Un universo alterno de la historia principal dónde, en vez del Japón pasado que ya conocemos, Kagome se adentra en un mundo de fantasía lejano a la corriente realidad.

Espero que sea de su agrado

El día en el que Kagome cumplió quince suponía ser una celebración perfecta entre su pequeña familia, se había preparado un pastel de sus sabores favoritos y la casa decoraba sus rincones con fotos de ella, especialmente el comedor con un cartel de "Feliz cumpleaños" gigante sobre la mesa. Lo único faltante era la presencia de la joven protagonista que por crueldades del destino ese mismo día debía de asistir a clases, aunque por menos eso le serviría para poder recibir los saludos de sus amigos además de los regalos.

Era común que después de despertar abriría su ventana para dejar entrar la luz de la mañana que la acompañaría durante su rutina de belleza para la escuela. Desde allí podía ver el enorme paisaje verde de la construcción siguiente a su casa, probablemente su tío ya haya abierto las puertas de allí.

Dicha construcción era un antiguo templo manejado por otros integrantes cercanos de su familia, como por ejemplo su tío, quienes se dedicaban a la adoración de los dioses saetistas desde tiempos antiguos. Hasta donde ella sabía anteriormente era la única fuente de ingresos que su familia tenía antes, hasta que, y debido a la cantidad de gente religiosa que proviene la mayoría del tiempo a rezar, le dio a su abuelo la brillante idea de iniciar un negocio de antigüedades y supuestos objetos sagrados para ganar más dinero extra. Al principio parecía innecesario puesto que la madre de Kagome también trabajaba para ofrecer de las necesidades básicas a la familia, y aun así la tienda se mantuvo hasta también volverse parte de las ganancias de los Higurashi e incluso parte de su legado. Y aunque hubo muchos desacuerdos con su tío, una vez ejecutada la tienda y tras recibir toda esa atención, el conjunto del templo y la tienda de antigüedades recibe a decenas de personas por día.

Kagome de vez en cuando debe encargarse de ir a la tienda mientras su abuelo ayuda a sus tíos en el templo o su madre está trabajando, no era molestia pues ella sabía tratar bien con las personas y de vez en cuando su abuelo le permitía llevarse algún recuerdo del lugar, aunque ella jamás les presta la suficiente atención.

Volviendo al presente, luego de su rutina de cuidados y del desayuno ella estaba lista para partir a la escuela lo antes posible sin intención de llegar tarde, ese establecimiento estaba algo lejos por lo que debía de salir media hora con anticipación con tal de llegar tranquila.

Sin embargo, ese día mientras se colocaba la mochila y tras recibir el llamado de una de sus amigas pidiendo los apuntes de matemáticas, Kagome fue detenida por su madre quien también se estaba preparando para irse a trabajar. La mujer de cabellos cafés cortos y traje formal de oficinista le pidió a su hija mayor que se dirigiera a la tienda en busca de su hermano menor Sota quien parece estaba metido ahí desde hacía tiempo, y él también tenía clases ese día.

—Está bien, mamá. Solo espero que no me tome mucho tiempo. — Estaba corta en los horarios y debía de apresurarse, aun así, no quería dejar a su hermano solo ahí y tampoco creía que le tomaría un largo tiempo en encontrar, la tienda no era tan grande.

Kagome salió de la casa y se dirigió a la tienda que se encontraba justo al lado, para entrar se debía sí o sí que hacerlo por enfrente por lo que era un gran trabajo en el camino entre medio de abrir la puerta y acomodar cosas que quedaron fuera de lugar del día anterior. Lo que más resaltaba de la tienda eran las estatuas de Buda u otros dioses hechos de yeso o cemento decorando un largo pasillo hasta el mostrador, también había pequeños colgantes y utensilios de épocas anteriores por doquier, en el silencio de la mañana sí que daba algo...de miedo.

No deseaba estar allí por mucho tiempo, por lo que su camino se dirigió al almacén detrás de la fachada antes mencionada, allí las cosas estaban acomodadas en estantes y numeradas para conocer mejor al momento de entregarlas, algunas cosas ya marcaban rastros de polvo a pesar. . de tener un día sin limpiar, otras mucho más atrás ya hasta podrían tener telarañas puesto que no es muy común limpiar hasta tan al fondo, digamos que son cosas que ya han perdido su valor.

—¿Sota? No sé qué estés haciendo, pero apúrate, ya hay que ir a la escuela. — Su voz se hizo eco en la sala que parecía vacía pero que de lejos se podía escuchar la voz infantil llamando a alguien más.

Camino hasta allí donde encontró a su hermano pequeño, exactamente igual a ella en el cabello azabache y rostro, la única diferencia eran los ojos color café que difería de los azules propios.

Estaba vestido con su típica ropa de escuela, no era un uniforme, pero lo usaba tan seguido que podría verse como tal. Y en su mano derecha sujetaba un plato con la cara de un gato dibujada justo al lado de un nombre.

— ¿Qué haces con el plato de Buyo aquí? — El niño se sobresaltó un poco de la presencia arrepentida de la chica, pero inmediatamente se calmó siguiendo con su búsqueda por todos los rincones.

—Se metió aquí y ya no sé dónde está, podría romper algo. — Kagome podía ver qué el plato estaba lleno y que probablemente había estado usando eso como señuelo para atraer su mascota, pero Buyo no era cualquier gato y no se dejaba manipular así. Si quería que volviera debías de ir a buscarlo.

—Y ¿por qué no vas a buscarlo? — Se cruzó de brazos dejando salir una pequeña risita de maldad, Kagome sabía que su hermano estaba aterrorizado con aquel almacén detrás de la tienda, de hecho, le sorprendía lo lejos que había llegado suponiendo que apenas podía pasar la parte del frente sin estar temblando.

— ¿Estás loca? Este lugar da mucho miedo. — Se refugió detrás de las piernas de su hermana quien puso los ojos en blanco con desagrado, estaba a punto de perder tiempo en su camino a la escuela solo para buscar al torpe gato que se metió dónde no debía. ¿Por qué tenía que hacerlo ella y no el supuesto "hombre de la casa"?

—Bien, iré yo. — Dejó al niño atrás y comenzó a caminar por los estantes.

Cómo se dijo antes el almacén no era grande, tan solo un par de metros de distancia cubierto por varios estantes llenos de cosas convirtiendo todo en un ambiente muy estrecho, era imposible perder de vista a un gato en un lugar así pero tampoco podía esperar mucho del hermano menor al que debía de estar haciéndole la mayoría de los trabajos ella.

Era complicado ver con la poca luz que llegaba allí y ella no se tomó el tiempo de encender el foco del lugar cuando entró, ese fue un fuerte error suyo, porque al no saber dónde iba o que pisaba tranquilamente podía convertir cualquier roce en algo malo. por la tensión que el lugar generaba. Por esa misma razón cuando sintió que algo peludo y suave se frotó contra su pierna su imaginación en medio del sobresalto paso desde una araña gigante hasta una asquerosa rata que buscaba morderla, soltó un grito que se convino con el de su hermano alejado unos cuantos centímetros y ambos por poco sufrieron un ataque cardíaco doble. Todo eso para que al final Kagome se diera cuenta que aquello no era más que su gato Buyo acariciando su cabeza contra la pierna de ella, se sintió la persona más estúpida del mundo.

—Solo era Buyo. — Murmuró sujetándose al gato entre sus manos.

—¡Vas a matarme de un susto! —

—¡Tu fuiste el que no pudo ni siquiera buscar a un gato por su cuenta, inútil! —

La discusión de los hermanos se vio interrumpida, un sonido seco detrás de Kagome los asustó a ambos volviendo a combinar sus pequeños gritos. Al voltearse se encontró con un libro dorado sobre el suelo ¿De dónde salió eso? Se le preguntó mientras dejaba al gato en el suelo acercándose al libro. Jamás lo había visto antes y tomándolo en sus manos notó que ni siquiera tenía título, podría ser un objeto nuevo que su abuelo dejó por los estantes para después intentar venderlo con propagandas raras que la gente se cree. Lo raro era que parecía demasiado normal en comparación con otros objetos, quizás en su interior guarda algo.

...

No había nada, todas las hojas estaban en blanco, era imposible que fuese un libro sin título o algo escrito en su interior. Entonces probablemente sea un diario, tiene la pinta de un diario que usarían en épocas anteriores así que debe de ser eso cien por ciento. Aunque la verdadera pregunta en esto era porque le estaba tomando tanta importancia a ese objeto cuando debería de salir corriendo a la escuela, entre medio de todo lo que hizo probablemente ya se le haya hecho muy tarde y todo por ayudar al inútil de su hermano menor. . Cerró el libro con intención de regresarlo a su lugar sin notar que algo estaba pasando a sus pies.

—¡Hermana, en el suelo! — El grito de Sota la alarmó y por un segundo creyó que era un insecto o algo por el estilo...pero era aún peor...o algo así.

Debajo suyo se formó en el suelo una especie de pentagrama, con un dibujo de un reloj justo donde ella se encontraba pisando. Kagome se paralizo en su lugar aterrorizado al no entender qué sucedió, intento salir de ese shock para correr lejos cuando, como si de una película de terror se tratara, unas manos salieron del pentagrama y sujetaron sus piernas con fuerza. Cayo al suelo por el agarre y gritó lo más fuerte que pudo forcejeando para salvarse. Sota también quiso salvarla así que intentó sujetar la mano de su hermana, pero las que sostenían sus piernas eran demasiado fuertes y terminaron por arrastrarla por completo dentro del pentagrama.

La última imagen que ella vio entre gritos de auxilio fue a su hermano llamando su nombre con horror y viendo con lágrimas en sus ojos como unas monstruosas manos se llevaban a su hermana sin que pudiera hacer nada para ayudarla.

Lo que hubo después de caer no era más que un vacío infinito de negro y morado, estrellas rodeando su cuerpo, pero sin ser capaz de tocarlas. Se sintió como una mezcla entre el espacio y un océano profundo que no mojaba como si nadara en un mar estrellado, pero con la capacidad de respirar. Y aunque el paisaje fuera hermoso aún podía sentir la fuerza de las manos sobre su cuerpo sin ser capaz de ver a quién le pertenecen por estar de espaldas, finalmente durante un tiempo de forcejeos intentando liberarse, lo que sea que la sujetaba con sus manos dio vuelta a Kagome para fuera capaz de presencia con un grito ahogado a la espantosa criatura que tenía frente a ella. ¡Era un monstruo! La parte del torso podía decirse que era una mujer, pero tenía cuatro manos y el resto de su cuerpo caía en muchas patas parecidas a las de un ciempiés. Fue tan espantoso que su garganta tuvo que aguantar las fuertes náuseas.

—Tú la tienes ¿Verdad? — El monstruo habló, con una voz ronca capaz de tensar el cuerpo del más valiente. —Sé que tú la tienes, puedo sentir esa energía fluir por tu cuerpo. — Acercó su rostro a una Kagome ya con lágrimas en los ojos. Y como si toda la situación de terror y asco no fuera suficiente, la mujer Youkai mostró una larga lengua que se atrevió a por la mejilla de la pobre joven pasar.

El escalofrío que recorrió su cuerpo le dio la fuerza para volver a gritar.

—¡No, déjame! — Forcejeo, logrando quitarse del agarre de una de sus manos con las que intentó alejar el rostro del monstruo. —¡Suéltame! —

Su cuerpo se sintió diferente, como si una calidez la recorriera de un instante a otro para posteriormente ver como un brillo rosado fluyó por su mano alejando por completo a la mujer monstruo que cayó al vacío de ese lugar gritando sus últimas palabras.

¡No escaparás Joya Shikon!

Mientras, Kagome quedó anonadada por lo que sea que ella acababa de hacer con sus manos, esa calidez parecía haberla protegida por un momento para después desvanecerse ¿Qué habrá sido realmente? No fue capaz de pensar en ello mucho ya que unos instantes de silencio después Kagome termino por sucumbir nuevamente en la oscuridad debido a un extraño cansancio en su cuerpo. Lo último que pasó por su cabeza fue aquel extraño que el monstruo menciono antes de desaparecer.

La Joya Shikon.

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Para cuando la chica recobró la conciencia la suavidad de un suelo verde le dio la bienvenida. Estaba mareada y sus brazos dolían tanto que no llegó a notar lo raro del momento hasta que tras sentarse en el suelo sintió la suavidad del viento sobre su piel. Su mirada se reactivó una vez más percatada del paisaje de árboles y flores que la rodeaban, ¿Qué...? ¿Y la tienda? ¿Y la casa? Hace unos segundos estaba dentro de la tienda intentando encontrar a Buyo y...

Fue entonces cuando lo recordó.

Había sido llevado por una mujer monstruo a una especie de dimensión rosada después de que un pentagrama apareció en su tienda, pero ¿Todo eso fue real? Al despertar intento pensar que todo fue un sueño, pero al notar todo ese ambiente natural sin rastro de presencia de su hogar o de su familia, sin importar cuántas veces llamara a todos sus nombres, quedaba claro que vivía la mayor locura posible en su vida.

A su lado su mano sintió algo sólido que la sobresaltó, aunque al mirar solo resultó ser un libro, y no cualquiera, ese libro dorado que abrió segundos antes de que apareciera el pentagrama que la hizo desaparecer. ¿Era eso? Ese libro entonces podría ser la razón de su presencia allí, un libro mágico...

No, es ridículo, los libros mágicos no existen para nada. Quizás solo estaba volviéndose loca y todo esto no era más que un trance o un sueño demasiado lúcido, no existe manera alguna de que cosas como la magia puedan existir.

Por ahora una cosa era segura, no podía quedarse sentado allí para siempre. Debía de buscar algo o alguien que sepa ayudarla en caso de que realmente esté perdida y ¿Quién sabe? Quizás nada mágico es real y ella solo está en una zona que nunca conoció cerca de su casa, si continúa caminando hasta que puede que se encuentre con uno de sus tíos o su propio abuelo.

Tomó el libro en sus manos y comenzó a caminar por el bosque en dirección recta no quería seguir perdiéndose en el camino por doblar dónde no quería.

Estuvo a punto de gritar eureka cuando unos pasos cerca suyo reconocieron el largo árbol sagrado del templo familiar, aquel dónde muchos contaban la leyenda de un amor que terminó mal y almas en pena, típicos cuentos antiguos. Lo importante era que encontró un punto cercano casi confirmando la teoría de que solo estaba en una zona cercana que no conocía.

Comenzó a correr hacia allí sintiendo la emoción de reencontrarse con su familia nuevamente y que ellos le den una explicación obvia y para nada mágica de lo que ocurrió con ella, después cantarían el feliz cumpleaños y todos felices.

Al rodear unos arbustos una pequeña imagen roja se filtró de entre las hojas, borrando la sonrisa de la chica, aunque no quitando su esperanza de que pueda ser su tío o alguna persona rezando debajo del árbol, alguien quien pueda ayudarla.

La realidad resultó ser diferente.

Rodeado de rosas y enredaderas, un muchacho se mantenía atado al árbol, sus cabellos blancos brillaban a la luz del sol que se filtraba de entre las hojas y su rostro se veía tan tranquilo, como si estuviera profundamente dormido. Kagome se mantuvo en shock unos momentos antes de acercarse lentamente, sintió un leve peso en su pecho que no detuvo su camino hasta el chico para intentar procurar que estaba bien a pesar de no parecer recibir respuesta por su presencia cercana. Las ropas no parecían muy actuales, más bien daban las vibraciones de un personaje de cuentos de hadas con ropas medievales; pero lo más llamativo que Kagome vio fueron las dos orejas puntiagudas parecidas a las de un perro sobre la cabeza blanca del chico ¿Eran reales? No, no podía ser real, la gente no tiene orejas de animal, al menos hasta donde sabia. Si pudiera tocarlas tal vez sepa si lo son o no, pero uno no anda por la vida tocando orejas ajenas ¿Qué tal si despierta?

Sus deseos fueron más fuertes que su lógica dejando fluir su estupidez, y sus manos terminaron en las extrañas orejas del chico, frotándolas durante un breve tiempo solo para sentir la suavidad de éstas cómo si realmente fueran las de un perrito, pareciendo ser bastante real.

—No, no debería estar haciendo esto. — Decidió al fin hacerle caso a su cabeza retrocediendo sus pasos del chico con decepción. Sin embargó, que él no despertara aunque tocaba sus orejas la inquietó, podría estar inconsciente o en el peor de los casos... muerto. Y si realmente era lo último quería decir que ella había estado tocando un cadáver.

—Oye niña ¿Qué crees que haces ahí? — Detrás de ella se escucharon gritos masculinos.

Al volear, aparecieron unos hombres con extraños trajes algo antiguos sujetando arcos y flechas a su dirección, amenazando con que se quede quieta si no quería terminar atravesada.

Kagome sintió un enorme horror al presenciar cómo unas flechas fueron lanzadas hacia ella, cuando ni siquiera se movió o emitió algún sonido que pudiera hacerlos enfadar. Su única reacción de defensa fue el abrazarse a aquel chico sobre el árbol sintiendo como las espinas se clavaban en su cuerpo y al mismo tiempo un bombeo desde el pecho de ese muchacho. Su corazón latía, estaba vivo, pero ¿Por qué no despertaba?

Para cuando intentó voltear hacia adelante nuevamente, se vio completamente rodeado por los hombres que más adelante la sujetaron con cuerdas en contra de su voluntad soportando los gritos, mordidas y rasguños de una Kagome ya más molesta que asustada.

¿¡Qué demonios es este lugar!?

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Una especie de pueblo rústico fue dónde la llevaron, con casas hechas de madera y paja parecidas a cabañas, un camino completamente de tierra con carruajes y pequeños carros de mercancía donde se veían caballos atados, incluso los poblanos vestían ropajes de un tono antigüo que siquiera pegaba con las costumbres de su país, más bien de esos que muestran en películas infantiles de occidente.

Para la joven ya estaba más que claro que ese no era su hogar, llegando a pensar que esto podría ser un culto donde todas las personas se visten como la antigüedad de otro país y arrestan a aquellos que no son iguales, o peor los usan como como sacrificio. Su cabeza comenzaba a alejarse del tipo de película a las que se refería de un principio.

Lo único bastante probable era que ellos no se comportan muy amable con los viajeros, apenas llegaron al centro del pueblo arrojaron a Kagome al suelo sin nada de delicadeza rasgando un poco sus rodillas. A ese punto sus manos se encontraban atadas detrás en su espalda y a su alrededor no había señal alguna de poder escapar sin ser atrapada por los que la rodeaban ahora con tridentes y hasta viejas escopetas cargadas.

¡Qué gente psicópata!

—¡Qué fea manera de tratar a una invitada! — Gritó irritada, intentando desajustar los nudos de sus manos.

La gente no pareció darles mucha importancia a sus palabras, ya que voltearon ante el llamado de atención de un sujeto vestido de negro y con un sombrero ocultando la parte de los ojos.

—Denle el paso a la alcaldesa Kaede. — Acotando a la orden todos se dispersaron formando una larga línea intermedia dónde los pasos de una mujer por la tierra hicieron temblar a Kagome.

Era una anciana. Un vestido negro cubría toda su piel, incluyendo un pequeño velo del mismo color sobre su rostro, si nadie mencionaba ser una alcaldesa podría deducir que alguien murió porque ella se veía más como una viuda de las que dan miedo.

La edad la obligaba a caminar jorobada y traía un carcaj con flechas y un arco en su espalda.

La joven en el suelo de rodillas intentó retroceder sin antes recordar que miles de armas la estaban apuntando a cada paso en falso que dé, no había más que quedarse completamente paralizada.

—Tú. — La voz rasposa y ronca de la mujer se dejó escuchar. — Una niña tan extraña como tú vagando por territorios peligrosos ¿Por qué y cómo llegaste hasta el árbol del Príncipe Youkai? —Tras el velo y tan solo por el sonido de su voz podía descubrir la ira inexplicable que poseía.

La mente de Kagome se quedó con el apodo de "Príncipe Youkai" claramente refiriéndose al muchacho con orejas y de cabello blanco atado entre espinas debajo del árbol sagrado. ¿Era tan solo un apodo o realmente ese sujeto era un príncipe? Kagome pudo haberse encontrado con alguien de la realeza y la primera estupidez que se le ocurrió fue tocarle las orejas, vaya forma de respeto.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos por la mano de la anciana sujetando su rostro con poca delicadeza, generando un quejido en ella, apretando los dientes con furia y manteniendo su mirada fija en esa descarada y poco sensible mujer.

La anciana soltó un grito ahogado alejándose unos pasos de Kagome, aterrada.

—Esa chica...se parece mucho a mi amada hermana Kikyo. —

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Gracias a esa extraña reacción de la supuesta alcaldesa Kagome logró liberarse de las sogas en sus manos y ganarse un pequeño respeto por parte de los habitantes. La llevaron a la cabaña más grande del pueblo, aparentemente de la anciana, y se le ofreció un abrigo y una habitación para descansar durante la noche. Incluso si más de una vez ella le haya mencionado a Kaede que no pertenecía ahí, en cada cuestionario sobre su ciudad natal era rápidamente desentendido.

Aun así, se dio una idea de cómo llegó hasta ese lugar, creyendo en la locura de que todo fue por culpa de magia yendo en contra de lo que se dijo esa mañana en el bosque que, al pensarlo más detalladamente tenía sentido, después de todo estuvo metida en una especie de mar universal durante varios minutos. Por lo que, en pocas palabras estaba perdida en otro mundo que desconocía y comenzaba a rendirse sobre volver a su casa al menos por ese día, quizás mañana sea capaz de encontrar una forma de volver, pero por ahora simplemente intentaría relajarse.

El ambiente allí dentro era cálido, pero no tan cómodo como una casa de su barrio, todos los objetos se veían antiguos, pero al mismo tiempo bastante limpio y tampoco había electricidad, la luz que evitaba a la oscuridad de la noche eran varias velas en cada rincón de la sala además de que la chimenea estaba encendida con una olla sobre ella. Agradecía que fueran épocas calurosas, probablemente se estaría congelando si fuese invierno y sin calefacción.

—Aquí tienes. — La anciana Kaede le ofreció un tazón con sopa a la joven sentada frente a ella en la desgastada mesa de madera.

—Gracias. — Tomo el recipiente observando detalladamente la sopa dentro que parecía ser de carne y verduras, aunque había muchas más verduras que carne. —Disculpe, dijo algo sobre que me parecezco a una mujer ¿Quién es realmente? — Preguntó de la manera más pacífica posible, pero la mujer parecía molestarse de todos los modos, ¿Será un tema delicado?

Al llegar a la enorme cabaña la mujer se quitó el velo negro por lo que Kagome era capaz de ver la forma en la que el ya arrugado y apagado rostro mostraba las pocas emociones presentes durante el tiempo a su lado, hasta ahora tan solo la desconfianza y una cierta tristeza que no podía encontrar razón, además su ojo derecho estaba tapado por un parche negro pero que dejaba ver levemente la cicatriz de una quemadura, dicha vista incómodo mínimamente a Kagome manteniendo siempre una mirada baja.

Con solo ver todo eso podía darse una idea sobre la mala vida que tal vez esa mujer cargaba sin conocer nada, la apariencia decía más que mil palabras.

—Mi hermana mayor, era la sacerdotisa que protegía este pueblo. — Sin tocar su sopa Kaede comenzó a explicar, su mirada fija a la madera de la mesa. — Ella falleció hace cincuenta años por culpa de ese Príncipe Youkai que se encuentra en el bosque. Mi hermana se encargó de hacerle pagar antes de caer rendida a sus heridas. —

— ¿Está muerto? — Kagome preguntó aún recordando sentir los latidos de ese chico cuando se acercó a él.

—Quien sabe. Mi hermana solo lo hechizó con un sueño profundo, pero a juzgar por las espinas que se clavan en su piel desde hace tiempo quizás si está realmente muerto. — Kagome entendió todo al haber estado presente en el estado actual de ese chico de orejas. Lo más aterrador de ese momento era la mirada de satisfacción en la anciana cada que mencionaba el sufrimiento que podría estar pasando.

No podía creer que alguien pudiera mencionar un hechizo de sueño eterno con tanta naturalidad, como la de esa anciana.

Ya estaba más que clara su teoría del otro mundo, esa mención a la magia lo delato y también afirma que pudo haber sido esa la razón de su presencia allí, una especie de hechizo mágico que la hizo viajar de un mundo a otro. Pero en su cabeza era imposible, se estaba volviendo loca con todas esas ideas sacadas de libros fantásticos y sin embargo parecía ser la explicación más lógica para intentar entender su situación actual. ¿En qué mundo la gente anda por ahí durmiendo a otros con hechizos o vistiendo cómo si viniera de una Europa medieval? Nada tenía el más mínimo sentido.

—¿Usted crea capaz de...que se pueda viajar de un un mundo a otro? — Preguntó sin poder aguantar las ganas. Si esa anciana sabia algo era mejor usarla para sacarse las mayores de las dudas, quizás incluso sea de ayuda para poder regresar.

— ¿Viajar por mundos? Bueno... — La anciana se vio interrumpida tras parecer escuchar o sentir algo que Kagome no.

El suelo comenzó a temblar tirando todo a su alrededor, incluyendo la sopa que Kagome ni siquiera fue capaz de probar. Kaede se levantó de golpe completamente alarmada, pero sin mostrar signo de miedo en su rostro a diferencia de la chica que ya estaba temblando más que la misma casa sujetada a la mesa como si esto fuera a protegerla de algún modo. Ambas mujeres entendieron todo cuando desde afuera, más allá de los gritos del pueblo, se oyó la voz de un hombre alarmando Un Youkai viene en camino. Dicha frase fue el incentivo de la anciana para tomar aquel arco que reposaba a los pies de su silla y salir de la casa a la débil velocidad que su edad le permitía, Kagome quien no deseaba quedarse sola no tuvo otra opción que salir detrás de ella ocultándose en su espalda jorobada.

Fuera de todo era un caos, los aldeanos corrían de un lado a otro buscando refugiarse en sus hogares y la campana en el centro sonaba una y otra vez, era una mezcla de sonidos de desesperación. Y fue cuando detrás de los árboles del bosque donde Kagome estuvo esa mañana se vio alzarse una enorme figura humanoide, los tres brazos y las decenas de pares de pies moviéndose de forma asquerosa en el aire. La misma mujer con cuerpo de cien pies que trajo a Kagome aún seguía con vida y tal parece que estuvo buscándola.

—Es un Youkai. Kagome, escóndete en la cabaña que yo me encargare de ella. — Aunque sonara segura de sí misma, la joven no podía confiar en que una anciana se hiciera carga de una criatura de tal magnitud, mucho menos con un arco y flechas. Intentó negar con un "pero" Siendo inútil por la enorme insistencia. —Hazme caso, estas cosas son más que peligrosas. —

—Ah…ahí estás. — Ambas mujeres temblaron por el veloz acercamiento del Youkai hacia ellas, destrozando casas en su camino y matando a cada animal que se pusiera en frente. La repugnante mirada sobrenatural se dirigió a Kagome. —¡Entrégame la Perla de Shikon! —

—La perla de Shikon... no puede ser ¿La tienes? — Inmediatamente al escuchar eso Kaede volteo a ella con sospecha y desconfianza, Kagome ante la presión solo pudo negar desenfrenadamente apretando sus manos contra su pecho.

—¡No, ni siquiera sé qué es eso, pero ella lo ha estado repitiendo desde que llegue! — Sabía por su expresión que Kaede entendía lo que el Youkai decía, pero Kagome era sincera al negar rotundamente entender algo de lo que mencionaba.

No le volvió a hacer caso a la chica volviendo a su misión de intentar derribar a la mujer Youkai con arco listo en sus manos. La monstruosidad arruinó su plan comenzando a girar repetidas veces formando un remolino que haría volar todo tipo de objetos pesados, como los carruajes que por poco caen sobre la anciana si no fuera porque Kagome se armó de valor para quitarla del camino y salvarle, en parte, la vida. Y ni siquiera le dejó a Kaede agradecerle, ella de inmediato supo que, aunque no comprendía que era lo que buscaba ese Youkai la quería a ella. Por lo que escapar lejos del pueblo era la opción más confiable para dejar en paz a todos aquellos resguardados en sus hogares o en el edificio principal.

Lo único que no pensó al momento de iniciar con su fuga fue que probablemente terminaría muerta al ser atrapada por ese monstruo, así que al final esto terminó siendo una idea suicida que al llegar al río cercano se percató y quiso arrepentirse. Un poco tarde para acotar a la orden de Kaede de quedarse dentro de la cabaña.

—¡No escaparás! — La mujer cien pies perseguía los pasos de Kagome con garras preparadas en sus manos, ella solo pudo dejar salir lágrimas de terror mientras sentía más que adrenalina y desesperación recorrer su cuerpo.

—No, aléjate... —Estaba entrando en una desesperación de muerte tal que hasta sería capaz de arrodillarse para pedir clemencia si no fuera por su instinto de supervivencia —Por favor... ¡Que alguien me ayude! — Sintió su garganta desgarrarse por ese grito de auxilio que sabía que nadie podría escuchar.

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Un eco traía con el viento la voz de una joven en peligro, la esencia de esa voz era conocida, el bosque la conocía y le brindaba respeto aceptando cada deseo y pedido que provenga de ese poder. Fue decisión suyo el dejar que el sueño gobierne el alma de ese noble, y el bosque al ser su compañero acepta cuidar de ese profundo sueño por la eternidad.

No obstante, parece que ahora una nueva portadora de ese poder necesita de él una vez más y solo por ese nuevo deseo el bosque brillará en pureza y le dará al noble un nuevo despertar. Así, rodeado de ese espíritu sagrado y sintiendo su poder fluir por su cuerpo, el joven encerrado en su interior abrió los ojos para sentir la brisa traer el reconocido olor. Su antes inexpresivo rostro mostró una sonrisa de satisfacción esperando con ansias volver a ver el rostro de esa maldita traidora una vez más.

Sin embargo, el bosque no ganó ese deseo y dejó que las espinas se enredaran una vez más en él ahora sintiendo el dolor de sus heridas más que antes, ahogando el quejido con rabia. El hechizo aún no había terminado, hasta que no se diera la palabra final, seguirá atado a ese árbol.

—Esa mujer... Espero que estes preparada, porque te hare pagar por esto... —

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Kagome siguió corriendo por su vida durante todo el trayecto del bosque mientras sentía detrás las cien pisadas crujir en el suelo con gran velocidad, sus ojos ya borrosos por las lágrimas apenas podían dividir el camino que estaba tomando entre medio del enorme bosque de árboles sucumbidos en oscuridad donde tan solo una parte de la luna podía iluminar el camino. Fue el descuido de la joven al tropezar contra una rama sobresalida lo que le dio la ventaja a la mujer cien pies para atacar desde el suelo ocasionando un estruendo en la tierra que mando a Kagome a volar por los aires sintiendo su final acercarse entre más cerca del suelo se encontró, más por alguna voluntad divina fueron leves los golpes que sintieron en sus piernas y brazos cuando aterrizó sobre el suelo, pero aún estaba viva. Y en vez de procurar no estar herida su primera reacción fue voltear en búsqueda del Youkai que la perseguía alejado de su ubicación actual.

—Vaya, Kikyo. No pensé que nuestro primer encuentro sería contigo sobre el suelo. — La voz masculina la alertó, estaba atada a la paranoia por lo que cualquier sonido fuera de lo normal era una amenaza.

Frente ella pudo divisar la imagen del mismo chico de cabello blanco y orejas de esta mañana, aún seguía atado a las enredaderas de rosas además de una extraña flecha brillante sobre su pecho que Kagome juraba no haber visto antes. Lo más extraño era que se encontraba despierto y mirándola con el mayor desprecio que jamás otra persona le dedicó, las palabras de Kaede sobre el hechizo de su hermana regresaron dando más incertidumbre a la chica ¿No se suponía que debía de estar dormido para siempre? ¿Esas espinas no lo mataron?

—¿Por qué tú estás hablándome? — En un murmullo Kagome mostró su confusión y el chico río sin gracia.

— ¿Que manera de saludar es esa? Se ve que aún sigues odiandome. Está bien, pero tampoco te distraigas tanto. — Se veía igual de tranquilo que cuando estaba dormido, ojos de un extraño color dorado entrecerrados que ocultaban odio.

¿Quién es ese chico?

Antes de que Kagome pudiera decir algo, el suelo tembló y la mujer cien pies apareció detrás de ambos. Sin piedad alguna intentó volver a atacar contra una conmocionada Kagome con una parte de su enorme cuerpo, fue gracias a la voz de Kaede llegando sobre un caballo que la chica se movió a tiempo para no ser aplastada cayendo al suelo sin equilibrio por el fuerte movimiento. Detrás de ella nuevamente escuchó una risa.

—Ay, Kikyo, ¿Ya olvidaste como pelear? ¿O es que te estás volviendo más débil? —¿Qué demonios pasa con este chico? Kagome comenzaba a hartarse no solo de su actitud sino también de que se pasara llamándola por un nombre que no era el propio como si la conociera de toda la vida.

— ¡Agh, qué irritante! — Se levantó ignorando al Youkai detrás, así como a los aldeanos que llegaron para ayudar de distracción. Su único objetivo era caminar hasta quedar a centímetros del chico que hasta el momento solo parecía burlarse de ella. —Te lo diré una sola vez, mi nombre verdadero es Kagome. Ka-go-me. No me hables como si me conocieras si ni sabes mi verdadero nombre. —Explicó fastidiada.

El chico frunció el ceño mientras negaba con la cabeza.

—Intenta engañarme lo que quieras, no soy tan estúpido y sigues teniendo el mismo... — Intentó acercarse un poco y olfateó a Kagome como una especie de perro hasta que su expresión se suavizo mostrando ahora una especie de decepción y sorpresa. —Es verdad... no eres Kikyo. — Murmuró y su boca se abrió nuevamente para decir algo que por alguna razón no salió.

Kagome se sintió mal internamente por el chico a causa de su reacción dando una duda importante ¿Quién era esa Kikyo con la que todos la confunden? ¿Realmente Kagome se parecía a ella? Esas dudas desaparecieron cuando unas manos la tomaron de las piernas y sin siquiera llegar a gritar del horror ya estaba siendo arrastrada por los aires. Su única defensa rápida fue sujetarse de dos mechones de cabello del chico quien se quejó del dolor. Apenas pudo escucharlo decir que se soltara, el terror volvió a recordar la poca vida que probablemente le quedaba por ese monstruo.

Sus manos no soportaron estar sujeta a él mucho tiempo y al soltarse lo único siguiente que sintió fue como un terrible dolor chocaba con su estómago ¡Ese monstruo la mordió! Voló por los aires percibiendo tan solo una esfera de luz que cayó junto a ella, para cuando aterrizó apenas podía moverse sin que su cuerpo le pidiera detenerse. Escuchó a la distancia a la mujer cien pies reír y con una pequeña fuerza en sus brazos levantó levemente la cabeza, había una pequeña esfera rosada a centímetros de ella que brillaba leve, pero con cierta...pureza.

—¡Tómala! —Escuchó al chico entre medio del eco en sus oídos que se iba recomponiendo de a poco. —¡Toma la Perla antes de que sea tarde! —

Kagome apenas podía distinguir sonidos y vistas por su dolor corporal pero su instinto la movió más allá de lo que era capaz estirando uno de sus brazos hacía la joya, lástima que el tiempo que le llevó eso fue demasiado y el ciempiés con más rapidez sujeto a Kagome con sus patas y la llevó hasta el chico donde los envolvió a ambos con el resto de su cuerpo, haciendo una presión en donde ambos podían sentir las espinas clavarse en su cuerpo y en las heridas que Kagome ya tenía hechas, era un dolor incapaz de ser soportado.

—Había escuchado, que el último heredero de Taisho era un hanyou aliado a una sacerdotisa. Al verte ahora veo lo ridículo que eres. — El ciempiés rio mirando fijamente al chico de cabellos blancos que intentaba no demostrar el dolor que las espinas le generaban, sonriendo con arrogancia.

—¿Crees que estaría atado a un árbol si fuera su aliado? No digas estúpideces. —

—No me importa que no lo seas, de todas formas, ambos morirán. — Hizo aún más presión sobre los chicos quienes se quejaron del dolor.

Aun así, el chico pudo divisar como el Youkai se acercó a la joya en el suelo y con su lengua la introdujo al interior de su cuerpo. Kagome de espaldas a lo que sucedía fue capaz de sentir una extraña energía palpitando a unos metros suyo ¿Era esa joya?

El chico apretó los dientes molestos mientras veía como el Youkai tembló hasta transformar toda su piel en una versión el doble de monstruosa, con piel oscura y unos colmillos sobresaliendo de su boca, sus ojos también se habían vuelto de un negro carente de vida, su energía era el doble de poderosa que antes.

La presión en sus cuerpos se había vuelto insoportable tanto que Kagome comenzaba a desvanecerse por sus heridas, fue nuevamente la voz del chico la que la trajo de vuelta a la razón levantando la mirada para encontrarse con los mismos ojos dorados pero esta vez llenos de determinación. Entonces, junto a un extraño calor sobre sus mejillas, se dio cuenta de lo atractivo que era, pese a todo lo antes dicho, ese pensamiento no le permitió escuchar lo que él le decía.

— ¿Eh? — Kagome pidió una repetición.

—¡Te estoy preguntando si puedes quitar esta flecha! — Su paciencia se estaba acabando por culpa de ella, tan solo deseaba volver a sentir su poder fluir por su cuerpo nuevamente y quizás esa mujer tan parecida a ella pueda ayudar.

—¿Ésta flecha? — Kagome miró a la flecha clavada sobre el pecho del chico que brillaba intensamente de una energía cálida, si ella la quitaba...

—¡No lo hagas, Kagome! ¡Esa flecha es lo que mantiene el hechizo sobre Inuyasha! — Kaede volvió a aparecer en la escena desesperada por la estupidez que la niña estaba por cometer. Su hermana fue quien puso ese hechizo antes de morir, nadie debe de quitarlo.

Inuyasha... así que ese es su nombre.

—¡Tal parece que deseas morir, anciana! ¡Soy el único capaz de acabar con esa infeliz y lo saben mejor que nadie! — Contradijo sin quitar su vista de Kagome. —Acaso ¿quieres morir aquí? —

Kagome no sabía las verdaderas intenciones del chico, no se veía malo, pero si ese fuera el caso ¿Por qué la necesidad de hechizarlo? Si la hermana de Kaede lo dejó aquí es por algo y aun así en un momento como éste parecía ser la única opción que le quedaba si es que no deseaba morir, no podía morir, aún no sabía dónde estaba y cómo regresar a su casa. ¡Debía de volver con su familia! Lo sintió por Kaede quien gritaba que se detuviera, pero si quería sobrevivir tendría que ser capaz de todo, incluso de confiar en un extraño.

Acercó su mano hasta la flecha sujetando con fuerza, sintió la energía latir sobre ella, pero no se iba a detener.

—No quiero morir... ¡No aquí! — Grito, y se sintió rodeado por una energía que su propio cuerpo generaba contraatacando a la que intentaba proteger la flecha.

Después de un estallido de luces la flecha en su mano se destruyó en mil pedazos, las espinas de apoco se fueron deshaciendo hasta volverse nada más que arena sobre el cuerpo de ambos chicos y el cuerpo de él palpitó en una fuerza desconocida, luces verdes rodeando su silueta. Kagome tembló preguntándose si realmente fue buena idea el liberarlo.

Inuyasha estaba entusiasmado sintiendo su poder una vez más correr por sus venas, había llegado el momento de acabar con todo este teatro para niños de una vez por todas. Una vez muerta, la joya dentro será suya y completará la misión dejada inconclusa en su batalla contra Kikyo.

Fue en cuestión de segundos que sus garras destrozaron la mitad del cuerpo del ciempiés que lo mantenía atado al árbol junto con la mujer que salió disparada unos pasos cerca de él, los pedazos del cuerpo de la mujer Youkai cayó sobre su torso que se regocijaba en el dolor.

—Ahora sí sentirás lo mismo que yo, Youkai infeliz. —

—¡No te permitiré volver a tocarme! — La mujer molesta por lo que le había hecho a su cuerpo se abalanzó hacía un Inuyasha inmóvil, su boca abierta para devorar todo lo existente de él.

Esquivando ese ataque con total rapidez de un salto, se apareció desde el aire justo detrás de ella con sus garras preparadas para ir contra el Youkai indefenso por la confusión. Tan solo necesito un solo ataque con las garras de ambas manos para que, al aterrizar intacto, el ciempiés se hallaba destruido en miles de pedazos de carne que cayeron a su alrededor manchando sus ropas con la asquerosa sangre de ésta.

Desde el árbol, Kagome observaba atónita lo muy fuerte que resultó ser él, aún no sabía si fue una buena decisión dejarlo ir, pero mediante eso todos ya se encontraron a salvo, especialmente ella, más allá de las heridas que palpitaban en su estómago y las causadas por las espinas. A decir verdad, ella no estaba tan bien del todo, la sangre perdida la estaba mareando y acelerando su respiración.

—¡Kagome! — Kaede se acercó a ella en una velocidad sorprendente para una mujer de su edad, pero su preocupación parecía ser lejana a las heridas de la chica. —Rápido, dime ¿Dónde está la joya? —

— ¿Cómo podría saberlo? —

—Si la joya estaba en tu interior quiere decir que tienes la magia para verla. Solo busca algún brillo dentro del cuerpo del ciempiés. — Los ojos de Kagome acotaron a la orden y comenzaron a observar cada uno de los pedazos hasta llegar a uno más grande que los demás donde efectivamente se encontraba una luz rosada brillante desde adentro, era una sensación extraña.

—Ahí está. — Apuntó a ese mismo, asqueandose al verlo moverse un poco.

Kaede se dirigió a tomarla deteniéndose cuando una enorme rama cayó en frente suyo casi como intentando atacar, Kaede buscó con la mirada al único sospechoso, pero él ya se encontraba al otro lado. Tomó la luz adentrando su mano por el cuerpo inerte del monstruo y Kagome se asqueó aún más por los sonidos y vistas desviando la mirada de inmediato.

—¿Qué haces? —La voz desesperada de Kaede alarmó a los aldeanos que cortaban los trozos del Youkai, Inuyasha había detenido a Kaede para ser él quien tomara la joya que ahora se encontraba rodeada de sangre negra en su mano derecha.

—Ustedes no merecen tener este poder si no hay un deseo que cumplir, así que yo la llevaré. — Inuyasha río. —¿Esperaban que después de liberarme les daría la joya como si nada? Sigue siendo igual de ingenuos que siempre. —

Acaso él... era el malo ¿Cómo pudo ser tan estúpida? Kaede le advirtió que no lo liberara, pero no tenía elección estando a punto de morir. Los aldeanos que llegaron para ayudar apuntaron a Inuyasha con sus escopetas y arcos en un intento de amenaza de la que él ni siquiera se inmuto.

—Sus armas no pueden contra mí. — Dijo con arrogancia.

—Y ¿qué piensas hacer? ¿Matarnos? — La pregunta directa de Kaede pareció molestar a Inuyasha borrando su sonrisa.

—Yo no mato humanos, anciana. — ¿No los matará? Pero en ese caso, no era tan malo como Kagome dudaba, estaba tan confundida. —Simplemente esta vez no dejaré que nadie me detenga. —

Inuyasha de un salto alzó vuelo lejos de los humanos que empezaron a disparar a lo loco en un espectáculo de pólvora y flechas fáciles de esquivar para el Youkai. Kaede de inmediato ordenó capturarlo y Kagome con la poca fuerza aún en su cuerpo se levantó para seguir a la anciana en su cacería que terminó en un puente donde el Youkai se detuvo para tomar aire, su cuerpo parecía estar demasiado débil después de un tiempo atado a ese árbol, por culpa de ello perdió tiempo valioso de escapar siendo encontrado por los humanos que comenzaban a acabar con su paciencia.

—Estás rodeado. — Kaede insinuó.

—Anciana, no hagas esto más difícil. — Inuyasha entre jadeos de cansancio pidió, en una especie de alerta.

—Si no cooperas y entregas la joya no me dejarás opción que optar por algo que mi propia hermana dejó. — De sus ropas sacó un collar de perlas moradas y colmillos, un rosario.

—Lo siento, pero no puedo hacer eso. — Inuyasha negó sin sentir ni la más mínima amenaza por la anciana quien con tan solo fruncir el ceño ya estaba segura de su decisión.

Alzó el rosario al aire susurrando unos cánticos irreconocibles por Kagome detrás de ella, el rosario brillante y sus perlas se convirtieron en pequeñas luces que volaron hasta el cuello del Youkai incrustándose una por una hasta rodearlo por completo. Inuyasha se quejó por el repentino ataque intentando quitarse el ahora collar con todas sus fuerzas juntas sin resultado alguno, cada que intentaba éste emanaba una luz de energía como si se estuviera protegiendo por sí solo.

— ¿Qué mierda es esto? —

—Ese rosario ahora está atado a tu cuello y no podrás quitártelo. Un hechizo de servidumbre. — Kaede explicó con total frialdad ganándose un gruñido por parte del Youkai.

—Ya me has quitado toda la paciencia anciana. — Preparó sus garras para atacar, con un brillo verdoso sobresaliendo de ellas y los árboles alrededor de los humanos temblaron.

—Kagome. — Kaede llamó a la niña detrás de él. — Ese collar tiene el poder de reaccionar a una orden con solo una palabra, pero solo tú puedes darla, piensa en cualquier palabra para estabilizarlo. —

Kagome se paralizó intentando entender lo que le acababan de explicar. Una palabra para pararlo ¿Algo así como un comando u orden?, ¿Pero cuál? Miró al chico pegando un salto a Kaede y entró en pánico ¿Qué palabras podría usar para un chico Youkai con orejas de...? ¡Claro, sus orejas! Youkai o no, él era un perro como los que Kagome alguna vez cuidó y todos los perros siempre suelen ser obedientes una vez que se le da una única órden.

—¡Abajo! — Kagome gritó y un estruendo en el suelo se presentó.

Inuyasha había caído de cara contra la tierra siendo empujado por el estúpido collar que la anciana le puso ¿Qué demonios? Esa mujer humana lo había obligado a caer a sus pies, ¿Cómo dejó que eso ocurriera? Y lo peor de todo es que la joya había caído de sus manos rodando cerca de la anciana ¡Maldición!

Kaede tomó la Joya con total delicadeza, su mirada nostálgica se mantuvo en ella durante unos segundos antes de voltear hacía Kagome para depositar la piedra preciosa en sus manos, la mirada confusa de ella fue clara y tierna para la sonriente anciana, incluso aunque lo pensara, no podía ser su hermana.

—La joya estaba dentro de tu cuerpo y eres capaz de verla en lugares donde otros no, incluso fuiste capaz de controlar el rosario que mi propia hermana creó y destruir su hechizo. No sé quién eres, pero por ahora mereces cuidar de ella. La luz te ha escogido como su heredera. — La explicación de Kaede sonó como una forma de demostrar que de a poco su confianza por Kagome crecía y ella solamente pudo asentir aún algo perdida entre tantos datos. —En cuanto a ti, Youkai, si sigues causando problemas tenemos una mazmorra especial para ti así que te recomiendo desistir de pelear. —

Inuyasha, ya sentado en el suelo, no respondió y simplemente desvió la mirada chasqueando la lengua, Kaede lo tomó como su forma de rendirse suspirando en alivio.

La noche había sido estresante y casi que se llevó el pueblo consigo, pero al momento de volver ya había aldeanos reparando sus hogares o limpiando el desastre en las calles. Kaede llevó a Kagome a su casa para tratar sus heridas y poder descansar de una vez por todas, Inuyasha estaba detrás de ellas siguiendo sus pasos con total desconfianza, más no volvió a intentar atacar, al menos no por esa noche.

Kagome se recostó en la cama que Kaede le había dado, donde reposaba el libro dorado que la había traído a ese extraño lugar lleno de monstruos y piedras mágicas.

Aún no sabía si podría volver a casa con ayuda de ese libro o si su familia se preocupaba por ella, probablemente sí.

La llamada Joya o Perla Shikon colgaba de su cuello por un collar que la misma Kaede había hecho para que sea más fácil llevarla consigo, la causa de sus preguntas aún no contestadas ahora estaba atada a ella. Y también estaba este chico Inuyasha, él era un Youkai que no mata humanos, eso ya es extraño, de hecho, recordaba a Kaede llamarlo Príncipe Youkai e incluso la mujer cien pies lo llamó igual ¿Será realmente de la realeza? O quizás solo sea un título sin sentido.

Al final de tanto pensar en acontecimientos ya ocurridos sus ojos se cerraron dejando que sucumbiera a la tranquilidad mental de un sueño deseado, olvidando lo demás.

Mañana será un nuevo día.

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