Capítulo VIII: Impulsos Peligrosos.

Las luces sicodélicas era lo único que permitía distinguirse en medio de tanta gente y tanto ruido. Apenas y se podía estar a salvo si se sentaba en la barra, ahí no molestaba ni lo molestaban.

Obanai miró a su alrededor tratando vanamente de encontrar algún motivo, justificación o sentido válido para asistir a ese… ¿Carnaval?

Los alumnos gritaban, saltaban, bailaban, sudaban, bebían, fumaban, unos se besaban, otros se devoraban. Una de las cosas que más llamó su atención fue el alcohol y el cigarro. Es decir, se supone que era un evento avalado por la escuela, no debían vender alcohol a menores de edad.

En su estancia en la barra pudo apreciar cómo se desarrollaba aquella situación. Los estudiantes iban y pagaban al expendedor el triple del precio, así cualquiera vende lo que se le diera la gana. Supone que eso es lo malo de un colegio estatal.

¿Por qué quiso asistir a ese instituto? Claro, porque ese era el colegio al que Kaburamaru quería asistir. Si lo piensa bien él, ni siquiera fue consultado. Un día su padre llegó diciéndole que ya estaba inscrito, que el examen de admisión sería en unos meses y que no podía hacerlos quedar mal.

Una media sonrisa apareció en su rostro cuando recordó la cara de su madre y cómo se le cayó el cigarro a su padre cuando al despedirse les anuncio que se iría a una fiesta. De haber esperado sus reacciones, ¿lo hubieran detenido?, ¿hubieran dicho algo así como: "Kaburamaru nunca hubiera desperdiciado un sábado de esa manera"? No lo sabe y quizá nunca lo sepa, lo único de lo que está seguro es que en ningún momento se les pasó por la mente el hecho de que era la primera y última vez que salía a un evento de esos.

–Otro. –Habló al muchacho del bar, encargado de servirle Coca-Cola.

El encargado del bar no tardó mucho en cumplir con su pedido a la vez que lo hacía con lo de varios más.

–Superior Iguro.

El aludido giró a su derecha hasta encontrarse con una chica. Envuelta en un bonito vestido verde y lo miraba con el rostro sonrojado, o al menos así se apreciaba a través de su antifaz.

–Lo sabía, eres el superior Iguro. –Exclamó emocionada.

Eso él ya lo sabía, la muchacha parecía haber encontrado la cura para el cáncer.

–¿Qué deseas? –Preguntó a secas y sacando la mayor cantidad de paciencia que podía.

–Yo… bu-bueno…

Bravo, la chica tartamudeaba.

–Me preguntaba si… es que usted…

Paciencia, paciencia.

–Quisiera…

–No. –Atajó rápidamente conforme recibía el vaso con su bebida y regresaba a encarar a la joven.

–Pero… Aún no le he preguntado nada.

–Da igual. –Contestó con simpleza. –Según entiendo, hay pocas cosas que "quisieras" que realizara contigo, entre ellas están: bailar, no me interesa, beber algo, –El joven de cabellos azabaches alzó su vaso. –ya lo estoy haciendo y, por último, platicar, no creo que conozcas algún tema que me interese o que puedas entender algún tema que yo proponga. Si ni siquiera pudiste terminar la pregunta sin tartamudear.

Dicho lo cual se dio media vuelta, escuchó un par de gimoteos que cesaron en pocos segundos, seguramente la joven se marchó chillando. Ni modo, ella solita se lo buscó.

Maldita Coca-Cola y su alto contenido de azúcar que hacía a las personas querer consumir más y más. Pero, tomando en cuenta el lugar en el que se encontraba no podía hacer mucho, un poco de agua embotellada sería lo último que conseguiría en ese lugar.

–Otro vaso. –Pidió de nuevo, beber refresco era lo único que podía hacer.

La bebida tardó más de lo habitual, mucha gente llegó a pedir alcohol.

¿Qué estaba haciendo en ese lugar?, lo recorrió con la mirada. Nada productivo podría salir de ese lugar, seguía sin comprender qué hacía ahí, por qué no se había marchado todavía.

Sí, se iría. Estar ahí sólo era una pérdida de tiempo.

Sus ojos divisaron en medio de toda la gente como una muchacha bailaba, de ser posible, con más entusiasmo que el resto.

Kanroji Mitsuri.

Reconoce que, por unos momentos no la identificó. Jamás se había tomado la molestia de divagar o imaginarla en un vestido así, después de todo, hasta ella era una mujer. En fin, el baile de antifaces no tenía mucho sentido para ella porque con ese color de cabello, era reconocida al instante.

Por consecuente las dos chicas que bailaban a su alrededor eran Kocho y Kamado. Tenía entendido que Kanao estaba con otra persona.

Vio como la muchacha se ponía de puntillas aún con sus increíblemente altos tacones y al parecer buscaba algo, o alguien.

Era verdad, el famosísimo Muichiro Tokito había prometido ir. Había sugerido el hecho de que se podía investigar muy bien y hasta ahora no ha hecho otra cosa sino perder su valioso tiempo.

En serio, ¿había ido a ese molesto lugar sólo por las provocaciones del enano ese?

Su bebida llegó en el mejor momento y sin más decidió beber de golpe el líquido color café, sabía extraño, a lo mejor se confundieron y le dieron Coca de dieta.

Una Coca de dieta fermentada puesto que le cayó como piedra al estómago y fue quemando todo a su paso. No debió habérsela tomado toda de golpe.

–¡Hey! ¡Esto es solo refresco, yo ordené una cuba!

Obanai escuchó que gritaban a su alrededor, más, no alcanzó a entender lo que dijeron y no podía importarle menos. Había que sacar lo mejor de lo peor. Si Muichiro Tokito se aparece más tarde podrá acercarse y darle una tesis completa y detallada que explicaría meticulosamente por qué es absurdo perder su tiempo en una fiesta.

Sí, se quedaría sólo para demostrar que el dichoso "genio" se había equivocado y él tenía la razón.

Así, tal vez Kanroji deje de hablar tanto de él y con un poco de suerte para sus oídos, no volverán a escuchar las palabras "Muichiro Tokito"


El gran salón del baile estaba oscuro, pero eso no le impedía apreciar el paisaje a la perfección, después de todo, él era un experto en esa clase de cosas y como todo buen experto, en ese su último año tenía que lucirse.

Aunque estuviera solo no la estaba pasando tan mal. Podría estar la mayor parte de la fiesta con Tanjiro, pero no quería ser mal tercio entre él y Katsumi, además de que la rubia no era de su total agrado.

Fue muy inteligente al botar a Sasaki, tal vez un poco cruel por la forma en que lo hizo, pero… ¡Bah! Fue ella quien lo sedujo cuando iba a terminarla, no planeaba acostarse con ella; y mírenla ahora revoloteando, probablemente ebria mientras devoraba la boca de un pobre cristiano.

Eso le evitaba el monologo que tendría que darle cuando él saliera de la fiesta bien acompañado por la chica más guapa de la misma.

La cual estaba viendo justo frente a él en un despampanante vestido negro de satín. Es su tipo, perfectamente compatible con él.

Al menos físicamente está como quiere, porque para que sea totalmente compatible con él debía de tener la personalidad de Nezuko.

Nezuko… no ha hablado con ella desde que fueron a la Universidad, desde que pelearon… Hasta le da escalofríos acordarse. Él le gritó, ella lo golpeó, aunque eso no dolió, cuando dijo que lo odiaba eso sí que le causó malestar y, por qué no, dolor.

Conocía a Nezuko desde que nació, de niños dormían juntos y era habitual para sus madres hacer un plato de más por si a alguno se le ocurría cenar en la casa del otro.

Nunca habían peleado entre ellos, más de una vez él recibió golpes por ella cuando algún abusivo quería quitarle sus dulces o el dinero de su almuerzo, pero entre ellos nunca habían discutido. Menos se habían dejado de hablar por una semana como en ese momento.

Odiaba añorar hacer las paces con ella cuando debía ser Nezuko quien debería rogar por su perdón. De acuerdo, tal vez no rogar, con que se lo pida, aunque sea de mala gana las cosas se solucionarían y todo volvería a su curso. Decidido, cuando Nezuko llegue se acercará a ella a darle una nueva oportunidad de disculparse, es más, se lo dirá.

Si ella se disculpa por haberlo golpeado, él se disculpará por haber dicho cosas que no cree que sean verdad.

–Parece que Mitsuri, Kanao y Shinobu llegaron, pero no veo a Nezuko. –Escuchó como se quejaban a su lado. Rui estaba gruñendo y con un vaso de soda presumiblemente.

Un momento, ¿qué dijo? No es posible que Mitsuri, Kanao y Shinobu estén ahí y Nezuko no.

–Ellas siempre vienen juntas. –Incluso el año anterior, cuando Shinobu salía con Douma, llegaron los cuatro. –¿Dónde están?

–Ahí. –Señaló Rui con la mirada. –Las que están de beige y morado son Mitsuri y Shinobu. A Mitsuri la delata su cabello, aunque esté oscuro. Y Kanao va de rosa, pero está con otra persona.

Zenitsu regresó a ver y efectivamente, sus amigas estaban con la belleza de negro. Y si…

–La de negro no puede ser mi querida Nezuko. –Aseguró Rui con seguridad. –Ella nunca, mejor dicho, jamás usaría algo así.

Era verdad, si de buscar a Nezuko se tratase tendría que buscar el vestido más inocente dulce y tierno de la fiesta, no el más… sexy.

–Oye, Rui. –Llamó al castaño. – ¿Acaso no piensas rendirte con Nezuko? Es decir, la acosas desde que estamos en primero.

–No la acoso, la quiero. –Aseguró ofendido el aludido.

–Bueno, bueno. Pero ¿no has pensado en que ella podría querer a alguien más? Tarde o temprano se enamorará. –Comentó, sintiéndose extraño al hacerlo, por alguna razón no le gustaba pensarlo y menos decirlo, sin embargo, recuerda las palabras de la pequeña, eso de que sólo se ha enamorado una vez. –O puede que ya quiera a alguien.

Rui lo regresó a ver con preocupación, ¿Zenitsu se habrá dado cuenta de los sentimientos que su Nezuko tiene por él? Por eso no los había visto juntos en toda la semana.

–¿Qué sabes tú? –Le exigió saber el muchacho.

–Nada. –Negó rápidamente. ¿Por qué tenía ese tipo de conversación con el atarantado de Rui? –Olvídalo.

–No. –Escuchó que salía de los labios del joven. –No pienso rendirme nunca, incluso si ella quiere a otro, le demostraré que yo soy mejor y que él no la merece por ser un ciego y no ver la hermosa persona que es. Al menor fallo que cometa, se la quitaré.

Zenitsu tuvo que parpadear un par de veces ante la súbita confesión tan apasionada de su buen amigo. En serio que Rui quiere a Nezuko, pero eso lejos de gustarle, le hacía sentir todo lo contrario. No debería sentirse así puesto que conoce a Rui y es un buen muchacho, nada más un poco altanero. Debería estar feliz de que alguien bueno quiera a su querida amiga, pero no.

No lo estaba.

A lo mejor y se distanció de él porque estuvo con el fulano ese, "el único del que se ha enamorado". De ser así, aunque se disculpen las cosas no serán como antes. Nezuko no era como él, si ella se metía en una relación, sería seria, no solamente para matar el tiempo.

¿Y si no vino a la fiesta por que quedó con el tipo ese?

Suficiente. Se puso de pie y entre la multitud divisó a la preciosura de negro. Estaba con Shinobu y Mitsuri, debía ser amiga de ellas y como buenas amigas se la presentarán. Así, si Nezuko quiere presentarle al tipejo del cual se enamoró, que hasta ganas de vomitar le causa la idea, él le mostrará a la belleza que consiguió en la fiesta.

Para ello, tal vez podría estar considerando a esa chica como material de novia y no sólo revolcón de turno, de esa forma provocará un encuentro entre ambos que probará la fidelidad del muchacho y Nezuko se desencantará de él.

–¿Dónde vas Zenitsu? –Preguntó Rui con interés al ver como el rubio hizo añicos el vaso de plástico que tenía en su mano.

–A saludar a mi novia de la noche. –Expresó risueño.

Él no perdería a Nezuko. No perdería contra ella ni a ella.


El alto volumen de la música empezaba a marearlo un poco, y eso sin mencionar los tragos que llevaba encima. La verdad es que no tenía intenciones de beber alcohol, no era de su total agrado, pero ante las insistentes peticiones de Katsumi no le quedó de otra más que aceptar.

Si él fue quien la invitó, obvio que no le podía quedar mal.

Desde su punto de vista se sentía aburrido, no era mucho de bailar y no podía charlar amenamente con su acompañante ya que era ella quien se la pasaba hablando la mayor parte del tiempo. Maldecía internamente a Zenitsu por haberse negado a estar con él y dejarlo solo con la rubia. Aunque viéndolo desde otro punto de vista, él tuvo la culpa por haberla invitado sin pensar.

Y es que ¿por qué lo había hecho?

Simple. Quería demostrarle a Kanao que él también podía estar con alguien.

Desde ese día que los vio juntos en la cafetería una extraña punzada en su pecho no dejaba de molestarlo, y más ahora que los veía muy amenamente al otro extremo de la barra.

Tenía que admitirlo, se veía hermosa y era casi imposible quitarle la vista de encima. Desde el momento en que entraron sus cuatro amigas, identificó al instante a Kanao con solo mirar sus ojos, esos ojos rosados que llegaron a brillar cuando lo miraban.

¿Y qué pasó después? Bueno, cuando se iba a acercar por inercia a ella, se detuvo cuando Hideki llegó por Kanao y se la llevó muy galantemente, mientras que él cayó en cuenta de que venía acompañado. Pero aún se moría de ganas por ir con ella…

–Tanjiro.

Sacarla a bailar….

–Tanjiro.

Y decirle que…

–¡Tanjiro!

Ese grito lo hizo salir de sus pensamientos. Parpadeo un par de veces hasta caer en cuenta de la realidad. Dirigió su mirada a Katsumi la cual lo miraba con un puchero formado en sus labios.

–Lo siento Katsumi… ¿Qué me decías?

–Te decía que me saques a bailar, ¿A caso no quieres?

–Yo… Sabes que me siento un poco indispuesto, no se me da eso de bailar. –Contestó dándole otro trago a su bebida.

–¡Entonces no tiene caso que me hayas invitado! –Chilló. No se le hacía justo que le hiciera ese desaire, ella que tanto se había esforzado para verse provocativa.

Y es que era cierto, llevaba un diminuto vestido rojo que se ajustaba las curvas de su cuerpo y haciendo que resaltara más por su blanca piel. Mejor otros idiotas se le quedaban viendo mientras que Tanjiro apenas recordaba que estaba con ella.

Pero sabía perfectamente la razón de su ausencia. No era tonta, eran más que obvias las miradas que le lanzaba a la estúpida de Kanao. ¿Qué era lo que le veía? Desde su punto de vista no era la gran cosa, por mucho ella era mejor que la hermana menor de Shinobu y no iba a permitir que le quitara la atención de Tanjiro, ya suficiente le había costado alejarlo de ella.

–Lo siento. –Se disculpó Tanjiro.

–¿Sabes qué? –Dijo con un fingido sollozo. –Yo mejor me voy, no tiene caso que esté aquí. –Terminó dándose media vuelta dispuesta a marcharse.

–No, espera. –La detuvo Tanjiro tomándola delicadamente del brazo. –En la próxima canción te saco a bailar. –Le dijo amablemente.

Katsumi tuvo que disimular su sonrisa de satisfacción. Se había salido con la suya.

–¡Bien! –Volteó a verlo emocionada. –Iré al tocador, en un momento vuelvo. –Emprendió camino en dirección a los sanitarios, no sin antes depositar un fugaz beso en la mejilla del chico.

Tanjiro suspiró pesadamente. No sabía cuánto tiempo podría soportar esta situación, pero tenía que cumplirle a Katsumi, después de todo se comprometió al invitarla.

Volvió a dirigir su mirada donde estaba Kanao y ella le regalaba dulces sonrisas a su acompañante. Odiaba ver esa escena, no le gustaba para nada, solo pensaba en que él debería de estar en el lugar de Hideki. Tomó su vodka de golpe, deseando que esa sensación desapareciera… ¿Por qué todo empezaba a dar vueltas?

Observó como Hideki la dejaba sola para irse a quien sabe dónde.

Era su oportunidad de ir.


Sus cuerpos se dejaban guiar por la música electrónica que se escuchaba y las tres chicas no perdieron tiempo para bailar. Más de uno se les quedó viendo, dejando un camino de baba a su alrededor, no podía evitarse, eran ellas y estaban hermosas e irreconocibles.

El detalle de las máscaras las hacía ver más exóticas si se podía. Claro está que cada una miraba en diferentes direcciones.

Mitsuri buscaba disimuladamente a cierto peliazul que prometió ir, pero no lo veía. No importa que vaya con antifaz, el cabello lo delataría puesto que no hay ningún estudiante con el cabello tan largo en el instituto.

Nezuko por el contrario huía de las miradas libidinosas que iban dirigidas a ella. Sentía claramente como los hombres, sus compañeros de instituto la desnudaban con la mirada y trataban de alzar su diminuto vestido negro. Afortunadamente su máscara cubría los pómulos, sino hubiera sido notorio su rubor.

Pero, sobre todo, trataba de evitar la penetrante mirada de Zenitsu sobre ella. ¿La habrá reconocido? ¿Sigue tan molesto que ni siquiera se acerca a saludarla? Porque la miraba con insistencia, eso quiere decir que sabe que es ella. Dios, ¿por qué accedió a hacer eso?

Los pensamientos de sus amigas pasaban desapercibidos por Shinobu quien se limitaba a no perder de vista a cierto pelinegro que yacía junto a un peliazul musculoso, el cual apostaría se trata de Inosuke.

Tenía, no, quería hablar con él, pero no había excusa ya que ambos estaban acompañados. Tenía que deshacerse no sólo de Mitsuri y Nezuko, sino también de Inosuke.

Por si fuera poco, era ella la única que estaba pendiente de él. Es decir, desde donde estaba podía ver a Inosuke hablando amenamente y sin hacer contacto físico con un grupo de resbalosas, entre ellas Irisu que estaban regalando sonrisitas coquetas.

Cuando ella llegó e hicieron contacto visual por unos momentos, los demás desaparecieron. Supo que era él, no había nadie más que pudiera tener esos ojos azules tan profundos que podría perderse en ellos.

La magia se rompió cuando sus respectivos acompañantes reclamaron su atención. Él se quedó conversando con Inosuke y sus amigas la arrastraron a la pista de baile.

¿Qué podría hacer? Luego de haber recorrido con la mirada el lugar se dio cuenta de que solo era cuestión de tiempo para que Zenitsu se acercara y arreglara las cosas con Nezuko, eso le daría al menos unos minutos.

Bingo, ahí venía su rubio amiguito. Le costaba pasar entre la multitud, tendría que actuar rápido.

–Zenitsu ya viene. –Anunció a Nezuko, la misma que se puso a temblar ante la mención del nombre del muchacho. –Nosotras nos vamos. –Apremió a Mitsuri.

–Esperen, ¿qué hago? –Preguntó Nezuko desesperada, sus amigas la dejarían sola. –No sé qué decirle.

–Ten iniciativa, Nezuko. –Aconsejó Mitsuri. –Hazte la dura.

–Discúlpate. –Por el contrario, fue el consejo de Shinobu.

–¡¿Qué?! –Exclamó Mitsuri horrorizada.

–Calla, Mitsuri. –Pidió la pelimorada antes de dirigirse nuevamente a la joven Kamado. –Pídele perdón por la cachetada, se supone que queremos que Zenitsu vea que ya no eres una niña, sino una mujer. Actuando maduramente y disculpándote le estás mostrando eso, luego apreciará tu transformación y lo demás, es cosa suya. –Afirmó guiñando un ojo a su amiga. –Suerte, linda.

–Si te vuelve a insultar me llamas, verás que nadie se acercará a él después de cómo lo voy a dejar. –Apoyó Kanroji.

Shinobu vio como su amiga ponía carita de pánico y como Zenitsu estaba a punto de llegar donde ella.

Va una, quedan dos.


Una vez que Shinobu y Mitsuri se alejaron lo suficiente de Nezuko, compartieron una risilla cómplice y cruzaron los dedos porque le vaya bien a su amiga con el chico de sus sueños.

Mitsuri aprovechó que se podía apreciar el lugar desde otro ángulo y se apresuró a buscar entre las personas a Muichiro. Nuevamente sin resultados efectivos.

–Disculpa belleza, ¿quieres bailar?

Un par de fornidos muchachos preguntaron a Shinobu.

–No, gracias. Estoy un poco cansada. –Se justificó su amiga.

–Entonces te invito un trago. –Propuso el muchacho castaño nuevamente. –Estás muy guapa hoy. Anda, vamos.

¿Y exponerse a que le pongan cualquier tipo de drogas en esa dichosa bebida? ¡Ja! Primero muerta.

–Shinobu, acompáñame al tocador. –Dijo Mitsuri mientras tomaba la mano de su amiga y la guiaba al tocador, escabulléndose rápidamente entre la gente.

Al pasar por la barra no pudo evitar fijar su atención en una figura que se le hacía muy conocida.

–Gracias Mitsuri. –Susurró Shinobu mientras se dejaba arrastrar hacía el tocador.

–De nada. –Sonrió Kanroji. –Espérame tantito. –Pidió una vez dentro de los servicios, había bebido demasiado y le urgía llegar.

Una vez terminando, no pudo evitar preguntarse si Muichiro iría. Es decir, ya se tardó mucho.

El pensar en Muichiro, por alguna extraña razón le hizo pensar en el chico que vio en la barra. Ese cabello negro, lacio hasta los hombros. Era imposible que se tratase de…

–Tranquilízate Irina, es imposible que haya sido el superior Iguro, él nunca viene a estas fiestas.

¿Iguro?, ¿fiesta? No pudo evitar que esas dos palabras llamaran su atención y se concentrara en la conversación que se llevaba a cabo entre un grupo de muchachas fuera de los cúbitos de servicio.

–Pero estoy segura de que era él. –Gimoteó una. –Me contestó cuando me refería a él por su nombre.

–Yo soy compañera de Iguro y él es muy educado, nunca te diría esas cosas tan feas que te dijo el tipo ese de la barra. –Saltó la otra a la defensa del muchacho.

–¡Fue muy cruel! –Chilló alto y agudo la muchacha.

–No saques conclusiones adelantadas, estoy segura de que es un error. Iguro no puede ser tan cruel con una chica.

Vaya que sí, pensó Mitsuri. Ella fue testigo de la crueldad del muchacho al rechazar a las chicas. Ellas dijeron chico en la barra, entonces no cabía duda, se trataba de Obanai Iguro.

–¿Pasa algo, Mitsuri?

La aludida escuchó como la llamaban y salió rápidamente encontrando el semblante preocupado de su mejor amiga y sonrió para tranquilizarla.

–Nada, solo que ya he bebido mucho. –Se justificó. Respuesta que pareció calmar a Shinobu y así, ambas salieron nuevamente a la pista de baile.

Ahora Kanroji fijó su mirar en la barra, ahí de espaldas, está quien se supone es Iguro. ¿Qué hacía ahí? Si fue él quien dijo que las fiestas eran sólo una pérdida de tiempo y que el suyo era demasiado valioso para malgastarlo de esa manera.

Quiere ir a preguntarle.

–¿A quién buscas, Mitsuri? –Inquirió Shinobu a su lado con ojos expectantes.

Kanroji regresó a ver a su amiga. No podía decirle que quería ir a ver si la persona que estaba en la barra era Iguro, sería muy sospechoso, sobre todo para ellas que no saben nada de su beca y su trabajo en conjunto con el muchacho. Pero tampoco quería mantener más secretos a sus amigas, eso estaba mal.

–El día que conocí a Muichiro Tokito, ¿recuerdas? –Shinobu asintió. –Pues él estudió aquí y comentó que tal vez vendría, sabes que para mí es como si una estrella de cine se presentara. Es mi ídolo.

Una verdad a medias, puesto que, a quien quiere ir a buscar ahora no es Muichiro precisamente. La joven de cabellos rosados regresó a ver con cautela a su amiga y por extraño que sonase, parecía que se alegraba de lo que le acababa de decir.

–Por mí no te detengas, Mitsuri. –Apremió Shinobu. –Y no te preocupes que estaré en la mesa de bocadillos. –Dijo Shinobu luego de haber fijado un nuevo objetivo.

–Gracias. –Exclamó Mitsuri emocionada, demasiado emocionada incluso para ser ella.

Shinobu observaba a su amiga desaparecer del lugar entre la multitud y sus ojos fijaron objetivo a la mesa de bocadillos donde una guapa peliazul yacía envuelta en un hermoso vestido.

Sólo necesitaba un pequeño empujoncito.


Zenitsu se escabullía entre la gran aglomeración de personas que bailaban en la pista. Cada vez se acercaba más a su destino, a su presa, a esa blanca gatita envuelta en aquel sexy vestido negro. Sólo para él.

Se detuvo un momento. ¿Y si tenía novio?

Aunque así sea, al menos le sacaría el nombre, ya luego se encargará de demostrarle poco a poco que él era un partido mucho mejor. Por esa muchacha podría ser capaz de hacer algo que nunca había hecho, esperar. Total, seguro que valía la pena.

Con la mente más clara siguió su andar, deshaciéndose en el camino de un par de chicas que se le insinuaban y a quienes hubiera considerado para pasar la noche sino hubiera visto a la joven de negro.

Cuando estaba a unos escasos metros de su objetivo, quienes asume son Mitsuri y Shinobu, se iban de donde estaban bailando. ¿Se habrán llevado a esa belleza con ellas?, a lo mejor lo vieron acercarse y dedujeron sus intenciones. Tal vez, la preciosura se encontró con el mentado novio.

Pero no, quedó solita. Aunque no por mucho tiempo, ya que, si no era él, había muchos lobos al acecho. No perderá contra nadie, no a esa hermosura, por lo que apresuró su caminar.

–Hola, guapa. –Habló cerca del oído de la muchacha, observando como ella se crispaba y daba un saltito ante sus dos palabras. – ¿Quieres bailar?

La joven se dio media vuelta con la cabeza gacha. El rubio sonrió ante la ternura que le inspiraba esa criatura. Iba vestida de esa manera tan reveladora y no le daba cara, seguro por timidez, porque cuando la vio de lejos pudo apreciar que no era fea de cara.

–Vamos, déjame verte. –Alzó delicadamente el rostro de la fémina, esperando encontrarse tal vez con un insignificante barro por lo que las chicas armaban un reverendo alboroto.

Más no hubo ninguno. Era el rostro más limpio e inmaculado que había visto jamás. Se quedó sin aliento, era demasiado guapa, apenas se había tomado dos cervezas como para decir que llegó al punto en la que todas se veían guapas. Ella era diferente.

No le molestaría desempeñar el papel de tonto enamorado e insistir con esa belleza, hasta podría replantearse el hecho de presentarla al dichoso noviecillo de Nezuko.

–Zenitsu.

Genial, sabía quién era. Eso agilizaría el proceso de conquista, seguro y se trataba de esos patitos feos que se convertían en cisnes al momento menos pensado.

Si ella ya lo conocía, entonces no había que perder el tiempo. Pasó sus brazos por la cintura de la muchacha, casi llegando al final de su espalda.

–Así me llamo. –Agregó con una coqueta sonrisa. – ¿Y tú?

Nezuko se asombró ante la pregunta. ¿Acaso no la reconocía? No, eso era imposible, ella sabía que era él, aunque ese antifaz azul cubriera su rostro.

Esa sonrisa burlona, seguro y era una especie de castigo por haberle pegado e ignorado. Era una especie de venganza, por eso el abrazo, por eso tomaba su rostro entre sus manos y se acercaba a ella y…

La besaba.

El rubio sonrió entre dientes, se había dejado besar de él tan fácilmente. Es decir, no es que la culpe por ello, después de todo se trataba de él besándola.

Ya tenía novia de la noche para mostrarle a Nezuko y era una novia mucho mejor que cualquier chico que ella pudiese conseguir.

Los ojos rosados de la muchacha se abrieron desmesuradamente ante el acto y poco a poco sintió como la sangre se le aglomeraba en las mejillas. Zenitsu unía sus labios a los de ella y empezaba moverlos delicadamente. Dios, su primer beso y se lo estaba dando el amor de su vida, se sentía de maravilla. Nezuko sintió como el rubio mordía su labio inferior para obligarla a abrir la boca y…

En ese momento, las palabras de sus amigas resonaron en su cabeza y recuperó la cordura.

–¡Zenitsu! –Se separó abruptamente de su mejor amigo, muy avergonzada. –¡Perdón, Zenitsu!

Nezuko comprendió, Zenitsu se estaba desquitando con ella.

El aludido la regresó a ver incrédulo, ¿perdón por qué?, ¿por haberle correspondido el beso?

–¿Qué?, ¿Por qué? –Exclamó confuso. –¿Qué ocurre, linda?

–Perdón por haberte pegado e ignorarte toda la semana. –Respiró antes de volver a hablar. –También siento haberte dicho que te odiaba, sabes que no. –Exclamó arrepentida. –Ahora deja de jugar y pretender que no me conoces.

El rubio apenas procesaba lo que acababa de escuchar. Golpe, ignorar, "te odio". Sólo había una persona que podría disculparse por haberle dicho esas cosas, específicamente, solo una chica podría hacerlo.

Examinó a la muchacha frente a él y la verdad lo abrumó, más cuando la joven se quitó el antifaz dejando ver su rostro claramente.

–¡¿Nezuko?!


Aunque los bailes no fueran de su total interés, debía de admitir que no la estaba pasando mal, sobre todo si su acompañante se trataba de Hideki.

Durante el tiempo que llevaba con él no habían parado de charlar, y eso era algo raro en ella ya que no acostumbraba a hablar mucho. Incluso podía decir que se sentía bien por poder hablar sobre lo que le gusta.

Cuando llegó a la fiesta junto con su hermana y amigas, se sintió nerviosa, nunca había tenido tantas miradas puestas sobre ella, normalmente era a Shinobu a quien se las dirigían. Por un momento se sintió bien, se sintió bonita, pero esa sensación pasó desapercibida cuando vio a Tanjiro acercarse, ahí fue donde el nerviosismo la invadió. ¿Qué quería? Él tenía que estar con Katsumi.

Pero después agradeció a todos los santos cuando Hideki se acercó a ella y se la llevó alejándola de Tanjiro, no tenía ánimos de tratarlo después de ver como se iba con la rubia. Y es que parecía que no la estaba pasando bien porque cada vez que los veía de reojo, observaba su semblante de aburrimiento mientras que Katsumi no paraba de hablar.

Pobre.

–Juro que por un momento no te reconocí. –Comentó Hideki mientras recibía el trago que le habían servido.

–Tampoco es como si hubiera cambiado mucho. –Respondió Kanao bebiendo de su limonada rosa.

–Debes de estar bromeando. Dejando de lado el antifaz, tengo que decir que te queda muy bien el cabello suelto, por eso casi no te reconocí. –Le dijo algo avergonzado.

–Gracias… –Agradeció sinceramente la menor Kocho regalándole una amable sonrisa. –Y dime, ¿quieres que te siga asesorando en vacaciones? –Le preguntó para poder cambiar de tema, si la seguía halagando ya no podrá disimular sus sonrojos.

–Hmm… Podemos hablar de eso después, lo único que quiero es que nos la pasemos bien esta noche. –Le respondió el moreno chocando su vaso con el de su compañera. –Por ahora no hay que hablar de la escuela, ya son vacaciones.

–¿Y entonces de que quieres hablar? –Inquirió Kanao, ella no era buena para sacar algún otro tema de conversación.

–Veamos… –Pensó por un momento. –Hablemos del por qué no te gusta bailar.

–Simplemente no soy buena para eso, tengo dos pies izquierdos. –Se justificó avergonzada.

–¿Y no te gustaría aprender?

–La verdad es que no lo he considerado, hasta ahora.

–En ese caso… –Habló acercando su mano a la de Kanao para tomarla. –Yo puedo enseñarte. ¿Qué te parece?

–Eh…

Kanao lo pensó por un momento. La verdad es que no estaba muy convencida de hacerlo, rara vez el baile despertaba su interés, y las veces que llegó a intentarlo terminó pisando los pies de su pareja. Pero al ver el entusiasmo reflejado en el rostro de Hideki… No se podía negar.

–Supongo que puedo intentarlo. –Respondió amablemente.

–Gracias por la oportunidad. –Dijo con un ápice de emoción el moreno. –Cuando empiece la próxima canción lo intentaremos, por lo mientras tengo que hacer una llamada, ya vuelvo. –Se despidió momentáneamente retirándose a un lugar tranquilo.

Kanao se despidió con un asentimiento y observó como su compañero desaparecía entre el gran mundo de gente. Ahora que se encontraba sola notó que algunos chicos tenían la intención de acercársele.

Genial. Pensó. No sabía cómo actuar en ese tipo de situaciones y no le gustaba que desconocidos se le acercaran, solo la hacían sentir nerviosa.

Desvió su mirada donde estaba Tanjiro y Katsumi, pero no vio a ninguno. ¿Dónde se habrán metido? ¿A caso fueron a bailar?

–Kanao.

Esa voz la hizo sobresaltar, conocía perfectamente de quien provenía. Alzó su vista para ver sus ojos a través del antifaz carmesí que llevaba el chico. Efectivamente, era Tanjiro.

–¿Tanjiro? –Era tonto preguntar, pero tenía que hacerlo.

Tanjiro por su parte asintió, le hirvió la sangre al ver que otros tipos estaban a punto de acercase a ella. ¿A caso se podía ser más descarado?

–Tenemos que hablar. –Le dijo sin rodeos.

–No hay nada de qué hablar. –Atajó Kanao dándole la espalda.

–Por favor… –Insistió Tanjiro al ver que su amiga no tenía intenciones de verlo.

–Vete, estoy esperando a alguien y se supone que tú estás con Katsumi. –Comentó de forma cortante.

–Eso no importa ahora. –Dijo empezando a hartarse. Pero su desesperación incrementó cuando vio que Katsumi y Hideki estaban regresando. –Bien, tendrá que ser a la fuerza.

–¿A qué te…?

Pero antes de que Kanao pudiera reaccionar, Tanjiro la tomó del brazo y se la llevó prácticamente a arrastras.

Él tenía que llevársela lejos de los demás, no podía dejar las cosas así.


Estupefacción.

Era lo único que le generaba ese lugar. Es decir, ella sabía que esos niños eran terribles, pero jamás pensó que se trataría de múltiples reencarnaciones del anticristo.

Tantos mocosos desacatando las leyes de la lógica y la ética. Dios mío, quiere salir corriendo de allí.

No, quiere ir donde está el famoso DJ y tomar un micrófono para gritarles un par de órdenes a los muchachos esos, quiere ir y separar un metro a esas parejas que se devoraban entre sí.

Pero no puede hacer nada porque la fiesta no es abalada por la escuela.

Tampoco puede irse porque no ha logrado su cometido. Que Inosuke Hashibira la mire bien vestida y se trague todas y cada una de sus palabras hacia ella.

Pero no, él tenía que estar ahí al frente riendo con las alumnas coquetas ¿No pensaban en que Hashibira ya había besado a varias chicas cuando ellas apenas aprendían a caminar?

Tanta desfachatez la enfermaba.

–Yo sabía que había curvas detrás de los doscientos kilos de ropa que llevaba encima.

Shinobu no pudo evitar sonreír, la respuesta a su encrucijada estaba justo frente a la mesa de bocadillos envuelta en un vestido corto azul marino, cabello lacio con extensiones y zapatos color negro. Aoi Kanzaki estaba irreconocible, con un poco de suerte su querida inspectora lograba su cometido e Inosuke ya no sería un obstáculo para ella.

Y luego podría hablar con Giyuu, ¿De qué? No sabe, ¿Por qué? Menos aún.

Sólo sabe que quiere hacerlo, más que eso, lo hará.

Aoi escuchó una cantarina risa detrás de ella por lo que regresó a ver de quién se trataba. Aunque ya tenía una idea de quien podría tratarse, giró para confirmar sus sospechas.

–Está muy guapa, señorita Kanzaki.

Kocho, más perfecta que de costumbre, forrada de aquel vestido morado.

–Lo mismo digo. –Devolvió Aoi el cumplido.

Shinobu le sonrió y se colocó a su lado.

–¿Le parece bonita la fiesta? –Preguntó la pelimorada divertida mientras observaba como el rostro de Aoi se desfiguraba mostrando repugnancia ante la idea.

Aoi la observaba, sonreía como estúpida luego de formular una pregunta aún más estúpida. Además, miraba al frente un momento y luego su semblante cambiaba por uno que denotaba consternación. Miró al lugar que llamaba la atención de su estudiante y daba la coincidencia que era el mismo lugar en el que estaba Inosuke de sonrisitas con las mocosas esas.

–Me parece que, si no hace algo para llamar su atención, él no la verá en toda la fiesta. –Comentó Shinobu, con el ceño fruncido tras su antifaz y no precisamente por Inosuke. –Además, el grupito maravilla de Sasaki no es conocido precisamente por su pureza y castidad.

–No sé qué hago aquí. –Murmuró la inspectora bebiendo un sorbo de la bebida que tenía en la mano. –Me parece inaudito que les expendan licor. –Exclamó luego con el afán de cambiar el tema.

Más de un mocoso se había acercado a ella a coquetearle. Se moría por decirles quien era para disfrutar de sus reacciones, pero así se propagaría el rumor de que ella estaba allí y eso dañaría permanentemente su reputación.

–¿En serio no sabe? –Preguntó Shinobu impactada. –Digo, yo no olvidaría el deseo de hacerle tragar sus palabras a quien me ha humillado. –Confesó con sinceridad. Bastaba con ver como estaba decidida a humillar a Douma hasta hace poco. Todo iba bien hasta que empezaron los sentimientos y las confusiones.

El recuerdo de las palabras dichas por el molesto de Inosuke el último día de clases se aglomeraron en su memoria. Nuevamente sintió la ola de rabia y coraje subirle de los pies a la cabeza.

–Como ya dije inspectora, está muy guapa esta noche. Yo no dejaría pasar la oportunidad. –Canturreó fingiendo poco desinterés.

–¿Cómo te beneficias de esto, Kocho? –Preguntó súbitamente, analizando la reacción de su estudiante que tardó más de un minuto en reaccionar.

Shinobu dejó de respirar por un segundo, lo que tardó en comprender que debía actuar serena y tranquila, como si de verdad no ocultase nada.

–Ya se lo dije, soy mujer. No puedo evitar molestarme cuando escuché al profesor Inosuke hablar así de una chica. –Fue lo primero que se le ocurrió, no podía quedarse callada mucho tiempo.

–¿Nada más? –Insistió la peliazul aún desconfiada.

–Ya recuperé mis argollas, ¿Qué más podría pedir? –Soltó indiferente Shinobu.

–No lo sé Kocho. –Confesó sinceramente. –No lo sé. –Repitió, y eso era lo que le preocupaba.

¿Qué ocurriría si a la condenada muchacha se le daba por extorsionarla o algo parecido? Ella no tendría como defenderse y Kocho era una joven de apellido influyente mientras ella era una pobre maestra asalariada.

–¡Mire! –Exclamó Shinobu a su lado señalando con los ojos la mesa de bocadillos frente a ambas. –Inosuke. –Dijo viendo como el joven maestro se acercaba a la mesa para servirse un poquito de cada cosa. –El mejor lugar para propiciar un encuentro casual, es en la mesa de bocadillos. –Sugirió.

–Pero…

–Vaya. Recuerde caminar erguida y orgullosa de lo que tiene. –Apremió Shinobu. –Confíe en mí. –Negó con la cabeza. –Confíe en sí misma.

No sabe porque, pero las palabras de la joven le inspiraron la confianza que le hacía falta y también que podía confiar en ella. No pudo evitar sonreírle.

Shinobu correspondió el gesto y la vio marcharse con la frente en alto.

Había matado dos pájaros de un solo tiro.

Complacida, giró para encarar a su objetivo. No estaba solo y eso la molestó, ahí seguían las resbalosas, sólo que Giyuu a diferencia de Inosuke, les restaba importancia.

Empezó a caminar firme, tenía que ir ella también. Por fin podría hablarle, aunque en su estómago se estuviera intensificando la tercera guerra mundial por cada paso que daba.

Esa noche iba a descubrir qué era lo que sentía por el pelinegro, eso quería.

Y Shinobu Kocho siempre obtiene lo que quiere.


Mitsuri logró escabullirse entre las miles de personas de la pista de baile. Por favor, parecía un camino sin fin. Era como si cada vez que tocaba a uno se dividiera por mitosis como la célula y se duplicara, pero por fin había llegado a su objetivo.

Y ahí estaba, nada más y nada menos que, quien esperaba encontrar. De espaldas, vestido con un pantalón negro casual y una simple camisa verde.

–¿Iguro? –Se atrevió a llamarlo, dudosa.

Pero al igual que en la narración de la muchacha en el baño, Obanai se giró y respondió ante su llamado. Efectivamente se trataba de él.

–Ah.

Fue lo único que salió de los labios del chico antes de suspirar pesadamente e ignorarla. Mitsuri quedó estupefacta. Una de dos, o no la había reconocido o la estaba ignorando.

–Iguro. –Repitió el llamado. –Soy yo, Kanroji.

–Lo sé. –Comentó el muchacho con fastidio mientras se volteaba a encarar nuevamente a Mitsuri. –Otro.

Hizo un ademán con su brazo al mesero que parecía no atenderlo.

–¿Qué quieres, Kanroji? –Preguntó con hastío.

–¿Qué haces aquí? –Contestó con otra pregunta.

–Sabes, me he estado haciendo la misma pregunta durante la última hora. –Habló como pudo. –¡¿Dónde está mi bebida?! –Preguntó molesto volteando a ver al mesero y reclamando atención. –Ni siquiera puedo decir que dan un buen servicio en este lugar.

Kanroji lo miraba sorprendida. Era la primera vez que Obanai Iguro hablaba tanto, casi podría considerarse un parlamento. Hasta ahora lo poco que se ha limitado a decirle es: "No te metas en mi camino", "No tengo tiempo que perder" y eso mencionando las frases más largas. Su comportamiento era extraño.

–¿Estás bien Iguro?

–Claro, estoy desperdiciando mi tiempo en tonterías mientras estoy sentado tomando Coca-Cola y a ti te parece que estoy bien. –Comentó con sarcasmo e ironía. –Vaya Kanroji, no te creía tan inteligente.

–Que grosero, Iguro. –Se quejó furiosa. –Si tanto te molesta estar aquí, entonces ¿por qué no te largas?

Estaba sorprendentemente molesta. Es decir, siempre ha sido temperamental y nunca, nadie había conseguido sacarla de casillas tan rápido, pero Iguro tenía esa extraña facilidad.

–Eso no es de tu incumbencia. –Explicó voraz y molesto.

Mitsuri resopló molesta, claro que no era de su incumbencia. Es más, ya no sabía ni qué estaba haciendo ahí, debería hacer lo que le dijo a Shinobu que haría y buscar a Muichiro.

El vaso de Obanai llegó justo en el momento en el que tomó esa decisión. Aún enfadada y a paso firme se dirigió a la barra y sin permiso ni consideración tomó el vaso que había escuchado se trataba de Coca-Cola y se lo tomó de golpe.

–¡Que mujer tan maleducada! –Bramó irritado Iguro mientras observaba como tosía escandalosamente. Seguramente se le había atorado. –Sólo un idiota se atoraría por tomar rápido una refresco. –Se burló a la vez que hacía un ademán para que se le sirviera otro vaso.

Mitsuri seguía tosiendo conforme se giraba para ver de mala forma a su agresor verbal. ¿Acaso se había vuelto loco? ¡Eso no era Coca-Cola!, ¡Era ron con Coca-Cola! Iguro estaba tomando una bebida alcohólica preparada ¿Es que no se había dado cuenta?

La verdad caló a Mitsuri abruptamente. Por eso hablaba de más y de ser posible era más irritante que de costumbre.

Obanai Iguro estaba ebrio.


No cabía duda de que ese era su lugar.

Al diablo la pista de baile, la mejor forma de escapar de la tentación de mirar con lujuria a las hermosas colegialas era la mesa de bocadillos, ese era su oasis personal.

Inosuke analizó con deleite los diferentes platillos que se ofrecían a su merced. No eran refinados ni dignos de un buffet, pero Dios, esos platos se veían tan jodidamente deliciosos.

¿Qué comería primero? O ¿Debía comer todo de una?, daba lo mismo. Pensó con una sonrisa conforme recorría la mesa con la mirada.

Tuvo una revelación, el último onigiri en la esquina superior izquierda de la mesa gritaba que lo eligiese a él como su primer elección y él cumpliría gustoso el deseo de aquel dulce.

Se encaminó a tomarlo, ya lo saboreaba, y cuando estuvo a punto de tomarlo…

Una larga y estilizada mano alcanzó el dulce de arroz, quitándoselo prácticamente de sus manos. Alzó el rostro para enfrentar al vil humano que osó quitarle su dulce y se encontró con una inesperada visión delante de él.

Era como la noche. Su cabello negro azulado se podía apreciar perfectamente a pesar de la oscuridad del ambiente. Su cabello lacio llegaba hasta más debajo de su cintura e iba en un vestido azul marino el cual acentuaba mucho cierta… ciertas partes de su cuerpo.

Y podía hacer reaccionar muy fácilmente cierta parte del cuerpo de él.

¡Pero era una estudiante! ¡No podía verla así! ¡Diablos! Eso era antiético. ¡Tonto Inosuke!

Pero, él no recuerda a ninguna de sus estudiantes de cabello de ese color. Todas eran muy normalitas, castañas, cabellos negros. Salvo Mitsuri, claro está.

¿Y si esa chica no era estudiante?, si no lo era podría ganar mucho. Pero si lo era y se daba cuenta que coqueteaba, podía perder más.

¿Valdría la pena el riesgo? Una vez más recorrió a la muchacha con la mirada.

–Debería suspenderte por quitarle el bocadillo a tu maestro.

A la mierda. Ese par de… atributos copa C merecían el riesgo. Con un poco de suerte ni siquiera notaba la ligera insinuación de su oración.

–No puede suspender a quien no estudia aquí.

Aoi contenía la respiración y su corazón latía con fuerza. Tratándose de Hashibira podría estarle tomando el pelo fácilmente, tenía que cuidarse si quería que su plan fuera un rotundo éxito.

La belleza habló aliviándolo. Eso quería decir que la chica al menos no era alumna de ese instituto, aunque, si era menor de edad aún había problemas. A pesar de que no lo parecía, aun así, debía de asegurarse.

–Ya me lo imaginaba, conozco a los estudiantes de este instituto y nadie tiene el cabello así de azulado. –Confesó. –Entonces, ¿hermana de alguien?

–No. –Contestó la peliazul un poco más tranquila y satisfecha de que su disfraz haya valido la pena.

–Pero, entonces, ¿qué haces aquí? –Inquirió Inosuke confundido.

–Es una fiesta abierta al público. –Contestó. –¿Verdad?

–Sí. –Afirmó sorprendido. Ese tono autoritario no lo escuchaba muy seguido, no pudo evitar reír.

–¿Qué es tan gracioso? –Demandó saber Aoi a la defensiva. Parece que hasta ahí llegó su juego y ahora se está burlando de ella, de nuevo.

–No me malinterpretes. –Se apresuró a justificar Inosuke. –Es sólo que no pensé escuchar ese tono autoritario hasta dentro de un mes que vuelva al trabajo.

–¿Tu jefe es estricto? –Preguntó haciéndose la desentendida.

–No, pero una compañera de trabajo parece que careció de amor en la infancia. –Se burló. –Grita a diestra y siniestra.

–No debe ser fácil trabajar con moco… –Se retracto rápidamente. –Con adolescentes.

–No, pero ella exagera, los muchachos son muchachos. Hay que ser sus amigos.

–Pero si les das la mano se trepan hasta el hombro.

Inosuke se volteó a ver a la señorita anonadado. Pues se fueron abajo todas sus teorías sobre ella, no era la dulce y angelical peliazul que creyó.

–Te invito un trago. –Propuso directamente Hashibira. –Supongo que tienes edad para beber.

–Sí, pero qué más da. –Aoi meditó su respuesta antes de darla. –Aquí le venden cerveza a todo aquel que tenga un billete a la mano.

Tenía carácter. Sonrió socarronamente.

Eso le gustaba.


Tomioka observó irritado como su amigo se encontraba, aparentemente ligando con una mujer. Los vio platicar antes, esperaba que se haya cerciorado de que no es una alumna del instituto, no se fiaba de Inosuke sobrio, ahora menos con un par de copas encima.

Darle dos copas a su amigo era como darle una bomba nuclear a un niño. Por suerte sólo ha tomado una ya que según él se está guardando para ir a un burdel más tarde.

Debió suponer que lo perdería cuando lo vio pasar frente a la mesa de bocadillos para ir a buscar a Muichiro que le había prometido ir.

–Profesor Tomioka, ¿se está divirtiendo?

Giyuu volteó a mirar a las jóvenes frente a él. Si mal no recuerda se trataba de Sasaki Jun y compañía. Genial, Inosuke se largaba a coquetear y lo dejaba a él con dos estudiantes que, a su parecer sonríen mucho. Le provoca preguntarles si no les dolerá mucho sonreír así.

–No. –Contestó parco. Él no era Inosuke para andar socializando con niñas que esperaban una nota máxima por una conversación.

–Entonces, –La joven se acercó al maestro y colocó su mano sobre su hombro. –¿Qué opina si nos vamos a un lugar más… íntimo? –Sugirió con una pícara sonrisa.

Tomioka suspiró pesadamente cuando las jóvenes clavaron su vista en él. Era verdad eso de que la juventud de hoy en día estaba cada vez peor. Lamentaba que ellas no se consideraran lo suficiente como para saber lo que valen y se comportasen de manera diferente.

¿Por qué las niñas tenían que pensar de esa manera a los diecisiete sintiéndose reinas del universo? Tal vez tengan problemas, aunque cuando uno es un adolescente TODO es un problema. La juventud tiende a ahogarse en vasos de agua y casi nunca lo resuelven de la mejor manera.

No se dan cuenta que se exponen a muchos peligros como enfermedades venéreas o un embarazo no deseado.

¿Por qué no resuelven sus problemas con coraje y valentía? Como… ella.

Shinobu Kocho era una de las poquísimas adolescentes que a pesar de todo seguía manteniéndose estoica y firme frente a la vida. Con la poca atención que recibe de sus padres era para que ya se hubiera derrumbado y cedido ante las tentaciones que la vida le pone a uno en los peores momentos.

Tomioka observó a la muchacha, tan joven y fácil. Sintió lastima por ella.

–No me interesan niñas de preparatoria. –Fue su respuesta acompañada de una gélida sonrisa. –Me dan lástima. –Al diablo, esa fiesta era muy a parte de la escuela.

La muchacha abrió los ojos desmesuradamente. Era la primera vez que un hombre la rechazaba a ella que se jactaba de haber salido con muchos chicos apuestos de la ciudad.

Jun Sasaki recogió el poco orgullo que le quedaba y se dio media vuelta seguida de su grupito, dejando atrás al hombre más apuesto con el que alguna vez haya querido estar y con quien aún no descarta estará, quizá sólo sea cuestión de tiempo.

–¡Ay! –Se quejó la joven de cabellos castaños cuando chocó aparentemente con otra chica. –Muévete idiota.

La joven ni siquiera escuchó a la chica que choco con ella. Estaba demasiado concentrada en las palabras que habían salido de la boca del pelinegro.

" No me interesan niñas de preparatoria". "Me dan lástima"

El cerebro de Shinobu se limitaba a repetir esas crueles palabras. Mierda ¿Por qué flaqueaba? ¿Por qué volvían las dudas y su bipolaridad? No era justo que cuando había decidido que nada se interpondría en su camino, que ella siempre conseguía lo que quería.

¡Puf!

Todo desaparecía con un par de simples oraciones dichas por él, toda su determinación y su seguridad se iban al piso.

Eso no debería afectarle, si para ella todo era un juego y estaba ahí decidida a comprobarlo. Si no era nada más que una diversión pasajera, entonces ¿por qué causaba ese efecto contraproducente en ella?

No debería de molestarle a menos que ella…

Retrocedió dos pasos perdiendo el equilibrio momentáneamente.

Ella no podría…

¡Ella era Shinobu Kocho y se supone que él sería su juguete, su instrumento de venganza!

No se suponía que ella…

–Pero mira que tenemos aquí.

Shinobu sintió como la piel se le erizaba, esas voces... Ya las había escuchado antes.

–La bella princesita de hace un rato.

Efectivamente, eran el par de idiotas que la interceptaron cuando ella estaba con Mitsuri. Idiotas, ¿Acaso creerían que porque estaba sola iba a ceder y seguirlos como un borreguito? Ella tenía orgullo y no se rebajaría a socializar con ellos.

–Permiso. –Pidió conforme se abría paso entre ellos siguiendo de largo, sintiendo como la seguían de cerca. Era difícil escabullirse en medio de tantas personas, pero al parecer lo consiguió.

–¿Te gusta jugar al gato y al ratón princesita?

Shinobu se giró súbitamente cuando se encontró acorralada entre la pared y un par de brazos masculinos. El olor a licor no tardó en llegarle cuando el sujeto abrió la boca. Trató de reconocerlo rápidamente sin resultados efectivos, si fuera algún mocoso menor que ella podría amedrentarlo y no podía ser uno de su curso porque lo podría reconocer.

Como la fiesta era abierta al público no sería extraño que fuese algún conocido de alguien o simplemente un transeúnte que no tenía nada mejor que hacer.

–Las de preparatoria siempre son tan lindas e infantiles. –Habló el otro acompañante colocándose a los flancos de su amigo.

Era imposible, de nada serviría gritar con la bulla del salón y su minúsculo cuerpo no podría contener a uno, ¡Peor a dos!, que para colmo de males estaban ebrios.

Tal vez lo mejor era lucir sumisa y en la menor oportunidad escapar, aunque, aquello podría ser un arma de doble filo.

Ni siquiera podría asustarlo diciéndole quien era porque a lo mejor y a sabiendas de eso incluso la podrían secuestrar. No sabe con qué clase de tipos está tratando.

–Linda, ven con nosotros, seguro te diviertes más. –Trató de persuadir mientras le tocaba el hombro.

Shinobu se sacudió asqueada ante el contacto y trató de empujarlos sin poder moverlos ni un solo centímetro.

–Tal parece que eres una fierecilla. –El tipo parecía complacido. –Nosotros que pensábamos que sólo tú amiga era así.

–No importa, mientras más difícil, mejor. –Agregó el otro tomando su mano bruscamente.

–¡Suélteme! –Exclamó Shinobu zafándose del agarre y manteniéndose estoica frente a su acosador.

–Vamos, no te hagas la difícil.

Mierda. ¿En qué lío se había metido?

–Kocho, ¿la están molestando?

De un momento a otro pasó de estar frente a un tipo asqueroso, a estar frente a una ancha espalda masculina. Un hombre cuya voz reconocía.

–No, hombre. Si nada más queríamos que nos acompañase porque la vimos solita.

–Si, de saber que su novio estaba por ahí no habríamos dicho nada.

–Entonces, por favor retírense.

La voz era tranquila y serena, pero la mirada que les dedicó fue homicida. Al par de sujetos que molestaban a Shinobu no les quedó otra opción que retirarse con el rabo entre las piernas.

Shinobu escuchó como Tomioka corría a sus acosadores con una total serenidad muy propia de él.

Muy propia del buen profesor que siente lástima por alumnas.

–¿Estás bien?

Shinobu apenas salió de su lapso de inercia y alzó la cabeza para encarar a su maestro quien la miraba preocupado a través de su oscuro antifaz. La joven recordó inmediatamente las palabras dichas por Tomioka y como pudo sonrió tratando de tranquilizar a su profesor.

Tomioka la miró sorprendido. Ya sabía él que algo extraño le pasaba a Shinobu. Esa sonrisa, no era igual a las que ella normalmente le regalaba, esta se apreciaba vacía y por extraño que sonase parecía una triste sonrisa.

Ella no fue a clases por casi una semana, y evitó encontrarse con él por más de dos. No fue a su examen, pero le dejó una fundita de deliciosas galletitas caseras con una nota en la que le invitaba a venir a la dichosa fiesta.

Ahora no puede garantizarlo, pero parecía que se acercaba a su encuentro cuando la vio retroceder. Por instinto la siguió y pudo apreciar como prácticamente huía del lugar. Fue cuestión de segundos para que notara la presencia del par de mocosos que la acosaban y cuando la vio acorralada no pudo evitar sentir el impulso de ir y protegerla.

–Sí, gracias, profesor Tomioka. –Agradeció Shinobu apartándose de su lado sin saber qué hacer. Es decir, su resolución se fue al suelo cuando las dudas le invadieron.

Podría aceptar que lo de Douma pasó a segundo y hasta tercer plano y que en determinado momento ni siquiera pensaba en ello. Pero el hecho de que él sólo se acercara a ella por lástima, su orgullo no podría soportar eso.

Si es que esa era la verdad, no quería escucharla, pero tampoco quería quedarse sin saber.

Giyuu observó como la muchacha empezaba a caminar por inercia y nuevamente fue un impulso el que lo apresuró a detenerla. Shinobu se volteó a encararlo con ese par de ojos color púrpura mirando fijamente sus azulejos.

¿Qué decir? ¿Qué hacer? ¿Cómo explicar sus razones? No tenía respuesta a ninguna de esas preguntas. Quería exigir respuestas, pero no tenía ningún derecho para hacerlo.

Pero quería hablar con ella y eso era lo que iba a hacer.


Zenitsu aún no creía lo que veía. Frente a él estaba la que ha considerado la chica más guapa que ha pisado el instituto y resulto ser...

–¿Nezuko?

–Sí. –Contestó tímidamente la joven.

–¿Nezuko Kamado? –Volvió a preguntar el rubio.

–Sí.

–¿La misma Nezuko Kamado con quien pasé toda mi infancia? –Necesitaba asegurarse.

–¡Sí, Zenitsu! –Explotó la joven. –¡La misma Nezuko que sabe que te chupabas el dedo mientras dormías hasta los diez años!

Nezuko sintió de pronto la cercanía de su amigo y la mano de este cubriéndole la boca. Cerca, demasiado cerca.

–Bien, te creo. –Susurró el rubio en el oído de su amiga. Si dudaba de ella aún más, era posible que lo siguiente que saliera a la luz fuese la edad a la que dejó de mojar la cama.

No tardó mucho en percatarse de la cercanía que mantenía con ella y no precisamente de una bonita forma, sino más bien luego de desviar su vista a su escote. Ni tan grande ni tan pequeño, normalito, manejable, de los que le...

Se separó de ella rápidamente. Quiere golpear su cabeza contra cualquier superficie para despejar cualquier clase de ideas. Dios, sólo se había tomado dos tragos y ya pensaba tonterías. Es Nezuko, ya lo comprobó y la besó.

Pero es que, ¿cómo se hubiera imaginado que era su Nezuko? Nunca imaginó que ella se pudiera poner ese diminuto vestido. Por todos los santos, el vestido que vio cuando fueron a la universidad parecía una de las batas que usa su abuela si lo comparaba con ese diminuto vestido. Además, el cabello y el maquillaje; si ella no se lo decía y comprobaba, nunca lo hubiese deducido.

Es que era otra, no su dulce, angelical y tierna Nezuko.

Esa era…

–¿Sigues enojado conmigo? –Preguntó la castaña bajito, acercándose a su amigo para que le escuchase. –Ya me he disculpado contigo. –Alegó mirándolo fijamente.

Zenitsu no pudo evitar quedarse viendo fijamente ese par de ojos color rosados que lo miraban fijamente.

–No. –Fue lo primero que dijo. Esos ojos, ahora lucían arrepentidos y temerosos. ¿Le temía? –¡No me mires así!

–¿Así cómo? –Demandó saber la muchacha.

–¡Como una mujer!

Esas tres palabras calaron en su mente y las de sus amigas no tardaron en unírsele. Zenitsu lo había dicho, la había reconocido como mujer. Su plan fue un éxito, estaba tan feliz.

–Por favor quita esa sonrisa. –Pidió el rubio sintiendo como su rostro ardía tras su antifaz. No estaba acostumbrado a decir aquellas palabras y jamás se hubiera imaginado que se las diría a Nezuko precisamente. –Vamos. –Animó tomando su mano. –Necesito un trago.

Nezuko se dejó guiar por el rubio como si fuese una muñequita de trapo y no se detuvieron hasta la llegar a la barra.

–Uno de lo más fuerte que tengas. –Exigió Zenitsu y de inmediato regresó a ver a la pequeña castaña a su lado. –Y una limonada rosa.

La bebida que pidió para Nezuko llegó primero y se la entregó esperando impacientemente su trago que no se hizo esperar mucho más tiempo. De un solo golpe se lo tomó sintiendo como el líquido ardía atravesando su garganta y esófago.

–Zenitsu...

Escuchó que Nezuko lo llamó, pero le restó importancia. Tenía que relajarse, miró a su alrededor esperando encontrarse con Shinobu, Kanao o Mitsuri para encargarles a Nezuko. Además, ese gusto y estilo tenía el sello de Shinobu por todos lados.

–¡Agatsuma!

El rubio casi escupe el trago que ya se encontraba quemando su estómago.

¡Era Rui!

Con todo lo que pasó se olvidó completamente de él. Regresó su vista al frente.

¡Nezuko!

Como pudo soltó el vaso y abrazó a la castaña con fuerza, apegándola a su cuerpo.

–¿Zenitsu?

–Shh. –Fue lo único que musitó el rubio cerca de su oído.

Nezuko se ruborizó y obedeció a su mejor amigo

–Hola Rui. –Saludó el rubio ameno mientras le hacía señas de que estaba con la joven que hasta hace poco tiempo le había asegurado, sería su partido para la noche.

–Ah, entiendo. –Murmuró un recién llegado. –Bien hecho. –Le felicitó sin importancia. –Pero ¿no has visto a Nezuko?

El rubio sintió como Nezuko se movía entre sus brazos y la abrazó con más fuerza impidiéndole de esta manera hablar.

Nezuko como pudo alzó la vista para enfrentar al rubio que la asfixiaba. El corazón de su amigo latía con fuerza ante la pregunta. ¿Por qué si sólo debía decir que sí?

–No, seguro está con las chicas. –Mintió Zenitsu.

¿Qué? Nezuko trató de moverse, pero el rubio la apretó más de ser posible. Sentía su calor, su cercanía, como cuando… Dios. Su primer beso fue tan inesperado que su mente lo bloqueo por unos momentos. Ahora, al sentir el calor y la cercanía de Zenitsu rememoró aquel mágico momento.

Después de todo no siempre es tu príncipe adorado aquel que te da tu primer beso. Genial, ahora no sabía si eran los latidos de él o los de ella aquellos que retumbaban con más fuerza.

–Eso es lo raro, no las he vuelto a ver desde hace rato. –Justificó Rui.

–Seguro sé aburrieron y decidieron regresarse temprano para ver películas en casa de Shinobu. –Zenitsu rogaba por sonar convincente. –Están como locas desde que vieron la última del Stand de los Besos.

–Tienes razón. –El joven se quedó pensativo.

–Esto, Rui… –Zenitsu sonó impaciente mientras señalaba con la vista a su acompañante.

–Ah, sí, lo siento. –Se disculpó el joven despreocupadamente. No le ofendía que Zenitsu no le presentara a su partido de la noche porque nunca eran algo serio y francamente esa chica era muy guapa y él debía mantenerse fiel a Nezuko. –Adiós.

–Adiós. –Se despidió el rubio viendo como su amigo se marchaba del lugar. Finalmente pudo aflojar el abrazo. –Perdón.

–Casi muero. –Confesó Nezuko mientras recuperaba el aliento y sentía como alguien chocaba con ella. –Perdón. –Se disculpó haciendo una pequeña reverencia.

Zenitsu vio como el tipo con el que chocó se regresó a verla y empezó a desnudarla con la mirada. No podía culparlo, él mismo lo hizo más de una vez, hasta que se enteró de que se trataba de Nezuko.

Ahora que lo analiza, la mayoría de los chicos a su alrededor se giraban a verla, a contemplarla y estaba seguro de que ninguno de ellos sabía que se trataba de Nezuko Kamado.

¿Así sería toda la noche? No, de ninguna manera.

Con pericia, el rubio desabotonó su camisa de manga larga quedando sólo con la playera que usaba por debajo. Se acercó a su amiga y se la colocó sobre los hombros. Lo sabía, su camisa era más grande que el mentado vestido ese.

–Vámonos. –Declaró tomándola de la mano, y brusca, pero delicadamente se la llevó del lugar atravesando la concurrida pista de baile.

Estaba furioso, sólo que no sabía por qué. Estaba molesto por la situación, por el amor del cielo, él sabía que era un calenturiento adolescente playboy del colegio, pero siempre había sabido mantener la diferencia entre sus amigas y las chicas fáciles con las que pasaba el rato.

Pero eso no era lo que le molestaba, lo que le enfurecía era Nezuko. Ella con ese cambio que hacía imposible reconocerla. ¿Qué le costaba decirle su nombre? ¿Qué le costaba usar un vestido más largo? ¿Acaso no notaba como la miraban? Era incómodo que vieran así a tu amiga delante de ti.

Estaba sorprendido de que ni siquiera Tanjiro se haya dado cuenta de que esa sexy mujer se trataba de Nezuko, si la hubiera reconocido lo más seguro era que la cubriría con la primera sabana que encontrara y se la llevaría, pero como estaba tan entretenido con Katsumi ni siquiera notaba las miradas que le lanzaban.

Si él pensó en llevársela a la cama, ¿qué podría esperar de los demás? ¿Nezuko no se daba cuenta de eso? Por supuesto que no, su pequeña era muy dulce e inocente para notar eso, por eso él tenía el impulso de protegerla, era su deber, su deseo.

Sólo él podía saber que aquella belleza de vestido negro era su Nezuko.


¿En qué momento había permitido que eso sucediera? Al principio se había mantenido firme, segura de mantener su postura de no querer dirigirle la palabra, pero ahora estaba siendo arrastrada por él para llevarla a quien sabe dónde.

¿Qué se supone que debería hacer? Quería pararse en seco y dejarlo atrás para regresar en donde estaba con Hideki, pero al mismo tiempo su corazón latía de emoción y quería ir a donde la llevaba Tanjiro.

¿Estaba bien que lo siguiera? ¿A caso será una buena idea? Pues no lo sabría si no iba con él.

–Kanao.

La voz del pelirrojo la hizo reaccionar. Le tomó un par de segundos caer en cuenta de donde estaban cuando una brisa de aire la golpeó haciendo que se estremeciera por el frio. Estaban en los jardines traseros del salón.

–¿Tienes frio? –Preguntó el chico y sin esperar respuesta, se quitó su saco y lo acomodó sobre los hombros de Kanao. Independiente del frío que se sentía, le puso su saco porque estaba cansado de ver como varios tipos devoraban a su amiga con la mirada.

–Gracias, pero no lo necesitaba. –Dijo ella sin voltear a verlo. –¿Para qué me trajiste aquí?

–Ya te lo dije, tenemos que hablar. –Contestó con simpleza.

–Entonces habla, nos están esperando. –Por no mencionar específicamente a cierta rubia.

–Kanao yo… –Tomó aire. –Quiero saber qué pasó, ¿Por qué de ser los amigos inseparables ahora pasamos a… esto?

¿En serio se lo estaba preguntando? No lo podía creer. Él fue el causante de que su amistad se fuera al piso, todo por haberle dado preferencia a Katsumi mientras que ella había quedado completamente desplazada, prácticamente olvidada.

–No sé de qué hablas. –Trató de sonar cortante.

–Lo sabes perfectamente. ¿Me vas a negar que tú y Hideki se han vuelto muy cercanos? –Le reprochó.

–¿Estás insinuando que nuestro distanciamiento lo provoqué yo? –Le regresó molesta.

Ahora sí se había pasado. ¿Cómo puede meter a Hideki en eso? Lo único que hizo el chico fue aparecer cuando estaba en su profunda tristeza, la animó y la escuchó haciéndola sentir bien, le había hecho olvidar sus problemas.

–Sí, y que bueno que hayas entendido el mensaje. –El alcohol que tenía Tanjiro encima le hacía tomar el valor para decir esas cosas. –¿Por qué lo hiciste Kanao? –Preguntó acercándose peligrosamente a ella, mirándola con insistencia a los ojos. Creí que estabas enamorada de mí.

–Yo no hice nada, y si estoy con alguien más ¿En qué te afecta a ti? –Trató de mantenerse firme frente a él, su cercanía la empezaba a poner nerviosa. –Después de todo fuiste tú quien me rechazó.

–Me afecta en todo. –Dijo con una determinación que llegó a sorprender a Kanao. –No sabes cuánto detesto ver cómo le sonríes, como ríes con él. –Con cada palabra que decía se acercaba más al rostro de su amiga, fue ahí cuando Kanao percibió el olor a alcohol.

–¿Estás ebrio? –Preguntó. Ahora entendía porque Tanjiro actuaba así.

–No soporto verte con él. –Ignoró la pregunta. –Extraño pasar tiempo contigo, extraño tu compañía, extraño ver el brillo de tus ojos… –Colocó delicadamente una de sus manos sobre la mejilla de Kanao mientras se acercaba más y más…

Kanao por su parte no sabía cómo reaccionar. ¿Por qué le decía todo eso? Se suponía que ella era la única enamorada y que él aun no superaba a Akane.

–Tanjiro… –Lo llamó al sentir el roce de sus narices.

–Kanao, creo que yo…

Y sin terminar siquiera la frase, la besó.


La barra estaba repleta cuando Inosuke se acercó para comprar y pidió un sixpack de la cerveza más cara que tenían y la llevó donde la peliazul lo esperaba. Un cómodo rincón donde se sentaron a platicar.

–No has tocado tu cerveza, ¿mentiste en tu edad? –Inquirió el joven al ver que su acompañante no había tocado su cerveza.

–¿Por qué debería de hacerlo? –Preguntó Aoi sagaz.

–Porque querías platicar con un profesor súper sexy. –Dijo con burla.

Ahí está, pensó Aoi. Abran paso porque el gran ego de Inosuke Hashibira va a entrar. No se daba cuenta de que, si ella resultase ser una estudiante como lo está sugiriendo él, estaría en graves problemas. Acababa de comprobar su teoría de que la estupidez humana no tenía límites.

–Vamos que era una broma. –Alegó el muchacho jocoso. –No eres una alumna de este instituto, de eso estoy seguro. –No había ninguna chica copa C a parte de Mitsuri, lo habría notado. –Pero sí quisiera saber qué haces aquí y no me vuelvas a decir que es porque es una fiesta abierta al público o algo así. –Exclamó Inosuke. –Quiero saber tu nombre.

–Asistí a este colegio. –Explicó la peliazul reservando su nombre.

–¡¿En serio?! –Exclamó Hashibira sorprendido. – ¿Qué generación?

–2010-2013. –Fue lo único que contestó.

–Yo soy del 2009-2012. –Inosuke lo meditó un instante. –Eso significa que tienes veinticinco años, te gano por uno

–¿Acaso eres profesor de matemáticas? –Cuestionó Aoi con sarcasmo.

–No, soy de gimnasia. –Dijo orgulloso. –Y tú, Belleza sin nombre, ¿en qué te ocupas?

Aoi lo miró por unos instantes, analizando su estrategia. La había llamado belleza, pero eso no era suficiente para que se tragara todos los insultos que escuchó salir de su boca. Lo mejor sería seguir en el anonimato.

–Secreto. –Expresó tranquilamente.

–¿Igual que tu nombre?

–Sí. –Se mantuvo firme la muchacha. – ¿No está mal que los alumnos vean a un profesor ebrio?

–¿Bromeas? –Preguntó incrédulo el aludido. –Cuatro cervezas no me hacen nada. –Aseguró con firmeza. –Ven, vamos a bailar y te lo demostraré. –Retó jalando a su acompañante a la pista de baile.

–¡Espera!

Pero ya era demasiado tarde. Aoi ya estaba acorralada entre los fornidos brazos de su colega dejándose guiar, bailando al ritmo de una canción muy diferente a la que se escuchaba. Quería alejarlo, pero no podía.

–Yo no sé bailar. –Trató de justificarse para alejarse y sentarse.

–Yo tampoco. –Le retuvo, acercándola más a su cuerpo.

Ahí está, pensó Inosuke. Esa belleza no era estudiante ni menor de edad, tenía curvas de donde agarrar. Era guapa, muy guapa.

–Por favor, hacemos el ridículo. –Suplicó Aoi.

–Si me dices tu nombre, –Ofreció. –te dejaré ir e iremos a sentarnos.

Inosuke sonrió coqueto y complacido. Empezó a acercarse notando el nerviosismo de la chica, eso le gustaba, no le era indiferente. Ella le gustaba, le atraía y quería algo con ella.

–No. –Sentenció decidida. Kanzaki sentía que hiperventilaba, que su corazón se le salía del pecho.

Cuántos años habrán pasado desde la última vez que un hombre estuvo tan cerca de ella ¿Cinco, seis, siete años? ¡Dios! ¿Acababa de pensar en Inosuke como un hombre y no como el molesto y atarantado niño grande que era?

–Te informo que me lo tendrás que decir. –Sugirió insinuante. –A las buenas o a las malas.

Inosuke quería saber su nombre, dirección y número de teléfono. ¡Todo de ella!

Y lo iba a conseguir.


Mitsuri suspiró cansada.

¿Por qué Iguro no podía ser una persona normal que se emborracha y se avergüenza de sí mismo en aquel estado? De haber sido ella, para ese entonces seguro y ya estuviera bailando en la barra.

–Kanroji, suéltame. –Habló el joven. –Quiero otro vaso de refresco.

Pero no, a él le da por ser muy comunicativo y hablar por todo lo que no ha hablado en la vida. Si no fuera por eso y porque se tambaleaba al caminar, bien podría parecer una persona normal.

Por favor, hasta en eso él tenía que ser mejor que los demás seres humanos normales, comunes y corrientes.

–Por tercera vez Iguro, lo que tú tomaste se llama vulgarmente "Cuba" y es preparado a base de Ron con Coca-Cola. –Explicó como ella mismo lo dijo, por tercera vez.

–¿Insinúas que ingerí alcohol sin darme cuenta? –Sugirió molesto. –¿Yo? ¡Ja! Yo no estoy al nivel de simples estudiantes de preparatoria.

Casi se cae cuando se giró para darle la espalda, por suerte Mitsuri alcanzó a sostenerlo y decidió que mejor lo llevaba a cuestas lo que quedaba del camino a la parada de taxis.

–Sí, sí, claro. Olvidé que tú eres un Dios omnipotente, omnipresente y todo eso. –Por esa noche, porque al siguiente día es probable que el muchacho no recuerde nada de lo ocurrido, ella cederá y le dará la razón a él. –Por cierto, ¿cuántos vasos de "refresco" bebiste?

–Exactamente once, iba por el doceavo cuando llegaste y te lo tomaste sin consideración alguna.

–¡Once! –Se sorprendió la joven. –Sí que tienes aguante Iguro.

–Te recuerdo que…

A–Sí, sí, tienes un gen mutante y eres superior. –Le recordó. –¿Tengo que pedirle al taxi que te lleve a tu casa o a tu "palacio"?

–Muy graciosa. –Replicó el muchacho. –Por cierto, ¿Cómo me encontraste?

–Lo escuché de una niña que hiciste llorar. –Explicó.

–Ah. –Algo recordaba de eso. Regresó a ver a su compañera de proyecto sobre la que se recargaba. –¿En qué piensas? Tienes una expresión estúpida en tu rostro.

–Que si eres gay. –Comentó con toda la sinceridad, procurando ignorar el insulto tras la pregunta. –Digo, has rechazado a dos chicas guapas.

–Acertaste. –Justificó él. –No me llaman la atención niñatas estúpidas. No tengo tiempo…

–Para perderlo en esas tonterías. –Completó Mitsuri la frase al mismo tiempo que sintió la penetrante mirada de Iguro sobre ella. –¿Qué? Eres muy predecible Iguro. –Y esa frase la había escuchado mínimo cinco veces.

–Es normal que las personas como yo pensemos así. –Dijo Obanai. –Incluso tu adorado Muichiro Tokito se dio cuenta de que era una pérdida de tiempo y no vino.

–A lo mejor viene más tarde. –Susurró Mitsuri no tan convencida. –¡Taxi! –Pero el auto pasó de largo.

–Por pensar así es que nunca podrás superarme Kanroji. –Habló con superioridad el chico parándose lo más erguido que pudo. –¿Esperar que algo cambie? ¿Qué si eres bueno las cosas saldrán a tu manera? No son más que patrañas y estupideces.

Él lo sabía. Cuántos años no fue un "buen hijo" para que sus padres le reconocieran, para que no estuvieran tristes por lo de Kaburamaru. Qué no hizo para ser el mejor en todo en lo que se metía, para ver si así sus padres sonreían, pero no, eso nunca llegó. Nunca pasó.

–¿Qué clase de pensamiento es ese? –Preguntó Mitsuri molesta. –Uno no es bueno para recibir lo mismo. La vida es injusta Iguro, pero hay que vivirla bien por uno mismo, no por esperar algo a cambio. Porque si las cosas salen mal no te culparías a ti sino a la puta vida por jugártela mal. –Tal vez ella también estaba un poco entonada, no debió beber ese vaso de licor de una. –¿Por qué no puedes ser una persona normal?

"¡¿Por qué no puede ser como su hermano?!"

Las palabras de su madre reclamándole a su padre calaron en su interior, dejándolo en blanco por varios minutos. El efecto del alcohol repentinamente malinterpretó las palabras dichas por Mitsuri.

–Tú también... –Dijo vagamente Iguro.

–¿Estás bien, Iguro? –Preguntó Mitsuri preocupada por la repentina palidez del joven frente a ella. –No te preocupes, con el tiempo seguro y serás una persona normal. –Trató de darle palmaditas de aliento en el hombro.

–¿Quién dijo que quería ser como él? –Preguntó sarcástico mientras tomaba bruscamente el brazo que sentía lástima por él. –Tú también piensas que Kaburamaru es mejor que yo, ¿verdad?

–Me lastimas. –Espetó Mitsuri ante la fuerte presión que ejercía la mano de él sobre su brazo.

–Podría aceptar esas palabras de alguien que es mejor que yo, pero ¿Tú? no me hagas reír. –Hablaba de manera inconsciente, sin saber lo que decía en realidad. –Kanroji, tú sólo eres una chillona, atrevida e insoportable niña de preparatoria. No te imaginas el esfuerzo que hago cada día para soportar tus múltiples quejas, alaridos y chillidos. No te puedes comparar a mí, nunca podrás comparte a mí y ¿Sabes por qué…?

La bofetada llegó más rápido de lo que esperaba, por alguna razón Mitsuri no quería seguir escuchando a Obanai. Dolía escucharlo.

–El que estés borracho no quiere decir que aceptaré que me insultes. –Enfrentó decidida Mitsuri. –En serio, no entiendo qué diablos te ven las chicas como para llorar cuando las rechazas.

Iguro estaba perplejo, nunca se imaginó que alguien tan insignificante osaría alzarle la mano. Tremenda falta de respeto debía ser cobrada.

Tomó a Mitsuri por los hombros con fuerza, viéndola directamente a los ojos y notando como ella simplemente se quedaba sin palabras.

–Estoy seguro de que ven lo mismo que tú estás viendo ahora. –Sin delicadeza ni tacto acercó su rostro y posó sus labios rudamente sobre los de ella.

Mitsuri no podía hacer ni decir nada, simplemente se dejaba llevar por aquellos torpes labios que se movían de manera brusca sobre los suyos. Estaba atónita, ¿Obanai Iguro la estaba besando?

–No eres nadie especial. –Completó Iguro su frase luego de que se separará de Mitsuri que se encontraba roja y con una expresión que indicaba clara estupefacción. –Mírate, eres una simple niña estúpida.

–¡Taxi! –Llamó Mitsuri saliendo de su estado de shock e interrumpiendo a su compañero.

Y como si el conductor supiera que algo malo pasaba, se detuvo y como pudo la joven introdujo a su rival al auto para luego darle la dirección y dinero al taxista.

–No eres nadie Kanroji y nunca lo serás.

Fueron las últimas palabras de él antes de que el vehículo iniciara su marcha. Mitsuri se quedó viendo como este se perdía entre las calles e involuntariamente llevó sus dedos a sus labios. Aun podía oler el alcohol cerca y sentía que le quemaban ante aquel inexperto y brusco roce.

Una lágrima cayó por su mejilla. Iguro la besó y la dejó sin palabras frente a tantos insultos y groserías. Ebrio o no, él no tenía por qué decirle todo lo que le dijo. Esas palabras le dolieron más de lo que debieron haberlo hecho. ¿Eso pensaba él de ella? ¿Tan insoportable le resultaba?

Recordó el beso y sus palabras tras el gesto. ¿Nunca sería capaz de superarlo? Jamás había dejado que alguien pisoteara su nombre como lo hizo él. Se sentía superior por haberlo abofeteado y puesto en su sitio, pero luego se sintió inferior por no haber hecho nada para interrumpir el beso quedando como una simple niña de las que tanto se aqueja.

Por primera vez en su vida se sintió superior e inferior a Iguro, a la vez.

Sin embargo, las lágrimas que derramaba no eran por alegría sino más bien, por tristeza y malestar.

Las palabras de Iguro, falsas o no, habían exteriorizado su modo de pensar sobre sí misma.

Y aunque le duela admitirlo, le dolía saber en el concepto en el que la tenía.


El viento empezaba a volverse realmente frío. Contrastaba perfectamente con la iluminada noche que ofrecían la luna llena y las estrellas que resplandecían orgullosamente en los cielos.

Afortunadamente el departamento de Nezuko no quedaba a más de diez minutos en metro, por lo que llegaron rápido.

Zenitsu suspiró aliviado una vez que llegaron a la puerta y Nezuko silenciosamente se acercó a introducir la llave esperando abrirla. Por fin habían llegado, la había rescatado de ser el centro de las miradas libidinosas y pensamientos lujuriosos por parte de medio instituto, pero más importante, logró que su identidad se mantuviera incógnita.

No quería ni siquiera imaginar el alboroto que se hubiera generado si se enteraban de que "ella" era en realidad Nezuko. De ser así, Nezuko ya no tendría que lidiar solamente con el pesado de Rui, sino también con otros babosos.

Lo extraño era que no le molestaba que Rui la rondara, es más, se sentía muy bien molestarlo al respecto. Tal vez porque sabía que su mejor amiga no sentía nada por él, pero ¿Sería igual con el resto? A lo mejor uno de ellos era el mentado "único amor de su vida". ¿Y si el dichoso chico se daba cuenta de lo bonita que era? Ella se declaraba, él aceptaba y vivían felices para siempre.

–¿Zenitsu?

El rubio regresó a ver a su amiga que extendía su camisa dejando al descubierto su cuerpo envuelto en aquel vestido. Vaya, se hizo una imagen mental de Nezuko con su ropa normal, camisetas, blusas recatadas, faldas por sobre la rodilla y pantalones. ¿Cómo pudo "eso" convertirse en… aquello?

Genial, seguro el poco licor que consumió empezaba a hacerle efecto. Malditas reacciones de adolescente calenturiento. ¿Por qué no podía sólo ser Nezuko en esos momentos? No, se acaba de dar cuenta de que Nezuko también era una chica. ¡Hasta la había besado!

–¡Zenitsu! –Llamó un poco más alto Nezuko logrando sacar a su amigo de sus cavilaciones. –Tu camisa. –Indicó la prenda extendida en su mano.

–Sí… –Dijo a medias mientras tomaba la camisa. –¿No le avisarás a tus padres que ya llegaste?

–No están, fueron a visitar a la abuela. Así que estaré un momento sola en lo que regresa mi hermano. –Dijo sin querer mirarlo. –Gracias por traerme.

–De nada. – Ya está, ahora date media vuelta y márchate. Eso le decía su mente, más sus pies no se movían. Con un poco de suerte, tal vez aún podría liberar toda esa tensión acumulada en su cuerpo con cualquier chica que quedara por ahí.

Con esfuerzo inhaló y se dio media vuelta sobre sus talones preparándose para emprender la marcha. Iba a hacerlo, pero sintió como era retenido por atrás. Se giró y encontró el delgado brazo de su amiga sosteniendo su playera.

–¿Qué ocurre?

–¿Todavía estás molesto conmigo? –Preguntó Nezuko con semblante preocupado sin notar el desconcierto en la expresión del rubio. –Ya me he disculpado por abofetearte el otro día.

–Ah, eso. –Contestó Zenitsu un poco decepcionado. ¿A qué pensaba que se refería? ¿A su ropa? ¿A estar condenadamente guapa? –Claro. –Contestó con una nerviosa risilla.

–Bien, ahora tú. –Apremió Nezuko frunciendo el ceño ligeramente. –Es tu turno de disculparte.

–¿Yo? –Preguntó sorprendido

¿De qué tenía que disculparse él? ¿Será por el beso? ¿Tan malo le pareció? Es decir, sabía que era el primer beso de su amiga, pero también sabía que besar se le daba muy bien. No pudo ser tan terrible. Aunque Nezuko quisiera a otro.

–Sí, tú. –Afirmó la menor Kamado con las manos en la cintura. –Fuiste tú quien me dijo desesperada y que parecía una niña cuando ya no lo soy, Zenitsu.

Zenitsu no esperaba sentirse tan aliviado como se sintió cuando ella le explicó por qué debía de disculparse, en un momento de verdad pensó que tendría que disculparse por el beso. Respecto a lo que le dijo, vaya que se había dado cuenta de la peor manera de que su pequeña Nezuko ya no era tan pequeña. Pero por su propio bien era mejor que se mentalizara creyendo lo contrario.

–Para mí siempre serás mi pequeña y dulce Nezuko. –Aseguró el rubio palmeando su cabeza fraternalmente.

Nezuko no creía lo que veía. De nada sirvió vestirse así, él seguía viéndola como una niña, como su compañera de juegos. Ella ya no quería ser la dulce y tierna Nezuko, quería que la viera como Nezuko Kamado, la mujer que era. Por favor, si hasta hace pocas horas atrás le robó su primer beso.

Claro, cuando la besó ella casi se pone a llorar y le dijo quién era. Se puso nerviosa, como una niña. Tenía que tomar la iniciativa y demostrarle que ya no era una niña.

Alzó su mirada y se concentró en los ojos dorados de su amigo, trago duro y empezó a empinarse, sus tacones le ayudaban a casi igualar la estatura de su amigo.

–¿Nezuko?

No, no más su amigo. Él era su amado Zenitsu.

Así, sin pedirle permiso a nadie, unió sus labios a los de él. Primero trémula y nerviosa, ya que sintió como él se tensó ante su cercanía y podría rechazarla.

Más eso no pasó, sino que, al contrario, el cuerpo de Zenitsu se relajó y le correspondió el beso. Por unos momentos dejó que ella llevara el ritmo, pero, de un momento a otro ya no fue así. Zenitsu mordió su labio inferior provocando que los labios de Nezuko se abrieran y de esa manera profundizar el beso. Cuando menos se dieron cuenta ya no era un roce tierno sino, uno más exigente y apasionado.

Zenitsu no podía creer lo que estaba pasando en esos momentos. No entendía cómo es que sus neuronas seguían intactas luego de que Nezuko lo sorprendiera con un beso. Si de por si en esos momentos su autocontrol y su cordura pendían de un hilo, la castaña logró romperlo con su nervioso tacto. Cuando sintió sus nerviosos labios sobre los suyos no sabía qué hacer, podía separarse de ella en esos momentos y rechazar el beso, pero… no quería hacerlo.

Nezuko se separó a causa de la falta de oxígeno. Zenitsu no pudo evitar sentir ternura, ella no estaba acostumbrada a los besos, menos a aquellos de ese calibre. Por eso no podía hacerse a la idea de que ella era una mujer, pero tampoco iba a ser una niña para siempre. Algún día aprendería, alguien le enseñaría y le ponía mal pensar que ese alguien no sería él.

Dándole un tiempo para respirar, volvió a abordar sus labios con más urgencia que antes de ser posible. Sólo uno más, le repitió a su subconsciente conforme seguía explorando la boca de Nezuko con pericia. Sin darse cuenta ya estaban dentro de su departamento.

Ya está, hasta ahí. Le recordó a su cerebro mientras veía como ya habían llegado a la puerta de la habitación de su amiga.

–Yo… tengo que irme. –Señaló con pesar luego de alejarse de ella, no podía llegar más lejos, no debía. Lo mejor sería irse antes de que su maldita entrepierna empezara a ganarle a la razón.

Pero no pudo y esta vez fue Nezuko quien empezó a besarlo con pasión, colocando sus manos en su cuello como si no quisiera dejarlo ir. Zenitsu cedió e impulsivamente colocó sus manos en su cintura recorriendo desde los hombros, acariciando cada rincón que tocaba hasta llegar a sus glúteos, súbitamente empezó a sentir como algo le incomodaba en su pantalón.

–Esto no está bien, Nezuko. –Hizo un último intento, utilizando toda su fuerza para mentalizarse que, si ella le hacía caso, tal vez necesite darse una ducha de agua helada en ese mismo momento. –Eres mi mejor amiga y quieres a alguien.

–Te quiero a ti, Zenitsu. –Por fin lo hizo, se lo confesó y se deshizo de ese peso. Aunque dada la situación, ni siquiera se dio cuenta que lo hizo.

Zenitsu miró como los ojos rosados de su amiga brillaban fervientemente y toda la resistencia que estaba empleando se fue al suelo. Volvió a reclamar los labios de su amiga, sólo que esta vez ella empezó a retroceder hasta entrar a su recamara.

Cuando se dieron cuenta ya estaban en la cama y seguían besándose. Zenitsu empezó a bajar el vestido, el mismo que no opuso resistencia alguna. No pudo evitar gruñir contra el cuello de la castaña. La prenda cedió muy rápido y no llevaba sujetador, no quería pensar en todos aquellos que hoy soñaron con hacer lo mismo que él estaba haciendo. Por lo que su mente encontró rápida distracción al empezar a besar los pequeños, pero bien formados pechos de ella arrancándole varios gemidos.

Nezuko dejó las inhibiciones sorprendiéndose de cómo se estaban dando las cosas, de cómo el destino torció sus decisiones al punto de encontrarse ahora con Zenitsu besándola por todo el cuerpo en su cama. Jamás se imaginó que esa clase de sonidos podrían salir de su boca.

Una vez realizado el impulso de abrazar y besar al rubio, algo cambió dentro de ella y ahora sus manos se aventuraron a tocar el bien formado torso de Zenitsu sintiendo cada bien trabajado músculo, pero sin poder retirar la prenda. Sintió como Zenitsu sonreía contra su piel y se sintió avergonzada cuando él se quitó la playera y empezó a hacer lo mismo con el pantalón.

Ahora estaban los dos, besándose sin pensar, sin tener en cuenta nada. Ni siquiera quienes eran. Nezuko se estremeció cuando el rubio se colocó entre sus piernas. Ya había sentido como se encontraba, pero la realidad la golpeó en el momento menos esperado.

–¿Estás segura? –Preguntó dudoso. Con justa razón, Zenitsu sabe que, si Nezuko le dice que pare, él no podía forzarla a nada. Era la primera vez de ella, y él… no tenía derecho de adquirir ese privilegio.

Fue un momento de tensión en el que la cordura los golpeó y regresó a ambos abruptamente. A partir de ese momento las cosas cambiaban para bien o para mal, nadie lo podría asegurar. Ni siquiera ellos mismos, porque Nezuko amaba a Zenitsu, pero ¿Él?

No quería pensar en ello y asintió. Sus lágrimas de miedo se confundieron con las del supuesto dolor que debía sentir cuando Zenitsu entró en ella.

–Shh. –La calmó el rubio besando tiernamente su cara. Él sabía que era su primera vez y lo que menos quería es que sufriera. –Pronto pasará.

El muchacho se sorprendió de sus propias palabras. Evitaba salir con vírgenes ingenuas precisamente para evitar ese tipo de situaciones incómodas. Las lágrimas no le gustaban, pero en Nezuko le parecía la escena más tierna que hubiera presenciado.

Una vez que Nezuko se acostumbró a la intromisión, el movimiento de caderas no se hizo esperar más, dejando ambos de pensar nuevamente. Entre gemidos entrecortados y besos apasionados los dos llegaron al clímax de su unión.

Sin pensar en nada ni en nadie y con un sentimiento agridulce en su corazón, descansaron juntos, abrazados como si no quisieran dejarse ir mutuamente, temiendo que al soltarse la magia se terminase.

Y eso era algo que ninguno de los dos quería.


Se sentía en las nubes.

Sus labios danzaban sobre los tímidos y delgados labios de Kanao. No sabía cómo había decidido besarla, pero de cierta forma no se arrepentía de lo que estaba haciendo, podía seguir besándola por el resto de la noche si fuera posible y disfrutar de esos labios sabor a fresa.

El beso era suave y delicado. Tanjiro procuraba hacerlo con cuidado ya que estaba seguro de que ese era el primer beso de Kanao por el nerviosismo con el que le correspondía. Llevó sus manos a la parte baja de su espalda pegándose más al cuerpo de ella. El beso empezaba a tornarse más intenso.

Kanao, por su parte, no creía lo que pasaba. Lo que había soñado por tantos años estaba sucediendo, Tanjiro le estaba dando su primer beso. Aunque al principio no sabía cómo reaccionar, correspondió tímidamente a la acción para que ahora siguiera perfectamente el ritmo del beso. Beso que empezaba a tornarse apasionado.

–¡Tanjiro!

Esa voz hizo que el pelirrojo se separara abruptamente de Kanao como si quemara, dejándola perpleja… ¿Por qué la alejó así?

La respuesta llegó cuando giró su rostro a su derecha.

Katsumi.

–¡Tanjiro! –Volvió a gritar la rubia hasta que se encontró con su objetivo. –Con que aquí estabas. –Dijo conforme se acercaba donde estaba la pareja.

–¿Qué sucede Katsumi? –Preguntó Tanjiro mientras limpiaba disimuladamente sus labios.

–¿Que qué sucede? ¡Te he estado buscando por todo el salón! –Chilló. –¿Qué haces aquí con… esta? –Agregó lo último notando la presencia de Kanao mientras la miraba de pies a cabeza.

–Nada Katsumi, solo platicábamos. –La miró ya más tranquilo.

–Hmm… Da igual. –Dijo con desinterés la rubia mientras tomaba a Tanjiro del brazo. –Te recuerdo que me prometiste sacarme a bailar. –Dijo de manera coqueta.

–Lo sé, aun no lo he olvidado. –Respondió Tanjiro tratando de sonar cortes. Se sentía molesto y frustrado, su compañera apareció en el momento menos oportuno.

Kanao apenas caía en cuenta de lo que pasaba y la realidad le cayó como valde de agua fría. Hace unos momentos se encontraba besando a Tanjiro, se sentía dichosa y por un momento pensó que él estaba…

¡Tonterías! Él no puede estar enamorado de ella y nunca lo estará. Frente a ella estaban Tanjiro y Katsumi hablando tranquilamente, mientras que el pelirrojo actuaba como si nada hubiera pasado y ella sentía que se quería morir en esos momentos.

Se sintió rechazada, humillada y… Utilizada. No sabía porque, pero unas tremendas ganas de llorar la invadieron, sus ojos ardían, sentía un nudo en la garganta y su pecho le dolía terriblemente. ¿Entonces por qué la besó? ¿Por qué la alejó así…? ¿A caso no quería que Katsumi los viera besarse?

Tal vez ese beso simplemente no significó nada para él… Tanjiro actuó así porque le molestaba que otro chico estuviera con ella, pero eso no quería decir que estuviera enamorado de ella.

Fue entonces cuando le dedicó una profunda mirada de odio a Tanjiro.

–Espérame adentro, en un momento te alcanzo. –Le dijo Tanjiro tratando de deshacerse de Katsumi. Tenía que seguir hablando con Kanao.

–Pero no tardes…No me gusta esperar. –Y sin decoro alguno, tomo el rostro de Tanjiro entre sus manos y lo besó apasionadamente con la intención de que Kanao los viera. Sonrió con satisfacción al lograr su cometido. –Te veo en un momento. –Y sin más se fue orgullosa dentro del salón.

Tanjiro tardó en reaccionar después de tan apasionado beso. ¿Por qué lo besó?

¡Kanao! Su cerebro se encargó de recordarle a su amiga, y cuando volteó para verla pudo haber esperado cualquier cosa, menos la profunda mirada de odio y dolor que le estaba dedicando.

–¿Kanao…?

–La próxima vez qué te preguntes que mierda pasó entre nosotros… –Lo dijo con una frialdad que caló en lo más profundo a Tanjiro. –Pregúntaselo a la estúpida de tu amiga.

Se quitó el saco que tenía sobre sus hombros y se lo aventó con coraje para después marcharse. ¿Cómo pudo ser tan idiota al creer que Tanjiro sentiría algo por ella? Y peor aún, ¿por qué fue capaz de besarla sabiendo que estaba enamorada de él? No lo entendía. Él fue quien la rechazó, quién le dio a entender que no sentía nada por ella… Y ahora acababa de jugar con sus sentimientos.

–¡Kanao espera! Déjame terminar de hablar contigo. –La tomó del brazo impidiendo que siguiera su camino.

–Suéltame… –Pidió sin voltear a verlo, no quería que viera las lágrimas que escurrían por sus mejillas.

–No Kanao, no voy a dejar que te vayas así. –Intentaba atraerla a él.

–Te dejo para que puedas seguir besando a tu amiga. –Respondió tratando de zafarse de su agarre.

–¿Y dejar que tú también te vayas a besar con el idiota de Hideki? –Dijo sin pensar.

Cuando menos lo espero, Tanjiro sintió que su mejilla le ardía de sobre manera. ¿Pero qué…? Regresó su vista al frente para encontrar a una Kanao con la mano al aire. Lo había abofeteado.

–No me vuelvas a buscar nunca más. –Y sin contenerse más, se marchó entre sollozos dispuesta a irse de esa fiesta.

Kanao confirmó sus sospechas. Solamente la había besado por orgullo, no porque en verdad sintiera algo por ella.

–¡Kanao…! –Gritó Tanjiro dispuesto a correr detrás de ella, pero una persona poniéndose frente a él se lo impidió.

Era Hideki.

–Déjala sola, Kamado. –Dijo con una seriedad que nunca se había presentado en él.

El moreno lo había visto todo, incluyendo cuando Tanjiro la besó. No iba a negar que se sintió mal al ver esa imagen, pero estaba seguro de que su dolor no se comparaba en nada al que Kanao sintió momentos después.

–¿Y a ti en qué te afecta? –Comentó molesto Tanjiro. Hideki era la ultima persona con la que quería lidiar en esos momentos.

–Ya le has hecho suficiente daño ¿Quieres ir a empeorar las cosas? –Lo miró con enojo dándole la espalda dispuesto a ir donde se había ido Kanao. –Si de verdad la quieres, no juegues con sus sentimientos.

Esas palabras calaron profundamente a Tanjiro. Ahora que analizaba bien las cosas, había sido un completo idiota, tanto así que sintió que una cachetada no fue suficiente después de recordar a Kanao así… Sus ojos llenos de lágrimas y que reflejaban dolor.

¿Qué había hecho?


Las luces del salón habían desaparecido.

Afortunadamente, pensó Aoi. Cuando de un momento a otro se vio acorralada entre la pared y el fornido cuerpo de su colega laboral el cual aún desconocía su identidad.

–Apártese, por favor. –Pidió Aoi con un hilo de voz y empezando a respirar agitadamente.

–Sólo si me das tu nombre y… tu teléfono. –Agregó con una sonrisa coqueta.

–No. –Sonaba decidida.

–Entonces creo que tendré que persuadirte.

–Inténtalo.

Como si esas fueran precisamente las palabras que Inosuke esperaba escuchar, se acercó más a la peliazul y sin decoro alguno tomó sus glúteos y los acarició sorprendiendo y asustando a su dueña.

–Puedo ser muy persuasivo. –Agregó conforme sus labios se colocaban en su cuello y empezaba a besarlo delicadamente.

–¿Qué cree que está haciendo? ¡Suélteme! –Eso decía más no se movía, no podía hacerlo. No con una mano de Inosuke en su trasero y otra en su pecho.

Inosuke se dio cuenta de su actuar y de lo contradictorio de sus acciones por lo que se aprovechó de ello. La mujer entre sus brazos no era esquelética sino por el contrario, estaba bien nutrida y con buenas curvas y mejor ni mencionaba sus senos. Podría hacer que cualquier hombre perdiera la cabeza.

Sintió que ella empezaba a forcejear así que decidió dejar su cuello y el nacimiento de sus pechos para tomar posesión de sus labios. En parte para callarla y en parte porque simplemente quería hacerlo.

Aparentemente Aoi se relajó con el beso y él pudo seguir con su exploración. Inosuke no esperaba que ella reaccionara y correspondería el gesto con la misma pasión con la que él lo había comenzado, y al igual que empezaba a tocarlo, muy suave y delicadamente a través de sus ropas tal y como él lo hacía, sólo que de una forma más cálida e íntima causando que en él también se desarrollara esa especie de ternura y consideración para con ella. Las caricias se fueron profundizando, casi eran piel contra piel. Cada vez se tornaban más exigentes.

¡Era toda una mujer! Y esa era una razón más para querer saber todo de ella y empezar por su cuerpo no estaría nada mal.

Aoi jamás pensó que un hombre la volvería a tocar así y menos se imaginó que su cuerpo llegaría a reaccionar así.

Y por esa razón no podían dejar de tocarse ni de besarse.

Una vez que el aire hizo falta se separaron, y Aoi aún aturdida aprovechó el momento para empujar a Inosuke.

–¡No malinterpretes! –Exclamó molesta una vez que se sentía lo suficientemente segura para enfrentarlo. –El que esto haya pasado no quiere decir que soy una mujer con la que puedas pasar el rato. ¡Te aseguro que no volverá a suceder!

Firme y decididamente se dio media vuelta y empezó a andar procurando ir lo más erguida posible para que Inosuke no se diera cuenta que las piernas aún le temblaban.

Inosuke se quedó de piedra viendo como la belleza se marchaba. Tan digna y estoica. Fuerte, pero a la vez muy débil. Se lo había demostrado hace apenas pocos minutos.

Lo acababa de decidir, conquistaría a esa mujer sin importarle como.


La oscuridad de la noche era el camuflaje perfecto para escabullirse de cualquier reunión. La fiesta no sería la excepción de ello.

Shinobu ya no sabía cuánto llevaba corriendo, dejándose guiar por su profesor que desde que salieron de la reunión no había dicho palabra. El corazón le latía a mil por hora, tanto que llegó a temer que en la oscuridad nocturna sus latidos fueran a ser escuchados.

Tenía miedo, pero era un miedo emocionante. La adrenalina fluía por todo su cuerpo luego de la sorpresa que sintió cuando se vio arrastrada de la fiesta por su maestro precisamente luego de ser acechada por un par de idiotas. Eran acciones como esas las que le hacían recuperar su confianza y despejar sus dudas. Después de todo, hasta hace poco se negó a acompañar a Jun Sasaki y ahora la estaba llevando a ella a quién sabe dónde.

Cuando menos se dio cuenta, ya habían salido de la penumbra en la que se encontraban y ahora una ligera, pero ideal luz blanquecina, le ayudó a reconocer el lugar en el que se hallaba: la azotea.

No había otro lugar donde la luna se pudiera ver tan cerca que hasta pareciera que empinándose un poquito la alcanzaría. Era una noche de solitaria luna llena, parecía como si las estrellas sintieran vergüenza de presentarse porque frente a esa majestuosa luna no habría rival.

–¿Qué voy a hacer contigo, Kocho?

La joven escuchó como se quejaba su profesor cerca de ella y frunció el ceño ligeramente. ¿Qué no había sido él precisamente quien la llevó hasta allí?

–No deberías de dejar que las personas te lleven a cualquier lado. –Explicó Giyuu. –Hay muchos degenerados en el mundo. –Y ella era una joven demasiado hermosa.

La vio arrugar más el entrecejo y apartar la mirada con aires de ofendida. No quería que se pusiera así, pero, no pudo pensar en ninguna otra excusa válida que justificara su comportamiento por haberla arrastrado precisamente a ella a un lugar tan alejado de la fiesta y tan desierto.

–Supuse que, si era con el profesor Tomioka, no habría ningún problema. –Se justificó Shinobu cruzada de brazos.

Tomioka no pudo evitar reírse ante la imagen. Esa belleza envuelta en ese vestido morado podía llegar a ser muy infantil cuando quería.

–Genial, ahora se burla de mí. –Se quejó ofendida.

–No es eso. –Trató de mentir hasta que vio como una elegante y delicada ceja de Shinobu se alzaba con escepticismo. –Bueno, sí lo es. Pero, tengo razón. –Se justificó. –Los tipos con los que te encontraste no eran precisamente buenas personas que querían que vieras lo bonita que estaba la luna.

–Al menos no se hubieran burlado de mí. –Se defendió viendo como la mirada en el pelinegro se endurecía y sus ojos azules se oscurecían.

–No es algo que debas tomar a la ligera. –Reprendió.

–Lo sé. –De pronto Shinobu se sintió como una niña que estaba siendo reñida por un mayor.

Y hasta cierto punto, lo era.

El ambiente se tornó pesado y hasta un poco hostil. Tomioka no podía creer cuanto le había molestado el comentario dicho por la adolescente. ¿Acaso no caía en cuenta del peligro al que estuvo expuesta? Si él no llegaba, sólo Dios sabría de qué hubieran sido capaces ese par de idiotas. ¿Dónde estaban las amigas con las que llegó?

–Perdón. –Shinobu se rindió mientras elegante y delicadamente acomodaba su vestido de tal manera que no se arruinara cuando se sentó en el piso. Sabía que si se enojaba y encaprichaba solo lograría que Tomioka la viera como una niña y no quería eso. –Entonces, ¿querías que viéramos la bonita luna juntos? –Cuestionó mientras se regresaba a verlo.

Giyuu abrió los ojos sorprendido antes de apartar la mirada avergonzado. ¿Cómo lo hacía? ¿Cómo podía parecer una niña en un momento para luego transformarse en una mujer bajando sus defensas?

"Es una niña, es tú alumna." Repetía su subconsciente procurando hacerle conservar la cordura.

–En realidad quería saber por qué no se presentó a mi examen, señorita. –Confesó mientras sacaba un cigarro y se disponía a fumarlo ante la inquisidora mirada de Shinobu.

–¿No se supone que los profesores deberían dar el buen ejemplo a los estudiantes de no caer en vicios? –Contestó ella con otra pregunta.

–No es un vicio, es un antiestrés. –Explicó Giyuu. –Y en todo caso no estamos en un día laborable.

–Aún es viernes y estamos en el instituto. –Aseveró Shinobu.

–Según mi reloj ya es sábado. –Defendió Tomioka. –En todo caso, yo soy mayorcito como para decidir qué hago, señorita.

–Fumar es malo, apresura el envejecimiento. –Alegó Kocho.

–Olé. –Exclamó el pelinegro cuando entendió el porqué de las palabras de su alumna. –Ahora contesta, porque no dejaré que te vuelvas a salir por la tangente.

–La señorita Kanzaki me pidió que la acompañara a su despacho y me retuvo por el resto del día.

–¿Y por qué no fue a clases en toda la semana? –Inquirió interesado.

–Resfriado.

–¿Toda la semana? –Cuestionó incrédulo.

–Qué le puedo decir, tengo pésimas defensas.

–Pude apreciar ello. –Dijo refiriéndose a su desagradable encuentro anterior.

Otra vez se formó un molesto silencio entre los dos, no sabían de qué hablar ahora que estaba ahí, solos uno junto a otro. Eran demasiados los perjuicios que los hacían inhibir e impedían exteriorizar sus sentimientos.

Giyuu miró a la chica que parecía igual de incómoda que él. No podía permitir eso, él no la sacó de la fiesta ni para reñirla ni para interrogarla, sólo quería saber que estaba bien

–¿Todo va bien? no tienes problemas en tu casa ¿Verdad? –Preguntó colocándose a un lado de ella. –Sinceramente, estaba preocupado por eso.

No tenía nada de malo, preocuparse por un alumno era normal.

–No. –Aseguró Shinobu sintiendo como se perdía en ese profundo mar azul que eran los ojos del joven. –No ha pasado nada.

–Entonces ¿estabas huyendo de mí? –Preguntó procurando ocultar su temor a que esa aseveración fuera la correcta. No podía evitar tener ese miedo, porque ella se había alejado precisamente después de que estuvo en su casa.

Shinobu abrió los ojos estupefacta, ¿Era su impresión o el profesor Tomioka se había preocupado por ella? No solo eso, sino que notó que no iba a sus clases precisamente.

–Tú… ¿Estabas preocupado por mí? –Preguntó incrédula. Hubiera jurado hasta su último suspiro que era ella la que no había podido sacárselo de la cabeza en todo ese tiempo, pero ¿acaso él la estuvo pensando al menos por unos minutos?

–Por supuesto. –Aseguró rápidamente. ¿Por qué la sorprendía tanto? –Soy tu maestro, Kocho.

Ese fue el balde de agua fría que espero nunca llegase. Claro, ella era su estudiante.

–Y siente lástima por las alumnas como yo ¿Verdad? –Preguntó agachando la mirada.

–¡No! –Tomioka exclamó tan rápido como vio que el rostro de Shinobu se ensombrecía. Fue un impulso, lo único que quería era alejar esa triste expresión de su rostro. Sentía ese extraño deseo de protegerla, que nada malo llegue a dañarla, no si estaba en sus manos evitarlo. A pesar de eso, Shinobu no cambiaba la expresión en su rostro. Será que… –¿De dónde sacaste esa idea?

–Escuché cuando se lo decías a Sasaki. –Nuevamente sintió como la miraba reprendiéndola. –No fue mi intención. –Se justificó la pelimorada. –Pero fue bueno saber qué pensabas. –No pudo evitar que en su tono de voz se exteriorizara un deje de reproche.

–Eso era diferente. –Suspiró conforme botaba el humo de su cigarro.

–¿Cómo?

Giyuu se sorprendió cuando la joven se levantó y se colocó frente a él, claro, sin llegar a su altura. Pero lo miraba molesta.

–Simple, ustedes son unas niñas. Es entendible que quieran ligar a un chico mayor, pero eso sólo les traerá terribles consecuencias. –Explicó. –Si hubiera sido otro, para este momento tu amiga ya estuviera desnuda en una habitación de hotel. –Explicó con fastidio. –Y sí, me da lástima que las adolescentes no sean conscientes de los riesgos que hay.

–Hablas como si nos llevaras treinta años, Giyuu. –Agregó aventurándose a llamarlo por su nombre y acercándose un poco más a él. –Cuando en realidad son, ¿cuántos? ¿Cinco, siete?

–De hecho, son entre nueve y diez. –Contestó procurando mantener la calma, evitando caer en cuenta de la cercanía de Shinobu.

–¿Eso impide que alguien pueda enamorarse?

–A su edad no saben lo que es el amor. –Se defendió Tomioka.

–Si mal no recuerdo, tú mismo te enamoraste a esta edad y fue de la persona con la que te casaste y también era mayor a ti.

–Un año, en realidad once meses. –Se estaban desviando del tema. –El punto es que son niñas.

–Mujeres. –Corrigió Kocho sintiendo como lágrimas se acumulaban en sus ojos.

¿Cuándo se salieron las cosas de control? Sin darse cuenta la conversación tomó un rumbo diferente. Shinobu empezó con eso de que le tenía lástima, lo cual no era cierto y ahora estaban discutiendo sobre los sentimientos de un adolescente.

–Suficiente. –Dijo Giyuu abrazándola mientras que con ternura acariciaba los mechones morados de su estudiante. –Tranquila.

Shinobu se maldijo internamente ¿Por qué siempre lloraba delante de él? ¿Por qué lograba que le mostrara su vulnerabilidad precisamente? Aquel lado de ella que no había permitido ver a nadie hasta Douma, y que después de él juró no volvérselo a mostrar a nadie.

Y ahora viene él, su profesor que primero es amable con ella y luego… ¡Diablos! Ni siquiera puede decir que es malo, sino que la trata con indiferencia y la cree una niña. Eso le dolía mucho más de lo que estaba dispuesta a aceptar. Sus palabras, la simple idea de que todo por lo que se acercaba a ella fuese lástima por su miserable situación familiar. ¿Por qué dolía tanto lo que él pensara de ella?

¿Cuándo su objeto de venganza se convirtió en algo tan importante?

–Las galletas estaban deliciosas, muchas gracias. –Trató de sonar ameno una vez que sintió que la joven se relajaba entre sus brazos.

–Giyuu... –Lo llamó alzando su mirada para que sus ojos se encontraran. –Tengo miedo. –Finalmente lo confesó. Todo este tiempo, todas sus confusiones y sentimientos encontrados, todas sus dudas y su extraño comportamiento. Por fin admitía a qué se debían.

–¿Qué? –Preguntó Tomioka incrédulo.

–Te quiero. –Declaró finalmente con tono de voz claro y fuerte, dejando sus lágrimas de lado y manteniéndole la mirada. –Te quiero más de lo que imaginaba.

Ahí estaba de nuevo. Giyuu empezó a sentir cómo su corazón empezaba a latir a arrítmicamente, tal y como le pasó cuando la vio entrar vestida como una princesa y ahora la tiene ahí, indebidamente entre sus brazos y ella le dijo que lo quería. ¿Sorpresa? Sí, estaba sorprendido, pero más que eso, él también estaba asustado.

Porque su corazón no había latido así en años.

¿Por qué esa niña causaba ese efecto en él? ¿Por qué lo hacía volver a sentir?

Shinobu aprovechó el estado en el que se encontraba su profesor y se aventuró a ponerse de puntitas y poco a poco acercar sus labios a los suyos.

–¿Kocho…?

El beso fue inesperadamente trémulo y hasta a la defensiva. Por un momento pensó que ante el contacto Tomioka la alejaría.

Pero eso nunca pasó.

Giyuu abrió los ojos desmesuradamente cuando sintió que la joven alcanzaba sus labios y los unía con los suyos. En ese momento la mente se le puso en blanco y volvió la imagen mental de que tenía una princesa en sus brazos y ahora la estaba besando y él debería apartarla o apartarse, pero no podía. Ella era una tentación prohibida.

Y, ¿quién no cede a las tentaciones una vez en su vida? Lo que estaba haciendo era dejarse llevar por un impulso mucho más fuerte que el de protegerla.

Un impulso extremadamente peligroso.

Y a pesar de saber eso, se dejó llevar. Giyuu relajó su cuerpo sintiendo como lograba el mismo efecto en la joven, la cual empezaba a tomar las riendas del beso. Siendo él quien lo profundizara luego de morder su labio inferior.

En ese momento las mentes de ambos estaban demasiado liadas para pensar. Simplemente se dejaron ser, olvidándose momentáneamente de la edad, de su situación, de todo y todos.

A pesar de que sabían que estaba mal, que lo que estaban haciendo era terrible.

Sencillamente no podían dejar de besarse.


No puede ser…

Cubrió su boca tratando de convencerse de que lo que sus ojos veían no era verdad.

Esos dos no podían, pero, lo estaban haciendo, se estaban besando.


Próximo capítulo: Viernes 30 de agosto de 2024