Llegó la actualización y trae nuevos movimientos en la historia…


La chica secreta


4


Sakura tachó la última cifra del calendario antes de darle la vuelta. Luego, miró a Hinata con una sonrisa cansada. La noche había terminado sin incidentes, por suerte.

—Parece mentira que llevemos ya aquí dos meses justos —le dijo—. Especialmente, que hayamos sobrevivido.

—La verdad, sí —admitió ella—. Pasamos el mes de prueba y ahora, finalmente, estamos fijas. Si seguimos un poco más, ganaremos suficiente para hacer nuestro sueño realidad. Porque las pagas no son pequeñas.

—No, pero hay tantos gatos que cubrir que nos tendremos que quedar bastante. Y encima, el contrato es de bastante tiempo y no podemos incumplirlo.

—Lo sé. —Hinata suspiró dejando la última brocha limpia en su soporte—. Aunque reconozco que si no fuera por el horario y porque estamos siempre tensas esperando que ocurra algo de nuevo con Sasuke, por lo demás no me desagrada.

—¿Quieres cambiar de sueño?

—No, para nada —descartó caminando hacia la salida. Sakura la siguió, intrigada—. Es sólo que es un buen trabajo. No puedes negarlo.

—Pues yo hecho de menos el variar pieles. Además, se me exige tener el cabello corto por capricho de Sasuke. Bueno, sólo a mí. Por alguna razón a ti ni te mira.

—Creo que se dio cuenta.

—¿De lo tuyo?

—Sí —afirmó—. Cuando te atacó la sujeté de la muñeca y no pensé en controlarme, preocupada por ti. Así que sabe cuán de fuerte soy. Sin querer, claro. Si no me llevan a ese límite, no pasaría nada… Pero pensar que te hiciera daño, me aterraba.

—Y te lo agradezco, de verdad —agradeció—. Igualmente, no podemos herirla. Está en el contrato.

—Me da igual si es necesario.

—Lo sé.

Sakura le rodeó las caderas con su brazo, besándole la mejilla mientras caminaban hacia sus dormitorios.

—¿Qué tal lo llevas con Naruto?

—Pues… —Hinata suspiró, cansada—. Digamos que para él es difícil aceptar que una chica sea capaz de dejarle marcas más rudas que un hombre o que una niña de casa buena tenga ese poder. Por suerte, sigue guardando el secreto y mantiene una distancia prudente, llevando consigo chocolate todo el tiempo.

Esto último lo dijo con una sonrisa tímida y dulce, alertando a Sakura cuando sus ojos volvieron a activarse.

—Hinata…

—¡Ah, perdón! —se disculpó frotándose las sienes—. Esto cada vez es más habitual. Y es un verdadero problema. No puedo controlarlo algunas veces.

—Pero siempre sucede cuando Naruto está cerca o es el tema de conversación. ¿Verdad?

Hinata asintió para admitirlo. Las dudas estaban marcadas en su rostro.

—No quiero que pase lo mismo que la otra vez.

—Y nosotras creíamos que un hombre que se transforma en mujer sería lo más extraño este año.

—Pensé que no pasaría más —reconoció abrumada—. No sé cómo disculparme o evitar que él esté siempre con la guardia en alto.

—Si hablas de Naruto, el jefe de seguridad, es imposible. Él siempre está con la guardia alta.

Ambas se detuvieron para encontrarse con Kakashi. Era natural ya ir encontrándoselo. Parecía siempre estar donde menos se le esperaba, como si huyera de sus quehaceres. Aunque Naruto siempre lo encontraba y sacaba sonrisas tirantes del hombre.

—Perdón. No es que quisiera escuchar vuestra conversación. Es que venía a avisaros de que vuestros dormitorios ya están listos.

—Gracias por eso. Hoy ha sido una noche muy larga —reconoció Sakura dándose golpecitos en los hombros—. Por suerte, mañana libramos.

—Sí, aprovechad para descansar o arreglar cosas diurnas que necesitéis —aconsejó Kakashi alejándose.

—Espera —pidió Hinata repentinamente. Kakashi se detuvo para mirarla con curiosidad—. ¿Por qué dices que siempre está con la guardia alta? ¿Por su trabajo?

Kakashi se cubrió su boca con un abanico que siempre llevaba con él para cubrir una sonrisa que parecía de diversión traviesa, como si fuera un niño pequeño planeando una travesura.

—Oh, su trabajo tiene mucho que ver —admitió—, pero no voy a desvelar algo que él no gusta de airear. Algo que le hizo mucho daño en tiempos atrás…

Luego, antes de que Hinata o ella volvieran a preguntar, se alejó, canturreando algo a la par que sacaba un libro de a saber dónde.

Ambas se miraron repentinamente intrigadas.

—¿Más secretos? —preguntó Sakura.

—Más secretos. Aunque puede que el de él sea normal —supuso—. Y a Kakashi le gusta alumbrar donde no es.

—Esperemos que sí —suspiró agotada—. ¿Nos vemos mañana?

—Tengo que visitar a mis padres, no fui el mes pasado y si no lo hago, son capaces de enviar a alguien y si es Toneri, la cosa se complicará con Naruto.

—Cierto. Me dijiste que no se llevan nada bien.

—Nada —aseguró Hinata—. No le culpo.

—Ya, yo tampoco. Es un condenado estirado.

Sakura había conocido a Toneri en una de las visitas al hogar de Hinata. Todavía recordaba cómo había arrugado la nariz con desprecio. Le recordaba a los antiguos ricos que consideraban perros sucios a cualquier otro que no estuviera en su lugar social.

—Como sea. Descansa —aconsejó.

—Lo haré. Tú también y por favor… ten cuidado con tus paseos… Por ahora Sasuke está tranquila, pero en cualquier momento…

Sakura sonrió culpable.

—Lo sé, pero… me gusta estar con Sasuke. Hablamos de cosas tontas y se despide pronto, pero esos cortos momentos me hace sentir que se siente solitario y que estos pequeños encuentros le sientan bien.

—Igualmente, hay que ser cautelosas. Mira la última vez lo que pasó.

—Lo seré —prometió.

Se despidieron finalmente y Sakura atravesó su habitación para llegar al jardín. Era ya habitual llegar hasta las flores negras. Casi como si fuera una seña. Se apoyó contra la pared, esperando.

Había noches en las que Sasuke tardaba en sentarse. Generalmente, o se sentía muy cansado tras una dura noche o simplemente porque Naruto estaba allí con él.

Esa noche, tardó algo más, asomándose hasta verla. Sakura le sonrió enseguida.

—¿Cómo te encuentras? —le preguntó—. ¿Muy cansado?

Él se encogía de hombros siempre que le preguntaba lo mismo. Durante el día parecía dormir más que estar despierto. O quizás, simplemente, pasaba el tiempo encerrado en su habitación y sólo salía como mujer.

—Bien —respondió, como todas las noches. Sakura había aprendido que él nunca le preguntaba cómo se encontraba ella porque ya lo sabía gracias a su versión mujer.

Una noche se lo quiso contar, pero él lo atajó con un seco "ya lo sé".

Sin embargo, a medida que el tiempo pasaba en sus extrañas conversaciones, Sasuke iba mostrándose algo más interesado en ella.

Especialmente, si su versión mujer había actuado agresiva hacia ella, aunque fuera verbalmente.

—Hoy ha sido una noche tranquila.

También solía decirle esas palabras para aclarar que estaba bien y que no necesitaba intentar disculparse por nada.

A veces deseaba preguntarle acerca de su situación. De cómo era capaz de lograr un cambio como tal, pero no se atrevía. Incumplir el contrato o simplemente enfadar a Naruto no eran cosas factibles.

Especialmente, por Hinata.

En otras ocasiones, Sasuke le pedía que se acercara. Ella lo hacía, intrigada al principio, hasta que descubrió que su afán era tocar su cabello. Tampoco le molestaba si ella tomaba el suyo y jugaba con él entre los dedos.

—Realmente me gustaría verte con el cabello corto —solía decir.

—Eso nunca pasará —negaba él a su vez.

Y esas veces, cuando algo le incomodaba, él se encerraba en su dormitorio, dando por zanjada la conversación.

Comprendió que Sasuke anteponía su versión femenina sobre él y de alguna forma, a Sakura eso le parecía realmente egoísta.

—Tienes derecho a vivir y ser libre —le dijo una de las veces que hablaron de viajes—. Deberías de probarlo. ¿No recibes un salario por tu trabajo en el teatro?

Sasuke no estaba seguro de eso. Nunca hablaba de cosas complicadas. Sin embargo, a veces se interesaba por ella.

—¿Te gusta leer?

Sakura se había reído un buen rato cuando se lo preguntó y él parecía confuso, avergonzado incluso.

—Perdona, perdona —se disculpó—. No tengo mucho tiempo para hacerlo, la verdad. Así que siempre me da gracia que me lo pregunten. Cuando era más joven y tenía más tiempo, sí que leía, aunque reconozco que no me gustaban los libros que me enviaban en clases. Era algo rebelde con eso. Ya sé que es una tontería, pero…

—Debes leer este.

Sasuke le entregó un libro con mucho énfasis y Sakura no tuvo corazón de negarse. Incluso descubrió que pudo leerlo en ratos libres y se convirtió adictivo.

Por eso, esa noche deseaba tanto reunirse con él y devolvérselo.

Pero Sasuke no aparecía. Escuchaba voces provenir de su habitación, aunque las puertas estaban cerradas. Sabía que el cambio había terminado, porque siempre sucedía frente a sus ojos, así que se preguntó si sería Naruto quien estaría con él.

No era raro que el jefe de seguridad pasara tiempo con Sasuke hombre y mujer. Parecía ser un bálsamo para él indiferentemente de su sexo. Se preguntó muchas veces si pasaba algo entre ellos.

Por un lado, sería una buena noticia para darle a Hinata. Quizás así lo que le pasaba con Uzumaki se calmara. Todavía le resultaba raro todo eso, pero quería a Hinata y la aceptaba como era. Y esperaba que en un futuro recibiera el mismo cariño del hombre elegido.

La ventana crujió al abrirse un poco y ella se apartó de la pared, esperando encontrar a Sasuke. Sin embargo, era una voz extraña la que llevaba desde detrás de las puertas. Sakura elevó una ceja, intrigada, porque tampoco era la de Naruto.

Pero antes de que las puertas se abrieran, alguien cubrió su boca con una mano, pegándola contra la pared tanto que podría haberse mimetizado con esta.

Cuando pudo ver quién era, Itachi se llevó una mano a los labios justo antes de que las puertas se abrieran. La ventana quedó completamente abierta de ese modo.

—¿Qué haces ahí, Itachi?

—Hola, Padre —saludó éste sin mover su mano de su cara—. Simplemente paseaba y al escuchar tu voz me acerqué para saludar. También a mi hermano, hace mucho que no le veo. A él, me refiero, claro.

Sakura comprendió entonces que se trataba de Fugaku Uchiha.

—Puedes usar la puerta en vez de la ventana —objetó Fugaku en tono molesto—. No entiendo la pasión que tenéis ambos hermanos por las ventanas.

—Nos gustan las vistas —bromeó Itachi mirándola de reojo.

Sakura tragó, incómoda.

—Ya… Sois igual de raros, eso ya me queda claro. Mañana es el único día en que tu hermano no se transforma, así que esta habitación debe de quedar sellada antes de amanecer. No entorpezcas a los trabajadores.

—Claro que no —prometió Itachi—. No es algo que me venga de nuevo.

El gesto amargo del rostro de Itachi no pasó por alto para Sakura. Sin embargo, a su padre pareció molestarle.

—No me recuerdes tu fracaso, Itachi. Vete a donde tengas que ir y cumple tú única misión: mantenerte alejado de tu hermano.

—Alejar a todo el mundo de mi hermano no es sano —protestó Itachi con los dientes apretados.

—No voy a cometer el mismo error que contigo. Él no es como tú.

—Claro, es más dócil, pero no vas a poder evitar el destino, padre. Ni siquiera tú mismo pudiste evitarlo.

—No voy a cometer esos errores. No hasta que me muera —prometió—. Como hiciera mi padre y como hiciera mi abuelo. Si no te gustan mis condiciones, la puerta siempre está abierta.

Después, cerró las puertas bruscamente y Sakura pudo escuchar que echaban el cerrojo. Era cierto que Sasuke no solía acudir a ella cuando llegaba su día libre. A Sakura le habría gustado gastar más tiempo con él al no tener mucho que hacer, pero Sasuke siempre era inaccesible y cuando le preguntaba a Naruto, este siempre alegaba que Sasuke estaba dormido o reunido con su padre.

Itachi entonces la miró.

—Imagino que tendrás muchas preguntas —dijo, retirando su mano.

Sakura tosió, limpiándose la barbilla con el dorso de la mano.

—Puedes contar con ello.

.

.


Hinata salió de la cama y abrió la puerta sin más. Bostezando, imaginando que era Sakura, le dio la espalda mientras se acomodaba el camisón que permanecía levantado por encima de su trasero.

—Sí que te has despertado temprano. ¿Necesitas algo?

—Hablar contigo.

Se detuvo en seco antes de subirse a la cama de nuevo. Se giró lentamente. ¿Sería cosa del sueño?

No. Naruto Uzumaki estaba en la puerta de su habitación y no le quitaba el ojo de encima.

Se volvió lentamente, sintiendo que su rostro iba ardiendo a medida que era más consciente de la situación.

Con el cabello despeinado, babas seguramente su boca y barbilla, los ojos medio cerrados y sin el acostumbrado maquillaje. Encima… ¡En camisón!

—¿Puedo abrir un agujero en el suelo para enterrarme?

—¡Claro que no! —negó él automáticamente—. Esperaré aquí fuera a que te arregles.

Luego, cerró la puerta para darle intimidad.

Hinata caminó hasta la cabecera de la cama y aferró una de sus almohadas. Hundió la cara en ella y gritó.

¡Quería morirse de vergüenza!

Una vez desahogada, supo que no había vuelta atrás. Porque sabía que Naruto no era de los que cambiaban de opinión. Ya había aprendido que, cuando decidía hacer algo, especialmente a cuenta de trabajo, no existía nada que lo detuviera.

Así pues, tras darse unas palmadas en el rostro, se arregló. Miró el reloj con cierto anhelo de su cama.

Sin embargo, cuando abrió la puerta sus pensamientos a cuenta de firmeza de Naruto fue confirmada. Estaba apoyado contra la pared frontal, cruzado de brazos y no llevaba su típico traje. En vaqueros y camisa era realmente resaltante. Los trajes solían quedarle de maravilla, pero ese cambio era puramente interesante.

—Disculpa la espera —se excusó—. No pensaba despertarme tan temprano.

—Lo siento. Debí de llamar primero y así podrías haberte negado tranquilamente.

—No, tranquilo, no me molesta atenderte —aseguró—. Aunque ya sabes qué podría ocurrir.

—Justo es a cuenta de esto que venía a hablar contigo —indicó—. ¿Desayunamos?

—Oh, claro.

Comenzó a caminar hacia el comedor, pero él la retuvo del codo, soltándola cuando dirigió la mirada hacia él, extrañada.

—Mejor en… la calle —indicó.

Tardó en comprender sus palabras, concentrada más en que su cuerpo no despertara.

—¿No te parece bien?

—Sí, sí —aceptó rauda—. Deja que tome mi móvil entonces.

Él asintió y ella entró de nuevo en su dormitorio para tomar su bolso y móvil. Generalmente, si no salía, no lo llevaba cuando estaba en el hogar y era su día libre. No solía salir mucho de su dormitorio, debía de confesar. Le gustaba quedarse horas en la cama, viendo videos de estilismo, Reality Show de modas y protestar por estilistas que para ella cometían errores, emocionarse con los de novias que buscaban el vestido perfecto… Y tragar, eso no podía faltar, reconocía con cierta vergüenza.

—¿Tenías planes? —cuestionó Naruto una vez se unió a él.

—Más tarde —explicó—. Llevo tiempo sin ver a mis padres y hermana, así que hoy quedé con ellos.

—Vaya. Pensé que tu familia sería más grande.

—Bueno… tengo muchos primos y tíos, eso ha de contar algo.

Él frunció el ceño.

—Discrepo en eso. Hay familias que por muy numerosas que sean no están nada unidas y no es más que enlaces sanguíneos. La familia de verdad es la que está en las malas y en las buenas.

—Eso es cierto —reconoció.

Él se detuvo en el semáforo y señaló una cafetería.

—Igualmente, no te robaré demasiado tiempo —aseguró—. ¿Te parece bien ese lugar?

—Sí, claro —aceptó, dirigiéndose hacia allí una vez el semáforo se puso en verde.

Ocuparon una mesa apartada y tras pedir cafés y tostadas, ambos miraron al exterior en completo silencio.

—Vas a pensar que es una locura —comenzó Naruto repentinamente.

Ella elevó las cejas.

—¿En serio? —cuestionó algo sarcástica—. Tenemos a Sasuke, a mi… —puntualizó.

Él sonrió agradeciendo su discreción.

—Sí, bueno, comparado con todos esto será una cosa de pacotilla —reconoció. Se echó hacia atrás cuando el camarero trajo las bebidas y las tostadas y luego, tomó su sobre de azúcar, sacudiéndolo—, pero es algo que quiero tomarme en serio.

—Te escucho.

Naruto asintió y tras endulzar su café y moverlo por un rato, la miró.

—Me gustaría entrenar contigo.

—¿Perdón? —cuestionó.

—Verás. Llevo desde que nos conocimos. Bueno, no, desde que conocí tu secreto.

—Mi problema más bien.

—O un don —corrigió él al notar su gesto apesadumbrado—. Ser capaz de defenderte de esa forma es algo que muchas mujeres en el mundo querrían.

—El problema es que no sale sólo porque sí —indicó—. Hay algo que lo hace despertar. Y no me preguntes qué es, porque exactamente no lo sé del todo. Simplemente sé que tienen que haber sentimientos fuertes, pero no logro captar cuales son. Pensaba que era por amor o respeto porque sucede si alguien quiere hacer daño a Sakura, como pudiste apreciar con Sasuke. Y contigo… —Suspiró—. Supongo que afecta que tenga que verte como mi superior y que siempre estés como si fueras a mordernos de cometer un error.

—Es mi trabajo —se defendió.

—Es entendible —aceptó—, pero la verdad, eras muy antipático al principio. Y que quieras hacerte el misterioso no ayuda.

Uzumaki retiró el café que llevaba hacia sus labios, protestando al quemarse, mirándola con los ojos muy azules, resaltando su color.

—¡No es mi intención ser misterioso! —exclamó—. Pero tienes que comprender, y especialmente si vienes de un clan como el Hyûga, que dentro de una casa siempre existen secretos que se han de querer proteger y custodiar y desgraciadamente para muchos; yo soy el jefe de seguridad.

—¿Y tu deber es asustar a dos jóvenes estilistas que llegan por necesidad?

—Sí.

—Espero que te pagaran un plus por eso —gruñó entre dientes mordiendo su tostada para no soltar nada más.

Él suspiró, agotado.

—Mira, no puedo cambiar quién soy cuando trabajo, pero ahora no estoy trabajando y me gustaría llevarme bien contigo. Ayudarte, incluso.

—¿Ayudarme? —cuestionó sorprendida—. Espera. Lo de quedar para entrenar es tu forma de querer ayudarme. ¿Es así?

—Sí, pero reconoceré que también es para mi beneficio. Si no te desmayas, claro —reconoció rascándose el cuello—. Sé que eres fuerte. Sé que sacas otra personalidad y que fuiste capaz de golpearme y dejarme heridas. Por eso, quiero entrenar contigo. Y si de esa forma conseguimos descubrir qué ocurre para que yo active esa parte tuya, mataríamos dos pájaros de un tiro. Por supuesto, sólo sería durante ratos libres. Y dado que no tenemos muchos… yo debería de poner el horario.

—Exigente hasta para eso —gruñó.

—Lo siento —se disculpó—, pero yo trabajo mucho más que vosotras. En realidad, en una hora tengo que volver a la habitación de Sasuke y retomar mis tareas de guardia.

Ella frunció el ceño.

—¿Tienes solo dos horas de libertad?

—Sí y no —respondió—. Sé que suena confuso, pero hay días en que es menos complicado cuidar de Sasuke, pero estos días está siendo duro.

—Imagino que los comportamientos de su yo femenino afectan al masculino.

—Son muy diferentes —aseguró—. El problema es que… —Se mordió los labios y ella comprendió.

—No puedes contármelo.

—No.

Hinata dejó la taza de café y se limpió los labios.

—Comprendo.

—Lo siento…

—No tienes que disculparte. Como bien has dicho, en mi casa también hay secretos —. Y no podía olvidar que ella tampoco fue sincera con él cuando le explicó su condición—. Asi que puedo comprender lo que sucede.

—No —negó él apretando los labios antes de continuar—. Yo también firmé un contrato como vosotras que me impide hablar de ciertos temas.

—Más entendible, entonces —aceptó sacando su cartera.

Naruto posó una mano sobre la de ella.

—Déjame que te invite.

Hinata dudó.

—Puedo pagar mi propia consumición y…

—Me haría feliz.

Su mirada era sincera, suplicante. Cerró la cartera y le sonrió amablemente.

—Entonces, otro día te invitaré yo.

Esa vez, su boca se abrió en una sonrisa llena de promesas.

—Lo aceptaré.

Le vio sacar su cartera y ella desvió la mirada mientras llamaba al camarero. Tuvo que parpadear muchas veces intentando calmar su visión o la forma en que sus dedos empezaban a tensarse ahí donde él la había tocado.

—Entonces, ¿aceptarás entrenar conmigo?

—Será peligroso —advirtió carraspeando.

—Lo tomaré como un plus.

—Eso es… Oh, eres un loco —acusó entre risas. Él se unió—. Está bien, lo haremos. Ya tienes mi móvil, así que pásame el horario establecido.

Él asintió y tras pagar, tomaron caminos diferentes. Naruto regresó al Uchiha y ella decidió adelantar su hora con sus padres y hermana.

Necesitaba tranquilizarse y poner en orden todo. Y especialmente, alejarse de Naruto.

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Itachi se sentó frente a ella en su habitación tras entregar una taza de café que Sakura aceptó. Estaba sentada con la espalda muy rígida y los hombros hacia atrás. Ni siquiera cuando dio un sorbo al café pareció calmarse.

—Pensé que te olvidarías de todo una vez durmieras. Que lo meditarías y comprenderías que te había salvado la vida no dejando que te viera y que serías inteligente alejándote de todo, sinceramente.

—¿Qué te hace pensar que he podido dormir? —cuestionó ella elevando las cejas—. Y sí, puedes considerarme una idiota si gustas. No tengo problema con eso. Pero no puedo sacarme de la cabeza todo eso. Y sé que Hinata me mataría si se entera que estoy aquí haciendo preguntas que no debería.

—Al menos una es inteligente.

—Oh, cállate —ladró lanzándola una mirada furiosa—. Más bien, pareces disfrutar con esto.

—Sí, disfruto —admitió dando un sorbo a su propio café—. No con tu sufrimiento, querida. Si no con el sufrimiento que vas a ocasionar.

—¿Yo?

—Sí, tú —confirmó esbozando una sonrisa tras la taza—. Porque tú, querida, estás queriendo tocar el secreto de este hogar y, sin saberlo, podrías destruirlo con un paso en falso.

—No quiero el secreto de este lugar —descartó—. Reconozco que es realmente extraño que un chico se transforme en mujer, pero no quiero poseer algo así.

—Sé que no es eso lo que quieres, Sakura. Pero mi padre así lo considerará. Verás, mi hermano es la gallina de huevos de oro de mi padre. Si por un casual esa gallina se perdiera, mi padre buscaría a un culpable y, entonces, todo acabaría para ti también.

—No comprendo nada.

—Lo sé —afirmó—. Y eso, lejos de lo que parece, hace que tu inocencia sea muy peligrosa. Porque te has metido junto a tu amiga, en una guarida de serpientes y cuervos. Ahora preguntaré: ¿quieres domarlas?

—No quiero domar a nadie —protestó—. Lo que quiero es que Sasuke parezca feliz, quiero saber por qué lo encierran durante nuestro día libre y quiero…

—Quieres saber tantas cosas y de ninguna encontrarás respuesta fácilmente. Como te he dicho, esto es un nido peligroso —puntualizó—, pero tranquila.

—¿Por qué?

—Porque yo puedo ayudarte a salir de aquí.

—No quiero dejar el trabajo.

—Oh, no, no. No te pido que hagas eso —aseguró—, pero sí que destruyas todo esto. Que salves a mi hermano como no pudieron salvarme a mí.

—¿A ti? ¿A qué te refieres?

Él se levantó en silencio hasta una cajonera. Abrió uno de los cajones y tras aferrar algo, volvió hacia ella y lo depositó frente a ella en la mesa.

Sakura lo tomó con cuidado y lo abrió. Su boca se abrió considerablemente, alternando entre él y lo que resultó ser una fotografía.

—Este es…

—Soy yo. Yo era antes la chica secreta.

Continuará…