Pasó el tiempo, la mañana siguiente al incidente fue un caos, los policías estaban confusos, pero agradecidos de por fin encontrar a quien se había estado llevando a los niños desde hacía décadas, más tarde se descubrió que incluso había actuado en otros pueblos. Juan y Gideon estuvieron a punto de ser llevados también al calabozo de no ser por Dalia, el alcalde fue trasladado de urgencia al hospital, aunque tardó en recuperarse no fue grave, estuvo un mes en el hospital, donde a diario recibía la visita de su hija.

Esa era de una de esas mañanas, custodiada por dos policías y en compañía de Juan, la joven estaba visitando a su padre quien, según las enfermeras, cada día se encontraba mejor y que en breve, si bien debería mantener reposo en casa, podría abandonar el hospital. Dalila abrió la puerta de la habitación de hospital, de paredes blancas y grandes ventanales cubiertos con cortinas claras.

-Papá...- dijo sonriente al ver a su padre leyendo en su cama.

-Hija...-

-¿qué tal estás?-

-Mejor.-

-Espero que no te importe... He traído a un viejo amigo.-

Dalila entró con un ramo de flores variadas de vivos colores que puso en un jarrón azul celeste sobre una mesa, seguida de Juan, quien se veía alterado y nervioso.

-Buenos días, señor...- saludó con algo de nerviosismo.

-Juan ya lo hemos hablado, tú y Gideon estáis libres de cargos, siempre y cuando claro no os metáis en más problemas, no me veas solo como alcalde.-

-Sí, señor.- dijo antes de tragar con dificultad.

-Iré a por agua para las flores.- dijo Dalila abandonando brevemente la habitación.

Juan se acercó a la camilla en la que reposaba el padre de su enamorada.

-Dime Juan, ¿cómo te va la vida ahora como un ciudadano decente?-

-Bien... bien, estoy pensando que hacer con el dinero que nos dio por salvar a su hija... pensé que esa recompensa lo había dado a quien la llevó a casa cuando escapó.-

-Bueno, no te preocupes por eso, mi sueldo de alcalde es más que suficiente como para haber hecho esto.-

-Se lo agradezco mucho, de verdad.-

-¿qué harás con tanto dinero ahora?-

-Bueno, como he abandonado la carrera criminal, había pensado en fundar algún negocio, que su hija me ayudase a leer y escribir me ha ayudado mucho y tengo algo de dinero ahorrado que conseguí haciendo favores a los pueblerinos.-

-Interesante...¿qué negocio?-

-Bueno... para pasar el tiempo su hija me ha estado enseñando repostería y parece que no se me da muy mal.-

-No es mal negocio, no hay muchas tiendas de pasteles en el pueblo, pero dudo que podáis hacer bollos como los que me trajisteis la semana pasada.-

-En realidad señor, esos bollos los hicimos su hija y yo en casa.- El alcalde abrió los ojos, incrédulo por la confesión.

-Impresionante, no sabía que a mi hija se la diera bien la cocina de postres y parece que a ti también.-

-Sí, la verdad ahora hacemos bastantes cosas juntos, ella sigue preocupada porque usted aún está en el hospital, y hacer cosas como esa conmigo le ayuda a distraerse.-

-¿Y qué más haces con mi hija para distraerla?- dijo con tono serio que hizo que el zorro inclinara sus orejas hacia atrás para después reírse.-¡Tranquilo muchacho, estoy bromeando!- dijo mientras se carcajeaba para después calmar su risa.- La quieres mucho...¿verdad?-

-Ni se imagina... cuando estoy con ella es como notar un aura cálida muy reconfortante, su olor, su tacto, su voz... todo hace que mi corazón lata con fuerza y es como si algo se derritiera en mi interior.-

-Conozco ese sentimiento.- sonrió.- Juan, tengo algo en la chaqueta que está allí colgada.- dijo señalando un perchero con una chaqueta de uniforme negra.- en la zona izquierda del pecho tiene un bolsillo interior, tiene una caja dentro, cógela.- El zorro obedeció, recogiendo una pequeña caja de terciopelo azul cerrada y se acercó de nuevo a la cama. El hombre le hizo un gesto para que la abriera y obedeció, encontrando en su interior un anillo de oro con un diamante rosado. -A los dos meses de conocer a mi esposa, un día, paseando por la playa, encontramos las ruinas de un viejo barco que debía de ser piratas o contrabandistas, entre las ruinas de madera vimos un cofre que resultó estar lleno de joyas y tesoros, obviamente llamamos a historiadores y arqueólogos para que lo llevaran al museo, pero, sin que nadie se diera cuenta, cogí un anillo con una piedra que me resultó curiosa, pensé que sería una amatista muy pulida, pero resultó ser un diamante rosa, un mineral muy extraño y valioso. Usé ese anillo para pedirle matrimonio a la madre de Dalila. Cuando su madre falleció me hizo prometer que si alguna vez Dalila encontraba el amor, llevara puesto ese anillo como lo hizo ella mientras estuvo casada conmigo.-

El zorro miró agradecido al hombre postrado en cama.

-¿me está dando su bendición?-

-Más te vale cuidarla bien.-

-¡Oh, gracias! Muchas gracias.- dijo guardando el anillo en su abrigo.- Le prometo que no se arrepentirá.-

-Sé que no lo haré...- Como era de esperar, cuando Juan propuso matrimonio a Dalila esta aceptó de inmediato, una vez su padre pudo salir del hospital este les ayudó a organizar la boda, la cual fue toda una sorpresa para los habitantes del pueblo, pues aunque sabían de las intenciones del alcalde de comprometer a su hija, no tenían constancia de ningún pretendiente, cuál fue la sorpresa de los vecinos a ver al zorro frente al altar para unirse en matrimonio con la hija del alcalde.

En ese momento empezaron a planificar como vivirían, encontraron una pequeña casa de piedra que estaba anexionada con un local abandonado y se instalaron allí, mientras reparaban y preparaban su hogar Dalila enseñó a leer y a escribir y a cambio Juan la enseñó a cocinar, no tardaron tiempo en llenar los estantes de postres y panes que se hicieron muy populares en el pueblo, ganándose ambos la confianza y el cariño del pueblo desde entonces. Dos años después, una noche el zorro había regresado tras un día de trabajo a su humilde hogar, le recibió el olor de un estofado que Dalila cocinaba en una pequeña cazuela.

-Buenas noches, querida.- dijo acercándose a su mujer dejando un pequeño paquete en la encimera de la cocina.-Me han sobrado algunas magdalenas de esta mañana.- dio un tierno beso en la mejilla de la joven.-con pepitas de chocolate y crema, como te gustan.-

-La cena estará lista en diez minutos, están muy tranquilos, espero que sigan así al menos veinte minutos más.-

-Están inquietos ¿eh?- -Lo peor es que son curiosos, se pasan el día explorando la casa, si Gideon no me ayudara a vigilarlos se habrían escapado y no me daría ni cuenta.-

-¿dónde están ahora?- Dalila señaló un sofá verde donde se encontraban tres pequeñas crías de zorro jugando entre ellas y trepando por la mueble de un lado a otro, inquietas y juguetonas. -¡Tranquilos, vamos!- dijo haciendo que los tres zorritos detuvieran sus juegos para mirarlo antes de saltar y abalanzarse sobre su padre.- ¡Vamos, vamos! Calmaos, por favor...- Juan se sentó en el sofá, poniendo a una de las crías, que se había subido a su sombrero a su lado apoyado en los cojines, otra de las crías se había aferrado a su cuello y tuvo dificultades para separarla de él, por último un pequeño zorro de pelo rojizo y ojos azules que vestía un mono gris se había aferrado a su pecho y parecía no querer soltarse de él.

Juan miró a sus tres hijos:La primera era Jhoana, una hembra de zorro de pelo rojizo y ojos verdes que llevaba un mono amarillo; después estaba Janice, una hembra de pelo más anaranjado, ojos azules y un parche de pelo blanco en su pecho en forma de corazón; por último estaba Daniel, el único macho de los tres, con pelo rojizo oscuro y ojos heterocromáticos, el ojo derecho era azul, el izquierdo verde. Jugó con ellos durante unos minutos hasta que estos empezaron a cansarse y bostezaron mostrando su cansancio...

-Los llevaré al dormitorio para que descansen.-

-Te ayudaré.- Dijo Dalila agarrando con cuidado a las dos hembras mientras Juan recogía en sus brazos a Daniel.

Entraron en una habitación con tres cunas y colocaron en cada una de ellas a uno de los bebés arropándolos con cuidado y cubriendo sus cuerpos con sábanas blancas, Dalila no tuvo problemas para acunar a las dos niñas, pero Juan tuvo algunos problemas cuando el pequeño se negaba a que su padre lo dejara en la cuna y agarraba su mano con fuerza amenazando con emitir un leve llanto si se marchaba.

-Déjame a mí.- dijo Dalila.- He descubierto algo que lo duerme de inmediato.- la chica humana se acercó a la cuna y rascó con suavidad la parte posterior de las orejas, la pequeña se acurrucó en un ovillo y se calmó de inmediato agarrando un trozo de su manta con sus diminutas manos.

-De tal palo tal astilla supongo.- dijo Juan al ver como el simple gesto de cariño que su esposa a menudo le daba también servía con sus hijos en común.

Ambos salieron de la habitación dejando la puerta abierta para escuchar a alguno de los bebés en caso de que los necesitaran.

-Tengo buenas noticias.- dijo Juan acercándose a la mesa de nuevo en el salón.- En el pueblo de al lado van a realizar el último evento de las festividades y nos han pedido varios paquetes de pasteles. Pagarían bastante bien y podríamos ahorrar algo de ese dinero.-

-Te ayudaré, mañana por la mañana nos planificaremos para realizar todo el trabajo.-

Ambos conversaron durante la cena sobre lo vivido en el día, felices de haberse encontrado y compartir una vida juntos.