Capítulo 1


Cuando llegó el domingo Nerea lo tenía todo listo para ir al campamento, que duraría hasta agosto. Estaba en el aeropuerto, esperando el avión que la llevaría hasta Nueva York. Con ella iría su profesor Andrés Barreiro, que al parecer era monitor allí. La verdad es que estaba muy nerviosa. Era la primera vez que volaba en avión y, aunque no le daba miedo volar, no entendía como un cacharro tan pesado aguantaba en el aire.

-Te voy a echar de menos -dijo Laura, la más pequeña de las dos hermanas de Nerea.

-Eso lo dices ahora, pero después de todo el verano durmiendo en mi cuarto cuando vuelva y tengas que compartir cuarto con Andrea de nuevo gritarás: ¡Vete otra vez, por favor!

Todos rieron a las palabras de Nerea. Los cinco miembros de la familia habían ido al aeropuerto a despedir a Nerea, y estaban siguiendo al profesor hasta la puerta de embarque para la despedida definitiva.

-Es aquí-dijo Andrés-me temo que a partir de ahora no podrán seguir a su hija.

El profesor se apartó para dejarles intimidad.

Nerea abrazaba a sus hermanas que estaban llorando. A su madre también se le escapaban algunas lágrimas (el sentimentalismo venía de familia). Su padre no paraba de repetir:

-Se hace mayor mi primera hija que ya quiere abandonar a su familia.

-Solo son unos meses papá-respondía Nerea.

Abrazó por ultima vez a sus padres y mientras lo hacía su madre le dijo al oído:

-Cuando nadie te reconozca la Luna te dirá quien eres.

Nerea miró a su madre extrañada, pero ella hacía como si no hubiera dicho nada. ¿Se lo habría imaginado? Sacudió la cabeza, se dio la vuelta y entró en el avión. Buscó su sitio y se sentó. Estaba en la ventanilla y el profesor estaba sentado a su lado. Mientras el avión despegaba Nerea jugueteó con su colgante, que no era más que una pequeña cuenta, como una canica, de color azulado colgada en su cuello con un trozo de cuerda. No sabía de donde había salido, pero sí recordaba tenerlo desde siempre y hacerlo girar cuando estaba nerviosa. Y es que tenía la extraña sensación de que todo estaba a punto de cambiar.

++Nerea++

No recuerdo cuanto duró el vuelo. Me dormí poco después de despegar. Mientras dormía tuve un sueño muy raro. Estaba en una sala gigantesca con unas columnas de esas griegas de los templos antiguos. Estaba con otros seis chicos. Había dos que parecían gemelos con piel cobriza y cabello moreno. Un chico era rubio y otro pelirrojo, ambos con ojos azules, y otro con una mata de rizos negros y la piel color café. Y la última era una chica, con la piel oscura (casi negra) y los ojos dorados. Los siete estábamos cogidos de la mano y mirábamos a unas figuras de cuatro metros de alto que estaban frente a nosotros. Eran tan altos que no les veía la cara, pero sabía que eran poderosos. Teníamos que enfrentarnos a ellos, pero ¿cómo? Y entonces sentí poder, mucho poder, transmitiéndose a través de nosotros siete. Era el poder de todos los que nos apoyaban. Las figuras altísimas contraatacaron... Y me desperté.

El profesor Barreiro me agarraba del brazo mientras me decía:

-Despierta Nerea, hemos llegado.

Noté como el avión descendía. Estaba en Estados Unidos. Estaba en Nueva York. Antes de eso ni siquiera había salido de España, salvo ir a Portugal algunas veces. Salimos del avión y recogimos nuestras cosas. Yo solo llevaba una mochila con algunas cosas (ropa sobre todo). El profesor entró un momento al baño y yo me quedé esperando fuera. Entonces un señor empezó a mirarme raro. Parecía un abogado y me miraba con odio mientras se acercaba. Yo me estaba asustando. Y otras dos personas empezaron a hacer lo mismo. Una parecía una motorista con su chupa de cuero y la otra tenía pinta de profesor viejo y aburrido. Pero lo que me preocupaba era como me miraban. Como si quisieran... atacarme. Mi instinto me decía que era una trampa y que tenía que salir corriendo. Y lo hice.

Supongo que la gente me decía cosas, seguramente que los estaba molestando, pero yo seguí corriendo. La motorista, el abogado y el profesor me seguían. Una chica me hizo señas para que me escondiera con ella. Y yo la seguí. ¿Por que hice caso a una desconocida sin dudarlo? Pues porque era la misma chica de mi sueño.

Si en mi sueño la chica parecía guapa, en la realidad... Su piel era oscura y brillante, casi negra. Su cabello largo, sedoso y moreno, le caía por la espalda. En su rostro de facciones marcadas brillaban unos ojos color del color del oro fundido.

-Who are you?-me preguntó.

A ver, yo he estudiado inglés en clase como todo el mundo. Pero con la dislexia y el TDAH no es que me enterase de mucho. Y una cosa es estudiar inglés en clase y otra es enterarte cuando alguien te habla en inglés de repente. Así que dije la frase que tienes que saber cuando vas a otro país y no sabes su idioma:

-I don't speak English. I speak Spanish.

Por suerte ella sí sabía español.

-¿Quién eres?

-Nerea, ¿y tú?

Supongo que te seguirás preguntando porqué confiaba tanto en una desconocida, pero es que sabía que era de fiar. Algo dentro de mí estaba seguro de que podía confiar en ella.

-Crystal- me respondió.

Me di la vuelta y miré atrás. Mis perseguidores parecían despistados.

-Nos encontraran.

Miré a Crystal.

-¿Qué dices?

-Que nos encontrarán. Me han seguido desde Arizona.

Yo no sabía donde estaba Arizona, pero me sonaba que al sur.

-¿Por qué te persiguen?

-No lo sé-reconoció-. Una vez me dijeron que era por mi padre.

-¿Y a mí por que me siguen?

-Creo que los he atraído hasta aquí y te han seguido.

-¿Y por que a mí y no al resto de gente? Es como si solo les importáramos nosotras.

-Creo que nos detectan. Como si no fuéramos como el resto de gente.

-Ellos tampoco son como el resto de gente, si pueden detectar eso-dije yo.

-No son personas-respondió Crystal-. Son monstruos.

-¿Monstruos?-yo flipé mucho con que me dijera eso, pero en el fondo sabía que era verdad.

-Sí, monstruos. Se llaman Furias.

-¿Cómo lo sabes?

Ella se encogió de hombros. Iba a preguntarle algo cuando noté que algo se abalanzaba sobre mí. Por instinto, cogí un trozo de baldosa suelta, me di la vuelta y lo lancé. Pude ver que alcanzaba a la motorista, le perforaba la barriga y luego esta se desintegraba. Crystal me agarró de la mano y salimos corriendo. El abogado y el profesor nos perseguían, todavía más furiosos que antes. A lo lejos pude ver a mi profesor salir del baño buscándome con la mirada.

++Narrador++

Nerea y Crystal corrieron por las calles de la gran manzana sin detenerse, esquivando a los monstruos. Los edificios dieron paso al campo. Las chicas estaban agotadas cada vez corrían más despacio. Al pasar un cartel Nerea preguntó:

-¿Sabes donde estamos?

-Soy disléxica. No pude leer el cartel.

Vaya, pensó Nerea, ya somos dos. Tras varios kilómetros, una colina pareció en el horizonte. En lo alto había un pino que estaba rodeado por lo que parecía un montón de cables. Las chicas se miraron a los ojos. No sabían por qué, pero tenían que llegar a esa colina. Y entonces las dos Furias que quedaban se les echaron encima. Ya no eran un abogado y un profesor. Eran unos bichos extraños con cara fea y arrugada, alas de murciélago y garras. Nerea agarró una rama rota del suelo e intentó usarla para protegerse. Vio como Crystal cogía por un brazo a uno de los monstruos y este se desintegraba.

-¿Cómo has hecho eso?-preguntó Nerea.

Pero el truco debía de haberle quitado mucha energía, porque la otra chica se desmayó. La última Furia se abalanzó sobre una Crystal indefensa. Nerea corrió, pero no iba a llegar. Lanzó el palo con intención de distraer al monstruo, pero no le dio. Las garras de la bestia estaban a centímetros de la cara de Crystal cuando recibió una patada en la cabeza, pero lo que había golpeado a la Furia no era un pie. Era una pezuña.

Nerea no se podía creer lo que veía cuando su profesor apareció sin pantalones. Pero la parte baja de su cuerpo era unos cuartos traseros peludos de cabras. Se había quitado el sombrero que siempre llevaba y de su pelo asomaban unos cuernos. Nerea seguía paralizada mientras su profesor deshacía al monstruo a base de patadas. Cuando reaccionó se acercó a Crystal. No estaba muerta, por suerte. Solo inconsciente. El profesor se acercó y Nerea lo miró.

-¿Qué está pasando?-preguntó.

-Te lo explicaré todo-respondió el profesor-. Aquí no estás a salvo. Cuando lleguemos al campamento te lo explicaré.

-El campamento... ¿Donde está?

El profesor señaló la colina, cogió en brazos a Crystal y empezó a dirigirse hacia el árbol. Cuando llegaron arriba Nerea vio un valle con un bosque y el mar a un lado. Había una gigantesca casa azul, unos campos de voleybol, un muro con lava, una estatua gigante, una hoguera, un pabellón con columnas griegas, un ruedo de arena y, en el centro, un grupo de los que parecían cabañas. Por todas partes iban y venían adolescentes y algún que otro hombre cabra, todos con camisetas naranjas. Apenas le dio tiempo a asimilarlo todo cuando Nerea, después de correr sin para durante kilómetros, luchar contra monstruos y descubrir que su profesor era medio cabra, se desmayó de agotamiento a los pies del dragón que rodeaba un gigantesco pino que se alzaba en lo alto de la colina.