Confieso que se supone que estoy de descanso, pero la realidad es que me encuentro a mitad de una mudanza... Dicho esto, ¿deberé de seguir actualizando? No me siento muy convencida con todas las fallas del sitio xD


"Reflexiones: Tomoe"

KIOTO 1865

Mi querido hermano, Enishi:

Logré llegar a Edo al alba del día del encuentro. Lamentablemente, el camino por tierra fue más complicado y me fue imposible llegar antes de que el enfrentamiento tuviese lugar. Para cuando llegué, la tragedia ya había ocurrido.

Quizá ha sido una bendición de los dioses... ambos sabíamos que no podíamos cambiar el destino dispuesto para cada uno. Aún así, tenía la esperanza de volver a verme envuelta en los brazos de Akira sama.

Hermano, tengo el corazón roto.

Aunque pude volver a sostener una última vez a quien fuera la mitad de mi corazón, su espíritu ya había abandonado su cuerpo.

Sabíamos que esto pasaría; estuvimos preparándonos para esto desde el comienzo, pero nada de lo que hicimos, ninguno de nuestros esfuerzos durante el último año me prepararon para la desesperanza que me abrumó. Ni para el vacío que nació en mi pecho.

Por días no he hecho más que llorar... Incluso cuando las lágrimas parecen detenerse, mi corazón no lo hace y quizá no lo hará nunca... En medio de todo esto el recuerdo de nuestro padre me vino a la mente, y entendí, aunque quizá algo tarde, la gravedad del dolor de su corazón cuando nuestra madre falleció. Mentiría si dijese que no sentí algo de culpa, remordimiento tal vez, por no haber sabido entenderle.

Me gustaría pensar, sin embargo, que soy más fuerte; mas por dos días fui incapaz de levantarme del lecho, sin mencionar que tuvieron que separarme del cuerpo de Akira sama para poder dar inicio al entierro al día siguiente de mi llegada.

Sé al menos esto, Enishi. Tu hermano Akira fue despedido con honor.

Sé que no es mucho, por no decir que es insuficiente. Desearía haber podido pintar colores vivos en su partida; ser capaz incluso de hacer brillar las estrellas en el día; de hacer que las aves levantasen el vuelo y guiaran su camino hasta el cielo... ¿Mas qué puede hacer solo una mujer como yo?

En medio de un cielo azul demasiado frío para mi gusto, le di el último adiós al amor de mi vida...


Tomoe respiró hondo.

Iniciar el día requería el que llenase sus pulmones a tope, sosteniendo el aire por un instante hasta sentir que el hueco en su pecho no estuviese tan vacío. Miró la bandeja con los trastos aún con comida; se había forzado a comer el alimento aún a pesar de lo insípida que resultaba a su paladar, pero quedaba obvio que no había podido dar más que un par de bocados.

Volvió a respirar hondo y se dispuso a salir.

...

Era la segunda vez que residía en la mansión Kamiya, y la segunda vez que se encontraba en Edo, aunque esta vez se encontraba sola. Una única criada la había acompañado hasta el lugar donde le habían informado moraba el cuerpo de su difunto esposo, más tras de que llegasen, Tomoe había insistido en que la abandonase. Se había desprendido del clan Kiyosato y sería mejor permanecer invisible ante el resto del mundo, en especial si deseaba el que tanto Enishi como Shinji permanecieran a salvo.

Igual que la primera vez, los residentes de aquel castillo la trataban con honor y respeto, salvo que sus sonrisas ahora carecían de verdadera alegría. Sin duda, más de uno compadecía su situación. Tomoe deseó que no lo hicieran.

"Soy una mujer fría" Se reprendía.

El honor dictaba que o bien aceptara el destino de su esposo y se entregase a servir al clan, preparando a Enishi para tomar el lugar del difunto como líder de la segunda rama, o que bien tomase venganza en nombre de su esposo...

Pero Tomoe no podía hacer ni uno ni lo otro.

Era una mujer atrapada en el plan de rebelión que había urdido con su difunto compañero y todavía tenía deberes que cumplir en tal tema. Excepto...

Tomoe se detuvo, por fuerza tuvo que sostenerse del barandal.

Respiró hondo una vez más.

Su cuerpo sabía sin duda; la pérdida repentina de calor era una clara señal de esto, el acelerado palpitar de su corazón fue la segunda evidencia, y la falta de aliento lo que la hizo caer en cuenta de que estaba a un pasillo de llegar hasta donde residía el asesino de su esposo.

La mujer llevó la mano libre sobre el pecho, ahí donde el tanto descansaba bajo su obi, y pasó saliva con dificultad.

-Kiyosato dono -le llamaron.

La pelinegra parpadeó sorprendida y sus ojos se giraron hacia el maestro Gensai que avanzaba hacia ella con el semblante contrito. Incapaz de hablar, la mujer hizo una pequeña inclinación a modo de saludo.

Gensai suspiró con pesadez.

-He de preguntar otra vez, me temo -le dijo el mayor. -Entiendo la importancia de este encuentro, pero odiaría el que esto terminase por hacer más daño que bien.

Ella no le interrumpió, ni tampoco desvió la mirada.

El silencio se extendió.

Gensai volvió a suspirar, esta vez con pena.

-Muy bien. -Sentenció él, y luego avanzó por delante de ella. -Himura ya nos espera.

La mano que descansaba en su pecho acabó por cerrarse en un puño. Era ahora, se dijo. La segunda parte del plan que Akira y ella habían ideado juntos, la encomienda que su esposo le dejase tras su muerte debía hacerse ahora.

Pero...

El labio inferior le tembló.

Una parte de ella, tan destrozada y herida, deseaba con todas sus fuerzas el llorar y gritar, el reclamar y desquitar todo su dolor en quien le robara la felicidad.

-¿Kiyosatio dono? -Le habló Gensai, pasos por delante de ella.

La mujer se recompuso, parpadeando para deshacerse de su ensimismamiento, y avanzó hasta alcanzar al doctor. Éste volvió a andar con ella siguiéndole los pasos; saliendo al patio, se dirigieron hacia uno de los edificios continuos, aquel que daba hacia el río. Tras entrar a la residencia, subieron por las escaleras principales y avanzaron por un corredor hasta quedar de frente a una habitación privada.

El corazón de Tomoe se saltó un latido cuando, tras haber habierto el fusuma, sus ojos conectaron con la figura del samurai; el mismo que conociera años atrás en el santuario... y no pudo evitar murmurar para sí misma...

-Kodomo (niño)


Enishi...

Soy consciente de la inocencia de tu corazón, y de lo difícil que debe ser para ti el ser la vasija de mis sentimientos; sé que no debería poner tal peso en tus hombros... pero te pido que le concedas este favor a esta hermana egoísta. Siento que me ahogo, y saber que puedo hablarte aunque sea de esta forma, me libera.

Sin embargo, entiendo también lo que la ambivalencia de mis sentimientos pueden provocar en tu joven corazón.

Querido hermano, tras conocer al samurai que apagó la vida de nuestro querido Akira sama, me sentí desfallecer, mas no por las razones que creí tendría.

Era tan solo un niño. A mis ojos, era tan sólo un niño roto, casi como un gato perdido... Tan agobiado por sus propias acciones, que fui incapaz de sentir nada que no fuera pena y tristeza, por él.

¿Cómo podría alguien hacer justicia o tomar venganza de un joven tan claramente destrozado?


Tomoe jugaba con la tela de su kimono por el borde sobre el pecho; sus dedos parecían querer aferrarse a la tela al mismo tiempo en que parecían querer arrancarla. La mujer era consciente de que el tiempo corría y que el instante en que permanecía en silencio se alargaba. Era consciente quizá más por la presencia del maestro Gensai que por la obvia presencia de Himura Kenshin en aquella habitación.

El aliento parecía faltarle por instantes, instantes en los que analizaba a detalle la figura del joven por delante de ella. Podría haber desviado la mirada por la habitación, y haber aprovechado esas pequeñas distracciones para reponerse; mas era incapaz de dejar de mirar al muchacho que permanecía sentado a la ventana con el espíritu claramente quebrantado.

Sus ropas - una yukata de un azul oscuro y un obi negro - estaban desarregladas y sucias, iba descalzo, y llevaba el cabello recogido en una coleta baja - lo cual significaba que era un samurai actualmente fuera de servicio. Lejanamente, Tomoe se preguntó si el joven estaría desistiendo de lleno de la lucha, y luego se recordó que incluso de ser así ella no podría permitírselo. Himura Kenshin llevaba, sin embargo, la espada al hombro; la abrazaba flojamente, como si al tiempo en que quisiese prevenir su uso no quisiera que la misma le tocase. Y, aunque tenía el semblante escondido bajo los mechones de su cabello todavía teñido, quedaba claro que estaba despierto mas con la mente lejos de aquella habitación.

Por otro lado, la cicatriz en su mejilla...

Gensai se aclaró la garganta entonces, deseando quizá el que aquello acabase pronto.

Tomoe agradeció internamente tal ruido, pues consiguió al fin romper el hechizo que le había impedido despegar la mirada del hitokiri de su esposo. Sin embargo, cuando la tormenta empezó a subir por su pecho hasta hacerle temblar el labio inferior, la mujer sólo pudo dar la vuelta y salir a prisa de aquel edificio.

Por detrás de ella, el doctor suspiró con pesar.

-Lo lamento, Himura kun. -Le dijo al muchacho. -Me temo que tendrás que esperar un día más.

Antes de que la puerta volviese a cerrarse, Gensai escuchó los lamentos repentinos del joven samurai, viendo por el rabillo del ojo cómo el mismo volvía a esconder el rostro en el abrazo de sus brazos y sus piernas.


Ha sido difícil... vivir en un mundo donde Akira sama no existe.

Nada ha perdido su color, sin embargo, y quizá sea eso lo que duela. Lo que me molesta... Ver que el mundo y la vida siguen sin él a pesar de mi tristeza.

Quizá se deba a que es aún muy pronto. No lo sé.

En mis sueños todavía puedo verlo. Mas ha permanecido lejos de mis brazos, quizá urgiendome a que cumpla con mi cometido. Tanto que he llegado a pensar que es cruel. Tengo el corazón dividido, éso es claro y no decido qué debo hacer incluso si ya lo sé. Incluso si ya lo había predispuesto desde antes de la muerte de Akira sama.

Debería odiar al hombre que me robó la felicidad y en cierta forma lo hago, pero mi odio es débil al ver que dicho hombre es apenas un niño. Un joven atrapado en medio de una injusticia y sólo puedo pensar en ti, Enishi. En todo aquello a lo que le temía, a lo que aún temo, termine arrastrándote a ti también. No deseo que pierdas tu inocencia, querido hermano mío; no deseo verte en el mismo estado en el que se encuentra él...

Y es entonces cuando por fin entiendo mi deber, y el corazón me duele aún más... Porque siento que de algún modo fallo en mi papel como esposa...

...

Me mantuve lejos de él por un día más, incapaz de aplacar a mi corazón lo suficiente como para poder verle.

Quizá habría sido todo en vano, de no haber tenido una intervención divina... Casi como si Akira sama hubiese sabido que habría sido incapaz de hacerlo de otra forma.


El aire entró y salió en un corto suspiro. El ambiente era cálido, una especie de calor húmedo, con un sol que resplandecía en un vasto cielo azul. Más allá de los sonidos de los insectos y el agua del río al correr, Tomoe podía escuchar aún en su mente palabras dulces de amor que Akira había susurrado para ella en sus momentos de intimidad... Su corazón todavía lloraba.

Sentía la presencia, quizás imaginaria, de su difunto esposo por un lado de ella pero a cierta distancia, y se sentía incapaz de enfrentar la mirada que éste le daba.

-No eres justo -susurró ella. -No se suponía que fuera él -murmuró en angustia.

No se suponía que Akira fuera descubierto, ni que su enfrentamiento tuviese que ser justamente con Himura Kenshin. El plan que habían dispuesto no contaba con tal tragedia, y ahora no sabía cómo hacer las cosas sin sentir que perdería la cabeza y el corazón al mismo tiempo.

-Tomoe san

La aludida parpadeó sorprendida, apenas si pudo limpiarse las lágrimas antes de girar y hacerle frente al líder del clan Kamiya, Koishijirou.

-Kamiya dono -Le saludó con una corta reverencia, mas fue incapaz de mirarle de frente a los ojos.

Todavía rehuía en ella algo de culpa por haber usado el secreto del clan en su favor.

Koishijiro, sin embargo, parecía no tener ningún tipo de resentimiento hacia ella. Le sonreía con franqueza y tintes de tristeza que ella entendió se debían a lo ocurrido días atrás.

-¿Me acompañas al té? -Le ofreció él.

Y ella al fin lo miró, mucho más confundida ante tal oferta.

Por un instante se rebulló en su lugar dudando, mas al final asintió.

-Hai...

...

A pesar de ser el mediodía y del calor que venía con él, el aire soplaba con benevolencia, agitando las hojas de las copas de los árboles en un vaivén que daba una sensación de paz en aquellas tierras. El solar de Kamiya Koishijirou, al estar frente a uno de los jardines de peces koi, gozaba igualmente de tal tranquilidad. Aún con todo, Tomoe se sentía ligeramente ansiosa. Tras servir el té y recibir la taza de manos de quien fuera el padre de la princesa de Kioto, ella no había sabido qué hacer ni qué decir, y el silencio se alargó.

Irónicamente, en lugar de que su ansiedad creciera, su corazón comenzó a tranquilizarse.

Fue Koishijirou quien terminó por romper aquella burbuja.

-Himura kun -Dijo tras aclararse la garganta y atraer la atención de ella. -Es un hombre honorable, pero demasiado gentil para ser un samurai me temo.

La mujer lo consideró un segundo.

-Es apenas y un niño. -Murmuró ella.

Koishijirou dejó que aquella idea arraigara raíces en su centro para poder debatirla después.

-Es un hombre en toda ley desde el año pasado si bien entiendo. Pero tienes razón, es una edad tierna. -Aceptó. -Sin embargo, en los tiempos en los que vivimos es algo que no se puede evitar. No todavía me temo.

El bambú de la fuente se llenó y cayó de golpe derramando el agua para volver a enderesarse y recibir nueva. El sonido pareció haber remarcado lo anteriormente dicho como una sentencia.

-¿Será que la rebelión realmente podrá cambiar tal destino? -Cuestionó ella en voz baja.

Él sonrió con pena y cierta empatía.

-Es una apuesta, Tomoe san. -Le dijo. -Aunque tengamos todas las razones justas, no tenemos modo de saber quién está en lo correcto. No todavía. El tiempo será quien decida quién estuvo lo correcto. -Lamentó él. -Pero también es cierto, que ningún cambio vendrá a base de quedarse quieto.

Ella lo sabía, por supuesto. Era la razón de que los hombres pelearan constantemente.

La mirada de ella se perdió en apreciar el té en su taza. Un palito de té verde flotaba derecho en éste. Aquello era una señal de buena fortuna... Tomoe estaba tan consternada por aquello que a punto estuvo de reírse al sentir aquello como una burla. Mas sus pensamientos se cortaron de lleno cuando Koishijirou se inclinó en una reverencia hacia ella, con su frente descansando sobre sus manos, palmas al suelo.

-Por favor, discúlpame, Tomoe san.

-¡Kamiya dono! -Exclamó ella consternada porque, ¿qué agravio tendría ella que perdonar al líder del clan?

-Aunque pude darme cuenta de la identidad del enemigo, fue demasiado tarde. -Confesó Koshijirou. En su voz quedaba clara la angustia y la pena que sentía. -Yo sabía de la intervención de Akira san durante el asedio a la mansión, mas no me permití pensar en nada más que el destino de mi clan... Debí haberlo protegido... Lo siento tanto...

Si había estado antes a punto de pedirle al hombre que se pusiese de pie, ahora las manos de Tomoe se habían quedado quietas en el aire, a medio camino de tal empresa. Y, lentamente, había vuelto a sentarse en su lugar mientras escuchaba con atención las palabras del hombre frente a ella. Pues aunque Akira le había escrito en su última carta sobre que había sido descubierto, no le había dicho cómo ni debido a qué habían caído las sospechas sobre su persona, incluso si había sido ella quien le había pedido interviniera...

-Debido a mi debilidad terminé dejando tal peso en los hombros de Himura, aún sabiendo la fragilidad de su corazón. -Continuó Koishijirou. -De ser posible, te pido que lo eximas de toda culpa.

Tomoe sintió una solitaria lágrima resbalar por su mejilla, y tal sensación le permitió recordar la herida en la mejilla izquierda del joven samurai... Quizá había sido su propia revelación instantes atrás sobre su mano en el destino de Akira y de su elegido oponente - preguntándose si podía realmente reclamar inocencia aún con los hechos - quizá había sido la honestidad en los sentimientos expresados por el líder del clan Kamiya, o incluso la sola imagen de hacía ya un día del joven destrozado... Tomoe al fin, mas que entender, podía aceptar aquella tragedia y comprometerse de lleno a lo que sentía debía hacer.

Koishijirou se sobresaltó al sentir las manos de la joven posarse en sus hombros.

-Por favor... -Le dijo ella, instándolo a erguirse. -Si hemos de hacer justicia, mucho temo que debería empezar por mí misma. -Confesó con pena.

Sentados de nuevo, frente a frente, la joven mujer se permitió al fin mirar lo que se había negado a ver.

-Los dos sabíamos los riesgos que corríamos, pero fuimos ingenuos en nuestra esperanza. -Confesó ella sonriendo al fin aunque con evidente tristeza. -No los resiento. Lo prometo. -Le dijo mirándolo al fin a los ojos. -Es sólo que no sé qué hacer con toda esta tristeza... -Su voz se quebró y las lágrimas volvieron a florar. -¿Alguna vez termina? -Preguntó con la voz en un hilo.

Koishijirou sintió el corazón oprimírsele en el pecho. ¡Qué fácil sería poder darle una respuesta de consuelo! Pero incluso él mismo seguía llorando a momentos sus propias pérdidas.

-...No. -Le dijo.

Ante esto, el llanto la dominó por completo. Dejó salir la tormenta que aún rugía en su pecho y le quemaba los bordes de aquel vacío que había nacido tras la partida de Akira; olvidándose de su condición, del honor y de lo propio, como una niña pequeña que se ha quedado sola en medio de un festival, incapaz de encontrar el camino de vuelta a casa.

Koishijirou dejó que la mujer se desahogara; tomándola en sus brazos dejó que ella llorara hasta vaciarse. Tomoe se aferró a su abrazo como lo haría un hombre perdido en el mar.

...

Cuando el llanto cedió, incluso si las lágrimas seguían cayendo, el hombre volvió a hablarle.

-Jamás dejará de doler, pero se vuelve tolerable con el tiempo. -Le aseguró, sentados ahora ambos en la engawa, haciendo frente al jardín.

-¿Qué tanto? -Cuestionó ella con cierta apatía y evidente duda.

-Lo suficiente para ser capaz de empezar otra vez. -Le aseguró él. -Yo tuve a Kaoru. Y tú también, así como yo, tienes todavía a alguien más por quien seguir viviendo. ¿No es por él que has llegado hasta aquí?

Ella arriesgó una mirada al hombre, éste sonreía con franqueza, no había mentira en sus palabras. Aquello le dio cierto consuelo. Desviando la mirada nuevamente, su mente vislumbró el recuerdo de Enishi jugando años atrás en un jardín tan parecido al que tenía entonces en frente. En aquellos días su hermano sonreía con mayor frecuencia y libertad.

Tomoe deseó proteger esa sonrisa.

-Kamiya dono. -Le habló tras un instante de silencio, y luego le miró con cierta timidez. -¿Podría decirme, quién es Himura Kenshin?

Kamiya Koishijirou inspiró y suspiró con gran alivio. La sonrisa que sus labios dibujaron entonces por fin iluminó sus ojos.

-Con gusto. -Respondió.


Enishi, te he visto crecer desde que llegaste a este mundo. Te he cuidado con la conciencia de que eres mi hermano, a pesar de que mi cuidado haya sido el de una madre. Quizá no lo recuerdes, pero solías reprocharme constantemente durante tus primeros años, como si supieras que ése no era mi papel. Aquello me hace sonreír a pesar de lo que pudiera pensarse.

Por eso espero que entiendas lo difícil que ha sido, lo difícil que aún es el verte crecer y alejarte de mi cuidado. Sé que no tengo derecho ya a decirte en lo que debes creer, en la ideología que debes defender y cómo construir tu destino... Eso será algo que tendrás que descubrir por ti mismo. Pero es precisamente por el amor que te tengo que continuaré previendote de dar pasos en falso.

Así que quiero aprovechar para arrancarte una idea mal concebida. Se nos ha dicho que por honor hemos de hacer justicia por los miembros de nuestra familia, aquellas personas a las que estamos obligadas por sangre; mas igualmente nuestro vínculo al clan y al señor que sirvamos, deberá estar por encima de éstos... Es un círculo interminable de venganza sin sentido.

Y yo, no quiero eso para tí...


El sol ya ha empezado su descenso en el cielo cuando Tomoe ha encontrado a Himura Kenshin de pie frente al río, aquel que se encuentra por detrás de la mansión Kamiya, cerca del edificio de habitaciones, el mismo en el que ella había estado contemplando su destino horas atrás, aunque a otra altura.

Visto así, de pie, descalzo y sin la espada, la condición gentil del muchacho es mucho más clara. Su semblante sigue contrito y triste, sin embargo, y queda claro en el aire que lo domina que está igual o incluso más destrozado que ella, si acaso eso fuera posible.

"Himura ha hecho un juramento" Le había dicho Koishijirou. "Sería mucho más fácil no sentir de lleno aquellas muertes, le permitiría cumplir con su papel de una manera incluso más eficiente... Mas Himura no desea ser un asesino. Él desea una vida simple, junto a la persona que más ama... Al lado de mi hija, Kaoru."

Decir que aquella confesión le había tomado por sorpresa sería mentir a medias, pensó la pelinegra. Durante los últimos años, y más tras las historias de su esposo, había descubierto que ambos jóvenes estaban enamorados; y aún con todo, resultaba extraño, dadas las circunstancias, el que un samurai no tuviese la espada como su destino principal, como el deseo que lo movía.

"Al igual que muchos de nosotros, tiene a alguien a quien proteger. Y es este deseo lo que lo motiva a seguir peleando en favor de los idealistas. Es consciente además, de que el esfuerzo de un solo hombre es apenas un grano de arroz, y no busca enaltecer sus esfuerzos ni recibir gloria por sus hazañas en la guerra. Su deseo es ayudar a la gente que sufre frente a sus ojos, entendiendo que aquellos a los que tendrá que matar también son personas con ideales, con familias a las cuales cuidar... Es por esto, que no puede optar por desconectar de sus emociones como cualquier otro samurai."

Sin duda, aquellas palabras habían sido ciertas. El muchacho ni siquiera se había percatado de su presencia, o si lo había hecho no la detendría. Su mano se fue involuntariamente hacia su pecho, el tanto seguía ahí...

-Himura kun -Le habló tan pronto estuvo a pasos de distancia de él.

El pelirrojo apenas si elevó un poco el rostro.

"Tomoe san, sin duda debes saber por qué este enfrentamiento en particular le ha devastado tanto..."

La pelinegra miró a detalle el perfil del muchacho frente a sí. Nada en él denotaba peligro...

"Himura, admiraba y quería a Akira san. Para él la pelea no fue contra un enemigo que debía vencer, sino contra un amigo a quien no podía salvar..."

Tomoe separó los labios para hablar, mas las palabras murieron antes de que pudiese pronunciar nada. Suspiró.

Sus ojos se desviaron hacia el río. El agua corría clara y con prisa.

-El cumpleaños de Kaoru miko sama fue hace dos días -acabó por decir.

Kenshin parpadeó y se sobresaltó anta la sorpresa que sintió al oír aquellas palabras, girandose sin querer para hacerle frente. El listón azul de Kaoru estaba oculto en una de las mangas de su yukata, y sus manos sintieron por ese instante el deseo de acariciar la tela.

Tomoe por su parte, de manera casi imperceptible, temblaba.

-Sin duda es una pena, me habría gustado celebrar con ella. Aunque escuché que dentro de poco peregrinará a Edo.

-¡Kaoru dono...! -Exclamó Kenshin sobresaltado, cortando sus palabras tras entender - aun más en la mirada que ella le daba - el que había hablado de más.

Muy en contra de su voluntad, Tomoe acabó por sonreír.

-Entonces es cierto -concluyó ella -...Estás enamorado.

Kenshin le rehuyó la mirada con evidente pena, sus mejillas se habían tornado rojas al igual que sus orejas. Aquella escena le hizo sentir una calidez en su pecho a la mujer, quien todavía recordaba el inicio de su romance con su difunto esposo.

Aquellos habían sido días mejores.

Y fue ante aquella respuesta, que Tomoe pudo al fin ver un reflejo de sí misma en Kenshin. Justo entonces el enojo y algo del dolor que había sentido la abandonaron como un peso que es retirado de sus hombros.

Sintiéndose más ligera, la joven mujer se giró de frente al joven samurai y le hizo una reverencia.

-Muchísimas gracias, Himura san -dijo para total sorpresa y desconcierto de él. -Mi familia está a salvo gracias a tu intervención. Te estaré eternamente agradecida por tu sacrificio.

La angustia, sin embargo, se apoderó de Kenshin en cuestión de segundos y amenazaba con ahogarlo.

-No... -Balbuceó con el cuerpo temblando. -No es así, yo... yo no...

Tomoe mantuvo su postura a pesar de esto.

-Mantuviste el secreto de Akira sama -le dijo con voz firme-, y con eso el resto del clan se liberó de todas las sospechas que habían sido puestas en él. Mi familia... -dijo pensando en Enishi -...está a salvo, gracias a tí.

Sabía que estaba llorando, incluso si su voz se había mantenido firme. Mas estaba convencida de que aquello era lo que debía hacer.

Kenshin sintió que se ahogaba. Sentía que no merecía tal perdón ni tales palabras de agradecimiento.

-Gomenasai-

Y a tiempo estuvo de caer de bruces al suelo para rogar perdor, mas el recuerdo de las palabras de su maestro le detuvieron de golpe.

"No puedes tirarte al suelo y pedir perdón cada que tomas una vida. Me temo que no es así como funciona."

Con los ojos abiertos como platos ante tal realización, Kenshin se obligó a contener las lágrimas. Había sido tan ingenuo y tan inmaduro entonces, que casi justificaba la falta de afecto de su maestro por él, casi...

Cuando levantó la mirada, Tomoe se había vuelto a erguir. Con lágrimas en los ojos al igual que él, le ofrecía la visión de las puertas de su alma en una clara muestra de confianza.

-Himura kun, te pido que no ensucies el honor de Kiyosato Akira. -Le ordenó. -Él, después de todo, confió su vida a tí.

Quizá fueran las palabras dichas y lo que éstas implicaban, quizá había sido la sonrisa tan honesta que la mujer le ofrecía, quizá fuese su propia dicha al recordar que sí, ¡era cierto!

...Akira le había considerado como un amigo...

Esta vez, Kenshin no contuvo el sentimiento que lo envolvió; las lágrimas salieron con prisa, limpiándolo de toda la culpa que había sentido.

La reverencia que le dió esta vez, brillaba por el respeto y la gratitud que el joven sentía.

-Arigatou, Tomoe dono.


Enishi, no deseo verte atado a una venganza vacía. Debes saber que nada bueno vendrá de esto. Sin importar lo que pueda dictar el honor, ¿qué sentido tendría odiar a quien Akira sama consideró como digno de confiarle su vida? No se suponía que fuera así, además. Pero estoy convencida de que esto más que una tragedia ha sido una bendición. El corazón de Akira sama pudo salvarse al quedar en manos de un amigo...

Enishi, yo no le resiento.

Es cierto que todavía me duele, que sigo molesta incluso y que ha ratos maldigo el desenlace de su vida; que desearía el que hubiese sido diferente. Pero he entendido, querido hermano, que no somos todos mas que simples víctimas de una vida por demás injusta.

Te lo pido hermano mío. No hundas tu corazón en buscar una justicia que esta hermana no desea. Por el contrario vive tu vida, plena y libremente. Elige por ti y para tí un destino diferente del nuestro. Busca hasta encontrar tu respuesta a lo que deseas hacer de esta vida que tienes en tus manos. Y honra los deseos de tu hermano Akira sama de respetar sus deseos y la persona a la que decidió confiar su vida.

Vive, Enishi. Olvida esta absurda venganza.

Vive.

Te quiere tu hermana, Kiyosato Tomoe.


El cuerpo de Enishi se sacudió en temblores tras terminar de leer la carta.

Gruesas lágrimas se asomaron a sus ojos hasta resbalar libres por sus mejillas y caer hasta mojar el papel; la carta terminó hecha bola, sin embargo, antes de que el niño acabase por romper las páginas en montones de pedazos al tiempo en que gritaba y sollozaba...

-¡Aahh! -Gritó Enishi con fuerza.

Sus manos tiraron todo cuanto había sobre la mesa después, cuando hubieron acabado con aquellas letras, todo cuanto estuvo a su alcance terminó destrozado en el suelo.

-¡Aaah! -Sollozó.

¡Estaba loco de ira y de coraje!

Se sentía frustrado del corazón blando de su hermana y su capacidad para perdonar a quien debían odiar, a quien debían asesinar...

Todo cuanto había creído hasta entonces parecía tambalearse y amenazar con aplastarlo, no parecía poder entender por qué - sin importar las razones, los hechos - debía de perdonar a quien había acabado con la vida de un ser querido...

¡Pero era su hermana quien se lo pedía...!

Y no podía, por todo lo santo y bueno, ni por nada más, ir en contra de sus deseos.

Así es que lloró hasta quedarse sin lágrimas.

Lloró y gritó hasta sentirse entumecido cuando se vació de emociones.

Quizá mañana sería diferente.

Quizá mañana lo entendería.

Pero por ahora, sólo podía llorar desconsolado.


-¡Enishi kun! -Exclamó Kaoru al ver el estado en el que se encontraba su compañero de viaje.

Tenía los ojos hinchados evidentemente de haber estado llorando - y ella sabía muy bien que era así - sus ropas, aunque limpias y elegantes, lucían desaliñadas al igual que su cabello, y su postura denotaba cierto cansancio.

-¿Te encuentras bien? -Preguntó con preocupación, a punto de tomarle el rostro entre las manos, mas él no se lo permitió.

-Disculpe su excelencia, han sido días difíciles. -Dijo alejándose de ella.

Kaoru cerró la mano extendida en un puño.

-Comprendo. Discúlpame.

Tras el arreglo con Kondo san dos días atrás, Kaoru había podido al fin sentirse libre de moverse rumbo a Edo sin preocuparse de que el Santuario fuese a estar en peligro. Emi y Touko, además, permanecería actuando en su nombre con el resto de las tareas pendientes; sin mencionar que el pacto entre el Santuario y el clan Kiyosato ya se había desvelado. Quizá no era todavía un hecho, pero se había planteado el escenario bajo el que ella podría moverse con mayor libertad siempre y cuando fuese en presencia de su futuro prometido.

-Debemos partir ahora si queremos aprovechar para viajar la mayor parte de noche. -Dijo Enishi.

La miko parpadeó confusa.

-Pensé que iríamos a pie.

Enishi suspiró con irritación.

-Considerando el retraso de los últimos días, y que no deseas viajar en barco, es mejor que adelantemos en carruaje. -Sentenció él con voz dura.

Kaoru se limitó a asentir, consciente de que en su estado el joven resultaba fácilmente irritable.

-Entiendo. Por favor discúlpame.

Enishi sin embargo, optó por acercarse a ella hasta hacerla retroceder dos pasos; siendo que estaban al final de las escaleras que llevaban al santuario, la menor no pudo alejarse más, y él quedó a un aliento de distancia.

-Si me dijeras el nombre del asesino de mi hermano Akira, te perdonaría cualquier cosa de aquí hasta mi muerte. -Le dijo en voz baja, casi en un susurro.

Sus ojos, todavía rojos por el llanto, no ocultaban el dolor que su portador sentía, por lo que Kaoru no recriminó tal falta de decoro.

-No funciona así, Enishi kun. Lo lamento. -Le dijo con pena.

Él gruñó antes de volverse a alejar.

-Por supuesto. -Murmuró irritado.

Mas fue Shinji quien acabó por alejarlo por completo.

-Harías bien en no faltarle el respeto a quien será tu futura esposa, Enishi. -Le recriminó, dejando en claro en sus palabras que había otros mirando, incluso si los presentes fingían no darse cuenta.

"Es sólo una farsa" Parecía querer decir la mirada que Enishi le dió en respuesta antes de alejarse rumbo al carruaje en el que partirían.

Shinji se giró hacia Kaoru entonces, se veía igual de cansado y apagado que Enishi.

-Sumimasen (me disculpo)

-Lie... -Negó ella sonriendo y deseando tener palabras de consuelo.

-Ha sido duro para él un poco más que para el resto. Ahora ha quedado al frente.

-¿Y para ti?

Shinji sonrió antes de bufar.

-Estaba resignado desde mucho antes de tu visión, lo sabes. -Le recordó. Luego su rostro se enserió. -Me escribió a mí también. -Le dijo, refiriéndose a Tomoe. Y luego puso su mano sobre la cabeza de la miko hasta revolverle los cabellos -Kaoru... Deja de ser tonta y confiésate de una vez. Antes de que todo esto se nos salga de las manos.

-Ouch -Se quejó ella logrando soltarse después, mirandolo con las mejillas infladas. -Lo haré no tienes que decírmelo.

-Grandes palabras de boca de alguien que no se confesó jamás. -Declaró Hikari entonces, metiendose en medio de ambos para defender a Kaoru; llevaba una caja de dulces en las manos.

Shinji rió por lo bajo.

-Ya somos dos, eterna chokkai -le respondió antes de irse.

Hikari le sacó la lengua. Luego se giró hacia su compañera, la culpa todavía la carcomía.

-Kaoru... Lo siento. -Le dijo al fin sorprendiendo a la miko. -Ha sido todo una pesadilla desde el asedio... Y tras la muerte de Guji Sama, me ha sido difícil mantener la fé. Pero creo en tí, Kaoru. Lo que hemos logrado en el santuario ha sido gracias a que no renunciaste. -Le dijo con brillo en los ojos.

Kaoru la miró hasta acabar por sonreír.

-Gracias Hikari, no sabes cuánto lo agradezco. -Le contestó y al instante siguiente ambas se abrazaron. -Nos veremos en tres semanas.

...

Hikari despidió a su amiga y superior con pesar en su corazón, pensando - y deseando - que sería mejor si ésta no regresase...


Era la primera vez que Kaoru viajaba en un carruaje americano. Sin duda ofrecía mejor cobijo que una carreta normal, pero resultaba un tanto incómodo el compartir tan reducido espacio con Enishi... quizá si fuera Kenshin, se dijo, y luego su pensamiento se cortó de tajo.

Con el semblante serio no pudo evitar recordar lo que la acongojaba.

Ella también había recibido una carta.

... ...

Kaoru miko sama:

Lamento el tener que volver a escribirle, cuando ya había predispuesto el que la anterior carta sería la última... Mas no puedo evitar compartir esta verdad contigo, mi querida amiga, pues me he prometido ayudarte a encontrar tu felicidad.

Ignoro si sabes o no la verdad, pero deseo compartila igualmente, porque tras conocer al dueño de vuestro corazón he entendido que de otro modo acabarás por perderle.

La persona que apagó la vida de Akira sama, fue Himura Kenshin.

... ...

Quizá era mejor así, se dijo así misma mientras viajaban con prisa por el camino. Después de todo, necesitaba llegar a Edo cuanto antes.


A/N: Gracias a los que me han seguido en estas aventuras. Cada vez ne cuesta más redactar la historia debido a lo compleja que se ha vuelto, y al hecho de que le tengo demasiado amor a la misma como para dejar que se quede en una narrativa escueta y rápida. Amo a estos personajes, tanto los prestados como los míos, por lo que deseo que cada uno desarrollen su arco como se debe; pero es difícil cuando de repente son demasiados xD

¿Cuántos capis más deberé escribir? ¿Cuánto más están dispuestos a seguir leyendo? La vida allá fuera es caótica, pero espero que mi historia sea un respiro para aquellos que la leen, una bocanada de aire fresco que les permita soltar su imaginación y soñar con posibles caminos aunque se alejen por completo de lo que tengo previsto.

xoxo