¡Hola! Les saludo, pasaba para dejarles un episodio, se me había olvidado hacerlo antes, me distraje con muchas cosas, pero lo importante es que llegó la actualización.

Ya saben que pueden dejar su apoyo con comentarios, estrellas, kudos o lo que puedan, así animan al autor a seguir con esta obra :'D

Eso es todo, pasen una bonita noche o día ! Hasta muy pronto~

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Disclaimer:Aclaro que ninguno de los personajes usados en esta historia son míos, excepto los que yo cree. En todo caso se dará debida nota. Riot Games tiene los derechos de los personajes usados.


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Nota: No alplagiopor favor, copiar una historia que no es tuya y ponerla en otro sitio bajo tu nombre es plagio. Si ven mis obras en algún lado sin mi permiso ni mi nombre... avisen y/o denuncien al autor, gracias


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El Baile del Cuervo

Por Clarisce

Capítulo 35: Castigo y Ambición


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¿Será que el tiempo transcurre de manera diferente? Jericho estaba cansado, ahogado, tenía todo tipo de sensaciones, su corazón se agitaba y luego se calmaba, recordaba todo lo que había practicado, meditar, meditar, meditar… se convenció de hacerlo, pero no podía mantener dormida su consciencia.

Irelia, pensó aquel joven, ¿estaría bien? ¿Habría llegado segura a la fortaleza? Odiaba imaginar que su madre estuviera maltratándola, ¿y si hacía lo mismo que esa maldita señora Fleuran? Se desesperó en aquella nada.

— No puedo morir —susurró.

La puerta de la habitación se movió, ¿alucinaba? No, no era eso, realmente se estaba moviendo.

— Jericho Swain, puede salir.

Un guardia un poco flaco, con ojos saltones y manos huesudas se asomó por esa puerta y habló, estaba algo sorprendido, su físico parecía decirle que no era de ese mundo, ¿en serio no era una alucinación?

— ¿Me escuchó? —dijo aquel guardia aún en la puerta.

— Eh… —quería decir algo, pero antes alguien más apareció para mostrarle que estaba pisando la realidad.

— Swain —dijo Darius y fue hacia él con preocupación.

"¿Tan mal me veo?" —pensó viendo su reflejo en la armadura del pelinegro.

Darius caminó hacia él, lo sostuvo porque se veía desvalido, sus piernas débiles tambaleaban y su mirada perdida parecía anunciar un desvanecimiento en cualquier momento.

— Te tengo —acomodó su brazo sobre su cuello para llevarlo caminando fuera de esa habitación.

— ¿Cuánto tiempo pasó? —preguntó.

— Fueron 32 días —dijo con inquietud—. Swain… —llamó su atención porque el peliblanco perdía su mirada siempre que podía.

— ¿Qué es?

— No puedes salir del palacio, tus hermanos están en otras salas, tu padre fue enviado a cumplir tareas de investigación en Shurima y bueno, tu madre está en la fortaleza del Noreste, envié muchas cartas, pero no han respondido a ninguna, sólo tuvimos la notificación del encargado de la fortaleza anunciando su llegada.

— Irelia… —se descompuso, estaba confuso y comenzó a querer moverse con fuerza en otra dirección— necesito escribirle, ella… no sabe que estuve aquí, si… si tus cartas no llegaron es porque alguien interrumpe la comunicación, yo… —sus piernas fallaron finalmente y estuvo a punto de caer al piso, pero Darius lo sostuvo.

— Debes descansar. Llamé un médico, te verán de inmediato.

— Yo… necesito escribir… una carta, pedir favores, enviar… como sea…

— Puede esperar, ¡entiende! —lo tomó por los hombros mirándolo— estás desgastado, probablemente incluso sufras alucinaciones durante varios días, si tienes un poco de paciencia, harás todo.

— Darkwill es peor de lo que crees, quiere a Irelia, necesito advertirle…

— Hay algo peor —intervino frunciendo el ceño y volviendo a ponerse a su lado para que siga su camino hacia su habitación— pero te lo diré después de que veas al médico.

Incluso si se lo dijera, no había nada peor que la fijación del emperador en su joven esposa, aquella vulnerable muchacha obligada a convivir en un país lejano, alguien a quien le debía una vida sin preocupaciones, alguien a quien sentía el deber de cuidar y que… no quería perder.

Llegó a la habitación y Darius lo acomodó sobre la cama mientras el médico lo examinaba, cuando terminó de verlo, determinó que curaría todas sus heridas y lo derivó con otro médico, su mente había sido quebrada. Tanto tiempo en aislamiento, tanto abuso, esa tortura… era digna de un miserable y asqueroso emperador, como lo era Darkwill, aunque sentía que eso no había sido todo.

Su almohada era suave, pensó apoyando su cabeza sobre ésta, el médico lo cubrió con una manta mientras iba hacia Darius para indicarle más del tratamiento y algunos medicamentos que debía tomar los próximos días.

Su compañero se acercó a él, tomó una silla y se acomodó a su lado con las manos entrelazadas.

— No podrás hacer nada en 15 días, el médico ordenó reposo total y alguien que siempre esté acompañándote.

— Lille, ¿dónde está?

— Sólo podías tener un sirviente a tu cargo y Lille se marchó con tu padre.

— Supongo que estoy atrapado contigo.

— Vamos, no soy tan malo.

— Te prometo que voy a descansar, pero debes informarme de lo sucedido este tiempo, estoy… nervioso.

— Darkwill mintió —Jericho giró sus ojos hacia su compañía mientras sus cejas mostraban confusión— él mató a la hermana de tu esposa, es decir que mató a los dos. Fingió que los dejaría en una isla y luego, me informaron algunos espías que tengo que Broduil arrojó sus cuerpos al mar, vieron toda la escena a la distancia.

— ¿Estás seguro? —preguntó.

— Broduil se llevó en un pequeño barco mercante a esos dos, a la distancia mis espías vieron cómo los arrojó al mar, probablemente les cortó el cuello y le amarró algo para que cayeran al fondo. Dijeron que antes de separarse del grupo grande, escucharon que él les prometía libertad en su exilio, pero sólo lo hizo para ganarse su confianza y matarlos, más tarde envié a unos hombres a la isla donde supuestamente estarían, no los encontraron.

— Así que fingió perdonar a los Fleuran, pero en privado los desapareció, y claro, como no tenemos pruebas o sus cuerpos, no podemos comprobar lo que hizo, ¿cierto?

Se agitó ligeramente, su pecho se movía de arriba abajo. Darius estaba consciente de esa reacción y pensó para sí mismo que no quería que le diera algún ataque, el médico ya había recetado relajantes para que pasara su noche si era necesario.

— No puedo decirle esto por carta —resolvió para sí mismo— es algo que debe ser hablado cara a cara. Ese hijo de puta —frunció su ceño— engañó a Irelia, fingió ser alguien más y se hizo su amigo, ¿no es algo que debería haber sabido?

— Vamos, no puedo prever todo. Además, tu esposa debió decirte que conoció a alguien.

— Lo hizo en el palacio, seguramente. Pero como dices, no entiendo por qué ella no lo mencionó.

— Espera a encontrarla para saberlo, no dejes que Darkwill entre en tu cabeza, él sólo quiso molestarte y es obvio que quiere que pelees con ella.

Swain giró su cabeza al lado contrario de donde se encontraba Darius, iba a perderse en sus pensamientos porque era mejor que estar frente a una realidad latente. Si no fuera él mismo, creería que Darkwill quería algo tan trivial como separarlo de su esposa, pero era algo trivial y sí quería separarlo de ella. No iba a caer en su trampa, se dijo a sí mismo.

— Tienes razón —admitió— ¿podrías dejarme solo?

— No puedo, son órdenes del médico, dijo que debes estar siempre acompañado de alguien.

— ¿O sino qué? ¿Haré una locura? —se burló.

El castaño mostró una ligera mueca, era una sonrisa. Al menos Swain recuperaba su cinismo y sentido del humor.

— Descansa, estaré aquí hasta que te duermas.

— ¿Por qué haces esto? —preguntó curioso, Darius no era su amigo, ni si quiera lo apreciaba, incluso podría decir que lo odiaba por lo que hizo en su vida anterior.

— Mi esposa me hizo una mejor persona, no somos iguales. Esa es mi razón. Cuando consigas el poder, la vida completa que tenía, esa vida perfecta, con mi esposa y mis hijos, será una realidad otra vez, no tendré que vivir esta vida de nuevo, no seré… este mocoso sin nada que ofrecer —miró sus propias manos, eran las de un niño, desde su perspectiva.

— …

— ¿Swain? —preguntó luego de no recibir ninguna respuesta, se levantó un poco de su asiento para ver el rostro de su aliado, estaba dormido— maldito hijo de perra…

Pero la ilusión de volver cada vez era más ligera, Swain cerró sus ojos escuchando una última vez la historia de una vida completa, ¿acaso los hijos eran tan importantes? No sabía si era porque aún era un muchacho que vivía su vida o porque aquella vida pasada comenzaba a ser difusa a momentos, pero quería sólo una cosa y no era tener su vida anterior, aquella que olvidaba, él quería tomar la mano de su esposa.

La juventud que se le había dado, la energía y el valor para continuar una historia diferente estaba ahí, en sus manos, si volvían a esa vida, Irelia ya no sería su amante y los separaría, no sólo esa historia que tuvieron, sino la misma edad.

Recordó mientras se paseaba en sus sueños por los aires, que era un viejo obstinado y disgustado, un hombre con secretos y misterios dados por la magia oscura, un hombre que no debía si quiera posar sus dedos en Irelia, una heroína para muchos en su pueblo, una santa para varios de los suyos y la esperanza para toda su nación.

Si volviera al pasado habría un abismo entre ellos y aquel sentir, tan agradable, desaparecería, ¿eso era lo que quería?

— ¡Ama Irelia!

Gritó Emeri, los ojos grandes y azules de la joven joniana se abrieron al instante, miraron a su sirvienta, a un lado de su cama, con una cara de preocupación.

— ¿Qué pasa? —preguntó confundida.

La joven que había gritado, acercó su rostro con preocupación y un paño por el rostro de su cama con cuidado.

— Perdóneme, estaba… llorando y parecía sufrir en sus sueños, intenté despertarla, pero no me hacía caso.

— ¿Yo…?

Quiso decir, Irelia se levantó de golpe de su cama, tocó su rostro, estaba mojado, por sudor de su frente y por lágrimas en los costados de sus mejillas, fue hasta un espejo en su habitación y se vio para comprobarlo.

— No recuerdo nada…

— Soñó con el amo, seguramente.

— ¿Qué le pudo pasar? —dijo con preocupación—. Lleva tanto sin contestarme, ¿estará bien? Darkwill podría haberlo matado y yo estoy aquí… en la nada sin sus noticias.

— Ama, por favor, debe dormir, no puede seguir de esa manera.

— ¿Dormir con esto? —se golpeó el pecho.

Se levantó de la cama, caminó hacia su guardarropa y buscó algo para ponerse, no iba a calmar sus ansias quedándose en su habitación, intentando cerrar sus ojos o teniendo pesadillas.

— Permítame, buscaré mi abrigo —dijo Emeri.

— No, tú te quedas aquí —advirtió— y si me desobedeces, voy a molestarme y te enviaré a la capital.

— ¿Por qué haría eso? —preguntó consternada.

Antes de que pudiera decir otra cosa, la puerta comenzó a sonar como loca, alguien la golpeaba con mucha desesperación, Irelia y Emeri voltearon hacia esa dirección con desconfianza.

— JOVEN AMA, JOVEN AMA, JOVEN AMA…

Escuchaba del otro lado.

— Abre de inmediato —ordenó Irelia, Emeri obedeció.

Al abrir aquella pesada puerta, se encontraron con una de las damas de la señora Emal, ésta parecía desesperada.

— ¿Qué sucede? —preguntó acercándose la joven joniana.

— SE LLEVARON A MI AMA, ESTÁBAMOS PREPARANDO UN BAÑO PARA MI SEÑORA, UNAS SE ENCARGARON DEL AGUA, OTRAS DE LOS ACEITES Y UNAS BUSCARON TOALLAS DECENTES, PERO LLEGARON UNOS HOMBRES, NOS ENCERRARON EN EL ALMACEN Y DIJERON QUE NECESITABAN A LA SEÑORA PARA QUE PRESTE SU SERVICIO AL ENCARGADO DE LA ABADÍA.

— ¿Qué? ¿Quién ordenó eso? —preguntó indignada.

— El Capitán de la fortaleza lo ordenó.

— Pero ese hombre ni si quiera estaba aquí, cuando llegamos dijeron que no podía darnos el saludo apropiado porque se encontraba haciendo rondas lejos y que no volvería en 3 meses o más, ¿cuándo llegó?

— En la mañana —decía la dama de la señora Emal— y de inmediato aceptó el pedido del encargado de la abadía. Dijeron que ella debía prestar sus servicios, ya que estaban viviendo de los recursos del pueblo que administraba —se cubrió el rostro y comenzó a llorar— no sabía a quién más acudir… joven ama, ¿qué podemos hacer? ¿Deberíamos enviar por ayuda?

— ¿Dónde está mi suegra? —preguntó decidida.

No iba a permitir que nada pase mientras esté ella y menos un crimen tan atroz, como lo era el uso de una persona libre, como si de un esclavo se tratase. No, no iba a permitirlo.

De todos modos, ya estaba lista para esta clase de problemas.

— Emeri, trae mi escudo familiar —pidió.

— Pero…

— Confía en mí —dijo con la mirada seria y una ligera, pero orgullosa sonrisa.

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Fin de Episodio 35


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