Capítulo I. La fuerza del inmortal

Despertó tendido boca abajo pero sus ojos permanecían cerrados, se sentía mareado, aturdido y terriblemente adolorido. Un zumbido constante y mucho calor, un calor abrasador, un calor que solo podría proporcionar la estrella causante del flujo de energía en todos los seres vivos que habitan el planeta. Sentir ese tipo de calor solo significaba que ya no se encontraba en el inframundo.

Sin abrir aún los ojos, comenzó a reparar en la superficie sobre la que reposaba y le pareció más o menos firme al tacto, parecía arena. Conforme sus sentidos fueron agudizándose, pudo sentir ahora la humedad en el ambiente y el cómo su cuerpo empapado fue acariciado por una suave brisa, tan suave que no fue suficiente para paliar el calor producido por los incesantes rayos del sol bajo el cual intuía que se encontraba. La terrible sensación de devolver el estómago llegó a él, haciéndolo abrir los ojos de golpe e incorporarse por inercia levemente (solo lo que su escasa fuerza en el momento le permitió), apoyando los codos sobre la arena y flexionando una de sus rodillas para mayor soporte. Y entonces lo dejó salir, era solo líquido ¿qué más podría salir?, si la última "comida" que recordaba había sido una botella de whiskey.

Después de eso sintió la lengua escaldada y percibía un constante sabor metálico ¿sal? ¿sangre? Pasó un minuto antes de que sintiera que algo le faltaba, como si estuviera desnudo, y fue cuando se dio cuenta de que no traía la mayor parte de su súrplice (y lo que aún quedaba de ella sobre su cuerpo, parecía estar hecha añicos), giró la cabeza tratando de enfocar con sus preciosos ojos ámbar el lugar en el que se encontraba, y con malestar confirmó que era una playa. El zumbido en sus oídos fue atenuándose, dando lugar al característico sonido producido por el vaivén de las olas. De todos los malditos lugares en la tierra tenía que despertar en una playa, odiaba la playa.

Casi como por reflejo hizo uso de toda la fuerza que pudo acumular para incorporarse y dar un leve vistazo a su magullado cuerpo lleno de heridas que mezclaban sangre seca y sangre fresca, notando también múltiples hematomas. Se sacudió levemente la arena que había quedado pegada a su rostro por culpa del sudor, la humedad o por la sangre, ya no lo sabía. No había dado ni cinco pasos cuando cayó de rodillas nuevamente, de verdad le dolía hasta la uniceja y su cuerpo se sentía terriblemente pesado. Cerró los ojos para concentrarse y arder su cosmo, pero con horror notó que, aunque podía percibirlo, este no podía incendiarse a voluntad (o eso creía), era como si estuviera limitado. El susto le dio un nuevo boost de energía con el que se incorporó de nuevo y logró caminar hasta acercarse a lo que parecía un pequeño claro en medio de varias palmeras, dejándose caer finalmente sobre la arena jadeando tanto por el calor, como por el cansancio producido por una caminata de 50 metros (la diferencia es que ahora estaba cobijado por la sombra de esas palmeras).

Cerrando los ojos de nuevo para ahora concentrarse en sus pensamientos, varias preguntas lo asaltaron ¿dónde demonios estaba? ¿Qué habría sucedido con su señor Hades?, ¿por qué, aparentemente, no podía usar su poder?, y por último ¿qué pasó después de la Explosión de Galaxias, qué pasó con Kanon? Trató de elevar su cosmo, nuevamente sin éxito, para ver si era capaz de localizar el de su último contrincante. Sus pensamientos se vieron interrumpidos por el sonido de sus entrañas y la sensación de vacío en el estómago (hambre), recordándole que, pese a todo, su cuerpo seguía siendo humano y debía procurarlo. Abrió los ojos de nuevo lentamente y con decisión se incorporó por tercera vez, no importaba en este momento en dónde se encontraba, si quería sobrevivir, tendría que buscar los medios para lograrlo.

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A un par de kilómetros de la costa, en el mar, flotando sobre una de las alas de la súrplice de Wyvern, un muy malherido Kanon miraba con terror como una parte del ala de la armadura de su enemigo estaba incrustada en su costado izquierdo, lo que produjo una herida profunda de la cual emanaba sangre (y cuyo dolor era acrecentado por la sal del agua marina sobre su carne expuesta). Pero realmente, no era la potencialmente mortal herida lo que lo tenía horrorizado, era el haber reflexionado que, de no ser por esa parte de la súrplice de Rhadamantys que había quedado "encajada" en su cuerpo, probablemente habría muerto ahogado, puesto que era esta la que lo mantenía a flote y sobre la superficie. Armándose de valor y sacando fuerza sabrán los dioses de dónde, Kanon comenzó a nadar hacia la orilla aún con el ala encajada en su cuerpo, con la idea de que sería más inteligente tratar de zafarse en la costa y no en medio del mar, ya que en caso de quedar inconsciente (por el dolor o por la hemorragia), al menos no moriría ahogado.

Después de varios minutos logró llegar a tierra firme desplomándose boca arriba y jadeando agotado, sabía que su cuerpo debía estar magullado, pero sus músculos estaban entumidos. Se permitió permanecer en esa posición por un buen rato, al menos en lo que se recuperaba un poco. Cuando por fin logró estabilizar su frecuencia respiratoria giró la cabeza y fijó la mirada en su costado izquierdo y en el ala de Wyvern.

-Mierda.- musitó. Analizó la zona herida con detenimiento, se quitó una de las vendas que cubrían sus bíceps, colocó las manos sobre la parte del ala que se incrustaba en su carne, cerró los ojos, inhaló profundo y con fuerza la jaló para retirarla, a pesar de haber querido evitarlo, lanzó un fuerte alarido.

Una vez fuera, abrió los ojos para mirar la herida y comenzó a jadear profundamente, con un hábil y rápido movimiento enredó la venda en su cintura presionando con firmeza, la sangre sí que había brotado, pero con la compresión de la venda logró controlar su propia hemorragia.

-Todo está bien, todo está bien, creo que fue más tu drama Kanon,.- se dijo a sí mismo tratando de tranquilizarse al tiempo que se sintió desvanecer, pero el instinto de supervivencia le impidió caer inconsciente.

Luego de la conmoción por la herida, dirigió su mirada a todo lo que estaba a su alrededor. Conocía perfectamente todos y cada uno de los mares en el mundo, especialmente aquellos ubicados en el océano Atlántico, puesto que había pasado 8 años de su vida recorriéndolos, analizándolos y memorizándolos para el momento en el que Poseidón despertara de su letargo.

-Esto, esto.. no, no puede ser… no puede ser este lugar- dijo horrorizado (así es, Kanon sintió el verdadero terror).

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Ya era su séptimo coco y por fin la sed se estaba calmando, abría con la fuerza de sus manos la dichosa fruta para extraer la pulpa y comer algo cuando escuchó un ruido, que más bien se le antojó como un grito que lo hizo incorporarse rápidamente adoptando una postura que indicaba alerta.

-¿Qué diablos fue eso?...Kanon…

A toda velocidad (al menos la que era posible, ya que seguía agotado), se dirigió al lugar de donde le pareció que provenía el grito. Luego de unos segundos logró enfocar un brillo, que, conforme iba acercándose, pudo identificar como una de las alas de su súrplice brillando por el reflejo de los rayos del sol. Cuál fue su sorpresa cuando al acercarse, notó que dicha ala no hacía otra cosa más que proporcionar algo de refugio contra el sol a su enemigo, quien se encontraba sobre el suelo, con la espalda recargada en el ala.

-Kanon…- gruñó entre dientes. Con decisión se acercó hasta quedar a penas a unos pasos de él, mirándolo fijamente, pero permaneciendo parado. Pese haber sentido su presencia acercarse, Kanon no volteó en ese momento.

-Kanon, BASTARDO, de Géminis.- gruñó Rhadamanthys haciendo evidente énfasis en la palabra "bastardo".

-Vaya, pensé que los espectros de alto rango tendrían mejores modales, Rhadaman..

-El tres veces insurrecto embaucador de dioses, estás aquí también.- interrumpió, haciendo caso omiso a las palabras de su interlocutor, sin despegar su mirada furiosa de él.

Kanon resopló divertido, arrepintiéndose inmediatamente puesto que aquella acción le causó una dolorosa punzada en la herida, pero logró disimular el gesto de dolor (de por sí, su condición ya era lastimera, no iba a mostrar debilidad frente a ese "pedazo de basura").

-A mi también me da gusto verte Rhadamanthys, pero dejemos los títulos nobiliarios y los elogios para después, dime ¿tienes agua?.- por fin volteó a verlo directamente a los ojos ámbar, solo para notar la furia en su dueño.

-Explícame qué mierda pasa.- exigió ignorando nuevamente al peliazul.

-Verás.- inició con toda la tranquilidad del mundo. -lo que pasa es que, evidentemente, no morimos… sabía que no eras muy brillante Rhadamanthys, pero preguntar lo obvio es otro nivel de estupi.- antes de lograr terminar la frase, el rubio lo tenía apresado por la camisa, logrando levantarlo unos centímetros por encima del suelo .

-Déjate de pendejadas y dime a dónde carajo me trajiste, imbécil.- escupió con rabia a medida que su furia se incrementaba, evidenciándose en su fiera mirada. Kanon lo observó por unos instantes sin inmutarse frente a la hostilidad del otro, giró la vista hacia el mar y pese a seguir sujeto fuertemente, respondió pacíficamente.

-Estamos en una región de la cuál, dudo mucho que podamos salir tan fácilmente...- le dijo suspirando, -este lugar se conoce como el Triángulo de las Bermudas, se ubica en el Atlántico Norte.

Rhadamanthys lo veía atónito, había leído sobre aquel lugar y los mitos y leyendas que giraban en torno a él, pero a juzgar por lo que el geminiano decía y cómo lo decía, comenzó a dudar de si en verdad eran "mitos y leyendas".

-¿Qué estás tratando de decir?.- respondió afianzando el agarre.

-Que estamos atrapados en otra dimensión y que no es fácil salir de aquí, puedo abrir el portal con mis técnicas para que algo o alguien pueda ser dirigido a este lugar, pero estando aquí, no puedo abrirlo pa-ra sa-lir.- a medida que hablaba, sentía como el aire abandonaba sus pulmones y la fuerza para jalar más era mayor, no pudo evitar hacer una mueca de dolor e instintivamente volteó a su herida, la cual estaba sangrando de nuevo. Aquello no pasó desapercibido para el espectro, quien siguió los ojos aguamarina del otro notando aquella lesión, para posteriormente dejarlo caer sobre la arena sin el más mínimo cuidado.

-¿Y por qué seguimos vivos?.- preguntó el rubio.

-Designio de los dioses, no fue mi decisión, creeme que tenía toda la intención de terminar con tu asquerosa vida.. y con la mía.- dijo lo último con un dejo de melancolía, el cual Rhadamanthys notó, pero no dio importancia.

-Entonces te concederé el deseo de morir Géminis, terminemos en este momento lo que comenzamos en el inframundo.- acto seguido adoptó una postura de guardia, logrando incendiar, aunque de manera limitada nuevamente, su cosmo.

-No me hagas reir Rhadamanthys.- dijo aquello haciendo un gran esfuerzo por incorporarse y disimular los gestos de dolor, ya no sabía cuál de las dos cosas le estaba costando más y tampoco sabía si realmente estaba logrando disimular. Imitó al otro colocándose en guardia e incendiando su cosmo, sin embargo aquello no pudo durar más de 5 segundos, cuando cayó de rodillas sobre la arena jadeando y llevando instintivamente su mano a la herida entre gestos de dolor, mientras algunas gotas de sudor perlaban la piel de su frente, signo de que aquello le había costado más de lo que imaginó. Rhadamanthys comenzó a reír fuertemente.

-Ni siquiera eres capaz de mantenerte en pie.- dijo aquello con tono burlesco, fijando la mirada en la herida. -tu cuerpo está destrozado, en ese estado no podrías servirme ni siquiera como saco de box.- se giró para darle la espalda y alejarse lentamente. -no solo eres estúpido por haberte despojado de la imponente armadura que te protegía, ahora eres patético y no puedes contra mi.

Aquellas palabras calaron profundamente en el orgullo del gemelo, una de las cosas que más había odiado toda su vida, era precisamente que los demás se sintieran con el derecho de decir que no era capaz o que no podía hacer "algo", independientemente del motivo. Kanon se incorporó rápidamente abalanzándose contra Rhadamanthys, empujándolo con fuerza y haciéndolo caer de forma violenta sobre la arena boca arriba, el gemelo dejó caer su propio cuerpo encima del otro, ejerciendo presión contra este y tomando con fuerza y agilidad los brazos del rubio colocándolos a ambos lados de su cabeza, inmovilizándolo por completo.

-Escúchame bien, espectro hijo de perra, incluso en este estado puedo partirte la cara y enviarte directo al infierno si así lo deseo.- le dijo en tono amenazador, mirándolo fijamente a los ojos, era la primera vez que ambos reparaban en el color de ojos del otro.

Un Rhadamanthys inmóvil y un Kanon colérico permanecieron unos segundos más observándose fijamente mientras el peliazul apretaba cada vez con más fuerza los brazos del otro para seguir demostrando la, momentáneamente evidente, dominancia. Presionó una vez más los brazos de Rhadamanthys contra la arena y despegó al fin su mirada del rubio, solo para girar la cabeza a un costado y escupir un poco de sangre antes de incorporarse ágilmente y darle la espalda para alejarse de ahí caminando como si nada, como si el dolor hubiera desaparecido, dejando atrás al espectro estupefacto que no logró reaccionar frente a la increíble fuerza física de aquel hombre que lo había sometido con tanta facilidad y maestría.

Continuará…