Capítulo I
28 de Julio del año de nuestro señor 1914. En medio de la tierra de nadie.
Estaba a punto de perder el conocimiento, el sonido de una detonación lejana lo hizo reaccionar. El dolor era punzante, insoportable y se extendía a todas partes, se llevó la mano izquierda hacia la herida en el costado, la sangre caliente manaba a chorros, algo lo había atravesado, todo estaba muy oscuro.
La luz de una explosión lejana iluminó el páramo.
Pudo ver sus alrededores, estaba sentado en el suelo, su espalda estaba recargada contra los restos de un muro, frente a él pudo ver las colinas, las barricadas de madera con alambre de púas y cadáveres podridos incrustados, miro hacia el cielo mientras las gotas de lluvia caían sobre su cara, pero todo volvió a oscurecerse.
La luz de una explosión iluminó el páramo.
Por fin pudo ver el cielo, seguía igual, las nubes eran grises y gruesas como plomo, un instante después todo volvió a caer en penumbras y solo se escuchaba el repetitivo sonido de las gotas de lluvia al chocar contra el suelo. De pronto escucho unos pasos que hacían retumbar el suelo, eran muy pesados, algo muy grande se está acercando, fue golpeado por un olor nauseabundo, como el olor de carne podrida qué hubiera estado días bajo el sol, se cubrió la nariz y boca con la mano derecha haciendo un gran esfuerzo para no vomitar, tomo el crucifijo que colgaba de su cuello, los pasos se detienen y puede escuchar el aleteo de miles de moscas, eso está frente a él.
La luz de una explosión iluminó la zona.
Por un instante pudo verlo, era tan alto como un árbol, todo su cuerpo estaba cubierto por enormes protuberancias. Eran grandes masas, tan grandes como barriles, abultados cúmulos de carne gelatinosa que palpitaban constantemente como si tuvieran vida propia y fueran a reventar en cualquier momento. Sobre su espalda se acumulaban grotescas jorobas de las que brotaba un líquido purulento, su piel era porosa y tenía una textura y color similares al cieno y el fango, además, la luz se reflejaba sobre su piel de manera extraña, como si estuviera desenfocado, su sola presencia contaminaba el universo. Llevaba un casco con grandes cuernos y una placa en el pecho con el símbolo del grial negro, su rostro descarnado dejaba ver una siniestra sonrisa de largos dientes verdosos, era uno de los engendros de Belcebú, un lord de los tumores.
La luz se apagó de nuevo y pudo escuchar como el lord de los tumores caminaba hacia el mientras el sonido de las moscas y el olor aumentaban.
- Padre, ¿Por qué me has abandonado? (Marcos 15:34). - Fue lo único que pudo decir el teniente Christopher, mientras sentía como las luces se apagaban.
El lord de los tumores se detuvo de repente.
12 horas antes. La trinchera de vanguardia del Principado de Nueva Antioquía.
El teniente Christopher esperaba junto al telégrafo, finalmente el mensaje llego, el Cardenal General por fin había aceptado su solicitud, en unas horas más llegaría un convoy militar con la respectiva orden de retiro firmada, después de esto el salió del cuarto cavado en las paredes de la trinchera, empezó a recorrer la trinchera haciendo la inspección de rutina, en momento un par de peregrinos de trinchera con sus capirotes metálicos se pusieron en posición de firmes y realizaron el saludo militar al verlo, el los saludo de la misma forma, no estaba completamente de acuerdo que un grupo de personas que no tenían un entrenamiento militar completo se unieran a ellos en el frente, pero con la situación actual no podía ponerse quisquilloso.
El teniente era un hombre de 40 años pero estaba envejecido por los años de guerra, tenía múltiples cicatrices en el rostro y el cuerpo, además le faltaba el ojo izquierdo, portaba el uniforma verde reglamentario con los emblemas papales y armadura ligera, de su cinturón colgaba la espada que había heredado de su padre, la empuñadura estaba adornada con piedras preciosas y joyas, hace años estan brillaban espléndidamente bajo el sol, pero ahora estaban tan sucias que parecían simples piedrecillas recogidas de un camino. El apretaba la empuñadura con su mano izquierda, últimamente había estado pensando mucho en el pasado, más de lo que le gustaría admitir. Solo se sentó sobre una roca por un momento a descansar, pero fue suficiente para que el sueño lo venciera.
Estaba de regreso a su niñez, sentado en una de las largas bancas de madera de la capilla, justo al lado de uno de los largos ventanales, mientras escuchaba a su instructora, una de las monjas del convento local, que estaba leyendo la Biblia para los niños que se preparaban para la primera comunión, miraba a un colibrí revoloteando por las flores del jardín.
- Señor. – La hermana Alexandra trato de despertarlo.
La voz se escuchaba lejana y neblinosa.
-"Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena;" (Génesis 1:3).
Una mano le sacudió el hombro.
-Señor, ya van a servir la comida. -
Al escuchar la voz de la hermana Alexandra muchos recuerdos regresaron a él, como estaba postrado en cama, su cuerpo hervía, la herida lacerante en su hombro que se había infectado, sus manos curando sus heridas y secando el sudor de su frente con un paño, ella estaba a su lado cuidándolo, era la única persona que estaba ahí, él estaba seguro de que iba a morir, sentía como el mundo se alejaba, siempre le habían dicho que los guerreros qué morían defendiendo la Fe serían recompensados en sus últimos momentos, sus sufrimientos serían aliviados y se les permitiría vislumbrar el paraíso antes de expirar su último aliento, él lo creía, pero no veía nada y no sentía más que dolor, de pronto sintió que ella se levantaba y se alejaba, en un movimiento desesperado estiró su mano y tomo su brazo.
-No te vayas. -
Su voz había sido casi un susurro, en retrospectiva se sentía avergonzado por haber echo eso, para su mala suerte aun lo recordaba, él sabía que había más heridos que requerían atención, sintió como ella regresó, se sentó de nuevo a su lado y tomó su mano.
-No me iré. –
La bruma mental empezó a desaparecer y regreso al presente. Se reacomodo el parche sobre el ojo izquierdo faltante, se frotó el ojo derecho y se acomodó el casco y el yelmo.
-Solo... estaba descansando la vista.
Ella le tendió su mano enguantada para ayudarlo a levantarse, la tomo y se puso de pie.
La hermana Alexandra era una monja del convento de Santa Cosmas, ella era la oficial en jefe del equipo médico de la unidad. Su uniforme blanco (que incluye una armadura estándar) y su hábito tenían grandes manchas de sangre que no habían desaparecido del todo, como siempre, llevaba el Yelmo reglamentario del convento, formado por placas alargadas de acero que cubren el rostro e incluían una máscara de gas integrada, además, llevaba un crucifijo metálico colgado al cuello que nunca se quitaba, su kit médico y su Misericordia (un cuchillo quirúrgico de combate, muy largo y afilado, la había visto salvar y terminar muchas vidas con él, el mismo la había sentido sobre su propia carne, en más de una ocasión). El teniente Christopher la miro un momento, en todos estos años jamás había visto su cara.
- ¿Ocurre algo? - Preguntó ella.
-No, no ocurre nada. -
Le había salvado la vida y por eso le entristecía aún más lo que iba a pasar.
Ambos avanzaron por la trinchera mientras los soldados les dejaban pasar, esta era angosta, permitiendo el paso de solo de tres personas al mismo tiempo, el suelo estaba cubierto en su mayor parte por barro, alguna vez lo habían tapizado con madera, pero esta se había rotó o podrido con el paso del tiempo, las paredes estaban recubiertas con muros de ladrillo, vigas de concreto y tablas de madera para evitar derrumbes, el olor del barro y el lodo cubrían todo el lugar.
Christopher llevaba una pequeña Biblia en el bolsillo de su abrigo, esta había sido un regalo por su primera comunión, y también un regalo de despedida cuando partió al colegio militar y hacia Nueva Antioquia, mientras recordaba levanto la vista hacia el cielo, recordaba el día que entro por primera vez a Nueva Antioquia, el provenía de un pequeño feudo por lo que jamás había visto una ciudad tan grande, se quedó asombrado por los enormes edificios, las factorías con grandes chimeneas de las que brotaba humo incesantemente, las grandes avenidas abarrotadas de personas provenientes de todos los rincones del mundo cristiano y las ruidosas carrozas de motor que habían asustado a su caballo. Cuando llegó, imaginaba que algún día, en alguna batalla, de pronto los cielos se abrirían y bajarían los ejércitos de ángeles envueltos en un resplandor divino, enviados por Dios para ayudarlos a luchar contra los herejes, luego todos avanzarían en una gloriosa última cruzada para cerrar el portal al infierno en Jerusalén y poner fin a la Gran Guerra, que ingenuo había sido (todos habían escuchado los rumores de un ángel que bajo del cielo en alguna trinchera lejana, pero cuando se investigaba solo se encontraban unos cuantos cadáveres quemados, o con marcas que indicaban suicidio). El cielo estaba cubierto de gruesas nubes, grises como el plomo.
Por supuesto, él no había sido el único que se había planteado esto, con el tiempo había escuchado algunas teorías, la más popular era que simplemente los ángeles son demasiado poderosos, que con su simple presencia arrasarían con todos, creyentes y herejes por igual, pero esa no podía ser la razón, en la Biblia hay muchas ocasiones donde ángeles son enviados a ayudar a personas concretas, un par de ángeles van a alertar a Lot antes de destruir Sodoma y Gomorra y pasaron la noche en su casa (Génesis 19) y un ángel salvo a Daniel de un grupo de leones con los que fue encerrado ( Daniel 6:22).
Cuando le habían regalado la Biblia, comenzó a leerla con avidez siempre que podía, y realmente no había sido lo que esperaba.
"Ahora ve y derrota a Amalec. Conságralo al exterminio con todo lo que posee y no lo perdones, mata a hombres y mujeres, niños y bebes, vacas y ovejas, camellos y asnos" (Samuel 15:3).
¿Dios estaba ordenándoles matar niños y bebes?Esto no puede ser ¿Esos niños eran inocentes de los pecados de sus padres, ¿no? ... Tiene que haber una explicación, pero desde mi limitada visión del mundo, no puedo entender el perfecto plan de Dios.
Se había dicho a sí mismo, y se lo volvió a repetir con muchos otros versículos. Pero había uno en particular que lo dejaba desconcertado, Marcos 15:34, donde Jesús mira al cielo y dice que Dios lo ha abandonado, ¿Pero Jesús es el hijo de Dios? ¿Por qué Dios lo habría abandonado, aunque fuera por un momento? Para él no tenía ningún sentido, pero debía tener alguna explicación, debía de ser parte del perfecto plan de Dios.
Alguna vez había pensado en comentar esto con alguien, pero pronto descubrió que muchos de los soldados no sabían leer ni escribir por lo que lo único que sabían de la Biblia eran los versículos selectos por los clérigos, y en muchas partes de Europa leer la Biblia para cualquiera que no fuera un sacerdote estaba directamente prohibido, además, ese tipo de cuestionamientos podían llevarlo al patíbulo, pero no importaba, al final tendría una explicación y todo iba a tener sentido.
Finalmente llegaron al recoveco qué usaban como cocina y comedor, ellos y el clérigo de la unidad avanzaron al frente de la fila por ser los de mayor rango, hace tiempo que no llegaban raciones suficientes desde nueva Antioquia por lo que desde hace casi dos semanas, poco después de que fueron enviados a la trinchera de vanguardia, comían carne de rata (en las trincheras nunca faltaban las ratas, por lo que nunca faltaba la comida, algún ingeniero de combate había dicho a modo de broma, ojala fuera cierto), no había sido lo peor que habían tenido que comer, durante los años de guerra, especialmente en los crudos inviernos, habían tenido que saquear asentamientos inocentes para sobrevivir, sabiendo que los estaban condenando al quitarles su único sustento ("Nuestro Señor resarcirá a estas personas en él paraíso, es una donación para poder continuar la lucha contra los herejes" había dicho el clérigo de la unidad).
El yeoman que servía de cocinero le dio a cada uno un plato con dos ratas a las que les habían arrancado la piel y la cola antes de rostizarlas, pero antes de comer iban a rezar, todos rezaban en voz baja con la cabeza agachada, pedían por distintas cosas, Christopher, como la mayoría, pedía por el bienestar de su familia (o por lo menos que siguieran con vida) pero también por algo particular, le pedía al Señor que lo enviara de regreso al año 1099, y el detendría a los templarios traidores de cometer la máxima herejía e impediría 800 años de guerra. Al terminar de rezar todos escuchaban un sermón del clérigo.
El clérigo Johan Christian era un hombre alto, robusto, de hombros anchos y una poblada barba, (a Abiel le gustaba pensar que así debía de lucir el Moisés bíblico) llevaba su armadura verde con una gran cruz de madera colgada a la espalda, en los hombros llevaba placas grabadas con los salmos, era un hombre duro, que podía mantener la cabeza fría aun en las peores situaciones, con los años lo había visto realizar curaciones milagrosas, aunque no tantas como para prescindir de los médicos de combate, como siempre, les recito de memoria un pasaje del Nuevo Testamento:
"Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.¿Qué hombre hay de vosotros, que, si su hijo le pide pan, le dará una piedra?" (Mateo 7: 7 - 10)
Jesucristo dijo que recibiremos lo que pidamos en nuestras oraciones, ¿Por qué no terminado esta guerra si todos lo hemos pedido? El Señor tiene sus razones, nunca entenderemos las razones de nuestro Señor. Sus caminos son inescrutables.
Christopher alejo esos pensamientos como siempre lo hacía, el sermón terminó y empezaron a comer, (como siempre, la hermana Alexandra se fue sola en una esquina alejada, solo levantaba su mascara lo suficiente para poder comer) la carne de rata era insípida y terrosa, además su textura era seca y densa. El agua que bebían sabia a gasolina, debido a los contenedores mal lavados. Christopher miro al comunicante peregrino (los comunicantes anti tanques son mucho más caros), parado a mitad de la trinchera, rara vez comía. Gigantesco y musculoso, su piel era gris como el hierro, tenía la cabeza cubierta con un velo y una cruz que le había sido clavada en los ojos como una muestra de fe, múltiples cráneos de sus víctimas colgaban de su espalda, estaba apoyado en ese enorme garrote, murmurando frases en hebreo antiguo. El comunicante generaba una mezcla de respeto y miedo, en el combate era brutal, lo habían visto aplastar cráneos con facilidad, además, él había consumido la carne y la sangre del meta Cristo, los clones creados con la sangre del Mesías ¿Cómo se sentirá? ¿Dolerá? ¿En que estará pensado? El teniente siguió mirando al comunicante, no estaba seguro de querer saber la respuesta a esas preguntas.
Después de esto, Christopher dio órdenes de prepararse lo antes posible para una ofensiva, trato de comunicarse con el batallón de artillería, logro comunicarse con un teniente, este le dijo que tenían sus propias ordenes, por lo que no podía prometerle que les darían apoyo en el combate. Todavía faltaban varias horas para que anocheciera, comenzaron a revisar los distintos rifles y ametralladoras de los que disponían, ya tenían una estrategia establecida para estos casos. Los peregrinos sacrificaron a un cordero y comenzaron a untarse su sangre mientras Christopher y los ingenieros estaban revisando los sistemas hidráulicos de las sagradas armaduras mecánicas de la infantería mecanizada mientras los sacerdotes francotiradores rezaban sobre sus rifles y municiones. Entonces llego el feldpost (el servicio de correo militar) y un vehículo blindado para transportar reclutas, aun no tenían bajas por lo que alguien iba a ser remplazado y llevado de vuelta a Nueva Antioquia. Poco después la hermana Alexandra se acercó a él, con una carta en la mano.
- ¿Podemos hablar en privado? – Le dijo al teniente Christopher, el enojo era palpable en su voz.
- Por supuesto. – Dejo el resto del trabajo a los ingenieros y ambos se dirigieron a un pequeño cuarto cavado en una de las parades de la trinchera, lo usaban como cuartel para planear estrategias y para reuniones con altos mandos, era solo un cuarto cavado en la tierra, tapizado de madera con una mesa grande y unas sillas, estaban iluminados por la débil luz de una vela colocada en el centro de la mesa, ella comenzó a increparle.
- ¡¿Mi "desempeño no ha sido optimo últimamente"?! He realizado mis funciones igual que siempre ¿Por qué no me dijiste nada antes de pedir que me remplazaran? - Dijo ella, con clara ira en su voz, pocas veces había dejado de lado los formalismos.
Si cualquier otra persona en la unidad le hubiera hablado así, él le habría dado un puñetazo en la boca como mínimo. Christopher se quitó el casco y lo dejo sobre la mesa, sintió un alivio al quitarse ese pedazo de metal de la cabeza, lo hizo con la intención de mostrar que estaba siendo totalmente honesto.
-No envié esa carta porqué estes realizando mal tus labores. –
- Entonces ¿Por qué? –
El la miro fijamente.
-Podrían colgarme por lo que estoy a punto de decirte, hace unos meses la Santa Iglesia envió a uno de los paladines, que el Señor los bendiga, a una misión secreta de alto riesgo, bajar al infierno y matar a un demonio mayor del tercer circulo, tuvo éxito, hace poco el paladín regreso, pero los herejes no van a dejar pasar esto sin intentar tomar venganza. El teniente Johannes Venturini, el líder del escuadrón que estaba apostado aquí en la trinchera de vanguardia, utilizo sus contactos para hacer que lo trasladaran a otra posición, por eso nos enviaron a nosotros aquí. Mediante las pictografías obtenidas por los astros artificiales, sabemos que los herejes se preparan para una ofensiva importante, probablemente esta noche, es por eso que no enviaron a nadie para remplazarte a ti ni a las demás hermanas de la división médica. –
Rápidamente ella entendió a que se refería.
-Yo, con gusto moriría cumpliendo mi deber. –
-Lo sé, pero yo no quiero que mueras en este agujero, Alexandra. – Él tenía todo un discurso preparado, pero al final la verdad salió de su boca.
-… ¿Por qué no me dijiste nada antes? –
-Sabía que no estarías de acuerdo. –
-Voy a desobedecer esta orden, me quedare. – Dijo ella con decisión.
-No, no lo harás. –
- ¿Vas a ordenarles a los soldados que me lleven a la fuerza? -
- Si no me dejas otra opción, sí. –
- ¿Esperas que, simplemente me valla sabiendo que los dejo solos para enfrentar a las fuerzas del infierno? –
- Yo… he visto morir a demasiada gente de formas horribles, tú lo sabes mejor que nadie (en los años de guerra habían visto muchas cosas, pero lo peor había sido el grial negro, lagos de sangre carne palpitante, extremidades retorcidas y cientos de voces gritando en agonía) ya me he acostumbrado, siempre que llegan esos nuevos reclutas, a los que les han lavado la cabeza con historias heroicas de guerra, medallas, honores y ven la realidad. Lo peor es que yo ya se cómo van a morir y sé que voy a estar ahí cuando pase y no voy a poder hacer nada para salvarlos, pero tu… eres muy importante para mí… hemos pasado tantas cosas juntos en este maldito lugar, tú eres la única amiga que me queda y… no quiero verte morir. –
Ella permaneció en silencio un momento, no sabía que decir, finalmente movió su cabeza en un signo de desaprobación.
-Debiste decírmelo antes. -
- ¿Podrías quitarte la máscara? -
Esa pregunta la sorprendió, no esperaba que le pidiera eso.
- ¿Es una orden? –
- No, te lo estoy pidiendo como un favor, pero no tienes que hacerlo si no quieres. –
- ¿Por qué quieres que me quite la máscara? -
- En todo este tiempo jamás he visto tu cara, me gustaría verte antes de que nos despidamos. -
Lentamente ella empezó a quitarse el hábito y después la máscara, sus manos temblaban. Cuando ella fue trasladada a su unidad, le informaron que había sido la única sobreviviente de su unidad anterior, no le dijeron que había pasado y él no había querido indagar pero ahora lo sabía, lo primero que el noto es que no tenía nariz ni orejas, su piel estaba cubierta de las cicatrices enrojecidas de las quemaduras químicas, ampollas y tenía una textura escamosa, en diversas partes tenía las cicatrices de las costuras donde la piel se había roto y fue vuelta a unir, su cabeza estaba cubierta por diversos mechones de pelo de lo que alguna vez fue una larga cabellera castaña, él supo de inmediato de que se trataba, eran los efectos del gas mostaza, probablemente una ataque sorpresa cuando no estaban preparados o una falla en su mascara de gas, ella había tenido mucha suerte de no haber perdido los parpados ni los labios, ella permaneció callada mirando hacia el suelo.
Christopher solo quería reconfortarla, pensó en decirle que no debía avergonzarse por las cicatrices, que estas eran una muestra de su valor y su fe y seria recompensada en el paraíso, pero sabía que ella seguramente había oído eso docenas de veces antes. Finalmente, el teniente volvió a hablar.
-Quería mirarte a los ojos, para agradecerte por salvar mi vida y por… quedarte conmigo- El extendió la mano derecha con la intención de estrecharla, - Fue un honor servir a tu lado, hermana Alexandra. –
Repentinamente ella lo abrazo rodeando su cuello con sus brazos, él la abrazo con fuerza, hace muchos años que no recibía un abrazo, había olvidado lo que se sentía el contacto con otro ser humano, el último abrazo que recibió fue de su madre cuando se fue de su hogar. Una parte de él no quería soltarla nunca, por un instante pensó en escapar, lo vio todo en su mente, ambos saldrían rápidamente, subirían al vehículo blindado mientras los soldados estaban distraídos fumando y escaparían, podía escuchar los sonidos de las balas rebotando contra las placas de metal mientras el pisaba el acelerador, después sería excomulgado y pondrían precio a su cabeza, pero nada de eso importaba mientras ella estuviera a su lado, escaparían hacia el Mediterráneo, hacia uno de los pequeños pueblos pesqueros… Rápidamente rechazo todas esas ideas, él sabía que no podía hacer eso y sabía que ella jamás desertaría.
Después de un rato que pareció eterno, ella levanto su cabeza y se miraron directamente a los ojos, sus rostros estaban separados por pocos centímetros, ambos se miraron fijamente… Finalmente se separaron, ambos sabían que no podían ir más allá debido a sus votos, ella se alejó un poco de él, se quitó el crucifijo del cuello y luego se lo puso a Christopher.
-Este crucifijo me lo dio mi madre cuando fui enviada al convento, es lo único que me queda de ella. – Dijo ella cuando le puso el crucifijo en el cuello.
-No puedo quedármelo, es lo único que tienes de…- Dijo el teniente intentando quitarse el crucifijo.
-No, - Ella lo detuvo tomando sus manos, - Consérvalo, cuando mi madre me lo dio me dijo que me protegería… Quiero que lo tengas, quiero tener fe en que te protegerá y nos volveremos a ver. –
- …Gracias, te prometo que lo usare cuando inicie la batalla. – Dijo sujetando el crucifijo colgado de su cuello.
Ambos querían decir más, querían decir cientos de cosas al mismo tiempo, pero sabían que no cambiaría nada. Ella tomo su casco y su hábito y volvió a ponérselos.
-Quisiera que todo hubiera sido diferente. – Dijo finalmente la hermana Alexandra.
-Yo también. – Respondió el teniente.
Ella lo miro una última vez antes de salir por la puerta.
Él se sentó y observo como la vela en el centro de la mesa se consumía lentamente.
Salió del cuartel, el convoy ya se había ido y se había llevado a toda la división médica sin dejar ningún remplazo, ahora todos sabían lo que iba a pasar.
El comenzó a caminar entre los grupos de soldados que se preparaban en los pasadizos de la trinchera con dirección al nido de la ametralladora, apretaba con fuerza la empuñadura de su espada y de nuevo comenzó a recordar.
Su padre era un señor feudal, Christopher paso su infancia junto a él y junto a los caballeros de su corte, pasaba las mañanas fortaleciendo su cuerpo, aprendiendo a cabalgar, a pelear con una espada o tan solo con sus puños, cazar, usar armas y lo básico de estrategia militar. Recordaba a su padre, fuerte y seguro de sí, muchas veces se batía en duelos con espada con los otros caballeros y siempre ganaba, su espada adornada con oro y piedras preciosas relucía bajo el sol y muchas veces le contaba como la heredo de su abuelo y algún día seria suya, pero, tendría que superar una prueba para demostrar que era digno de portarla, y de llevar el apellido de su familia. Después de un largo día regresaba a casa donde su madre lo esperaba con una deliciosa comida, esos habían sido los mejores momentos de su vida, en ocasiones escuchaba noticias de la guerra, poco a poco descubrió lo que pasaba, en lejanas tierras había un portal hacia el mismísimo infierno y soldados de todo el mundo conocido luchaban para contener los avances de los herejes y demonios, él no lo comprendió totalmente en ese momento." Si Dios está de nuestro lado, no tenemos nada de qué preocuparnos, al final ganaremos", se había dicho a sí mismo.
En ocasiones le gustaba escaparse con su caballo para explorar, fuera de las rutas que conocía, en una ocasión llego a un pequeño pueblo de campesinos, se quedo muy sorprendido por la pobreza y la suciedad en la que vivían esas personas, su padre lo reprendió mucho esa ocasión.
Un día, cabalgando, se alejó de la ruta y vio el gran muro de piedra que separaba los dominios del rey del resto del mundo, uno de los caballeros le conto la verdad, ese muro era para evitar la entrada de los herejes, y un día él iba a enfrentarse a ellos, el Vaticano exigía a las familias nobles entregar, al menos, a un hijo sano para la defensa de la Santa Nueva Antioquia y de toda la obra de Dios, todo este tiempo lo habían estado preparando. Al principio él pensó que solo era una broma.
Una mañana, cuando tenía trece años, un tiempo después de haber terminado su primera comunión, los sirvientes lo despertaron más temprano de lo habitual, le dijeron que eran ordenes de su padre, luego lo llevaron al palacio de justicia de la comarca, ahí dentro estaban su padre y su corte, además del juez y de un campesino que estaba inmovilizado en una picota en el centro de la sala, el hombre gritaba y alegaba, su padre hablo en voz alta para que todos lo oyeran.
-Este campesino ha sido encontrado culpable del hurto de los tributos destinados para su majestad y agresión a nuestros guardias, normalmente, la ejecución por decapitación está reservada para los miembros de la nobleza, pero hoy el señor juez se siente piadoso. –
Después se dirigió a Christopher, desenfundo su espada tomándola por la hoja y ofreciéndole la empuñadura.
-Tu ejecutaras al criminal. –
Christopher se quedó petrificado, al ver que no respondía, su padre puso su mano en su hombro y se acercó a él.
-Escucha hijo, estamos en guerra, en guerra contra el infierno, y tú vas a ser enviado al frente de combate… En este mundo hay ganadores y perdedores, unos estan arriba y otros abajo, es natural, es el orden de Dios. Si quieres sobrevivir, tienes que hacer lo que sea necesario. Te dije que tendrías que superar una prueba si querías demostrar que eres digno, esta es la prueba. –
El coloco la espada entre sus manos, Christopher sintió como todos lo miraban, el avanzo lentamente hacia el hombre que seguía gritando, levanto la espada y dejo caer el primer golpe, el dejo de gritar, sentía como si una corriente eléctrica la recorriera los brazos, sentía como la piel y músculos se rompían, luego los huesos, y vio como la espesa sangre empezaba a fluir, tuvo que dar 6 golpes con toda su fuerza, la cabeza colgaba de un trozo de carne y piel. Entonces su padre se acercó a él y tomo la espada de sus manos antes de que la dejara caer y comenzó a llevarlo hacia la salida, Christopher apenas podía moverse por sí mismo.
-Se vuelve más fácil, mientras más lo haces. –
No estaba seguro de quien había dicho eso, su padre o quisa alguno de los miembros de su corte, quien lo hubiera dicho tenía razón, en este tiempo había pasado mucho tiempo en compañía de la muerte.
Llego al nido de la ametralladora improvisado, era un pequeño muro circular, y volteo hacia la enorme cruz de concreto que se alzaba detrás de ellos sobre una colina.
Mientras la observaba continúo recordando, el pedazo de metralla que se incrusto en su ojo, recordó una vez cuando estaban reparando la trinchera y de pronto la cabeza del soldado que estaba a su lado exploto alcanzado por una bala, era un tal cabo Hitler, Christopher se lanzó al suelo al suelo inmediatamente, podía sentir la sangre caliente sobre su cara. En otra ocasión recibió a varios nuevos reclutas y fueron enviados al frente, eran campesinos que habían sido reclutados a la fuerza y esa era la primera vez que estos combatían, el miedo era palpable, todos estaban a punto de salir corriendo, el teniente estaba parado justo detrás de ellos con un rifle en las manos y dos integrantes de la sagrada infantería mecanizada con ametralladoras pesadas estaban a su lado.
-Tienen dos opciones, si avanzan puede que los herejes los maten, si intentan huir seguramente los mataremos nosotros. –
Les dijo, cuando empezó la batalla algunos intentaron huir y tubo que matarlos, en ese punto ya ni siquiera le importaba, solo era su deber, si uno huía todos huirían, todos murieron esa noche. También recordaba a todos esos herejes que había matado y esas aberraciones salidas del infierno que volvía a ver en sus pesadillas, una parte de él quería que todo terminara.
Pero, sobre todo, recordaba cuando atacaron a un campamento hereje, los emboscaron en la mitad de la noche, eliminaron a todos con rapidez, pero encontraron a un grupo de niños de entre 2 y 12 años, estos estaban siendo entrenados para enviarlos a la puerta del infierno y convertirse en la próxima generación de los soldados infernales, las indicaciones del alto mando fueron muy claras: "No tomen prisioneros". El entro al cuarto donde los habían alojado, llevaba una pistola en la mano, todos estaban juntos, apiñados en una esquina, entonces un niño de aproximadamente 8 años se lanzó contra el con la intención de apuñalarlo con una navaja, Christopher levanto la pistola y jalo el gatillo, sus gritos fueron ahogados por el sonido de los disparos.
Si tan solo nunca hubiera ocurrido la Primer Herejía, si tan solo el cielo hubiera enviado a un ángel, un santo, cualquier cosa a detener a eso traidores cuando abrieron la puerta del infierno, todo sería diferente, nadie tendría que sufrir, nadie tendría que estar en estas malditas trincheras peleando y muriendo en una guerra infinita. Christopher sabía que el ya no era inocente, pero en ese momento por todo el mundo había miles, quizá millones de personas inocentes que iban a ser enviados a matar y morir en estas horribles trincheras por un pecado que no cometieron.
Pero habrá una explicación, tiene que haber una explicación para todo esto, en el día del juicio final, cuando todas las almas sean juzgadas todo se explicará y todo tendrá sentido ¿No?
Entonces, el teniente bajo la mirada y vio que el clérigo venia hacia él, imagino que le diría algo sobre el cielo y la recompensa eterna, en ese momento ese discurso ya no lo reconfortaba.
-Christopher, yo sé que… no es un gran consuelo, pero si sirve de algo – El extendió su mano derecha- Fue un honor servir a su lado. –
Christopher esbozo una leve sonrisa.
-El honor fue todo mío. – Dijo mientras estrechaba su mano.
Ambos se abrazaron rápidamente y cada uno coloco su mano en el hombro del otro mientras sonreían, era el tipo de hermandad que solo dos hombres que han luchado codo a codo pueden compartir, entonces el comunicante se acercó, llevaba su garrote en el hombro, se detuvo frente a ellos, bajo el garrote apoyando un extremo en el suelo y puso sus dos manos sobre el otro. Ambos se separaron y lo miraron de frente sin saber que pasaría, entonces el comunicante hizo un asentimiento con la cabeza en señal de respeto, el teniente y el clérigo devolvieron el saludo y pronto todos los soldados lo hicieron, mirando de frente al comunicante e inclinando la cabeza, todos habían aceptado su destino y estarían juntos para enfrentarlo.
"Aunque ande en el valle de la sombra y de la muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo." (Salmos 23:4-6)
Todos tomaron sus armas y se colocaron los cascos con máscaras de gas, en él fondo, todos sabían que esa iba a ser la noche, algo estaba a punto de pasar.
En el nido de la ametralladora, los santos integrantes de la infantería mecanizada preparaban la ametralladora Gatling pesada y otros dos preparaban sus propias ametralladoras portátiles para servir de apoyo.
Todos los soldados se colocaron en las paredes de la trinchera, parándose en los escalones de tiro para poder colocar sus armas por los parapetos de la trinchera, el teniente y el clérigo se pusieron uno a lado del otro, prepararon sus rifles y los colocaron en los parapetos.
Empezaba a anochecer y la temperatura comenzó a descender rápidamente, el teniente observaba por la mira de su rifle, el páramo delante de ellos estaba desolado por todos los años de guerra, estaba cubierto por barro congelado, cráteres de las explosiones, ruinas y barricadas semidestruidas con alambre de púas y cadáveres putrefactos, el suelo era una mezcla de tonos marrón y gris, salpicando todo el paisaje había miles de piedras y rocas negras que parecían las lapidas de todos aquellos que habían perecido ahí. Los herejes estaban en algún lugar entre uno y dos kilómetros frente a ellos, pero no sabían exactamente dónde.
De pronto, aproximadamente a un kilómetro frente a ellos, empezó a generarse una neblina, comenzó de manera casi imperceptible, pero después de pocos minutos se volvió muy espesa, como una cortina blanca inmaterial que se hubiera extendido por todo el horizonte.
Entonces, lo oyeron, empezó como un sonido estridente pero cada vez aumentaba más y más y más, parecía que jamás se detendría, eran los gritos de absoluta agonía de miles de gargantas destrozadas, eran los coristas infernales, aun no podían verlos, todos los habían escuchado muchas veces, pero era imposible acostumbrarse a esa cacofonía.
Los oídos de muchos soldados empezaron a sangrar, ese sonido provocaba oleadas de un dolor lacerante en los cuerpos de todos lo que lo escuchaban y entonces comenzaron las visiones infernales, las mentes de todos los soldados se llenaron con imágenes de millones de rostros cadavéricos siendo consumidos por las llamas, hervidos en sangre o alquitrán, enterrados vivos, todos gritando en la más absoluta agonía, por toda la eternidad. El teniente y el clérigo apretaban los dientes con tanta fuerza que sentían que iban a rompérseles.
- ¡Empiecen a rezar! – Grito el teniente.
Rezar era la mejor manera de intentar detener las visiones que generaba la voz de los coristas.
"Padre nuestroque estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo."
En las visiones veían lluvias de fuego y millones de cuerpos desgarrados y carbonizados, que aún se movían y gritaban.
"Danos hoynuestropan de cada día; perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal."
De la niebla empezaron a salir docenas de bestias de asalto, parecían lobos muy grandes y deformes, con espeso pelaje negro erizado y placas de metal que han sido soldadas directamente sobre su piel, sus hocicos retorcidos habían sido convertidos en cierras circulares que giraban a gran velocidad dentro de sus bocas, cubiertas por la sangre seca de sus víctimas. Avanzaban directamente hacia ellos dando grandes zancadas, emitiendo rugidos y gruñidos de absoluta rabia mezclados con el ensordecedor rugido de la cierra, mientras brotaba espuma de sus hocicos.
Christopher miraba directamente a uno de ellos a través de la mira de su rifle, podía ver sus mandíbulas abriéndose y cerrándose violentamente mientras corría, pero aún no debían disparar, tenían que esperar a que se encontraran a menos de 300 metros.
- ¡500 metros! – Grito un ingeniero de combate.
En medio de la llanura había una roca negra y puntiaguda que servía como la marca de los 300 metros, cada vez estaban más cerca.
- ¡300 metros! – Grito el ingeniero.
- ¡En el nombre de Jesucristo! - Gritaron todos cuando comenzaron a disparar.
El páramo se ilumino con el destello de las armas. La cabeza de la bestia de asalto que estaba justo delante de Christopher estallo en una lluvia de sangre, huesos y pedazos de metal cuando fue alcanzado por la bala, su cuerpo se desplomo y dio unas vueltas sobre sí mismo antes de que otra bestia pasara encima suyo. La ametralladora pesada comenzó a disparar, el sonido de miles de balas retumbaba por todas partes, las bestias de asalto comenzaron a caer, entonces las tropas heréticas empezaron a saltar fuera de su trinchera, portando uniformes negros, mascaras retorcidas con ojos oscuros como sus almas, sus armaduras adornadas con el símbolo de un lord del infierno, bebes disecados y otras aberraciones, estos empezaron a avanzar y disparar, algunos intentaron arrastrarse por el suelo para llegar a la línea pero granadas y bombas molotov empezaron a caer sobre ellos cuando se acercaban.
Detrás de ellos, los miembros ungidos de la infantería pesada, eran enormes y muy fuertes, portando armaduras pesadas, oxidadas por la sangre seca de docenas de batallas anteriores, cascos con grandes cuernos y penachos, sus cuerpos estaban cubierto de llagas y piel quemada y carbonizada de un color rojo y negro, cubiertas de costras y piel muerta, como si hubieran sido quemados con el más puro odio, utilizando ametralladoras empezaron disparar, estos eran mucho más resistentes pero la cantidad de disparos empezaban a destrozar sus armaduras y perforarles la piel.
Los herejes intentaban llegar hasta la trinchera, empezaron a caer abatidos por la lluvia de balas, pero cada vez se acercaban más y más, pronto los miembros de la infantería mecanizada comenzaron a disparar con sus ametralladoras, docenas de cuerpos destrozados empezaron a caer al suelo emanando sangre, haciendo retroceder a los herejes una vez más.
Christopher sentía que su corazón latía tan fuerte que iba a estallar, a pesar de los cascos y las máscaras, el sonido de los cientos de disparos era ensordecedor y podía sentirse hasta los huesos, el calor que emanaba de las armas era sofocante, algunas balas enemigas pasaban silbando por encima de su cabeza, Christopher buscaba estratégicamente a aquellos que se acercaban más para eliminarlos, las tropas heréticas eran fáciles, generalmente un disparo en la cabeza era suficiente, pero ahora tenía en la mira a un miembro de la infantería pesada, este caminaba lento pero seguro, disparando ráfagas de balas con una ametralladora, llevaba una armadura pesada compuesta de placas y alrededor del cuello tenía una cadena con varias cabezas cercenadas de sus víctimas, estas eran calaveras con carne podrida adherida en algunas partes, tenían las mandíbulas abiertas lo que daba la impresión de que estaban constantemente gritando de terror, Christopher apuntaba directo a su cabeza, este hereje era enorme, ya le había disparado varias veces pero las balas rebotaban o se incrustaban en su casco, parecía un tanque, pero él sabía que hasta el más duro de los tanques tiene un punto de quiebre.
Christopher se quedó sin balas, rápidamente llevo su mano al hueco de la munición en la pared de la trinchera y tomo una granada, el ungido de la infantería pesada estaba apuntando directamente a su posición, presiono el gatillo y los cañones de la ametralladora empezaron a girar a punto de disparar otra vez, Christopher arranco el seguro de la granada y la lanzo, la granada estallo justo frente a la cara del ungido y este se desplomo con el cráneo destrozado.
Entonces, vio algo que parecía salido de algún pozo del averno, un sacerdote hereje apareció en mitad del campo de batalla montando un caballo horriblemente deformado, el llevaba un casco una larga mitra negra, hombreras de metal, armadura y una larga capa negra. El caballo no tenía piel, sus músculos eran visibles y estaban hinchados y algunos se desprendían del cuerpo y se movían en el aire como horribles tentáculos de sus ojos boca y nariz brotaban llamas, este corría a toda velocidad hacia ellos, el sacerdote sostenía una lanza en su mano izquierda, como un caballero a punto de entrar a una justa.
-Se volvió loco, las llamas del infierno deben de haberle freído el cerebro. –
Se dijo Christopher a sí mismo, en ese momento una bala bendecida de un francotirador sacerdote atravesó el cráneo del caballo y este se desplomo y su jinete rodo por el suelo. Christopher recargo su rifle rápidamente y volvió a disparar, por fin tenía esperanza, tal vez, podrían sobrevivir a esa noche.
Entonces, escucho un fuerte silbido proveniente del cielo, su corazón se detuvo un instante, inmediatamente supo que era, escucho un fuerte estruendo en el costado izquierdo de la trinchera cuando la bomba explotó, la luz de la explosión los cegó momentáneamente y después escucho los gritos de sus soldados, eran brujas de artillería, el enemigo tenía apoyo de artillería y ellos no, en ese momento perdió toda esperanza.
La explosión provoco que los disparos se detuvieran momentáneamente en la sección izquierda de la trinchera, los herejes lo aprovecharon para lanzar granadas y bombas de gas, y después, para correr y saltar dentro de la línea de defensa, en la oscuridad de la trinchera inicio una masacre, luchaban con espadas, cuchillos, bayonetas, rifles, pistolas, garrotes con clavos. Entre los gritos de odio se rompían huesos, se fracturaban cráneos, se apuñalaban y destrozaban el suelo de la trinchera empezó a llenarse de sangre.
Los integrantes de la infantería mecanizada empezaron a luchar contra los ungidos, los ungidos rugían y los motores de las servo-armaduras resonaban mientras intercambiaban poderosos golpes con espadas, hachas, mazos y escudos.
Los peregrinos de trinchera, profetas de guerra y yeomen peleaban contra las tropas herejes.
Los castigadores, tropas de choque y monjas estigmáticas intentaban detener a las bestias de asalto.
Un devorador de pecados, grande e hinchado con una armadura pesada de color negro como el carbón, lanzaba bestiales golpes con su mazo mientras emitía grotescos sonidos guturales y gruñidos salvajes, sus dientes parecían docenas de navajas. Un infante mecanizado peleaba contra el con una espada pesada, saltaban chispas cuando las armas chocaban dando golpes de puro odio.
Un ungido salto dentro de la trinchera, este portaba un sable infernal, cuando cortaba a alguien con este, aunque fuera tan solo un roce, su cuerpo empezaba a arder desde adentro, llamas empezaban a salir de sus bocas y ojos y su piel empezaba a caerse, el ungido empezó a correr por la trinchera riendo de manera maniática destrozando a todos, dejando tras de sí un rastro de cuerpos carbonizados.
Una monja estigmática enfundada en una armadura que brillaba como la luz de las estrellas le hizo frente valientemente, sosteniendo su espada con ambas manos en una guardia media, este sonrió y comenzó a descargar brutales golpes contra ella, ella era muy veloz, esquivaba y se cubría los golpes lo mejor que podía mientras retrocedía pero claramente estaba en desventaja, un ingeniero de combate salto al cuello del ungido y comenzó a disparar una pistola automática directamente entre las placas de la armadura que cubrían su cuello, las balas estaban perforando su carne, intento quitárselo del cuello y la monja aprovecho la distracción para darle un golpe descendente que le rebano el brazo donde llevaba el sable, un castigador le disparo con una escopeta, perforándole el estómago.
El comunicante blandía su enorme garrote cubierto con cadenas, destrozando a los herejes que entraban en la trinchera, de repente, un comando de la muerte apareció a pocos metros frente a él, delgado, con brazos muy largos, era muy veloz, no emitía ningún sonido y se movía como una sombra, múltiples placas de un metal negro formaban una armadura segmentada que sellaba su rostro dando la impresión de que no tenía cara, en sus manos llevaba las garras del tártaro, largas garras metálicas que relucían como metal fundido, estaba parado ahí sin hacer ningún sonido, en una posición animalista, como un leopardo acechando a su presa.
Ambos estaban contrincantes se miraron un momento, ambos cubiertos por la sangre de sus enemigos, entonces se lanzaron contra el otro, el comunicante intento golpearlo con un devastador golpe de las cadenas de su garrote, el comando lo esquivo salto sobre un escombro y lanzo un brutal zarpazo hacia su cuello, el comunicante se cubrió con su garrote que se destrozó por el golpe, él lo tiro al suelo. El comando comenzó a lanzar zarpazos mientras el comunicante los bloqueaba con sus guanteletes e intentaba conectar un golpe y de pronto el comando desapareció en las sombras, el comunicante permaneció con los puños cerrados, esperando el ataque sorpresa. El comando lo ataco por la espalda, dando un enorme salto para intentar llegar a su cabeza, para su sorpresa el comunicante se giró y tomo su brazo izquierdo aplastando sus huesos, el comando empezó a apuñalar la cabeza y el cuello del comunicante con las garras de su mano derecha para intentar liberarse, el comunicante tomo su brazo derecho y lo estrello contra el suelo para luego aplastar el pecho del comando con su pie izquierdo, entonces empezó a jalar sus brazos, el comando empezó a retorcerse de dolor mientras sentía como sus huesos, músculos y tendones se rompían.
אעשה בהם את נקמתי
העליונה, הם יחוו את
עונשי ואת כעסי; וידעו כי אני ה' (Ezequiel 25:17)
Dijo el comunicante, hablando en hebreo, mientras le arrancaba los brazos al comando y le aplasto la cabeza con su otro pie, solo entonces el comando dejo de moverse. Las tropas herejes comenzaron a rodear al comunicante y dispararle, pero este rápidamente tomo a uno de ellos por la pierna y lo uso como garrote para machacar a los otros.
El teniente y el clérigo seguían disparando a aquellos que intentaban llegar a la trinchera, los soldados herejes lograron entrar, el clérigo apuñalo a uno de ellos con un cuchillo de trinchera, y el teniente le disparo a otro con el rifle, se giró para ver como el sacerdote hereje saltaba dentro de la trinchera, este había logrado arrastrarse por el páramo, el hereje empezó a recitar un hechizo, el teniente sabia lo peligroso que era e inmediatamente se lanzó sobre el golpeándolo en el cuello con la culata del rifle, el hereje cayó al suelo y el teniente se le lanzo encima y continuo golpeándolo en el cuello, rompiéndole la tráquea.
"Un mandamiento nuevo les doy: Que os améis unos a otros como yo los he amado." (Juan 13:34)
Rápidamente el teniente volvió a recargar su rifle, pero entonces fueron golpeados por un gran estruendo, una bomba había caído cerca de ellos, Christopher cayó al suelo, casi perdiendo el conocimiento. Estaba cubierto de tierra, al levantarse vio el cadáver del clérigo, una roca le había destrozado la cabeza.
El nido de la ametralladora había sido destruido y la gran cruz de concreto cayo con un gran estruendo.
Christopher sintió como la ira lo quemaba por dentro, sabía que iba a morir esa noche, pero no se iría sin tener venganza, recogió su rifle del suelo y se arrancó la máscara de gas del rostro para poder ver mejor, salto fuera de la trinchera y comenzó a correr en dirección del flanco derecho, aprovechando los breves momentos de luz provocados por las explosiones para poder disparar a los herejes que intentaban abatirlo.
En ese momento, el corredor que llevaba a la segunda trinchera, se escucho un terrible estruendo metálico, el rugido furioso de un motor, engranes girando salvajemente, pistones chirriando, bombeando aceite con furia y liberando una columna de humo negro detrás suyo. Un santuario de Anchorite, entro en la batalla corriendo como un tren, una mole enorme de metal, con una torre de catedral gótica, entro en el combate dando devastadores golpes con el mazo rompe huesos, el cual era tan grande y grueso como un poste, y la rueda de Catherine con un prisionero eclesiástico, dando golpes devastadores que destrozaban a los herejes, las brujas comenzaron a apuntar sus disparos hacia él.
Christopher corría por el paramo cubierto por la oscuridad cuando fue golpeado los canticos malditos de un corista, estuvo a punto de caer al suelo mientras era atormentado por las terribles visiones, podía ver mares interminables de sangre hirviendo donde millones de cuerpos se retorcían, estos eran poco más que esqueletos con rastros de piel carbonizada, por un instante, creyó divisar a su padre, ahora terriblemente demacrado, era un cadáver gritando de dolor. La luz de una explosión le permitió ver al corista que corría hacia él, estaba envuelto en una túnica negra, de las venas y arterias en su cuello cercenado brotaban chorros de sangre seca y coagulada que se movía como si fueran miles de insectos, crujiendo, arrastrándose uno sobre otro formando en el aire las figuras malditas de los canticos malditos, en su mano derecha el corista sostenía una larga daga de sacrificio y en la izquierda llevaba su propia cabeza, esta era apenas un cráneo cubierto apenas con piel reseca y gris, docenas de gusanos amarillentos se retorcían en las cuencas vacías de los ojos, nariz y la mandíbula sin labios. El corista corría hacia el con movimientos espasmódicos y erráticos que lo hacían parecer un muñeco descompuesto, el teniente soporto el dolor, levanto su arma y disparo, la bala destrozo la cabeza del corista haciéndolo callar, el teniente corrió hacia el y le dio una patada en el estómago que lo lanzo de espaldas a un cráter.
Christopher siguió corriendo, él sabía que las probabilidades estaban en su contra, la única oportunidad que tenia era rodear a la bruja y atacarla por la espalda, él sabía que iba a morir, pero se llevaría a esa bruja con él.
Descargo de responsabilidad: No soy parte del equipo creativo de Trench Crusade, esta historia fue escrita solo para entretener, cualquier parecido de la realidad es mera coincidencia.
Ezequiel 25:17
demon-major Choronzon, Lord Mechanic of the Goetic Forge under Archduke Paimon."
https/r/TrenchCrusade/comments/1be6t6x/paladins/
For a moment he could see it, it was as tall as a tree, its entire body was covered by enormous protuberances. They were great masses, as big as barrels, bulging heaps of gelatinous flesh that constantly throbbed as if they had a life of their own and were going to burst at any moment. Grotesque humps accumulated on his back from which a purulent liquid gushed out, its skin was porous and had a texture and color similar to silt and mud, in addition, the light reflected on its skin in a strange way, as if it were out of focus, its mere presence contaminated the universe. He wore a helmet with large horns and a plate on his chest with the symbol of the black grail, its fleshless face revealed a sinister smile with long greenish teeth, it was one of the spawns of Beelzebub, a lord of tumors.
