N/A: Bueno, tras dos semanas de espera, acá está el séptimo capítulo de este proyecto. La verdad es que aquí me mandé una jugarreta bastante cruel, porque ya había completado el capítulo una semana antes. Lo que pasó fue que lo había terminado muy tarde aquel domingo, y mi novia estaba dormitando cuando se lo pasé, por lo que se me durmió a mitad de la lectura (terrible que a un escritor se le duerman los lectores, lo sé). Pude haberlo publicado el lunes, pero después dije: "a ver, las analíticas indican que dos o tres muchachos siguen mi historia, pero no me dejan ni siquiera un comentario ofensivo, ni un corazoncito, nada de nada. Entonces, ¿pa' qué me tomo la molestia?" Así que ya saben, si quieren que esta vaina actualice más rápido, déjenme un comentario (aunque sea para decirme cosas feas).

Tengo un par de cosas que contar una vez acabado este capítulo, pero mientras tanto... atragántense con esto:

Capítulo 7

Perspectiva: Miguel

Mi corazón se acelera en un instante; «¡¿Cómo sabe mi nombre?!», me pregunto antes de elegir mis palabras.

—¿Usted está al tanto de las novedades, señor? —Arqueo mi postura con respeto.

Metatrón recorre sus mejillas por dentro con su lengua. Me sonríe por un momento; el ruido sutil de las cadenas ambienta el momento.

—Sé que tienes muchas preguntas —prosigue, ignorándome—. Sin embargo, nuestro tiempo y mi estado actual nos limita bastante. Ergo, haz de ser sabio.

No sé por qué, pero la primera pregunta que me viene a la mente es la menos oportuna:

—¿Qué haces aquí?

—Como bien te dijo Semangelof, fui aprisionado por haber creado un objeto prohibido. Los tres eran mis discípulos, por lo que no les supuso ninguna dificultad el capturarme.

«Bien, eso fue tonto», me cacheteo por dentro. Relamo mis labios y ahora sí, elijo con más cuidado:

—¿Qué es lo que quieren los Ancianos con tu artefacto? ¿Cómo rayos eso se correlaciona con la rebelión? —mi voz se torna más desesperada— ¿P-por qué es-

—Una pregunta a la vez, muchacho —me sonríe—. Semangelof lleva tiempo estudiando la naturaleza del multiverso; seguramente ya te habrá mostrado lo que ha conseguido recabar. El objetivo es tan simple como invadirlo.

—La rebelión… —insisto.

—Sí, también sé de eso —contesta enseriado—; no estaba en los planes de mis viejos discípulos, así que no hay una correlación directa. Tu hermano es cómplice con Lilith de haber entregado el pecado a los humanos, y el hecho de que estuvieran tan respaldados indicaría que Lucifer ya tenía planeado algo.

Suspiro decepcionado, y eso me recuerda una vez más a lo que Semangelof me dijo sobre mi razón de existir.

—¿Tendré que matarlo? —me atrevo a preguntar— ¿Ese es mi destino?

—Cierto es que para eso te crearon, sí —las alas de Metatrón tiemblan un poco, pero las cadenas están encarnadas en ellas—, pero solo tú puedes elegir si rematar al derrotado o perdonar su vida. No obstante, nada podrá evitar esa pelea, Miguel.

Puedo escuchar pasos que bajan intrépidamente por las escaleras. Metatrón también lo nota y me sonríe una vez más antes de agachar la cabeza.

—Una cosa más —murmura—: consigue el cubo, muchacho. El cubo solo responde a una causa loable y desinteresada. Consíguelo, consíguelo.

Sansenoy nos interrumpe ágilmente; con un chasquido apaga el hechizo lumínico que nos permitía ver en esta oscuridad y ahora solo puedo ver la luz de su único ojo.

—General, tus deberes aquí han terminado —enuncia con su entonada inerte, pero luego denota enfado—. Por Yahvé, haznos el puto favor de controlar a ese inútil morado que tienes por teniente. No ha parado de torturar a los prisioneros y no quiere atender a razones.

«¡Gabriel!», el recuerdo nuestro último encuentro llega a mi mente. Balbuceo un apurado "gracias" a la par que voy escaleras arriba tan rápido como puedo.

Perspectiva: Beelzebú

Los golpes de este tipo duelen como el infierno, pero no hacen más que alimentar mi ira. El arcángel nos arrodilló en una fila; va con Azazel, le da un puñetazo y pregunta, "¿por qué iniciaron la rebelión?", y al no escuchar lo que quiere, nos castiga dándonos unos garrotazo con la empuñadura de una espada.

—¿Por qué carajo empezaron la rebelión? —se para frente a Ozzie.

—¿Por qué no mejor te vas a la mierda? —le contesta, solo para recibir un golpe que apaga su aspecto ignífugo por unos instantes.

El maldito se para frente a mí, caza mi cabellera celeste y en cuanto le muestro los colmillos, me da un cabezazo directo en el hocico.

—Maldita puta —me escupe—, tú y estos pendejos no tienen idea del daño que hicieron este día.

—Esto… está lejos de terminar –le sonrío con mi rostro sangrante.

—¡Calla boca, Bee! —me ordena Azazel, que acaba de hablar por primera vez desde que lo capturaron.

—Los únicos monstruos aquí son ustedes —le sigo hablando a Gabriel—. ¿Crees que tenemos miedo? Cuando hayamos acabado, tus queridos Ancianos serán colgados como trofeos de guerra, y el maldito cielo será una República.

Gabriel baja su garrote y da un paso atrás, como si mis palabras fueran una cachetada de realidad para él. Su rostro también es un poema, el cómo su expresión iracunda se torna pasiva en un segundo.

—Un montón de gente falleció por esto… —murmura—, ¿todo por una… delirante revolución política?

—Los Ancianos solo piensan en ellos —endilga Azazel—; lo único que haces es trabajar gratis para ellos, sin derecho a voz ni voto.

—Pretenden que toda la raza se doblegue a sus designios —agrega Ozzie—; para ellos no existe otra visión que la suya. Nosotros queremos que un senado electo por mayoría popular encabece la administración del Estado.

Gabriel aprieta sus puños con fuerza, lo que me hace reír cruelmente:

—¿Qué pasa, putito? —lo desafío pese a estar atada—, ¿acaso crees que vale más la vida de tus amigos que la libertad de toda tu gente?

Perspectiva: Gabriel

No puedo aguantar más y libero una ráfaga de puñetazos contra la perra de Beelzebú. La sangre salpica al maldito de Asmodeo, que mira horrorizado cómo la masacro sin más. Cuando cargo mi espada en un corte horizontal para rebanarle la cabeza, una magia captura mi brazo y me estampa contra la pared para alejarme de los rebeldes.

—Ya fue suficiente —Miguel hace acto de presencia—. Levántate y vámonos.

Mi teniente me dedica una mirada bastante fría entre tanto que se incorpora y sale de la casa que adoptamos como celda, pues nunca hubo necesidad de construir una prisión en el cielo.

—¿Eso es todo, maricones? —balbucea Beelzebú con sangre en la boca—, ¿se irán a darse por el cu-

El portazo que doy es suficiente para interrumpir su diálogo y asustar a los dos guardias que custodian el lugar. Suspiro hastiado y camino junto a Gabriel hacia la plaza principal; éste se nota muy enojado aún, pero yo palmeo su espalda y fuerzo una sonrisa:

—Ánimo, no perderemos esta guerra —intento bajar sus humos—. Cuando esto acabe, buscaremos la forma de restaurar lo perdido, y eso incluye a Eurielle.

Puedo ver que una tenue sonrisa se dibuja en él pese a su silencio, pero ésta se borra cuando oímos los gritos desesperados que vienen de la plaza. Gabriel sujeta mi brazo y me esprinta hasta el lugar a una velocidad exorbitante; es tan rápido que mis pies se elevan de la tierra por todo el trayecto. El lugar está plagado de humaredas y Rafael va de un lado a otro, completamente superado por los gritos. Gabriel me suelta y se dirige directo a la tienda donde descansa Eurielle. Cuando me dirijo al lugar de Chamuel, me encuentro con su cuerpo inerte, repleto de puñaladas y con el detestable sigilo de Abadón en su frente.

"Imposible", murmuro en el sitio. Salgo de la tienda de acampar y contemplo a Semangelof, que se eleva sobre sus alas y disipa la densa cortina de humo:

—¡¿Entienden ahora cuán vil y despiadados son estos traidores?! —vocifera para todos nosotros—. Son tan pobres de honor que se infiltran en un lugar de paz y nos arrancan a nuestros seres queridos; y no sólo eso, sino que además dejan sus marcas para burlarse de nuestro dolor.

Todo el mundo comienza a cambiar su llanto por gritos de guerra; los pocos ángeles que de alguna forma permanecían neutrales recuperan las armas de los fallecidos y se alzan en el nombre de Semangelof. No obstante, yo siento que algo está muy mal con esto, como si los antecedentes no encajaran del todo con el hecho. Cuando el grito ahogado de Gabriel llega hasta mí, todas mis conjeturas se borran y me dispongo a ir con mi teniente. Cuando entro ahí está él, llorando desconsoladamente mientras sostiene el cadáver de Eurielle, cuyo pecho tiene un cuchillo de acero celestial atravesado perfectamente al ras del corazón.

—¡Mira lo que hicieron, Miguel! —me grita desesperado, y me deja ver el vientre bajo del cuerpo, donde está grabado el mismo sigilo que yacía en el cuerpo de Chamuel— ¡La mataron y tuvieron el valor de tocarla!

Por primera vez puedo sentirme superado por el horror de la batalla; dejo el lugar solo para apoyarme contra una estatua de Yahvé y vomitar.

«Mi hermano no puede…», mis emociones vuelven a primar sobre mi razón, «no pudo haber permitido esto.»

Perspectiva: Lucifer

"¡Fuego!", comando a mis aliados, y una tremenda combinación de cuatro disparos forman una explosión que ilumina el cielo nocturno por unos instantes.

—Hasta aquí, no puedo más —jadea Mammón—. No había sudado tanto desde que construí la armería de Azazel.

Con mi retirada, ellos asumen que doy por terminado el entrenamiento. La realidad es que en mi cabeza no paro de hacerme la misma pregunta: «¿qué rayos estoy haciendo?»

—¿Tienes un momento? —Belle me alcanza y pone su mano en mi espalda.

Ella comienza a hablarme sobre nuestros viejos planes, de cuánto me necesita para que funcionen. Sin embargo, mi cabeza está enfocada en todo menos en ella.

—Luci, tú puedes contar conmigo, ¿sabes? Somos amigos… —puedo ver sus ojos brillando al verme, lo que devuelve mi atención a ella—... Sé que te sientes sofocado por todo esto, pero…

Puedo sentir un aura brutal detrás mío; está muy claro a quién pertenece, dado que podría distinguir a mi hermano entre cientos de magias diferentes a su alrededor.

—Belle, sal de aquí —le ordeno.

—P-pero… ¿esto es por Lilith? —me pregunta con decepción.

Mi postura recta y mis ojos apuntando a un costado la hacen percatarse de que hay un problema; ella asiente y trota en dirección a la cueva donde están los demás. Volteo hacia el horizonte al que le daba la espalda y ahí está, una centella celeste que se precipita hacia mí. En unos instantes mi hermano aterriza y nos encaramos como si no fuéramos más que enemigos. Yo permanezco serio, pero Miguel guarda cierta ira en sus expresiones, lo cual me extraña de sobremanera, dado que yo no participé en la batalla.

—¿Qué se te ofrece, hermano? —intento iniciar de manera pacífica.

—Quiero oírlo de ti —responde con los dientes apretados—, dime que fuiste tú quien dio la orden de matar a los heridos.

—Miguel, yo no participé en la ba-

—¡No estoy hablando de eso! —me interrumpe con sus alas alzadas, lo que levanta una corriente de arena a su alrededor—, ¡te estoy preguntando si tú fuiste quién le ordenó a Abadón infiltrarse en el cielo y matar a los heridos!

—¡¿De qué carajo estás hablando, hermano?! —le pregunto con gran inquietud.

—¡No te hagas el desentendido, pendejo! —él desenvaina su espada y por primera vez me apunta con ella— ¡Eurielle y Chamuel estaban heridos, pero acaban de aparecer muertos y con el sigilo de tu puto amigo exterminador!

Mis ojos se abren como platos; no solo estoy siendo amenazado por mi única familia, sino que además me acusa de un crimen de guerra tan cobarde como dirigir a alguien para matar heridos.

—Miguel, no sé de qué hablas —intento recomponer mi compostura–, baja el arma y aclaremos esto.

Hasta Lilith se asoma para ver qué está pasando: «Les di una sola orden y no pueden seguirla», gruño para mis entrañas.

—No te reconozco, hermano —apuntar hacia la cueva—... esa mujer…

—Lilith no tiene nada que ver —corto distancia con él—, no se te ocurra meterla en esto.

Abadón se teletransporta para quedar entre los dos:

—General, será mejor que respetem-

Antes de que él pudiera terminar, Miguel dirige un corte directo a su cuello, que esquiva por milímetros al retroceder de un brinco.

—¡Y tú eres un asesino, además de un traidor! —lo acusa iracundo, habiendo dado inicio a una pelea.

Aparto a mi querido amigo en el momento justo para generar un arma de magia y bloquear su estocada. Algunas astillas de plasma se rompen de mi hoja al contactar con el acero celestial, pero la diferencia entre nuestras armas es muy evidente; tengo entre mis manos la primera espada ropera jamás creada. Aún sorprendido, Miguel dirige un corte qué iría hacia mi rostro, pero bloqueo con facilidad gracias a los movimientos de la hoja en sincronía con mi muñeca.

—¡¿Cómo pudiste, Luci?! —grita entre compases que hacen rugir nuestras armas.

Ambos ascendemos en una peligrosa pelea aérea; debido a su ventaja por el acero, la situación se torna velozmente a su favor. Esquivo y bloqueo cada estocada o corte, pero el plasma de magia que conforma mi ropera se astilla con más gravedad. Las alas de Miguel son como las mías; siempre fui más ágil que él, pero me acaba de superar con creces en el peor momento posible. Abadón asciende con su par de alas negras y se interpone entre los dos cuando Miguel iba a cargar una poderosa estocada. A pesar de la naturaleza cuasi-divina de mi amigo, Miguel se lanza con todo en busca de su cabeza. Abadón, por su lado, extiende un rodillazo en el momento justo, haciendo que ésta se hunda en el vientre de mi hermano. Puedo ver sus ojos de shock por dolor hasta que Abadón lo remata juntando ambas manos para martillarlo contra el desierto.

"¡Basta!", ordeno y, pese a todo lo que ha pasado, desciendo al cráter donde mi propio hermano yace derrotado. Me arrodillo a su lado para comprobar si aún respira, pero él recupera la conciencia y me aparta de un manotazo en el rostro.

—¡No me toques! —él se incorpora por su cuenta, jadeante y con ojos cristalinos.

—Miguel, no nos hemos movido de aquí —trato de razonar con él—, ¡no entiendo de qué diantres hablas!

Miguel agacha la cabeza en señal de pura decepción y vergüenza; se eleva tambaleante y emprende vuelo camino a casa.

—¿Me dejas capturarlo? —me pregunta Abadón.

Asiento con un suspiro melancólico y me fuerzo a mirar cómo lo hará. El exterminador junta sus dedos y carga un hechizo en forma de proyectil, que es lanzado a gran velocidad. Sin embargo, cuando todo parecía perdido para mi hermano, una silueta se manifiesta en cuestión de milisegundos y corta el hechizo con un sable de acero celestial. El temible rostro de Sansenoy, hecho de un solo ojo y tres alas emplumadas, nos desafía a la par que da cobertura a la retirada de Miguel.

—¡Un Anciano! —grita Agares a todo pulmón.

Inmediatamente la centuria emprende vuelo bajo sus órdenes, pero sé que su intervención solo provocará muertes innecesarias.

"¡Todos atrás!", comando en un grito, a lo que los triarios retroceden y se limitan a espectar y golpear los escudos con sus espadas.

Abadón se transporta a un lateral de Sansenoy y carga una secuencia de patadas y puñetazos, pero cada ataque es fácilmente esquivado. También intenta bifurcarse en dos copias de sí mismo, pero eso solo hace que Sansenoy contraataque aprovechando que Abadón pierde mucho control al tener que dirigir dos copias y a sí mismo. Toma un simple descuido para que el Anciano lacere el cuello de mi amigo con una precisión aterradora; cuando la otra copia intenta conjurar un bláster a sus espaldas, Sansenoy responde con un fino rayo color escarlata que taladra el pecho del mismísimo ángel exterminador como si fuera de papel.

Los demás ángeles rebeldes dejan a Lilith para salir en nuestra ayuda, pero Senoy también hace acto de presencia y convoca una suerte de barrera que les impide abandonar la estructura geológica. «Al final no ha costado más que dos Ancianos para dejar nuestra rebelión en jaque», lamento.

—Podríamos acabar con ustedes ahora mismo —Senoy vuela a mis espaldas, quedando yo entre ambos ángeles—, ¿pero para qué?

—Tantos enemigos públicos en una sola facción —sonríe Sansenoy con su sable abajo—, el señuelo perfecto para poner a todo el reino de nuestro lado.

Al alterar mis emociones, mi ropera de magia se resquebraja y desaparece. No obstante, cuando los dos malditos descienden rumbo a Lilith, que está atrapada…, juro que una llama de cólera se enciende en mi corazón.

—Fuiste tonta, niña —la insulta Senoy, ignorando a los otros tres rebeldes que acompañan a mi novia.

—Te dimos la oportunidad de volver al Edén —continúa Sansenoy—. Ahora, por tu culpa, toda tu raza está condenada a la misma utilidad que tienen las bestias; pudrirse en este planeta para nuestra diversión.

—¡Peor aún! —asevera Senoy—: los otros seres solo son avatares de instinto, incapaces de entender su realidad. Tu especie vagará por este mundo a sabiendas del poco valor que tendrán comparados con nosotros.

Lilith golpea iracunda la barrera, pero solo se lleva un piquete eléctrico en cada mano. Su rostro de dolor me impulsa a descender con todo lo que tengo en una centella; ambos bloquean mi patada y me lanzan a un lado, solo para verme caer de pie en la arena y cargar una vez más. Consigo regenerar mi ropera, esta vez con un fulgor incandescente, y desenvuelvo un corte en dirección a Senoy; su hermano intercede al bloquear con su sable, pero esto le da tiempo a Abadón para reingresar al combate con una patada que estampa a Sansenoy contra la barrera, que le induce una constante descarga eléctrica. Senoy carga dos blasters en cada mano y apunta, pero cada gesto en su postura demuestra que no sabe luchar. Planeo sin miedo y, en un rápido movimiento, corto a la mitad su vieja máscara hecha de una aleación antigua y mucho más débil que el acero celestial. El rostro del Anciano, lejos de ser amigable o siquiera parecido al de un ángel, denota un aspecto antropoide que perturbaría a cualquiera, como si un ángel hubiera cruzado sus genes con un artrópodo.

—¡Pequeño saco de mierda! —ruge con sus quelíceros a la vista—, ¡¿cómo putas te atreves?!

Un chasquido de su mano disuelve la barrera, lo que libera a Sansenoy, pero también a los otros rebeldes. La centuria detiene los vitoreos y avanza de inmediato para asistirnos, pero, este gran desbalance a nuestro favor incita a los Ancianos a retirarse; Senoy abre un portal y asciende disparando hechizos a quemarropa, a la par que Sansenoy extiende ráfagas de una magia muy cortante a través de su sable, tan intensas que incluso Abadón debe retroceder. Los soldados rugen de victoria cuando se evidencia que salimos triunfantes contra los mismísimos señores del Cielo.

"¡NO!", grita Abadón, lo que me hace voltear hacia el mar: el inmenso Leviatán emerge con fulgores rojizos en sus fauces. Con un rugido ensordecedor, los Ancianos ingresan junto con un hechizo en forma de un enorme blaster.

Perspectiva: Miguel

Regreso malherido a casa a través de un portal que Semangelof abre para mí. Las heridas físicas son mínimas, pero mi corazón y orgullo están destrozados. Ambos contemplamos cómo un enorme blaster penetra el cielo del reino y trae, por primera vez, una noche de absoluta penumbra que se cierne sobre nuestro Cielo.

—¡¿Pero qué mierda fue eso, Miguel?! —el Anciano me zarandea con fuerzas— ¡¿En qué putas estabas pensando cuando te fuiste a luchar tú solo?!

Seco mis lágrimas con la manga de mi uniforme y enserio mi rostro al devolverle la mirada:

—Si realmente estás tan ensimismado en forjar un imperio —espeto y lo separo de mí con un manotazo—, empecemos por sofocar la rebelión.

Semangelof exalta todos sus ojos ante mis palabras:

—¿Estás seguro de que puedes con esto?

Asiento y extiendo mi mano:

—Haré funcionar el cubo, señor —espeto—. Si Metatrón nos dice cómo usarlo para matar a los rebeldes, será cuestión de tiempo para descifrar su mecanismo.

N/A: Bueno, llegados al final del capítulo, quiero avisar de antemano que muy seguramente habrá un pequeño hiatus de aquí en más. Lo que pasa es que tengo un examen importante en una semana y se me complica estudiar y escribir esta cosa al mismo tiempo.

Sepan también que estamos llegando a los tres capítulos finales. La verdad es que tengo mi propia crítica con respecto a mi propio fic; creo que necesito achicar más la cantidad de personajes que agrego, dado que se me dificulta bastante desarrollarlos conforme la historia avanza. Para futuros proyectos voy a tener especial cuidado con eso.

Chaucito, y dejen un comentario, no sean ratas, miren que sé dónde viven y les puedo tirar un ladrillazo a las ventanas de su rancho, van a tener que gastar en vidriero.