Hoy, después de tanto tiempo, decidí enfrentarme a la montaña de basura cibernética en mi computadora. Entre los archivos desordenados y los correos electrónicos sin leer, encontré una carpeta marcada con el nombre de ella: Shizuru. Al abrirlo, me invadió una oleada de recuerdos y emociones enterradas.
Recordé los días en los que cada notificación de correo electrónico era una promesa de conexión, una luz en medio de la rutina digital. La anticipación de sus mensajes llenaba mis días, transformando simples líneas de texto en extensas cartas de amor que devoraba una y otra vez. Cada palabra escrita con el brillo de su corazón y cada párrafo tejido con la ternura de su alma.
Sin embargo, a medida que exploraba los mensajes, también revivía el doloroso eco de nuestra separación. Recuerdo haberla alejado, como una cobarde incapaz de enfrentar mis propios miedos. Su amor por mí era tan abrumador que me sumergía en un océano de inseguridad y autodesprecio. Temía perderla, pero aún más, temía la profundidad de mi propia vulnerabilidad frente a ella.
En cada mensaje, podía sentir su presencia, su voz resonando entre las palabras, sus ojos de rubí atravesando la pantalla para alcanzar mi corazón. Su amor era un faro en la oscuridad de mis dudas, pero también era un espejo que reflejaba mis propias debilidades.
Ahora, mientras me sumergía en el pasado a través de esos mensajes, me encontraba confrontando la verdad que había evitado durante tanto tiempo. Mi corazón seguía latiendo con el eco de su amor, pero también con el peso de mi arrepentimiento.
No supe si eliminar la carpeta o seguir abriéndome las heridas de este corazón que se niega a olvidarla. He seguido de cerca sus pasos a través de las noticias; sus logros resonaron por todo Japón. Su talento era innegable, y era solo cuestión de tiempo antes de que el mundo descubriera su brillantez. A veces, cuando me entero de alguna noticia sobre ella, me encuentro atrapada en un torbellino de emociones. Culpo a mi propia debilidad mientras me encierro en mi oficina, incapaz de resistir la tentación de verla en la pantalla, de escuchar sus declaraciones, de estudiar sus facciones.
A menudo, me reprocho en silencio por este hábito clandestino, como si estuviera esperando que nadie descubriera mi obsesión. Natsuki Kuga, perdidamente enamorada. ¿Por qué complicarnos la existencia de esta manera? Me pregunto si acaso, al encontrarme con ella, abriría de nuevo su corazón para mí. Después de tanto tiempo, ¿es posible que exista esa posibilidad? Sé que está a solo unos milímetros de mi alcance, esa oportunidad de reavivar lo que una vez fue. Pero luego, el miedo regresa, ese terror que no sabe cómo lidiar con todo lo que implica. ¿Cómo manejar tanta felicidad? ¿Cómo simplemente vivir con lo que ella me ofrece?
¿Por qué soy tan complicada?, porque no puedo simplemente abrazarme a esto que siento y ser feliz?, recuerdo nuestras tardes en las puestas de sol, en los viajes por carretera surcando las montañas, mi corazón se acongoja por tantos bellos momentos que solo quedan en mi mente.
¿Acaso pensarás en aquellos momentos como yo lo hago ahora? Ya no puedo soportar más esta retórica. Cierro la computadora de golpe y me encamino hacia la salida más cercana de esas abarrotadas oficinas. Afortunadamente, ser la jefa a veces tiene sus privilegios. Salgo como un potro desbocado, necesitado de alejarme de todo. Cuando llego al estacionamiento, diviso mi motocicleta esperándome impaciente.
Abandonar esa jungla de cemento y dirigirme hacia las montañas es un bálsamo para mi alma, un lugar donde fui feliz en muchas tardes, donde el mundo quedaba en segundo plano, solo tu presencia a mi lado importaba.
Una curva más y por fin podría encontrar tranquilidad.
El acantilado es maravilloso, el mar se despliega ante mis ojos con todo su esplendor, las ráfagas de viento acarician mi rostro y todo parece surrealista, desprendiendo una paz que rara vez se encuentra.
No dudo en estacionar y llenarme de energía con los últimos rayos de luz que se desvanecen con el ocaso. Detengo el motor y me quedo allí, observando cómo las primeras estrellas aparecen en el cielo. La temperatura comienza a descender y los recuerdos invaden mi mente.
Recuerdo el calor de tu cuerpo, la sensación que recorría todo mi ser cuando estabas aquí. Sentada, podía sentir tus manos recorriendo mi cadera, abrazándome por detrás, con tu barbilla descansando en mi hombro mientras hablabas de nuestros planes futuros. Las lágrimas no tardan en brotar, anhelando aferrarme a esos recuerdos, necesitando desesperadamente esa calidez en mi vida.
"Shizuru...", murmuro en un susurro apenas audible, esperando que esas palabras se las lleve el viento y lleguen a tus oídos, rescatándome de este abismo de miseria en el que me encuentro.
Un chillido metálico contra el pavimento interrumpe mi burbuja de cristal. Un vehículo se aproxima a gran velocidad, una de las llantas ha estallado y el conductor parece incapaz de controlarlo adecuadamente. El automóvil zigzaguea desesperadamente por la curva, golpeando uno de los muros de contención antes de comenzar a dar vueltas de forma descontrolada, hasta quedar detenido contra un tronco de árbol. Sin dudarlo, corro para ayudar a los heridos, pero el humo que emana del vehículo dificulta la tarea. Entre la confusión, diviso a una chica de cabello dorado luchando por salir del asiento del piloto, pero la puerta está atascada por el impacto. Le hago señas para que se proteja mientras busco una roca para romper el vidrio.
"Espera... no hagas movimientos bruscos", le advierto al acercarme. Una línea de sangre se desliza por su cabeza, su cabello está cubierto de fragmentos de vidrio y sus ojos azules reflejan el miedo.
"Ayúdame, por favor", suplica entre sollozos.
"Dame unos minutos", le digo mientras intento desbloquear la puerta. Pero, por más que lo intento, no cede ni un centímetro. Con mi chaqueta, comienzo a quitar los fragmentos de vidrio de la puerta y le indico que se quite el cinturón de seguridad para poder sacarla del vehículo, que cada vez se vuelve más caliente.
Ella se desabrocha el cinturón y trata de salir por sus propios medios, pero sus piernas están entumecidas. Señala que no puede sentirlas, y entonces las lágrimas comienzan a rodar por sus mejillas.
Me acerco a ella y le pido que me rodee el cuello mientras intento sacarla del auto. Con todas mis fuerzas, la empujo hacia afuera, y caemos con fuerza sobre mi cuerpo. Siento su peso aplastándome, dejándome sin aliento por un momento. Experimento un vacío y un dolor al respirar, lo que me hace toser. Se ha desmayado, y su cuerpo cada vez se siente más pesado mientras yo me quedo sin oxígeno.
Con el último esfuerzo que me queda, la acomodo a un lado y me recuesto, mirando las estrellas en el firmamento con dificultad para respirar. Todo empieza a nublarse y se vuelve tan pesado que no puedo incorporarme. Todo está oscuro... siento que pasa un segundo desde que quedé inconsciente. Pero algo dentro de mí recuerda que nuestra vida está en peligro, así que comienzo a arrastrarla hasta estar segura de que el humo no nos puede hacer más daño.
Busco mi celular en mis bolsillos para llamar por ayuda, pero al revisar la bolsa trasera, me doy cuenta de que ha sufrido daños irreparables en la caída.
Observo a la joven con un vestido amarillo de tirantes, pero no encuentro nada útil en su vestimenta. Suspiro y decido arriesgarme a buscar su teléfono en el auto. Echo un vistazo rápido, pero no logro encontrarlo. Sin embargo, sé que en este estado no puedo llevarme a la chica, ni tampoco puedo dejarla allí en la intemperie. Decido regresar al automóvil y buscar por todas partes.
Finalmente, lo encuentro al lado del asiento, con la pantalla partida por la mitad. Salgo y trato de hacer una llamada al último número marcado, que aparece con el apodo cariñoso "mi amor". Suena, pero nadie contesta. Repito el intento varias veces, sintiendo crecer mi frustración por la falta de respuesta de la persona que supuestamente es importante para ella.
Intento comunicarme con las autoridades, pero mi teléfono está tan dañado como el suyo. Después de cuatro intentos, alguien finalmente responde de mala gana.
"Te dije que no me llamaras entre semana", responde la voz del otro lado de la línea.
Me quedo en silencio, sorprendida por la respuesta, pero ahora estoy demasiado molesta por la situación.
"¿Estás ahí?" pregunta nuevamente.
"La dueña de este celular ha sufrido un accidente, necesito que pidas ayuda porque su teléfono está estropeado y no puedo marcar. Estamos en el kilómetro 502, en las afueras de Tokio", respondo, sintiendo un nudo en el estómago por la incertidumbre de si alguien vendrá por nosotros. Después de un par de horas, las luces rojas y azules de las sirenas de emergencia se vislumbran a lo lejos, indicando que la ayuda finalmente ha llegado. Los paramédicos se llevan a la chica en la ambulancia hacia el hospital central.
Nadie más viene. Solo ella en esa ambulancia. La joven parecía no necesitar ayuda para encontrar pretendientes. Me pregunto por qué estar con alguien a quien aparentemente no le importaría.
Y entonces, algo dentro de mí comienza a resonar de manera familiar... Recuerdo el accidente de Shizuru y cómo, en medio de mi molestia por los rumores que habían surgido, sobre una relación con ella la dejé sola en el hospital. Ahora, comprendo el miedo que pudo haber sentido, y cómo solo necesitaba mi apoyo para consolarla. Sin embargo, mi orgullo y mi coraje me impidieron estar allí para ella en ese momento de necesidad.
Aun siento el apretón en mi pecho cuando recuerdo esa noche en el sofá, abrazadas. Ella se aferraba a mí, y yo permanecía allí como una estatua, incapaz de comprender el significado de sus palabras en esa noche.
El camino no me parece largo; en un abrir y cerrar de ojos, me encuentro frente a su departamento. Observo la columna de edificios, sabiendo que el suyo es el penthouse. Me pregunto por qué nunca decidió cambiarse de residencia, considerando el estatus que ella tiene ahora, este lugar ya no es parte de ella.
Al querer entrar en el complejo de apartamentos, un vehículo negro se estaciona bruscamente, pero decido quedarme quieta y observar con atención quiénes saldrán del automóvil. Mi corazón late con fuerza en mi pecho, una mezcla de curiosidad y ansiedad se apodera de mí mientras espero.
Una joven de unos 20 a 25 años de edad aproximadamente emerge del auto con determinación. Su cabello azul, tan llamativo como inusual, ondea con la brisa, atrayendo todas las miradas hacia ella. Sus ojos morados, llenos de una intensidad que parece cortar el aire, se encuentran brevemente con los míos en un instante cargado de desafío y curiosidad.
Por qué esa mirada hostil, me pregunto, hasta que identifico quién sale del vehículo. Su cabellera castaña se hace visible ante mí. Eres tú, con un vestido de noche que deja tu espalda al descubierto. Tu figura se ajusta a la tela, y mis manos se tensan a los costados mientras te veo acercarte con confianza. De repente, sin previo aviso, tus labios encuentran los suyos en un beso inesperado y apasionado. Mi corazón salta en mi pecho, mientras una oleada de emociones contradictorias me invade. La traición se mezcla con los celos, formando un nudo en mi estómago que amenaza con asfixiarme. Observo impotente cómo la persona castaña retrocede, sorprendida por la emotiva reacción de su compañera.
El susurro de sus palabras no llega a mis oídos, pero puedo ver la disculpa en los gestos de la joven de cabello azul. Sus ojos reflejan una mezcla de vergüenza y arrepentimiento, mientras se aleja lentamente, marcando un número en su teléfono con manos temblorosas. La tensión en el aire es palpable, y mi mente se nubla con pensamientos confusos y preguntas sin respuesta.
Mientras tanto, Shizuru camina con paso firme hacia su edificio, su porte sereno apenas traiciona la tormenta de emociones que se agita bajo la superficie. Una sensación de pánico se apodera de mí mientras la veo alejarse, preguntándome qué ha sucedido entre ellas y qué significará para nosotros.
No obstante, mi coraje supera mi cordura, y decido seguirla. La ira me consume mientras me acerco a su departamento. Al llegar a su puerta, mis manos tiemblan, pero finalmente toco sin hacer ruido. Me preparo para enfrentar lo que sea, pero entonces escucho tu voz resonando por el pasillo.
"Ara, ara, no sabía que Natsuki se había vuelto una acosadora", bromeas, pero tus ojos advierten de que no debo subestimarte.
"Me has descubierto", respondo, tratando de ocultar la turbulencia de mis emociones bajo una capa de sarcasmo.
Te acercas con cautela, y en ese momento, todo tu semblante cambia. Tus ojos se vuelven más serios, tu presencia más imponente. "¿A qué debo el placer, Natsuki, de tener tu presencia?", preguntas con una mezcla de curiosidad.
Y yo... me quedo sin palabras. Tartamudeo, muerdo mis labios, tratando desesperadamente de sonar coherente. Pero tú, con una sonrisa irónica, te acercas más a mí.
"Ara, Ara, ¿será que Natsuki me ha extrañado?", murmuras, y tratas de acariciar mi rostro con tu mano derecha.
Pero me alejo, apenas unos pasos, y lo único que logras tocar es mi cabello. Tu expresión cambia, con un dejo de decepción.
"Entonces no es eso", dices con frialdad, y te enfocas en la puerta de tu departamento. La abres de un solo movimiento y, sin siquiera invitarme a entrar, pronuncias un simple "nos vemos, Natsuki".
Y así me dejas, parada allí, en la entrada, sintiéndome como una intrusa en tu vida. La rabia y la frustración me consumen, y decido golpear tu puerta con fuerza, decidida a hacer que todos los vecinos salgan por tu mala educación. Pero cuando lo hago, la puerta se abre de golpe.
Entro en tu departamento y me quedo petrificada. Mis ojos recorren la habitación, y me doy cuenta de que está vacía. Te encuentro sentada en una silla cerca de la ventana, con la mirada perdida en la oscuridad de la noche.
"A veces vengo aquí una o dos veces a la semana", comienzas, y tus palabras resuenan en el silencio. "Observo por esta ventana la ciudad, deseando que el destino un día pueda cruzar nuestros caminos. Pero como puedes ver, no hay nada más en este departamento aparte de esta silla".
"Han pasado cinco años, Natsuki, y no sé por qué has venido o qué esperas de mí. Pero si no es para decirme que me amas como yo te amo, entonces es mejor que te marches".
Te levantas de la silla y me miras con determinación, tus ojos escarlatas clavándose en los míos.
"Yo... todavía no sé qué es lo que quiero realmente", balbuceo, luchando por encontrar las palabras adecuadas.
"Entonces no hay nada más que hablar entre nosotros", dices, caminando hacia la puerta. "Espera... espera..." es lo que alcanzo a decir con quejido de súplica.
Entonces, tu voz rompe el silencio, resonando en el pequeño espacio entre nosotros. "A veces, Natsuki, las cosas simplemente no están destinadas a ser", dices con una calma que me desconcierta. "Quizás tú y yo estamos condenadas a seguir este juego de idas y venidas para siempre".
La tristeza y resignación en tus palabras me golpean como un puñetazo en el estómago. ¿Es eso realmente lo que piensas? ¿Que nuestras vidas están destinadas a ser solo una serie de encuentros fugaces y despedidas dolorosas? Mi mente divaga en ideas, en preguntas sin respuesta, incapaz de pronunciarlas. Pero en mi intento vago de retenerte, mi valor comienza a aflorar. "No puedo seguir así", susurro, luchando contra el nudo en mi garganta. "No puedo seguir viviendo en este limbo, esperando que algún día vengas a rescatarme", pronuncio en un tono suplicante.
Pero tú te limitas a mirarme con una expresión inexpresiva, como si estuvieras completamente desconectada de mis palabras y emociones.
"Lo siento, Natsuki", dices finalmente, tus ojos evitando los míos. "Pero creo que es hora de que cada una siga su propio camino".
El peso de tus palabras cae sobre mí como una losa, pero algo dentro de mí se niega a rendirse ante la desesperación, mi mente se pone a pensar ¿Es esto realmente el final para nosotras? ¿Estamos condenadas a seguir adelante sin mirar atrás?
"No puedo hacerlo", murmuro, las lágrimas corriendo por mis mejillas. Te amo y no puedo dejarte ir, Shizuru. Lo digo con una esperanza que surge desde lo más profundo de mi ser, con la firme convicción de que juntas podemos superar cualquier obstáculo.
Te acercas a mí, y me observas con esos ojos escarlatas que tanto amo, buscando en lo más profundo de mi alma. Y luego, me abrazas tan fuerte que siento que el mundo se detiene por un momento, que el universo entero se inclina ante nuestro amor compartido. "Gracias", susurras contra mi pecho, sintiendo cómo mi corazón late al ritmo del tuyo. "Yo también te amo Nat-su-ki".
Tu rostro se acerca al mío con ternura, y por un instante todo el dolor y la incertidumbre se desvanecen, dejando solo espacio para el amor y la esperanza. Pero justo cuando nuestros labios están a punto de encontrarse, me giro ligeramente a un costado con una sonrisa traviesa.
"Ara, ara, mi Natsuki no quiere mis besos", bromeas con ternura, haciendo un puchero juguetón que hace que mi corazón se derrita de nuevo.
"Te acabaron de besar hace un momento", respondo con una molestia clara en mi voz, sintiendo cómo el peso del mundo se levanta de mis hombros. "No quiero saliva de otras personas".
"Oh, mi Nat-su-ki, tan cariñosa como siempre", murmuras, abrazándome aún más fuerte mientras nos sumergimos en el cálido abrazo del amor compartido. Por fin, todo parece encajar en su lugar, y sé que juntas podemos enfrentar cualquier desafío que el destino nos depare, su abrazo se fue intensificando y por un momento senti que dejaba de respirar.
"Shi... zu... ru... ¿me estás... aho... gando?" Mis palabras eran apenas un susurro, ahogadas por el dolor y la confusión que me envolvían. Pero no hubo respuesta. La oscuridad me rodeaba, una oscuridad densa y asfixiante, y sentí cómo las fuerzas me abandonaban poco a poco. Una sacudida violenta me sacó de aquel sueño.
Abrí los ojos frenéticamente, la luz inundando mis pupilas dilatadas. Inhalé con fuerza, sintiendo el aire llenar mis pulmones con urgencia. Miré a mi alrededor, desorientada, solo para darme cuenta de que seguía en el lugar del accidente. Las lágrimas brotaron de mis ojos sin control.
Todo había sido una ilusión. Tú no estabas conmigo. Los paramédicos me miraban con sorpresa mientras yo me sumía en la desesperación. Las palabras de aliento que intentaban darme por mi compañera herida a mi lado apenas resonaban en mi mente. Me trasladaron al hospital, pero yo seguía sumida en mi propio tormento, sin desear nada, sin necesitar a nadie.
La chica de vestido amarillo vino a verme varias veces, pero yo seguía envuelta en mis propios pensamientos oscuros. Aunque una parte de ella parecía sentirse culpable por mi crisis existencial, yo no quería ni necesitaba nada. Mi alta estaba programada para las primeras horas del día, pero yo seguía allí, en el hospital, ahogándome en mi dolor, con las sábanas como único refugio. A veces me inyectaban para "calmar los nervios", otras veces llegaba un psicólogo con sus preguntas, sin sentido para mí, pero yo no quería hablar, no necesitaba hacerlo. Solo quería dejarme consumir por esta oscuridad que no se alejaba de mí.
¡Hola, buenas! Es mi segundo fanfic de esta pareja, después de muchos años, me animo a escribir de ellas por que la personalidad de Shiziru es como un personaje con tantos matices, pero espero que les guste, ¡los veo en sus comentarios!
Por cierto, hay dos canciones que creo que le quedan muy bien a esta historia, espero que les guste mis recomendaciones.
Oreja de van Gogh Durante una mirada.
Today's Horoscope Kim Hyeong Jung, o bien si quieres ver el video lo puedes encontrar así Todays fortune Kim Hyeong Joong.
