"Vuelve a mí como solías hacerlo

Ahora puedo ver de qué se trata la vida

Te dije que estoy bien esta noche, manteniéndome bien

La primavera siempre ha estado aquí, dormiré en sus ojos.

Ooh-hoo-hoo-hoo-ooh

Te veo volver a mí.

Ooh-hoo-hoo-hoo-ooh

"Te veo volver a mí" (1)

• ── ◦ ◦ ── •

—Nos han llegado noticias, mi señor…

El aire cargaba un olor a putrefacción húmeda. El frío, similar a estar encerrado en una morgue que albergaba ese cuarto, contrastaba con el sol abrasador que alumbraba el patio exterior. Varios pavos reales iban de aquí para allá, mientras agitaban sus sublimes colas con entusiasmo.

Aun así, desde hace ya meses que todo el exterior parecía haber perdido color. Los pavos reales eran los únicos que eran capaces de otorgarle a esa villa algo de novedad.

Voldemort apreciaba el terreno por la ventana con actitud imperturbable, maravillado de saber que todas esas millas de verde grisáceo que se extendían frente a sus ojos se encontraban bajo su absoluto poder.

Todo era suyo, incluido las personas que tocaban ese suelo.

—Te escucho con atención, Severus.

Con actitud nerviosa entró un tercer hombre a la habitación, quien se detuvo al lado de Severus Snape sin atreverse a levantar la mirada.

Mi señor, le aseguro que yo… no… ¡No tenía ni idea!

Lucius Malfoy temblaba con un sudor frío que le caía de la sien hasta mojar el cuello de la camisa maltrecha y sin cuidar. El pelo rubio y lleno de canas le caía sin brillo hasta los hombros, y traía una barba de semanas que le agregaban más años a su aspecto lúgubre.

—Oh… ¿así que este asunto está involucrado con el purísimo linaje de los Malfoy, Severus? —cuestionó Voldemort con sorna, que decidió dejar de ver el paisaje para posar los ojos en el hombre que se frotaba las manos ansioso. Le resultaba hilarante el ver a un hombre tan alto como lo era Lucius, encogido hasta el punto de desear desaparecer—. Vamos, apúrense; estoy deseoso de saber qué fue lo que ocurrió.

Severus ladeó la cabeza hacia Lucius y, sin flaquear en el semblante, le preguntó:

—¿Lo haces tú o lo hago yo?

Lucius tragó en seco y se mordió el labio, a lo que Severus contestó con un suspiro cansado.

—Está bien… se trata de la sobrina de Bellatrix y Narcisa: ha contraído matrimonio.

Voldemort alzó las cejas irónico, se levantó de la silla y se acercó a Lucius antes de darle un abrazo gélido, en un gesto de falsa felicitación. El ambiente pareció congelarse y el contacto se prolongó hasta que Bellatrix entró al cuarto apresuradamente.

La cabellera enloquecida de la mujer contrastaba con la actitud de perro desfallecido que colocó después. Sin demorar, se arrodilló ante Voldemort y comenzó a suplicar por perdón.

—Ha contraído matrimonio con alguien muy… peculiar—completó Severus—. El hombre lobo: Remus Lupin.

Voldemort rompió el contacto y comenzó a reírse a carcajadas. Las estridentes risas resonaron en la habitación. Voldemort no tardó en acuclillarse al lado de la postura casi fetal de Bellatrix, para tomar a la mujer con dureza del cabello, y descubrir la expresión sucia cubierta de lágrimas que mostraba.

—¡Se lo juro, mi señor! ¡La asesinaré en cuanto tenga en las manos a esa traidora a la sangre! ¡A esa puta! ¡La mataré, mi señor! ¡A ella y a todos los asquerosos críos de mierda que tenga! —aseguró Bellatrix en gemidos agonizantes—, pero por favor, mi amo, perdóneme.

Voldemort soltó la caballera de Bellatrix con brutalidad y se enderezó para agarrar a Lucius del mentón, obligando a que el hombre lo mirara a los ojos escarlata.

Lucius juraba que era capaz de ver su propia muerte reflejada en esas pupilas inyectadas en sangre.

Mi señor… por favor, perdóneme. Perdóneme.

—Primero tu mocoso, luego tu mujer; ahora tu sobrina. ¿Quién sigue, Malfoy? Todos los de tu linaje traicionan nuestros puros ideales.

Voldemort soltó el mentón de Lucius y lo agarró con cierta suavidad del cuello. Las uñas le acariciaban la piel, amenazando en cualquier momento clavarse con brutalidad.

—Lo siento, mi señor —gimió Lucius, que entrecerró la mirada con la respiración entrecortada—. Por favor, lo siento, mi señor… por favor, perdóneme…

Voldemort vio al resto de presentes y eso fue suficiente para que Bellatrix y Snape salieran del cuarto sin demorar.

—Dime, Lucius, ¿cuántos cachorros crees que tendrán? —le preguntó Voldemort, mientras apretaba la mano cada vez más—. Quizás te pidan que seas el padrino de los perritos.

Antes de que Lucius se desmayara por la presión, lo soltó y regresó a observar el paisaje veraniego. Lucius quedó de gatas en el suelo mientras buscaba aire a través de largas bocanadas.

Voldemort tomó la varita que reposaba en el escritorio y la examinó con paciencia.

—Puedo ser muy benevolente con los que aún me sirven, Malfoy y lo sabes bien…— dijo Voldemort apuntando a Lucius, quien se quedó paralizado en el suelo. Sin demorar, comenzó a gritar, al sentir la marca tenebrosa del brazo arder—. Lamentablemente, tú aún me sirves.

Dejó de ejercer presión sobre el antebrazo de Lucius y el hombre cerró los ojos.

Mi señor…

—¡Calla! Tú sabes bien lo que sigue, Malfoy.

Lucius se levantó, como un venado recién nacido, y asintió sumisamente. Voldemort se volvió a sentar, mientras apreciaba cómo todo brillo escapaba de los ojos de Lucius Malfoy.

—Sí, mi señor…

Todo ahí dentro le pertenecía.

• ── ◦ ◦ ── •

Draco se reflejó en la copa de champaña que sostenía con la mano derecha. Se encontraba exhausto, quizás porque pronto serían las dos de la madrugada y él estaba acostumbrado a irse temprano a la cama.

—Draco… ¡vamos! ¡Ve a bailar!

Nymphadora Tonks apareció por detrás. Estaba preciosa. Era la primera vez que Draco podía declarar a viva voz que lucía verdaderamente hermosa; en ese vestido corte sirena escalonado, de un blanco perlado que contrastaba de maravilla con el corte pixie color violeta que se había hecho.

Pero además de parecer la magistral protagonista de ensueño de cualquier novela para adolescentes, Tonks estaba absolutamente borracha. Tan pronto comenzó el bailoteo desenfrenado, perdió los tacones y en su lugar se paseaba descalza por todo el salón de baile, tratando que todos sus invitados que se encontraban sentados se unieran al desorden grupal.

—Deja de molestar, Tonks.

Buu… que aburrido~ —bufó la mujer arrastrando las palabras. Sin más, abrazó a Draco por la espalda y hundió los dedos en el pelo largo de Draco—. ¡Te estás perdiendo lo mejor de mi boda! ¡Mira! ¿Por qué no sacas a bailar a la adorable sobrina de Amelia? ¡Lleva haciéndote ojitos desde hace horas!

Desvió la mirada hacia la dirección de Susan Bones, una chica regordeta de Hufflepuff, que según recordaba vagamente estudiaba en el mismo año que él y era muy probable que esa era la segunda vez en toda su vida que se cruzaban. Draco soltó un bufido, se apartó del agarre de Tonks y de un movimiento se puso de pie para apoyarse contra la pared y así evitar otro abrazo inesperado.

—No me interesa.

—¡Aburridooo~ ¡entonces ven! ¡Baila conmigo!

Tonks tiró del brazo de Draco, quien se mantuvo firme sin querer forcejear con su tía.

Cariño, venga… deja a Draco tranquilo.

Remus Lupin apareció de la nada y posó una mano en la estrecha cintura de la que era, desde hace siete horas, su esposa. Iba trajeado de pies a cabeza, se había cortado el pelo y poco a poco, el encantamiento que ocultaba sus cicatrices en el rostro, comenzaba a disiparse.

Una vez la pareja de recién casados regresó al baile, Draco se terminó el contenido de la copa y cerró los ojos, disfrutando de la música de fondo. Era evidente que en la boda de Tonks, la música iba a ser, según el gusto de Draco, demasiado muggle. Hace ya rato que había comenzado "la hora de AC/DC".

Draco suspiró, de haber estado Harry, de seguro estaría bailando ese rock clásico de los setenta junto a él.

En medio de un suspiro, apareció Hermione, que apegó una silla al lado de Draco y le sonrió.

—¿Aburrido por qué Harry no está?

—Deja de molestar con eso, Grenger.

—Ya pronto lo volverás a ver, Draco, pero al menos haz el esfuerzo de divertirte un poco.

Draco gruñó y tomó una copa de alcohol de la mesa cuyo propietario inicial desconocía. Se la bebió de un trago para definir que, en efecto, era más champán.

—Me la estoy pasando de maravilla.

Hermione colocó los ojos en blanco y se terminó su jugo de calabaza tranquila. Por alguna razón, esa noche todas las chicas se veían preciosas. Hermione, en un vestido verde y con el cabello alborotado, le recordaba a una ilustración mitológica que había visto en clases; como una ninfa o un hada.

La chica se puso de pie y lo tomó de la muñeca; esta vez no se resistió, aunque se llevó a la pista otra copa. Hermione comenzó a danzar en torno a Draco, a lo que el chico rodó los ojos y escapó de la pista para irse al patio a fumar.

Se terminó la copa, antes de perder la cuenta de cigarrillos que encendió. Cerró los ojos y aspiró el humo. La noche estaba fría y el cielo lleno de estrellas.

Solo quedaban dos semanas.

Catorce días y volvería a tener a Harry cerca de sus labios.

• ── ◦ ◦ ── •

Ya era la quinta vez que Harry veía Titanic y no era porque fuera fanático de esa película, sino porque era lo único que daban en la televisión esos últimos días.

Veía la película con la atención pendiente de lo que ocurría alrededor; de sus tíos que rondaban en la casa, comportándose como si fueran extraños, mientras guardaban pertenencias dispuestas a marcharse tan pronto como fuera posible.

Harry apaciguaba la ansiedad que le oprimía el corazón, mientras devoraba aburrido la caseta de helado de vainilla que su tía Petunia le dijo que no iba a llevarse.

No recordaba la última vez en que Harry se sintió así de aburrido. No tenía deberes ni tampoco podía salir de la casa por su propia seguridad, así que ahora se hallaba recluido en esas cuatro paredes, muerto de calor, hasta finales de julio.

El treinta y uno, cuando Harry cumpliera diecisiete, iba a disiparse por completo el encantamiento de protección que su madre le puso encima antes de morir y, por lo tanto, quedaría por completo vulnerable ante cualquier ataque de Voldemort. Harry, tenía los sentimientos encontrados, porque no era capaz de negarse a la emoción de cumplir años, pero al mismo tiempo, no le gustaba la idea de que al volverse mayor de edad, todos los mortifagos se le vendrían encima.

Por el momento, no tenía que preocuparse: aún tenía dieciséis y debía contentarse con ver Titanic el día entero.

Hermione le mandó recortes de "El profeta", todos relacionados con la muerte de Dumbledore, pero ninguno acerca del resurgimiento de Voldemort; lo más probable porque el ministerio de magia había obligado al periódico a apaciguar cuanto pudiese las aguas del desconcierto social.

Por otro lado, lo único que recibió de Draco fue una breve carta, que a duras penas pudo entender debido a la desastrosa letra que el chico tenía y que, en resumidas cuentas, le pedía que no se matara a sí mismo, ya que aún era "convenientemente útil".

Harry, antes de tener ese torso desabrido de papel, se imaginó que en cuanto recibiera una carta de Draco iba a saltar de emoción y correría a redactar una respuesta; sin embargo, ante esa nota hecha con tan pocas ganas, su contestación fue tirarla a la basura.

Lo único que agradeció de la carta fue la cajetilla de cigarros que vino como regalo.

De Ron recibió lo mismo que otras veces: comida. Los dulces de la señora Weasley siempre le alegraban el día, aunque no estaba tan seguro de la salubridad que tuviera el transportar alimentos perecibles a través de correo mágico.

Harry siempre había odiado la desconexión que sucedía cada año durante el verano, en especial cuando sabía que en esas fechas siempre sucedía una molesta metamorfosis en el mundo mágico; no obstante, ese año parecía haberse acentuado aún más.

Le llegaron sentimientos similares a los que tuvo en el verano de segundo año, cuando creyó que sus amigos se habían olvidado por completo de su existencia, haciéndolo dudar de si lo que vivió el año anterior fue real o no.

Era desolación en su estado más puro. Antes, al menos, disfrutaba de las discusiones que tenía con sus tíos a diario, pero ahora despertaba en silencio y se iba a acostar en silencio; con la cabeza llena de miedos y angustias constantes.

Se echó más contra el sillón, tomó el control y apagó la tele. Observó la calle, donde niños jugaban tranquilos, sin saber que un mago tenebroso amenazaba con la integridad del mundo entero y que él, ese muchacho con rostro angustiado, era el único que podía hacer algo para detenerlo.

Antes era todo tan fácil.

Harry temía que algo del plan saliera mal y que no pudiera seguir la voluntad de Dumbledore. Sacó el relicario del bolsillo de su pantalón y lo abrió para releer la nota una y otra vez. R.A.B. Terminó por volverse una costumbre llevarlo encima, como si solo con eso algún día recibiera una especie de revelación divina y adivinara quién era el sujeto al que se referían esas iniciales.

Dejó de prestarle atención al relicario una vez observó a Dudley que lo miraba apoyado contra el umbral del salón. Eran unos ojos entre tristones y miedosos, que Harry no comprendía del todo.

—Tengo que empacar la tele.

Harry asintió y se levantó de la sala para largarse a su cuarto. Al pasar al lado de su primo, pudo sentir como se apartaba lo que más podía de él, como si Harry tuviera alguna enfermedad contagiosa.

Dentro saludó a Hedwig, que traía una nueva carta en el pico. Harry encendió un cigarrillo, tomó la carta y revisó los recortes que Hermione esa semana seleccionó para él.

"Mentiras y verdades de Albus Dumbledore; la revelación más grande del último siglo.

El aclamado nuevo título escrito por la prolífica periodista, Rita Skeeter, ya está en preventa en todas las librerías mágicas. En esta bestia biográfica de novecientas páginas se desmenuza, por completo, la vida del mago más aclamado del último tiempo.

"Es un libro imprescindible para todos quienes consideren a Albus Dumbledore como un hombre increíble. Un héroe que hizo que Gridelwald acabara entre rejas. El mejor profesor del mundo. ¡Patrañas! Eso es lo que este hombre nos ha querido vender, pero en mi título, van a descubrir que, de hecho, todo ha sido un cuento muy bien contado" declaró la escritora."

Harry arrugó la nariz y se sentó en la cama de brazos cruzados. No creía ser capaz de odiar aún más a Rita Skeeter, hasta que se encontró con la noticia de que la mujer decidió escribir un libro en donde mancillaba todo el legado de Dumbledore.

El problema era que eso no le quitaba peso al hecho de que Harry también sentía la consciencia abatida. De que, en realidad, si se ponía a pensarlo, nunca conoció a Dumbledore. El verdadero Albus Dumbledore. Que aparte de las anécdotas que le relató, de la historia que todos conocían, Dumbledore, en efecto, le hizo creer la historia que Harry necesitaba conocer.

Mientras que Dumbledore sí llegó a saber todo de Harry.

Frustrado, dejó el recorte al lado, tiró las cenizas sobre un plato que llevaba utilizando como cenicero improvisado y tomó el resto de los papeles dentro del sobre. Eran fotografías de la boda de Remus y Tonks. Harry dejó de sentirse miserable rápidamente, para que luego su corazón se agitara.

Trazó con el pulgar el rostro lleno de felicidad de Remus. Una alegría que no recordaba haberle visto al hombre, o al menos, no desde la última vez que estuvo al lado de Sirius; pero ni en ese entonces Harry llegaba a evocar una mueca tan inmensa. Era probable que el motivo fuera el contexto de ambos hombres encerrados en Grimmauld Place n.º 12, lo cual resultaba normal que no tuvieran la misma felicidad que en una boda.

Harry corrió y abrió su baúl lleno de pertenencias, para buscar el anuario que Sirius le regaló. Pasó las fotos para comparar la imagen del Remus de la boda, con la fotografía de su último año, sin embargo, desde ya esa época, que algo en el brillo de los ojos de Remus se había desvanecido.

En cuanto devolvió el anuario al baúl, varios papeles se cayeron. Eran las entradas del diario de su padre, pero ya las había leído todas varias veces hasta el punto de sabérselas de memoria.

Tomó el plato lleno de cenizas y colillas, y se lo llevó consigo a la cama para seguir viendo las imágenes. La siguiente era con movimiento: Tonks se veía electrizante en ese vestido de novia, y que, a pesar de Remus la sostenía con delicadeza de la cintura, se notaba a leguas que quien guiaba el vals era ella.

Harry hubiese deseado ir. La noche que le avisaron que iba a celebrarse la ceremonia, Harry no fue capaz de pegar ojo, mientras trataba de agudizar sus oídos para escuchar a alguna fiesta a kilómetros de distancia.

Su único consuelo era que, si las cosas salían según el plan, iba a estar presente en la boda de Bill y Fleur.

Había muchas fotos del evento, incluida una del coctel. La última, no obstante, era de Draco, que estaba con el cejo fruncido, un cigarro entre los labios y los brazos cruzados a las afueras del recinto. El pelo lo traía atado a las apuradas en una coleta, la cual ondeaba al viento, mientras de fondo destellaban las estrellas. Era una foto desapercibida, porque Draco al darse cuenta, se dio media vuelta y sacó el dedo de en medio a la cámara, antes de marcharse.

Al reverso de la última foto se encontraba una nota:

"¡La boda fue la bomba! Ya en la madriguera. Todo en orden, aunque Draco andaba con humor de perros porque no estabas. Tengo muchas cosas que contarte, pero lo haremos cuando estemos todos juntos. ¡Nos vemos!

XOXO. MIONE"

Harry seleccionó las fotos que más le gustaron— la del baile, la de Remus y Tonks, una de Ginny que bailaba junto a Hermione, Ron cargado de pasteles y la de Draco— para dejarlas encima de la mesa de noche y guardar el resto.

Las vio todo el rato, hasta que se hizo de noche. En determinado minuto, colocó el reproductor de CD que le robó a su primo y de la humilde colección de discos que tenía reprodujo el de AC/DC, que era la única banda de rock que tenía aparte de Nirvana.

Cerró los ojos. Se imaginaba en la boda, con sus amigos, bailando hasta que no pudiera más. Hasta que desfalleciera del agotamiento sobre los brazos de Draco y solo, por ese instante, los protagonistas del evento fueran ellos.

Encendió otro cigarro y abrió los ojos. Solo unos cuantos días más.

• ── ◦ ◦ ── •

—¡¿Por qué no puedo ir?! ¡Sé volar en escoba! ¡Soy uno de los mejores jugadores de Quidditch!

El silencio reinó en la sala. Narcisa se mordió el labio y peinó su cabello con los dedos, mientras intentaba tranquilizar a Draco en vano. El chico se zafó furioso sin ser capaz de comprender el asunto.

—¡¿Esta podría ser una de las operaciones más importantes y me estás diciendo que no puedo participar?!

—Draco, no necesitamos más gente. Con seis es más que suficiente. Es peligroso que vayas, considerando que si llegan a atraparte…—la mujer guardó silencio y pasó los ojos a Narcisa, que lucía igual de cansada que ella—, por el momento resultas más útil en La Madriguera, en especial por tus habilidades curativas.

—¡¿Y aparte tengo que irme a vivir con los Weasley?! ¡Mamá, no puede ser cierto!

Narcisa resopló y se cruzó de brazos.

—Deja de hacer escándalo, Draco. Es una decisión tomada para nuestro bien —determinó la mujer—. Por eso te lo estoy diciendo con anticipación, ya que no quiero que comiences a hacer estos dramas en casa ajena.

—¡No lo haré, pero por favor! ¡Quiero participar! ¡Ya soy mayor de edad! ¡Es injusto! ¡Grenger ni siquiera ha cumplido los diecisiete!

Notó en la mirada de los adultos un cansancio visible. Sabía que Andrómeda pronto colocaría esa voz comprensiva y trataría de hacerlo entrar en razón. "Razón", como si lo que estuviera diciendo fuera una locura; sin embargo, quien dio un paso al frente, para sorpresa suya, fue su tío, Ted.

—¿Eres miembro de la Orden?

—¡Esto tiene que ver con un tema de lealtades!

—¡No, Draco! Esto es un asunto de la Orden; ten por seguro que hay un montón de otras personas que quisieran participar, pero no son miembros de la Orden de Dumbledore y, por lo tanto, no son parte de la misión.

—¡Es cierto! —alzó la voz Tonks—. No pongo en duda tus capacidades, ni mucho menos tu lealtad, pero solo participamos algunos. Nos sirves, por el momento, vivo; Draco. Eso nos dijo Dumbledore.

—¿¡Ese viejo estuvo involucrado!?

—Antes de que falleciera tuvimos una reunión con él —agregó Lupin—. Iremos a buscar a Harry, lo traeremos vivo, compartirán en La Madriguera un par de días y ahí veremos cómo proceder. La luna llena anterior a la boda de Bill y Fleur la pasarás conmigo, ¿entendido?

Draco quiso rebatir más, pero Narcisa lo tomó de la manga de la camisa y utilizó esa mirada severa. Draco se mordió el labio, chasqueó la lengua y salió al patio trasero de la casa con la cajetilla de cigarros en la mano y un portazo que retumbó por las paredes de la casa.

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Notas:

1.) Come Back to me: RM.

Hola!

Acuso aviso que muchos eventos canónicos de "las reliquias de la muerte" no van a ser mencionados, porque esto es un fanfic, no un recuento del libro.

¡Estoy emocionada de comenzar esta tercera parte! Solo diré que aprovechen los momentos fluff porque pronto comenzaremos la aventura de los horrocruxes y no habrá mucho tiempo para abrazos y caricias.

¿Quieren un nuevo preguntas y respuestas? Cualquier pregunta que quieran hacerme la contestaré en el proximo capítulo.

También tengo contemplado que esta parte sea más corta que las dos anteriores. Espero que les guste!

The Machine