Capítulo 4. * * *P.V.S * * *

-Eh, Serizawa. Alguien pregunta por ti fuera. Yo terminaré.

Dejo la herramienta que tengo en la mano mientras asiento a mi compañero, alejándome del gran motor de barco tras coger la toalla que uso para limpiarme las manos, y salir del amplio taller.

Al llegar a la calle me encuentro con Tokio esperándome sentado en el bordillo de la acera. Sin decir nada me siento a su lado, al tiempo que saco un cigarro, palmeándole en la espalda.

-¿Qué pasa, Tokio? –Comento tras dar la primera calada.

-Nada, sólo quería saber si tienes planes para comer hoy. Yo ya he terminado de trabajar.

-Eres un capullo con suerte. –Digo con una sonrisa que él responde. –Sí, vayamos a comer, conozco un sitio cerca cojonudo. Mi turno acaba en una media hora.

-Bien. Estaré aquí para entonces. Oye, Tamao, ¿te encuentras bien? Te noto algo extraño.

Fumo con parsimonia mientras trato de hacer ver que no es así, contestando con indiferencia. No me gustaría tener que hablar sobre lo de mis padres, al menos no ahora. Aún todo eso está dando vueltas en mi cabeza sin conclusiones.

-Estoy bien, no es nada.

-Está bien. –Responde tras un pequeño silencio. Tokio no es de los que insiste para saberlo todo en el momento. Sé que dejará que sea yo el que lo cuente cuando sea el momento.

Me pongo en pie para decidirme a volver dentro, dando una última calada profunda al cigarro mientras Tokio me imita, aún guardando silencio después de comprobar que ciertamente algo me pasa. Es un gran amigo, siempre lo ha sido.

-Gracias. –Digo con firmeza, tirando el cigarro mientras él me mira sin entender.

-¿Por qué?

-Por todo. –Le respondo con una leve sonrisa, para después disponerme a entrar en el taller, despidiéndome de él, pero al no escuchar su respuesta sino quejidos, me doy la vuelta velozmente.

Veo aterrado como se lleva las manos a la cabeza mientras se apoya contra una de las paredes para no caerse ante el dolor que parece estar sintiendo.

-¡Tokio, Tokio! ¡Háblame! –Grito mientras me acerco, agachándome a su lado y agarrándolo hasta que veo como vuelve en sí, y alza una mano para que me aparte.

-Estoy bien, Tamao. Ya ha pasado.

-¿Qué? No, no estás bien. ¿Has vuelto a tener esos dolores? –Pregunto sin dejar de mirarlo fijamente, pero él se levanta esquivándola.

-Hará como un mes, sí. Suele pasar a veces, he ido al médico y están vigilando. Nada grave. Venga, vuelve al trabajo antes de que tu jefe te eche la bronca, te veré luego.

Me he quedado tan impactado por lo que acaba de ocurrir y por todas las preguntas y miedos que han venido a la vez a mí cabeza, que soy incapaz de hablar mientras lo veo marcharse velozmente. ¿Qué cojones está pasando? ¿Nada grave? No me jodas... igual que hace tres años, ¿no?

Suspiro sintiendo como la impotencia y el cabreo se adueñan de mí, pero consigo controlarlo y volver a entrar en el taller, aunque sin poder apartar todo eso de mi cabeza.


Casi son las diez de la noche cuando llego al bar, donde Ruka actúa esta noche, y donde sé que me encontraré a Airi y me pedirá una respuesta para lo de nuestros padres. Lo cierto es que tras lo de Tokio todo lo que tenía en la cabeza sobre eso se ha desvanecido, y me encuentro en el mismo punto muerto que al comienzo de la historia. Soy incapaz de pensar ahora mismo, joder.

Me fuerzo a sonreír y cambiar mi semblante cuando veo a Ruka salir del backstage y encaminarse hacia mí, pero su bonita sonrisa se difumina cuando llega a mi lado. Maldita sea, es imposible engañar a esta mujer.

-¿Estás bien, Tamao? –Pregunta mientras me acaricia una mejilla, pero antes de pueda contestar, habla. – ¿Sabes qué vas a decirle a Airi?

-No. –Murmuro con cansancio mientras ella agarra mi barbilla para que la mire, hablando entonces.

-Creo que deberías ver a tu madre y dejar que hablara, Tamao. Solos tú y ella. Sé que realmente quieres escucharla porque sabes qué va a decirte, cariño. Los dos necesitáis ese encuentro, quizás incluso también necesites ver a tu padre y decirle lo piensas y que se equivocó.

Medito sus palabras unos segundos y suspiro ante la evidencia de que tiene razón, pasando a abrazarla sin decir nada, siendo vencido por las circunstancias. Ruka simplemente me devuelve el gesto con fuerza, separándose tras unos instantes para besarme, lo que hace que me siente mucho mejor.

Justo cuando rompemos el beso veo entrar en el garito a Genji y mi hermana. Ella pronto me localiza y se pone algo seria, girándose para dedicarle unas breves palabras a Genji, besándolo después, antes de venir hacia nosotros.

-Te veré luego. Pórtate bien con ella, no dispares al mensajero. –Sentencia con una sonrisa antes de volver a besarme, e irse tras intercambiar una mirada cómplice con Airi.

Ella se sienta en un taburete junto a mí en la barra, suspirando levemente mientras deja el bolso, pensando en lo que va a decir a la vez que trata de echarle valor. Tampoco la culpo, sé que a veces me paso un poco.

-Me gusta esta situación tan poco como a ti, Tamao. Sé que tienes razón en mucho de lo que has dicho, y de veras lo siento, porque sé que esto también te hace sufrir, aunque no lo exteriorices. No quiero pelearme contigo por nuestros padres. Ya te dije el otro día lo que pienso respecto a la visita, y sigo pensando igual, pero la decisión es tuya por completo, y quiero que sepas que lo respetaré.

-Voy a verlos. –Contesto cuando se calla, haciendo que se gire bruscamente para mirarme, aunque yo siga con los ojos fijos en las botellas de los estantes.

-¿En serio? ¿A ambos? ¿Estás seguro?

-Sí. Hay cosas que aún están por decir, y eso no significa que vaya a montar un lío a propósito, pero creo que tienes razón en cuanto a lo de nuestra madre. Al menos ella si merece algo de mi respeto.

-Vale, sé lo diré. –Comenta con sorpresa, aún asimilando la noticia. –El domingo vienen a mi casa después de dejar las cosas en el hotel. Papá tiene un coche de empresa, podríamos ir a casa del tío Kenta y vernos todos a la vez; Creo que será más sencillo para todos.

-Sí, está bien. Organízalo con Kenta y me cuentas.

En realidad, no estoy muy seguro de aquello, y debo admitir que este encuentro repentino me asusta, pero debo hacerlo para sacar todo lo que no saqué en su día, para averiguar si de verdad algo puede cambiar en este caos que llamamos familia, y sobre todo para estar en paz conmigo mismo completamente en este puto tema, que ya va siendo hora.

-Tamao –la voz de Airi me distrae mientras posa su mano sobre la mía-, estás haciendo lo correcto, y sabes que me tendrás ahí si lo necesitas. Eres muy valiente.

La sonrío levemente tras mirarla de soslayo, pero se levanta rápido y me abraza con fuerza, sintiendo pronto como suspira con profundidad y alivio. Jamás ha soportado estar de mal rollo conmigo, es algo que me sigue sorprendiendo; ser tan importante para ella.

Cuando nos separamos veo que se limpia los ojos con velocidad, recobrando la compostura antes de que me pregunte si quiero que vayamos con el resto. Yo asiento y veo como ella coge su bolso, dispuesta a emprender la marcha, cuando hablo haciendo que se detenga.

-Airi. Hay algo que me preocupa, es sobre Tokio.

-¿Qué pasa? –Pregunta con seriedad al ver mi cara, acercándose más.

-Ha vuelto hace poco a tener esos dolores de cabeza que tenía antes de la operación. Me dijo que los médicos dicen que no es nada grave, pero no me lo creo. ¿Por qué le pasa eso?

Veo que duda unos instantes, pero me contesta con toda la calma que puede. Sé que quiere suavizar sus palabras.

-Bueno, podrían ser varias cosas, y yo tampoco sé mucho sobre el tema ahora mismo, Tamao...

-Qué crees, dime la verdad. –Corto a Airi, escudriñándola.

-Lo más probable es que el aneurisma haya vuelto porque la operación no funcionó del todo, o porque haya uno nuevo. Lo que parece evidente es que sigue habiendo inflamación en algún vaso sanguíneo, por los síntomas, ya sabes. De ser así los médicos estarán muy pendientes para evitar que la presión pueda llegara estallarle alguna vena. Tranquilo, Tamao –agrega tras unos instantes, al ver que no digo nada-. No tiene por qué pasar nada. Está siendo atendido, lo importante es tenerlo controlado. Todo irá bien, ya lo verás.

Asiento mientras ella trata de calmarme con su sonrisa, volviendo a abrazarme, pero mis pensamientos no siguen el derrotero de esa esperanzadora visión. Maldita enfermedad y maldita suerte.