La tarde continuó para los demás chicos. Carlos estaba entrenando junto a Chico, o mejor dicho, jugando. Cassius, por su parte, estudiaba en la biblioteca con Apple. Mal y Eve habían regresado a sus dormitorios, donde cada una se concentraba en sus pasatiempos: Mal garabateaba bocetos en su cuaderno, mientras Eve trabajaba en nuevos vestidos con su máquina de coser. En medio de sus hobbies, Jane se unió a ellas después de haber hablado con su madre, llegando al cuarto de Mal para contarle lo sucedido.
—Mamá dijo, y cito: "Si un chico no ve tu belleza interna, entonces no vale la pena" —imitó Jane, suspirando derrotada—. ¿No es cruel? ¿En qué mundo vive?
—En Auradon —respondió Mal, sarcástica, sin despegar la vista de su cuaderno.
—Oye, Mal —dijo Eve llamando su atención—. ¿Te gusta? —preguntó emocionada, mostrando el nuevo vestido en el que trabajaba.
—Sí, claro —respondió Mal desinteresada—. Resalta tus ojos.
—Ya lo sé —comentó Eve satisfecha, volviendo a su trabajo.
Jane, por su parte, volvió a soltar un suspiro antes de confesar lo que la atormentaba.
—Jamás tendré novio —dijo Jane, recostándose en la cama, derrotada.
—Por favor, Jane —intervino Mal, llamando la atención de la chica—. Los novios están sobrevalorados, no sirven de nada.
—Vaya, ¿puedo saber quién te dijo eso, Mal? —preguntó Eve, dejando su trabajo para apoyar la cabeza en su mano, mirándola con diversión—. Tú jamás has tenido uno.
—Porque no necesito un novio, Eve —respondió Mal, devolviéndole la mirada—. Solo perdería el tiempo.
—¿Tiempo? ¡La entrega! —exclamó Eve, preocupada, mientras se levantaba rápidamente—. ¡Olvidé por completo hacer la tarea de Chad! ¡Ay, no, no, no! —se lamentaba mientras buscaba la mochila del chico para cumplir los deberes.
—Sí, eso es exactamente de lo que hablo —dijo Mal, sintiéndose victoriosa en su afirmación.
El ambiente fue interrumpido por un toque en la puerta. Una compañera de la academia, sonriente y animada, entró en el dormitorio de las chicas. Al estar frente a ellas, llamó su atención con una presentación entusiasta:
—¡Hola chicas! Soy Fa Looney —dijo, mirando a las dos villanas, quienes no mostraban mucho interés—. Mi mamá es Fa Mulán —agregó, esperando generar alguna reacción, pero lo más cercano fue Eve lanzando la mochila al suelo para sacar un cuaderno—. ¿No? Bueno, como mar... Mal —dijo, dirigiéndose a ella—. Me encantó lo que hiciste con el cabello de Jane. Sé que eres de la Isla... —esto provocó una sonrisa en Mal—... y también sé que nos odian a la mayoría. Bueno, estaba pensando... ¿podrías hacer lo mismo con el mío, por favor?
—Bueno, primero déjame saber, ¿por qué crees que haría eso por ti? —preguntó Mal, irónica.
—Te pagaré 50 dólares —respondió Looney, levantando una bolsa con dinero, lo que de inmediato captó la atención de Eve.
—Acepto —dijo Eve, tomando la bolsa y comenzando a analizar el cabello de la chica—. Bueno, yo diría sin flequillos, tal vez algunas capas, con algunos reflejos.
—Sí, sí, exacto. Lo quiero alucinante —decía Looney con entusiasmo—. Como el de Mal.
—¿En serio? ¿Con puntas abiertas? —bromeó Eve, lo cual no fue del agrado de Mal. Eve le señaló la bolsa de dinero, haciendo que Mal, irritada, se resignara a atender la petición de la hija de Mulán.
—Está bien —dijo Mal, levantándose para tomar su libro de hechizos y hojear las páginas—. Voy a reemplazar el cabello antiguo por uno bello y nuevo —recitó. Sus ojos brillaron con un verde mágico, al igual que su dedo, mientras lo movía en varias direcciones. Casi al instante, el cabello moreno de Looney pasó de un corte tradicional con flequillo a una melena larga con rizos castaños. Looney se miró al espejo, sorprendida.
—Lo sé, lo sé —dijo Eve, dando a entender que comprendía lo que pensaba la chica—. Es igual que una mala peluca. Creo que si te lo cortamos en capas...
—No, no, no, me fascina —dijo Looney, emocionada con el resultado.
—¿En serio? —preguntó Eve, incrédula.
—Es que... —dijo Looney mientras se miraba al espejo, como si su nuevo estilo necesitara algo más. Luego revisó su falda y decidió hacerle un corte de un lado para darle más libertad y que no fuera tan recta—. Ahora sí estoy a la moda —dijo, sonriendo con satisfacción.
—Sí, claro —dijo Mal, con una sonrisa divertida.
Jane se acercó al espejo para imitar la acción de Looney, sorprendida por lo que veía, al punto de que no podía creérselo.
—¡Ay, por dios! ¿Por qué lo hice? Mamá va a castigarme —dijo Jane, preocupada, mientras el resto de las chicas sonreían.
—Al contrario —dijo Mal, colocándose detrás de ella y tomándola de los hombros para que siguiera viéndose en el espejo—. Ahora, sin duda, llamarás la atención de todos.
Mientras las chicas admiraban los nuevos estilos de las hijas de las princesas del reino, en el campo de juego, Jay tuvo una conversación con el entrenador. El hombre había estado enseñándole las reglas del juego, pero por más que se las repitiera, Jay no logró captar la parte más esencial: el trabajo en equipo. El chico siempre buscaba sobresalir y ser mejor que el resto, lo cual estaba bien, pero no cuando faltaba el enfoque adecuado.
—Jay, te sé honesto. Eres un chico rudo y muy talentoso, lo cual es bueno, dado que la mayoría en el equipo son príncipes, si sabes a lo que me refiero.
—Lo sé, todo el día he estado escuchando: "¡Oh, lo siento amigo!", "¡Oh, te paso a llevar!" —dijo Jay con tono burlón, lo que hizo reír al entrenador—. En mi isla, te dicen: "Prepárate para decir adiós, tonto" —mientras tiraba el manual de instrucciones en una de las gradas y decía en voz alta—. Como dice mi padre: "La única forma de ganar es que los otros pierden. Si les quitas..." —pero el entrenador lo interrumpió.
—Jay, Jay, mira, lo que necesitas entender es cómo funciona un equipo —dijo el entrenador, calmando al chico—. Bien, veamos, es como una familia.
—No te gustaría estar en mi casa a la hora de comer —dijo Jay, mostrando cierta hostilidad.
—Bien, probemos otra cosa. Sabes que una armadura se compone de diferentes partes —dijo el entrenador, captando la atención de Jay—. Cada una de las piezas ayuda a ejecutar la misión primordial, que es proteger al portador. Juntas, lo hacen a la perfección, pero si falta una, esta tarea se vuelve inútil y el portador queda desprotegido. Tú formas parte de esas piezas y necesitas contar con el resto, no solo ser tú.
Jay lo pensó un momento y luego me sentí decepcionado.
—Puedo ser el puño —dijo, divertido ante la metáfora.
—Lo que quiero decir es que eres talentoso, pero ese talento no servirá de nada si juegas solo —dijo el entrenador, desenfundando una camiseta—. Pero cuando lo comprendas, sabré que tomó la decisión correcta y brillarás como nunca —añadió, mostrándole una camiseta del equipo con su nombre y el número 8.
Jay se emocionó tanto con la camiseta del equipo que se la puso al instante y corrió hacia el cuarto de Mal y Eve, donde todos se reunirían al final del día para conversar.
Cuando Jay entró, lo hizo triunfante, mostrando su camiseta y llamando la atención de todos. Carlos lo acompañó con sonidos de victoria, y luego se acercó a Mal para preguntar:
—Entonces, ¿cómo va la cosa?
—Hablé con Jane y logré ganarme su confianza con un cambio de estilo —respondió Mal, hojeando su libro de hechizos.
—Jane ¿te llevará a la varita? —preguntó Jay.
—No lo sé. ¿Crees que estaría revisando cada hechizo de este libro si no hubiera fallado en eso? —dijo Mal, irritada al ver que no avanzaban.
—Alguien parece haber amanecido de mal humor —comentó Carlos, acariciando a Chico—. Aunque debo decir que Jane luce realmente bien.
—¡Mi madre cuenta conmigo! —gritó Mal—. Así que no la voy a engañar, ¡no puedo! —agregó, dándole un ligero golpe a Carlos.
—Vamos, chicos, podemos hacerlo —dijo Jay, grabando las palabras del entrenador—. Solo tenemos que mantenernos unidos en esto.
—Y no regresaremos hasta lograrlo —añadió Mal, decidida—. ¿Somos malos?
—De corazón —respondieron los demás al unísono, aunque sin mucho entusiasmo.
—Cierto, el Hada Madrina usará la varita en el baile, durante la ceremonia en honor a Ben como el próximo rey tras su graduación —dijo Evie, captando la atención de Mal—. ¡Horrible! ¡No tengo nada que ponerme! —El comentario dejó a Mal incrédula por no haberlo mencionado antes. Estaba a punto de reprochárselo cuando alguien llamó a la puerta, interrumpiéndola.
—Un segundo —dijo Mal, aún irritada, antes de abrir la puerta. Se encontró con Ben.
—¿Qué tal, Mal? —saludó nervioso Ben—. No los he visto en lo que queda del día, así que me preguntaba si necesitaba algo.
—No que yo sepa —respondió Mal, mirando al resto para confirmar, y todos negaron con la cabeza.
—Genial, espero que hayan tenido un buen día. Ya saben, si necesitan algo, pueden hablar conmigo —dijo Ben, mientras se preparaba para irse.
—Espera —lo detuvo Mal—. Escuché que hay un baile pronto. ¿Nos invitarán? —preguntó, curioso.
—Sí, el baile de mi proclamación. Todos están invitados. Habrá buena música, comida, fotos de recuerdo, y todo comenzará cuando el Hada Madrina use su varita para bendecir mi herencia como futuro rey, tras graduarme —explicó Ben, tratando de entusiasmar a los chicos.
—Bueno, ¿hay alguna posibilidad de que estemos cerca del Hada Madrina para que nos pegue algo de bondad y esas cosas? —preguntó Mal con tono sarcástico.
—Ojalá pudiera hacerlo —respondió Ben, decepcionado—. Los lugares cercanos están reservados para mi familia y mi... novia.
—¿Tu novia? —preguntó Mal, con una pizca de sorpresa.
—Sí, lo siento —dijo Ben.
Mal reflexionó por un momento y de repente se le ocurrió una idea. —De acuerdo, que tengas un buen día —dijo, sonriendo mientras cerraba la puerta.
—No, espera... pero hay otros lugares... —comenzó a decir Ben, resignado al ver cómo la puerta se cerraba frente a él.
Dentro de la habitación, Mal estaba a punto de compartir su nuevo plan con los demás, pero algo la detuvo al recordar la hora. —Un momento, ¿alguien ha visto a Cassius? —preguntó—. Ya pasó la hora acordada y no ha aparecido.
—Bueno, estuvimos juntos en el entrenamiento, y después se fue a los vestidores. Ahí fue la última vez que lo vimos —dijo Carlos.
—Sí, Mal y yo lo vimos por un rato en los casilleros después de la clase del Hada Madrina. Yo me fui después y se quedó con Mal —dijo Evie.
—Sí, estuvo conmigo un rato, luego Ben vino a hablarme y... —Mal se detuvo al comprender que Ben fue la última persona que lo vio. Rápidamente abrió la puerta y miró hacia ambos lados del pasillo, divisando a Ben. —¡Ben, espera, vuelve! —gritó Mal. Ben se acercó rápidamente a la habitación, entrando para unirse al grupo.
—Chicos, de verdad, lamento que no puedan estar cerca en la ceremonia, pero les prometo que es solo una aburrida formalidad. Se divertirán mucho más en el baile, lo prometo —dijo Ben, intentando animarlos.
—Relájate, Ben, no es por eso que te llamé —respondió Mal, con una sonrisa irónica—. No hay problema con los lugares. Tu baile suena bien, pero hay algo más que necesito saber.
—Oh, qué alivio. Entonces, ¿qué necesitas? —preguntó Ben.
—Tú fuiste el último que vio a mi hermano. Quedamos en reunirnos aquí, pero no ha aparecido. ¿Sabes dónde pudo haber ido? —preguntó Mal, su tono más serio.
— ¿Casi? —dijo Ben, grabando—. Sí, hablamos un rato después de que te fuiste. Se me ocurrió una idea para compensar que no quedara en el equipo, así que lo llevé a la biblioteca de la academia y lo nombré guardián de ella por un día. Todavía espero su respuesta para ver si acepta el cargo —dijo Ben, sonriendo.
—Biblioteca? ¿Un lugar lleno de libros? —preguntó Mal, a lo que Ben ascendió.
—Fabuloso —comentó Jay con ironía.
—Oficialmente lo hemos perdido —dijo Carlos con resignación.
—Era tan joven, tan guapo... Ahora su rostro quedará pegado en esas páginas para siempre —añadió Evie, con el mismo tono sarcástico que Jay.
— ¿Pasa algo? —preguntó Ben, confundido.
—Sí, claro que pasa algo, Ben —dijo Mal, burlona y algo molesta—. Ya de por sí era difícil que soltara ese libro que lleva a todas partes, y tú le lanzas encima un edificio lleno de ellos. Para cuando vuelva en sí, tendrá una barba más larga que la de Merlín —dijo Mal, dándose la vuelta.
—Creo que exageran un poco —dijo Ben—. Vamos, los llevaré con él. Síganme, les daré el tour que no pude darles al inicio.
Ben les pidió a los chicos que lo siguieran, conduciéndolos hacia la biblioteca donde Cassius se encontraba como nuevo guardián. Durante el trayecto, Ben lanzó miradas de reojo a Mal, recordando lo que Cassius le había mencionado sobre cómo llevarse mejor con ella.
—Entonces, escuché que le hiciste un cambio de look a varias chicas —dijo Ben, llamando la atención de Mal.
—No fue nada. Solo lo hice por el dinero. Cada una me pagaba 50 dólares, y Evie necesitaba más material para sus vestidos —respondió Mal, sin mirarlo.
—Debiste cobrar el doble —dijo Ben, llamando la atención de Mal—. Eres la única en el mercado que puede ofrecerles el estilo que deseas. No hubieran dudado en pagarte más por ello. De hecho, apuesto a que lo harían aún más sabiendo que serían las únicas con cabellos tradicionales y nada llamativos.
—Guau, mira nada más al futuro rey, tienes mente de tiburón —dijo Mal, divertida por el comentario.
—Sí, bueno, tengo que saber cómo administrar el reino si algún día voy a gobernarlo —dijo Ben, riendo y mirando a Eve. Esto hizo que recordara lo que le dijo Audrey—. Lamento mucho lo que Audrey le dijo a Eve, no debía hacerlo.
—Déjalo, la señorita Personalidad tuvo razón en una cosa —dijo Mal—. No tenía sentido que Eve asistiera a esa clase si no es una princesa. Ninguno de nosotros es de la realidad.
—Aún así, Audrey no tenía derecho a tratarlos así. Nada lo justifica —dijo Ben, recordando lo que dijo sobre sus padres.
Mal notó el cambio en el chico.
— ¿Problemas con tu amor verdadero? —preguntó Mal, aligerando el ambiente.
—¿Audrey? —dijo Ben, incrédulo—. No, para nada. Ella no es mi amor verdadero. Solo somos pareja; nos conocemos desde niños y eso influyó mucho en que estuviéramos juntos. Pero su actitud ha hecho que no sea fácil defenderla. Si te soy honesto, aún estoy con ella, me siento solo.
—Ay, por favor, suena como un poeta —dijo Mal, sin creerlo.
—Lo digo muy en serio —dijo Ben, deteniéndose frente a ella y llamando la atención del resto—. Por más que me diga palabras de cariño o me ponga sobrenombres como "Benipo", se sienten vacías. Como si en el fondo, a ella le importará otra cosa que yo. Como si al verme, solo viera que sirvo para una cosa —dijo Ben—. ¿Alguna vez te han hecho sentir así?
Mal lo miró pensando y, para su sorpresa, encontraron algo en común. El sentimiento que describía Ben era el mismo que sentía cuando estaba con su madre. Era raro que su madre le dedicara palabras de cariño, pero cuando lo hacía, no le transmitían nada. Mal llegó a preguntarse si tenía un corazón al ser hija de Maléfica, pero esa duda se resolvió cuando su hermano la hacía reír.
—Sí, más de una vez —dijo Mal, mirando a Ben.
—Supongo que ya tenemos algo en común —dijo él, con una sonrisa.
Mal vio la sonrisa de Ben y, al ver cómo le animaba, le dio una leve sonrisa.
—Sí, quién lo diría.
—Bueno, ya estamos cerca —dijo Ben, para seguir con el camino. Al llegar a las puertas, las abrieron para que el resto de los chicos viera la inmensa variedad de ejemplares a la vista.
—Genial, ahora nos tomará todo el semestre encontrarlo —dijo Jay.
—No tiene que ser así; abarcaremos más terreno si nos separamos —comentó Ben—. Eve, tú y Jay revisan ese sector —dijo, mientras apuntaba—. Carlos, tú y Chico por allá —indicó al chico y al canino—. Mientras, Mal y yo iremos de este lado.
Ya habiendo dado las direcciones, todo el grupo comenzó la búsqueda del hermano de Mal.
—Admito que fue muy ingenioso de tu parte usar esto para que tú y yo quedáramos solos —dijo Mal, divertida.
—Fui muy obvio —dijo Ben, riendo.
—Hiciste lo mejor que pudiste para aparecer, pero es hora de que pongas las cartas sobre la mesa. ¿Qué te traes, Ben? —interrogó la chica mientras caminaban.
—Siendo totalmente honesto, quiero conocerte —dijo Ben—. Al igual que los chicos, pero tú pareces ser la menos interesada.
—Jamás fui buena con la gente. Mis amigos son una excepción; Prácticamente crecimos juntos bajo el mismo techo, pero siempre tuve dificultades con el resto de los niños de la isla. Así que un día me resigné —le contaba Mal.
—Bueno, pero ya no estás en la isla y has hecho algunos avances —le contaba Ben—. Jane, por ejemplo.
—Solo le arreglé el cabello —dijo Mal.
—No, hiciste más que eso —dijo Ben—. Antes ella no podía ni hablar con alguien sin sonar como un ratón —esto hizo que Mal riera recordando cuando la conoció—. Ahora, luego de tener una charla contigo, no para de hablar. Lo creas o no, estás haciendo un cambio aquí y me gusta cómo se ve.
Mal lo miró ante el cumplido y, al instante, recordó los planos de su madre.
—No deberías precipitarte, Ben. Aún hay cosas que no sabes.
—Entonces, por favor, dame el honor de ser el primero en saberlas —dijo Ben mientras Mal lo miraba—. Si hay alguien que deba ser el primero en conocerte tal cual eres, espero poder ser yo. Porque en verdad, me interesas, Mal —dijo Ben.
Mal empezó a sentir un cosquilleo en su pecho ante las palabras del chico. Estaba a punto de comentarle algo, cuando escuché risas al fondo.
—Escucho algo —dijo Mal, pasando de largo, lo que hizo que Ben suspirara decepcionado. Esperaba que ella confiara en él. Luego, procedió a seguirla por el pasillo y ver de dónde venían las risas. Al llegar al sitio, ambos pudieron ver a Cassius riendo mientras una persona estaba a su lado. Esto sorprendió a ambos, pero Mal reaccionó y se acercó a su hermano.
—¡Casio! —dijo Mal, llamando su atención.
-¡Mal! —dijo Cassius, levantándose de la silla.
-¿Manzana? —dijo Ben, sorprendido.
—¡Ben! —dijo Apple, igualmente levantándose de su asiento.
—¿Se conocen? —preguntó Cassius a la chica a su lado.
—Sí, Ben y yo somos amigos desde niños, junto con Doug —contaba Apple, mirando a la chica al lado de Ben—. Ella es Mal.
—Sí lo soy. ¿Puedo saber quién pregunta? —preguntó Mal, intrigada.
—Un gusto conocerte, soy Apple White, hija de Blancanieves —se presentó Apple ante Mal—. Cassius me contó mucho de ti.
—Blancanieves? —dijo Mal, sorprendida, mirando a Apple y luego a su hermano—. ¿Te contó sobre mí?
—Hablamos un poco. Ella se ofreció a ayudarme a estudiar álgebra después de un incidente aquí —contaba Cassius.
—Así que llevas toda la tarde aquí estudiando con ella? —preguntó Mal a su hermano.
—Siendo honesto, en cuanto me sentí con ella, olvidé por completo el tiempo —dijo Cassius, haciendo que Apple sonriera por el comentario.
—Espera, Apple, ¿tú llevas todo el tiempo aquí? —preguntó Ben.
—Sí, después de que terminó Princesología, vine aquí a estudiar como siempre —contó Apple al chico.
—Alguien dijo Princesología? —dijo Eve, emocionada, viendo al resto—. Vaya, veo que encontraron a Cassie.
—¿Cassie? —preguntó Apple, mirando al chico.
—Me llama así desde que éramos niños —le decía Cassius.
—Hola, chica linda, soy Jay —dijo él, presentándose y ofreciendo su sonrisa encantadora.
—Jay, ¿te encuentras con Cassius? —preguntó Carlos, mientras aparecía con Chico—. Oh, allí está.
—Apple, déjame presentarte a los chicos —dijo Ben—. Ya conoces a Cassius ya su hermana Mal, hijos de Maléfica. Él es Jay, hijo de Jafar, Carlos, hijo de Cruella de Vil, y Eve, hija de la Reina Malvada —dijo Ben, incómodo sin saber cómo reaccionaría su amiga—. Chicos, ella es Apple White, hija de Blancanieves.
Ante la afirmación, todos voltearon a ver a Eve, quien estaba sorprendida como el resto, incluyendo a Apple. Aunque parecía como cualquier otra chica, su vestimenta y maquillaje demostraban belleza y modales. Eve optó por no hacer las cosas incómodas.
—Lindo vestido, resalta tus ojos —dijo Apple nerviosa.
—Gracias, lo sé —dijo Eve igualmente nerviosa—. Em... me encanta tu cabello, aunque esperaba que fuera negro.
—Gracias, lo sé —respondió Apple—. ¿Estabas preguntando sobre Princesología?
—Sí, ¿tiene algo que ver con las princesas? —preguntó a Eva.
—Sí, básicamente te enseñan los fundamentos de cómo debe ser y actuar una princesa —dijo Apple.
—Qué interesante. Bueno, mi madre es una reina y quizás debería estar allí —dijo Eve, imitando la pregunta que hizo antes de que Audrey le negara esa fantasía.
— Deberías intentarlo. La Reina Blanca es la que da la asignatura y, bueno, ella es algo demandante —dijo Apple nervioso, sorprendiendo a Eve, pues ella esperaba una respuesta similar a la que le dio la novia de Ben.
—Genial, es bueno que se lleven bien —dijo Ben aliviado, viendo cómo Apple trataba a Eve de manera amistosa a pesar de su madre. —Bueno, Cassius, em, Mal te buscaba, ¿no?
—Sí —respondió Mal, mientras se acercaba a su hermano y le daba un palmetazo, sorprendiendo al resto—. Acordamos juntarnos a tal hora en el dormitorio y te encuentro coqueteando —dijo Mal, provocando que Cassius mirara a Apple con un leve sonrojo, mientras que la chica desviaba la mirada hacia abajo, reaccionando de la misma manera—. Lo puedo esperar de Jay, pero ¿de ti?
—No estaba coqueteando —dijo Cassius—. Tal vez me dejó llevar un rato, pero no era broma que ella me estaba ayudando a estudiar álgebra. Mañana tengo esa clase, con Merlín —dijo, haciendo énfasis para que su hermana captara—. Por lo que no querría llegar mañana sin saber nada.
—Bien, lo entiendo —dijo Mal a su hermano—. Bueno, necesito que vengas con nosotros al dormitorio para hablar del baile.
—Baile? —preguntó Casio.
—Sí, el baile —dijo Ben—. Es un evento que se hará para conmemorar mi nombramiento como rey al graduarme. Les conté a los chicos hace poco.
—Bueno, eso sin duda será interesante de hablar —dijo Cassius—. Bueno, em... en verdad, muchas gracias por la ayuda, Apple. De verdad.
—No fue nada, en serio. Fue un rato agradable —dijo Apple, mirando al chico—. Espero verte por ahí.
—Yo también —dijo Casio—. Ben, gracias por esta oportunidad. Creo que podría funcionar esto de ser el guardián del lugar.
—Genial, tienes el trabajo —dijo Ben emocionado—. Espero mucho de ti.
Al oír esto, Cassius le dio una sonrisa para despedirse y procedió a irse con su hermana y sus amigos, dejando al futuro rey de Auradon con Apple en la biblioteca. Ante esto, Ben optó por hablar con ella para saber su opinión sobre el chico, además de encontrarse con Eve y algo más que lo tenía intrigado.
—Entonces, Apple, ¿qué te pareció Cassius? —preguntó Ben.
—La verdad, resultó ser una completa sorpresa para mí. Mis padres me contaban historias de Maléfica y, la verdad, no vi nada de ella en él. Bueno, su hermana se parece un poco, pero están lejos de la imagen que tenía antes —contó Apple, recordando su tarde con el chico.
—Sí, la verdad es alguien muy agradable —dijo Ben—. ¿Y qué me dices de Eve? —preguntó nervioso.
—Bueno, no negaré que era incómodo... —confesó la chica—. Pero pudimos vernos directamente. Sé que no es su madre, pero con todo el asunto de atrás, tomará tiempo el que podamos hablar sin esa tensión.
—Ya veo —dijo Ben, entendiendo lo dicho—. Aprecio que hagas el esfuerzo, Apple.
—Bueno, queríamos un gran cambio, ¿no? —dijo la chica a su amigo—. Por algo debíamos empezar.
—Sí —Ben la miró y procedió a preguntarle lo otro—. Entonces, si no mal escuché, vienes aquí después de todas sus clases.
—Sí, ¿por qué la pregunta? —preguntó la chica.
—Bueno, es que me encontré con Chad un poco más temprano y me dijo que lo estabas ayudando con su tarea. Pensé que ya se habían arreglado luego de su pelea —dijo Ben, a lo que la chica cambió su cara de duda a una poco irritada.
—¿Qué tanto sabes de "nuestra pelea"? —dijo Apple, enfatizando esa parte.
—Bueno, sé que ocurrió meses atrás en la fiesta que hizo Audrey. No me quisieron contar mucho del tema, pero sé que te fuiste muy afectado y Doug está muy resentido con él —contó Ben—. Desde entonces no los he vuelto a ver juntos.
—Al menos sabes parte de lo ocurrido —dijo Apple—. Doug es un amigo muy cercano, me apoyó ese día y él sabe mejor que nadie que Chad y yo no volveremos a estar juntos, sea cual sea el caso —dijo Apple, enojada recordando ese día.
—No quería irritarte, Apple, lo lamento —dijo Ben.
—Lo sé, lo sé, pero no quiero volver a saber nada de Chad —dijo Apple.
—Apple, por favor, ayúdame a entender —decía Ben—. También soy tu amigo y me preocupas. Si Chad hizo algo... quiero saberlo para ayudarte.
—No fue algo que hizo, sino lo que dijo —dijo la chica—. Estábamos bailando y nos alejamos de todo. Yo encontré el momento muy especial y personal. No habíamos salido hace mucho. Estábamos bailando al ritmo lento de la música y nos abrazamos. Me acerqué a su oído para... decirle cómo me sentía en ese momento —decía Apple con dificultad mientras Ben escuchaba atento.
—Apple... —dijo Ben, acercándose a la chica—. ¿Qué pasó?
—Dije que lo amaba —dijo Apple mientras pensaba en aquello. No estaba segura si debía decírselo a Ben, pero ya no quería ese peso en ella—. Para mi sorpresa, él me respondió: "Yo también te amo, Audrey" —aquello sorprendió a Ben—. Me respondió, pero con el nombre de otra chica. Al momento de darme cuenta, dijo que fue un error. Luego pensé y ahora todo tenía sentido. Todas esas salidas, cómo sonreía, pensaba en Audrey en todo momento, incluso cuando estaba conmigo. Le dije que no quería saber nada de él. ¿Quieres saber qué me dijo? "Por favor, no le digas a nadie, podría afectarme a mí ya ella."
Ben reflexionaba sobre lo que acababa de escuchar. Su amigo no podía dejar de pensar en otra chica mientras estaba con su novia. Más aún, parecía que pensaba en su novia cuando estaba con ella. Aunque Ben no era fanático de la actitud de Chad, era su amigo, pero sobre todo, era amiga de Apple, y ella no merecía eso.
—Lamento que hayas tenido que pasar por eso. Soy un idiota —dijo Ben, sinceramente arrepentido.
—No te preocupes por eso, Ben. Hace tiempo que dejé de hacerlo —respondió Apple con una sonrisa triste—. Él no vale la pena. Su actitud nunca fue la mejor, pero estaba tan cegada por el amor que nunca vi al verdadero desgraciado con el que estaba saliendo.
—Si te sirve de consuelo, creo que estamos en el mismo barco —dijo Ben, llamando la atención de Apple—. Últimamente, Audrey es difícil de defender. Deberías ver cómo le habla a los chicos y cómo ha faltado el respeto a mis padres. Además, hace tiempo que no siento nada cuando ella me abraza o me dice cosas cariñosas. Siento que quiere algo más de mí.
—Bueno, no es como si su novio fuera el futuro rey de Auradon —comentó Apple, llamando la atención de Ben.
—No, no creo que ella sea capaz de eso. Bueno, así actuaría… —Ben dudó, buscando la palabra adecuada.
—Como una villana —interrumpió Apple, mientras Ben la miraba sorprendido—. Acabo de conocer al hijo de una hechicera que se convierte en dragón, y tuve un rato agradable con él. En cambio, mi príncipe azul resultó ser todo menos azul.
Ben pensó en todo lo que había vivido con Audrey, con Chad y en lo que le había contado Apple. Sus pensamientos se dirigieron también a sus padres, a los chicos y, sobre todo, a Mal. Tenía mucho en qué meditar y debía tener sus ideas claras para cuando llegara el momento de gobernar y enfrentar su futuro.
