Ahí va otra historia (esta vez más larga) sobre nuestros queridos intensitos.
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Límites. Hana x Alumi. Shaman King Flowers/The Super Star.
Límites
Capítulo 1
— H-Hana... Deberíamos...
— L-Lo sé... Pero... Y sí...
— Idiota no podemos...
— ¿Por qué no...? — Hana colocó delicadamente su mano en uno de los pechos de la chica, acariciándolo primero con cuidado, y posteriormente pellizcando su pequeño pezón a través de la ropa.
— H-Hana...
— Alumi... No sé sí... Podré contenerme más...
Todo había comenzado cuatro meses atrás. Primero fueron tímidos abrazos, acompañados de algún beso en la mejilla y pequeñas caricias en el rostro. No tardaron demasiado en comenzar a besarse en los labios, y cómo era de esperar de dos adolescentes en pleno florecimiento hormonal, los besos con lengua llegaron muy rápidamente. Con estos, el ambiente entre ellos se fue calentando cada vez más, dando inicio a besos y caricias más subidas de tono. Más sensuales, más íntimas, más... Excitantes.
Ambos habían llegado a un punto de no-retorno. Ya no podían parar. Querían más. Necesitaban más.
Pero ambos sabían que el siguiente nivel era peligroso. Peligroso en muchos sentidos.
Cruzar la línea significaba correr riesgos, tener miedo, dudas e inseguridades. Pero a su misma vez también podía ser un gran y placentero descubrimiento para los dos.
Eran jóvenes y estaban en la flor de la vida. No había nada de malo en experimentar... ¿Verdad? O eso pensaba Hana, aunque comprendía qué Alumi tuviera ciertos miedos. Hana había sido fruto de un embarazo adolescente (Aunque cabe decir que fue bajo circunstancias extremas) y en cierto modo la joven tenía miedo de repetir el patrón de sus antecesores. Y más sabiendo que ambos eran muy intensos y se deseaban con locura. El autocontrol cada vez era más difícil de mantener para ambos y cómo siguieran así, no le resultaría muy difícil quedar embarazada. Es cierto que había métodos anticonceptivos, sí, pero se conocía. Se conocía a ella misma y conocía a Hana. Ellos eran impacientes, muy impacientes. También eran intensos, y muy pasionales. Sabía que cualquier cosa que pudiera evitar de alguna manera intervenir en qué pudieran sentirse al máximo, no sería bienvenida. También existían otros métodos pero no era muy recomendable usarlos en abundancia y más para la integridad física de Alumi. La salud era importante ante todo, pero también lo era no tener un embarazo adolescente.
Aquel día habían logrado detener su pasión y dejar su encuentro en ese punto. Pero, ¿Qué pasaría sí un día no podían parar? ¿Qué harían entonces? Aquella idea era algo qué rondaba sobre todo por la cabeza de la rubia, la cual en ese momento se encontraba en la habitación de Hana, esperando a que este regresara de hacer algunos recados que Tamao le había mandado hacer. Hacía un buen rato que daba vueltas por toda la habitación, pensando y pensando, sin llegar a ninguna conclusión. Al final era algo que involucraba a ambos jóvenes.
— Argh... ¿Por qué tiene qué ser todo tan complicado? — Expresó la rubia totalmente exasperada, tumbándose en la cama de su pareja. Era normal que no pudieran controlar sus sentimientos, y sobre todo, sus hormonas. Ya tenían 16 años y los adolescentes de su edad ya comenzaban a tener esa clase de encuentros. Pero tenía que admitir que por muchas ganas que tuviera de ir un paso más allá, aún no se veía capacitada para ser madre, y el quedar embarazada y verse presionada por la familia Asakura para tener la criatura a pesar de su corta edad, era alto que le generaba pánico.
Siempre fue consciente de la inmensa responsabilidad que resultaba comprometerse con el heredero directo de los Asakura. Pero sí es cierto que una cosa era ser consciente y otra muy diferente era verse en la situación.
— Debería intentar dejar de pensar... — Expresó Alumi en voz alta, reincorporándose en la cama de su joven prometido — De hecho, voy a intentar distraerme. — La rubia pegó un brinco y se puso en pie, comenzando a inspeccionar el cuarto de Hana. No había cambiado demasiado desde que entró por primera vez hace tres años, tan solo la distribución de algunas cosas y poco más. Así qué tampoco había mucho que ver. Pero su atención se vio atraída por una pequeña montaña de ropa amontonada encima de la silla de su escritorio. — No tiene remedio... Mira qué le he dicho qué no es tan difícil poner a lavar la ropa que usa. — Con una mueca de desagrado, agarró una de las camisas que se encontraban amontonadas, y con ambas manos, se la quedó mirando fijamente.
— "Esta se la regalé yo... La verdad es que le sienta muy bien este color... Que buen gusto tengo, jeje." — Pensó para sus adentros, orgullosa de su pequeño logro. Pero aquella sonrisa no duró mucho más, ya que un aroma muy familiar invadió sus fosas nasales.
Aquella camisa tenía impregnado el olor de Hana. Su dulce olor. Aquel olor que Alumi amaba por encima de muchísimas cosas.
La chica dudó durante unos segundos, pero no pudo evitar acercar aquella camisa y embriagarse con el aroma de su pareja. No pudo evitar hundir su rostro en aquella camisa. Se sentía como una pervertida, pero realmente adoraba su olor. Le tranquilizaba y le ponía muy nerviosa, todo a la vez. Poco a poco sus mejillas fueron adquiriendo un tono rojizo, y sus latidos tomaron un ritmo cada vez más y más rápido.
Eso no podía estar pasando. No ahora. No en ese momento.
Y de la peor manera posible, en el peor de los escenarios posibles.
Estaba caliente, muy caliente.
Era una maldita pervertida. O al menos así se sentía.
— M-Maldita sea... — La joven era demasiado consciente de lo que estaba pasando en su cuerpo. Y no era la primera ni sería la última vez que le pasaría algo así. Sin poder controlarlo, cientos de imágenes comenzaron a pasar por su cabeza. Imágenes de los encuentros que tenía con Hana, de cómo se besaban, cómo él masajeaba sus senos por encima de la ropa y se aventuraba a juguetear con sus delicados pezones, de cómo la miraba con tanta pasión y fuego en los ojos, de cómo lamía su cuello y lo besaba con desesperación, pero sobre todo, una de las cosas qué más le gustaba. Qué le tocara el trasero. Alumi jamás lo reconocería, pero sentir las manos de su prometido masajeando su trasero con tanta dedicación, y más aún, sentir sus manos tan cerca de ahí, pero a la vez, tan lejos... Era algo que le ponía muchísimo.
Y ya no había vuelta atrás. La joven estaba sintiendo demasiado calor. Incluso le costaba mantener la respiración estable. Habiendo perdido el control de aquella situación, rápidamente echó un vistazo a ambos lados y se dirigió a la cama de Hana.
Se sentó en el colchón con la camisa de su prometido aún en su poder, y sujetándola con una de sus manos, impregnó su rostro en el dulce aroma de Hana, mientras que su otra mano bajaba velozmente hacía su ropa interior, buscando lo que más ansiaba. Su más profundo deseo.
— Hana... — Coló sus dedos entre la ropa interior, comenzando a masajear su clítoris lentamente. Poco a poco fue aumentando la velocidad, sintiendo cómo su vagina se humedecía cada vez más. Necesitaba más. Quería más. Lo necesitaba sentir. Lo quería dentro. Ya.
Pero aquello era algo físicamente imposible en ese momento. Ante su desesperación, metió dos de sus dedos en su estrecha cavidad, notando lo muy mojada que se encontraba ahí. Comenzó a mover sus dedos a la vez qué con su pulgar seguía masajeando su centro de placer. Una voz dentro de ella le decía que aquello estaba realmente mal, y que no debía seguir con eso. Que Hana podría llegar en cualquier momento y verla así. Pero por otra parte no podía parar de sentir aquel placer, el calor, la excitación de pensar que no era ella quién se estaba tocando, sinó Hana. Que era él quien estaba ocupando aquella cavidad con su...
— Hmm... Hana... M-Más... S-sí... — Aumentó la velocidad de sus movimientos todo lo que su mano le permitía, sintiendo aquel calor y aquella sensación tan característica qué anunciaba su inminente orgasmo. Pero quería que durara más. Quería impregnarse aún más en aquel aroma tan dulce, en aquel calor y esa imagen mental de su prometido tocándola, besándola, introduciendo su miembro y llenándola entera, saciando sus más oscuros deseos.
Cambió su posición y se tumbó boca abajo, hundiendo su rostro en la camiseta de su novio, embriagándose de su aroma mientras continuaba con sus caricias. Abrió levemente las piernas y elevó su trasero para que le fuera más fácil llegar aún más al fondo, acercándose peligrosamente al clímax. Finalmente, sintiendo como todo su cuerpo se derrumbaba, imaginó cómo Hana la embestía por detrás, agarrándola de las caderas, salvajemente. Aquella imagen mental culminó su acto de placer, experimentando así aquella intensa sensación de máximo placer que no podía describir con ninguna palabra existente, llegando al orgasmo y dejando escapar un sonoro gemido que resonó por todo el cuarto. Retiró la mano de su caliente y húmeda vagina, que aún seguía palpitando y sintiendo los efectos del muy reciente orgasmo. Segundos después agradeció mentalmente que no hubiera nadie en la pensión, ni siquiera Ryu o las Hanagumi, ya que aquello había sido realmente muy intenso.
Se dejó caer totalmente agotada en la cama del chico. Descansó unos minutos y se incorporó para colocar todo tal y cómo estaba. Nadie debía saber lo que había pasado en aquella habitación. La rubia colocó la camisa exactamente como estaba y arregló un poco sus vestimentas descolocadas. — "No quiero ni imaginar qué cara tengo... Seguro que mi cabello está hecho un desastre." — Pensó. Se acercó a un pequeño espejo qué Hana tenía colocado encima de la mesa del escritorio, y con sus manos y cómo pudo, arregló su cabello, al menos para dejarlo aceptable y que absolutamente nadie pudiera sospechar sobre el revolcón qué había tenido pensando en su prometido. Al recordar lo que recién había hecho, sus mejillas tomaron un color carmesí intenso, y las ganas de esconderse en algún sitio lejano y no salir nunca, comenzaron a hacerse presentes.
Pero por suerte ese día no había nadie en la pensión. Lo cual no era para nada lo normal, ya que siempre había alguien, o varias personas rondando por ahí.
Pero la suerte estaba de su lado.
O eso pensaba.
Por que jamás contó con que alguien hubiera presenciado en silencio toda aquella escena.
No contó con que Hana hubiera vuelto ya que, olvidó la cartera en su cuarto.
Y para nada contó con que en esos momentos, Hana estuviera en el cuarto de baño, haciéndose cargo de un problema no tan pequeño que ella había causado tras brindarle tal espectáculo.
Así sería difícil no sobrepasar los límites.
Yyyyyyy... ¡Fin del primer capítulo! Se vienen cositas para nuestros queridos intensos, ¡Así que seguid leyendo! ;)
