–¿No es obvio? Que lo nuestro no seguirá…
"Lo que un día construimos, se ha esfumado..."
–¿Entonces ni siquiera vas a pensar en la promesa que te hice? ¿Así de simple vas a dejarme? –La voz de Inuyasha era tensa y casi rota.
"Pareciera que es más fácil dejarnos..."
Kagome apretó los ojos por un segundo y sostuvo su relicario, tomando el valor que necesitaba. Pensó que estaría molesto por haberlo delatado, pero… Estaba molesto porque lo iba a dejar. Odiaría este momento por el resto de su vida. Lo que iba a hacer la desgarraría internamente, pero así lo había decidido.
"Pero eres un fantasma conmigo caminando..."
–Creí que había sido clara allá abajo –murmuró, giró sobre sus talones y lo enfrentó con la mirada–. No, Inuyasha. Mentí, ¿te soy sincera? En ningún momento consideré pensarlo.
"No creas que no valió la pena"
Inuyasha estaba de pie en el umbral, sus manos temblaban ligeramente, apretadas en puños como si intentara contener algo. Kagome notó que había dolor en sus ojos, pero lo que más le dolió fue el brillo de desesperación en su mirada.
"No creas que no eres importante"
–Me mentiste –su voz era dura, pero no ocultó la tristeza y desilusión–. Te vas. Me dejas… después de haberme prometido que considerarías estar a mi lado.
"Al contrario…"
Kagome retrocedió ligeramente cuando Inuyasha dio un paso hacia ella.
"…yo te amé con toda el alma"
–Inuyasha, no puedo quedarme contigo –respondió, sintiendo de inmediato un peso en su pecho.
"No creas que no valió la pena"
–¿Por qué no? –exigió, acercándose unos pasos más, ella volvió a retroceder–. Kag, estoy soltero, estás soltera… ¡Nos amamos! ¿Qué te detiene?
"No creas que lo perdimos, esto que nos duele…"
–«¿Por qué me hace esto?»–pensó Inuyasha. No podía entender por qué estaba sucediendo, no podía entender por qué lo había traicionado y ahora lo abandonaba… ¡Taisho Corp. ya no le importaba! Lo que realmente le dolía era que lo dejara… Sentía que había jugado con sus sentimientos todo este tiempo.
"Aunque nos duele,"
–Yo no… –comenzó, pero se detuvo, apretando los dientes.
"es solo nuestro..."
–¿"Tú no", qué, Kagome?
"Lo que construimos se acabó..."
–Yo no te amo.
"Lo que construimos se acabó..."
Kagome sintió que aquellas palabras eran la mayor mentira de todas. Porque lo amaba, tenía a Dios como testigo… Lo amaba, pero no podía... No podía darle lo que él quería. No podía regresar el tiempo y hacer que viviera con ella su embarazo y los primeros años de Moroha. No podía olvidar que casi moría por su culpa mientras ella sólo pensaba en divorciarse, que ignoró a Ayame cuando intentó decírselo… Que sólo pensó en ella y su libertad. Y seguía pensando en ella. Él merecía una mujer que no fuera así.
"Fue solo nuestro..."
Inuyasha suavizó los puños, sintiendo como si su mundo se desmoronara. Habían compartido momentos de pasión, vulnerabilidad y felicidad. Y sin embargo, allí estaba, lista para marcharse y dejarlo, como si todo lo que habían vivido no hubiera tenido valor… Y ahora le decía esto. Sintió cómo una parte de su corazón se rompía dentro de él.
"Fue solo nuestro..."
–¿No… me amas?
"Lo que construimos se acabó"...
–No.
"Lo que construimos se acabó..."
Kagome intentaba no romper en llanto, no podía permitir que el amor que aún sentía por él la detuviera de lo que iba a hacer. No sabía cómo, pero estaba siendo demasiado fuerte para no romperse. Tenía que seguir su plan para desaparecer, parecer auténtica. Por mucho que quisiera quedarse, abrazarlo, confesar todo y empezar de cero… No era así de fácil. No podía arriesgar su estabilidad, ya que una persona dependía de ella.
"Se lo lleva el viento…"
–¿Y entonces estos días no significaron nada? –no le importó parecer desesperado por esa respuesta, no cuando la persona que amaba estaba a punto de dejarlo.
"Se lo lleva el viento…"
Kagome quería decirle que esos días habían sido maravillosos, quería decirle que cada hora, minuto y segundo a su lado habían valido la pena. Que cada recuerdo alegre la llenó de una inmensa felicidad. Pero desvió la mirada, incapaz de soportar la intensidad de sus ojos dorados. Sabía lo que tenía que decir, y sabía que con ello lo destrozaría por completo. Pero ya habían llegado demasiado lejos. Levantó la barbilla y apretó los puños, tomando valor.
"Esta historia terminó..."
–No.
"...no existe"
Listo, lo había dicho. Una palabra que, aunque había usado en varias ocasiones, esta vez era la más difícil de pronunciar. Porque sabía que esa simple negación de dos letras, esa simple sílaba, había roto el corazón de Inuyasha en mil pedazos. Y en el rostro de él se vio reflejado.
"Lo que un día construimos se ha esfumado..."
Inuyasha sintió como si lo hubieran golpeado en lo más hondo de su corazón. Sintió que el suelo se movía a sus pies, pero se mantuvo firme, mientras su rostro se desencajaba. No. No podía rendirse. Se había prometido luchar por Kagome. Dio unos pasos más, quedando a escasos centímetros de ella. Tan cerca que hasta pudo sentir cómo el aroma a frutos rojos inundaba sus fosas nasales...
"Pareciera que es más fácil dejarnos..."
–¿Y todas esas veces que nos besamos? ¿Y que nos entregamos mutuamente? ¿Eso tampoco significa nada? –su voz tembló y sus ojos se nublaron debido a las lágrimas que ya no podía contener más. Kagome se estaba yendo de él, se estaba yendo como arena entre sus dedos.
"Pero eres un fantasma conmigo caminando..."
Kagome sintió cómo su corazón se encogía. Se lo estaba poniendo difícil. Inhaló hondo, grabándose su aroma, aquel olor que tuvo la fortuna de oler en cada abrazo, cada beso y cada vez que se entregaron a la pasión en aquella habitación. Suspiró con dificultad, ¿acaso la estaba poniendo a prueba con esa cercanía?
"Yo no aprendí a soltar amores…"
–No... Solo me dejé llevar por el momento… Un desliz –intentó sonar convincente.
–Mientes… ¡Mientes! –sonrió con tristeza–. Deja de mentirme, deja de decir cosas que tu y yo sabemos que no son verdad… –la tomó de los hombros–. ¿Cómo puedes negar que esto no significó nada para ti? –la tomó del cuello y la acercó hacia sí, cerrando los ojos con fuerza.
"Yo no aprendí a dejarte ir…"
Cuando sintió los labios de Inuyasha sobre los suyos, quiso corresponder al instante. Besarlo se había convertido en una acción vital para su cuerpo, tan importante como respirar. En ese momento, quiso detener el tiempo, quedarse en un bucle temporal, saborear de aquella boca que la hizo suspirar esos días una y otra vez. Su corazón latía con fuerza, amenazando con salir de su pecho, y por un instante, casi flaquea. Casi le corresponde como los últimos días. El movimiento insistente de Inuyasha casi lograba que su cuerpo respondiera, queriendo olvidarse de todo y dejarse llevar. Pero no podía. No debía. Y no iba a hacerlo, no iba a abrir sus labios para saborear su cálido sabor... No esta vez. Este roce de labios era un adiós, una despedida de lo que alguna vez fueron y jamás volverán a ser.
"Eras una apuesta de largo plazo"
Inuyasha intentaba profundizar el beso con pasión y dulzura. Con esa acción intentó demostrarle lo que significaba para él. Quería demostrarle cuánto la amaba y necesitaba en su vida. Pero ella no cedió, y frunció el ceño, sintiendo su boca inmóvil, tensa, como una inerte estatua. Ese rechazo hizo que el suelo se moviera a sus pies otra vez. No quería que lo dejara, no quería que rompiera con lo que habían construido. Pero a medida que insistía en abrir sus labios, sintió la misma resistencia.
"Lo que construimos…"
Se rindió y se separó de ella. Kagome lo miró a los ojos, con los labios firmemente cerrados. El rostro de Kagome mostraba tranquilidad ante lo que decía, parecía sentir pena por él. Se sintió miserable. ¿Dónde había quedado aquella mirada cargada de amor? ¿Dónde había quedado esa mujer que le dijo «te amo» un día antes? Esta mujer, esta mujer inexpresiva no la reconocía. Ya no pudo contenerse más. Las lágrimas escaparon de sus ojos, nublando su visión y dándole una imagen borrosa de la mujer que amaba.
"Lo que construimos..."
–Lo siento, para mi fue solo algo... pasajero –aquellas palabras tan frías y duras se clavaron en él como una daga–. Como un cierre a lo nuestro. Una despedida.
"Lo que construimos se acabó"
–Algo pasajero… –susurró sin poderlo creer–. Un cierre… Ya veo… –no podía creer la tranquilidad y la frialdad con la que se lo decía.
"Lo que construimos se acabó"
Kagome vió la decepción en el rostro de Inuyasha, con lágrimas bajando por sus mejillas, resbalando desde su barbilla y perdiéndose en el suelo… Sintió que era un ser despreciable, estando ahí, actuando con frialdad, sin reaccionar, sin consolarlo. Una vez reprimido el impulso de abrazarlo, apretó la correa de su mochila antes de hablar. Necesitaba seguir con esto.
"Fue solo nuestro..."
–Inuyasha, quiero agradecerte por lo que vivimos esta semana, pero es mejor así, es mejor que no pase de un simple recuerdo.
"Fue solo nuestro…"
–¿Por qué?
"Lo que construimos se acabó"
Aquella pregunta no la podía responder con la verdad. Kagome pasó saliva con dificultad, intentando tragar aquel nudo que impedía que sus cuerdas vocales le respondieran. Se odiaba por la gran mentira que diría, pero tenía que apartarlo de su vida, y solo una mentira como esa podría hacerlo. Una mentira tan dura que, tal vez, haría que él la odiara.
"Lo que construimos se acabó..."
–Porque creo que estoy embarazada de mi novio, Inuyasha.
"Se lo lleva el viento..."
Inuyasha dio un paso atrás, con la mirada confundida y el ceño fruncido. Aquella información lo atravesó como mil agujas de tortura. Embarazada... Miró su vientre plano, como si pudiera ver alguna señal. Pero no podía creerlo, no quería creerlo. Apenas un día antes había hablado de su deseo por verla así y ahora ella… Ella estaba diciéndole esto. Sus puños se apretaron, sintiendo como una parte de él, llamada «esperanza», se iba de su cuerpo.
"Se lo lleva el viento"
–Pero… Esta mañana…
"Lo que construimos se acabó"
–Era mi estómago el que dolía. Desde ayer me he sentido extraña, y hoy amanecí con náuseas y vómito –mintió–. Le hablé a mi novio, y me pidió que, en cuanto llegue a la ciudad, vayamos al hospital para confirmarlo. Tal vez este pequeño ha llegado en el momento ideal –se acarició el vientre, sintiendo la mirada de Inuyasha. Respiró profundamente antes de dar el último golpe–. Inuyasha, él me dijo que sí es positivo, tenemos que casarnos lo antes posible.
"Lo que construimos se acabó"
Aquellas últimas palabras rompieron por completo lo poco que quedaba entre ellos, así lo sintió él. No le respondió, solo asintió con la cabeza, dando unos pasos hacia atrás. Sintió como los últimos rayos de esperanza se desprendían de su cuerpo, dejando dolor en su lugar. Kagome, quien alguna vez soñó con una boda de cuento, ahora se estaba conformando con una simple propuesta telefónica. Una propuesta casual y nada especial... Y pensar que él se había esforzado por hacer que su propuesta de seguir su relación fuera lo más romántica posible. Sonrió con tristeza, entendiendo todo en ese momento. Ella amaba a ese hombre, no a él... Estaba dispuesta a conformarse con lo que él podía darle. Quería decir algo, pero las palabras no salían.
"Fue solo nuestro"
Ese era el momento de huir. Tomó su maleta de ruedas y le dedicó una última mirada antes de avanzar y detenerse en la puerta.
"Fue solo nuestro"
–Con que así va a ser... Así vas a desaparecer de mi vida –aquellas palabras salieron con amargura. Las lágrimas seguían saliendo de sus ojos sin poder evitarlo. Ya no tenía fuerzas para vivir.
"Lo que construimos se acabó"
Kagome cerró los ojos, conteniendo las lágrimas No quería seguir hiriéndolo, pero tenía que ser fuerte.
–Es lo mejor –susurró ella–. Tienes que guardar lo que vivimos... y dejarlo como un dulce recuerdo. Adiós, Inuyasha.
"Lo que construimos se acabó"
Aquellas palabras fueron como una granada en el corazón de Inuyasha, una granada que había terminado con lo que quedaba de sus esperanzas. Mientras Kagome cerraba la puerta, él se quedó allí, sin poder moverse, sintiendo que, frente a él, el mundo que habían compartido se desvanecía como un espejismo en el desierto… Lo que un día construyeron, se había esfumado.
"Se lo lleva el viento… Se lo lleva el viento..."
Continuará...
Canción: "Lo que construimos" - Natalia Lafourcade.
Se me metió algo al ojo, ¿y a ustedes? No me maten. Matemos a Kagome.Yo les ayudo... ¡Esperen! Mejor no, mejor que primero sufra un poco y luego la matamos. ¡Por las lágrimas de nuestro Inuyasha!
No se preocupen, pronto le llegará el karma. Yo lo sé (muajajajaja). Hagan sus apuestas, "¿cómo se enterara Inuyasha de estas mentiras?". Me encanta leer sus teorías.
Como mi esposo me ayudó con el Lemon OlllO voy a pedirle ayuda más seguido, ja, ja. No soy buena escribiendo Lemon, pero este me gustó. ¿Cómo ven? ¿Qué me ayude a escribir en el próximo?
¡Nos leemos en otra ocasión!
-Eli.
