Capítulo 12


-¿Estás bien, Nerea?-preguntó Nate.

-Sí. Ahora estoy bien. ¿Cómo me habéis encontrado?-contestó la hija de Britomartis.

-Gracias a Raven.

-Mi madre es Euterpe, la musa de la música-explicó Raven-. He usado una canción de búsqueda para encontrarte.

-Guau. Eso es alucinante.

-Gracias, Nerea. Venga, volvamos a las cabañas. Ya es tarde.

-Y el día de hoy a sido muy largo. Casi me muero-comentó Daniel.

-¿Qué? Vais a tener que explicarme que os ha pasado antes de llegar aquí-aseguró la mayor.

-Eso está hecho. Pero dejémoslo para mañana.

Salieron andando del bosque y Raven les dejó en la cabaña. Los tres se acostaron. Daniel se quedó despierto, escuchando, hasta que su hermano se durmió. Entonces se levantó y se acercó a Nerea.

-¿Estás despierta?-susurró.

-Sí-respondió ella con el mismo tono-¿Pasa algo?

-Vamos fuera.

Salieron de la cabaña con sigilo y fueron hasta el comedor, que estaba vacío. La luna menguante brillaba en lo alto en plena noche y soplaba algo de brisa.

-¿Qué pasa, Daniel?-preguntó la chica.

-¿Qué pasó en el bosque? No me creo lo que dijiste.

Nerea había contado la excusa de que se había ido al bosque a llorar, porque todas las emociones del día la habían superado. Aquello era cierto, pero no del todo. Nerea se quedó observando al hijo de Némesis. Él le había dicho hacía unos días, que parecían años, que confiaba en ella. Era hora de devolver el favor.

-Solo conté una parte. Sí que fui al bosque al llorar. Pero eso no fue todo. ¿Recuerdas mi colgante, la canica?

-Sí, me había fijado. Pero ya no lo llevas.

-Se rompió.

-Oh, vaya.

-Pero de él salió... Mi madre.

-Britomartis.

-Exacto.

Nerea le explicó todo lo que su madre le había contado. Al repetirlo fue incapaz de retener las lágrimas. Daniel la abrazó de nuevo.

-Lo siento, Nerea. Siento que las cosas tengan que ser así. No sé que haría si Nate y mi padre no me recordaran. Si te sirve de algo, yo sí te recuerdo. Y no te voy a dejar sola.

-No tengo ni idea de que habría hecho si hubieras muerto. Gracias, Daniel.

-No es nada.

Volvieron a la cabaña y Nerea sentía como si se hubiera sacado un peso de encima.

A la mañana siguiente, después de desayunar, Raven les hizo una visita guiada por el Campamento Escondido. Mientras los otros tres le contaron su historia.

-Oye, Raven.

-¿Si, Nerea?

-Tenemos unos amigos en el Campamento Mestizo que también son hijos de dioses menores. ¿Crees que podrían venir aquí?-Nerea ya echaba de menos a su mejor amiga, Crystal.

-Nosotros no elegimos quien viene. Los dioses, con ayuda de el oráculo de Delfos, planean la llegada de los semidioses. Este verano ya habéis desaparecido vosotros. Si desparecieran los hijos de de dioses menores que quedan sería sospechoso. Pero si queréis intentarlo, podéis hablar con Rachel.

Fueron a ello y se dirigieron a la cueva que tenía la pitia en ese campamento. Rachel les recibió con una sonrisa.

-Lo habéis logrado. Enhorabuena.

-Gracias-dijo Daniel-. Queríamos hablar contigo. Hay unos amigos que podrían venir, pero Raven dice que no sería posible.

-¿Quienes son?-preguntó la pelirroja.

-Crystal, hija de Tánatos, Alexander, hijo de Eros, Jayden, hijo de Bóreas y Noah, hijo de Noto.

-Y con vosotros, siete. Siete mestizos. Como en la profecía de los Siete. ¿Sabíais que esa fue la primera profecía que pronuncié?-se quedó rígida y salió de su boca un humo verde. Comenzó a hablar con una voz que no parecía la suya:

De nuevo siete mestizos tendrán el destino en sus manos.

El enemigo ya está dentro, se oculta dentro del hogar.

Las tres partes unidas, tendrán que elegir:

por sus padres luchar o el Olimpo salvar.

Una nueva era se acerca, los siete la crearán.

-Una profecía-sentenció Nerea.

-¿Es real?-preguntó Daniel.

-Sí-respondió Rachel, con la cara pálida-. Es real y es la próxima Gran Profecía.

-Los siete... Somos nosotros y nuestros amigos-aventuró Nate.

El oráculo de Delfos no lo negó.

-Ahora sí que tenemos que ir a buscarlos-decidió Nerea-. Pero iremos a por ellos a nuestra manera.

Los tres ya se iban cuando Rachel les dijo:

-Buena suerte.

-Gracias-se despidieron.

Se marcharon a la cabaña a planear todo. Prepararon las mochilas. Y también el plan. Tras muchas discusiones, se pusieron de acuerdo. Empezaba a amanecer y los primeros rayos de sol bañaban el horizonte cuando subieron a los caballos mecánicos de Leo Valdez y se marcharon.

-Perdón, Campamento Escondido-susurró Nerea-. Pero tenemos que ir a por ellos. Volveremos.

Partieron a toda velocidad hacia el norte. Varias horas más tarde, casi al anochecer, llegaron a Long Island. Esperaron a que todos se fueran a dormir, cruzaron la frontera y entraron. El lugar estaba silencioso en la noche. Guardaron los caballos y se pusieron en ello. Cada uno se dirigió a donde habían acordado.

Lo gemelos, ambos invisibles se dirigieron a las cabañas 24 y 25, mientras que Nerea fue hacia la 22. El interior era tan tétrico como la última vez que había estado allí. Contaba con tener que despertar a Crystal, pero ella daba vueltas por la habitación, en un claro insomnio. La vio nada más entrar.

-¡Nerea!-exclamó la hija de Tánatos- Se lo dije, se lo dije a todos. Les dije que no estabas muerta.

-Te he echado mucho de menos.

-Y yo a ti. ¿Qué haces aquí?

-Te lo explicaré luego, ahora tenemos que irnos. Coge todas tus cosas.

-¿Qué pasa, Nerea?

-Te prometo que lo explicaré. Pero tenemos que irnos. ¿Confías en mí?

Se miraron a los ojos por un segundo, dorado con marrón. La hija de Tánatos asintió con la cabeza y se dio la vuelta para recoger sus cosas. Nerea le ayudó.

Al terminar salieron de la cabaña y fueron a buscar al resto. Daniel y Alexander ya esperaban fuera. Nate, Jayden y Noah salieron unos segundos más tarde.

-Venga, vámonos -dijo Daniel. Nerea se acercó a él.

-¿Has dejado la nota?-preguntó. El hijo de Némesis asintió con la cabeza.

Se dirigieron al pino de Thalia. Al salir de la barrera mágica se alejaron a pie del campamento.

Cuando decidieron que ya estaban lo suficientemente lejos pararon por fin y se dispusieron a esperar de nuevo el amanecer. Aprovecharon las horas explicando a sus amigo todo lo que había pasado desde que se fueron.

Al llegar por fin el sol, sacaron a los caballos, que causaron sorpresa entre sus amigos

-¿Qué...?-empezó Jayden, pero no supo como terminar.

-Vamos, subid, dos por caballo-ordenó Daniel-. Tenemos que irnos.

Jayden y Noah subieron a uno, Nate y Alexander a otro y Daniel y Crystal en el último. Nerea se fijó en que su amiga estaba muy sonrojada y de repente recordó que el gustaba el chico al que estaba pegada. Ese pensamiento provocó en Nerea un sentimiento que no reconoció.

-¿Y tú, Nerea? No hay más sitio.

-Yo iré volando.

La confusión aumentó en los semidioses que no habían estando en la misión. Daniel parecía preocupado.

-¿Estás segura de esto, Nerea? Nunca habías intentado hacer algo tan grande.

-No tengo otra opción. No cabemos tres en uno de los caballos. Vámonos.

Se convirtió en grifo y salió volando, provocando exclamaciones. Los caballos la siguieron, de vuelta al Campamento Escondido.

Lo que ninguno sabía es que alguien les había visto en su huida, alguien con la sonrisa cansada del que ha visto mucho y sabe que a veces algunos tienen que marcharse.

A la mañana siguiente, en el Campamento Mestizo vieron que habían desaparecido cuatro campistas y que sus cosas ya no estaban. En la cabaña de Eros había una nota que decía:

Jayden, Noah, Cystal y yo, Alexander, nos hemos marchado en busca de nuestros amigos que todavía no han vuelto de su misión. Sabemos que no están muertos. Sentimos tener que hacerlo así. Adiós.

De lo que nadie se dio cuenta fue de que la letra de la nota no era la del hijo de Eros.

++Nerea++

Al principio el vuelo fue fácil. Seguía sin problemas a los caballos, muchos metros por encima de ellos. Poco a poco me iba cansando y me quedaba atrás. Por suerte conocía el camino. Cuando por fin llegué estaba agotadísima y los demás hacía un tiempo que habían llegado. Fue tocar tierra y que Daniel se me lanzara encima para ver si estaba bien.

Yo me dejé caer sobre él, pues mis piernas ya no me sostenían.

-Menos mal que ya has llegado. Has tardado mucho, me... nos-rectificó el hijo de Némesis- tenías a todos de los nervios.

-Tranquilos. Esos caballos van muy rápido y yo nunca había volado tanto. Solo tuve que ir más despacio-expliqué-. Si no te importa, lo único que quiero hacer ahora es dormir.

-Claro.

Daniel me acompañó/arrastró hasta la cabaña. Los demás ya estaban dentro, cada uno en una cama.

-Se fueron a dormir nada más llegar. Yo me quedé esperándote.

-Gracias, Daniel. Eres el mejor.

Me derrumbé en la cama y me dormí.

Tuve sueños. Sueños de semidiós. Primero estábamos nosotros siete en la estación de paso. Alexander y Crystal estaban jugando con un bebé rubio y otro castaño. Nate estaba con Jo, que le enseñaba algunos trucos para usar su poder para encantar objetos. Jayden y Noah se besaban en la esquina. Daniel se reía de un chiste de Leo, pero me miraba a mí, mientras yo acariciaba a Lester, el grifo. Al notar sus ojos verdes sobre mí noté un cosquilleo en el estómago. Y me di cuenta de un detalle. Todos teníamos varios años más, alrededor de dieciséis. Por lo que, si aquello llegaba a suceder, tendrían que pasar varios años.

Luego el sueño cambió. Nos vi en el Campamento Júpiter hablando con los pretores, Amanda y Michael, y luego con la Duodécima Legión Fulminata en pleno ante nosotros. Después pasamos al Campamento Mestizo.

Discutíamos con Clarisse, y Nico y Will tenían que agarrar a Daniel entre los dos para que no se lanzara sobre la hija de Ares. Intentábamos convencer a los campistas de algo, pero no todos estaban de acuerdo. Y empezaba una batalla. Algunos, como los hijos de Apolo y Hermes, estaban con nosotros. Pero los de Ares y Atenea, en cambio, se habían aliado en el bando contrario.

Cuando todo empezó a descontrolarse me desperté, bañada en sudor frío y deseando que mis sueños no se hicieran realidad.

++Narrador++

Raven se enfadó cuando le contaron lo que habían hecho.

-¡Van a sospechar y nos van a encontrar! ¡Podéis haber destruido algo que ha costado muchísimo crear!

-Cálmate, por favor-pidió Nerea-. Pensamos en eso. Dejamos una nota a nombre de Alexander en su cabaña en la que decía que se habían ido a buscarnos porque creían que seguíamos vivos.

-A lo mejor los buscan-comentó Daniel-, pero no los van a encontrar y no se les va a ocurrir que se han fugado a un campamento para hijos de dioses menores. Pensarán que ha muerto buscándonos.

Raven les miró unos instantes y decidió que no había que echarles la culpa.

-Bienvenidos al Campamento Escondido, chicos-dijo como despedida.

Después dieron una vuelta por el campamento. Alexander, Jayden y Noah conocieron a varios hermanos y hermanos suyos.

-Sabes, Nerea- le dijo Crystal-. Esperaba tener aquí a algún hermano o hermana. Se ve que no.

-A ver, si yo fuera Tánatos, viendo el lío que monta Hades por un hijo, no tendría muchos-contestó Nerea.

-Ya, bueno. Supongo que sigo sola.

-No estás sola. Nos tenemos la una a la otra. La familia no tiene por que compartir la sangre- Nerea se puso seria-. Desde el día de hoy, tú eres mi hermana, Crystal Ruiz.

-Y tú eres mi hermana, Nerea Rodríguez.

Se dieron un fuerte abrazo. Y no pudieron evitar las lágrimas. Cuando Nate las encontró les preguntó:

-¿Por qué lloráis?

-Cosas de chicas-respondió Nerea, y a las dos les dio la risa. Nate se fue de allí convencido de que nunca entendería a las mujeres.

Los días fueron pasando y los chicos se acostumbraron a la vida en el valle. Mejoraron mucho en la pelea. Casi nadie podía vencer a Crystal y sus espadas gemelas o a Jayden y Noah luchando juntos. Pero las mejores peleas eran las de los hijos de Némesis entre ellos.

Se lanzaban pullas entre ellos antes de empezar y luego peleaban como si les fuera la vida en ello. Daniel demostró ser un fuerte rival para sus hermanos. Les encantaba luchar contra él sin saber a que arma se enfrentarían. Pronto ganó una reputación.

Nate también aprendió muchísimo a controlar sus poderes y Nerea se hizo famosa por sus trampas indetectables.

Pronto se acercó el final del verano y muchos semidioses se marchaban a pasar el curso escolar junto con sus familias. Apenas iba a quedar nadie. Nerea no quería quedarse, aunque no podía volver a casa y Crystal, Jayden y Noah estarían allí también, ya que los demás se iban a sus casas. Y tuvo una idea. Sí que tenía un lugar al que ir. Y los demás podrían ir con ella.

-Preparad las maletas-les dijo-. Nos vamos nosotros también.

El último día de agosto fue el día de las despedidas. Alexander había hablado por mensaje Iris con su madre y esta fue a buscarle. Daniel y Nate cogieron uno de los caballos para ir con su padre. En cambio el hijo de Bóreas y el de Noto no iban a volver con sus familias, que los habían abandonado en un internado. Así que los cuatro cogieron los caballos que quedaban y se fueron hacia el noroeste.

Ya rozaba el mediodía y el sol quemaba en lo alto cuando llegaron a Indianápolis. Una burbuja de emoción se formó en el pecho de Nerea. Vieron el edificio desde lejos. Como la otra vez Nerea llamó a la puerta, pero esta vez nadie levantó las armas. Y también abrió la puerta Leo. Pero esta vez abrazó a Nerea y dijo:

-¡Te hemos echado de menos! Venga pasad. Y me presentas a tus amigos.

De camino a la sala principal Leo la bombardeó a preguntas.

-Estos son Crystal, Jayden y Noah. Son hijos de Tánatos, Bóreas y Noto, respectivamente.

-¿Qué tal funcionaron los caballos?-preguntó el hijo de Hefesto.

-Genial. Son maravillosos.

-¿Y los gemelos?

-Se fueron a casa con su padre.

Llegaron al taller y Jo le dio un gran abrazo.

-Me alegra que hayas sobrevivido.

-Gracias.

También se cruzaron con Lester, el grifo. Este la saludó con un chillido todo emocionado.

-Yo también te he echado de menos, chico.

-¿Hablas con el grifo?-preguntó Jayden.

-Pensaba que os lo había contado-comentó Nerea.

Pero la gran sorpresa esperaba en la mesa del comedor.

-¿Apolo?

Esta vez fue Nerea la que corrió a darle un abrazo.

-Gracias, gracias, gracias, gracias. Nunca podré agradecértelo lo suficiente.

-Tranquila, Nerea- parecía un pelín incómodo con la intensidad de la chica.

-¿Qué haces aquí?-preguntó la hija de Britomartis.

-Ahora paso mucho tiempo en la Estación de Paso-explicó el dios-. Así puedo estar más tiempo con mi... novio.

Nerea miró a Leo, que se había puesto rojo, y aplaudió un poco.

-Lo sabía.

-Y además...-se giró hacia Leo-. Hay una cosilla que aun no te he dicho.

-¿Qué pasa?

-Esto... Yo...-ahora Apolo parecía muy muy incómodo- Estoy embarazado.

-¡¿Qué?!-exclamó Leo, para luego desmayarse.