20 de Julio de 1998
Chris Redfield le indicó al taxista que lo dejará frente al bar Jack's, antes de bajar le pidió al chico que subiera un poco el volumen de la radio para escuchar la parte del noticiero que informaba sobre la desaparición de tres excursionistas en el bosque de Raccoon. La mujer de la radio comunicaba que el jefe de policía Brian Irons había decretado el bloqueo de la carretera rural número 6 en las laderas de las montañas Arklay.
—Es horrible, ¿hasta cuándo la policía va a atrapar a esos malditos infelices? —señaló el joven taxista.
—¿No crees que se trate de una sola persona?
—No me trago el cuento del asesino en serie. Para mí que se trata de una secta, ya hemos tenido de esas aquí antes. Pero la policía de Raccoon es tan inepta que no daría con los responsables ni teniéndolos en frente.
—Probablemente tienes razón —dijo Chris entre risas, aunque no explicó por qué le había hecho gracia aquel comentario. Pagó al chico, le pidió que se quedara con el cambio y salió del auto. Era una cálida noche veraniega pero el cielo nocturno se estaba cargando de una nubosidad que solo podía indicar que una tormenta se avecinaba, lo cuál no era extraño en Raccoon City; la pequeña ciudad montañosa en el Medio Oeste de los Estados Unidos gozaba de un clima tan impredecible como los acontecimientos que se habían suscitado en el último mes en la ciudad.
Chris había vivido prácticamente toda su vida en Raccoon junto a su hermana Claire. Ambos habían presenciado la expansión de esta; la cuál pasó de ser un pueblo en medio de las montañas a una ciudad desarrollada e industrializada. Todo como parte de la campaña de modernización del alcalde electo Michael Warren quien había hecho un trato con Umbrella, la gigante farmacéutica que financió todos los proyectos arquitectónicos, de obras públicas y de transporte del popular alcalde. Sin embargo, la expansión y modernización fueron acompañadas por un aumento en los índices de delincuencia que rebasaban a las autoridades locales. Por suerte para Chris, ciertas cosas se mantenían en la ciudad como un recuerdo, un homenaje a la vieja Raccoon que había conocido en su infancia; tal era el caso del bar Jacks, tan deteriorado como los hombres ya entrados en años que día a día lo frecuentaban sin importar si se trataba de un viernes o un lunes cualquiera.
Al entrar al bar Chris saludó al cantinero con un gesto amable, le pidió una cerveza, luego vislumbró en la última mesa de la esquina a un misterioso hombre rubio, que llevaba gafas de sol puestas y leía el periódico junto a su copa de bourbon a medio terminar y fue en su dirección.
—Llegas tarde —dijo el misterioso hombre sin aparta la vista del periódico.
—Lo siento. El tráfico de la ciudad cada vez es más insoportable —se disculpó Chirs tomando asiento frente al hombre y agradeciendo al cantinero por la cerveza que recién le había traído — ¿Te has enterado? ¿Sobre la desaparición de los tres excursionistas? El jefe Irons ya no puede hacerse de la vista gorda. Wesker tenemos que hacer algo.
Wesker dejó el periódico sobre la mesa y dio un largo trago a su bourbon, luego se quitó los lentes y no hizo más que observar a Chris con su mirada penetrante, como si estuviera intentando leer algo en su rostro. Una costumbre que al más joven siempre le había desagradado del otro.
—¿No vas a decir nada? —agregó Chris un tanto exasperado.
—Por un momento pensé que esta noche no hablaríamos de trabajo —dijo Wesker tan calmo e inexpresivo como de costumbre, pero aquella confesión había hecho que Chris se ruborizara un poco. Wesker era su jefe inmediato, ambos trabajaban para la Unidad de Servicios de Tácticas Especiales y de Rescate o mejor conocida por sus siglas como S.T.A.R.S. La cual era una unidad especializada del departamento de policía de Raccoon, con los mejores y más experimentados elementos. Pero que, por algún motivo, no se habían involucrado en la ola de asesinatos que se habían suscitado a las afueras de la ciudad.
—Entonces, si no es por trabajo ¿por qué me citaste aquí? —cuestionó Chris, quién intentado ocultar su nerviosismo, dio un sorbo a su cerveza y dirigió la mirada hacía la ventana; esta reflejaba las luces neones del bar y se salpicaba con las primeras gotas de lluvia que comenzaban a caer desde el exterior.
—Bueno, sé que este... es tu bar preferido ¿no es así? —señaló Wesker dedicando una rápida e incómoda mirada al lugar. Y aunque Chris realmente conocía muy poco de su jefe, era evidente que aquel no era el tipo de lugares que frecuentaría un sujeto como él.
—Sí —contestó finalmente Chris—. Mi padre venía aquí de vez en cuando a ver los partidos de futbol, el cantinero que era su amigo dejaba que Claire y yo lo acompañáramos. Eso hasta que causamos eso —Chris señaló una esquina junto a los baños que lucía chamuscada y que evidentemente nunca fue reparada. Albert se echó a reír y Chris pensó que esta debía ser la segunda ocasión que escuchaba la risa de Wesker en todo el tiempo que llevaba de conocerlo.
—Así que tú y tu hermana eran unos pequeños delincuentes ¿No es muy cliché que quisieras convertirte en policía? —Esta vez fue turno de Chris de echarse a reír— ¿Y qué hay con ella? ¿Aún son cercanos?
—Vaya que lo somos, después de la muerte de papá, solo nos tuvimos el uno al otro. Ahora ella está estudiando la universidad en California y yo... bueno me he quedado en este hoyo.
—¿Y eso es tan malo? —cuestionó Wesker y tras terminar su bourbon hizo una seña al cantinero para que le trajera otro, también preguntó a Chris si quería otra cerveza y este aceptó.
—No es malo, es solo que... Raccoon no es lo mismo que era antes. Te hubiera encantado en el pasado. Un pintoresco y pacífico pueblo en medio de las montañas, podías venir a pescar al arroyo, acampar en el bosque y olvidarte de todo. Supongo que Umbrella lo arruinó todo.
—Muchos dirían lo contrario.
—Muchos llegaron después, no son realmente de por aquí. No conocerás a nadie que haya crecido en Raccoon que prefiera la sucia monopoli llena de ratas y delincuencia en que se ha convertido gracias a Umbrella.
—Ya veo por qué no eres el favorito del jefe Irons —señaló Wesker dedicando una amplia sonrisa a su compañero.
—Ni menciones a ese viejo. Solo está esperando la menor oportunidad para echarme de los S.T.A.R.S... Pero suficiente de mi ¿Qué hay contigo? —preguntó Chris dando un largo sorbo a su cerveza— ¿Siempre eres así de misterioso?, ¿eso te hace popular con las chicas?
Chris se arrepintió casi al instante de haber dicho aquello, un par de cervezas y la lengua se le había aflojado a tal punto de olvidar que se encontraba frente a un superior. Wesker se limitó a dar otro trago a su copa y sonreír, la lluvia a fuera golpeaba con fuerza la ventana y un aire frío se colaba por la entrada principal pero el ambiente dentro era cálido y acogedor.
—Lo siento jefe —se disculpó Chris avergonzado, no esperaba realmente que Wesker respondiera a su falta de cautela.
—No hay mucho que contar —contestó finalmente —. También perdí a mi familia a temprana edad y dediqué mi vida entera al ejército hasta que decidieron que ya no les servía más. Luego alguien me trajo aquí... a este hoyo como le llamas.
Chris ya sabía todas esas cosas de Wesker, incluso sabía que había ocupado un alto rango en el ejército de los Estados Unidos, también sabía que algo había sucedido y que fue expulsado de ahí. Y poco tiempo después el jefe Irons había pedido su traslado a Raccoon y contratación inmediata como jefe de la Unidad S.T.A.R.S pese a los cuestionamientos de algunos elementos del escuadrón, entre ellos su mejor amiga Jill Valentine. Aun así, las aptitudes estratégicas y de combate de Albert eran innegables.
—Y por cierto no... no gozo de popularidad con las chicas. El trabajo me mantiene ocupado la mayor parte del tiempo. Tampoco es que me encuentre interesado realmente —Eso atrajo la curiosidad de Chris, ¿a qué se refería Wesker con esas últimas palabras?, antes de que pudiera decir algo este lo interrumpió.
— ¿Y qué hay de ti Redfield? He notado que Valentine y tú son bastante... cercanos —Aquello hizo que Chris casi se atragantara con la cerveza.
—No... no... —dijo entre tosidos—. Jill es mi mejor amiga, la conozco de años. Es casi como mi segunda hermana.
—Entiendo, aunque no me sorprendería que Valentine no te vea de la misma manera. Creo que no le caigo bien del todo y me es imposible no pensar que eso se debe a la cercanía que hemos tenido estas últimas semanas —Chris sintió como si la temperatura del lugar se elevara, y creyó pertinente pedir otro trago para poder continuar con aquella charla.
—No es eso, créeme. Es solo que Jill siempre ha sido muy desconfiada de las demás personas. Muchos le han fallado antes, pero dale tiempo y verás lo gentil y buena gente que puede llegar a ser —Chris no se atrevió a confesarle a Wesker que efectivamente Jill tenía una opinión reservada de él y que incluso le había pedido que tuviera precaución cuando estuvieran juntos. Aunque no entendía muy bien porque su amiga le había hecho esa advertencia.
—Entiendo. Pero si no es Valentine, de seguro hay alguna chica especial por ahí... o tal vez un chico. Alguien con ese físico y ese rostro no debe pasar desadvertido en esta ciudad —El semblante de Chris adquirió un rojo casi tan intenso como las luces neon del bar y sin darse cuenta este bebió casi todo el contenido de su cerveza de un solo trago.
—Gracias, pero no... no hay nadie. Como dijiste, el trabajo nos mantiene ocupados —se limitó a decir Chris. Luego hubo un silencio un tanto incómodo solo interrumpido por el incesante caer de la lluvia y la música de Aerosmith que sonaba en la rocola del bar. El resto de la noche transcurrió en una charla banal, aunque no se habló más de trabajo, tal y como lo había solicitado Wesker, Chris le hizo saber en varias ocasiones su preocupación por lo que estaba sucediendo en su ciudad natal. Hablaron sobre lo bueno y lo malo de vivir en Raccoon y Chris contó algunas anécdotas de su juventud. Las botellas de cerveza y las copas de bourbon se fueron consumiendo hasta que una bien conocida sensación de mareo comenzó a apoderarse del más joven, Wesker por su parte se mantenía impoluto y la lluvia en el exterior parecía aminorar.
—Por cierto, te vi el otro día en los vestidores de la oficina —comentó de la nada Wesker. Chris quien no estaba tan borracho aun, intentó mantener la calma y fingió demencia.
—No entiendo, ¿a qué te refieres? —Para sorpresa de Chris, el hombre rubio posó una mano sobre su brazo y fue como si el cálido tacto generara chispas al instante y estas a su vez hicieran latir su corazón a más velocidad, entonces se percató de que Wesker le sonreía maliciosamente
—No eres tan discreto como crees Redfield.
Wesker retiró su mano y tras comprobar que nadie más los observaba se levantó ligeramente del asiento y susurró muy cerca al oído de Chris: "No es de buena educación espiar a tu jefe mientras se cambia". Después se enderezó, sacó varios dólares de su billetera y los coloco sobre la mesa.
—Yo invito esta vez Redfield. Gracias por la charla, siempre es un placer pasar tiempo contigo —Y sin decir más se colocó las gafas oscuras y salió del bar sin preocuparse por la fina lluvia que caía afuera. Chris se quedó sentado en el mismo lugar estupefacto pensando qué demonios había sucedido.
