Tanto la historia como los personajes no son de mi propiedad, simplemente soy una persona que se divierte adaptando la historia para que más personas la conozcan.
Aca voy con los agradecimientos a MaryLuna y Adriana Molina por sus comentarios, tambien animo a todos esos lectores sillenciosos a dejar sus comentarios; ademas gracias por agregar la historia a favoritos y seguirla.
Capítulo 16
—No quiero ser egoísta, pero es que tú no probaste el postre, Bella. —Alice gruñe—. Oh, estaba taaaan bueno.
—No, no volveremos nunca —le digo.
Ella da una patada en el suelo como si fuera una niña pequeña.
—Pero...
—Que no. Hemos de respetar los sentimientos de tu hermano.
Ella se cruza de brazos.
—Lo sé, lo sé. Oh, ¿por qué tenías que ser una adolescente hormonal y enamorarte del mejor chef de Boston?
—Cuando lo conocí no era chef.
—Ya, ya. —Sale de mi despacho y cierra la puerta.
El teléfono me avisa de que ha entrado un mensaje de texto.
Jaco: Llevamos cinco horas. Faltan cinco más. De momento, la mano aguanta bien.
Suelto un suspiro de alivio. No tenía claro si hoy podría operar. Sabiendo la ilusión que le hacía, me alegro mucho por él.
Yo: Las manos más firmes de todo Boston.
Abro el portátil y reviso el correo. Lo primero que me encuentro es una consulta de The Boston Globe. Al leer el e-mail veo que es de un periodista interesado en escribir un artículo sobre la floristería. Con una sonrisa de oreja a oreja, me pongo a redactar la respuesta, pero Alice llama a la puerta. La abre y asoma la cabeza.
—Hola.
—Hola.
Alice tamborilea los dedos en el quicio de la puerta.
—¿No acabas de decirme que no puedo volver al Bib's porque el dueño era tu amor de adolescencia y no es justo para Jacob?
Me echo hacia atrás en la silla.
—¿Qué quieres, Alice?
Ella arruga la nariz antes de responder.
—Es que no entiendo por qué nosotros no podemos ir allí, pero no pasa nada si el dueño viene aquí.
«¿Qué?» Cierro el portátil y me levanto.
—¿Por qué dices eso? ¿Está aquí?
Asintiendo, se cuela en mi despacho y cierra la puerta.
—Sí. Ha preguntado por ti. Y ya sé que sales con mi hermano y que yo estoy embarazada, pero ¿podemos tomarnos unos momentos para admirar en silencio lo perfecto que es este hombre? —pregunta con una sonrisa bobalicona, que me hace poner los ojos en blanco.
—Alice.
—¿Tú has visto esos ojos? —Abre la puerta y vuelve a salir.
La sigo y veo a Edward.
—Aquí está —le dice Alice—. ¿Te guardo el abrigo?
«¿Desde cuándo guardamos los abrigos?»
Edward me ve salir del despacho. Mirando a Alice, niega con la cabeza.
—No, gracias. No estaré mucho rato.
Alice apoya los brazos en el mostrador y la barbilla en las manos.
—Quédate todo el tiempo que quieras. De hecho, ¿no te interesaría un trabajo extra? Isabella necesita más personal. Estamos buscando a alguien que pueda mover cosas pesadas. Y que sea muy flexible. Tiene que agacharse mucho.
Fulmino a Alice con la mirada para que pare, y ella se encoge de hombros, la viva imagen de la inocencia.
Sujeto la puerta abierta para que Edward entre en mi despacho, pero evito mirarlo a los ojos mientras pasa por mi lado. Me siento culpable por lo que sucedió ayer, pero también estoy muy enfadada.
Rodeo el escritorio y me siento en mi silla, preparándome para una discusión, pero cuando alzo la vista, cierro la boca de golpe. Edward está sonriendo y señala a su alrededor mientras se sienta ante mí.
—Es increíble, Bella.
Sorprendida, tardo unos segundos en replicar:
—Gracias.
Él sigue sonriendo, como si se sintiera orgulloso de mí. Deja una bolsa en la mesa y la empuja en mi dirección.
—Es un regalo. Puedes abrirlo más tarde.
¿Por qué me trae un regalo? Tiene novia. Yo tengo novio. Nuestro pasado en común ya ha causado bastantes problemas en el presente; no necesito regalos que me compliquen más la vida.
—¿Un regalo? ¿Por qué, Ed?
Él se echa hacia atrás en la silla y se cruza de brazos.
—Lo compré hace tres años. Lo guardaba por si algún día te encontraba por casualidad.
«Tan considerado como siempre.»
Ese es Edward, no ha cambiado. Maldita sea. Cojo el regalo y lo dejo en el suelo, a mi lado. Trato de relajarme, pero no es nada fácil cuando todo en él me tensa.
—He venido a disculparme —me dice.
Yo hago un gesto con la mano, indicándole que no es necesario.
—No pasa nada. Fue un malentendido. Jacob está bien.
A él se le escapa la risa por la nariz.
—No me disculpo por eso. Nunca me disculparé por defenderte.
—No me estabas defendiendo; no había nada que defender.
Él ladea la cabeza y me mira igual que la noche pasada. Es una mirada de decepción, que se me clava en las tripas.
Me aclaro la garganta.
—Y, entonces, ¿por qué te disculpas?
Él guarda silencio unos instantes, como si reflexionara.
—Quería disculparme por decir que me habías recordado a tu madre. Fue un comentario cruel; lo siento.
No sé por qué siempre tengo ganas de llorar cuando estoy con él. O cuando pienso en él. O cuando leo sobre él. Es como si mis emociones siguieran atadas a él con una cuerda que no sé cómo cortar.
Recorre mi escritorio con la vista y se echa hacia delante. Coge un boli, un pósit y mi móvil. Escribe algo en la nota y se pone a desmontar mi teléfono. Le quita la carcasa y engancha el pósit en la parte de atrás antes de volver a colocarle la funda. Luego empuja el móvil por la mesa para devolvérmelo. Miro el teléfono y lo miro a él, que se levanta y lanza el boli sobre la mesa.
—Es mi número. Guárdalo ahí por si algún día lo necesitas.
Hago una mueca al darme cuenta de lo que acaba de hacer y de lo que significa.
—No lo necesitaré.
—Eso espero.
Se dirige a la puerta y apoya la mano en el pomo. Y sé que es mi última oportunidad para decirle lo que necesito decirle antes de que desaparezca de mi vida para siempre.
—Edward, espera. —Me levanto con tanto ímpetu que la silla de despacho sale disparada y choca contra la pared, a mi espalda. Él da media vuelta y me mira—. Lo que Jacob dijo anoche... Yo nunca... —Me llevo la mano al cuello y siento el latido errático de mi corazón—. Nunca le conté eso. Estaba dolido y enfadado y malinterpretó algo que le dije hace mucho tiempo.
Edward alza levemente la comisura de los labios y no sé si trata de aguantarse la risa o de no fruncir el ceño. Se vuelve del todo hacia mí antes de replicar:
—Créeme, Bella. Ya sé que no fue un polvo por compasión; yo estaba allí.
Sale del despacho y sus palabras hacen que me caiga de culo sobre la silla..., con el pequeño inconveniente de que la silla no está en su sitio y ahora yo estoy en el suelo.
Cuando Alice vuelve a entrar en el despacho, me encuentra tirada en el suelo detrás del escritorio.
—Bella... —Rodea la mesa y me mira desde arriba—. ¿Estás bien?
Le muestro el pulgar hacia arriba.
—Perfectamente. Es que no he acertado a sentarme en la silla.
Ella me ofrece la mano para ayudarme a levantarme.
—¿Qué ha pasado? ¿De qué iba todo eso?
Miro hacia la puerta mientras voy a buscar la silla. Me siento y echo un vistazo al móvil.
—Nada. Solo ha venido a disculparse.
Alice suspira y se vuelve hacia la puerta.
—¿Significa eso que no le interesa el trabajo?
Si algo tiene Alice es la capacidad de hacerme reír, aunque me encuentre en medio de una crisis emocional.
—Vuelve al trabajo si no quieres que te descuente este rato del sueldo.
Riendo, se acerca a la puerta. Dando golpecitos con el bolígrafo sobre el escritorio, la llamo.
—Alice, espera.
—Ya lo sé —me interrumpe—. No hace falta que Jacob se entere de esta visita, no tienes por qué pedírmelo.
Le sonrío.
—Gracias.
Ella cierra la puerta.
Alargo la mano y recojo el regalo que lleva tres años esperándome. Al sacarlo de la bolsa veo que se trata de un libro envuelto en papel de seda. Rompo el papel y me dejo caer hacia atrás en la silla.
Hay una foto de Ellen DeGeneres en la cubierta. Riendo, abro el libro y me quedo sin aliento al ver que tiene una dedicatoria y está autografiado. Acaricio las palabras mientras las leo.
Bella
Edward, dice que sigas nadando.
Ellen DeGeneres
Acaricio la firma. Luego dejo el libro sobre el escritorio, apoyo la frente en la cubierta y me lamento ruidosamente.
—-
y hasta aca este nuevo capitulo.
Me parece super dulce la manera en que Ed se presenta para ofrecer su ayuda… Él entiende que ella aun no está lista para hacerlo, pero quiere que Bella sepa que siempre que lo necesite él estará ahí. ¿Será que Bella necesitara alguna vez este número? espero que no.
Y que Ed conservara ese regalo y recordara ese frase, es una cosa que me me llena de ternura el corazon.
Espero sus comentarios.
