Capítulo 4


Los días pasaban, pero Nerea seguía sin ser reconocida y el resto no habían descubierto más poderes desde lo de Daniel. Eso cambió el 1 de julio.

El día empezó distinto. Los más mayores del campamento iban todos de negro.

-¿Por qué van todos de negro?-preguntó Crystal- ¿Quién se ha muerto?

-Este año nadie-contestó Nerea-. Hoy sería el cumpleaños de Jason Grace.

-¿De quien?-preguntó Nate. Sabían que Nerea estaba aprendiendo la historia moderna de los semidioses, así que sería parte de ella.

-Fue un hijo de Júpiter y uno de los mestizos de la Profecía de los Siete. Sobrevivió a la guerra, pero murió luchando contra el emperador Calígula. Fue de los que más ayudó para unir los dos campamento (Mestizo y Júpiter) y era muy querido por todos.

-Vaya...-dijo Daniel-No me he enterado de la mitad de lo que has dicho, pero sí pillo que fue alguien importante.

-Sí que lo fue...-se metió Nico en la conversación- Era un hijo de Zeus, o Júpiter, lo que sea, apoyado por Hera y con él empezó la Profecía de los Siete.

-¿Qué vamos a hacer hoy?-preguntó Alexander.

-Necesitáis un descanso, lleváis mucho tiempo estudiando. Hoy practicaréis en el muro de lava.

Los siete se emocionaron. El muro de lava era una de las cosas más alucinantes del campamento. Nate se quedó atrás, hablando con Nico.

-Yo ya se cual es mi poder-le dijo al hombre por millonésima vez-. Es controlar la Niebla.

-Ya. Pero no sabes usarlo.

-¿Acaso puedes enseñarme?

-Sabes que no. Necesitas a alguien que sepa, pero no hay nadie más en tu cabaña. La única persona viva que conozcamos que pueda ayudarte está en el campamento Júpiter.

-Pues me voy allí.

-No puedes. Es muy peligroso. No tienes entrenamiento suficiente y no tienes una misión para poder salir del campamento.

-Ojalá hubiera más hijos de Hécate aquí.

-Sí... Hace unos años había muchos, pero empezaron a irse y... Ya no queda ninguno.

Nate se encogió de hombros y se fue con el resto. Nico se perdió en sus pensamientos. Hacía años había campistas en casi todas las cabañas. Y ahora la suya era la única no olímpica que no estaba vacía antes de la llegada de los nuevos.

El muro de lava era más difícil de lo que pensaban. A Crystal le daban algo de miedo las alturas y no le gustó. A Daniel casi se cae a la lava varias veces, la escalada no era lo suyo. Su gemelo más de lo mismo. A Alexander le gustó aunque no se la daba especialmente bien. Lo mismo Jayden y Noah. La que de verdad disfrutó fue Nerea. Se le daba tan bien que hacía que pareciera fácil. La lava casi ni se le acercaba. Si seguía practicando así podría llegar a vencer a un sátiro, cosa que nadie había logrado.

Nerea, Noah y Jayden estaban haciendo una carrera. Estaban casi arriba cuando Jayden se cayó. Nerea vio desde arriba como este se caía gritando hacia la lava. Y en ese momento notó una corriente de aire cálido y vio a Noah lanzarse en picado. Pero este no cayó, sino que parecía volar. La corriente de aire cálido, Noto dios del viento del sur y padre de Noah. Era como si ese aire lo estuviera sosteniendo.

Noah cogió a Jayden. Pero no fue capaz de aguantarlos a los dos en el aire y tuvo que soltarlo. Y entonces le gritó a su amigo rubio:

-¡Intenta algo! ¡Yo pude volar y tú también podrás!

A pesar de que la lava se acercaba a gran velocidad Jayden respiró hondo. Una corriente helada hizo estremecerse a los que esperaban frente al muro. Y Jayden también se quedó parado en el aire. Los dos bajaron al suelo. Y se desmayaron de agotamiento. Nerea bajó del muro mientras Daniel ayudaba a Will a llevar a los dos chicos a la enfermería.

-¿Están bien?-preguntó Nerea.

-Sí-contestó Crystal-. Según Will es agotamiento por usar mucho sus poderes.

-Vale. Pero es alucinante. ¡Pueden volar! Ojalá yo pudiera.

-No era volar. Era controlar los vientos para que los sostengan-dijo Nico- Que coincidencia.

-¿Que es una coincidencia?-preguntó Alexander.

-Antes hablabais de Jason Grace. Pues el podía hacer eso como hijo de Júpiter. Que coincidencia que el día de su cumpleaños descubramos que ellos también pueden.

- Esa noche -

Después de cenar Jayden y Noah se marcharon directos a su cabaña. Sus padres realmente no tenía cabaña y dormían los dos en la cabaña de Eolo, la número 24. Los dos chicos se habían conocido a principio de curso en el internado. Uno de los últimos días de curso les había atacado un perro del infierno. El sátiro que había estado allí con ellos todo el curso se los llevó de allí. Tras varias semanas de viaje desde Virginia habían llegado al campamento. Aquellas semanas les habían unido mucho.

En el silencio de la cabaña, Jayden dijo:

-Gracias, Noah. Sin ti ahora sería unos restos humeantes.

-No hice tanto-respondió él-. Ni siquiera pude agarrarte.

-Pero gracias a lo que hiciste pude hacerlo yo. Fue alucinante ver como te lanzabas y te quedabas allí flotando sobre mí.

-¿Y tú? Cuando te quedaste flotando sobre la lava... Tuve miedo, Jayden.

-¿De qué?-preguntó Jayden, imaginándose la respuesta.

-De perderte. Eres mi mejor amigo. No se que haría sin ti-contestó Noah sin dudarlo.

-Lo mismo digo- Jayden se quedó mirando a Noah. Le gustaba que le considerara así. Pero algo dentro de él pedía más que amistad.

El rubio se levantó. Cruzó la cabaña y se sentó a los pies de la cama de Noah. El moreno también se sentó. Es el momento, se dijo Jayden, ahora o nunca.

-Noah.

-¿Si?

-Eres muy especial para mí. Mucho. Creo que... me gustas-confesó mirándolo con sus ojos color hielo.

A pesar de la oscuridad sintió como Noah se sonrojaba. Le miró a los ojos y el moreno susurró algo.

-¿Qué has dicho?-preguntó Jayden.

-Tú... Tú también me gustas-respondió Noah.

Jayden no pudo evitar sonreír y entonces hizo algo muy impulsivo. Besó a su compañero. Fue breve, pero a los dos les llenó el corazón.

-Nuestros padres se odian, ¿y nosotros nos gustamos?-preguntó Noah.

-Del odio al amor hay un paso-contestó Jayden-. Nos lo dijo Alexander el otro día.

-Aun así... ¿podemos mantener esto en secreto?

-Sí-respondió Jayden sin dudarlo. Tenía trece años. No estaba preparado para tener un novio en serio ni enseñárselo al mundo- Algún día lo sabrán, pero no por ahora.

-Está bien. Gracias.

-Gracias a ti.

Se dieron otro beso y Jayden se volvió a su cama. Los dos se durmieron con una sonrisa.

El secreto de Jayden y Noah no duró mucho siendo secreto. ¿Qué esperaban cuando uno de sus amigos era un hijo de Eros? Aunque en realidad todo fue culpa de los hijos de Dioniso.

La noche del cuatro de julio, justo antes de los fuegos artificiales, los miembros de la cabaña doce repartieron parte de su producción de vino secreta con todo el mundo. Y con todos es todos, incluso con los más jóvenes. El alcohol no les sentó bien. Unos, como Nate y Daniel, se desmayaron poco antes de que terminaran los fuegos y otros como Nerea y Crystal se pasaron un largo rato vomitando tras un árbol.

Alexander aun no había llegado a ninguno de los dos extremos, pero hacía un rato que veía algo borroso. A pesar de eso pudo disfrutar de los fuego artificiales. Estos estaban a punto de terminar cuando vio algo que no habría esperado.

Unos metros a su derecha Jayden y Noah se besaban. Claramente pensaban que nadie los veía pues todo el mundo miraba al espectáculo que brillaba en el cielo. Alexander no les dijo nada. Hacía algo más de una semana que se había dado cuenta de que entre esos dos había algo especial y le gustaba verlos juntos.

En el fondo, le daba un poco igual. El amor es amor y no se puede hacer nada contra él. Era algo que su madre le había enseñado. Pero sí que tenía curiosidad sobre su relación. ¿Por qué la habrían mantenido en secreto? Estaba dispuesto a averiguarlo.

A la mañana siguiente se despertaron con la primera resaca de su vida. Y tenían trece años. El dolor de cabeza aumentaba la dislexia y no fueron capaces de leer más de una frase. Nerea no recordaba la mayor parte del inglés que aprendió y Crystal y los gemelos no estaban para traducir. Nico y Will les dejaron no hacer nada, porque era obvio que no estaban para ello y se sentían un poco culpables por no haber evitado que les dieran alcohol. Alexander vio que era su oportunidad y se acercó a Jayden y Noah.

-¿Desde cuando?-preguntó.

Los otros dos le miraron extrañados y el pelirrojo aclaró:

-¿Desde cuando estáis juntos?

Jayden y Noah se pusieron rojos y miraron a otro lado. A Noah se le ocurrió decir:

-¿A que te refieres? No estamos juntos.

-No soy idiota-contestó Alexander-. Vuestra reacción me dice lo contrario y ya hace tiempo que sabía que os gustabais.

-¿Cómo pudiste saberlo?-preguntó Jayden.

-Por mi padre, supongo. Es un dios del amor. Además, os vi anoche.

Los chicos se pusieron más rojos todavía, si eso era posible.

-Y yo pensando que nadie nos vio-se lamentó Noah.

-Se nos subió el alcohol a la cabeza, fuimos muy imprudentes-dijo Jayden.

-No importa-respondió Alexander-. Lo hecho, hecho está. ¿Por qué ocultáis vuestros sentimientos? No es bueno.

-No es tu problema-dijo Jayden cortante-. Es nuestra vida y no nos importa que quieras cotilleos.

Los dos se dieron la vuelta y se marcharon. Alexander se indignó. Él no quería cotilleos, solo ayudarles. Puede que no les gustara, pero esconder lo que sentían solo les iba a hacer daño.

-Jayden y Noah- dijo con algo extraño en su voz que hasta él pudo notar-. Vais a venir aquí y me vais a contar lo de vuestra relación.

Lo último que se esperaba era que le hicieran caso. Pero fue lo que pasó. Los dos se volvieron y, con los ojos vidriosos, empezaron a hablar.

-Fue el uno de julio, cuando me caí del muro-explicó Jayden-. Por la noche en la cabaña le pedí perdón y una cosa llevó a la otra y le revelé lo que sentía. Noah me dijo que sentía lo mismo y nos besamos.

-Decidimos mantenerlo en secreto-continuó Noah-. Tenemos trece años y no estamos preparados para una relación en serio. además nuestros padres se odian y nosotros pues bueno... Y también pues no sabíamos si la gente nos daría de lado por ser gays...

-Pues claro que no. Todos somos iguales, no importa nuestra orientación sexual-contestó Alexander, todavía con algo raro en la voz-. Y entiendo que no queráis una relación en serio, pero eso no significa que tengáis que estar juntos en secreto. Podéis mostrarle al mundo vuestro amor aunque no tengáis una relación seria. Y en lo de vuestros padres... No soy ellos, podéis sentir lo que os de la gana sin importar vuestra familia.

-Sí. Tienes razón. No tenemos por qué ocultarlo-dijo Jayden mientras cogía la mano de Noah.

-Gracias Alexander- añadió el otro chico.

De repente parecieron darse cuenta de algo. Jayden miró la mano con la que cogía a Noah como si la viera por primera vez.

-¿Por qué te lo hemos contado todo?-preguntó.

-No lo se-dijo Alexander.

-Nosotros nos íbamos- repondió Noah-. Nos lo volviste a pedir y... te lo contamos todo. Como si nos hubieras obligado. ¿Eso es posible?

La mente de Alexander recordó algo que había leído en alguna parte. Algunos hijos de Afrodita tenían el poder de obligar a la gente a hacer lo que quisieran, llamado embrujahabla. Los hijos de Eros también podían tener ese poder...

-Sí-respondió en un susurro-. Es posible.

-¡Nos has obligado a contarte nuestra vida privada!-exclamó Jayden.

-No sabía que podía hacer eso-se defendió Alexander-. Se llama embrujahabla. Es un poder que pueden tener los hijos de Afrodita, pero también los de Eros... No sabía que os estaba obligando. Lo siento.

-Pedir perdón no basta. Nos has obligado a contarte nuestro secreto-acusó Noah.

-Pues os contaré yo el mío-propuso el pelirrojo.

Los dos chicos aceptaron y Alexander empezó a contar.

-Todo empezó con mi abuelo, que era un poco extraño. Le encantaba la mitología grecorromana y se sacó un doctorado de ese tema. Todos le llamaban raro y pasaban de él, salvo su vecina. Al final se casó con ella y tuvieron una hija. Claramente mi abuelo tuvo qu ponerle un nombre mitológico y eligió Venus, el nombre romano de Afrodita. Que coincidencia que su hija fue muy muy guapa. Cuando creció todos los hombres, y también las mujeres, se enamoraban de ella sólo con verla. Por eso decidió llevar la contraria a todo el mundo. Al igual que su padre se sacó un doctorado en mitología grecorromana. Entre eso y que mi abuelo no le contaba cuentos sino mitos cuando era pequeña, no se extrañó mucho cuando descubrió que los dioses existían. Y es que varios dioses y hasta el propio Zeus se quedaron prendados de su belleza. Este último incluso llegó a decir que era más guapa que la diosa que le daba nombre. Mi madre los rechazó a todos. Ella creía que la belleza no servía de nada, que el amor llegaba por lo que somos por dentro. Al final Afrodita se terminó enfadando con ella. Tenía comiendo de su mano prácticamente al consejo olímpico en pleno y iba por ahí diciendo que le belleza era inútil. Así que la maldijo. Como ella decía que en el amor no importaba la belleza Afrodita hizo que fuera horriblemente fea para todos salvo para los que la quisieran por lo que era en el interior. Ni una sola vez se quejó de su maldición. Casi lo prefería así. Siguió con su trabajo y un día conoció a un hombre al que le interesaba un estudio hecho por ella hacía tiempo sobre los distintos dioses del amor griego y sus diferencias. Quedaron varias veces más y acabaron enamorándose. Que sorpresa se llevó el hombre cuando un día, en vez de la mujer fea que conoció, apareció una guapísima. Ella le contó la verdad sobre su maldición y entonces el hombre se reveló como quien en realidad era: un dios griego. Esto no hizo que cambiara su relación, pues de verdad se amaban. Un año más tarde nací yo y mi padre se tuvo que ir. Mi madre siempre me contaba esto, pero nunca me dijo quien era él.

Los otros dos chicos se quedaron en silencio. Se daban cuenta de que era algo muy personal.

-Gracias, Alexander. Por contarnos esto.

-No es nada. Hay cosas que es mejor que no sean un secreto, ¿no creéis?

Los tres rieron. Entonces llegó Daniel. Tenían que ir al comedor. Allí ya estaban todos los campistas, a pesar de que no era la hora de la comida. Quirón estaba hablando y no parecía muy contento:

-En resumen, me estáis diciendo que en la cabaña doce tienen una producción ilegal de vino y que anoche lo repartieron entre menores-todos asintieron avergonzados-. Me habéis decepcionado, sobre todo los más mayores. No habrá captura la bandera lo que queda de verano.

Se oyeron protestas por todas partes, pero se callaron cuando, en un destello morado, apareció el señor D. Y estaba realmente furioso.

-¿Así que yo, dios del vino, no puedo tomar alcohol en cien años y estoy aquí con vosotros, niñatos engreídos, y resulta que os dedicáis a emborracharos?-rugió-¡CONVERTIRÉ EN DELFÍN A TODOS LOS QUE PROBARON EL VINO DE MIS HIJOS!

El miedo se extendió entre los campistas, pues todos, sin excepción, habían tomado un poco. Y entonces Alexander dio un paso adelante y, de nuevo con algo extraño en la voz, dijo:

-No debéis hacer eso.

-Y por que no, ¿Ander Merry?

Alexander no se distrajo por que dijera mal su nombre, sino que respondió sin dudar:

-Por dos razones. La primera es que todo es un malentendido. El vino no era de sus hijos. Ellos perdieron una apuesta y tuvieron que conseguir vino y repartirlo. Además, si conviertes en deflines todos lo semidioses, los dioses se enfadarán contigo y te pondrán más castigo.

En cuanto acabó de hablar todos estuvieron convencidos de la apuesta que habían perdido los hijos de Dioniso. Incluso hubo quien se declaró autor de la apuesta. Alexander no les hizo caso y miró al dios. Para su tranquilidad, lo que este respondió fue:

-Tienes razón. No pienso pasar con vosotros más tiempo, así que no os convertiré en delfines, al menos esta vez no-se desvaneció al terminar de hablar.

-A pesar de eso seguís castigados sin captura la bandera esta semana por hacer apuestas de ese tipo.-dijo Quirón-. Que no se repita algo así.

No fue hasta unos días más tarde que la gente recordó lo que había pasado en realidad. Y todos se quedaron admirados con el poder de Alexander.

-Eres muy poderoso y muy peligroso-le dijo Nico-. Sin ninguna práctica embrujahablaste a un dios. En cuanto practiques un poco podrás obligar a cualquiera a lo que sea.

-Intentaré no aprovecharme de mi poder-respondió Alexander-. Pero no aseguro nada.

Todos rieron con su respuesta.