—Whisky doble—anunció el barman dejando la bebida en la barra y regresó a su trabajo.

La mujer castaña sin decir nada lo tomó y dio un largo trago.

—¿Buscando relajación? —preguntó una voz masculina detrás de ella.

—Piérdete—soltó ella parcamente sin ver al sujeto y dio otro trago. El hombre se esfumó.

La kunoichi se enfadó más de lo que ya estaba al descubrirse con esa actitud tan cortante.

El lado bueno es que estaba en un bar muy lejos de su aldea, ahí nadie la conocía así podía ser todo lo fría que quisiera y nadie le iba a preguntar que pasaba.

«Genial», pensó para sí misma mientras se perdía observando el líquido de su vaso.

Estaba sentada en un banquillo alto junto a la barra del primer bar que encontró. Para su sorpresa, el bar era lindo y elegante, la música a un volumen perfecto para poder mantener una conversación sin necesidad de gritar y que solo los inmiscuidos escucharan. El lugar se iluminaba con luz cálida indirecta creando un ambiente íntimo y sensual.

Aparte de la barra que compartía la mujer con otras cuatro personas sentadas a algunos metros de separación una de otra, había mesas pequeñas con dos o tres sillas cada una. Todas ocupadas. En unas mesas charlaban, en otra se besaban, en otra reían. Lo que sea que estuvieran haciendo, cada quien estaba en sus asuntos.

Tomó del vaso y se fijó que de solo tres tragos su bebida se había terminado. Mierda, sí que estaba furiosa y todo por culpa del estúpido, tosco, insensible, hijo de puta, antipático de su esposo.

Estaba por llamar al barman cuando un whisky doble apareció mágicamente frente a ella.

—Le envía el caballero de por allá—dijo el barman y se alejó.

La kunoichi elevó un poco el vaso y agradeció con el gesto a quien se lo había enviado.

No esperaba toparse con unos ojos platinados devolviéndole una profunda mirada desde el extremo derecho de la barra.

El hombre era jodidamente atractivo: rasgos perfilados y varoniles, cabello largo y castaño. Vestía pantalón y camisa negra que ajustaban perfecto al excelente cuerpo y contrastaban con su tez blanca.

La mujer giró un poco en el banquillo y, mientras tomaba un corto trago, arrastró su mirada de arriba abajo admirando la majestuosidad de espécimen. Le gustaba lo que veía. Y mucho. Incluso empezó a fantasear con que esas grandes manos recorrieran a voluntad su cuerpo.

—Bebida fuerte—comentó con su grave voz masculina.

Se sentó al lado de ella con una seguridad y soltura soberbias, sus codos quedaron a milímetros de distancia.

—Necesitaba algo fuerte para pasarme un mal rato—dijo la kunoichi volviendo la mirada al vaso.

—¿Quién es el imbécil?

Ella soltó una risa corta e irónica. Él acababa de llegar y ya había descrito a la perfección a su pareja.

—Mi… compañero—contestó ella.

—¿Compañero?

—Sí, compañero—dijo la castaña diciendo cada sílaba lentamente y tomó otro sorbo.

—Debió haber hecho algo muy mal el idiota para que estés aquí tan sola—señaló el increíble espécimen tomando a su propia bebida: tequila cristalino.

—Vaya que sí.

—¿Se puede saber qué hizo?

La mujer dio un largo trago con una sonrisa iracunda antes de hablar.

—Mírame—ordenó viéndolo a los ojos, giró un poco su cuerpo hacia él y recargó su sien en su mano.

Él obedeció y paseó sus ojos por la atractiva mujer.

Su sedoso cabello castaño estaba suelto y caía en delicadas ondas llegando hasta la diminuta cintura. El color de su cabellera combinaba a la perfección con sus increíbles ojos castaños y su hermosa piel bronceada.

Llevaba puesto un vestido azul marino de tirantes delgados que abrazaba su cuerpo elegantemente; tenía un bonito escote que enmarcaba sus grandes y apetecibles pechos y dejaba ver la sinuosa curva que hacía su cadera. El vestido terminaba a la mitad de los muslos. Tenía cruzadas sus largas y torneadas piernas envueltas en unas finas medias azul marino y remataba con unas zapatillas altas de tacón de aguja bastante altos.

El castaño agradeció la poca iluminación del lugar pues había aparecido un gran bulto en su entrepierna.

—Sublime—soltó él.

—Gracias—dijo la kunoichi sonriendo con ironía—. Era lo que quería esta noche—tomó otro sorbo—. Solo un elogio de mi cuidadosamente seleccionada vestimenta de hoy antes de coger.

—Y no dijo nada... que grandísimo pedazo de imbécil—humedeció su garganta con otro trago antes de seguir—. Por lo que me cuentas, no se ha dado cuenta que te puede perder por esas estupideces. No te trata como quieres y mereces.

Ella volteó a verlo, sus hombros ya se rozaban por lo que sus rostros habían quedado ya a un palmo de distancia.

—¿Qué más querías esta noche? —preguntó él en un tono más grave.

—Quería que me halagara…—empezó ella perdiéndose en sus ojos y tragó saliva antes de seguir—Que me besara y recorriera todo mi cuerpo como él lo sabe hacer—terminó confesando sintiendo como su enfado se iba transformando en deseo por ese hombre.

Él giró lentamente su cuerpo para poder llevar sus labios al oído de ella y susurrarle:

—Lo que él no te hizo, yo lo puedo hacer.

Con esa simple frase la intimidad de la castaña se humedeció.

Él siguió hablándole al oído:

—Si te falta alguien que sirva de pretexto para dejarlo, puedes aprovechar que estoy aquí. Me puedes usar y no te vas a arrepentir. Conmigo no te va a faltar amor y si te falta… lo hacemos.

Él se retiró del oído con intención de besarla. Sus labios apenas y se rozaron y ella, sonriendo sensualmente, se movió un poco en el último momento, esquivándolo.

No se besaban, pero sus labios estaban a milímetros.

Antes de seguir hablando, él suspiró, más bien fue como un corto gruñido entre queja y excitación por lo cerca que estuvo de besarla.

—Si te falta alguien que juegue con tu cuerpo, esta noche, si tú quieres, yo me ofrezco.

Eso fue suficiente, la kunoichi sintió palpitaciones en su sexo. Hora de irse de ahí.

Ella puso su mano en la mejilla del hombre, con ademán de besarlo, pero solo paseó su pulgar por los labios masculinos para luego retirar la mano, tomar su vaso y de un trago terminar el líquido que quedaba.

Dejó un par de billetes en la barra, se bajó del banquillo y se alejó caminando hacia la salida del bar.

El castaño que no perdía detalle de cada movimiento de la atractiva mujer. Pensó que eso era todo, que lo habían rechazado, pero luego, cuando ella estaba por salir del lugar, le dio una mirada discreta y llena de deseo. Él comprendió inmediatamente.

—Suertudo—dijo una voz masculina, seguro uno de los hombres en la barra.

—Piérdete—dijo cortante.

Sin voltear siquiera a verlo, dejó el pago y salió del lugar.

La alcanzó rápidamente, ambos caminaban a paso lento y seguros de a donde se dirigían. Iban en silencio bajo la luz de las estrellas. Solo los acompañaban los ecos de los lugares de entretenimiento por donde pasaban.

La castaña abrió la puerta del hospedaje y entró con el hombre pegado a sus talones.

Se detuvo en medio de la habitación. Invitándolo. Esperándolo.

Pasaron unos dos segundos cuando la mano masculina retiró delicadamente el cabello hacia un lado para tocar con las puntas de los dedos el elegante cuello femenino provocando que se erizara la piel de la castaña.

Él continuó tocando con adoración: del cuello a los hombros, bajó por en medio de la espalda y en la cintura separó sus manos para acariciar la cadera y muslos.

Regresó a la cadera y la atrajo hacia él, pegando sus cuerpos, haciendo que ella sintiera su gran erección en su trasero. Ella soltó un gritito de placer.

Las grandes manos pasearon por tus muslos, empujándolos hacia él, presionando contra su miembro mientras él seguía regando besos en el cuello y hombro.

Sus manos subieron con decisión a los pechos de la castaña, los apretó y masajeó hasta que escuchó la respiración de la mujer empezó a agitarse, justo esa era la señal que quería: bajó una de sus manos y la deslizó por debajo del vestido tocando su sexo. Se excitó al sentir la humedad en ella. Comenzó a masturbarla por encima de las medias, ella aceptaba gustosa cada caricia.

El hombre llevó la mano que apretaba un seno a la garganta de la mujer, ella giró un poco la cabeza y él se inclinó para besarla, pero con el mismo movimiento del bar, la castaña lo esquivó. Esta vez, él no iba a quedarse con las ganas; la tomó de nuevo por la cadera para girarla media vuelta y quedar de frente. Atrapó los labios de ella con los suyos, rápidamente ambas lenguas entraron en contacto. Ella aún sonreía satisfecha de haber llevado a la desesperación a aquel atractivo hombre que la besaba fogosamente.

Ella separó sus labios y lanzando una mirada llena de maldad y sensualidad, la kunoichi caminó lentísimamente a la cama. Se subió a gatas y lo vio por encima de su hombro.

El castaño fue a ella inmediatamente, levantó el vestido dejando esos perfectos glúteos al descubierto. Rompió las mallas ahí donde estaban más húmedas e introdujo dos dedos en la hinchada y necesitada intimidad femenina.

Ella gimió y se comenzó a mover contra los dedos.

Ambos estaban perdidos en el placer de la lujuria, no podían esperar más.

Él uso su mano libre para sacar su miembro. Retiró los dedos y en su lugar puso la punta de su pene. La castaña gemía cada vez más fuerte conforme iba sintiendo que aquel hombre se introducía lentamente en ella, abriéndose paso, dejando que se acostumbrara a su tamaño que era considerablemente grande.

Ella lo recibió completo, estaba extasiada, la llenaba deliciosamente.

Ambos comenzaron a mecer sus cuerpos, haciendo cada arremetida una entrada dura y salvaje.

Sin dejar de entrar y salir, el castaño la tomó por los pechos y la enderezó, quedando los dos hincados sobre la cama, ella sentada sobre él.

El hombre la besaba y lamía entre el cuello y el hombro, aprisionaba uno de sus pechos con una mano y con la otra jugaba con su clítoris, todo mientras la penetraba como quería.

Ella levantó sus brazos y hundió sus manos en la cabellera de su amante, aferrándose sabiendo que estaba al borde del placer.

No pudo más, sentía a ese hombre en todo su cuerpo y le encantaba. En un grito ahogado, llegó al orgasmo, un largo y glorioso orgasmo que se intensificó al escuchar los casi gruñidos de él y sentir un líquido caliente en su interior.

Ambos habían terminado.

—Te ves increíble con ese vestido, Tenten—le susurró al oído con voz ronca y la respiración todavía agitada.

—Lo sé—ella contestó sonriendo todavía sintiendo los espasmos post orgasmo en la vagina— ¿Tan difícil era que lo dijeras antes de que quisieras quitármelo? ¿Antes de que saliera del cuarto?

—¿Y perderme la oportunidad de provocarte en un bar? No, este vestido necesitaba una historia especial. Lo supe en cuanto te vi.

—Tu… Hyuga… —pronunció ella como si fuera un insulto. Su jodidamente sensual esposo le había tendido una trampa. Una muy sexy debía admitir.

Se separaron, limpiaron los fluidos, se acomodaron un poco la ropa y se recostaron en la cama sin dejar de hablar, movimientos ya de rutina.

—Te encantó—dijo engreídamente.

—Me encantó que estuvieras de acuerdo conmigo en insultarte—soltó una risita.

—A mí no me encantó que me llamaras "compañero" y me dejaras con las ganas de besarte—admitió con algo de indignación abrazándola y besándola con ahínco, recordando la frustración sentida.

—Yo también sé que botones tocar, Neji—sonrió ella mirándolo juguetonamente—¿Tu oferta de jugar con mi cuerpo era solo esta noche?

—Ésta y todas las que quieras.

La respuesta amplió su sonrisa.

—Neji… siento que me falta amor.

—Hay que hacerlo.

Ambos rieron mientras empezaban a volar las caricias.

Mierda, era demasiado excitante lo que hacían cuando iban a misiones lejos de casa.


Fic inspirado en letra de canción "Si te falta alguien"