El cuarto progenitor
Era el turno de Ruby para hacer la guardia esa noche. Mientras sus compañeros descansaban, ella se mantenía despierta, con los ojos vigilantes en la oscuridad. A pesar de la calma exterior, su mente estaba lejos de estar tranquila. El peso de los eventos recientes la perseguía constantemente, llenándola de una tristeza silenciosa que no podía expresar con facilidad. Habían pasado muchas cosas en poco tiempo, y Ruby sentía que no podía escapar de las sombras de sus fracasos. En especial, uno de esos pensamientos la atormentaba más que cualquier otro: haber dejado a Jaune a su suerte, enterrado bajo la bóveda de Haven.
Ella podía ver como todos descansaban, pero Ruby no compartía ese sentimiento de tranquilidad. Aunque su cuerpo también pedía descanso, su mente estaba lejos de poder relajarse. Ella había asumido el turno de guardia esa noche, algo que de por sí requería mantenerse alerta, pero había más en juego. Había algo en su interior que no la dejaba estar en paz. Mientras sus compañeros descansaban, ella permanecía de pie, cerca de la ventana, con la mirada fija en el paisaje nevado que se extendía más allá de las ruinas de la casa.
El viento azotaba la nieve contra las paredes exteriores de la casa, creando un sonido constante, como si la propia naturaleza estuviera inquieta. Ruby se abrazó a sí misma, no solo por el frío, sino por el peso invisible que sentía sobre sus hombros. Aunque intentaba concentrarse en su tarea de vigilar, su mente seguía volviendo una y otra vez a un pensamiento que no podía apartar de su cabeza.
Jaune.
El solo nombre la hacía estremecer, "¿Cómo pude dejarlo?", se repetía una y otra vez, como una pregunta sin respuesta que le carcomía, aun sabiendo que el estaría bien, el solo echo de dejarlo era una espina en su corazon.
Las imágenes de la batalla en Haven seguían frescas en su memoria. La furia y el caos de ese día, las explosiones, los gritos, el choque de armas. Habían luchado con todo lo que tenían, pero aún así, había terminado en desastre. Cinder y sus lacayos habían sido demasiado fuertes, y aunque Ruby había intentado dar lo mejor de sí, no había sido suficiente. Recordaba vívidamente el momento en que Jaune desaparecido dejándola a cargo, y luego cómo su corazón se había hundido en su pecho cuando se dio cuenta de que no podía hacer nada para ayudarlo. No era solo el hecho de que lo habían dejado atrás, era el profundo sentimiento de impotencia que la corroía.
"Soy un fracaso", pensaba Ruby mientras el viento seguía susurrando en el exterior. "Como líder, como amiga, como todo." Las palabras de Jaune, pidiéndole que tomara el liderazgo de su equipo, resonaban en su mente, pero ahora no podía entender por qué él había creído que era capaz de asumir tal responsabilidad. Ruby no se sentía digna de ese título, y menos después de todo lo que había sucedido. "Si no pude apoyar a Jaune, ¿cómo puedo proteger a los demás?", se preguntaba con una mezcla de desesperación y autocompasión.
Mientras se sumía en sus pensamientos, apenas notó un ruido leve que rompió el silencio de la noche. Fue un sonido suave, pero suficiente para sacarla de su ensimismamiento. Ruby se tensó de inmediato, sus sentidos alertas. Sus ojos recorrieron la habitación, pero todos seguían profundamente dormidos, ajenos a lo que ella acababa de percibir. El sonido había venido de algún lugar dentro de la casa, eso era seguro. Aunque era sutil, algo en su interior le decía que no debía ignorarlo.
"¿Qué habrá sido eso?", pensó Ruby mientras daba un último vistazo a sus compañeros, asegurándose de que ninguno de ellos se hubiera despertado. Decidida a no alarmar a nadie, y queriendo asegurarse de que no fuera nada peligroso, Ruby decidió investigar por su cuenta. Sin hacer ruido, se alejó de la ventana y comenzó a moverse con sigilo a través de la casa.
El lugar era más grande de lo que había parecido al principio. Aunque en su mayoría estaba en ruinas, había habitaciones que aún se mantenían en pie, aunque llenas de escombros y muebles rotos. Ruby avanzaba con cuidado, tratando de no hacer ruido, mientras su mente trataba de concentrarse en su tarea. El frío era aún más intenso en el interior de la casa, pero ella apenas lo sentía. Estaba enfocada en encontrar el origen del sonido.
Finalmente, llegó a una puerta en la esquina de una de las habitaciones. Era una puerta antigua, de madera oscura, y tenía un aspecto mucho más robusto que el resto de la casa, como si hubiera sido reforzada para proteger lo que había detrás de ella. Ruby sintió un escalofrío recorriendo su espalda mientras miraba la puerta. Había algo inquietante en esa parte de la casa, algo que no podía explicar. Pero estaba decidida. Lentamente, abrió la puerta, que crujió bajo el peso de sus años de abandono.
Del otro lado de la puerta se encontraba una escalera que descendía hacia la oscuridad. Era un sótano. El aire allí era aún más frío y denso, y una humedad extraña impregnaba el ambiente. Ruby encendió su pergamino, usando su luz como linterna, y comenzó a bajar las escaleras con cuidado, paso a paso, mientras su corazón latía con fuerza en su pecho.
Cuando llegó al fondo, se encontró en un espacio amplio, pero completamente oscuro. La luz de su pergamino apenas iluminaba unos pocos metros delante de ella, y las sombras parecían moverse con vida propia en las esquinas. Ruby continuó avanzando, explorando el lugar en busca de la fuente del ruido que había escuchado. Sin embargo, lo que encontró fue algo mucho más perturbador.
En la penumbra del sótano, Ruby se topó con un nido de Grimms espectrales. Al principio, sus ojos no lograban distinguir con claridad qué era aquello que se movía en las sombras, pero a medida que su vista se acostumbraba a la oscuridad y la luz del pergamino proyectaba un débil resplandor sobre las criaturas, la realidad golpeó su mente como un mazo. Eran Grimms, pero no los típicos que había enfrentado antes. Estos Grimms eran distintos, casi incorpóreos, envueltos en una especie de niebla oscura que parecía formar figuras amorfas y que se movían en silencio absoluto, como si estuvieran esperando algo. La sensación de frío en el aire se intensificó, y Ruby sintió un escalofrío recorriendo su espalda.
El nido de Grimms espectrales se agrupaba en un rincón oscuro del sótano, como una masa de sombras pulsantes que flotaban en el aire. Se movían lentamente, como si estuvieran atrapados en algún tipo de estado de latencia, pero Ruby podía sentir la poderosa y aterradora energía que emanaba de ellos. No eran Grimms comunes, de eso estaba segura. Algo en ellos la hacía sentir mucho más vulnerable, mucho más expuesta que en cualquier otra batalla que hubiera enfrentado antes. Aunque los Grimms tradicionales atacaban con fuerza bruta, estos parecían tener un propósito diferente. No necesitaban abalanzarse sobre ella para causar daño, pues su mera presencia ya estaba afectando su mente.
De repente, una oleada de pensamientos deprimentes e intrusivos comenzó a llenar su mente. Era como si los Grimms estuvieran alimentándose de sus emociones, exacerbando sus inseguridades y su tristeza. Todos los pensamientos oscuros que había estado reprimiendo, toda la culpa, el dolor y la desesperación, emergieron de golpe, golpeando su conciencia con una fuerza implacable. "No soy suficiente", pensó Ruby, mientras su mente se nublaba y sus piernas comenzaban a temblar. "Nunca lo seré. Jaune confió en mí y yo lo dejé a su suerte. No puedo proteger a nadie". Cada pensamiento se volvía más pesado, más difícil de resistir.
Su vista comenzó a nublarse, y el cansancio que había estado acumulando durante estos pocos pero intensos días de lucha ahora la invadía por completo. Sus párpados se sentían pesados, como si llevaran el peso del mundo sobre ellos. Ruby se tambaleó, su cuerpo cediendo ante la fuerza invisible que los Grimms ejercían sobre su mente. Apenas podía mantenerse de pie, y por un breve momento, todo lo que deseaba era dejarse caer y dormir. El sótano comenzó a girar a su alrededor, y su respiración se volvió errática.
"No puedo... seguir así...", murmuró débilmente, pero sus palabras apenas eran audibles, incluso para ella misma. Su visión se volvió borrosa, y todo a su alrededor parecía desvanecerse en la oscuridad. Justo cuando parecía que caería en un estado de depresión profunda y un sueño inducido por los Grimms, una mano cálida se posó sobre su hombro, firme y protectora.
Ruby giró la cabeza, su mente todavía luchando por entender lo que estaba ocurriendo. Delante de ella, como surgida de las sombras, estaba Pyrrha. Sin embargo, algo en Pyrrha no era del todo normal. Sus ojos, que normalmente brillaban con un tono verde esmeralda, ahora estaban teñidos de un rojo rasgado, profundo e intenso. La luz del pergamino apenas alcanzaba a iluminar su rostro, pero Ruby pudo ver la firmeza en su mirada. Pyrrha no parecía sorprendida, ni preocupada. En su rostro había una expresión serena, casi como si supiera exactamente lo que estaba ocurriendo.
"No puedes dejarte influenciar por estos Grimms", dijo Pyrrha con una voz tranquila pero decidida, mientras mantenía su mano firmemente sobre el hombro de Ruby. "Son criaturas que se alimentan de la desesperación, de los miedos y las inseguridades. Quieren que caigas en su trampa, que te rindas, pero no puedes permitirlo".
Ruby intentó responder, pero las palabras se le escapaban. Estaba agotada, tanto física como mentalmente. Todo lo que había ocurrido en los últimos meses, desde la traición de Cinder hasta las revelaciones de Jaune, se sentía demasiado abrumador. Era como si todas esas emociones reprimidas estuvieran volviendo con una fuerza incontrolable. Pero Pyrrha estaba allí, como un ancla en medio de la tormenta, y sus palabras comenzaron a abrirse paso a través de la neblina que los Grimms habían tejido alrededor de su mente.
Ruby cerró los ojos por un momento, tratando de respirar profundamente y aclarar sus pensamientos. Sabía que Pyrrha tenía razón. Esto no era solo su tristeza o su culpa; era una influencia externa, algo que estaba siendo amplificado por los Grimms. Sin embargo, también sabía que no podía permitir que esos sentimientos la controlaran. No podía dejar que los Grimms ganaran. No cuando Jaune había depositado tanta confianza en ella. No cuando su equipo la necesitaba.
"Jaune... confió en mí", pensó Ruby, mientras una chispa de determinación comenzaba a encenderse dentro de ella. Recordó la expresión de Jaune cuando le pidió que tomara el liderazgo. En ese momento, ella no había entendido por qué él había confiado tanto en ella. Pero ahora, poco a poco, empezaba a ver que tal vez había algo en ella que Jaune había visto, algo que ella misma no era capaz de reconocer en ese momento.
Ruby abrió los ojos nuevamente, y aunque sus piernas seguían temblando por el cansancio y el peso emocional, logró mantenerse firme. Miró a Pyrrha, quien la observaba con una leve sonrisa, como si ya supiera que Ruby encontraría la fuerza para luchar.
"No puedo rendirme", murmuró Ruby para sí misma, su voz ganando fuerza con cada palabra. "No puedo fallarles. No puedo fallarle a Jaune".
Con ese pensamiento en mente, Ruby sintió cómo su determinación se fortalecía. La neblina mental que la había estado envolviendo comenzó a disiparse, y la influencia de los Grimms sobre su mente comenzó a debilitarse. Sabía lo que tenía que hacer. Tenía que luchar, no solo contra los Grimms, sino contra las sombras que habían estado acechándola desde dentro.
Con un último esfuerzo, Ruby sintió algo más. Algo que había estado con ella desde que era una niña pero que de lo que nunca fue particularmente consiente: el poder de sus ojos, el don que había heredado de su madre. Era un poder que no conocía de nada, pero extrañamente, se sentía muy familiar.
Respirando hondo, Ruby sintió ese poder sin nombre, sintiendo cómo una energía cálida y brillante comenzaba a fluir desde lo más profundo de su ser. Sus ojos, que habían estado pesados y cansados, comenzaron a brillar con un resplandor plateado. Al principio, la luz era tenue, pero a medida que Ruby se enfocaba en su determinación, en sus recuerdos de Jaune y en la promesa que le había hecho a su equipo, esa luz se hizo más fuerte, iluminando todo a su alrededor.
Los Grimms, que hasta ese momento habían permanecido en las sombras, comenzaron a moverse inquietos. Era como si sintieran el poder que emanaba de Ruby, como si supieran que algo estaba por suceder. Y entonces, con un destello cegador, los ojos de Ruby se encendieron por completo, liberando una explosión de luz pura.
El resplandor llenó todo el sótano, expulsando las sombras y alcanzando a los Grimms espectrales. Las criaturas, que se habían alimentado de la desesperación y la tristeza de Ruby, no pudieron resistir la fuerza de su luz. Uno a uno, comenzaron a petrificarse, sus formas espectrales se solidificaron en piedra, atrapadas en un último instante de horror antes de quedar completamente inmóviles.
Cuando la luz finalmente se desvaneció, el sótano quedó en completo silencio. Los Grimms habían sido derrotados, convertidos en estatuas de piedra, y la opresión que había llenado el lugar se disipó por completo. Ruby, agotada pero triunfante, cayó de rodillas al suelo, respirando con dificultad. Había usado todo el poder que tenía en su interior, pero lo había logrado. Había vencido, no solo a los Grimms, sino a los demonios que habían estado atormentándola desde dentro.
Pyrrha se arrodilló a su lado muy sorprendida pero también muy feliz, colocando una mano en su espalda, como un gesto de consuelo. "Sabía que lo lograrías", dijo suavemente, su voz llena de orgullo.
Ruby levantó la vista, todavía jadeando, pero con una pequeña sonrisa en su rostro. "Gracias", murmuró, sintiendo una extraña paz que no había experimentado en mucho tiempo.
Ambas quedaron en silencio por un momento, contemplando las estatuas de los Grimms a su alrededor, aún sorprendidas por lo que había ocurrido.
Ruby se dejó caer contra una pared del sótano, exhausta por la intensidad del combate mental y emocional que acababa de librar. Aun cuando el peligro inmediato había sido neutralizado, su mente seguía dando vueltas en torno a lo que acababa de suceder. El resplandor de sus ojos plateados había desaparecido, y con ello, el sótano parecía haberse oscurecido nuevamente, aunque esta vez no con una amenaza tangible, sino con los ecos de sus propios pensamientos.
"¿Cómo es posible que haya echo eso?", pensaba Ruby mientras intentaba recuperar el aliento. No entendía del todo lo que había hecho. Sus ojos y ese poder extraño. Nunca había sentido emerger antes nada igual. Sin embargo, en esa oscuridad, frente a esos Grimms espectrales que se alimentaban de su desesperación, algo dentro de ella había cambiado. Había logrado canalizar esa extraña luz de una manera que ni siquiera sabía que era capaz. Quizás Jaune y Pyrrha habían visto en ella algo que ni ella misma comprendía.
Pyrrha, quien seguía a su lado, observaba las estatuas de los Grimms petrificados. Sus ojos rojos brillaban con una intensidad extraña en la penumbra del sótano, pero en su rostro no había ninguna emoción oscura. Al contrario, había una especie de serenidad, una paz que contrastaba con el caos que acababan de enfrentar.
"Siempre tuve fe en ti", dijo Pyrrha, rompiendo el silencio con una voz suave y calmada. Ruby giró su cabeza para mirarla, sorprendida por las palabras. "Incluso cuando no podías ver tu propio valor, los demás lo veíamos claramente. Sabíamos que, llegado el momento, ibas a ser capaz de cosas increíbles. Y eso... eso ah superado aun mas mis expectativas."
Las palabras de Pyrrha eran reconfortantes, pero Ruby no podía evitar sentir que había algo más detrás de ellas. Algo más profundo, que no terminaba de entender. "Pero... ¿por qué?", preguntó Ruby, su voz cargada de confusión y fatiga. "¿Cómo supiste que estaba en peligro? Y... tus ojos... ¿Por qué están así?"
Pyrrha guardó silencio por un momento, como si estuviera buscando las palabras adecuadas para responder. Finalmente, suspiró y se inclinó un poco hacia adelante, fijando su mirada en las estatuas de piedra. "Hay cosas que ni yo misma comprendo completamente, Ruby", admitió con sinceridad. "Desde que... desde que peleamos con ese escorpión, algo ah cambiado en mi, estoy segura que tiene que ver con Jaune, pero todavía no sabemos bien que es lo que esta pasando."
Ruby asintió lentamente, tratando de asimilar todo lo que Pyrrha le estaba diciendo. Había tantas preguntas sin respuesta, tantas cosas que no entendía y todas volvían a la misma persona, Jaune. Pero algo dentro de ella le decía que, de alguna manera, todo encajaba. Pyrrha había sido siempre una fuente de fuerza y sabiduría para todos los que la conocían no seria extraño que Jaune hubiese echo algo con ella, aun si no sabían que era.
Pyrrha la observó con ternura y le apretó suavemente el hombro. "Siempre creeré en ti, Ruby", dijo con una voz cálida. "Recuerda eso cuando las cosas se pongan difíciles."
Entonces los ojos de Pyrrha volvieron a su color natural mientras ella asentía para si misma, dejando el hombro de Ruby. Ruby respiró profundamente, mirando a su alrededor. Las estatuas de los Grimms espectrales seguían allí, un recordatorio tangible de la lucha que acababa de librar. Pero ahora, sentía una nueva fuerza dentro de ella, una determinación que no había sentido antes.
Ruby se levantó lentamente, sintiendo el peso del cansancio en sus músculos, pero su mente estaba clara. Sabía que había más batallas por delante, más peligros que enfrentar. Pero esta vez, lo haría con la certeza de que no estaba sola, y de que siempre habría quienes creían en ella, incluso en los momentos más oscuros.
Y aun mas impórtate, ella quería, no , necesitaba ver a Jaune, había algo importante que tenia que decirle, pero eso podría esperar por ahora, todavía necesitaban llegar a una ciudad antes de poder hacer cualquier otra cosa.
Con ese pensamiento en mente, Ruby comenzó a subir las escaleras del sótano con Pyrrha a sus espaldas. Cuando llegaton a la parte superior, se encontró con la vista del resto de la casa, en completo silencio. Afuera, la tormenta de nieve seguía rugiendo, pero dentro de la casa, todo estaba en calma. Ruby miró hacia el lugar donde sus amigos dormían, todavía ajenos a lo que había sucedido en el sótano.
Sabía que tendría que en algún momento debería contarles lo ocurrido, pero por ahora, todo lo que quería era un momento de paz, de reflexión. Se acercó a la ventana y observó cómo los copos de nieve caían lentamente, cubriendo el paisaje con un manto blanco. Su mente volvió a Jaune, a todo lo que habían pasado juntos, y aunque el dolor seguía presente, también había una nueva sensación en su interior: esperanza y expectación ante su futura reunion.
"Prometí protegerlos", susurró Ruby, recordando las palabras de Jaune antes de que todo se desmoronara en Haven. "Y no voy a fallarles."
Con ese pensamiento, Ruby sintió cómo el cansancio comenzaba a pesarle nuevamente. Sabía que tendría que descansar si quería estar lista para lo que vendría. Pero antes de hacerlo, miró hacia el horizonte nevado y dejó que una pequeña sonrisa se dibujara en sus labios. Porque, por primera vez en mucho tiempo, sentía que podía enfrentar lo que sea que el destino le pusiera por delante.
Y así, con una determinación renovada, Ruby se preparó para el siguiente desafío. Porque sabía que el verdadero liderazgo no significaba no cometer errores, sino aprender de ellos y seguir adelante, incluso en los momentos más oscuros.
Otro capitulo y wow, estoy en racho, en fin aquí termina el minio arco de el equipo sin Jaune y vemos un poco del crecimiento de Rubí, lo cual se desarrollara aun mas en un futuro no tan lejano.
Entonces en el próximo capitulo, sabremos que paso con Jaune después del derrumbe y de jeje su propio desarrollo de personaje en la nueva saga antes de su Reunión.
en fin espero que les haya gustado.
Nos vemos la próxima...
