Capítulo 17
— ¿Hoy no irás a Educación física? —me preguntó Tanya cuando estábamos en la cafetería.
Alcé la cabeza lentamente para encontrarme con su mirada azul y una sonrisa.
— No —gruñí.
— De verdad que estás hecha un trapo... ¿seguro que nadie te hizo una visita de madrugada? —preguntó con suspicacia.
Volví a gruñir, pero en esta ocasión no fue ninguna palabra coherente. Me había quedado despierta hasta muy tarde viendo una película con Jasper, aunque al final pasamos más tiempo hablando que atendiendo a la pantalla, después me fui a la cama y como la noche anterior, me desperté varias veces a causa de las pesadillas. Estaba muerta de sueño, tenía dos enormes ojeras pegadas a mis ojos y por más que lo intentaba mis parpados pesaban y casi me quedo dormida en más de una ocasión.
— Ven... vamos... —me dijo Tanya ayudándome a ponerme en pie.
— ¿A dónde me llevas? —mascullé con voz pastosa.
— A la enfermería, con la cara que tienes pareces casi un cadáver, así que no será difícil que te crean enferma —explicó.
No contesté y solo me dejé llevar por Tanya a través de los pasillos, hasta que llegamos a la enfermería, donde después de mirarme con cara de escepticismo la enfermera me dio un pase excusándome del resto de las clases del día.
— ¿Quieres que llame a tu hermano, cariño? —me preguntó la señora Cope al ver que me tambaleaba al salir de la enfermería.
— Por favor... —casi supliqué dejándome caer en un banco cerca de su mesa.
— Toma —Tanya me extendió un café y se sentó a mi lado—, esperaré contigo.
Saboreé el café sintiendo como me despejaba un poco.
— ¿Vas a decirme qué es lo que ha pasado? —preguntó en un susurro para que la señora Cope no la escuchase.
— Solo no he dormido bien... he tenido pesadillas, eso es todo —expliqué en el mismo tono de voz.
— ¿Has soñado con los implantes explosivos de Lauren? —preguntó con una risita ahogada.
La miré de reojo y me tragué una risita que pugnaba por salir.
— Idiota —susurré.
Unos minutos después, cuando ya estaba un poco más despierta gracias a la cafeína, Edward cruzó la puerta de secretaría y se dirigió directamente la mesa de la señora Cope.
— Jasper Swan me ha enviado a buscar a Isabella —dijo con su tono de voz un poco más ansioso de lo habitual.
— Oh... hola Edward... sí, ahí la tienes... —me señaló— con muy mala cara —la señora Cope me miró unos segundos—. Espero que no sea nada grave y se le pase enseguida.
Edward se giró para mirarme y fue como si se quitase un peso de la espalda.
— Yo también lo espero —murmuró—, gracias señora Cope.
Caminó lentamente hacia donde yo me encontraba y Tanya se puso en pie justo después de darme un ligero codazo y guiñarme un ojo. Edward se acuclilló frente a mí y tomó una de mis manos que descansaban sobre mi regazo.
— ¿Cómo te encuentras? —preguntó buscando mi mirada.
Sentí como mis mejillas enrojecían y mordí mi labio inferior con nerviosismo.
— Solo he pasado una mala noche —expliqué en un susurro—, ha sido idea de Tanya venir a la enfermería.
— ¿Entonces no te encuentras mal? —volvió a preguntar.
Negué con la cabeza.
— Solo tengo un poco de sueño —contesté.
— Bueno... —suspiró y sonrió un poquito—ya que te han escusado nos iremos igualmente... ¿dónde están tus cosas?
— En la taquilla, no las necesito.
— Pues vámonos de aquí —se puso en pie y me extendió su mano que tomé sin dudar—. Tanya, gracias por... —pero su agradecimiento se quedó en nada porque ella había desaparecido.
Sin mediar más palabra y pasando una mano por mi cintura haciendo que recargase prácticamente todo mi peso en él, Edward me condujo hacia la puerta principal donde estaba su Volvo mal estacionado.
— Llamaré a Jasper para decirle que estás bien —dijo mientras me ayudaba a subir al coche—, estaba tan histérico que me pidió que te llevase al hospital.
Sonreí a la vez que rodaba los ojos, después de compartir tiempo con él el día anterior, descubrí que Jasper, pese a su temple y su saber estar, cuando algo no salía como él esperaba o tenía programado, se ahogaba en un vaso de agua. Me confesó que en el trabajo era Alice quien controlaba todo en situaciones así, pero en la vida real no tenía a Alice a su lado y normalmente se volvía loco antes de tomar una decisión que solucionase todo. Por eso me era totalmente esperada su reacción, estaba casi segura de que habría sido capaz de enviar una ambulancia al instituto para comprobar que de verdad estaba bien.
Edward se quedó fuera del Volvo hablando con mi hermano por teléfono, apenas podía escuchar alguna palabra de lo que decía y, aunque no me molestó que hablase con él a parte ya que era una conversación entre ellos, quería saber lo que le decía.
Edward volvió a los pocos minutos y me miró sonriendo.
— ¿Quieres que te lleve a tu casa para puedas dormir? —me preguntó.
— Después de tomarme un café estoy un poco más despierta —murmuré rezando mentalmente para que me propusieses pasar un poco de tiempo con él.
— Jasper me pidió que te llevase a donde quisieses, pero... —hizo una pausa dramática— al mínimo síntoma de malestar me obligó a prometerle que te llevaría con un doctor cuanto antes.
Sonreí.
— Exagera... estoy bien, de verdad.
Edward alzó una mano y acarició una de mis ojeras con la yema de sus dedos, su calor me traspasó e hizo que mi corazón comenzase a latir como loco.
— Es normal que esté preocupado... yo también lo estaba —susurró antes de dejar un beso en mi frente—, pero creo que deberías dormir.
— Estoy bien —insistí.
— Te creeré —dijo con diversión poniendo el coche en marcha—. ¿Te apetece hacer algo en especial?
Sonreí y mis mejillas se colorearon cuando una serie de imágenes de lo que habíamos hecho juntos comenzaron a desfilar por mi mente. Volví a morder mi labio inferior y Edward gruñó.
— Bella —dijo en tono de advertencia.
— ¿Qué he hecho? —abrí mucho los ojos sorprendida.
— Nada... —suspiró y se pasó una mano por su cabello— ¿te apetece ver una película?
— ¿En el cine?
— No hablaba del cine... pero podemos ir si quieres —añadió.
— Si no hablabas de ir al cine... ¿qué propones? —pregunté mirándolo fijamente.
— Podríamos ir a mi casa —dijo un poco... ¿podría ser avergonzado?—, no tengo un proyector como el de Jasper, pero mi salón, aunque más modesto, también tiene un sofá muy cómodo.
— ¿Tus padres no están? —pregunté causalmente.
— Hablaba de mi casa... no la casa de mis padres —sonrió.
— ¿Tienes casa propia?
— Me la regalaron en mi último cumpleaños, es un apartamento en el centro —explicó—, casi no estoy mucho por allí, siempre me quedo en su casa porque Esme nos echa mucho de menos.
— Vaya... —murmuré sorprendida.
— ¿Entonces... una película en mi sofá? —volvió a preguntar y me miró durante unos segundos, a lo que yo asentí efusivamente.
— Pero antes tendrás que invitarme a un café o me perderé la mitad —bromeé.
— Hay un Starbucks justo en la esquina de mi calle o yo puedo hacerte el café, pero... ¿seguro qué no quieres dormir un poco? Pareces realmente cansada —volvió a preguntar.
— Estoy bien... —rodé los ojos— un poco de café será suficiente.
Edward condujo por las calles de Chicago a una velocidad de vértigo, aunque realmente no sé si me lo parecía o iba rápido de verdad, ya que intentaba mantener mi mirada en las calles, pero inevitablemente recaía en él. En cómo sus manos se cerraban en puños en torno al volante, en como su rodilla flexionada pisaba el acelerador o el freno intermitentemente, en como su lengua de vez en cuando humedecía sus labios...tenía que hacer uso de todo mi autocontrol para no gemir y pedirle que estacionase a un lado para abalanzarme sobre él.
Llegamos a un edificio donde dejó el coche en el estacionamiento y bajó para abrir mi puerta, tomé su mano y dejé que me guiase hasta dentro del ascensor. Una vez allí encerrados me sorprendí a ver algo diferente en sus ojos, algo que hizo que aquel cosquilleo extraño en mi estómago regresase más fuerte que la última vez. Antes de que pudiese asimilarlo estaba acorralada en una esquina de aquel ascensor y Edward tenía su nariz enterrada en mi cuello respirando profundamente. Se alejó despacio hasta unir sus labios a los míos, solo un leve roce, una caricia muy sutil que me hizo suspirar y aferrarme a sus brazos apoyados a ambos lados de mi cintura para no caerme.
Sus dientes mordisquearon mi labio inferior y gemí sintiendo como mis piernas temblaban.
— Esto te pasa por provocarme —susurró golpeándome con su aliento—, mientras conduzco no se pueden hacer ciertas cosas.
— ¿Q... qué? —balbuceé.
Edward no contestó, solo volvió a besarme y sin poder evitarlo me dejé llevar. Sus labios contra los míos me hacían desconectar del mundo y no era consciente de lo que me rodeaba. Ya podíamos estar en ese ascensor o en la China que yo estaría en el mismo estado.
La campanilla anunciando que habíamos llegado al piso que Edward había indicado, hizo que se alejase de mí no sin antes dejar un casto beso en mis labios. Su mano sujetó la mía de nuevo y me condujo por un corto pasillo hasta una puerta de madera oscura que él abrió con la llave. Me dejó pasar antes que él para encontrarme en un salón decorado en estilo sobrio pero al ser minimalista se vea cierto toque moderno. En el centro, frente a un televisor de plasma, había un enorme sofá de piel negro, una alfombra en diferentes tonos de gris con dibujos abstractos con una mesa de cristal sobre ella y las paredes pintadas de rojo sangre. Unas cortinas del mismo tono que la alfombra, ocultaban parte de un enorme ventanal por el que se podía ver la tremenda nevada que estaba cayendo.
Edward se colocó justo detrás de mí y me ayudó a quitarme el abrigo dejándome solo vestida con mi uniforme del colegio, él también se quitó el suyo y la chaqueta de su traje negro quedándose solo con su camisa azul claro, que remangó hasta sus codos para después quitarse también la corbata.
— ¿Te apetece tomar algo? —preguntó en un tono de voz bajo pero sin llegar a ser un susurro.
— Solo café —murmuré.
— Pasa y ponte cómoda... en seguida vuelvo —rozó mi frente con sus labios y desapareció por una puerta que había en unos de los laterales.
Me adentré un poco en el salón y comencé a cotillear en una estantería que había apoyada en la pared, había diferentes libros de derecho, un par de clásicos que conocía y una foto de la familia Cullen al completo. En otra de las paredes había una foto de su graduación enmarcada, donde salía abrazado a Jasper y a Emmett luciendo con orgullo una toga azul.
— Acabo de poner la calefacción —dijo entrando en la sala con dos tazas de café—, en seguida comenzará a notarse.
Sonreí mientras lo observaba hacer equilibrios para dejar las tazas de café sobre la mesa sin que se derramase nada y hasta solté una risita cuando gruñó al caer una gotita sobre el cristal.
— ¿Por qué no dejas de reírte y simplemente me ayudas? —preguntó.
Todavía riendo me acerqué a él y lo ayudé a dejar todo sobre la mesa. Después nos sentamos en el sofá y tomé mi café mientras Edward no dejaba de mirarme y jugueteaba con mi cabello.
— Me gusta más tu pelo cuando no acabas de salir de la peluquería —murmuró.
— ¿Por qué? —pregunté con curiosidad.
— Porque es como tú... libre, espontáneo... cada onda va donde quiere y eso me gusta. Me gusta cuando hablas sin pensar y dices lo que realmente pasa por tu cabeza... eres una de las pocas personas que conozco capaz de hacer eso y verse inocente a la vez —dijo mientras me hacía cosquillas con un mechón en una de mis mejillas.
— No soy inocente —protesté haciendo un mohín.
— ¿Has acabado el café? —preguntó y yo asentí—. Pues ven aquí.
Tiró un poco de mi brazo y acabé inclinada sobre su pecho, él solo sonrió y colocó mi cabello tras mis orejas sin dejar de mirar mis ojos. Se cercó lentamente a mis labios hasta que comenzó a besarme de nuevo. Suspiré sin poder evitarlo y me entregué lentamente, sus manos comenzaron a acariciar mi espalda al a vez que su lengua exploraba lentamente mi boca haciéndome gemir y suspirar.
Había perdido toda la consciencia del tiempo, solo era capaz de sentir su cuerpo contra el mío, sus manos en mi piel, sus labios, su lengua, sus dientes... mi cabeza daba tantas vueltas que temía desmayarme de un momento a otro.
Edward liberó mis labios para comenzar a besar mi cuello, el pañuelo que llevaba ocultando su mordisco tardó muy poco en acabar en el suelo y nunca me importó tan poco algo cuando tiró un poco de la blusa del uniforme y uno de los botones salió disparado.
— Mierda Bella —susurró contra la piel medio expuesta de mi pecho—, si no me paras yo no podré hacerlo.
Enredé mis manos en su cabello y tiré un poco haciendo que gimiese, como ocurrió en el coche la vez anterior, eso pareció darle más ganas y sus dientes comenzaron a rozar el nacimiento de mis pechos.
— No te detengas —gemí cuando una de sus manos se coló bajo mi falda y apretó una de mis nalgas.
Edward se alejó un poco de mí y me miró a los ojos, acunó mi rostro y me besó con dulzura.
— No quiero que te sientas obligada a hacer nada —comenzó a decir con dulzura—, quiero que seas libre de poder decidir si quieres ver una película como teníamos planeado o continuar con esto.
— Quiero hacer esto —mi voz apenas fue audible, pero sé que Edward me escuchó porque sonrió y se acercó de nuevo a mí.
— Me detendré en cuanto me lo pidas... no haremos nada que tu no quieras hacer —susurró contra mis labios y me besó profundamente.
Me atreví a ser espontanea, como él le gustaba que fuese, y comencé a deslizar mis manos por su pecho hasta que llegué a los botones de su camisa y comencé a desabrocharlos lentamente. Cuando tuve su pecho completamente expuesto no pude evitar deslizar mis manos por sus pectorales y maravillarme ante la suavidad de su piel. Disfruté como nunca ante la sensación del fino vello que cubría su piel enredándose en mis dedos... y cuando quise darme cuenta estaba sentada a horcajadas sobre él. Las manos de Edward estaban bajo mi falda, jugueteando con el elástico de mi ropa interior y las mías sujetándome de sus hombros.
Me alejé de sus labios una vez más para poder respirar, exhalé con fuerza contra su cuello y me sorprendí al sentir como se estremecía. Era totalmente increíble lo que era capaz de conseguir, así que explorando un poco más mis límites, me incliné un poco hacia delante, para llegar a su oreja y poder mordisquear su lóbulo como él hacía conmigo. Pero no contaba con encontrarme con cierto bulto en cierta zona de su cuerpo. Gemí cuando se frotó contra mi sexo y Edward también lo hizo apretando mis nalgas con fuerza.
— Bella —gruñó casi sin aire.
Volví a inclinarme hacia delante, esta vez con un objetivo diferente y volví a rozarme, Edward dejó caer su cabeza hacia atrás y aproveché para mordisquear su cuello, pareció volverse loco con eso, porque se puso en pie conmigo enredada de su cintura. Caminó conmigo a cuestas a una dirección de la que no fui consciente, hasta que una superficie mullida fue el apoyo de mi espalda, una cama.
— Nunca he tenido ningún fetiche... pero me encanta este uniforme —murmuró deslizando sus manos lentamente por mis piernas.
Sus manos enseguida fueron sustituidas por sus labios y no podía parar de retorcerme mientras gemía y suspiraba sin cesar. Sus manos llegaron a mis caderas y alzó un poco la falda mostrando mi ropa interior, volvió a gemir y al mirarlo vi como mordía su labio inferior.
— Vas a volverme loco... —susurró acariciando la prenda con la yema de sus dedos—, el encaje te sienta muy bien... mucho mejor con este uniforme —beso la cara interna de mis muslos y cerré los ojos extasiada—. Eres la mezcla perfecta de picardía e inocencia...
— Edward... —gemí ante una caricia en mi sexo sobre la fina tela que lo cubría y que en ese momento estaba prácticamente empapada.
— Simplemente perfecta —volvió a murmurar.
Deslizó mis braguitas lentamente por mis piernas y después se colocó a mi lado, acariciando la piel de mi pecho que estaba expuesta y besando mis labios. Fue desabrochando los botones que todavía estaban en su lugar uno a uno hasta que no quedo ni uno solo. Me desnudó con cuidado, como si fuese a romperme... y aproveché y le quité la camisa que en ese momento solo cubría sus hombros.
En ese momento no tenía tiempo para pensar, mis neuronas estaban adormecidas... tan sobreexcitadas que no podía pensar con claridad, pero aun así una sola frase se coló en mi cerebro y casi me dejó paralizada.
"¿Dónde os deja eso? ¿Sois algo? ¿Te ha pedido intentar algo serio?"
Tardé unos segundos en reaccionar y recordar donde realmente estaba, en su cama, en su verdadera cama, entre sus brazos y dispuesta a entregarlo todo... ¿pero a cambio de qué?
Intenté hablar pero sus labios sobre los míos no me lo permitían, intenté encontrar las palabras exactas pero sus manos en mi piel me desconcentraban, y cuando por fin liberó mi boca, uno de sus dedos me penetró haciendo que apretase mi mandíbula con fuerza para no gemir. Sus labios atacaron uno de mis pezones y perdí todo contacto con la realidad. Grité su nombre y mis paredes se estrecharon. Me aferré a las sábanas con ambas manos, pero cuando realmente perdí la cordura fue cuando sentí algo húmedo deslizarse por mi clítoris. Abrí los ojos sobresaltada y casi me desmayo cuando vi su cabeza entre mis piernas y deduje que eso húmedo era...
— ¡Oh dios! —grité ante la primera punzada de placer que atravesó mi vientre de delante hacia atrás.
Tras esa, muchas más la siguieron, haciendo que mi espalda se arquease y gritase con todas mis fuerzas. Me dejé caer sobre el colchón... o eso supuse que era porque estaba como en otro planeta. Jadeaba, tenía mi cuerpo cubierto de sudor y mi corazón martilleaba en mis oídos dejándome casi sorda.
Edward besó mi vientre, mi pecho, mi cuello... hasta llegar a mis labios y dejar un húmedo beso que casi acaba conmigo. Sin pensar, solo sintiendo... alcé mis brazos y envolví su espalda. Edward intentó alejarse, pero no se lo permití... me había demostrado todo lo que podía hacer con sus manos, también con su lengua... y quería más, mucho más...
Sentía el sueño intentando apoderarse de mí, pero no lo permití, no dejaría pasar esa oportunidad tan fácilmente. Edward consiguió alejarse, pero antes de que lo hiciese del todo lo sujeté por la hebilla de su cinturón y tiré de su cuerpo hasta que se colocó sobre mí.
— Necesito una ducha —dijo entre risas.
— No... —negué con la cabeza— no puedes hacer lo que me has hecho y dejarme así.
Su risa hizo vibrar cierta parte de su cuerpo que estaba demasiado cerca de mí. Cerré los ojos y suspiré.
— No te vayas ahora... déjame ayudarte —casi supliqué.
— No es necesario que lo hagas —se negó.
— Pero quiero hacerlo —insistí.
Me removí bajo su cuerpo hasta que conseguí liberarme, me senté a horcajadas sobre él, estaba completamente desnuda, pero eso no me importó lo más mínimo por primera vez en mi vida, con Edward me sentía bien... segura. Me incliné un poco hacia delante y comencé a morder su cuello como él lo hacía conmigo, bajando lentamente por su pecho.
— Bella... —gimió cuando jugueteé con mi lengua alrededor de su pezón— de verdad... no es... no es necesario que hagas esto.
— Quiero hacerlo... —volví a insistir— enséñame a hacerlo.
Dejó escapar un suspiro que me sonó a rendición, lo que me obligó a sonreír y a sentirme más aventurera que nunca. Mis manos se deslizaron por sus abdominales hasta que llegué a la hebilla de su cinturón y la solté todo lo rápido que pude. La siguió el botón de su pantalón y lentamente también deslicé el cierre.
Edward acariciaba mi cabello y suspiraba o gemía según la ocasión. Estaba nerviosa, nunca había hecho eso, ni siquiera había pensando nunca en hacer algo semejante hasta ese momento, por no hacer... no había visto un pene real en mi vida, no solo tenía miedo, estaba realmente aterrada. Pero estaba con Edward, sabía que él me ayudaría, que él entendería que todo aquello era nuevo para mí. Así que con un suspiro me armé de valor y comencé a deslizar los pantalones por sus caderas dejando expuesto un bóxer gris. Suspiré acariciando sus piernas, deslizando mis manos entre ese fino vello que las cubría. Ascendí lentamente y llegué al elástico de su bóxer haciendo que gimiese de nuevo. Pero cuando estaba por bajarlo me sujetó por las manos impidiéndomelo.
— Bella... no... —pude ver el gesto de sufrimiento en su rostro. Intuía que realmente quería que lo hiciese, pero se negaba por mí, para que no me sintiese mal.
— Por favor... —casi supliqué.
Suspiró y se dejó caer en la cama de golpe, tapó su rostro con ambas manos y comenzó a murmurar maldiciones. Tomando ese hecho como algo afirmativo, sujeté el elástico de su ropa interior y la bajé dejando su miembro expuesto ante mí.
Me quedé mirándolo completamente paralizada durante unos segundos... era grueso, largo... y su punta brillaba invitándome a probarlo. Deslicé uno de mis dedos lentamente por él y sentí como Edward temblaba y dejaba salir todo el aire de golpe. Sentí un deseo irrefrenable de probarlo, de sentir con mi lengua si su piel era tan suave como lo parecía solo con tocarle. Me coloqué de rodillas y lo sujeté por su base impresionándome por su grosor una vez más. Entre abrí mis labios y sentí como los nervios se estrujaban en mi estómago ante la anticipación.
— No... Bella... no tienes que... —intentó protestar.
Pero ya era demasiado tarde, mi lengua se había deslizado lentamente a lo largo de él y me había gustado tanto la experiencia que tuve que volver a repetirlo. Edward gruñó y me sujetó del cabello con fuerza, eso me hizo gemir y él volvió a gruñir en respuesta.
Decidí probar más, quería descubrir si cabía entero en mi boca, sabía que ese tipo de cosas se hacían, había hablando de ello con Jane y Chelsea, así que quise probar si Edward disfrutaría con algo así.
Separé mis labios todo lo que pude e introduje lentamente su miembro en ella. Era capaz de acaparar tan solo la mitad, pero para Edward parecía ser suficiente, ya que exhaló con fuerza y pareció contener la respiración durante unos segundos.
— Basta, basta... basta... —se incorporó y me alejó de él.
Lo miré asustada... ¿había hecho algo mal? Mi barbilla comenzó a temblar.
— No, no... no princesa... no quiero que sea así... no —murmuró besando mi rostro—. Ven... ven aquí... —me acomodó en su regazo y me besó lentamente— deja que te cuide.
— Yo también quiero cuidarte —musité contra su piel desnuda.
— No quiero que sea así —repitió—, tu primera vez en todo tiene que ser perfecta.
Me incorporé un poco y lo miré a los ojos.
— Lo será si es contigo —dije con total convencimiento.
Edward comenzó a besarme de nuevo, un beso lento, pausado. Me acariciaba con su lengua, era como una danza que solo él sabía y que a mí no me costaba seguir. Volvió a tumbarme sobre la cama con él sobre mí.
— No quiero que te arrepientas después —dijo contra mi pecho.
— No lo haré... —aseguré.
Me miró a los ojos y sonrió besando la punta de mi nariz.
— Veo en tus ojos que no estás segura —acarició una de mis mejillas— ¿Qué te preocupa?
Recordé las palabras de Tanya y mordí mi labio inferior.
— ¿Por qué lo haces? —pregunté con un hilo de voz.
— ¿Hacer el qué? —inquirió todavía acariciando mi piel.
— ¿Por qué estás así conmigo?... ¿por qué quieres estar conmigo? —pregunté de nuevo.
Edward se alejó y su mirada se cruzó con la mía.
— ¿Eres consciente de lo que arriesgamos con todo esto? —preguntó en un susurro—. Si no estuviese seguro de que siento algo pos ti, ni si quiera te había besado.
— Edward... —intenté detenerlo.
— No... quiero que estés completamente segura de que lo que pasa entre nosotros es de verdad, no es un juego y me lo estoy tomando en serio —su mirada me traspasaba—. Me gustas mucho, podría asegurar ciegamente que me estoy enamorando. Locura o no es lo que siento... lo que me haces sentir.
Sonreí ante sus palabras y mi pecho se hinchó...
— Pues no hables más y demuéstramelo —le pedí sin dejar de mirarlo.
— No quiero que sea así... no podría... —intentó negarse.
Pero volví a sujetar su miembro con una de mis manos haciéndolo jadear y comprobé que todavía estaba completamente erecto.
— Por favor... Edward —susurré su nombre—, quiero sentirte.
— Me arrepentiré de esto —dijo antes de besarme—, no quiero hacerte daño... —una de sus manos bajó de nuevo hasta mi sexo y sus dedos se deslizaron por mi pliegues totalmente húmedos—. Moriría si sufres por mi culpa —uno de sus dedos se introdujo en mi interior y me sentí desfallecer.
— Edward... por favor—gemí.
— Princesa... —exhaló con fuerza contra mis labios
Volvió a besarme, su mano abandonó mi cuerpo y oí como buscaba algo en la mesita de noche, no sabía lo que era... estaba completamente rendida... abandonada... podría hacer conmigo lo que quisiese, nunca me había sentido tan maleable en sus manos como en ese momento.
Segundos después se colocó entre mis piernas y se apoyó en sus manos sin dejar ni un solo gramo de su peso sobre mí.
— Si no estás segura, si tienes una sola duda... —comenzó a explicar— por mínima que sea... tan solo tienes que...
Besé sus labios silenciándolo y él contestó a mi beso dejando caer un poco de su peso sobre mí.
— Por favor —volví a pedir.
Tanteó mi entrada con su miembro y cuando sentí que comenzaba a entrar respiré hondo e intenté relajarme.
— Voy a hacerte daño y es lo último que quiero —dijo con voz contenida.
— ¡Hazlo! —casi grité—. Mierda Edward... ¡hazlo de una maldita vez!
Gruñó de nuevo y de un solo empujón entró en mí, sin avisar, sin anestesia... y sentí como casi me partí en dos. Cerré mis ojos y mis puños con fuerza aguantando el dolor, Edward se quedó inmóvil, besando mi rostro mientras me susurraba cuanto lo sentía.
Cuando empezó a retirarse entré en pánico. Me aferré a su espalda con todas mis fuerzas y hundí mi rostro en su cuello, no quería que se detuviese, dolía sí, pero estaba comenzando a remitir y aenas sentía una molestia.
— No pares ahora —gemí.
— No iba a hacerlo —miré su rostro y tenía esa mirada llena de deseo que tanto me había gustado, una sonrisa ladeada curvaba sus labios y su pelo estaba más revuelto que nunca—, ahora es cuando comenzará lo bueno.
— Edward... —susurré ante la primera embestida... lenta, profunda.
— Solo relájate... no quiero hacerte daño... deja que fluya —susurró en mi oído.
Sus embestidas comenzamos a hacerse más fuertes, más seguidas... y el dolor que en un principio casi no me dejaba respirar comenzó a tornarse placer. Un placer que me abrasaba en las venas, que me ahogaba en cada roce de su carne con la mía.
— Dios Bella... —dijo antes de besarme una vez más...
Gemí contra sus labios y sentí que me iba... que me caía... el placer se hizo insoportable hasta que explotó haciéndome estallar en pedazos. Edward embistió en mí tres veces más y sentí como los músculos de su pecho se tensaban mientras gemía con los ojos cerrados.
Se dejó caer a mi lado, con mi pierna enredada con la suya, con su cuerpo cubierto en sudor igual que el mío y con su respiración acelerada. Me miró entre sus parpados entrecerrados y me sonrió.
— ¿Estás bien? —preguntó acomodando mi cabello.
— Perfectamente —jadeé.
— Ven aquí... —me acurrucó entre sus brazos sobre su pecho y comenzó a besar mi cabello— ¿seguro que estás bien? —asentí—. Mi pequeña... —murmuró antes de suspirar— mi princesa.
Yo sonreí, ¿Había dicho "Mi"? no había sido un te quiero, ni una promesa, pero eso sumándolo a sus palabas anteriores ya era algo. Mi corazón palpitó desacompasado en respuesta y solo pude besar su hombro desnudo, que era lo que tenía más cerca. Cerré mis ojos y dejé que su aroma me envolviese mientras me iba quedando dormida poco a poco.
