dragon980: pues supongo que seran largos jaja, muchas gracias por el comentario :D
IzeroOne: Muchas gracias por la opinion :D
Enumeaelish666: Sip, no quiero que Obito se haga "enemigo" de Freya, aunque tampoco creo que sean amigos, es interesante tu idea de las herramientas, pero siento que aun es muy temprano para que Obito confié en alguien para compartir sus secretos, así que tendrá que ver que pasa en el futuro, En este capitulo casi no hay interacción pero en los próximos si jaja. muchas gracias por comentar :D
King: A la orden :D
Muchas gracias a todos por leer.
[En el pasado]
Guruguru encontró algo que llamó su atención.
Después de haber confirmado que la mayoría de las mujeres que Obito le había dicho que vigilara habían llegado a un lugar seguro, estas se dispersaron por diferentes caminos al llegar a la primera ciudad grande.
Guruguru decidió abandonar su misión en ese momento y se dio media vuelta para volver por el mismo camino.
Se hundió en la tierra y comenzó a deslizarse a una velocidad increíble. A pesar de que a las mujeres les había tomado varios días de viaje llegar hasta la ciudad, Guruguru estimó que le tomaría solo unas horas llegar a Orario.
Mientras se movía por la tierra, Guruguru comenzó a aburrirse. El entorno oscuro y silencioso le resultaba monótono, a pesar de la velocidad a la que se deslizaba.
Decidió salir a tomar un poco de aire fresco y ver si encontraba algo interesante. Al emerger, sintió la brisa en su rostro y escuchó los sonidos de la naturaleza que lo rodeaban. Era un cambio refrescante comparado con el silencio opresivo bajo la tierra.
Fue en ese momento, mientras disfrutaba del aire libre, cuando se encontró con algo que llamó su atención. Una luz tenue en la distancia y un murmullo de voces despertaron su curiosidad.
Guruguru no entendía a los humanos. En parte, porque él mismo no era uno, y en realidad nunca había hecho un verdadero esfuerzo por comprenderlos. Lo único que conocía de la humanidad era a través de Obito, cuya visión del mundo era limitada y sesgada.
Frágil, ingenuo y manipulable.
Esa fue la humanidad que Obito le mostró a Guruguru. Obito, con su mirada llena de dudas y su voz temblorosa, siempre parecía estar a merced de sus emociones y de las circunstancias que lo rodeaban. Su fragilidad era evidente en cada uno de sus movimientos, como si el peso del mundo lo aplastara constantemente.
Madara, en cambio, era completamente diferente.
Inflexible, duro y determinado.
Madara irradiaba una fuerza implacable y una voluntad indomable. Su presencia imponía respeto y temor, y cada una de sus decisiones parecía esculpida en piedra. Sus ojos, fríos y calculadores, reflejaban una mente estratégica que no dejaba espacio para la duda.
Ambos eran humanos, pero sus formas de humanidad eran completamente distintas, y al mismo tiempo, increíblemente parecidas. Mientras que Obito representaba la vulnerabilidad y la susceptibilidad, Madara encarnaba la fuerza y la resolución. Sin embargo, ambos compartían una intensidad en su humanidad que los hacía únicos y profundamente complejos.
Y ahora que estaba en este extraño mundo con aventureros, dioses y monstruos, Guruguru ya no tenía su única razón de existir. Las vastas llanuras, los oscuros bosques y las ciudades llenas de vida y peligros le resultaban desconcertantes.
Definitivamente, no estaba seguro de qué hacer. Lo más lógico, y lo que hizo, fue ayudar a Obito. Sin embargo, realmente no le importaban la mayoría de las cosas por las que Obito parecía tan preocupado.
Las mujeres que protegió en el camino, con sus miradas de gratitud y temor, no despertaban en él ninguna emoción particular. Sus rostros se mezclaban en su memoria, simplemente como figuras pasajeras en su viaje.
Los niños y la mujer con los que Obito vivía en ese orfanato, siempre llenos de risas y preocupaciones cotidianas, eran un misterio para él. Sus interacciones, tan humanas y cotidianas, parecían irrelevantes a sus ojos.
Y la mujer con orejas puntiagudas que Obito parecía admirar tanto, con su aire enigmático y sus movimientos gráciles, tampoco lograba captar su interés. Para Guruguru, era solo otra figura en este mundo lleno de complejidades.
En contraste con todas esas cosas aburridas, fútiles e inútiles que encontraba en su entorno, lo único que realmente disfrutaba de estar con Obito era que él no le decía que se callara cada vez que hablaba.
Obito, le ofrecía una rareza en su mundo: la libertad para expresar sus pensamientos sin reprimendas, y la confianza implícita en su capacidad.
cosa que Madara no hacia, y en realidad había eliminado a uno de los zetsus cuando no pudo callarse cuando el anciano se lo dijo.
Además, el combate contra monstruos y las peleas eran para Guruguru una fuente de satisfacción increíble. Enfrentarse a criaturas temibles y la sensación de poder al derrotarlas le proporcionaban un placer visceral que no podía ignorar. Cada golpe y cada victoria le daban una sensación de propósito y de realización.
Se preguntaba por qué, de todas las cosas que podría haber disfrutado, una de ellas era matar. Era como si esa parte de él hubiera sido grabada en su cuerpo y, quizás... ¿en su alma? La idea de un alma era una pregunta que no tenía respuesta para él, un misterio que flotaba en la oscuridad de su existencia.
¿Tenía un alma?
¿Qué era un alma?
¿Se podía cargar una de esas?
Si tuviera una, ¿podría cargarla? Estas preguntas se arremolinaban en su mente, pero ninguna tenía una respuesta clara. Guruguru había desechado la mayoría de ellas. A diferencia de Obito, que se sumergía en la introspección y se atormentaba con sus fracasos, Guruguru no se perdía en tales pensamientos.
Aunque el pudo experimentar las emociones de Obito en ese momento, cuando esa humana conocida como Rin Nohara murió, cuando sintió el dolor, y la desesperando del chico.
la verdad era que a el, un ser superior a los humanos, todos esos sentimientos no significaron nada.
Entendió que Madara y Obito no eran lo únicos humanos que había en el mundo, y su ambos
incluso cuando su motivo de existir fue destruido, no se sintió especialmente mal por eso, aun podía segur matando y luchando, así que no estaba del todo perdido.
Guruguru miró hacia el cielo por un momento. El vasto firmamento se extendía ante él. La mayor parte de su vida la había pasado dentro de esa cueva, enclaustrado en la penumbra y el silencio. Eran los demás Zetsus los que Madara enviaba para recopilar información, y a menudo, cuando le tocaba a él, era de noche. La oscuridad era el mejor momento para espiar, y Guruguru se había acostumbrado a moverse en la sombra, a ocultarse y observar desde el anonimato.
Guruguru miró hacia un lado y lo vio.
Un humano, arrugado y débil, yacía en el suelo.
Su piel, marcada por las arrugas y el paso del tiempo, parecía casi traslúcida en la penumbra. Una pierna sangrante se extendía torpemente, y sobre él, un goblin se movía con agilidad inquietante. El goblin, con su piel verdosa y orejas puntiagudas, estaba asfixiando al hombre con una ferocidad que Guruguru recordaba bien. Había encontrado varios de esos monstruos en su camino y los había eliminado con facilidad.
Mientras observaba al hombre luchar de manera fútil contra el goblin, Guruguru no pudo evitar sentir un nivel de desprecio hacia sus débiles intentos de resistencia. La lucha del hombre era torpe y desesperada, sin la fuerza ni la determinación necesarias para cambiar el curso de la batalla. Tal fue el desdén que sentía, que recordó las palabras de Madara, quien despreciaba la debilidad y valoraba la fortaleza por encima de todo. La influencia de Madara resonaba en su mente mientras contemplaba la escena, aumentando su desaprobación hacia la fragilidad humana.
Aun así, mientras observaba al anciano luchar desesperadamente por su vida, Guruguru no pudo evitar sentir una leve punzada de celos. El anciano, con su rostro marcado por arrugas y sus ojos llenos de determinación, reflejaba algo que Guruguru sentía que le faltaba: un motivo ardiente para vivir. En los ojos del hombre, brillaba una chispa de obstinación y esperanza, una razón profunda que lo impulsaba a resistir incluso en la adversidad más cruel.
Entonces, Guruguru tuvo una idea. Aunque no estaba seguro de si a Obito le gustaría, pensó que no haría daño si él nunca se enteraba. Al igual que no le causaría daño a Obito saber que fue Madara quien planeó la muerte de Rin.
Era curioso cómo unas pocas palabras podían provocar tanto en la mente de los humanos, cómo podían torcer su realidad y manipular sus emociones.
"Obito, fue Madara quien mató a RinRin para que siguieras con su plan, y yo lo ayudé, jejeje."
Claro que el nunca revelaría eso, porque el propio Madara había sido muy claro en mantenerlo en secreto.
Guruguru soltó una risa ligera, casi imperceptible, antes de moverse con rapidez hacia el humano que luchaba por su vida.
Con un movimiento ágil y certero, golpeó al goblin con una fuerza devastadora, haciendo que la cabeza de la criatura estallara en una lluvia de sangre y vísceras. Luego, Guruguru se ocultó en las sombras, asegurándose de que el humano no pudiera ver quién había intervenido para salvarlo.
Una vez en posición segura, Guruguru se limitó a observar.
Madara y Obito tenían una cosa en común, ambos eran mas fuertes que el mismo.
Así que pensó en observar a alguien mas débil para entender esa parte de la humanidad.
Su curiosidad por comprender al anciano era palpable. El anciano, con su cuerpo encorvado y su pierna herida, permanecía inmóvil en el suelo. La herida parecía haberle causado un dolor extremo, y Guruguru se preguntó si moriría allí mismo, tirado en medio del prado del bosque, rodeado por la quietud del entorno natural.
A pesar de la aparente gravedad de la situación, Guruguru no hizo nada más que eliminar al goblin. Se mantuvo a la espera, observando con una mezcla de desdén y fascinación mientras el anciano se retorcías en el suelo, gimiendo en agonía. El contraste entre su sufrimiento y el mundo silencioso a su alrededor le ofrecía una perspectiva nueva sobre la fragilidad humana.
Fue justo cuando la noche comenzaba a oscurecer por completo que Guruguru vio una antorcha parpadeando en medio de la oscuridad. La luz tenue de la antorcha proyectaba sombras danzantes y creaba un halo de calidez en el frío nocturno. Junto con la luz, llegaron gritos urgentes que pronunciaban un nombre que Guruguru ni siquiera se molestó en registrar.
Después de unos minutos, la luz de la antorcha reveló la escena: el anciano yacía tirado en el suelo, inmóvil y agotado. A su lado, un joven de cabello castaño apareció en la penumbra. Era mayor que Obito y vestía con ropas de tonos oscuros y botas de cuero negro, adecuadas para el entorno. Su rostro mostraba una expresión de preocupación y determinación.
Junto a él caminaba una chica que parecía de una edad similar. Su cabello rubio estaba atado en trenzas sin adornos, y sus ropas, aunque sencillas, tenían un aire de firmeza y propósito. Ambos jóvenes se acercaron al anciano con sonrisas de alivio y gritos de desesperación, como si la luz de la antorcha fuera también un faro de esperanza en medio de la tragedia.
Guruguru los observó con una morbosa fascinación. La escena ante él era como un teatro de emociones humanas, y su curiosidad se avivaba con cada detalle.
El joven de cabello castaño se inclinó con cuidado para levantar al anciano, colocándolo sobre su espalda con movimientos ágiles pero llenos de delicadeza. La carga era pesada, pero su determinación era evidente en cada músculo tensado. Mientras tanto, la chica de trenzas rubias sostenía la antorcha con firmeza, permitiendo que su luz cálida iluminara el sendero y proporcionara un pequeño respiro a los tres.
Con el anciano a cuestas y la antorcha al frente, el grupo comenzó a avanzar lentamente a través del bosque. Los sonidos del bosque se mezclaban con sus pasos, creando una sinfonía de crujidos y susurros en la noche. Los árboles altos y densos parecían envolverse a su alrededor, como si el bosque mismo estuviera presenciando su travesía.
Finalmente, llegaron a una pequeña aldea escondida entre los árboles. Las cabañas de madera estaban dispersas por el área, cada una con techos de tejas grises y paredes desgastadas por el tiempo. El grupo se dirigió hacia una cabaña en particular, cuyas ventanas brillaban con una luz cálida y acogedora, contrastando con el frío de la noche.
Guruguru decidió seguirlos. Una vez que descubriera dónde vivían, volvería con Obito y se mantendría al tanto de sus movimientos.
[Actualmente]
Obito bajo hacia el callejón mas cercano, ahora con sus ropas normales.
Una playera de color azul marino, y un pantalón de olor negro junto con sus sandalias, había estado investigando si había alguien en horario que pudiera confeccionar una similares cuando las que tenia se desgastaran, y el viejo le había recomendado un par de lugares.
Según recordaba en una semana o dos tendría que ir a ver que tal estaba el trabajo.
Volviendo su mente hacia otros pensamientos, extendió sus sentidos, como lo supuso no había nadie en cerca y las únicas presencias que podía sentir eran los que estaban durmiendo dentro de sus casas.
Suspiro y comenzó caminar hacia el orfanato, era tarde, mucho mas tarde de la hora que había dicho que llegaría originalmente.
Así que seguramente le esperaba un sermón de Maria por la mañana, cuando llego al lugar se propuso a entrar por la puerta que estaba cerrada con un candado, Obito sonrió, extendió sus sentidos para ver si había alguien en el salón principal.
Frunció el ceño por un momento, y cruzo la puerta pasando a través de ella como una fantasma, cuando entro camino por el pasillo y llego a la sala principal.
Entonces vio una figura sentada en una silla, con su cabeza ladeada, y dejando escapar el ligero sonido de su tranquila respiración, a su lado una lámpara estaba iluminando a su alrededor.
Una vela.
Las lámparas hechas con piedras mágicas, era caras y poco accesibles para personas que no pertenecieran a una familia, pudo ver como la vela iluminaba ligeramente el ambiente a su alrededor.
Aunque con las recientes donaciones Maria debería de poder permitírselas.
Obito sintió un poco de culpa, se acerco a la mujer y la movió ligeramente.
― Maria-san. ― dijo suavemente, la mujer tardo unos momentos en despertarse, y lo miro directamente.
― Obito ― ella dijo. ― llegaste un poco tarde.
Su voz acusaba mas preocupación que enojo.
― si, lo siento, me entretuve un poco en el camino. ― Obito dijo mientras se rascaba la parte posterior de su cabeza. .
La mujer lo miro como si pudiera ver que algo estaba mal, pero cuando se puso de pie, solo se limito a asentir.
― ya veo, entonces será mejor que vayas a tu habitación y descanses, mañana tienes que ir al trabajo de nuevo, ¿no? ― la mujer dijo mientras golpeaba ligeramente la cabeza del chico, mas como una caricia que como un golpe.
― . . . si, lo siento, por preocuparte.
La mujer sonrió, mientras negaba con la cabeza.
― una madre siempre estará preocupada por sus niños.
La mujer dijo con una voz suave. Y camino hacia su habitación, Obito se quedo parado un momento, y luego tomo su propio camino hacia su habitación.
Pudo detectar una presencia observándolo, aunque no sintió la necesidad de verificarlo, se limito hacer una media sonrisa. Y se metió dentro de su habitación.
Cuando la puerta hizo clic, se dejo caer es su cama.
Necesitaba empezar a prepararse, fue el primer pensamiento que tuvo en la quietud de su habitación, moviendo sus ojos miro el techo.
La familia Soma era una cosa, pero la familia Freya era un asunto completamente diferente.
No se trataba únicamente de luchar y ganar, estaba seguro de que podría derrotar a cualquiera de los miembros de esa familia si tenía la preparación adecuada y un plan acorde, aunque para eso primero tendría que recolectar información de cada uno de los miembros.
Sus habilidades, sus virtudes y sus debilidades.
Pero eso seguramente necesitaría una cantidad de tiempo, por otro lado si realmente llegaba al punto donde tendría que combatir con toda la familia, necesita encontrar una manera de lidiar con todos ellos en el menor tiempo posible, si se unían y tenia que enfrentarse a un escenario donde tendría que combatir contra varios enemigos de nivel 6.
Obito dejo escapar un gruñido e molestia mientras se revolvía en la cama.
― seria complicado. ― no importa que tan fuerte sea, o cuantas células Hashirama hubiera en su cuerpo. ― enfrentarse a enemigos poderosos uno tras otro dejaba espacio a errores, a fallos en el plan.
Incluso mas que eso, en este mundo donde había "magia", completamente diferente al chakra en su uso aunque no en su esencia, no estaba seguro de que tipo de magia podía manejar una de las familias mas prodigiosas de este mundo.
Definitivamente esperaba evitar un escenario donde se viera obligado a combatir contra la familia Freya, pero considerando la actitud de la misma diosa, simplemente no podía saberlo.
Y lo que era aun mas molesto, la increíble devoción que Ottar y ese pallum habían mostrado hacia su diosa, era veneración ciega, no pudo evitar sentir que ellos harían todo lo que ella les pidiera sin dudar de sus acciones.
Vivian por ella.
Morirían por ella.
Matarían por ella.
Obito frunció el ceño. Definitivamente tendría que comenzar con a planear, y estar preparado independientemente de lo que pasara en el futuro.
― que molesto. ― Obito pensó mientras cerraba sus ojos, había tenido una gran tensión mental en las últimas horas, necesitaba dormir para refrescar su cerebro al menos un poco.
Y más cosas molestas.
Obito pensó mientras se sentaba y miraba a la chica que estaba frente e al, sabia que tendría que hablar de estas cosas en algún punto, pero de todos los momentos tenia que ser ahora.
Frente suyo estaba Lili sin usar su magia mostrando su apariencia real, de un pallum, no sabia si debía de tomar eso como una señal de que ambos debían de ser sinceros, o simplemente que ella había decidido desactivar su magia.
Moviendo su ojo, desvió la mirada de la chica.
Estaban en su habitación, y era bastantes temprano así que no deberían de ser interrumpidos, además de ser uno de los poco momentos del día donde no llamarían la atención de los niños.
Obito sabia mas o menos, o al menos suponía hacerlo, saber de que era lo que Lili quería hablar, simplemente no podían seguir ignorando el elefante en la habitación. Decidio comenzar con una pregunta sencilla.
― ¿te has adaptado bien? ― Obito dijo mientras forzaba una sonrisa en sus labios.
Lili lo miro un momento antes de sonreír ligeramente.
― si, todos han sido muy amables con Lili.
El pelinegro asintió con una media sonrisa, su mayor preocupación cuando le ofreció a Lili quedarse en el orfanato era que para ella resultara muy cansado tener que estar rodeada de niños, aunque algunos ya tenían edad para saber comportarse, Obito sabia por experiencia que como niños que eran, son muy enérgicos.
― ya veo, me alegra escucharlo. ― Obito dijo, y continuo cuidadosamente. ― entonces, ¿de que querías hablar?
― sobre mi familia. ― ella dijo esas palabras con amargura. ― estoy segura que ellos tarde o temprano buscaran a Lili, y estoy segura de que lastimaran al orfanato.
Obito sabia que esto pasara, independiente de las cosas que pasaran, era obvio que aquellos que dañaron a Lili volverían en algún punto, por eso Lili había limitado tanto sus salidas del orfanato.
Obito lo considera algo necesario, mientras reunía información de la familia soma, aunque ahora ya sabia todo lo que necesitaba para hacer un movimiento, necesitaba saber que era lo que Lili deseaba y en base a eso realizaría su siguiente paso.
― no debes de preocuparte por eso. ― Obito dijo con una media sonrisa. ― lo mas importante, es ¿Qué es lo que Lili quiere hacer?
Obito dijo con una sonrisa, si Lili le decía que destruye a la familia soma, lo haría. Para el era así de simple.
― a Lili le gusta el orfanato. ― ella dijo con una sonrisa triste. ― a Lili le gusta la comida de Maria-sama, le gusta jugar con los niños . . . Lili no quiere irse, pero tampoco quiere causar problemas.
Obito sonrió.
― ya veo, entonces no tienes que preocuparte, yo me encargare de todo.
Lili lo miro con sorpresa, sabia que Obito era alguien fuerte, pero no podía entender como el imaginaba ir contra la familia soma.
― p-pero.. .
― no te preocupes, solo confía en mi. ― Obito levanto su mano y acaricio la cabeza de Lili. ― partir de ahora puedes hacer lo que quieres, no tienes que tener miedo de que alguien venga y lastime.
Aunque no había ningún motivo para que Lili creyera las palabras del chico frente a ella, ella lo hizo.
Se sintió un poco avergonzada de ser consolada por alguien menor, pero al mismo tiempo no se sentía mal.
Ninguno dijo nada por un momento, Obito se sintió ligeramente incomodo recibiendo la mirada de Lili, así que se rasco la mejilla.
― Lili crees poder salir de mi habitación, necesito prepararme para ir al trabajo. ― Obito dijo con una sonrisa incomoda.
La chica asintió y salió de la habitación.
Obito sonrió por un momento luego dibujo un sello con sus manos, un clon de sombras apareció a su lado, Obito lo miro por un instante el clon asintió y rápidamente fue absorbido por un remolino.
Obito llevo una mano a su ojo, se sentía un poco tenso cuando un clon usaban el Kamui para moverse, era una ligera molestia que estaba justo detrás de sus ojos.
De todas maneras comenzó a cambiarse, se vistió con una playera de azul oscuro y unos pantalones de color negro, la mayoría de su ropa siempre estaba dentro de la misma gama de colores, no le gustaban mucho los colores brillantes.
Se colocó sus sandalias, y salió al pasillo, mirando en dirección a la habitación de Lili esta estaba cerrada.
Comenzó a caminar.
"tengo que hablar con el viejo" fue un pensamiento que tuvo mientras se movía con una velocidad moderada, normalmente llegaría usando el Kamui, pero ahora mismo no quería hacerlo caminar por las calles de Orario era de alguna manera relajante, más un tomando en cuenta todo lo que había pasado en tan poco tiempo.
Camino por el callejón daedalos, unos minutos, hasta que encontró la salida, luego comenzó a caminar hacia el taller del enano.
Tenia que hacerle algunas preguntas, necesitaba conseguir a un herrero que pudiera crear armas más resistentes y filosofas, escucho que había algunas con cualidades especiales.
― si tuviera naturaleza rayo o viento no necesitaría nuevas armas. ― hasta el momento había estado usando las armas de Madara, que habían sido creadas con el mejor metal posible, en resumen eran buenas para conducir chakra, pero había un problema, su naturaleza de chakra no estaba especializada en hacer su arma mas filosa como el viento, o un ataque contundente como el rayo.
El tenia fuego, y gracias a las células de Hashirama, el agua y la tierra.
Podía moldear su chakra y agregarle la naturaleza del fuego, que era su afinidad mas fuerte, pero eso no seria muy útil, el primer lugar lo único que conseguiría seria que la hoja del arma se calentara, no sonaba como un mal efecto, pero si lo calentaba demasiado el metal se fundiría.
Así que al final con sus afinidades seria mas fácil conseguir armas mas afiladas y resistentes. Y eso seria sencillo consiguiendo buenos materiales en la dungeon.
Tendría que adentrarse mas profundamente, para poder extraer esos materiales, y seguramente seria un dolor en el trasero.
Por el constante flujo de monstruos que hay en los niveles intermedios y mas bajos.
Pero al final, se quería crear un arma que le permita matar a aventureros de primera clase, necesitaba al menos un poco de preparación.
"Especialmente con ese tipo Ottar". Obito pensó mientras metía sus manos en sus bolsillos. Una cosa era no ser derrotado, y otra era poder derrotar a un enemigo.
Ottar era por mucho la persona más fuerte que el había conocido en este mundo eclipsando por completo a todos los demás.
O necesitaba un ataque mas definitivo, tenia eso . . . pero sinceramente la carga para sus ojos era un poco molesta, y en cuanto a velocidad era un poco lento.
Los tipos contra los que peleo era rápidos, estúpidamente rápidos, si no hubiera activado su Sharingan definitivamente hubiera pasado un mal momento para esquivar y responder a sus ataques.
Mientras continuaba pensando en una lista de cosas que tenia que empezar a trabajar. Llego a la entrada trasera del anciano. Obito toco la puerta.
Escucho algunos sonidos, y el anciano abrió la puerta.
― llegaste temprano. ― dijo el anciano con ojeras profundas en sus cara. ― pasa.
El anciano Skarpi camino hacia el interior de la casa Obito lo siguió mientras cerraba la puerta detrás de el.
― hoy tengo un encargo que tienes que llevar a mi hermano hasta el piso 18. ― Skarpi dijo con la voz un poco pausada, su expresión denotaba un poco de cansancio.
― claro, viejo. ― Obito dijo casualmente mientras esperaba recibir lo que tenia que llevar, el anciano se metió en otra habitación y luego de un momento volvió a pasar, esta ve tenia varios paquetes, entre ellos algunas armas y pociones de curación, entre otros ítems.
Obito los miro con curiosidad, eran bastantes cosas si el mismo tenia que decirlo, el viejo luego saco dos dos cajas con varias botellas de vino.
― ¿vino? ― Obito pregunto con curiosidad, estaba seguro que el hermano de Skarpi no se dedicaba a ese negocio.
― si, mi hermano hizo un trato con el dueño de un bar que abrió recientemente un aventurero retirado que fue amigo nuestro, así que le vamos a llevar algunas cosas partir de ahora.
Obito asintió, realmente no le importaba llevar mas cosas, al final del día el incluso podría llevar a un grupo de aventureros hacia el piso 18 si realmente lo hubiera querido. Pero eso no tenia que saberlo Skarpi.
Aunque confiaba en el anciano, hasta ahora solo le había mostrado su método para llevar cosas, pero cosas como la intangibilidad el hecho de que podía aparecer en cualquier lugar que allá marcado previamente, eran cosas que Obito prefería mantener ocultas.
En total eran cuatro cajas de madera con pociones, y dos cajas de vino, además de una docenas de armas bastante variadas y otros items que la mayoría de aventureros podían necesitar.
Obito absorbió todo eso en su Kamui.
Skarpi lo vio con ojos interesados. Definitivamente tenia curiosidad en las habilidades que le había demostrado, pero en ningún momento había preguntado, Obito apreciaba eso.
― ¿eso es todo? ― Obito pregunto.
― si. ― dijo el anciano visiblemente cansando.
― bueno, supongo que me ira ahora, deberías de dormir mas viejo. ― Obito comenzó a caminar, antes de detenerse y mirar al hombre.
― por cierto viejo, ¿eres bueno haciendo armas no?
― armas para aventureros de tercera clase, y tal vez para uno desesperado de segunda tal vez, pero definitivamente no tengo la habilidad de crear armas para alguien como tu chico.
Obito alzo una ceja, Skarpi fue bastante directo en su respuesta, era algo que le gustaba.
― si te doy materiales . .
El anciano levanto una mano en el aire. y detuvo las palabras del chico, Obito lo miro con una gota de sudor cayendo por su nuca.
― seria un desperdicio, es como dicen :"darle margaritas a las cerdos".
Obito lo miro ligeramente confundido.
― ¿margaritas?
el anciano sonrió ligeramente.
― lo que intento decir es que a pesar de que mi hobbie es la herrería no soy un maestro, y definitivamente no soy alguien a quien deberías de confiarle la elaboración de tus armas.
― . . . ¿entonces que me recomiendas?
― las mejores familias serian Goibniu y Hephaestus, ambas son las mejores familias a las que deberías de encargarles armas.
Obito frunció el ceño, ya lo sabia, pero era difícil acercarse a esas prominentes familias, porque definitivamente no aceptarían pedidos de alguien que no conocieran o que no proviniera de una familia prominente.
Por eso había pensando que tal vez Skarpi conocería a alguien con buenas habilidades, y que no necesariamente estuviera interesado en saber su origen y solo le importaran el dinero.
el enano anciano pareció entender hacia donde iban sus pensamiento, y negó con las cabeza.
― la mayoría de los herreros buenos, quieren que las personas que usen sus armas sean gente que le brinde una buena imagen, así que no le harán un arma a cualquiera.
― ya veo. . .
Obito llevo una mano a su mentón, supuso que podría usar a un intermediario para eso , su ojo se entrecerró con un brillo, la familia Takemikazuchi.
Ellos le debían algo, así que pensó que si presentaba ante ellos y les pedía que encargaran sus armas a una de las dos familias herreras, no deberían de tener ningún problema.
Pero por lo que había visto esa familia no era muy prominente, entonces encargar un arma de tan alta calidad , ¿podría despertar algunas sospechas?
pero, si ese era el caso entonces seria mas sencillo incluir en su trato con la familia Freya que ellos podrían encargarse de conseguir sus armas, el podría proporcionar los materiales o el dinero, dependiendo de como resultara su próxima reunión con ellos.
Obito ya habiendo decidido un plan para eso, decidió posponer la obtención de nuevas armas por unos días, aunque todavía buscaría los mejores materiales que funcionaran para conducir chakra, además de su había mas propiedades que podrían explotarse ya sea usando su chakra o con aplicación de sellos.
― bueno, gracias por el consejo viejo, volveré en un par de días.
Obito agito su mano perezosamente mientras salía por la puerta trasera.
Se detuvo en el callejón y miro hacia el cielo azul, una sonrisa se extendió por su cara, cuando una serie de recuerdos llegaron a su cabeza.
El clon que había enviado a la anfitriona de la fertilidad había confirmado que no se produjo ningún movimiento sospecho por parte de Mia, lo cual era un poco tranquilizador.
Aun que el clon tuvo que desvanecerse cuando Mia miro hacia su dirección, a pesar de los esfuerzo que había hecho para permanecer oculto.
una sonrisa incomoda se dibujo en la cara de Obito.
Skarpi no sabia de su habilidad de aparecer donde el deseara, así que su hermano no le esperaría hasta dentro de varias horas.
― Supongo que puedo empezar a pensar en mi entrenamiento. ― Obito pensó distraídamente.
había conseguido analizar varios aspectos en los que podría mejorar.
Primero era mejorar su control del elemento fuego, lo que significa mejorar la forma en que moldeaba chakra ahora necesitaba realizar varios sellos manuales para disparar un jutsu mas o menos potente, mientras que el otro punto de referencia que tenia era Madara, que podía ejecutar jutsus katon de alta potencia y rango, solo con un sello.
Su meta era llegar a ese punto.
Por otro lado, también considero aprender mas jutsus de Doton y Suiton, podía ver la utilidad que tendrían los jutsus de tipo tierra en la dungeon, mientras que los de tipo agua podían aumentar sus inventario de técnicas ofensivas.
Nunca estaba mal tener mas armas a las cuales recurrir en una pelea.
También necesitaba encargarle a Guruguru que comenzara con la búsqueda de información de la familia Freya, y provisionalmente la familia loki.
Las conocía superficialmente, pero ahora se dio cuenta que necesitaba conocerlos mucho mejor.
Después de todo el conocimiento es poder.
― pero primero necesito confirmar como fue que Freya se entero de mi . . .
Estaba seguro de haber mantenido su presencia lo las discreta posible, al menos como Obito Uchiha.
Había pensado en varias maneras es la que Freya pudo haberse enterado de su existencia, la primera fue que la propia Mia se lo hubiera informado.
La otra era que ella ya tuviera bajo vigilancia tanto la anfitriona de la fertilidad como el propio orfanato.
No podía confirmar la primera, porque eso significaría confrontar a mía, así que decidió investigar si Freya estaba relacionada de alguna manera con el orfanato, una vez tuviera un panorama más amplio y su comprensión de las acciones de esa diosa mejoran, Obito estaría lista para las negociaciones.
Con una expresión determinada en su rostro Obito desapareció en un remolino.
Obito sonrió ligeramente mientras terminaba de dibujar un sello intrincado en el suelo polvoriento. La tinta negra, recién aplicada, se secó rápidamente bajo la luz tenue de la tarde, mientras él, con movimientos precisos y calculados, comenzaba a formar una serie de sellos manuales. Sus dedos se movían con la agilidad de un maestro, entrelazándose en complejas formas antes de detenerse de golpe. Sin perder tiempo, Obito canalizó su chakra hacia el sello, sintiendo el flujo de energía que recorría su cuerpo y se transmitía al símbolo en el suelo.
Este era su tercer intento de establecer una barrera alrededor del orfanato, un edificio viejo y desgastado que apenas se mantenía en pie, rodeado por un jardín descuidado que había visto tiempos mejores. Los niños dentro del orfanato reían y jugaban, ajenos a los esfuerzos de Obito por protegerlos.
A pesar de sus mejores esfuerzos, no podía crear una barrera lo suficientemente poderosa como para garantizar la seguridad del lugar. Sus conocimientos sobre barreras y sellos, aunque sólidos, no eran lo suficientemente profundos para una tarea de esta magnitud. Por ahora, tuvo que conformarse con una barrera más sencilla, diseñada para alertarlo si alguien cruzaba el perímetro que había establecido cuidadosamente alrededor del orfanato.
Sin embargo, sabía que esta solución tenía sus fallos. El problema principal era que la barrera se basaba en la detección de chakra, la energía vital que todas las criaturas poseían en su mundo original. En ese mundo, este método era infalible, un seguro contra cualquier intrusión no deseada.
Pero en este mundo nuevo y extraño, las cosas no eran tan simples. Aquí, la mayoría de los aventureros y criaturas no poseían chakra, sino mana, una energía similar pero más rígida y menos versátil en su aplicación. Esto significaba que Obito tenía que encontrar una manera de adaptar su barrera a esta nueva realidad.
Al menos hasta donde él sabía, no podía estar seguro de nada hasta experimentar el mana de primera mano. Pero ese momento no llegaría hasta que se uniera a una familia, lo cual no sucedería en un futuro cercano.
Obito observó la barrera que había establecido con ojos calculadores. Desde el ataque de la familia Freya, había sentido que había sido demasiado descuidado en cuanto a la protección de Maria y los niños. A diferencia de Ryuu, que era una aventurera hábil, o de Syr, que trabajaba para una de las aventureras más fuertes de la ciudad, el orfanato no tenía a nadie que velara por sus intereses. Al menos, nadie que estuviera dispuesto a hacer todo lo necesario para protegerlos.
Necesitaba que alguien con mana atravesara la barrera para probar si funcionaba realmente.
Cerró los ojos por un momento, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Luego, se encogió de hombros con resignación. Sabía que no era un genio en el arte de los sellos, por lo que no tenía grandes esperanzas de haber creado algo verdaderamente útil. En ese instante, Obito detuvo sus pensamientos, sintiendo la frustración de estar en un mundo que no entendía del todo, luchando por proteger a aquellos que ahora dependían de él.
Sus ojos se abrieron de golpe.
Alguien con mana había pasado a través de su barrera.
No podía saber quién era, ni conocer su nivel de fuerza, ni siquiera el lugar exacto por el que había traspasado el perímetro.
Pero estaba seguro de que había sucedido. Con rapidez, su figura se hundió en el suelo, desapareciendo en un abrir y cerrar de ojos.
Se deslizó con sigilo hacia su habitación, el lugar más seguro del orfanato.
Cuando salió, se detuvo por un momento, cerrando los ojos mientras extendía sus sentidos al máximo. Intentaba captar cualquier rastro, cualquier señal que pudiera identificar a la persona que había entrado en el orfanato.
Soltó un suspiro y abrió la puerta de su habitación. Luego, caminó con paso decidido por los pasillos oscuros del orfanato hasta llegar al comedor principal.
Allí estaba ella, con una sonrisa en los labios mientras le daba de comer a uno de los niños más pequeños del orfanato: Syr. La luz cálida del sol que entraba por las ventanas iluminaba su rostro, dándole un aire de serenidad.
Obito sonrió ligeramente viendo esa escena.
Ryuu, por su parte, estaba sentada a un lado, enfrascada en un silencioso duelo de miradas con uno de los niños. Obito decidió no entrometerse en lo que parecía ser un extraño juego entre ellos y se dirigió directamente hacia Syr, quien seguía sonriendo sin levantar la vista.
Aunque ahora confirmo que la persona que había pasado atreves de la barrera había sido Ryuu.
Aunque la barrera no funcionaría si él se alejaba demasiado, podía dejar un clon dentro de ella. Sin embargo, fuera de su alcance, a más de unos pocos metros, el clon no sería capaz de detectar si alguien la atravesaba. Además, debía suministrarle chakra regularmente para mantener la barrera activa, lo cual limitaba su efectividad.
Tendría que trabajar en esos detalles con el tiempo, perfeccionando sus técnicas para asegurar la protección del orfanato.
Mientras estos pensamientos cruzaban su mente, Syr movió ligeramente la cabeza y lo miró. Una suave sonrisa apareció en sus ojos, acompañada por una expresión que irradiaba tranquilidad. Era como si, por un instante, ella supiera exactamente lo que Obito estaba pensando.
Pero el Uchiha no pudo notar esa mirada en los ojos de la chica, probablemente porque estaba ocupado pensando en otras cosas.
—¿Todo esta bien obito-kun? —preguntó Syr con voz suave, mientras acariciaba la cabeza del niño que estaba a su lado.
Obito se detuvo frente a ella, sintiendo cómo la tensión en sus hombros disminuía un poco. El simple gesto de Syr, su calma y su aparente despreocupación, contrastaba con la constante preocupación que él cargaba.
Aun así, ver a Syr conviviendo felizmente con los niños fue suficiente para que Obito se sintiera un poco más relajado. A pesar de que en los últimos días había estado buscando información y pensando constantemente en su encuentro con la familia Freya, y, por supuesto, en su propia familia, esta escena le brindó un respiro momentáneo.
Soltó un suspiro que no sabía que había estado conteniendo.
—Sí... es solo que el trabajo ha sido un poco duro últimamente —respondió Obito con una sonrisa, intentando restarle importancia. Luego, se movió para saludar a Ryuu, quien ahora lo miraba con curiosidad—. Buenos días, Ryuu-san.
La pregunta de Ryuu flotó en el aire con una naturalidad desarmante. Obito la miró sorprendido, sus ojos entrecerrados por la tensión, como si no esperara ser confrontado tan pronto. Su mente trabajó rápidamente, buscando una excusa adecuada.
—Bueno, supongo que es solo que el negocio ha estado ocupado últimamente —respondió finalmente. Esperaba que Ryuu no indagara más.
—No te preocupes, Obito-kun. Normalmente, los primeros días siempre son difíciles, pero después de unos meses te acostumbras —. Syr, con su habitual sonrisa juguetona, lanzó una mirada traviesa hacia la elfa—. Lo mismo pasó con Ryuu. Aún tiene que pagar todos los platos que rompió.
El comentario hizo que Ryuu frunciera el ceño ligeramente, aunque mantuvo su postura firme y serena, como si nada pudiera perturbar su calma aparente.
Obito, por su parte, sonrió levemente.
—Bueno, al menos mi trabajo no es tan difícil como el de ustedes —. Dijo con una media sonrisa, aunque sabía que estaba omitiendo detalles importantes.
—Jejeje, eso me recuerda que no has ido últimamente a la Anfitriona de la Fertilidad —comentó Syr con un tono pícaro, sus ojos brillando con malicia contenida.
—Sí, he estado muy ocupado con el trabajo, aunque hoy se acaba, seguramente —respondió Obito mientras se encogía de hombros, intentando restarle importancia a la situación. La respuesta fue acompañada de una leve sonrisa forzada.
Syr sonrió dulcemente, casi con una pizca de satisfacción.
—Me alegra escucharlo. Mia dice que necesitas ir a gastar tu sueldo cuando te paguen.
Obito hizo una mueca involuntaria al escuchar el nombre de esa mujer, cuyo solo recuerdo parecía provocarle una mezcla de respeto y temor.
—Ugh.
Syr no pudo evitar reír suavemente ante la reacción de Obito, pero antes de que pudiera añadir algo más, Obito cambió de tema.
—Oh, ahora que lo pienso, es un poco raro que Ryuu-san venga al orfanato —comentó, mientras su mirada se deslizaba hacia la elfa. Ella lo miró fijamente por un momento, antes de carraspear y llevar un puño a su boca, como si necesitara tiempo para responder o evitar un tema incómodo.
—Bueno, en realidad he estado pensando que podríamos continuar con los combates de entrenamiento. He encontrado un lugar donde no es probable que causemos daños —comentó Ryuu, sus ojos mostrando una ligera chispa de interés mientras observaba a Obito.
Una gota de sudor resbaló por la sien de Obito al escuchar la propuesta, sintiendo la presión de la elfa.
—Mmm, suena bien. Podría ser en mi día libre —respondió Obito, llevándose la mano al mentón, en un gesto pensativo—. Eso sería mañana, ¿tienes tiempo, Ryuu-san?
—Eso estaría bien. Muchas gracias, Obito.
—¿Eh? Pero soy yo quien debería agradecerte. Sinceramente, aprendo mucho cuando entreno contigo —dijo Obito mientras se rascaba la parte posterior de la cabeza, esbozando una sonrisa tímida—. ¿No lo crees? Siento que me he vuelto mucho más fuerte en comparación con la primera vez que peleamos.
Ryuu esbozó una leve sonrisa, pero sus ojos parecían medir cada palabra de Obito, evaluando su progreso en silencio.
Obito sonrió con confianza mientras se apuntaba a sí mismo con un dedo.
—Bueno, ¿supongo? —respondió Ryuu, inclinando ligeramente la cabeza, como si estuviera evaluando la declaración de Obito.
La reacción de Ryuu hizo que Obito casi se cayera de su silla. A pesar de todos sus entrenamientos, nunca había logrado conectar un golpe en Ryuu-san. Hasta ahora, su meta había sido llegar al punto en que pudiera al menos bloquear algunos de sus ataques. Después de todo, sería extraño que, pese a tanto entrenamiento, no mejorara aunque fuera un poco. Además, si continuaba siendo tan inferior a ella, Ryuu no se beneficiaría de sus entrenamientos, y Obito sabía que ella entrenaba porque quería ser, aunque fuera, un poco más fuerte.
Era algo que él admiraba profundamente en la elfa.
—Ya lo verás. La próxima vez te mostraré que me he hecho más fuerte —dijo Obito, levantando ligeramente su puño con determinación, su mirada llena de resolución.
Syr dejó escapar una ligera risa, disfrutando de la interacción entre los dos.
—Entonces, tendrás que desayunar muy bien. Después de todo, Ryuu no será blanda contigo mañana —dijo Syr, mirando a Obito con una sonrisa que mezclaba dulzura y picardía—. Yo te prepararé algo.
—¿Eh? —Obito tragó saliva, ya anticipando lo que vendría—. ¿Cuánto costará?
Syr sonrió maliciosamente, sus ojos brillando con un toque travieso.
—Es un secreto.
Obito se deprimió un poco al escuchar eso. Aunque no necesitaba comer, cada vez que Syr estaba involucrada, siempre terminaba gastando mucho más de lo que esperaba.
Cuando el cielo se oscureció y los aventureros estaban ocupados comiendo y bebiendo en las tabernas, Obito se paró sobre un edificio, mirando fijamente la imponente Torre de Babel ubicada en el centro de Orario.
Sabía que ese lugar no era realmente la base de la Familia Freya, pero como no había mencionado que iría a otro sitio, Obito consideraba que el punto de encuentro definitivamente sería en el piso más alto.
Su Sharingan brillaba en la oscuridad, sus ojos rojos cortando la negrura de la noche.
Había estado recopilando información sobre la Familia Freya, preparándose para lo que podría encontrar.
En realidad, lo que descubrió hizo que su percepción sobre esa familia cambiara un poco.
Principalmente, por el hecho de que la Familia Freya había estado realizando donaciones a muchos orfanatos en Orario, incluido el de María-san, mucho antes de que él llegara a la ciudad.
Una gran parte de su hostilidad inicial había desaparecido, porque era innegable que la Familia Freya había contribuido enormemente a que el orfanato de María siguiera en pie hasta el momento en que él llegó.
Incluso había considerado aceptar unirse a su familia, con la única condición de que protegieran a María y al orfanato de cualquier problema en el futuro.
Sin embargo, pensó que no debía tomar esa decisión a la ligera, así que solo estableció una serie de cosas que pediría. Definitivamente, no sería un paso que daría sin considerar todas las implicaciones.
Soltó un suspiro y esperó, aguardando pacientemente a que la señal del papel que le había dado a la diosa llegara.
Pasaron unos cuantos minutos mientras Obito permanecía inmóvil, su mirada fija en el horizonte. Cuando finalmente llegó la señal, dejó escapar otro suspiro. Definitivamente, no era de la Torre de Babel de donde provenía. Sin perder tiempo, se desvaneció en un remolino, listo para dirigirse al verdadero punto de encuentro.
Cuando aterrizó, pudo sentir varias presencias a su alrededor, por lo que activó su intangibilidad de inmediato. Al alzar la mirada, encontró a varias figuras paradas alrededor de una mesa redonda.
Reconoció a más de la mitad: los cuatro hobbits que habían sido tan molestos, y un hombre con rasgos felinos. Aunque no había visto claramente las caras de ninguno de ellos antes, sus características eran demasiado obvias como para no identificarlos.
Pero había más personas. Con solo observar sus apariencias, Obito logró ubicarlos como comandantes de la Familia Freya, aventureros de primera clase.
La tensión en el ambiente era palpable desde el momento en que llegó. Pudo sentir la hostilidad proveniente de esos cinco con los que ya había tenido un breve combate anteriormente.
Frente a él, sentada en una silla que parecía un trono increíblemente cómodo, estaba Freya, con una ligera sonrisa en los labios. Sostenía despreocupadamente una copa de vino en la mano.
Obito entrecerró los ojos ligeramente, evaluando la situación. Luego, se puso de pie y notó con disgusto que casi todos ellos eran más altos que él, excepto los hobbits.
—Bienvenido —fue el primero en hablar Ottar, el líder, quien estaba de pie como una verdadera montaña, inflexible e imperturbable. El hombre llevó una mano a su pecho mientras lo miraba, en un gesto que parecía indicar respeto. Obito supuso que eso significaba que él era considerado digno de al menos un poco de reconocimiento, aunque no estaba seguro de merecer algo así.
— . . . — Obito se mantuvo en silencio, realmente no estaba seguro de qué hacer en esas situaciones.
—¿Por qué aún no te inclinas ante nuestra diosa? —el chico gato fue el primero en lanzar sus palabras con una cantidad increíble de hostilidad, como si en cualquier momento pudiera explotar. Sus ojos afilados como navajas parecían querer apuñalarlo. Obito se mantuvo calmado, y lo miró sin inmutarse.
— . . .veo que tu mascota no está entrenada adecuadamente —dijo Obito, con un tono aburrido, dirigiéndose a Freya. Ella no respondió, pero hizo una pausa breve antes de llevar la copa a sus labios. En ese instante, hubo un destello de velocidad que Obito fue capaz de captar claramente, su mirada aguda detectando el movimiento sutil pero significativo.
El chico gato se lanzó hacia él con una rapidez fulminante, pero ninguno de los presentes hizo el menor intento por detenerlo. Claramente, todos ellos estaban observando la escena con atención.
El chico gato lanzó una patada hacia la cabeza de Obito, pero su pie pasó a través de él como si fuera un fantasma.
El chico gato gruñó, irritado.
—Un truco de cobardes —dijo con desdén, mientras lanzaba golpes que rasgaban el aire con una velocidad que Obito tuvo que admitir como impresionante. Sin embargo, gracias a su Sharingan, podía seguir cada uno de los movimientos del chico con precisión.
En realidad, Obito aún le guardaba cierto rencor al chico gato por su amenaza hacia el orfanato. Así que, cuando vio una oportunidad, apretó su puño y lo lanzó hacia la cara del chico gato con determinación.
En un instante, una espada fue colocada contra su cuello, y varias manos se apresuraron a detener todos sus movimientos. Ottar, con una expresión seria, estaba sosteniendo el puño del chico gato, mientras que los dos enanos también se mantenían alerta, asegurándose de que la situación no se saliera de control.
—No se atrevan a pelear frente a nuestra preciosa diosa —dijo uno de los enanos con firmeza. Dado que nadie más intervino, Obito supuso que esa era la opinión compartida por todos los presentes.
—Entiendo —dijo Obito mientras atravesaba a todos ellos sin inmutarse, y se sentaba en una silla que había permanecido vacía todo el tiempo.
El chico gato gruñó, mirándolo con una expresión que parecía desear su muerte. Sin embargo, poco después, Freya habló con calma.
—Allen, contrólate. Obito-kun está aquí por invitación mía y, próximamente, será un miembro de nuestra familia.
Freya se dirigió a Obito con una tranquilidad inquebrantable, sin mostrar ni el más mínimo indicio de preocupación.
—Y, por favor, Obito-kun, evita provocar a mis niños.
Obito miró fijamente a la diosa con una expresión enigmática, sus ojos reflejando una mezcla de curiosidad y frustración. Tras un momento de silencio, dejó escapar un suspiro cansado, resignado.
—Está bien —dijo, como si se rindiera ante la situación.
Después de un breve intervalo, todos volvieron a sus asientos. Obito aprovechó el momento para observar a los presentes con mayor detenimiento.
Estaban los cuatro hobbits, Ottar, el chico gato, que ahora sabía que se llamaba Allen, y dos elfos, uno de los cuales tenía la piel de un tono oscuro.
El elfo de piel oscura le pareció particularmente interesante. Al principio, parecía nervioso cuando Obito llegó, pero cuando la espada estuvo a punto de cortarle el cuello, Obito casi pudo sentir el deseo de arrancarle la cabeza en ese mismo instante.
A pesar de todo, ahora había confirmado algo: Probablemente podría derrotar a cualquiera de ellos en una pelea uno a uno, siempre que ninguno de ellos escondiera una habilidad demasiado problemática. Sin embargo, Obito desvió su mirada hacia Ottar, quien estaba sentado con los brazos cruzados, su presencia imponente y calmada.
Ottar era un asunto diferente.
