Yes, tal y como votaron y pidieron en Imaginación Fanfiction, el nuevo fic ya está a la luz. Me ha costado mucho, diablos, porque no ando bien de salud estos días. El estrés me está matando y mi enfermedad ha atacado con mucha fuerza.
Puede que parezca mentira, pero llevo dos meses para escribir este capítulo.
Pero bueno, no me enrollo más.
Advertencias: Este fic contiene OOC, Lemon, Drama, angustia, romance, parejas entremezcladas y genderbender. Con lo cual, tendrá leves notas de Yaoi y Yuri. También algo de lenguaje soez y violencia física y mental.
Igualmente, les recuerdo que el fic está concentrado más en el SasuSaku, pero tendrá NaruHina, así que lo convierte en Twoships, como fue Gays por amor. (Para más info ir a mí perfil). Pero, habrá parejas que iré agregando más no dándoles suma importancia.
¡Disfrutad!
La chica secreta.
1
Resumen:
La familia Uchiha es una de las más importantes de la zona de japón, Konoha. Su secreto ha sido siempre lo más importante para ellos. Llegando incluso al suicidio de creer que ha salido a la luz. Su belleza y porte los ha convertido en uno de los clanes más admirado, junto a su dinero.
Sakura Haruno, maquilladora, junto a su compañera de equipo, Hinata Hyûga, son enviadas para encargarse de la mejor actriz que hay de la familia Uchiha. Lo que Sakura no sabía es que ese trabajo iba a llevarla a conocer al Uchiha que volvería su vida patas arriba. O que despertaría aquel secreto oculto bajo una capa de vergüenza y temor en Hinata.
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—Hemos llegado.
Ambas mujeres levantaron la mirada para poder leer el cartel de madera que resaltaba a un lado de la puerta principal. De aspecto antiguo, con olor a madera y un riguroso cuidado de pulcritud. "Uchiha" resaltaba con letras oscuras que parecían haber forzado sobre la madera. Un abanico rojo y azul como la marca representativa del clan.
—Esto es tan antiguo como mi familia —murmuró Hinata Hyûga en voz tan baja que, si no estuviera ya acostumbrada a sus murmullos, no la habría escuchado—. Da cierto miedo, Sakura. ¿Seguro que hemos hecho bien en firmar ese contrato?
Sakura Haruno deseó haber afirmado con mucha más seguridad.
—Dijimos que era lo mejor que podíamos tomar para abrir nuestro salón de belleza —le recordó y también se lo recordó a sí misma—. No podemos flaquear. Ambas nos metimos en el mundo de la belleza por lo mismo. El salón de belleza natural no va a abrirse solo por desearlo.
—Sí, pero… —dudó Hinata pensativa—. El contrato tenía tantas clausulas que no sé si…
Sakura volvió a tomar aire y expulsarlo, mirándola.
—No te rindas a tus miedos, Hinata. Hemos sufrido todo tipo de pisotones por llegar a cumplir lo que queremos hacer. Esto sólo será un bache. Si lo hacemos bien, no será un problema.
—Vale —aceptó ella tomándola la mano—. ¿Qué haremos si la fastidiamos de primera?
—Bueno, en el contrato decía que si la cagábamos nos destruirían para siempre como empresarias. La paga es buena, muy buena, pero hay un montón de juramentos que hemos firmado. Y ahora, no podemos echarnos atrás. Porque eso también…
—Sería incumplimiento de contrato —terminó Hinata por ella.
Sakura la miró y asintió. Le dio un apretón suave en la mano y buscó a su alrededor alguna forma de llamar. Siempre le había impresionado las grandes casas y que no parecían tener un botón de llamada claro.
Pero antes de que pudieran hacerlo, la puerta se abrió. Crujió pesadamente y dejó pasar a un joven hombre, algo más mayor que ellas, que elevó una oscura ceja al verlas. Las estudió de arriba abajo y alternadamente. Poseía una mirada oscura, penetrante y una coleta colgaba de su hombro, larga y oscura, que no parecía encajar con el traje que portaba y las marcas en sus ojos que le daban más seriedad.
—¿Puedo ayudaros? —preguntó al notar que ninguna hablaba.
Hinata le dio un suave codazo, echándola al ruedo.
—Ah, sí —dijo despertando de una ensoñación—. Somos Hinata Hyûga y Sakura Haruno. Hemos sido contratadas para encargarnos del estilismo.
—Es correcto —afirmó él tirándose de los bajos de la chaqueta—. Podéis pasar. Llevan un rato esperándoos. Preguntad por Naruto Uzumaki. Él os guiará.
Les dejó la puerta abierta y, tras inclinar la cabeza educadamente, se alejó.
—¿Qué hacemos? —cuestionó Hinata temerosa.
Sakura sacó pecho y dio el primer paso.
—Ir a por todas.
Nada más cruzar el umbral descubrieron que lo impresionante de la entrada se quedaba en pañales frente a lo que tenían delante. La casa era más una mansión. Olía a madera y incienso. Los farolillos estaban marcados por el signo del clan y a medida que caminaron, encontrarse con algún empleado fue irremediable.
Finalmente, uno de ellos se detuvo. Era alto. Muy alto. Por sus hombros y la forma en que su chaqueta se apretaba sobre él estaba muy ejercitado. Resaltaba por sus colores naturales. Rubio, ojos azules y moreno. Tan diferente a los cabellos oscuros y pieles claras que habían visto hasta ahora.
—¿Puedo ayudaros?
—Sí —respondió parpadeando para volver en sí. Era como encontrar un tesoro en medio de un desierto—. Nos envía el centro de estética de…
—Ah, la maquilladora y estilista —interrumpió él—. Soy Naruto Uzumaki. Yo os guiaré. ¿Está tu amiga bien?
Sakura se volvió para mirar a Hinata. Estaba completamente de piedra. Hasta su cabello parecía tieso.
—¿Hinata? ¿Te encuentras bien?
—Ah, sí, sí —reaccionó mirándola a la par que sus mejillas se teñían de rojo—. Perdón.
—No importa. Acompañadme.
Presidió el camino por los diversos pasillos hasta detenerse frente a una de las tantas puertas. La abrió y tras hacerse a un lado, las invitó a entrar. No era una habitación muy grande y lo que más llamaba la atención era una mesa llena de diversos papeles, carpetas y un portátil.
Se sentaron en los cojines de alrededor y él, al otro lado, empezó a mover diversos papeles y carpetas. Cuando encontró lo que buscaba, la abrió frente a ellas.
—Ya hemos firmado diversos contratos con la empresa —indicó mientras le observaba.
—Lo sé. Este es diferente —explicó mirándolas alternadamente—. Este es con la propia casa Uchiha. Es algo más privado que con la empresa. No tenéis que asustaros. Se lo hacemos firmar a todas las trabajadoras de este lugar.
Sakura tomó los papeles para leerlos detalladamente. Hinata la imitó. En silencio, ambas fueron pasando las páginas. Al terminar, lo posó sobre la mesa con cierta cautela.
—Sinceramente, la cantidad de papeles que nos han hecho firmar ha sido abrumadora. Sólo somos estilistas, no periodistas. Sabemos guardar secretos, porque conocemos el arte justo de esconder lo que otros no quieren que sepan. Y no hablamos solo de granitos. Así que esto ya es realmente molesto y ofensivo.
Uzumaki levantó la mano diestra e inclinó la cabeza afirmativamente.
—Es que este trabajo es mucho más que tapar acné. Hay una política de privacidad muy dura tras lo que realmente hace este clan y para lo que las necesitan. Por supuesto, necesito que firméis para contaros los motivos, mientras, no.
Sakura tomó aire con fuerza. Se volvió hacia Hinata.
—¿Qué hacemos? —le preguntó.
—Pues… —dudó—. Hemos llegado hasta aquí, firmado ya otros contratos. Justo por el tema en el que trabajamos sabemos guardar secretos y respetamos mucho que los demás quieran cubrir, lo que ellos consideran de esa forma, defectos que no desea que otros vean.
—Y es respetable que quieran tener sus secretos —continuó por ella. Hinata le sonrió y afirmó—. Y también necesitamos esto. No puede ser tan malo.
Tomó el bolígrafo y plasmó su firma. Luego, Hinata la imitó. Ambas entregaron los papeles y Naruto los archivó, entregándoles otras copias.
—Bien. Con esto, sois bienvenidas al clan Uchiha. Vuestro trabajo, imagino que ya os lo han explicado, pero igualmente os lo repetiré, es trabajar con nuestra estrella en alza en el mundo del teatro.
Se puso en pie.
—Acompañadme.
Ambas le imitaron y lo siguieron una vez en el laberinto de pasillos. Cuando se detuvo, ambas casi se chocaron contra su espalda.
—Ustedes trabajaran en esta ala. Tienen una habitación preparada para ello. Los horarios serán nocturnos. También tienen habitaciones preparadas para ustedes.
—Un momento —detuvo—. ¿Habitaciones para nosotras?
—Sí —respondió el perplejo—. Lo ponía en el contrato. Vivirán aquí. Le ingresarán los pagos cada mes y tendrán libre los lunes. Los fines de semana serán más agitados y tendrán más propinas según su nivel de trabajo.
—Espera, espera —dijo—. Cada una tenemos un hogar al que volver.
Naruto se detuvo para observarlas.
—Hemos calculado su tipo de vida. Hinata Hyûga —nombró mirándola—, vive con sus padres y hermana. No tiene responsabilidades familiares ni mascotas. Sakura Haruno —se volvió hacia ella esa vez—, vive con su mejor amiga, no tiene cargas familiares ni mascotas tampoco. ¿Cuál es el problema de vivir aquí?
—Libertad. ¿Intimidad? —preguntó frunciendo el ceño—. ¿Nos han investigado?
—Sí. Como he dicho, y si no lo he hecho lo hago ahora, vuestro trabajo es muy delicado con la privacidad que conlleva. Para ello, viviréis aquí en cada función. Como las horas son muy seguidas debéis de estar preparadas y con un cansancio que tenga que ver con el desplazamiento nos sirve.
Fruncía mucho el ceño y parpadeaba, como si le estuviera costando mucho recordar qué debía de decir. Sakura se cruzó de brazos, preguntándose si debía de profundizar más o no en todo aquello.
Siempre había escuchado de algunos beneficios de trabajadores. Un hogar, coche privado y secretos. Pero nunca se había mostrado algo así en el tema que ella había escogido estudiar y convertir en su vida. A menos que fueras la jefa.
Hinata parecía igual de sorprendida que ella y estar debatiéndose sobre ello.
—¿Podemos hablar un momento? —preguntó.
Naruto afirmó y tras aclararse la garganta, se adentró en la habitación. Sakura se volvió hacia ella.
—Sakura… esta es una buena oportunidad para irme de casa —comenzó Hinata—. Sé que tú estás bien viviendo con Ino, pero…
—¿Bien? —cuestionó—. Hace poco nos peleamos porque… Ahg, los pillé dándose el lote al completo en la cocina. Me enfadé porque usaran la zona comunitaria. Y cada vez es más molesto. Pensaba en mudarme, pero… No forzadamente.
—Ya hemos firmado —indicó Hinata.
—Mierda. Eso es cierto —protestó echándose los cabellos hacia atrás—. Vale, no nos queda otra. Aunque no puedo negar que me intriga todo esto. A ver cómo le digo a Ino que no voy a pagar más la renta.
Tomó aire y volvió la mirada hacia la puerta.
—Hagamos esto, Hinata. Si estás de acuerdo.
—Totalmente —afirmó.
Sakura se detuvo para mirarla más fijamente.
—¿Qué ocurre?
—¿Por qué te has congelado antes? —cuestionó—. Es la primera vez que te veo detenerte de esa forma. No. La segunda —corrigió.
Sus mejillas se ruborizaron.
—Lo siento.
—¿Es por lo mismo? —preguntó.
Hinata empezó a asentir con la cabeza reiteradas veces.
—Sí. Totalmente.
Frunció el ceño, sopesándolo.
—Vale. Pero esto es muy serio. Hay complicaciones y encima, muchos secretos. Quizás debas de mantener la mente libre de esos pensamientos. Haz fuerza.
Hinata endureció el gesto y asintió.
—Lo haré.
Se adentraron en la habitación. Naruto estaba en el centro, silbando. Se acalló cuando las escuchó, girándose de una forma algo extraña que las asustó.
—Ah, perdón —se disculpó frotándose las manos—. ¿Continuamos?
—Sí —aceptó observando a su alrededor.
Era una sala vacía menos por las estanterías, los armarios colgantes y los grandes espejos. En el centro, una alfombra era toda decoración.
—Este será vuestro espacio de trabajo. En el armario están los kimonos. Si os hacen falta más, pedirlo. Igualmente, el maquillaje o accesorios que necesitéis. Colocad todo acorde a vuestras necesidades.
Ambas caminaron hacia la única mesa a un lado para posar sus maletines. Sería divertido colocar todo en su sitio. Era un principio de un comienzo.
—Os enseñaré vuestras habitaciones —les dijo antes de que decidiera ponerse manos a la obra.
De nuevo, caminaron por los diversos pasillos, esquivaron trabajadores y escucharon el silencio. Se detuvieron frente a dos puertas, una a la derecha y la otra a la izquierda.
—Estás dos —indicó—. Elegid la que queráis.
—Hinata —ofreció ella.
Hinata levantó la mano hacia la izquierda y caminó hacia la puerta para abrirla. Ella hizo lo mismo hacia la derecha. Era una habitación grande, con muebles vacíos y un futón acomodado en el armario.
Naruto caminó hacia la puerta, apoyándose con el antebrazo en el vano.
—Podéis traer vuestras cosas o enviamos a alguien a buscarlas sin problemas.
—No, no —descartó girándose hacia él—. Nosotras podemos traerlo poco a poco. Porque… ¿podemos salir?
—Claro. No sois prisioneros —dijo encogiéndose de hombros—. Podéis ir siempre que no sea durante vuestras horas de trabajo. Que comienza a las seis de la tarde, por cierto, y no termina hasta las dos de la mañana o, quizás, mucho más tarde.
—Eso es un gran cambio —murmuró una voz tras él.
Naruto dio un respingo. Levantó el brazo por encima de la cabeza de Hinata, quien, sonriendo en disculpa se adentró hasta llegar a ella.
—La verdad es que sí. Generalmente trabajamos durante el día o la tarde, pero nunca tan tarde.
—Ya, pero a la persona de la que os vais a encargar es alguien con esos horarios. El teatro en el que participa es especial. Igualmente, si necesitáis mejores luces o cualquier cosa, avisadme.
—Perfecto —aceptó—. ¿Cuándo vamos a conocer a la persona?
Naruto se rascó la nuca.
—Más tarde. Probablemente mañana en vuestro primer día. Hoy es lunes, así que tenéis tiempo para instalaros y orientaros con la casa.
Les dio la espalda, deteniéndose para volver hacia ellas.
—Este es el ala de los trabajadores. Donde están las flores rojas y rosas comienza la casa principal. Los trabajadores no tienen permitido entrar a menos que os lo ordenen.
Sakura se acercó a él, entrecerrando los ojos.
—¿Eres el representante? —cuestionó.
Él bajó la mirada hacia ella. Su boca se tensó en una falsa sonrisa.
—Soy el jefe de seguridad de este lugar —respondió.
Ella le devolvió la sonrisa.
—Ahora lo entiendo —dijo—. Has soltado todo de una forma mecánica. No porque estés acostumbrado, sino porque lo tenías memorizado.
Uzumaki entrecerró los ojos.
—Muy observadora.
—Igualmente, su postura y la forma de moverse mientras hablaba también lo delata —añadió Hinata desde atrás—. Somos expertas en modificar lo que desean que vean los demás. Los detalles son importantes.
El hombre las miró alternadamente y, esa vez, su sonrisa fue más sincera, más cálida.
—Esto va a ser muy divertido. Muy divertido —recalcó.
Luego se inclinó educadamente y se alejó. Sakura suspiró, volviéndose hacia Hinata.
—Parece que seremos el circo privado de ese hombre —anunció—. ¿Qué tal tu dormitorio?
—Amplio y vacío —respondió frotándose los codos—. La verdad es que asusta un poco todo esto.
—Sí —reconoció. Caminó hacia las ventanas exteriores, abriéndolas—. Madre mía, Hinata. Mira.
La muchacha no tardó en acercarse. Frente a sus ojos, un hermoso jardín brillaba bajo la luz del sol.
—Ahora no sé si el mío tiene algo así —murmuró pensativa—. ¿Me lo cambias?
Sakura se echó a reír.
—Ni hablar.
Hinata no refrenó la sonrisa divertida.
—Me lo imaginaba.
Alguien golpeó la puerta. Cuando se volvieron, otro hombre ocupaba el lugar y las observaba.
—Imagino que son las nuevas integrantes —dijo—. Mi nombre es Kakashi Hatake —se presentó—, soy el jefe del servicio. Aunque ustedes están aquí como trabajadoras, no son del servicio, así que estoy a cargo de que tengan cuanto necesitan. Si les falla algo, les falta o simplemente quieren que guarde algo importante, avisadme.
—Gracias —indicaron a su vez.
El hombre sonrió, o al menos, eso pareció bajo su máscara.
—Eso sí. El taller de preparación de maquillaje es tarea vuestra de asearlo. Y os recomiendo que no dejéis nada por medio. Los jefes son muy cuidadosos con los detalles y la pulcritud. Especialmente, para vuestro trabajo.
—Gracias por el consejo —agradeció—. Procuraremos no dejar nada por medio.
—Más que procurar, aseguraros —corrigió amablemente—. En fin, me voy. Que seguro que llego tarde a otro lugar.
Tras hacer un gesto con la mano y sacar un libro del bolsillo del kimono, se alejó. Sakura y Hinata se miraron inquisitivamente.
—Quizás esta sea una casa de locos.
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Hinata estaba segura de que su cara era todavía más loca que la que iba a ocupar en esos días. No le importaba del todo mudarse, pero sí que esperaba el gesto severo de su padre, las lágrimas de sus madres y el mohín de su hermana.
—Borra ese ceño fruncido, Hanabi —indicó su padre intentando parecer autoritario—, tarde o temprano tu hermana iba a marcharse de esta casa. Como si no hubiera habitaciones.
Hinata se echó a reír y lo abrazó. Él hizo su mejor esfuerzo para parecer enfadado.
—No voy a casarme. Voy a vivir en mi lugar de trabajo. Cosa que me ayuda a tener más ahorros.
—Eres la heredera de una gran fortuna, no necesitas ni trabajar.
—Papá, no vamos a hablar de eso —acortó sonriendo—. Quiero ganarme esto por mí misma, no con tu apoyo monetario. Y no heredaré hasta que sea el momento, no antes —añadió.
—Vale, como quieras —aceptó él cerrando los ojos tranquilamente—. ¿Es seguro donde vas a vivir? Conozco algunos tejemanejes del clan Uchiha que son delicados.
—Estoy bien —prometió—. No vamos a estar con la familia principal y Sakura y yo tenemos libertad, aunque seamos trabajadoras nos trataran como invitadas.
—¿Sakura estará siempre contigo? —preguntó su madre algo aliviada.
—Sí. Nuestros dormitorios están uno frente a otro. No estaré sola.
Hanabi se acercó a ella y miró de reojo las maletas.
—Y no te vas ligera de equipaje.
—No. Aunque ya vendré a buscar más mañana, si puedo. Los horarios son muy complicados.
—¿Seguro que no te vas a matar trabajando? —cuestionó su madre con gesto preocupado.
—No, tranquila, mamá. Los horarios son normales, pero tenemos turnos nocturnos.
Su padre se llevó la mano al mentón.
—La verdad, es que me intriga mucho ese tema, la verdad —dijo—. Nunca he asistido a un evento de los Uchiha porque los h denegado siempre. Quizás deba de ir. Me intriga su fama. Es una cosa que lleva en la familia durante siglos. Pero siempre se mantiene entre puertas cerradas. Es cuanto menos curioso.
—Y yo no puedo decir nada —adelantó antes de que le preguntara.
Su padre elevó una ceja. De esas que solía hacer cuando esperaba una explicación a por qué había suspendido una asignatura o negado una cita a un joven que, a su parecer, era el adecuado.
—Firmamos un contrato que nos prohíbe hablar de ello hasta con nuestros familiares. Lo siento —se disculpó.
—Madre mía —murmuró Hanabi—, tiene que ser algo gordo.
—No creo que lo sea —supuso—, pero es nuestra oportunidad de ganar fama, dinero y vemos más cerca la posibilidad de conseguir un local en el futuro. Oh, y además —añadió—, el hogar Uchiha es muy seguro.
—¿Por qué lo dices? —preguntó Hanabi.
Hinata se mordisqueó el labio inferior al recordar al joven jefe de seguridad.
—Tienen muy buena seguridad. El jefe en persona se encarga de que así sea. Lo revisa todo.
—Le conozco —musitó su padre pensativo—. Aunque no sé si sea el mismo. ¿Minato Namikaze?
—No —respondió frunciendo el ceño—. Naruto Uzumaki, dijo que se llamaba.
—Ah —exclamó su madre intercambiando una mirada con su progenitor—, es su hijo. Creo recordar que se casó con una mujer Uzumaki y que entraron bajo la protección de los Uchiha —explicó—. Seguramente sus hijos han seguido ese sendero.
—Puede —farfulló él con entendimiento.
Hinata no quiso enfocarse en eso.
—Como sea —dijo tomando una de sus maletas—, me marcho ya. Podemos hablar por teléfono y hacer videollamadas —. Esto último, lo añadió mirando a Hanabi, quien sonrió satisfecha—. Y vendré a veros, no os preocupéis que no voy a desaparecer del país.
—Más te vale —recalcó su padre cruzándose de brazos.
Hinata asintió y tras despedirse de los tres, permitió al chofer tomar la otra maleta. Tras cargarla, ambos pusieron rumbo al hogar de Sakura.
—Por favor, espera aquí —le indicó antes de bajar y tocar al porterillo. Cuando subió al piso exacto, se sorprendió de ver a Sai en la puerta—. ¿Ocurre algo?
—Se están peleando —respondió el muchacho mientras abría su bloc de dibujo—. He tomado esto en vez de la Tablet, así que espero que no me la rompan si empiezan a tirarse cosas a la cabeza. Su forma de amor a veces me… confunde.
Hinata no pudo evitar sonreír.
—Lo sé, a mí también —reconoció empujando con los nudillos la puerta.
Se las encontró en diferentes zonas del salón. Sakura mantenía a su lado diversas maletas pequeñas y Ino se mantenía cruzada de brazos al otro lado de un sofá. Las dos mostraban el ceño fruncido.
—Te digo que este mes la pagaré, así podrás buscar tranquilamente a otra persona para ocupar mi puesto. O Sai perfectamente puede ayudarte con esto. Prácticamente vive aquí.
Ino rechinó los dientes.
—Sigues siendo tan cabezona como la frente que posees. ¿Realmente crees que me preocupa que te vayas por el dinero? —cuestionó elevando el mentón—. Lo que me molesta es que te marches justo porque Sai te molesta. Pensaba que ibas a aceptar cuando me enamorase, fuera de quien fuera.
Sakura suspiró con tanta fuerza que hasta ella sintió que le dolía la garganta.
—¡Ya te he dicho que no es por Sai! —protestó—. Tengo un contrato de trabajo donde he de vivir en el lugar.
—Si fuera así, serías capaz de mostrarme los papeles, decirme el lugar y hablarme libremente de todo eso.
—¡No puedo! —aseveró Sakura frustrada—. Ya te he dicho que el contrato no me permite contar detalles y sé que amas el chisme.
—¡He estudiado para ser reportera! ¡Claro que me gusta el chisme! —puntualizó Ino—. ¿Es por eso? ¿Por qué temes que destape ese lugar?
—¡No! —negó Sakura angustiada—. Es porque me han hecho firmar contratos que tengo hasta endeudadas las bragas. Si se enterasen de que tú sabes que trabajo ahí y descubrieran que eres, me despedirían y destruirían todo mi futuro.
—¡Oh, por favor!
—No miente.
Ambas la miraron a la par. Sakura casi como si fuera un ángel caído del cielo. Ino, como si estudiara si estaba a su favor o en su contra.
—¿No miente?
—No —negó sincera—. Hemos firmado muchos contratos que nos ponen en serios aprietos. Nos dan un dineral, desde luego, pero nos vetan de muchas cosas. Y Ino, sinceramente, esto creo que no solo nos afectaría a nosotras. De saber la verdad tras todo esto, igual hasta tú perderías tu puesto.
—Ni que fuerais a trabajar para la mafia rusa o algo semejante.
Ambas torcieron el gesto. Era cierto. No iban a trabajar para una mafia tan peligrosa, pero los Uchiha tenían tanto poder que bien podrían parecerse. Y eso la aterraba de alguna forma.
—Ino, en serio —continuó Sakura—, no te mantengo al margen porque te odie. Y mucho menos me ha molestado vivir contigo. Sí que tuvimos discrepancias cuando Sai y tú empezasteis a coger más terreno del pactado, pero nada más. Y de verdad que espero que logres encontrar una compañera de piso de necesitarlo, pero también deberías de afrontar la realidad que te has negado a aceptar —indicó señalando la puerta—; lo tuyo con Sai va muy en serio. Y vivir con él te da miedo pero has algo que vas a hacer un día u otro. Aprovecha esta oportunidad.
Ino pareció rumiarlo. Las miró de hito en hito, luego la puerta y suspiró.
—Vale, vale —aceptó finalmente—. Respetaré vuestra intimidad en esto. No negaré que me habéis dejado intrigada y preocupada. Y nunca podría tener otra compañera como tú, Sakura. Aunque seas una frentona que va dejando maquillaje por todos lados desperdigado.
—En realidad, Ino, eras tú la que lo hacías —reflexionó Sakura—, y mucho de ese maquillaje era mío porque lo tomabas y luego lo dejabas por cualquier lado antes que devolvérmelo.
Ino se mordió el labio inferior culpablemente. Hinata se echó a reír, más tranquila y relajada.
Sai se asomó tras ella.
—¿Se ha roto mi Tablet? —preguntó.
Hinata negó.
—Has tenido suerte y sobrevive este asalto.
El chico le devolvió la sonrisa y se adentró para abrazar a Ino. Sakura y ella aprovecharon el momento para marcharse.
—Menos mal que has llegado, Hinata —agradeció Sakura entregándole la última maleta al chofer—. Pensé que Ino realmente iba a matarme. Ha empezado a hacer preguntas que no puedo responderle y ya sabes que no le gusta para nada quedarse con la duda de nada.
—¿Crees que investigará? —preguntó preocupada—. Aunque ni siquiera nosotras sabemos todo lo que hay detrás de todo esto.
—Espero que no —susurró Sakura.
Hinata sentía cierta espina de molestia que no lograba sacarse. Aunque esta parecía ser una apuesta arriesgada y esperaba que terminase con muy buenos resultados, la abrumaba todo el secretismo detrás.
Al menos, les habían permitido salir en busca de sus pertenencias y despedirse de sus familias. Pero de alguna forma, sentía que cada paso que daban estaban siendo vigiladas y eso, la inquietaba.
—Naruto me dio una llave antes de salir —dijo Sakura mostrándosela—. Dijo que recogieras la tuya cuando volviéramos —explicó—. ¿Quieres que se la pida por ti?
—No, gracias —descartó—. Le buscaré y se la pediré.
Dejaron las maletas en sus respectivos lugares, algo frustradas por tener que deshacerlas. Aunque les maravillaba más la idea de ir preparando su lugar de trabajo, Hinata decidió dejar un momento aparcado eso para buscar a Uzumaki.
Lo encontró tras preguntar a diversas personas, algunas de ellas, curiosas por su interés por él. Le indicaron finalmente un ala más alejada donde extraños ruidos salían de ella. Escuchó los jadeos y los golpes y, por un momento, estaba por volver sus pies hasta que la puerta se abrió y varios hombres salieron de ella, maldiciendo.
—Uzumaki debería de bajar el nivel, maldita sea —protestó uno de ellos. Al verla, se detuvo en seco—. Vaya. ¿Qué tenemos aquí? ¿Nueva carne?
Hinata elevó una ceja, confusa. ¿A qué se refería?
Pero cuando la miró de arriba abajo comprendió. Sintió que el rubor le picaba en las orejas.
—No estoy interesada —advirtió.
El chico se echó a reír y se acercó más a ella. Su mano se movió hacia su hombro.
—Venga, no seas así. Las sirvientas siempre sois más dóciles y acabo de darme un buen entrenamiento y eso, me excita muchísimo. ¿No quieres ayudarme a limpiarme?
Hinata suspiró, entristecida. Levantó su mano hasta atrapar la de él, quien levantó una ceja, sorprendido, cuando se la quitó de encima.
—No estoy interesada en eso y no soy una sirvienta —explicó—, soy estilista. Ahora, por favor, si me disculpas.
Le soltó la mano lo más amablemente que pudo y los rebasó.
—Joder. Me duele la mano —protestó el hombre tras ella—. ¿Qué diablos? Parece pequeña y frágil, pero engaña.
Ella intentó ignorarlo. No le gustaba demostrar que sabía defenderse. Al fin y al cabo, era la niña heredera de una de las casas más importantes y, la autodefensa, fue una de las asignaturas que nunca pudo saltarse. Desgraciadamente, eso asustaba a algunos hombres y había dejado ciertas secuelas en ella que no le gustaba demostrar a ojos de los demás.
—¿Qué ocurre?
Antes de que pudiera cruzar el umbral, la figura de Naruto Uzumaki apareció nuevamente frente a ella. No iba en traje, sino en kimono. El cinturón negro apretaba contra su cintura y el sudor provocaba que su rubio cabello se pegase contra su rostro, cayendo lacio sobre sus orejas. Bajó la mirada para observarla y luego, a los chicos, quienes, tras hacer una reverencia, se alejaron corriendo.
—Dime que no se han metido contigo —suplicó frotándose el ceño.
—No —mintió sonriéndole—. Todo bien. En realidad, vengo por lo de la llave.
—Ah, sí —dijo él tanteándose el kimono—. Mierda, está en mi traje. ¿Puedes esperar un momento? O regresar a tu dormitorio y ahora te la llevo. Voy a ducharme y recoger un poco esto. Puede que tarde bastante.
Miró hacia el interior del lugar. Como suponía, era un gimnasio.
—Puedo ayudarte si quieres —se ofreció.
—Ni hablar —descartó él—. Tenéis que preparar vuestros dormitorios y el salón, así que sé cuan de ocupadas estáis. Ves, enseguida iré.
—Oh, vale —aceptó.
Él se detuvo, elevando una rubia ceja.
—¿Ocurre algo? —preguntó.
Ella parpadeó al ser descubierta. Tomó aire para desconectar y negó.
—No, no —negó rápidamente—. Será mejor que regrese. Sakura debe de estar esperando.
Luego le dio la espalda y echó a correr.
Maldita sea. Ese hombre estaba despertando esa parte que se había enfocado en ocultar por mucho tiempo. Esa parte que despertó debido del entrenamiento y su pasión por el estilismo.
Esa parte oscura que no quería que nadie conociera.
Sintió que se ruborizaba y que el cuerpo le ardía.
Naruto Uzumaki era peligroso para ella. Demasiado. E iba a tener que trabajar justo donde él iba a estar.
Aunque ninguno de los dos era del todo consciente hasta qué punto sus mundos estaban conectados.
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—Vale. Por hoy hemos terminado de colocar todo y material está limpio. Las luces funcionan muy bien.
Sakura se volvió hacia ella para asentir. Había notado que Hinata estaba más sumida en sus pensamientos de lo normal. Si bien era una persona callada, no tanto. Al menos, no con ella.
—¿Te preocupa algo?
—Sí. ¡No! —exclamó rauda. Luego, gimió, frustrada y sacó la llave del bolsillo. Naruto había aparecido un poco antes para entregarla y marcharse nada más hacerlo, alegando tener asuntos muy importantes que atender—. Lo siento. Es confuso. Supongo que todo este cambio me abruma.
—Te entiendo —reconoció abrazándose a sí misma—. Estoy Acostumbrada a casas normales, no a palacios o que siempre venga alguien a preguntar si necesitamos algo.
Hinata sonrió.
—Yo sí.
—Ya, claro —recordó sonriendo—. No me mal entiendes, no lo juzgo, pero es como si nuestra libertad hubiera quedado limitada.
—Te acostumbrarás —le garantizó—. Lo haremos juntas. Aunque he de confesarte algo, Sakura.
Sakura frunció el ceño mirándola.
—Soy toda oídos.
Hinata asintió y le dio la espalda hasta apoyarse contra una de las paredes. Miró hacia la puerta para asegurarse de que estaba cerrada.
—Es Naruto —explicó—. O el señor Uzumaki —se corrigió—. Tenías razón. Despierta mi lado oscuro. Y no puedo controlarlo. Antes cuando he ido a reunirme con él, descubrí que estaba en un dojo privado. Unos chicos se han pasado un poco de la raya…
—¿Están bien? —cuestionó.
—Sí, tranquila. Bastó con una advertencia simplemente.
Compartieron una sonrisa cómplice de entendimiento. Ambas sabían perfectamente que Hinata era capaz de dejarlos deseando morirse.
—Y ese momento de violencia no te ayudó a controlarte cuando le viste.
—Sí. Iba con el kimono, sudado y… bueno, todo despertó. Me frustra bastante —reconoció moviéndose hacia ella—. ¿Por qué me pasa esto? No es como si él me gustara. Y desde aquella vez, no volvía a pasar, así que pensé que había logrado controlarlo. Estoy asustada y preocupada de que afecte a nuestro trabajo.
—No, no lo hará —tranquilizó—. Hinata, eso es algo de ti y ya hemos luchado contra ello antes. Tendremos que ir con más cuidado. Yo me aseguraré siempre que pueda que no estés a solas con él ni que os acerquéis. ¿Vale?
—Muchas gracias —dijo, sincera, antes de abrazarla.
Poco después, ambas abandonaron la habitación para dirigirse a las suyas. Hinata se despidió algo más tranquila y ella se adentró en la suya con la misma pereza que siempre de ordenar sus cosas. Sacó lo imprescindible y abrió las puertas que daban al jardín exterior.
Siempre le había gustado la maravilla de los jardines exóticos. Era como recibir la inspiración necesaria para crear su propia paleta de maquillaje. Algo en lo que llevaba trabajando durante mucho tiempo. La marca, las formas, la perfección. Continuaba sin atreverse a mostrarla al mundo. Necesitaba ganar más confianza en eso.
Y más nombre.
Porque nadie conocía a Sakura Haruno todavía.
Tomó aire y el aroma de las flores le cosquilleó la nariz. Caminó por el sendero con cierta curiosidad y se agachó frente a unas flores extrañas que no conocía. Eran oscuras y se enredaban sobre sí mismas para terminar en forma de campanilla. De alguna forma le resultaba intrigantemente hermosa.
Alargó la mano para tocarla.
—Yo no lo haría.
Se detuvo, dando un respingo. Buscó a su alrededor. El dueño de esa voz estaba apostada en una de las puertas lejanas. El kimono era caro, cayendo abierto alrededor de sus piernas. Llevaba el cabello suelto y tan negro que apenas podía verlo por la oscuridad. Sus ojos, igualmente oscuros, la miraban con indiferencia. Le recordó al hombre con el que hablaron por la mañana.
—¿Quién…?
Él no contestó. Se volvió y desapareció en la oscuridad. En su lugar, Naruto Uzumaki apareció. La observó por un momento, con los ojos entrecerrados antes de cerrar la puerta en silencio.
Retrocedió, confundida.
Casi con terror.
Tantas preguntas sin respuestas.
Y tantos malos presentimientos.
.
.
—¿Era una de las nuevas estilistas?
—Sí.
Naruto Uzumaki se volvió tras asegurarse que la puerta estaba correctamente cerrada. Clavó la mirada en él, de espaldas, desnudándose, antes de meterse en el futón. Esperó a que lo hiciera y se acomodó contra la pared, sentado. Apoyó una mano sobre su rodilla y le miró.
—Descansa.
—Podrías ir a tu cuarto de vez en cuando —protestó.
—Sabes que no puedo —descartó—. Cuando te duermas, tengo que hacer guardia.
Sasuke Uchiha gruñó como respuesta. Apoyó la cabeza en la almohada. No tardó en quedarse dormido.
Poco después, su respiración llenó la habitación.
Naruto cerró los ojos por un momento. No le gustaba dormir. Las pesadillas acudían cada noche a sus recuerdos más torturantes. Sintió el frío de la madera en su espalda y el movimiento del reloj del pasillo.
No duraría demasiado ese silencio. La puerta se abrió poco después de notar los pasos. Se puso en pie y salió, cerrando tras él.
—Señor Uchiha —saludó.
Fugaku Uchiha asintió y le observó con detenimiento.
—¿Duerme? ¿Sin problemas?
—Sí y sí —respondió tranquilamente—. Igualmente, mañana volverá a estar activo y listo para el evento. Las nuevas estilistas ya están preparadas.
—Eso espero —indicó el hombre cruzándose de brazos. Siempre tan severo—. Las últimas fueron demasiado molestas. Una se lesionó por culpa de Sasuke y la otra, dejó el trabajo por quedarse embarazada de uno de los sirvientes.
—Lo sé —aceptó entre dientes.
—Y te recuerdo que tú eres el encargado de que nada de eso pase. Advierte correctamente a las muchachas. No toleraré más errores, Uzumaki.
Inclinó la cabeza obedientemente y esperó a que se marchara. A su espalda, notó la presencia de otra persona. Al volverse, Itachi Uchiha le miraba. Al contrario que Sasuke, a veces se le escapaba comprenderle.
—¿De nuevo mi padre ha venido a ver la joya de la corona? —cuestionó elevando una oscura ceja—. Algún día aprenderá a no vivir tras sus hijos. Oh, espera —dijo ahuecando su oído izquierdo—. ¿Lo escuchas? Creo que mi hermano está teniendo una pesadilla. Sé buen perro y vete a dentro.
Naruto se sintió muy tentado a levantarle el dedo corazón, pero prefirió entrar. Cerró la puerta tras él.
—Naruto, ven —ordenó la voz temerosa—. Ven conmigo. No te marches.
Se acercó, arrodillándose y le permitió abrazarle. Notó sus brazos, la presión de sus rodillas contra su muslo. De figura más delgada y suave. Los largos cabellos, finos, lacios y oscuros cubriendo gran parte de la cama y su cuerpo.
—No voy a irme a ningún lado, Sasuke. Te juré que nunca me iría.
Frotó su raca contra su hombro y sollozó.
Notó la presión contra su pecho. El cambio siempre era una mierda.
Le sostuvo la mano cuando buscó la suya.
—Tranquilo, amigo, te tengo y no te soltaré.
Continuará…
