Podía escuchar con claridad las gotas de la lluvia repiqueteando sobre la tierra. Unos trozos de madera crepitando de a poco en el interior de una fogata y el eco de unas pisadas. Abrió los ojos. Lo último que recordaba, era haber sido víctima de una explosión ejecutada con éxito por los soldados de Suna.
Con su cuerpo engarrotado, HanaYasha se esforzó por inclinarse hacia adelante y sentarse, notando que sus muñecas y tobillos estaban atados con cuerdas. Pero eso no era lo peor. Pasándose los pulgares por encima de sus uñas, notó que no tenía sus garras.
Luna nueva. No contaba con sus poderes sobrenaturales. Y sus ojos y su cabello eran de color negro.
Quejándose, agachó la mirada y cerró los ojos. Al abrirlos unos segundos, notó que también tenía una herida en su costado izquierdo, ya tratada con vendajes nuevos y hierbas medicinales, lo que hizo que subiera su mirada al frente.
Estaba en el interior de una cueva. El calor de la fogata secaba unas prendas extendidas en el suelo. El haori verde turquesa que Haku le prestó, junto a una camisa negra sin mangas, una capa negra... y una máscara. La máscara del guardaespaldas del príncipe Gaara.
Atónita, intentó ponerse de pie. Pero, por lo rápido que se movió, la herida se abrió, obligándola a arrodillarse. En ese momento, un par de brazos la tomaron, ayudándola a apoyar su espalda en la pared de piedras. Jadeando, volteó la vista.
Sus ojos negros se ensancharon al reconocer a Sasuke.
Solo tenía puestos sus pantalones negros y sus sandalias ninja. Su cabello azabache continuaba teniendo la misma forma que ella recordaba. Estaba más alto y las facciones de su rostro lo definían como un adolescente. Había crecido, asemejándose al chico que la estuvo acompañando en el Tsukuyomi. El chico por el que su corazón latía con tanta fuerza.
El chico... del que se enamoró.
-¿Sasuke? - se atrevió a llamarlo en un susurro, al mismo tiempo que él terminaba de cambiar las hierbas y los vendajes de su herida. - ¿De verdad...?
En eso, unos relámpagos los iluminaron, dándole la oportunidad al muchacho de verla a los ojos con su sharingan. Al instante, consiguió ver en primera fila todos sus recuerdos relacionados a la última misión de su equipo.
La conversación con Danzou.
La invocación de la hidra y sus escalofriantes poderes.
Como una de sus inmensas garras terminó clavada en el pecho de HanaYasha.
Como su hermano mayor intentó salvarla.
Como se despidió de ella, dándole un dulce beso en sus labios antes de morir en sus brazos.
Llegando a ese instante, le impresionó ver como se aferraba a su cuerpo con todas sus fuerzas, apretando la mandíbula para no sollozar y con las lágrimas desbordándose sin control por sus agotados ojos negros.
-¡HanaYasha eres una tonta! - gritó Taichi, llorando frustrado una vez que se enteró de lo que pasó. - ¡¿Por qué tuviste que...?!
Entonces, el rugido de la hidra se hizo presente, haciéndolos entrar en pánico. Incluso a Sasuke, a pesar de ser un simple observador.
-¿Qué haces?
La voz de Taichi lo hizo voltear de nuevo hacia su hermano. En silencio, aplicaba su ninjutsu médico en el cuerpo de la Hanyou. Las manos le temblaban.
-¡¿Qué diablos estás haciendo?! ¡Está muerta! ¡Ya no puedes hacer nada!
-No... existe una manera. El Jutsu que estoy haciendo puede regresarla a la vida. Sin embargo, existe un precio. Si ella regresa, yo moriré.
El corazón de Sasuke dio un vuelco.
-¡¿Estás loco?! - gritó el hombre lobo con furia. - ¡No puedes hacer eso! ¡¿Qué pasará con tus alumnos?! ¡¿Con tus padres?! ¡¿Con Sasuke?! ¡¿Acaso no te importaba mucho tu hermano?! ¡Si se entera de que moriste, quedará devastado!
Sasuke vio compungido al pelirrojo. Y se sintió más angustiado que antes al ver lo inexpresivo y decidido que estaba Itachi. No le importó dejar atrás a su familia, con tal de salvar a su amada.
-¡Además, si HanaYasha regresa a la vida, estará más sola que antes por tu ausencia!
-Taichi. - Itachi lo llamó con tranquilidad. - Cuando HanaYasha despierte, llévala a la aldea. Si se quedan aquí, morirán.
Entre los lamentos del aludido, y los susurros de su hermano mayor, Sasuke tuvo que ser fuerte y ver los próximos acontecimientos a su muerte. El corazón de Taichi había sido perforado por la espada del sujeto enmascarado, consiguiendo la oportunidad que necesitaba para encerrar a HanaYasha en la técnica que la dejaría tres años en coma.
Tsukuyomi.
Parpadeando con fuerza, volvió a la realidad. Por fuera, se mostraba inexpresivo y molesto. Por dentro, estaba a punto de perder la cordura. Danzou y el tipo con la máscara les habían puesto una trampa.
Y ahora, él era uno de los pocos que lo sabían. Quizás por eso el anciano había enviado a los ANBU a cazarlo. Para evitar que se enterara de la verdad, una vez que sus ojos fueran más maduros y obtuvieran más poder.
Frente a él, HanaYasha jadeaba en un delgado hilo de cansancio y temor. Los había visto. Los recuerdos que se había ocupado de esconder con tanto recelo para evitar colapsar en una crisis emocional. Un par de truenos sonaron en la distancia.Moviéndose despacio, se dignó en voltear hacia él, mostrándole las lágrimas que caían en sus pálidas mejillas.
Sasuke llevó su mano derecha a su rostro y, con delicadeza, palpó su mejilla izquierda con las yemas de sus dedos, apartándolos para verlos más de cerca. Si, eran sus lágrimas. Lágrimas reales. Pero no podía bajar la guardia. Aun había una última cosa que necesitaba comprobar.
Permaneciendo en silencio, se puso de pie. Se aproximó al otro lado de la cueva y tomó su espada,desenfundándola, para acercarse de nuevo a la Hanyou, poniendo la punta de su filo en su mentón. La escena fue iluminada con otro relámpago, cayendo por encima de los árboles en el bosque.
-¿Sasuke? - ella volvió a llamarlo, más asustada que antes. - ¿Qué...?
-Como mi hermano te devolvió la vida... - habló con frialdad. - ...es justo que yo sea quien te la quite.
El próximo trueno estrujó el corazón de HanaYasha con su estruendo.
-No mereces ser una kunoichi. Fallaste en tu misión de que todos volvieran a salvo. Y me fallaste a mí.
Sus ojos y sus labios comenzaron a temblar. Las palabras del sacerdote Mushin y de Kohaku eran ciertas. Ya no era el mismo chico con el que salía de Konoha para realizar misiones, en compañía de Naruto y Sakura.Su mirada era fría, penetrante y oscura, siendo digna de alguien que buscaba venganza por sus seres queridos. Mucho más, con el carmesí del sharingan destellando en sus ojos.
-Por todo lo que compartimos, seré benevolente y te permitiré decir unas últimas palabras.
Parpadeando, dejó escapar unas lágrimas más. Sabía que no merecía seguir viviendo. Lo supo desde que encontró las tumbas de sus compañeros. Y aunque quiso darse una oportunidad más, para poder enmendar sus errores, no lo había conseguido. Lo había arruinado todo de nuevo, como en su época como cazadora ANBU y como en su última misión.
-No tengo nada qué decir. - declaró, agachando su mirada. - Estoy cansada. Quiero morir.
Con el sonido de otro trueno cayendo cerca de ahí, el Uchiha giró su espada, posicionándola por encima de su cabeza. HanaYasha, por su parte, agachó más la suya, mostrándole su nuca y dejando que los mechones de su largo cabello negro cayeran a sus lados.
El medallón se tambaleaba en el aire, brillando por las luces de los relámpagos.
-Señor Fugaku, señora Mikoto, Itachi... perdónenme... no pude llevar a Sasuke de vuelta a donde pertenece. No pude salvarlo... no pude protegerlo de la oscuridad. Cuanto lo siento. - se mordió el labio inferior, aguantando un sollozo. - Pero no puedo más.
De pronto, escuchó un sonido metálico clavándose en la tierra. Confundida, abrió los ojos y levantó la cabeza, momento en el que Sasuke se arrodilló a su altura. Tomó los bordes de su rostro con sus manos, cerró sus ojos y estrechó sus labios con los suyos, en un beso desesperado y frágil.
Aquella acción, fue tan inesperada para la joven, que solo pudo permanecer quieta, con los ojos abiertos como platos, preguntándose si estaban en la realidad... o la había encerrado en un genjutsu como un último acto de gentileza.
Otro trueno se hizo presente. Sasuke se apartó. Se apoyó en la pared de piedras, poniendo su mano izquierda a un lado de la cabeza de la Hanyou y con la derecha, tomó el medallón que colgaba de su cuello.
Miró con nostalgia el símbolo del rayo tallado en medio, recordando el motivo por el que decidió dárselo. Para quitarle la tristeza con la que Itachi la perforó por su ausencia durante un festival.
Lo soltó. Llevó su mano al portaherramientas atado en su pierna derecha y sacó un kunai. Apoyándose en sus rodillas, se acercó de nuevo y cortó las cuerdas. Primero, las de sus tobillos y luego, las de sus muñecas.
Ya iba a arrojar el arma en alguna parte, cuando, de repente, HanaYasha se la quitó en un rápido movimiento y lo tiró bocarriba, poniéndose sobre él. Un trueno ruidoso iluminó su silueta, revelándole el sharingan que brillaba en sus ojos, junto con el kunai alzado en su mano derecha.
Se sorprendió. Itachi no solo le había devuelto la vida. Le había entregado también su arma más poderosa.
La Hanyou, por otra parte, no sabía lo que quería hacer. Estaba ahí, apoyándose con la palma de su mano; colocada a la derecha de su cabeza, y con sus rodillas a los lados de su abdomen, amenazándolo con su propio kunai.
Se sentía dolida y traicionada, con su corazón desquebrajándose con lentitud. Que la haya besado en lugar de matarla le confirmaba que seguía aferrado a su alocada travesía de amarla en secreto. Detalle qué; además de hacerla enfurecer más de lo que ya estaba, también la aterraba.
Odiaba ser la única sobreviviente de su equipo. Odiaba que todos le sonrieran, haciendo menos su dolor, ignorándolo. Sin embargo, lo que más odiaba... era no tener una respuesta apropiada para Sasuke.
Desde su despertar, su mente era un caótico remolino que la lanzaba a todas partes, haciéndola sentir cada vez más perdida. En este punto, le quedaban dos opciones: hacerlo crecer o detenerlo. Hacerlo crecer significaría cometer un acto del que estaba segura se arrepentiría por el resto de su vida. Detenerlo... equivaldría al más serio de los desafíos.
Necesitaba una respuesta sobre a dónde encaminarse. Y todo lo que tenía era una respiración agitada, un clima más ruidoso que sus pensamientos y unos ojos carmesí contemplándola con confusión y terror. Al verlos, se reflejó como si estuviera frente a un espejo, recordando que ella también ya disponía de ese poder.
Como Danzou.
Ensanchó sus ojos carmesí, volteando con lentitud hacia el filo del kunai. Un espejo diferente que revelaba su naturaleza como Shinobi. Si se atrevía a apuñalar a Sasuke; guiada por las emociones desenfrenadas que ahogaban su corazón, le faltaría el respeto a la confianza que Itachi le dio por años. Y a su sacrificio.
Además, no sería tan diferente al anciano Uchiha. Habiendo destruido la mayor parte de la vida de su mejor amigo con sus caprichos y las oportunidades de su alumno para seguir creciendo como un ninja de la hoja, desterrándolo a la fuerza como si se tratase de algo peor que un Youkai.
Sollozando, lanzó el arma hacia la pared de piedras, agrietándola al quedar clavado de manera horizontal.Luego, con cierta desesperación, tomó al muchacho de los hombros; ayudándolo a sentarse, y rodeó su torso con sus brazos.
-Perdóname... - pidió en susurros, mientras se refugiaba en su hombro derecho, llorando con amargura. - ...por dejarte solo... por quitarte a tu hermano...
Atónito por sus palabras,y sintiendo como aumentaba la fuerza de su agarre sobre su piel, Sasuke levantó sus brazos y rodeó su espalda con gentileza. HanaYasha siguió llorando.
Aunque su intensidad había disminuido, el remolino seguía rodeándola, sin darle la menor oportunidad de avanzar a donde quisiera. Cualquier intento que quería dar, era destruido.
Por ello, sentía que no le quedaba más opción que quedarse quieta y pérdida, envidiando a las hojas que pasaban a su lado, con un camino determinado apoyado por el viento.
Un viento más apacible que anhelaba disfrutar algún día. Si eso era posible.
PPPPP
Un rato después, HanaYasha usó su estilo de viento para secar la máscara y las prendas húmedas de ambos, pasando a sentarse frente a la pequeña fogata que daba calor al lugar.
Los truenos y la lluvia continuaban cayendo en el bosque. La danza de las llamas sobre las ramas caídas y cortadas era lo que los ayudaba a reflexionar.
A la Hanyou en especial, concentrando de nuevo su atención en su última misión y en el motivo que tuvo Itachi para traerla de vuelta. Con discreción, observó a Sasuke por el rabillo del ojo.
Tenía fuertes motivos para asesinarla, pero no lo hizo. Se negó a pasar el filo de su espada por su cuello, así como ella no quiso apuñalarlo con su kunai. Entendía que continuaba amándola. Que su presencia había sido su señal de luz para no hundirse de nuevo en el dolor.
Y ella... quizás, había hecho lo mismo sin estar consciente. Aferrándose con fuerza a la esperanza de volver a verlo. De encajar en un corazón que estuviera tan herido como el suyo, con el deseo de sanarlo y entregarle el amor fraternal que sabía que necesitaba.
-¿Qué haces aquí? – la interrogó Sasuke de repente, sin apartar su mirada de la fogata y arrojando una rama a su interior. – No viniste solo para ayudar a Mei Terumi, ¿O sí?
La joven lo observó fijamente.
-Vine a buscarte.
Su respuesta tan simple, pero poderosa, consiguió alterar los latidos del corazón del Uchiha. Aunque su mirada demostrara lo contrario.
-¿Por qué?
-Porque quiero ayudarte con tu venganza. – respondió, subiendo sus rodillas a la altura de su rostro para apoyar su mentón y abrazar sus piernas. – Lo que sucedió en el distrito Uchiha...
-Lo hecho, hecho está. – la interrumpió, poniéndose de pie. – Ya no vale la pena seguir abriendo esas heridas. - dio media vuelta y se dirigió a la entrada de la cueva, abrazándose a sí mismo.
HanaYasha vio pasmada como su silueta se perdía en la oscuridad, convirtiendo sus manos en puños. Lo había lastimado... tanto como él la había lastimado a ella.
Abrumada, se incorporó y corrió a la entrada de la cueva, ignorando cualquiera de sus dolencias, sus circunstancias y el pésimo clima.
Sasuke se encontraba sentado a su derecha, apoyando su espalda en la pared de rocas y volteando inexpresivo al escucharla llegar.
Sintió un breve alivio al encontrar unos ojos tan oscuros como los suyos.Tragó saliva. Se acercó y se sentó a su izquierda, contemplando la lluvia en silencio.
-No debiste salir de Konoha. – le comentó de pronto, serio.
-Tú tampoco. – replicó. – Pero entiendo que no tuviste otra opción.
-La tenía. – se sinceró, consiguiendo que la Hanyou viera atenta su perfil. – Esa noche... al escapar del hospital, pude haber ido a las casas de Naruto y Sakura y pedirles que me ayudaran. – apoyó su cabeza en la pared y levantó la mirada. - Sin embargo, cuando vi que los ANBU me seguían, no quise ser egoísta y exponerlos al peligro.
-Sasuke...
-No puedes venir conmigo. – sentenció, frunciendo el ceño y virando hacia ella. - Cuando la lluvia se detenga, vuelve a la torre de Mei Terumi.
HanaYasha gruñó y también frunció el ceño.
-¡Sasuke! ¡No lo entiendes, yo...!
-¡Tú eres la que no entiende! – exclamó enojado, silenciándola. - ¡Yo soy el único que puede mancharse las manos de sangre! ¡Si tú lo haces, ya no habrá un futuro para ti! ¡A dónde quiera que vayas, te recordarán como una asesina! - al notar como las lágrimas se acumulaban en sus ojos negros, volteó la mirada al frente, suspirando. - Mi hermano... te dio su vida para que tuvieras otra oportunidad. No la desperdicies.
-No quieres arriesgar a nadie. – pensó la joven, dejando correr sus lágrimas por sus mejillas. – Prefieres hundirte tu solo en la oscuridad antes que alguien más salga herido. Evitar que tus gritos y tu llanto sean escuchados... como Itachi.
Subiendo sus manos a su cara, se secó sus lágrimas. Y al respirar, extendió su brazo derecho a sus hombros, apoyando su mentón y parte de su mejilla derecha en su cabeza.
-No estoy desperdiciando mi vida. – dijo con calma. - La estoy usando para darte un refugio.
-Yo no...
-Por favor... - su mano presionó un poco más su brazo, sin lastimarlo. - ya no te alejes de mí. Déjame ser tu apoyo.
Al escuchar aquellas palabras tan cerca de su oído, Sasuke se desmoronó. Hasta ese momento, tuvo consciencia de lo fragmentado que estaba su corazón, siendo él mismo el que lo había sometido a tanto sufrimiento por bastante tiempo.
Pensando en que su vida solo tendría sentido, si conseguía darle justicia a sus seres queridos. Aunque eso significara abandonar por completo sus esperanzas de volver a Konoha. Quedándose en silencio, apoyó su cabeza en el hombro derecho de la Hanyou.
-Ojalá... - pensó, dejando escapar una lágrima al cerrar los ojos. - ...sigas aquí en la mañana.
Fin del capítulo.
Este capítulo fue DEMASIADO difícil de escribir para mí. Cuando comencé a redactarlo, me tomó por sorpresa el "bloqueo del escritor", haciéndome más complicada la labor de entender los sentimientos de HanaYasha y Sasuke.
Lo que provocaba que, cada vez que releía el capítulo; para encontrar faltas de ortografía o para mejorar la redacción, borrara párrafos completos porque ya no me convencían, dándole pie a varias versiones de este memorable momento de la historia.
Al final, me sobre esforcé porque, si o si, quería crear una versión equilibrada. Que no cayera en la tragedia, pero que tampoco fuera cómica (aún no es el momento adecuado para eso. Y le quitaba peso a lo sucedido).
Espero les haya gustado! Muchas gracias por leer! Saludos y abrazos para todos!
