Rebelión Uchiha
Parte 1
8 años después del nacimiento de Menma.
Ocho años después del nacimiento de Menma.
—Hiruzen, tienes que tomar una decisión ahora —dijo la fría voz de Danzo Shimura.
El Tercer Hokage suspiró, la presión de la sala cayendo sobre él como un manto pesado.
—Lo sé... pero no podemos apresurarnos a tomar una decisión tan drástica como esta —respondió Hiruzen, su mirada fija en el pergamino sobre la mesa, lleno de reportes de vigilancia.
—¡Si intentan una rebelión para hacerse con el control de Konoha, los proclamaremos traidores y los castigaremos como corresponde! —intervino Koharu Utatane, su tono cargado de indignación.
—Ya les dije que no debemos apresurarnos —Hiruzen alzó una mano para calmar el creciente murmullo de sus consejeros—. Tengo un plan...
Homura Mitokado, lo miró con escepticismo desde el otro lado de la mesa.
—¿Qué clase de plan, Hiruzen? —preguntó con un ligero deje de duda.
El Tercero guardó silencio por unos instantes, como si aún meditara su siguiente paso. Finalmente, dejó caer la noticia como un golpe de kunai bien afilado.
—He informado de la situación al Daimyō.
Un murmullo de sorpresa recorrió la sala, y las protestas no tardaron en surgir, especialmente de Koharu y Homura, quienes no esperaban que el Hokage involucrara a una figura externa. Solo Danzo permaneció callado, observando en silencio.
—El Daimyō ya ha tomado cartas en el asunto —continuó Hiruzen, deteniendo las voces con su autoridad—. Enviará a tres de sus Doce Guardianes de Fuego para investigar y evaluar la información que tenemos sobre el supuesto levantamiento.
La sala cayó en un tenso silencio, mientras los consejeros asimilaban la decisión. Fue Danzo quien finalmente rompió el silencio.
—¿A quiénes enviará?
La pregunta flotó en el aire, mientras todos los presentes comprendían las implicaciones de permitir que los Guardianes del Fuego se involucraran en los asuntos de Konoha. Sin embargo, Hiruzen no titubeó.
—Aún no lo sé con certeza. El Daimyō dijo que sería una selección de sus más confiables... pero todos sabemos que entre ellos hay poderosos guerreros que no dudarán en tomar decisiones si lo ven necesario.
Koharu frunció el ceño, claramente contrariada.
—Estamos arriesgando mucho al dejar que ellos entren en la aldea, Hiruzen.
—No tenemos otra opción —respondió el Hokage con firmeza—. Si no demostramos transparencia y responsabilidad en este asunto, el conflicto interno podría destruirnos desde dentro antes de que siquiera nos demos cuenta.
Danzo, sin embargo, esbozó una leve sonrisa, apenas perceptible.
—Tal vez no sea tan malo —dijo con tono críptico—. A veces, es útil ver las cosas desde una perspectiva externa... por si los nuestros han perdido la visión de lo que es necesario.
Hiruzen lo miró, pero no dijo nada. La tensión en la sala era palpable, pero la decisión estaba tomada.
Capital del País del Fuego.
—Azuma Sarutobi, Naruto Namikaze y Sukehio Yami —comenzó una voz anciana pero firme, perteneciente a Shigekuni Yamamoto-Genryūsai, el líder de los Doce Guardianes de Fuego bajo el mandato del Daimyō del País del Fuego.
El anciano, con la cabeza calva y una cicatriz en forma de X en su frente, parecía una reliquia viviente de incontables batallas. Su larga barba blanca, atada en una trenza que descendía por su pecho, combinaba con sus cejas espesas del mismo tono. Sus ojos, entrecerrados por la edad, mantenían un brillo afilado, propio de quien había visto demasiadas guerras. Vestía ropas tradicionales negras, atadas con un obi blanco, y sobre sus hombros encorvados descansaba un haori blanco, con el kanji del número uno inscrito dentro de un rombo negro en su espalda, indicando su posición como el primero entre los Guardianes.
Delante de él, seis personas más, todos vestidos de manera similar aunque con detalles personalizados y diferentes kanjis de números en sus haoris, formaban dos filas a ambos lados del anciano, guardando un respetuoso silencio.
—Ustedes tres han sido seleccionados personalmente por el Daimyō del Fuego para viajar a Konoha y encontrar una solución al posible intento de rebelión del Clan Uchiha. Si es posible, eviten el derramamiento de sangre —dijo Yamamoto
Azuma Sarutobi, Naruto Namikaze y Sukehio Yami dieron un paso adelante al unísono, sus rostros reflejando la seriedad de la misión encomendada.
—Partirán mañana a primera hora. ¿Ha quedado claro? —preguntó Yamamoto, su tono implacable, como si no hubiera margen para el error.
—¡Sí! —respondieron al unísono los tres Guardianes, con voces llenas de determinación.
El anciano asintió, pero no terminó allí.
—Además —continuó mientras mostraba un pergamino sellado—, hay otra tarea que necesitan cumplir en Konoha.
Konoha, Torre del Hokage
—Finalmente —suspiró Hiruzen, con una mezcla de alivio y preocupación. Habían pasado días desde que le informaron quiénes serían los Guardianes enviados por el Daimyō, y ahora, según el reporte de uno de sus ANBU, finalmente habían llegado. Estaban en camino hacia la torre.
Jiraiya, uno de los legendarios Sannin, estaba de pie junto al Hokage, con su típica sonrisa juguetona.
—Sensei, ¿no está ansioso por volver a verlos? —preguntó Jiraiya, como si intentara aliviar la tensión.
Hiruzen soltó una risa suave, aunque su expresión permanecía seria.
—Un poco —admitió el Hokage—. Quiero ver cuánto ha crecido el hijo de Minato y Kushina... y también estoy deseando ver cuánto ha cambiado mi propio hijo.
Jiraiya asintió, comprendiendo el peso emocional que esto significaba para su maestro. Para Hiruzen, este encuentro no era solo oficial, sino también profundamente personal.
—Espero que Naruto aproveche esta visita para acercarse a su hermano —comentó Jiraiya con un tono más serio.
Hiruzen también lo esperaba, pero no pudo evitar que un amargo recuerdo cruzara su mente. Recordaba el día en que Naruto decidió no hacerse cargo de su hermano, priorizando sus propios objetivos y el deseo de seguir un camino diferente al de su familia. El Hokage esperaba que, con el tiempo, Naruto hubiera recapacitado.
—Por cierto... ¿Dónde está Orochimaru? —preguntó Hiruzen, notando la ausencia del tercero de sus legendarios estudiantes.
Jiraiya se encogió de hombros.
—Quién sabe... probablemente está encerrado en algún laboratorio, haciendo sus cosas extrañas —respondió con su habitual despreocupación.
El Hokage asintió, aunque no pudo evitar que la preocupación se reflejara brevemente en su rostro. En ese momento, un golpe en la puerta interrumpió sus pensamientos.
—Adelante —dijo Hiruzen, recuperando la compostura.
Las puertas de la oficina del Hokage se abrieron lentamente, revelando a los tres Guardianes enviados por el Daimyō. Caminaron con calma y seguridad al interior de la sala con sus miradas fijas en el Hokage.
Azuma Sarutobi, Naruto Namikaze y Sukehio Yami se alinearon frente al escritorio de Hiruzen, con una presencia imponente.
—Bienvenidos a Konoha —los saludó Hiruzen con una ligera sonrisa, sus ojos deteniéndose por un momento en Azuma y Naruto—. Tenemos mucho de qué hablar.
La conversación que siguió fue larga y detallada. Hiruzen les informó sobre los últimos acontecimientos en torno al Clan Uchiha, las tensiones crecientes y la posible rebelión. También les entregó un informe completo con los nombres de los miembros más sospechosos de estar involucrados en la conspiración.
Los tres Guardianes escucharon en silencio, asimilando cada detalle mientras revisaban los informes. Finalmente, fue Naruto quien habló primero.
—No debería tomarnos mucho tiempo resolver esta situación... la analizaremos con más detalle en otro momento. Pero por ahora, hay otro tema que debemos abordar —dijo mientras sacaba un pergamino desde el interior de su haori.
—Recientemente, tuvimos un incidente con algunos de los Doce Guardianes de Fuego, lo que hizo que nuestra fuerza se redujera casi a la mitad —explicó Azuma con seriedad—. Esto se ha mantenido en secreto para no alertar a los enemigos del Daimyō.
—Estamos aquí también para reclutar a un shinobi de Konoha para nuestras filas —agregó Yami.
Hiruzen frunció el ceño, consciente de lo que eso significaba. Era común que el Daimyō seleccionara a los mejores guerreros de las diversas regiones del país del fuego para formar parte de sus Guardianes, pero en los últimos años, Konoha ya había cedido a muchos de sus shinobi más valiosos. Primero fue Tsunade, luego Naruto, y más recientemente, su propio hijo, Azuma.
—¿Quién es el elegido? —preguntó Hiruzen sin rodeos, su voz denotando preocupación.
—Orochimaru del Sannin —respondió Naruto con firmeza.
El rostro del Hokage se tensó. Hiruzen suspiró, sintiendo el peso de la decisión que debía tomarse. Jiraiya, por su parte, no parecía sorprendido, pero se mantenía en silencio, observando la reacción de su maestro.
—Orochimaru... —murmuró Hiruzen, como si el nombre trajera consigo un eco de viejos recuerdos y advertencias.
—Aún falta que acepte, pero si lo hace, tendrá que regresar con nosotros a la capital cuando esta misión haya concluido —aclaró Naruto.
—Lo entiendo... —respondió Hiruzen, aunque en su interior sabía que no era una decisión que se tomaría a la ligera.
Naruto asintió y, tras intercambiar miradas con Yami, hizo una ligera reverencia.
—Si no hay nada más, nos retiraremos por hoy. Mañana regresaremos para iniciar las investigaciones —dijo Naruto, dando por concluida la reunión.
Yami también se inclinó, en señal de respeto, antes de marcharse junto a Naruto. Ambos salieron de la oficina con la misma calma con la que habían entrado, dejando atrás a Azuma.
Jiraiya, al entender el peso de la situación, decidió retirarse sin decir palabra, desapareciendo ágilmente por la ventana para darles a padre e hijo el espacio necesario.
Durante unos momentos, ambos se quedaron en silencio, como si el peso del reencuentro fuera demasiado para ser abordado de inmediato.
Hiruzen observó a Azuma con ojos cargados de nostalgia y orgullo. Su hijo había crecido en todos los sentidos, no solo como un shinobi, sino también como un hombre. Llevaba consigo una seriedad que solo los años en combate y el servicio a una causa mayor podían forjar.
—Azuma... —comenzó Hiruzen en voz baja—. Es bueno verte de nuevo. Han pasado muchos años desde la última vez que hablamos en persona.
Azuma asintió, su expresión solemne, pero con un brillo de emoción contenida en sus ojos.
—También me alegra verte, padre —respondió Azuma con un tono respetuoso, pero cálido—. Me habría gustado regresar en circunstancias diferentes, pero parece que siempre nos reunimos en momentos de crisis.
Hiruzen soltó un pequeño suspiro, asintiendo lentamente.
—Así es la vida de un shinobi, parece que nunca hay tiempo para encuentros tranquilos... Pero debo decir, has cambiado. Has crecido mucho desde que te uniste a los Guardianes del Fuego.
Azuma esbozó una leve sonrisa.
—He aprendido mucho durante estos años, pero siempre me he preguntado si las decisiones que tomé fueron las correctas... —dijo, mirando a su padre con una expresión de leve duda—. ¿Abandonar Konoha fue lo correcto?
Hiruzen lo miró fijamente, como si estuviera evaluando la profundidad de esas palabras. Luego, después de un momento de reflexión, habló con una voz tranquila y sabia.
—No fue fácil para ninguno de nosotros, Azuma. Pero lo que hiciste, lo hiciste por una causa mayor. Servir como Guardián de Fuego es un honor, y tu papel es crucial para la estabilidad del País del Fuego. Nunca he dudado de tus decisiones, aunque, como padre, siempre he deseado que estuvieras más cerca.
Azuma bajó la mirada un momento, como si procesara esas palabras. El conflicto entre su deber como guerrero y sus lazos familiares había sido algo que lo había perseguido durante años.
—Naruto también... —comenzó Azuma, cambiando ligeramente de tema—. Ha cambiado mucho. No es el mismo chico que solía ser.
Hiruzen asintió de nuevo, esta vez con una mezcla de tristeza y orgullo.
—Sí, Naruto ha recorrido su propio camino. Su decisión de no criar a su hermano fue difícil de aceptar, pero al final, él también eligió su propia senda. Espero que este tiempo en Konoha lo acerque un poco más a su familia.
Azuma guardó silencio un momento, mirando a su padre antes de asentir.
—Espero que así sea. Será bueno que todos volvamos a estar en un solo lugar, al menos por un tiempo.
Hiruzen sonrió ligeramente, sintiendo una calidez en su pecho al escuchar esas palabras.
—Así es. Y mientras estés aquí, Azuma... —dijo Hiruzen, con una leve sonrisa en su rostro—. Recuerda que esta siempre será tu casa.
Azuma miró a su padre con gratitud en sus ojos, inclinando ligeramente la cabeza.
—Lo sé, padre. Lo sé.
Naruto suspiró al salir de la Torre Hokage, sintiendo el aire fresco de la aldea golpeando su rostro. Yami había decidido explorar Konoha por su cuenta, dejándolo solo.
Caminó sin prisa por las calles principales, observando cómo los civiles se detenían al reconocerlo. Su parecido con su fallecido padre, Minato Namikaze, el Cuarto Hokage, era inconfundible.
—Naruto-sama —escuchó una voz detrás de él.
No tuvo que volverse para saber de quién se trataba.
—Obito, cuánto tiempo —respondió sin detenerse, manteniendo el ritmo de su caminata. —¿Algo interesante durante mi ausencia?
Obito Uchiha, ahora un Tokubetsu Jonin, aceleró el paso para caminar a su lado.
—Pasaron varias cosas que podrían interesarte —respondió Obito, ajustando su paso al de Naruto—. Konoha y Kumo firmaron un tratado de paz hace 6 años. Sin embargo, fue roto cuando Kumo intentó secuestrar a la heredera del clan Hyuga. Hiashi Hyuga la salvó, pero mató al shinobi de Kumo en el proceso. Kumo exigió su vida como compensación, pero en su lugar, su hermano Hizashi se ofreció, sacrificándose para proteger el Byakugan. Su hijo, Neji, quedó huérfano y lleno de resentimiento hacia la rama principal del clan.
Naruto asintió levemente, observando de reojo a Obito. Había pasado años desde la última vez que lo había visto en persona, y el joven Uchiha había crecido, el uniforme estándar de Jounin que vestía reflejaba su madurez y seriedad.
—Escuché algo sobre eso en la capital —dijo Naruto con indiferencia, pero su mirada se volvió más analítica al observar la expresión de Obito—. ¿Qué hay del hijo de Hizashi?
—Neji Hyuga —respondió Obito—. Aunque la rama principal del clan lo desprecia, fuera de ella todos saben que es un prodigio dentro de la academia Shinobi. Su talento es indiscutible, y es evidente que lo impulsa su resentimiento hacia la rama principal.
Naruto continuó caminando en silencio, asimilando la información. El nombre "Neji" había capturado su atención. Un joven prodigio, motivado por el rencor y la necesidad de probarse a sí mismo... Era un recurso potencial, alguien que podía ser moldeado o utilizado bajo las circunstancias correctas. Aunque no dijo nada, la idea de aprovechar la rabia de Neji para sus propios fines comenzó a formarse en su mente.
—Interesante —murmuró Naruto finalmente, su tono calculador.
Obito lo miró de reojo, notando el brillo frío en los ojos de Naruto. Sabía que estaba siempre un paso adelante, pensando en estrategias y posibles jugadas. Obito decidió no indagar más, consciente de que si Naruto consideraba a Neji como parte de un plan mayor, pronto se sabría.
—¿Qué hay de mi hermano? —preguntó Naruto, su tono frío y directo como siempre.
Obito asintió, tomándose un momento para organizar sus pensamientos antes de responder.
—Para empezar, su vida es una miseria —dijo sin rodeos, observando de reojo a Naruto para ver si alguna emoción cruzaba su rostro. Tal como lo había anticipado, no hubo reacción visible. —El Hokage pudo ocultar la ascendencia por parte de su padre, dejando solo el apellido Uzumaki en el, pero no pudo evitar que se propagara el hecho de que es el Jinchuriki del Nueve Colas. Esa verdad, aunque nunca dicha abiertamente, se ha convertido en un secreto a voces. Como era de esperar, eso ha convertido su vida en un infierno. El Hokage emitió un decreto para evitar que las generaciones mas jóvenes lo supieran, pero no pudo evitar que los padres alejaran a sus hijos de él, lo que ha hecho su vida aún más lamentable.
Naruto siguió caminando, con la mirada fija al frente, sin detenerse ni dar señales de que lo que escuchaba le afectara en lo más mínimo.
—¿Qué más? —preguntó con frialdad, indicando a Obito que continuara.
—El Hokage le otorgó un pequeño apartamento en el barrio rojo de la aldea y le provee mensualmente algunos ingresos y provisiones. Sin embargo, siendo un niño, es obvio que esa situación es miserable —dijo Obito, con una leve pausa para ordenar nuevamente sus pensamientos—. A raíz de esto, ha desarrollado una actitud un tanto... peculiar. Es reservado, pero no antisocial con aquellos que se atreven a acercarse. Aunque, en más de una ocasión, ha intentado llamar la atención. Con el tiempo, eso ha disminuido debido a las constantes reprimendas de los civiles y Shinobis que lo rechazan.
Naruto asintió ligeramente, como si esa información fuera solo una confirmación de lo que ya esperaba.
—¿Y en la academia Shinobi? —continuó el rubio, sin dejar que Obito se desviara del tema.
—No es un prodigio como Neji Hyuga o destaca como el hijo menor del líder del clan Uchiha, pero tampoco es un inútil. Está en un nivel intermedio. A pesar de que muchos padres intentan que sus hijos no se relacionen con él, ha conseguido formar algunas amistades. Es amigo de los herederos de los clanes Nara, Inuzuka, Akimichi, y tiene una relación respetuosa con el heredero Aburame. Incluso parece tener una relación de camaradería con el hijo menor del líder del clan Uchiha, aunque la que más destaca es su amistad con Hanabi Hyuga, la heredera del clan Hyuga.
Esto último captó finalmente la atención de Naruto, quien alzó una ceja, mostrando un leve signo de interés.
—¿Hanabi Hyuga? —repitió, intrigado.
Obito asintió.
—Se conocieron un año antes de entrar a la academia. Desde entonces, a pesar de que Hiashi Hyuga le prohibía a su hija acercarse a Menma, Hanabi siempre encontraba la forma de pasar tiempo con él. Su amistad se ha fortalecido desde que ambos entraron en la academia, hasta el punto de que son prácticamente inseparables dentro de ella.
Naruto permaneció en silencio, procesando esta nueva información. Aunque su semblante permanecía impasible, la relación de su hermano con la heredera Hyuga le resultaba... interesante. Menma, a pesar de su desafortunada situación, parecía haber encontrado lazos que podrían ser útiles o, al menos, ofrecer alguna ventaja en el futuro.
—También Rin... ha tenido algunas interacciones con Menma, Aunque nada de lo que deba preocuparte.
—Era de esperarse —respondió Naruto, sin alterar su paso—. Ambos son Jinchurikis, después de todo.
—Y en cuanto a Danzo —añadió Obito—, no ha intentado poner sus manos sobre él, así que no he intervenido. Por ahora, tu hermano sigue fuera del radar de la Raíz.
Naruto asintió, satisfecho con el reporte. Aunque no mostraba emociones claras, las piezas del tablero comenzaban a moverse en su mente. Neji, Menma, Hanabi, los clanes... Todo esto podría convertirse en una ventaja, si sabía jugar bien sus cartas.
—Bien, sigue vigilándolo de cerca —ordenó Naruto—. Quiero saber cada paso que dé.
Obito asintió, sabiendo que Naruto ya tenía algo en mente para el futuro.
—Por cierto... antes de finalizar mi reporte —dijo Obito, con un tono algo más serio—. Dentro de mi clan ha surgido un nuevo prodigio, uno del cual dicen que no ha aparecido alguien así desde que tú te convertiste en Genin. Itachi Uchiha, el heredero del clan.
Naruto alzó una ceja, mostrando un leve interés.
—¿Te has acercado a él? —preguntó con la misma frialdad de siempre.
—Un par de veces, sí —respondió Obito, asintiendo levemente—. Sin embargo, parece que su lealtad hacia Konoha es absoluta... incluso mayor que la lealtad a su familia y al clan.
Naruto hizo una pausa breve, reflexionando sobre lo que acababa de escuchar.
—Ya veo. Entonces será una pérdida de tiempo acercarse mas a él —sentenció sin más, descartando rápidamente a Itachi de sus posibles planes.
Obito, sin embargo, no había terminado.
—También hay otro prodigio dentro del clan, Shisui del Cuerpo Parpadeante —continuó—. Aunque lo que más destaca en él no es solo su velocidad, sino sus ojos... Trata de mantenerlo en secreto, pero su Mangekyou Sharingan es de lo más sorprendente. Puede controlar la mente de otros sin que se den cuenta.
Naruto se detuvo, sus ojos entrecerrados ante esta nueva información. Un Mangekyou Sharingan con la capacidad de manipular mentes...Eso era algo que no podía ignorar. Ese poder, si llegaba a sus manos o si lograba controlarlo de alguna manera, podría cambiar muchas cosas.
—Interesante... —murmuró, su mente ya trabajando en posibles usos para Shisui y su habilidad—. Vigílalo de cerca, Obito. Quiero saber más sobre este Shisui y su Mangekyou.
Obito asintió, sabiendo que ese poder había captado la atención de Naruto, algo que no ocurría con frecuencia.
—Como desees. Mantendré los ojos puestos en él —respondió, ya planeando su siguiente movimiento.
Naruto, por su parte, continuó caminando, dejando que las sombras de Konoha lo rodearan.
—Madara está muerto —dijo Naruto con frialdad, soltando la revelación sin previo aviso.
Obito abrió los ojos con sorpresa, su mente tardando un momento en procesar lo que acababa de escuchar. Aquella figura legendaria, aquel hombre que lo había rescatado de la muerte, ya no existía.
—Murió hace 7 años —continuó Naruto, su tono carente de emoción—. Zetsu me lo informó. Su viejo cuerpo no pudo soportar más. Aunque nuestros planes siguen en marcha, junto con los que él tenía previstos... Zetsu está recopilando información sobre el resto de los Jinchurikis ahora.
Obito asintió lentamente, todavía conmocionado por la noticia. Aunque sabía que Madara era viejo, nunca había imaginado que realmente caería tan pronto. Recordó aquellos días en que su vida pendía de un hilo y cómo Madara lo había salvado.
Naruto, al ver la reacción de Obito, continuó sin detenerse.
—No te desvíes, Obito. La muerte de Madara no cambia nada. Sus planes, los nuestros, siguen en pie. Zetsu está trabajando para que todo esté listo, y nosotros debemos hacer lo mismo.
—Tienes razón —admitió Obito, su voz volviendo a su tono habitual—. Los planes siguen, y no podemos permitirnos fallar. Mantendré a Konoha bajo vigilancia y continuaré observando a los Uchiha y a tu hermano. También mantendré a Shisui bajo control, como pediste.
—Mantente alerta —advirtió Naruto sin mirarlo—. Si las cosas cambian, actúa en consecuencia.
—Lo haré —respondió Obito, su voz firme.
Y con esas últimas palabras, los dos desaparecieron en la multitud, conscientes de que pronto, el equilibrio de poder en Konoha comenzaría a tambalearse.
Fin del capitulo
Espero les halla gustado.
¿Cuánto le dan del 0 al 10?
Si les gustó los invito a que le den una estrellita o comenten, también los invito a seguirme.
Si quieren aportar alguna idea, solo escríbanla en los comentarios.
Sin más que decir, adiós.
