Capítulo 9


Los tres semidioses viajaron durante todo el día casi sin parar. A medida que anochecía los caballos empezaron a frenar hasta que pararon del todo el irse el sol. Dado que ya no podrían avanzar decidieron pasar la noche allí. No sabían donde estaban exactamente. Habían viajado hacia el oeste, pero Estados Unidos era un país muy grande. Llevaban una tienda de campaña y montaron su campamento a los pies de una colina. A pesar de ser de noche hacía bastante calor, y es que era 28 de julio, pleno verano.

Todo parecía tranquilo, pero Nerea estaba inquieta. Se quedó haciendo la primera guardia. Pasaba de medianoche cuando Daniel se levantó para relevarla. Pero Nerea se negaba a irse a dormir.

-¿Qué pasa, Nerea?-preguntó el chico-Necesitas dormir, mañana nos espera otro día de viaje.

-Es que... No sé. Tengo la sensación de que hay peligro cerca- Nerea negó con la cabeza-. Es una tontería.

-No, no lo es-aseguró Daniel-. Somos semidioses, para nosotros siempre hay peligro. Lo más probable es que haya algún monstruo cerca o algo. Por eso hacemos guardias. Intenta dormir. Yo no me voy a mover de aquí.

-Está bien-cedió Nerea, que tenía más sueño del que iba a admitir-. Pero ten cuidado. Por favor.

-Lo tendré.

La chica entró en la tienda y Daniel se quedó fuera, con la luna y las estrellas como única compañía. Más o menos una hora más tarde empezó a oír ruidos, como pasos que se acercaban. Se puso en tensión y llamó en voz baja:

-Nate, Nerea... Creo que hay algo cerca.

Los dos salieron de la tienda con sus armas en mano, pero dos cuchillos no servirían de mucho contra lo que apareció. Dos gigantes de dos metros de alto y con un solo ojo.

-Cíclopes-susurró el hijo de Hécate.

Daniel sacó su arma, que apareció como una espada de broce de casi un metro de largo. Se quedaron en silencio, a la espera de que los cíclopes pasaran de largo. No lo hicieron. Los dos cíclopes se dieron la vuelta y se abalanzaron sobre los semidioses sin pensarlo dos veces. Los mestizos tampoco dudaron.

Daniel atacó a uno y Nerea y Nate al otro.

++Nerea++

Atacar el cíclope era complicado. Tanto mi cuchillo de caza como la daga de Nate eran demasiado cortos y teníamos que acercarnos demasiado.

En uno de mis ataques el monstruo me golpeó con la mano y salí despedida hacia atrás. Me dolía todo, pero conseguí levantarme. No tenía mi cuchillo en la mano y no lo veía cerca. Estaba desarmada y los gemelos seguían luchando.

Daniel lo llevaba mejor que su hermano, porque él era el mejor de los tres luchando con diferencia y su arma era más larga, pero aún así se notaba que le estaba costando. Y Nate tenía un corte en la pierna que sangraba bastante y cada vez se movía más despacio.

Me enfadé.

Tenía que tener alguna manera de ayudar a mis amigos, aparte del suicidio de luchar desarmada contra un cíclope de dos metros. Empecé a desesperarme.

Sentí un tirón en el estomago y un cosquilleo por todo el cuerpo. Me sentí distinta, más ligera, más fuerte y también más peligrosa. Dejé de pensar, mi instinto tomó el mando y me empecé a dirigir hacia el cíclope volando. Un momento... ¿Volando?

++Narrador++

Donde hacía un segundo estaba Nerea había ahora un grifo como el de la Estación de Paso. Daniel se sorprendió tanto que el cíclope casi lo manda volando contra la colina. Por suerte pudo apartarse, pero le golpeó el brazo.

Intentó centrarse en la pelea, pero no se sacaba el grifo de la cabeza. ¿Dónde estaba Nerea? Lanzó una estocada al cíclope y consiguió cortarle un pie. Pero eso no acabó con el monstruo.

Aprovechó la distracción para mirar al otro cíclope y se sorprendió al ver que el grifo estaba ayudando a su hermano. El monstruo se levantó de nuevo y siguió atacando, pero ahora era más lento. Y Daniel aprovechó eso.

Se lanzó bajo as piernas del cíclope y este se agarró para cogerlo. El hijo de Némesis se escabulló y se subió a la espalda del cíclope, bastante fácil ahora que este estaba agachado. Escaló por el gigante hasta llegar a la cabeza. El cíclope se incorporó y Daniel le clavó la espada en su único ojo. El monstruo se deshizo en polvo dorado y Daniel cayó al suelo.

Uno menos, quedaba otro.

Su hermano seguía peleando, con ayuda del grifo, y Nerea seguía sin aparecer.

-¡Dale en el ojo!-le gritó a Nate- Si le das ahí muere.

Pero fue la criatura mezcla de águila y león quien le hizo caso y se lanzó en picado, pegando las alas al cuerpo, y clavó las garras en el ojo del cíclope, matándolo por fin. Y entonces el grifo miró a Daniel a los ojos y este lo entendió.

Reconocería esa mirada en cualquier parte... Y por eso no le pilló desprevenido cuando al posarse en el suelo este se convirtió en Nerea.

-¿Cómo has hecho eso?-le preguntó a la española.

-No lo se-respondió esta-. Perdí mi cuchillo y me enfadé porque no tenía como ayudar. Y... pasó. En la estación de paso descubrí que Britomartis es la madre de todos los grifos. Debe de ser un poder que heredé de ella.

-Genial.

-Me voy a buscar mi cuchillo. No debe estar muy lejos y no pienso perderlo-dijo Nerea, mientras se daba la vuelta y lo cumplía.

Los gemelos se aseguraron de que todas sus cosas siguieran allí y que nada se hubiera roto. Cuando Nerea volvió estaban volviendo a montar la tienda. Al acabar se pusieron a dormir, con Nate haciendo guardia, pero el resto de la noche pasó sin incidentes. Justo antes de que saliera el sol desayunaron parte de las provisiones y se marcharon.

De nuevo pasaron todo el día viajando hasta que se les quedó todo el cuerpo agarrotado. Cuando empezaba a anochecer llegaron a una colina cruzada por el túnel de una autopista. Entre la entrada de los dos carriles había lo que pasaría por una puerta de mantenimiento, si no fuera por los dos adolescentes con armadura que la vigilaban.

-Semidioses-aseguró Daniel.

-Es posible que sea... ¿el campamento romano?-se preguntó Nerea.

-¿Estás segura?-dijo Nate.

-Creo que sí. Por lo que sé está al oeste del Estados Unidos, aunque no sé exactamente donde. La ubicación es un secreto-explicó la chica-. Ambos campamento se llevan bien, pero no se relacionan mucho entre ellos. Son demasiado distintos.

-No importa. Va a anochecer, y tenemos que pasar la noche en algún sitio. El campamento romano será lo más seguro-propuso Daniel.

-Venga, vamos.

Los tres cruzaron la carretera con cuidado y se dirigieron hacia los guardias de la puerta del campamento Júpiter.

Al acercarse vieron que los guardias eran dos chicas. Una era rubia y la otra morena.

-¿Quiénes sois?-preguntó la morena, apuntándoles con una lanza.

-Tranquilas-pidió Daniel-. Somos semidioses griegos. Estamos en misión y necesitamos un lugar seguro en el que pasar la noche. Por favor.

-En ese caso os acompañaré hasta el campamento a ver a los pretores-resolvió la rubia-. ¿Te quedas tu sola, Maika? Aunque enseguida vendrán a relevarnos.

-Está, bien. Pero ten cuidado, Leila-dijo la morena, Maika-. Puede que no sean de fiar.

Leila negó con la cabeza y les hizo señas a los otros tres para que la siguieran por el túnel.

-No le hagáis caso. Es buena persona, pero al ser hija de Marte no le gustan mucho los griegos-explicó.

-¿Marte?-preguntó Nate.

-Ares para los griegos-contestó Nerea.

-Exacto. En fin, yo soy Leila. ¿Y vosotros?-preguntó la romana con una sonrisa.

-Nerea.

-Daniel.

-Nate.

-¿Y cuales son vuestros padres divinos? Mi madre es Ceres, Deméter para los griegos.

-Némesis-respondió Daniel-. No se cual es su nombre romano...

-Para los romanos tiene el mismo nombre. Supongo que también será tu madre-dijo Leila señalando a Nate.

-No. Mi madre es Hécate. Tampoco se su nombre...

-Trivia- se adelantó Nerea.

-¿Y quién es tu progenitor, Nerea?-preguntó Leila a la otra chica.

-Britomartis.

-Perdona, ¿pero quién es?

-Es una diosa menor de las redes y las trampas. Es... Era una cazadora de Artemisa, que diga, Diana.

-Pero... ¿rompió su juramento?-preguntó Leila, sorprendida.

Nerea asintió con la cabeza, avergonzada, con la realidad de ser un juramento roto golpeándola con fuerza.

-Ella solo sería diosa mientras fuera cazadora-explicó-. Se desvaneció, supongo.

Leila no dijo nada. Salieron del túnel y se encontraron en una valle. Un río lo cruzaba fuerte y turbulento y a los lejos se veía un acueducto y un ciudad. A sus pies había lo que parecía un campamento militar, con adolescentes andando de aquí para allá.

-Es... Precioso-dijo Nerea, sin saber que más añadir.

-Tienes toda la razón. Aquello lo lejos es la ciudad de la Nueva Roma-explicó la romana, orgullosa-. Allí los semidioses pueden hacerse adultos y vivir tranquilos. A la derecha está la colina de los templos-señaló una colina con un montón de pequeñas casitas que brillaban a lo lejos-. Prácticamente todos los dioses tienen un templo allí, menores o no. A la izquierda-apuntó a un valle llenó de trincheras y con un fuerte a medio construir-, el Campo de Marte. Allí hacemos las prácticas de combate. Y por último... El Campamento Júpiter-el campamento militar a sus pies.

La chica les explicó todo sobre las cohortes y la Duodécima Legión Fulminata y donde estaba cada cosa en el campamento mientras pasaban por él. Y les dirigió el principia, donde estaban los pretores.

Cuando Leila explicó la situación les dejaron pasar. Entraron en una sala en la que había muchos estandartes en la pared, entre ellos un águila dorada que, según Leila, daba nombre a la legión. había una mesa con planos, armas y boles de gominolas. Sentados tras la mesa había un chico y una chica un par de años mayores que ellos. Él tenía una expresión de confianza, como si supiera que pasara lo que pasara él iba a salir victorioso, y al chica les miraba como si los estuviera analizando, con unos ojos verdes que a Nerea le resultaron familiares.

-Gracias, centuriona Leila. Puede retirarse-ordenó amablemente el pretor.

Leila les dedicó una sonrisa de ánimo antes de marcharse.

-Así que semidioses griegos. ¿Qué os trae al Campamento Júpiter?-preguntó la chica.

-No seas brusca, Amanda- pidió el chico-. Yo soy el pretor Michael, hijo de Victoria. Ella es la pretora Amanda, hija de Némesis.

-¿Némesis?-preguntó Nate, sorprendido.

-La diosa de la venganza-explicó la pretora, pensando que no conocían a la diosa- ¿Y vosotros quienes sois?

-Nate Díaz, hijo de Hécate, o Trivia.

-Daniel Díaz, hijo de Némesis.

-¿No tenéis el mismo padre divino? Me sorprende, os parecéis mucho-señaló Michael-. Salvo los ojos.

-Tenemos el mismo padre-explicó Daniel.

-Pero tú tienes los ojos de nuestra madre, hermanito-comentó Amanda con malicia.

-En ese caso ya somos dos, hermana- respondió Daniel, como desafiándola. Por un momento el aire se tensó alrededor de los hermanos, pero luego ella se giró hacia Nerea.

-Bueno, ¿y tú quién eres, chica?

-Me llamo Nerea Rodríguez y soy hija de Britomartis.

Los dos pretores fruncieron el ceño. Sabían quien era la diosa de las redes, pero los romanos son muy estrictos con los juramentos de castidad.

-No deberías existir. Podría matarte ahora mismo por ser fruto de un juramento roto-habló la pretora, cogiendo un cuchillo de la mesa.

-¡No lo hagas!-gritó Daniel y todos le miraron.

-¿Y por qué no?-preguntó el Michael- No tienes poder para detener a una pretora y ella tiene razón.

-No la tiene-aseguró el hijo de Némesis-. Nerea no tiene la culpa de los errores de su madre. Y si crees que es lo justo matarla por lo que hizo una diosa, que sepas que la diosa de la justicia quiere que ella viva.

La pretora miró a su hermano, desafiándolo, y tuvo que ceder ante la voluntad del chico.

-Eres fuerte, lo respeto. ¿Pero a que te refieres con que Némesis quiere que viva?

-Es la razón por la que estamos aquí. Tuve un sueño en el que Némesis me pedía que fuera a buscarla. Recibí una profecía que decía que Nate y Nerea debían acompañarme a buscarla. Pero en el final del sueño Némesis me dijo que algo pasaría cuando Nerea cumpliera los catorce. Y era algo que quería que sucediera. Eso significa que no quiere que muera. No puedes matarla por justicia. Así que si lo haces será un crimen.

-Tiene razón, Amanda. Déjala-pidió Michael. La pretora obedeció-. Ahora explicad mejor esa misión.

Cuando terminaron de explicar todo el sueño y lo que sabían de la profecía los pretores se miraron como teniendo un discusión con lo ojos.

-Hace quince años, en la guerra contra Saturno, el palacio del titán reapareció en San Francisco, en el monte Tamalpais- empezó a contar la pretora-. Mientras los griegos peleaban contra el titán y parte de su ejército en Manhatan, los romanos nos enfrentamos a los que se quedaron en la fortaleza y la echamos abajo. Eso debilitó al rey de los titanes y los griegos pudieron destruirlo. Las ruinas siguen en lo alto del monte.

-El palacio de los vencidos... Los titanes son los vencidos-susurró Nerea.

-Exacto. Hoy es 29 de julio. Tenéis hasta el 1 de agosto y San Francisco no queda muy lejos. Podéis pasar aquí la noche con el resto de la legión y partir mañana. Llegaréis con tiempo-ofreció Michael.

Los chicos aceptaron, pues era lo que querían cuando llegaron al campamento. Llegó la hora y la legión formó filas en el campamento. Vieron que Leila y Maika eran las centurionas de la Cuarta Cohorte.

-¡Duodécima Legión Fulminata!-exclamó Amanda, después de que pasaran lista. La chica estaba imponente al frente de ese ejército, con su capa morada ondeando-. Hoy tenemos a tres visitantes del Campamento Mestizo, tres hermanos griegos: Nate y Daniel Díaz y Nerea Rodríguez. Se unirán a nosotros por una noche. ¿Qué cohorte se ofrece a acogerlos?

Sin dudarlo, Leila dio un paso adelante.

-La Cuarta Cohorte se ofrece.

-Gracias, centuriona Leila-dijo Michael-. En ese caso os uniréis a la Cuarta Cohorte de la Duodécima Legión Fulminata por una noche. Preparaos todos, porque esta noche tenemos Juegos de Guerra. Quinta y Cuarta defienden, Primera, Segunda y Tercera atacan. ¡Senatus Populusque Romanus!

-¡Senatus Populsque Romanus!-respondió la legión.

Leila se dirigió a los tres griegos y juntos se mezclaron entre los romanos para cenar antes de los Juegos de Guerra.

++Nerea++

En la cena unos espíritus del viento invisibles nos sirvieron la comida y a mi me pusieron un plato de pulpo a la gallega como el que hacía siempre mi madre, aunque en realidad no era mi madre, pero aún así me dio una morriña...

Nos pusimos unas armaduras romanas completas (como tres kilos de peso extra) y Leila y Maika nos explicaron como funcionaban los Juegos de Guerra. Nosotros y la Quinta Cohorte tendríamos que evitar que las otras tres cohortes entraran en la fortaleza construida para ello y nos robaran los estandartes. Además teníamos que robarles los estandartes a ellos.

Captura la Bandera, básicamente.

Mientras íbamos hacia el Campo de Marte oímos a varios personas comentando la paliza que nos iban a dar a nosotros, los griegos. A mi lado Daniel se tensó y supe que iba a vengarse por eso.

Al entrar en el fuerte tuve una idea.

-Leila, una pregunta.

-¿Qué pasa, Nerea?

-Y si ponemos trampas alrededor de las puertas y varios... Trucos más de los griegos.

-Me gusta como suena-comentó Maika-. Podría ser una buena estrategia, cuéntame más.

A los centuriones de ambas Cohortes les gustó mi idea y tuvimos que trabajar contrarreloj allí y allá para prepararlo todo. Pero mereció la pena.

Al principio los defensores rechazamos a los atacantes con los cañones de agua, pero consiguieron desactivarlos con unas flechas. Luego fue el turno de los arqueros, pero la armadura les protegía. Empezaron a golpear las puertas del fuerte para entrar. Cuando esta empezó a ceder se oyó el grito de Leila por encima del jaleo:

-¡Nate, te toca!

Mi amigo puso una expresión de concentración y una niebla blanca empezó a arremolinarse a su alrededor. La puerta cayó, pero la Niebla produjo una imagen de ella todavía en pie.

Yo veía las dos escenas superpuestas, pero sabía que los atacantes solo veían la que estaba en pie. Siguieron golpeando la puerta falsa unos diez minutos, hasta que Nate soltó un suspiro y se desmayó de agotamiento. Contábamos con que eso sucediera y Leila se acercó a él para arrastrarlo hasta un lugar seguro.

La puerta de Niebla desapareció y los romanos se quedaron confusos. Una vez superaron la confusión, entraron en el fuerte. Nosotros no atacamos y a los cinco metros de las puertas un gigantesca red se elevó, encerrando en su interior, y a más de ocho metros de altura, a unos sesenta romanos, aproximadamente la mitad de los atacantes.

Los que quedaron fueron acribillados con flechas y después nos lanzamos a por sus estandartes.

Yo me transformé en grifo y golpeaba a los romanos desde el aire. Y abajo... Los legionarios caían como moscas, muchos a manos de Daniel. El hijo de Némesis pasaba de un oponente a otro, con su arma cambiando sin parar y dejando inconscientes y sorprendidos a todos.

Yo seguí con mi parte del plan. Me alejé volando, dejando un rastro de romanos confusos por la presencia de un grifo a mi paso, y me dirigí al elefante con armadura que estaba junto a la fortaleza. A su lado había varios legionarios hablando de meterlo en el fuerte, pero los dejé inconscientes de un golpe. Aterricé sobre el elefante, que no notó nada gracias a la armadura, y me transformé en humana de nuevo.

Utilizando la armadura guié al paquidermo lejos del fuerte y él se quedó allí tan tranquilo. Michael, el pretor (los pretores solo vigilaban, no participaban) se acercó y me dijo que él se ocuparía del elefante. Yo me transformé y salí volando de nuevo.

Al acercarme vi que Daniel ya tenía el estandarte de la Primera y Tercera Cohorte y Maika el de la Segunda. Eso significaba...

-¡La Cuarta y Quinta Cohorte ganan!-anunció Amanda, la pretora.

Yo bajé al suelo y empezamos a celebrarlo. Nate apareció y él, Daniel y yo nos abrazamos. Todo el mundo nos daba la enhorabuena y bajé a los romanos que seguían en la red.

Tuvimos que explicar mil veces como lo habíamos hecho y los romanos estaban muy sorprendidos por nuestra inesperada estrategia.

Dormimos con la Cuarta Cohorte y, a la mañana siguiente, con nuevas provisiones por si acaso, partimos hacia San Francisco dejando atrás el Campamento Júpiter.