Mientras el grupo de criminales planeaba como actuar aquella noche, lejos de allí, en la zona alta del pueblo, donde los más ricos e influyentes descansaban, en una mansión de paredes blancas dos personas se preparaban para el evento de aquella noche mientras el sol aún podía verse levemente en un tono rojizo tras una colina, marcando el final del día.
En un dormitorio del segundo piso, una joven de piel blanca; cabello largo liso de un tono castaño brillante; labios rojos como la sangre y ojos azul oscuro se preparaba para el evento de la noche, vestía una camisa blanca de mangas cortas abombadas y una falda larga morada hasta los tobillos, la parte inferior estaba decorada con bordados de flores y sus pequeños pies se encontraban envueltos de unas zapatillas negras.
-Dalila rápido, el carruaje llegará en cualquier momento.- dijo una voz de varón en el piso de abajo.
-Enseguida voy padre.- dijo ella antes de recoger unos pendientes en forma de flor de un joyero de oro y marfil que reposaba en la zona derecha del tocador de madera blanca.
Bajo rápidamente las escaleras recubiertas por una alfombra roja hasta el recibidor, donde su padre la esperaba, vestido de esmoquin negro con una pajarita roja y una chistera negra, con guantes blancos que escondían sus manos.
-Siento el retraso padre.-
-Oh, Dalila, estás preciosa, pero… ¿No podías haber elegido un atuendo más elegante?-
La joven rondó los ojos.
-Papá tengo diecinueve años, creo que tengo edad suficiente para elegir como vestir.-
-Y también para encontrar marido.- bromeó su padre.
-Ja... muy gracioso... papá ya lo hemos hablado, no conviertas los eventos del pueblo en una cita para mí.-
-Hija, solo quiero que no estés sola, yo no voy a estar siempre a tu lado cuidándote.-
-Lo sé, pero aún no estoy preparada, además deberías preocuparte por otras cosas...¿saben algo los policías ya sobre las desapariciones de los niños?-
-Eso es cosa mía, no te preocupes ahora.- dijo abrazando a su hija.- Vamos, el carruaje está esperando.- dijo el alcalde al ver el vehículo a través de uno de los ventanales.
Ambos salieron de la casa por las puertas principales y bajaron las escaleras de piedra hasta un pequeño carruaje de madera negra con decoraciones doradas de motivos vegetales, adornado por una esfera de oro en la parte central exterior del techo; el centro y los radios de las ruedas también eran dorados, un hombre delgado, alto, anciano y con bigote que vestía un frac negro tiraba de las riendas de dos caballos castellanos completamente blancos, de pezuñas anchas recubiertas de suave pelaje. Uno de los sirvientes que tenían les esperaba fuera y les abrió la puerta del vehículo, dejando entrar primero al alcalde y posteriormente a su hija, ambos se sentaron en los asientos de terciopelo rojos mientras la puerta se cerraba con un ruido sordo y los caballos relincharon antes de empezar a caminar hacia la salida del jardín principal de la casa, las verjas metálica, altas y estrechas, abrieron su puerta antes de cerrarse cuando el carruaje pasó de largo los límites de la propiedad, custodiada por guardias en las distintas zonas del recinto. El suave traqueteo de las ruedas sobre el pavimento se escuchó brevemente antes de que el hombre hablara de nuevo.
-Solo tendrás que subir al escenario cuando lleguemos a la plaza y dé mi discurso...¿por qué no te diviertes un poco en la fiesta después? Habla con los jóvenes y socializa un poco, admiro tu rendimiento en los estudios, pero no puedes pasarte la vida leyendo en la biblioteca, eres joven, diviértete un poco. Y ten cuidado, con todo lo que ocurre con los niños últimamente...-
-Lo sé papá, no te preocupes, tendré cuidado.-
El carruaje se detuvo a la entrada de la plaza, donde se podía ver el espacio decorado para la festividad, pequeños farolillos de distintos colores decoraban las guirnaldas que rodeaban la plaza y la iluminaban de vivos colores, un gran escenario a la derecha estaba siendo revisado por un par de empleados y varios puestos de distintos productos se repartían por todo el lugar, desde artesanía hasta comida, varios niños jugaban de un lado a otro ansiosos y felices mientras los adultos los vigilaban o descansaban en uno de los bancos de piedra gris.
-Vete a dar un paseo mientras yo reviso que todo esté bien.- sugirió el hombre a su hija antes de ser llamado por alguien de su alrededor.
Dalia empezó a caminar por la plaza viendo jugar a los muchachos, reconoció a la distancia a un niño de ojos azules y un sombrero amarillo, Pinocho, el chico había sido acogido por el carpintero hacía ya unos meses y pronto se había ganado el cariño de todos en el pueblo, se portaba bien, era un estudiante aplicado, generoso, educado… lo que hacía que muchas madres lo pusieran de ejemplo ante sus hijos. Siguió rondando los ojos por la plaza y no vio nada extraño, todo el mundo parecía divertirse, el pueblo estaba ya casi al completo, listos para escuchar el discurso de su padre, que daría lugar al inicio de las fiestas. Empezó a recorrer la plaza una vez más de regreso al escenario para estar junto a su padre cuando algo llamó su atención, que esos dos estuvieran allí no era buena señal, pero nadie más parecía darse cuenta de su presencia, no quería estropear el festival así que se aseguró de que su padre no veía donde estaba y se dirigió al callejón donde había creído ver a unas figuras moverse en las sombras, miró a su alrededor para darse cuenta de que no había ningún policía cerca.
-¿Hola?- dijo al entrar en el callejón, que se unía tras unos edificios con otros dos caminos.- ¡Juan, te he visto! -
-¡Ah! Buenas noches, ¿Usted no es querida la hija del alcalde?- dijo el zorro de forma persuasiva para distraer a la joven.
-Sal aquí vamos, te daré la oportunidad de largarte sin avisar a los alguaciles para que...- soltó un leve quejido cuando notó un pinchazo en el brazo izquierdo.
Dalila se dio la vuelta para encontrar a un hombre de ojos verdes, pelo blanco y un abrigo rojo, en su mano derecha recubierta por un guante de cuero sostenía una jeringuilla que había sido vaciada y de la cual aún caían unas gotas de un líquido desconocido y transparente.
-¿qué...?- murmuró ella.
-Tranquila, no te dolerá mucho más tiempo.- dijo el cochero mientras guardaba el objeto de nuevo antes de que la joven perdiera el conocimiento rápidamente y la recogiera con uno de sus brazos.- Marchémonos antes de que nos vean, mi carruaje no está lejos de aquí, ella no debería despertarse en una hora aproximadamente. Démonos prisa.-
