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Smut. Segunda parte
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—Buenas. Sí, lo de siempre, pero doble ración —dijo, guardando silencio mientras escuchaba al otro lado del teléfono—. No, no. A la torre no, a mi casa. Eso es, gracias.
Alguien volvió a decir algo al otro lado, y cuando estaba a punto de colgar, añadió:
—Que no sea antes de veinte minutos, por favor.
Colgó y se dirigió al baño, donde ya oía el relajante sonido del agua de la ducha llenando el pasillo. Abrió la puerta y entró; la humedad del vapor lo envolvió.
—¿Necesitas algo? —preguntó Sakura, con los ojos cerrados y dejando que el agua escurriera por su cuerpo, su tono relajado.
—A decir verdad, sí —comentó Kakashi, abriendo la puerta de la ducha con una sonrisa.
—¡Kakashi! —gritó Sakura, sorprendida al sentirle entrar. Su risa llenó el pequeño espacio.
—Creo que yo también necesito una ducha —dijo, uniéndose a ella bajo el agua, su presencia una promesa de más momentos juntos.
—¿No puedes esperar a que yo salga? —preguntó, girándose para darle la espalda.
—No, no puedo —aseguró, rodeándola con sus brazos y pegándola a él.
—Kakashi, te juro que ya no puedo más. No siento nada de la cintura para abajo. Necesito un descanso.
—Tranquila, prometo que no haré nada —dijo, riendo.
—Puedo notar tu erección en mi trasero.
—No puedo evitarlo. Estás desnuda en mi ducha, después de que hayamos hecho el amor varias veces. ¿Quién podría? —La soltó, no sin antes dejar un beso en su cuello—. Prometo que solo te enjabonaré —aseguró, tomando la esponja de sus manos y apartando la melena rosada de su espalda para comenzar.
Kakashi sonrió cuando, al bajar por su espalda, ella dejó escapar un suave gemido.
—Ha sido involuntario —comentó ella rápidamente—. Es que se siente muy bien después del cansancio...
—¿Cansancio? —preguntó con picardía.
—Sí, cansancio. ¿Cómo esperas que esté después de lo de antes?
—Pero si lo he hecho yo todo —bromeó, volviendo a bajar la esponja por su espalda.
—Llámalo como quieras, pero después de cinco orgasmos estoy cansada.
Kakashi rio con sinceridad, pero lleno de orgullo.
—Lo sé, lo sé. No te preocupes, lo he prometido. No voy a intentar nada —aseguró, ahora bajando la esponja por su trasero, pasando por uno de sus muslos hasta la altura de la rodilla y volviendo a subir, llevándola por delante hasta su estómago. Para ello, tuvo que pegarse más a ella, y su erección descansó contra su trasero.
—¿Cómo puedes estar así en tan poco tiempo? —preguntó ella, sin levantar la cabeza.
—¿Cómo no estarlo contigo gimiendo así mientras acaricio tu suave piel? —respondió Kakashi, dejando que la esponja subiera a su cuello, para luego deslizarla entre sus pechos—. Eres magnífica, mi amor —aseguró, besando su nuca y volviendo a bajar la esponja entre sus muslos.
—¿No está el agua demasiado caliente para ti? —preguntó Sakura, girándose para quedar frente a él.
—No, está bien. Si a ti te gusta así, por mí no hay problema —respondió Kakashi, agachándose para enjabonar sus piernas. Comenzó a subir, dejando un reguero de besos por el interior de sus muslos.
—¿Qué me has hecho? —preguntó Sakura en voz baja para sí misma.
Kakashi sonrió ante esa pregunta y, ya de pie, volvió a girarla, colocándose a su espalda para enjabonar su trasero mientras su otra mano acariciaba su espalda.
El sonido del agua golpeaba contra los azulejos, creando una melodía rítmica que acompañaba sus movimientos, una música silenciosa que los envolvía en un instante donde solo existían ellos dos. Kakashi acarició su piel con la reverencia digna de una diosa. Cada caricia era un recordatorio del deseo que palpitaba en su erección.
Sakura volvió a gemir y separó las piernas mientras apoyaba su cabeza contra la pared, dejando que su trasero subiera y rozara la erección de Kakashi.
—¿Es una venganza? —preguntó Kakashi, sonriendo.
Sin responderle, ella lo tomó por la muñeca de la mano que sostenía la esponja y lo llevó a su entrepierna.
—¿Me tomas el pelo? —preguntó él, tragando con dificultad.
—Tócame ahí —suplicó.
—Pensé que no podías más.
—Por Kami, Kakashi, estoy ardiendo ahí abajo. Necesito que hagas algo —pidió, quitándole la esponja de la mano.
La esponja resbaló, cayendo con un suave golpe en el charco a sus pies mientras el agua continuaba cayendo con un ritmo constante sobre ellos.
Kakashi se rio y comenzó a acariciarla de nuevo.
—Sakura, ¿alguna vez lo has hecho en la ducha? Yo no —respondió sin esperar respuesta y haciéndola girar para dejarla frente a él—. Voy a disfrutarlo, estoy seguro —afirmó, tomándola por el muslo con una mano y levantando su pierna, abriéndola para él.
—Oh, por dios, Kakashi. Fóllame —pidió, permitiéndole acorralarla contra los fríos azulejos y dejando escapar un gemido por el contraste de estos con el aire caliente del cuarto.
El agua caía en cascada sobre ambos, el vapor los envolvía, ofreciéndoles un manto de intimidad. Kakashi tuvo que sujetarse del grifo para no perder el equilibrio cuando empezó a embestirla.
—Mírame —exigió cuando vio que ella cerraba los ojos—. Míranos, Sakura.
Ella obedeció, y Kakashi se aplastó contra ella para besarla con ansia cuando sus ojos verdes lo miraron.
—Eres perfecta. Llevo enamorado de ti tanto tiempo —susurró, sin dejar de besarla.
Los ojos de Kakashi brillaron, vulnerables y llenos del amor y el deseo que había mantenido oculto durante tanto tiempo, reflejando la verdad de sus palabras.
—¿Por qué nunca dijiste nada? —preguntó ella entre jadeos.
—Esto es un sueño. ¿Cómo iba a imaginar que tú querrías esto? —respondió, tragando con dificultad.
—¿Por qué no iba a querer estar contigo? —preguntó, como si fuera una tontería pensar lo contrario.
—Lo siento, ahora mismo no puedo concentrarme en esta conversación —se excusó él, guardando silencio para seguir besándola.
A los pocos segundos, se separó un poco de ella para mirar donde sus cuerpos se unían.
—Mira, Sakura. Mira aquí abajo. Quiero que nos veas.
De nuevo, ella obedeció y miró hacia abajo. El agua corría por su cuerpo, mezclándose con el sudor y intensificando el brillo de cada movimiento. El pene de Kakashi se perdía dentro de ella, y ante esa vista, comenzó a jadear más fuerte.
—Kakashi, voy a correrme —exclamó, sujetándose de sus hombros.
—Hazlo, amor. Córrete para mí —pidió, besándola suavemente en los labios—. Hazlo una vez más.
El aire a su alrededor vibraba con la intensidad del momento. Una carga eléctrica parecía recorrer la habitación, amplificando cada sonido, cada gemido, cada roce de piel contra piel. Con un par de embestidas más, Sakura notó su centro arder. Se tensó sobre la punta de sus pies y clavó las uñas en la espalda de Kakashi. Sintió que el tiempo se detenía.
—Yo también te amo —susurró Sakura, cerrando los ojos y dejando que su cabeza cayera hacia atrás hasta topar con el azulejo.
La declaración pareció flotar en el aire hasta llegar a Kakashi, quien sonrió mirándola con adoración. Lo llevó a tal punto que no notó las uñas clavándose en su espalda. No detuvo las embestidas ni cuando la sintió contraerse a su alrededor. Por el contrario, se apoyó en las puntas de los pies para ir más profundo dentro de ella.
—Dios, no pares —pidió ella, aun sintiendo su orgasmo.
—Lo siento, pero estoy a punto. No puedo aguantar más —se disculpó él.
Cuando Sakura notó que él iba a separarse, lo sujetó por el trasero.
La firmeza con la que Sakura lo mantenía cerca, la determinación en su toque, y cómo sus ojos se encontrarón en un entendimiento que trascendía las palabras, crearon una conversación silenciosa.
—No —susurró sin soltarle.
—Antes dijiste...
—No importa —lo interrumpió—. Termina dentro, por favor.
Kakashi dejó escapar un gemido ante esa petición y, con un par de embestidas más, se unió a ella.
La tensión en el rostro de Kakashi fue evidente. Su mandíbula se tensó, y sus manos se aferraron con fuerza a las caderas de Sakura mientras alcanzaba el clímax, una liberación que envolvió a ambos en una ola de satisfacción.
Tras unos segundos, se dejó caer sobre ella, apoyándose en la pared.
Todavía jadeando, atrapó sus labios.
—No creo que pueda olvidarme de lo bueno que es el sexo nunca más —aseguró ella, riendo.
La carcajada de Kakashi llenó la estancia.
—¿Todavía estás duro? —preguntó ella, sorprendida al notarlo dentro.
—Lo siento —se disculpó sin saber muy bien por qué.
—Pero te acabas de correr, lo he notado.
—No sé decirte. Es tu cuerpo, se siente muy bien. Pero ahora mismo no soy funcional, te lo aseguro —comentó a modo de disculpa.
A pesar de sus palabras, la cercanía de Sakura, y la forma en que el agua resbalaba por su piel, mantenían a Kakashi en un estado de continua excitación. Cada célula de su cuerpo clamaba por más de ella, por prolongar ese momento de intimidad.
Ahora fue Sakura quien se rio.
—Eso está bien —aseguró, obligándolo a separarse para sacarlo de ella—. Así podré ducharme de verdad.
En el momento en que salió de ella, pudo notar cómo el semen se escurría entre sus piernas.
El agua de la ducha arrastraba consigo los restos de su unión, creando pequeños riachuelos blancos que mezclaban espuma y serpenteaban hacia el desagüe. Sakura cerró los ojos por un momento, dejándose envolver por la calidez del agua y el suave murmullo que resonaba en la pequeña estancia.
Kakashi bajó la vista para observar el líquido blanco deslizarse por el interior de sus muslos, notando cómo el cuerpo de Sakura resplandecía bajo la luz del cuarto de baño.
Ella se apoyó contra el azulejo frío de la ducha, dejando que el contraste de temperatura tuviera un efecto calmante en ella, ayudada por la brisa que se colaba por la puerta entreabierta del baño.
—Creo que deberías salir de la ducha —comentó Sakura.
Él levantó la vista con curiosidad.
El vapor formaba un halo alrededor de su figura, y la mirada de Kakashi, intensa y curiosa, se reflejaba en los azulejos, mostrando un matiz juguetón y desafiante, centrado únicamente en ella.
—Puedo ver cómo me miras. Puedo notar cómo el vigor vuelve a ti.
—Eres muy sexy —aseguró él.
Sus palabras resonaron con un tono de adoración genuina.
—¿Es lo único que te gusta de mí?
—No. Pero todo lo demás lo llevo disfrutando años —dijo con un tono de sinceridad que, por un momento, dejó a Sakura sin palabras.
Kakashi se acercó un poco más, sus dedos trazando líneas invisibles sobre su piel, capturando cada detalle de cómo el agua acentuaba las curvas de su cuerpo.
—Si no sabes comportarte, no te dejaré entrar a la ducha conmigo.
—Fuiste tú quien me rogó hace un momento.
Sakura se puso colorada ante la verdad, y una ola de calor subió por su cuello hasta sus mejillas.
—Es cierto, pero en serio, deberíamos ducharnos y salir a comer algo. ¿No te mueres de hambre?
El agua continuaba cayendo en cascada, el sonido creando una atmósfera envolvente que solo intensificaba el sentimiento de intimidad entre ellos.
Kakashi la miró de arriba abajo antes de asentir en silencio.
Sakura notó cómo sus ojos la recorrieron, como si estuviera memorizando cada detalle, desde las gotas que se deslizaban por su cabello hasta las que se enredaban en los rizos rosados debajo de su ombligo.
—Hablo en serio.
—Está bien, está bien —aceptó, dándose por vencido y levantando las manos a modo de rendición.
Su risa resonó cálidamente en el baño, una rendición que alivió la tensión de la conversación.
Sakura se giró y tomó el bote de champú entre sus manos. Kakashi aprovechó para coger la regadera y pasarla por la espalda de Sakura, bajando hasta su trasero y después entre los muslos para hacer que los restos de su semen desaparecieran.
—Alcánzame el gel —pidió Kakashi, besando su hombro.
Ella se lo dio. El gel se deslizó entre sus dedos húmedos, y el aroma fresco y cítrico llenó el espacio cuando comenzó a trabajar la espuma entre sus manos. Él empezó a enjabonarla. Sus manos se movían con suavidad, siguiendo el contorno de su cuerpo mientras la espuma nacarada se esparcía por su piel, brillando como un manto de nieve bajo la luz.
Mientras todavía estaban en la ducha, el timbre del apartamento sonó.
El sonido interrumpió la atmósfera tranquila de la ducha, un recordatorio del mundo exterior que esperaba fuera de su burbuja de calor y vapor.
—Nuestra comida ha llegado —anunció él, separándose de ella para aclararse las manos.
—¿Pediste comida?
—Claro. Antes de unirme a ti en la ducha. Sushi, como ordenaste —comentó antes de abrir la puerta de cristal y salir para coger una toalla—. Ve terminando, te espero con la mesa puesta —anunció, saliendo del baño.
Enredó una toalla en sus caderas mientras caminaba hacia la puerta, dejando un rastro de pequeñas huellas húmedas sobre las baldosas del suelo del baño.
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NdA: Ya está. Esta parte está escrita desde el mismo momento de Smut, pero decidí que se hacía largo y merecía un corte. Además, como siempre, sabía que pedirían más. Disfruten del extra.
