A pesar de que cada vez se encontraba mejor, aquel día parecía interminable para Nami. Durante el día, sus compañeros habían pasado a ver cómo se encontraba, especialmente después de que Chopper les informara de que ya mejoraba. Por suerte, después de la cena, Chopper había tenido la sensatez de pedir a todos los Sombrero de Paja que finalmente abandonaran la pequeña consulta del Thousand Sunny. Ahora Nami podía quedarse sola y tratar de descansar un rato. Aunque una voz incordiante no dejaba de recordarle que el pequeño reno-humano solo había echado a cuatro compañeros…

«Salvo a él, claro», refunfuñó Nami para sus adentros mientras por fin se quedaba sola y se acomodaba en el catre.

Y es que Zoro Roronoa, ex cazador de piratas, segundo al mando de Luffy Sombrero de Paja y amante de una noche de la joven enferma, aún no se había dignado a aparecer ni siquiera para preguntarle cómo se encontraba.

«Maldito chulo, perdonavidas», lo insultó mentalmente, cruzándose de brazos con irritación, ignorando esa parte de su mente que le recordaba que él había sido quien la encontró medio desmayada en cubierta y avisó a Chopper. «Esto es culpa de los dos, no solo mía, y ni siquiera tiene las narices de…»

—Nami…

—¡Ay!

Sorprendida por aquella súbita voz llamándola, la joven pegó un brinco en el colchón y se irguió, alertada. Sin embargo, el susto se transformó en un cóctel explosivo de emociones cuando comprobó que, en efecto, era como si hubiera invocado al del pelo verde solo con sus pensamientos.

—¡Zoro! Me has dado un susto de muerte —lo regañó, siseando esta vez.

—Perdona, no era mi intención —repuso él, sin alzar la voz—. Qué susceptible eres…

A tiempo, Nami se contuvo de darle una réplica muy ofensiva a ese comentario. Sin embargo, el fuerte latido de su corazón al verlo aparecer hizo que solo consiguiera musitar, sin mirarlo:

—¿Qué quieres esta vez?

Él se removió en el sitio, sin relajar el ceño ni un milímetro, aparentemente más incómodo que antes. En ese instante, la parte más amigable de Nami hacia el guerrero quiso recordarle que en algún momento de los días anteriores, él había intentado acercarse a ella para arreglar las cosas, pero la pelirroja lo había ignorado deliberadamente. Aun así, seguía tan nerviosa por todo lo ocurrido que no relajó el semblante en ningún momento.

—No te pongas así —se defendió él, como debía suponer—. Solo quería saber cómo estabas después de… lo de esta mañana.

Sin poder evitarlo, Nami bufó con sarcasmo.

—Vaya, qué caballeroso… —ironizó, mirándolo acto seguido con intención—. Aunque eso me lo han venido a decir todos antes que tú…

Era un dardo directo a su ego y ella lo sabía. Bajo la suave luz de la lámpara junto a la cama, Nami vio cómo las aletas de la nariz de Zoro se agitaban y su rostro se contraía al escucharla, lo que hizo que una mínima parte de ella se arrepintiera internamente de ser tan brusca. Para bien o para mal, él se limitó a cruzarse de brazos y replicar con dureza:

—Lo siento. No soy de aglomeraciones.

Nami resopló y observó a Zoro con el ceño fruncido, irritada por su sequedad y por el recuerdo de la complicada conversación de esa fatídica mañana. A la vez, se sintió avergonzada por no haber podido resistir la tentación de caer en los brazos de su compañero después de apenas cuatro tragos de alcohol fuerte.

—He estado mejor, pero se me pasará. Gracias por el interés —respondió al fin con un suspiro, monótona y apartando la vista.

—No es nada —dijo él, más cordial de lo que Nami lo recordaba en mucho tiempo.

Sin abrir la boca, ella tampoco protestó cuando Zoro se sentó en el suelo junto a la cama, apoyando la espalda contra el lateral del cabecero. Ambos quedaron en un extraño silencio durante unos minutos que ninguno parecía capaz de romper. Finalmente, Zoro susurró:

—Oye, Nami…

Ella tragó saliva, sin girarse.

—Dime, Zoro.

Él se movió ligeramente, de una manera que sin querer hizo que Nami se tensara, alerta.

—Siento lo que pasó entre nosotros… —confesó él— y que hayas tenido que pasar por un trago tan duro.

—¿A qué te refieres? —quiso saber ella, con el corazón a mil por hora.

Zoro se removió suavemente. Su expresión denotaba una mezcla de angustia y timidez.

—Bueno… Reconozco que… me asusté esta mañana cuando te encontré en el puente sangrando y… —dudó, suspirando— me quedé haciendo guardia junto a la puerta cuando todos se fueron, así que… escuché a Chopper mencionar que habías tenido…

No terminó la frase y bajó aún más la barbilla hacia el suelo, como si el mero pensamiento fuera insoportable para él. A Nami le retorció las entrañas confirmar sus peores sospechas.

—¿Espiaste nuestra conversación? ¡Zoro! —lo reprendió, aunque parte de ella se preguntaba cuánto había escuchado.

No tuvo que esperar mucho para averiguarlo.

—Para que lo sepas, no fue a propósito. Yo… ya me sentía algo culpable de todas formas y quería disculparme contigo por lo del otro día, pero entonces entendí que esto era una… «complicación» por lo que pasó y…

Ante la sinceridad aparente de sus palabras, Nami se quedó sorprendida, luego se relajó y permitió que una sonrisa amable se dibujara en su rostro cansado.

—No te preocupes. Aunque yo también siento haber gritado como lo hice el otro día —le aseguró, más conciliadora y sin rastro de enfado—. Respecto a lo otro, las mujeres modernas sabemos que a veces hay que aplicar métodos algo drásticos para según qué cosas… Espero que lo entiendas.

No estaba segura de por qué justificaba sus acciones delante de él, pero de repente sintió que cualquier sentimiento ardiente hacia Zoro había desaparecido y solo quedaba el afecto habitual hacia él.

—Ya… Supongo que, sea como sea, es algo arriesgado, pero no me hace sentir mejor —admitió él, sin elevar la voz—. Lo siento.

Nami suspiró para sus adentros.

—Zoro, yo… En fin, los dos sabemos que sería bonito poder tener una vida conjunta con alguien en algún momento —susurró sin acritud—, pero en esta vida que hemos elegido vivir, no podemos permitirnos tener esa clase de vínculos. Si ya sufro cada vez que alguno de vosotros está en peligro siendo solo compañeros de aventuras…

—Te entiendo. Y estoy de acuerdo contigo —afirmó él, sin asomo de duda—. Nuestro mundo ya es bastante complicado como para hacernos algo así.

Nami sonrió, sintiendo un alivio inesperado al escuchar esas palabras. Se permitió relajarse un poco, dejando que el cansancio se reflejara en su postura.

—Te aprecio, Zoro —le confió—. Aunque seas un poco botarate a veces, eres un buen camarada.

Zoro arqueó una ceja y esbozó una sonrisa burlona que ella solo intuyó cuando él giró apenas el rostro en su dirección.

—Lo mismo digo, aunque seas un poco histérica y tenga que cargar contigo de vez en cuando.

Nami le dio un golpecito en el brazo, no muy fuerte, pero suficiente para demostrar su punto.

—¡Ay!

—Eso por llamarme histérica —lo regañó, sacudiendo la mano—. Y no te quejes, me duele más a mí la mano después de darte —aseguró, frunciendo el ceño entre molesta y divertida—. ¿Qué eres, de piedra?

Zoro se rio por lo bajo, rompiendo un poco la tensión que aún flotaba en el aire y haciendo que Nami casi lo imitara. Después, se levantó del suelo, estirándose como un gato.

—¿De verdad quieres tener esa conversación ahora? —preguntó, mirándola de reojo.

Una abochornada Nami hizo un puchero, sus ojos brillando con una chispa de desafío.

—Si tuviera más fuerzas, te ibas a enterar… —amenazó.

Zoro meneó la cabeza sin dejar de sonreír, sus ojos más fijos si cabía en el rostro cansado de ella.

—Buenas noches, Nami —le deseó, con un afecto que ella confesaba haber echado de menos esos días, más de lo que admitiría en voz alta—. Descansa y mejórate.

Ella asintió, acomodándose mejor entre las sábanas.

—Buenas noches —respondió.

Él se dio la vuelta para marcharse, pero algo todavía quemaba en la punta de la lengua de Nami y no pudo evitar agregar:

—Por cierto…

Zoro frenó sin violencia, girándose para mirarla con curiosidad.

—Dime.

Nami dudó por un momento, mordiéndose el labio inferior antes de reunir el valor para preguntar en un hilo de voz:

—¿Lo decías en serio?

Zoro enarcó una ceja, curioso.

—¿El qué?

Nami tragó saliva, sintiéndose enrojecer de nuevo.

—Lo de que… crees que valgo más que para haber tenido que… —Movió las manos de forma elocuente—. Ya sabes.

Esta vez, Zoro sonrió con una calidez que mostraba a muy poca gente, entre los que se incluía Nami desde hacía tiempo.

—¿Cuándo te he mentido, Nami? —preguntó, suave.

Confiada, ella le devolvió el gesto sin dudar, sus ojos llenos de gratitud y emoción a partes iguales.

—Gracias, Zoro. De verdad.

Él asintió.

—Buenas noches —le deseó de nuevo, dirigiéndole una última mirada reconfortante antes de irse definitivamente.

Nami lo observó marcharse, sintiéndose un poco más ligera a pesar de todo lo ocurrido. Sin embargo, solo cuando él fue a salir por la puerta, la navegante se percató de un detalle inusual en Zoro: en ese instante, el guerrero no iba armado con sus tres sempiternas catanas junto a la cadera derecha. Quizás, sumado a la debilidad, eso fue lo que terminó de derribar toda acritud hacia el peliverde y devolver el equilibrio a sus sentimientos hacia él.

Los dos se preocupaban el uno por el otro, aunque se gritaran en ocasiones, y tenían un vínculo que iba más allá de toda la pasión y el romance del mundo. De hecho, la joven ni siquiera se acordó de su norma de exigir cien mil doblones a todo aquel hombre que la viera desnuda, aunque fuera por accidente; pero por primera vez no le importó, tal era la confianza que tenía en su compañero. En Amber Bay ambos habían cruzado una línea por necesidad, pero los dos sabían que no podía ir más allá y lo aceptaban con naturalidad. Y, con ese reconfortante pensamiento, la navegante de los Sombrero de Paja se durmió en un plácido sueño que duró hasta bien entrada la mañana siguiente.

FIN

¡Hola, mis ratones! Qué puedo decir más que... ¡GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS! Después de muchas cosas que han pasado estas semanas, a pesar de la ilusión que tenía de compartir esta historia, también tenía mucho miedo de que los lectores la rechazaran por no ser una "OTP de su gusto"... Pero me habéis demostrado que estáis ahí, que os gusta lo que hago y eso me da alas para seguir escribiendo, creando e imaginando.

Esto termina por ahora, pero ya os adelanto que igual a partir de enero de 2025 tenéis una sorpresa relacionada con esta historia... O, más bien, "siguiendo el hilo" de la misma. Quiero poder seguir soñando con estos buenos amigos-casi hermanos sin sangre y con ese cariño puro y sin compromiso que siempre les quiero entrever cada vez que leo un capítulo nuevo del manga y veo la adaptación al anime.

¡Nos leemos muy pronto! ¡Se os quiere!