Cuando estuvo despierta, la madera desgastada del techo le dio los buenos días de mala gana junto con los dolores de espalda causados por la dureza de un colchón para nada parecido al de su cama y ni hablar de la supuesta almohada, al menos la temperatura se mantuvo cálida durante la noche para no morir de hipotermia. Se sentó en la cama analizando la habitación en lo que se despertaba del todo, era pequeña, pero lo suficiente para ella siendo tan solo una invitada en la cabaña, por lo que no podría quejarse de ello, extrañaba su verdadera habitación, pero pensar en su hogar solo logra amargarle.

Estiró su cuerpo soltando un quejido y bostezo por última vez antes de sentirse lista para levantarse y empezar un nuevo día en un mundo que desconocía y con personas a las que no sabía si podía confiar o la matarían,divertido.

¿A quién estaba engañando? Se sentía como el diablo, hasta extrañaba el sonido de su propia alarma o de su madre llamándola varias veces hasta que por fin logra hacerla bajar para desayunar. Su madre ¿Qué estará haciendo ella ahora? Seguramente debe estar muy preocupada, no deseaba pensar que tanta angustia podría estar pasando por su ausencia porque sabía que terminaría llorando en el suelo rogando regresar. Si quería encontrar la forma de volver debía de ser fuerte y seguir adelante, seguro que su madre le diría eso.

Dos golpes en la puerta la sacaron de sus pensamientos invitando a quien estuviera fuera a pasar. Cuando se abrió, Kaede entró ya vestida de la misma forma que la noche anterior y con unas telas sobre sus brazos. Esta vez no llevaba su velo sobre la cara, de hecho, se veía más... iluminada.

—Buenos días, Kagome. — Saludó sonriente. —Traje estás ropas para que puedas cambiarte. —

—¿Cambiarme? — Kagome repitió confundida.

—Bueno, supongo que no querrás seguir vistiendo unas ropas llenas de sangre y tierra. — Respondió con obviedad y Kagome rio al instante para ocultar su estupidez. —Una vez que termines tráeme tus ropas y las lavaré. —

Tras decir eso Kaede se dio la vuelta y se marchó de la habitación. Era una mujer extraña, el día anterior Kagome le temía por lo fría y calculadora que se mostraba ante todas las escenas que vivieron, pero una vez que regresaron de la batalla comenzó a comportarse amable con ella e incluso ahora le trajo ropas para que pudiera cambiarse, pasarían días para que sea capaz de acostumbrarse a su tipo de personalidad. De todas formas y volviendo con las ropas traídas, desde lejos y acomodadas en una silla parecían telas de diferentes colores a diferencia del corsé de cuero marrón, así como las botas, lo demás era completamente desconocido.

Se levantó de la cama y caminó hasta la silla donde analizó las ropas con cuidado. Una era un traje blanco bien corto que podría suponer era como una especie de ropa interior blanca con largas mangas acampanadas, luego una falda de un verde cercano a su uniforme y por último el ya mencionado corsé. No parecía complicado de probarse, quizás tomaría algo de tiempo, pero tampoco era un rompecabezas y entre más rápido lo haga será mejor.

Se quitó su uniforme con el cuál durmió dejando ver las vendas sobre su estómago y brazos hechos por la anciana la noche anterior, las heridas ya no dolían tanto como antes, pero eran bastante molestas cuando se movía.

Era incómodo quedar desnuda en un lugar donde no era tu hogar, sentía millones de ojos sobre ella incluso estando sola por lo que intentó ponerse la primera prenda con total rapidez. Fue sencillo y además cómodo, podría acostumbrarse a esa ropa con facilidad y hasta se atrevería a decir que son mejores que sus ropas normales.

Cuando el corsé, atado suavemente para no molestar sobre su herida, y la falda ya estaban en su lugar solo tuvo que ponerse las botas para terminar con su nuevo atuendo, no había espejos presentes en esa habitación, pero podría decir que le quedaba bastante bien, como si fuera una princesa perdida. Al menos la moda de este mundo comenzaba a gustarle.

Después de varios minutos apreciando su propia belleza decidió salir de la habitación encontrándose con Kaede en la chimenea calentando una tetera de hierro, ¿Es así como preparan el desayuno? Kagome quiso ver más de cerca, pero eso llamó la atención de Kaede quien volteó hacía ella mostrando nuevamente una sonrisa, pero esta vez algo nostálgica.

—Te queda bastante bien. — Halagó.

Kagome sintió sus mejillas ardiendo mientras intentaba desviar la mirada tímida. La anciana la invitó a sentarse en la mesa donde ya se encontraba una taza de madera junto con un plato con un pan cubierto de jalea, supuso que ese era el desayuno. Kagome río sin gracia al haber esperado más siendo que éste es un pueblo en un mundo antiguo dónde la comida es escasa para los de bajos recursos. Probablemente existan reyes y ellos sí se toman sus gustos en la comida.

Aun así, era mejor que morirse de hambre por lo que agradecida comenzó a tomar de la taza notando que era un té de hierbas bastante delicioso, se sorprendió tanto que no fue capaz de detenerse hasta no acabarlo por completo, de hecho, el pan con jalea también estaba delicioso, la jalea parecía estar hecha de frutos rojos y el pan era cien por ciento casero. Ahora se arrepentía de haberse quejado entre pensamientos porque realmente logro satisfacerla.

—Gracias, Kaede. Esto estaba exquisito. —

—No es mucho, no tienes porque halagar tanto. — La anciana rápidamente negó.

No la conocía a profundidad, y aun así Kagome comenzaba a sentir cariño por la anciana quien fue la primera que se preocupó por ella y curó sus heridas, incluso ahora le daba de su poca comida con una cálida sonrisa. Era una mujer hermosa.

—Veo que aún tienes la joya en tu cuello. Eso es bueno. — Kaede cambió de tema mirando a la perla atada al cuello de Kagome.

Ella ya se había olvidado de la existencia de esa joya hasta que fue mencionada, la tomó entre sus manos para analizarla una vez más, así como anoche con la intención de poder buscar esa energía que sintió cuando la vio por primera vez, pero tan solo encontró una piedra preciosa más del montón¿Qué habrá sido eso?

—Eso mismo lo mantiene dentro de mi casa. —La anciana movió su cabeza, apuntando a su puerta para que Kagome volteara.

Cuando lo hizo se encontró con Inuyasha apoyado sobre el marco de la puerta principal ya abierta de la cabaña, su mirada hacia fuera y cruzado de brazos. Kagome casi se sobresalta por la repentina aparición que juraba no haber visto cuando salió de su habitación. Aunque le causaba curiosidad saber dónde estaba tras la persecución de anoche.

¿Seguirá enojado? Se ve enojado.

—¿Estuviste aquí toda la noche? — Ella preguntó ganándose una mirada de reojo casi que asesina del chico.

—Si quiero recuperar la perla necesito hacerlo. — Respondió sin siquiera voltear.

Kaede rio.

—¿Y por qué no lo hiciste anoche? —

—No soy tan estúpido como para robarle a alguien mientras duerme, deja esa actitud para los piratas. — Claramente no parecía estar diciendo la verdad del todo.

Kagome comenzaba a creer que ese chico no era como los demás lo describen, escucho a los pueblerinos decir que los Youkais, o hanyou como el ciempíes le llamó, son malos y destructivos, pero él desde que despertó se a negado a lastimar a algún humano y la única vez que lo intentó terminó con su cara sobre el suelo para luego desistir de sus quejas.

Tal vez él sea diferente, aunque su actitud con el querer apoderarse de la joya era algo extraña y generaba una mínima desconfianza.

—Bueno, tiene sentido, en especial para un príncipe... o un hanyou. — Fue gracias a ese comentario que el chico se volteó ya molesto golpeando la puerta, casi rompiéndola en el proceso.

—¡¿Qué mierda pasa contigo anciana?! Desde anoche que hablas de mi como si realmente supieras quién soy. — Nuevamente Kaede se burló con la reacción del chico quien comenzaba a perder la paciencia.

—Bueno, es obvio que no me reconoces por la edad. Pero yo soy la hermana menor de la mujer que te hechizó. — Se presentó ante el Hanyou que frunció el ceño perdido hasta que después de unos segundos abrió sus ojos sorprendido.

—Así que tú eres esa niña, pero... —

—Han pasado cincuenta años desde que fuiste hechizado, esa es la razón de mi apariencia. — Kaede ya se estaba poniendo más nostálgica que de costumbre sentándose justo en frente de la joven que escuchaba todo atentamente.

—¿Entonces Kikyo también envejeció? Los humanos tienen una vida tan corta. — Inuyasha continuo, intentando imitar un forzado tono burlón.

—Te equivocas. Mi hermana Kikyo murió ese mismo día. — Con eso las risas fueron detenidas y ahora el rostro del hanyou se oscureció.

Un silencio incómodo se sintió en el aire mientras Inuyasha se alejaba de a poco hasta volver al marco de la puerta donde volvió a apoyarse esta vez de espaldas a ambas mujeres, Kagome por un segundo pudo jurar escuchar al chico dejar salir sonidos cercanos a un sollozo.

Así que esa chica llamada Kikyo sí era alguien realmente importante para él, probablemente haya sido doloroso escuchar que ahora está muerta, le recordó en parte a cuando ella se enteró que su padre se había ido cuando apenas era una niña.

Kaede no pareció soportar el silencio por mucho tiempo ya que luego de un rato volvió a hablar ya con su taza de té vacía.

—Kagome, anoche llegué a una conclusión enorme. — La joven llevó su atención a ella. — Es probable que tú seas la reencarnación de mi hermana Kikyo. —

—¿Qué? — Pudo ver de reojo al hanyou voltear hacia ellas al momento de escuchar a Kaede.

—Eres idéntica a ella y trajiste la joya Shikon contigo, la misma joya que mi hermana se llevó con ella el día de su muerte. — Kaede le había mencionado la noche anterior parte de la historia de la muerte de su hermana Kikyo mientras curaba sus heridas.

Kikyo había sido herida de gravedad por alguien desconocido y luego de haber hechizado a Inuyasha en el árbol, ella terminó falleciendo en el mismo lugar a causa de esas heridas, no sin antes dejar un último pedido a la gente del pueblo y era que quemarán su cuerpo junto con la joya para que nadie más se atreva a ocasionar desastres con ella.

Kagome no se veía capaz de hacer algo así en su vida, era imposible que fuera algo como una reencarnación.

»»————-————-««

Después de ese extraño desayuno dónde, tras varios discursos de Kaede, Kagome tuvo que aceptar que probablemente si sea la reencarnación de una sacerdotisa muerta desde hace cincuenta años, decidió ir a dar un paseo por el pueblo en reconstrucción desde la noche anterior.

Con sus ropas de la época ya no se sentía un bicho raro que era observado por todo el mundo, bueno, todavía seguían mirándola de reojo y murmurando a sus espaldas, pero tampoco era algo de que preocuparse mucho ya que algunos aldeanos si eran buenos con ella y le llevaban algo de comida en agradecimiento por haber salvado su aldea, cuando de hecho fue Inuyasha quien derrotó al ciempíes.

Mencionando a Inuyasha, justamente lo encontró en una tienda del pueblo donde vendían frutas hablando con la aldeana bastante tranquilo. No pensó ver a un Youkai charlar con una humana, en especial después del trato que le dieron una vez estuvo fuera de su sello, pero él lo hacía bastante bien y de hecho ella parecía cómoda con él.

—¡Inuyasha! — Lo llamó desde la distancia recibiendo la mirada del chico, saludó alegre con la mano en alto, aunque él solo la ignoró por completo caminando lejos de allí. —¿Y eso por qué? —

Caminó hacia el bosque ignorando a los aldeanos que rezaban y le daban "ofrendas" porque ya todos se enteraron de la teoría de Kaede sobre reencarnación y ahora ven a Kagome cómo su santo. Lo importante para ella ahora era encontrar a Inuyasha, para ver qué tanto tenía en contra de ella ya que no era la primera vez que la ignoraba de esa forma o sus ojos se llenaban de rencor al cruzarse. Tenía la idea de que todo recaía en su supuesto parecido con esa mujer llamada Kikyo, no entendía que tanto había pasado entre ella e Inuyasha como para que solo su simple parecido con Kagome le obligue a esquivar su mirada, pero en cualquier caso ella no tenía la culpa.

El bosque era grande pero no tardó en reconocer a algo blanco y rojo sobre una rama de un árbol un tanto alto en una pequeña colina sobre el pueblo. Inuyasha descansaba jugando con la manzana de la anterior aldeana, nuevamente Kagome intentó saludar.

—Inuyasha, tengo mucha comida conmigo. Baja y te convidaré algo. — Realmente esperaba recibir una aceptación ya que si no lo hacía le lanzaría todas las frutas hasta que se caiga del árbol.

Y ahora que lo recordaba también tenía ese hechizo raro del rosario, podría servir para más adelante si es que las cosas entre ellos seguían así.

Inuyasha resopló antes de bajar del árbol y sentarse sobre el pasto apoyando su espalda al tronco, su vista sobre el bosque, pero para nada sobre Kagome. Bueno, se podría decir que era un avance.

Se sentó a su lado dejando las frutas frente para que pudiera tomar la que quisiera, así como ella tomó algo parecido a un mango y comenzó a comerlo con entusiasmo. Pero él no reaccionó y la paciencia de Kagome se había apagado completamente.

—¿Se puede saber porque no quieres mirarme? — No respondió. —No sé que clase de relación tenías con esa tal Kikyo, pero tampoco es para que creas que realmente soy ella solo porque me parezco un poco o porque soy su "reencarnación". — Hizo la seña de comillas con sus dos manos con la última palabra.

—Eso no es lo que... — El chico volteó a ella irritado, y al encontrar su sonrisa se detuvo.

—Ahora ya estás mirándome. — Así que de esa forma puede ganarse su atención, será bueno recordarlo.

Las mejillas del chico se tornaron rosadas y Kagome por unos segundo pudo notar que de su mano sobre la hierba crecían unas extrañas flores, a la par que él volteaba la mirada avergonzado. Ella solo rio, sin darle mucha importancia a lo que había visto y siguió comiendo su fruta.

Pensando en que no parece un Youkai, si le quitarán las orejas para ella sería imposible notar que es un ser maligno, como muchos dicen, solo parecía un chico normal atacado por sorpresa y dormido por cincuenta años, su rencor era casi justificable. Aunque lo más destacado para Kagome era la diferencia de sus ropas con la de los demás aldeanos, los chicos del pueblo suelen vestir con ropas desgastadas y colores opacos, pero las ropas de Inuyasha eran muy delicadas y con colores vivos como el de su traje rojo sobre una camisa blanca, incluso sus bordes se mantenían de un brillante dorado.

—Dime ¿Eres realmente un príncipe? — La duda aún seguía rondando por la cabeza de Kagome y tenía que quitársela de alguna forma, tanto Kaede como el ciempíes lo mencionaron, que él provenía de la realeza. De hecho, mientras analizaba cómo vestir de él creía estar viendo a un príncipe de cuentos.

—¿Y qué si es así? — Él respondió un tanto a la defensiva y Kagome lo tomó como una afirmación sintiéndose súper emocionada al instante, o más bien, aterrada.

—¿En serio? ¡Entonces estuve todo este tiempo hablándole mal a alguien de la realeza! — El chico la miró arqueando una ceja mientras ella se inclinaba avergonzada. —Como lo siento su alteza, lo siento. —

—No tienes... — Una risa nerviosa salió de sus labios antes de terminar su frase. —Solo con mi nombre está bien. —

—¿En serio? — Kagome levantó la vista e Inuyasha asintió intentando fingir una sonrisa que la chica no se creyó, podía notar con facilidad la incomodidad en él. —¿No te gusta que te llamen así? — Inclino la cabeza.

Él simplemente negó, desviando su mirada.

—De todas formas, Kaede menciono que no vienes de este mundo. Con más razón, es ilógico pensar que una persona que no es de Acanica pueda ser reencarnación de Kikyo. — Inuyasha decidió cambiar rápidamente de tema. — Ni siquiera eres Koucaleana. —

—Yo tampoco lo entiendo ni creo ser la reencarnación de esa mujer. Solo deseo regresar a casa. — Kagome bajo la cabeza melancólica, volviendo a recordar los rostros de su familia por unos instantes. — ¿Y qué es eso de Koucaleana? — Decir esa palabra se le complicó, desde que llegó no han habido más que denominaciones difíciles.

—Me refiero a que no eres de este Reino, Koucales. —Inuyasha explico como si se tratara de una obviedad. — Si realmente eres de otro mundo será mejor para ti aprender sobre las naciones y ambas islas que existen aquí. El no pertenecer no será excusa para más adelante. —

—Tampoco es como que quisiera estar aquí por mucho tiempo. —Fue grosero, y aun así Kagome solo murmuró eso antes de quedarse completamente en silencio terminando de disfrutar el delicioso sabor de un mango maduro, o de lo que fuera eso.

Luego tomo una manzana y por último otra fruta extraña parecida a la mora, pero con el tamaño de una naranja.

—No te recomiendo hacerlo. — Antes de que siquiera el hanyou quisiera advertirle ella ya se había comido la mitad.

Luego de unos segundos el rostro de Kagome se puso de un tono verdoso hasta escupir con todas sus fuerzas cada rastro de esa extraña fruta que había entrado a su cuerpo por error. Era acida, demasiado acida para ella y su contextura era tan blanda que parecía estar comiendo un plátano ya caducado, fue un completo asco.

Inuyasha se echó a reír a carcajadas.

—Eso es Mora Ardiente, solamente se utiliza como sazón en algunos platos. Por lo que comerla así sin más es como una pequeña tortura al paladar. — Se seco las lágrimas ocasionadas por su ataque de risa.

—¡Pudiste haberlo dicho antes! — La chica comenzó a darle suaves golpes en el brazo con sus puños, causando más risas en él.

—¡Ni siquiera me dejaste hablar! —

Dejando de lado su casi intoxicación, Kagome se sintió bien al ver qué pudo entablar una conversación con el hanyou sin algún insulto o mala mirada de por medio, incluso el dejo de mencionar sobre su poca creencia de ella siendo reencarnación de la famosa Kikyo, eran ellos dos disfrutando de las frutas regaladas hasta que la tarde llegó.

Kagome se marchó sola hasta la aldea donde probablemente Kaede debía estar buscándola para almorzar. Inuyasha, por su parte, quiso dar una vuelta por el bosque antes de volver también así que ella decidió dejarlo solo.

Era un largo trayecto desde dónde estaba hasta la aldea cruzando una pequeña parte del bosque, pero tampoco iba a perderse, se sentía segura después de haber sobrevivido a una mujer ciempiés cómo si nada.

Durante un rato el camino fue silencioso, con tan solo los pájaros cantando y las hojas de los árboles moviéndose por el suave viento. No fue hasta que un grito infantil pidiendo auxilio proveniente de detrás la alarmó.

Cuando quiso voltear, una pequeña silueta naranja pasó por su lado a gran velocidad, ni siquiera logró verlo bien, pero podría jurar que se trataba de un niño a juzgar por la voz escuchada. Así que con total seguridad comenzó a seguir a la sombra por un camino contrario al pueblo sin pensar en si sería capaz de volver más tarde.

Caminó por un largo rato hasta que unas ramas por el suelo comenzaron a moverse y debajo de ellas un pequeño sollozo se dejaba escuchar, Kagome se acercó con cuidado para ver qué era solo para encontrar a un pequeño niño con patas de perrito sentado en el suelo, llorando mientras las ramas lo cubrían cómo si fuera un disfraz. Tenía una colita esponjosa y su cabello naranja estaba atado por un listo de color esmeralda. Se quedó sorprendida por su inhumana apariencia, dando por hecho que podría estar frente a otrl Youkai o algún ser sobrenatural de ese mundo.

Lo único que podia asegurar, era su extrema ternura que la conmovió por completo. Su pena la hizo ponerse de rodillas sobre la maleza, estirando su mano hacia dentro del escondite.

—Hola, pequeño. — El llamado de Kagome lo sobresaltó alejándose de ella con el terror en sus ojos turquesas, donde también se secaban las lágrimas derramadas. —No, no, está bien. No quiero hacerte daño. —

Él se escondió con unas hojas más grandes que él esparcidas por el suelo. Algo malo tuvo que haberle sucedido para que se encuentre así de aterrado, no estaba segura si era normal ver a un niño solo en el bosque en ese mundo, pero sabía que con ese rostro atemorizado él no estaba bien.

—Me llamó Kagome ¿Cómo te llamas? — Él siguió dudando un poco mientras ella se mantenía serena y con una dulce sonrisa.

—Soy Shippo... —

»»————-————-««

Llegó hasta el árbol donde por mucho tiempo se mantuvo dormido por el hechizo de ella, de quien durante un tiempo creyó que podría confiar después de perderlo todo. Humanos y Youkais eran iguales para él, ambos buscan complacerse a sí mismos sin importarles los demás o las consecuencias que pueda conllevar, de hecho, él también forma parte de esa descripción al ser una fusión de ambos mundos y quizás fueron dichos deseos egoístas tanto de ella como de él lo que terminó en el trágico final que fue hace ya 50 años.

Y aún así, si alguien le diera a escoger, seguiría confiando en la humanidad más que en los Youkais, bajo su sabiduría como perteneciente de un Reino donde esa especie prevalecía, al menos cuando aún seguía en pie.

Sea como fuera ya no había mucho que Inuyasha sea capaz de hacer ahora, despertó repentinamente años después por lo que cualquier"si tan solo" no importaba en lo absoluto.

A los pies del árbol aún podía visualizar pequeñas rosas marchitas que quedaron del hechizo destruido, Inuyasha sintió pena por las plantas muertas acercando su mano a una de éstas, con tan solo un toque de su dedo una nueva y rejuvenecida flor creció frente a sus ojos. Hacía tiempo ya que no sentía su Energía Elemental correr por su cuerpo al momento de usarla, un pequeño cosquilleo que resultaba en hermosos resultados naturales.

Como admiraba las flores, los pensamientos se cruzaban en su mente, sintiendo el peso de la información desde que despertó, cuestionando lo perdido por una flecha clavada en su pecho.

Así mismo, también recordó a Kagome llegando como si nada como la protegida de la alcaldesa.

Esa mujer...quien trajo la joya consigo era realmente idéntica a Kikyo, como un reflejo en el agua. Pero su olor y personalidad contradecían a la sacerdotisa por completo generando duda en el hanyou, pues todos dicen de ella ser la reencarnación de Kikyo, pero hasta el momento no hay nada más allá de la joya que confirme esta teoría. Muchas personas en el mundo son idénticas a otras sin razón aparente y puede que ella también sea así si no hay nada que confirme su unión con la sacerdotisa. Aun así, había algo que contradecía sus oposiciones, la reacción del hechizo a ella despertando a Inuyasha de su sueño era una prueba que fácilmente podría ser una reencarnación al ser Kikyo quien lo puso en primer lugar. Eso de lejos no apaciguaba la poca confianza del hanyou, se necesitaba más que solo teorías. Siquiera mostró poseer la misma magia que Kikyo y por más que él la vea no era capaz de percibir la luz en su interior.

—¡Inuyasha! — Detrás de él los galopes de un caballo se acercaban a gran velocidad. Tanto el olor lleno de sudor como la voz entrecortada de la anciana alcaldesa le dieron una anticipación de que algo ocurría.

—¿Qué ocurre? ¿Por qué está tan alterada? — Volteo sobre su hombro cuando la mujer detuvo a su caballo justo a unos metros de él.

—Es Kagome. No puedo encontrarla en ningún lado. — La noticia lo inquietó, pero de todas formas esa mujer no era alguien de quien deba preocuparse después de todo lo que se cuestionó a sí mismo. Quitando cualquier tipo de pista sobre su preocupación ladeo la cabeza con desinterés. —Se que no es de tu incumbencia, pero necesitas saber que ella llevaba la joya consigo. —

—¿La dejaste salir del pueblo con la joya? — Durante su conversación en la colina no se percató que la joven llevaba la joya sobre su cuello, de haberlo hecho seguiría a su lado para evitar problemas como los actuales. —Iré tras ella, ya puedo reconocer su olor de todas formas. —

No esperó siquiera a una respuesta de Kaede y comenzó a saltar sobre los árboles para tener mejor alcance de visión por todo el bosque. Esa niña resultó ser un dolor de cabeza terrible, se movía sin aviso previo como si no supiera que el bosque puede estar lleno de bandidos o Youkais, mucho más ahora que la joya volvió, bueno, es más que probable que no lo supiera. De todos modos, ahora debía de encontrarla antes de que sea tarde para la joya.

»»————-————-««

Kagome fue arrastrada durante minutos por el bosque sin poder ver nada debajo de aquella bolsa de tela puesta sobre su cabeza, sus manos atadas a su espalda intentaban liberarse con todas sus fuerzas al igual que su boca con una mordaza que callaba los gritos de auxilio. Ni siquiera fue capaz de saber qué ocurría cuando esos sujetos extraños llegaron para llevársela, estaba hablando con el pequeño niño que encontró en el bosque cuando las decenas de manos se abalanzaron sobre ellos dos y le quitaron toda forma de libertad.

Se confió demasiado, debió de quedarse con Inuyasha o no perder el camino hasta la aldea cuando pudo, pero si no lo hacía ese niño sería lastimado en su lugar y no podía permitirse eso. La verdad es que, aunque ahora está atrapada no se arrepentía de haberlo buscado.

Al llegar a un lugar donde el suelo ya era más sólido, fue dejada ahícon poca delicadeza para después quitar la bolsa de su cabeza. La luz lastimó los ojos de la chica que en instante reconoció estar en una cabaña mucho más abandonada que las del pueblo, los hombres a su alrededor cubrían su rostro con máscaras y telas sobre sus bocas, en sus manos pistolas y espadas ya oxidadas apuntando a ella.

Pensó un sin fin de groserías para ellos en el momento que la mordaza también fue quitada, pero por amor a su vida se quedó callada y tan solo apretó sus labios.

—Ya la trajimos, jefe. — Uno de ellos miró hasta el frente donde una silla daba de espaldas a ella, el sujeto sentado allí era inmenso en tamaño que Kagome tragó en seco con su simple y silenciosa presencia. —Ésta hermosa mujer parece ser una buena cacería. —

Se acercó a ella con intenciones horrendas norandose de lejos, tomándola del mentón. Tenía los dedos llenos de cayos y sucios, asqueada, Kagome no dudó en morder su mano cuando intento meter uno de sus dedos a su boca, tal acto llevó al hombre a darle una cachetada que Kagome sintió el doble de dolorosa que las heridas en su estómago. Su mejilla ardía de manera literal, como si ese sujeto hubiera usado una plancha totalmente caliente para tocarla, contuvo las lágrimas y los quejidos hasta que el dolor se persuadió. Una pequeña vista a las manos del sujeto la asustaron ligeramente, ya que él no tenía nada con lo que quemarla, entonces ¿Qué demonios uso para lastimarla tanto? Maldito pervertido de mierda.

—¡Zorra atrevida! — Los demás apuntaron sus pistolas hacia ella.

La silla del fondo crujió, ese enorme sujeto al que llamaban jefe se había levantado mostrando que era el doble de grande que cuando estaba sentado, Kagome comenzaba a arrepentirse de su rebeldía imaginando que clase de cosas podría ser capaz de hacer alguien tan inmenso como él, de seguro que con un poco de fuerza sería capaz de partirla por la mitad. Sonaba ridículo pero ese hombre robusto debía de medir dos metros como mínimo, no era para nada algo normal.

Lo más raro para la mujer era su extraña forma de moverse, se tambaleaba de un lado a otro como un borracho recién salido de una taberna y su piel era demasiado pálida, casi como un cadáver.

Su pistola se cargó, pero con la rara puntería que estaba teniendo Kagome no sabía si eso realmente llegaría a ella. Y con un fuerte estruendo que asustó a la chica la habitación se tiñó de rojo, el hombre que antes intentó tocarla cayó inmóvil con parte de su cabeza destruida, Kagome hizo fuerza para no vomitar ni gritar por la mezcla de sangre y trozos de cerebro justo a su lado, solo desvió la mirada con su respiración agitada, rogando por no ser la siguiente en terminar así. Los demás bandidos dieron un paso atrás de terror.

—jefe... es a ella a quien debe disparar. — Uno habló temiendo morir por su atrevimiento.

El jefe se rascó la cabeza calva con la pistola mientras se disculpaba entre risas, sus ojos eran carentes de sentimiento o vida alguna a pesar de la gracia que parecía darle la escena ¿Este hombre realmente estaba vivo? Volvió a disparar una segunda vez y nuevamente un hombre cayó al suelo con un agujero en su estomago gritando del dolor, para este punto era claro que ese hombre no estaba en sus mejores cabales.

Los bandidos aterrados por la actitud de su jefe intentaron correr por una de las puertas de la cabaña, sin embargo, el estruendo causado por un tropiezo del enorme hombre derribo parte de la cabaña, bloqueando la salida. Kagome estaba atrapada en un lugar en derrumbe con un hombre completamente fuera de sí manejando una pistola como si fuera un niño.¡Este día no podía empeorar!

—La Joya Shikon... — El hombre murmuró.

Aunque casi imposible de escuchar la voz grave, llegó a la joven quien recordó que en su cuello traía una joya oculta bajo sus ropas blancas, terminando en la conclusión de que era eso lo que ese hombre quería razón suficiente por la cual la secuestraron. Tal parece que Kaede tuvo razón al decirle que tanto humanos como Youkais buscaban hacerse con crueles deseos, se confió demasiado estando sola por el bosque con la joya y ahora estaba pagando la consecuencia.

—¡Kagome! — Entre medio de los escombros salió una pequeña bola anaranjada que Kagome reconoció por la voz chillona aún si no llevaban mucho conociendose.

—¡Shippo! Estuviste aquí todo el tiempo. — La bola se rodeó de un humo blanco convirtiéndose en el pequeño niño con colita que conoció hace algunas horas en el bosque.

—Estaba oculto. Déjame ayudarte con eso. — Rápidamente fue hasta la espalda de la chica quitando las sogas con ayuda de una especie de fuego azul¿Un hechizo?

Cuando la chica estuvo finalmente libre otro disparo se escuchó en la cabaña recordando que debía de apresurarse en intentar salir si quería seguir con vida al menos por unos días más. Se levantó de la silla con el niño sobre el hombro y analizó los lugares por donde podía salir, la puerta estaba bloqueada y no había ventanas a la vista más de la que estaba detrás de ese sujeto enorme que intentaba cazarla torpemente, sería difícil rodearlo sin recibir golpes o disparos, debía pensar en distracción.

—¡Entrégame la Joya! —

¡Claro! Es la joya lo que él quieresi hace que vaya detrás de ella podría darle tiempo a correr hasta la ventana, luego se volvería a recuperarla, pero por ahora su prioridad era seguir con vida. Quitó la joya de su cuello mandándola a volar por alguna esquina de la cabaña, el sujetó se volteó desesperado y Kagome sonrió porque su plan funcionaba a la perfección, tan solo quedaba correr hasta la ventana para salir de allí.

—¡Maldita! —

Kagome la vio, esa enorme sombra detrás de ella cubriéndola y acercándose con gran rapidez. Intento voltear, pero detener su ida fue la peor decisión de lo poco que probablemente ahora le queda de vida. Apenas los ojos se clavaron en el moribundo hombre un pedazo de madera estaba cercano a destrozar su cabeza, ya no había vuelta atrás. La chica solo sintió los brazos de Shippo sobre su cuello cuando ella cerro los ojos, esperando a que le dieran su golpe final.

...

Entonces la cabaña tembló y el golpe nunca llegó.

Entrando desde las paredes una imagen conocida se posiciono de espalda a Kagome, sujetando la mitad de madera que el hombre intentó usar para matar a una Kagome distraída. Ella abrió los ojos, solo para encontrarse con el chico de larga cabellera platinada, a tiempo para salvarle.

Sus mejillas se acaloraron al pensar en que esa es la manera en la que un príncipe se comporta, rescatando a una doncella en peligro, siendo ella ahora esa dichosa doncella.

Inuyasha había entrado a la fuerza y enorme agujero en la pared que dejó fue usado por los bandidos escondidos de su jefe que escaparon tan rapido como pudieron. Kagome estaba sorprendida por la llegada del hanyou, no creía que él fuera capaz de rescatarla, pero estaba aliviada de que hubiera llegado a tiempo antes de casi perecer por su distracción.

—¡¿En qué estabas pensando?! — Se giró hacia ella, asustándola. Parecía molesto y preocupado a la vez ¿Con cuál se supone Kagome debía de quedarse? —¡Andar por el bosque con algo tan valioso como la joya! ¿Te volviste loca? — Claramente con lo molesto, eso para nada sonaba a preocupación por ella.

—¿Estás bien, Kagome? — El pequeño niño preguntó llamando la atención no solo de la chica si no también del recién llegado quien arqueo una ceja, analizando la pequeña criatura de arriba abajo.

—¿Y eso? —

—Oh, él es Shippo, lo encontré en el bosque solo. — Kagome explicó con una sonrisa mientras Shippo saludaba desde su hombro.

—¿Entonces ahora recoges mapaches del suelo como si nada? — Inuyasha se burló.

—¡Soy un zorro! —Shippo contradijo, molesto.

¿Un zorro? Eso explicaba su colita y las patitas que parecían claramente las de un perro anaranjado, tal parece que en ese mundo las razas de Youkais son bastante variadas a diferencia de los humanos, incluso su fuerza y apariencia son completamente diferentes. Inuyasha tenía razón al decir que aún le faltaba mucho por aprender de ese lugar.

Pero las presentaciones no duraron mucho, el enorme sujeto volvió a ponerse de pie después de ser empujado por el impacto. Inuyasha arrugó la nariz para después taparse con su mano la mitad de la cara.

—Que asco, éste tipo apesta a cadáver. — Kagome abrió los ojos con horror ante la revelación de Inuyasha.

Ella misma se había percatado de la piel pálida y los ojos vacíos del hombre como si fuera un cadáver, sin llegar a pensarlo tan literalmente como certero ¿También había zombies allí? Por dios que no sea así porque ella detesta a los zombies desde muy pequeña, eran el tipo de películas favoritas de su hermano y padre, pero para ella eran una señal para tener pesadillas por toda la noche.

El hombre comenzó a combulsionar hasta que sus ropas se quebraron y de su pecho un agujero dejó salir un enorme cuervo de tres ojos cubierto de sangre seca y putrefacta, el olor se intensifico que ahora incluso la joven humana podía sentirlo, tosiendo para evitar las náuseas.

—¡Un cuervo de la muerte! — Shippo tembló sujetándose más al hombro de Kagome, ella lo tomo y lo llevo hasta su pecho donde lo rodeo con sus brazos esperando quitarle el miedo de la misma forma que solía hacer con Sota.

—Sí, tal parece que estaba devorando al humano desde hace tiempo para crear su nido. — Inuyasha preparó sus garras antes de abalanzarse contra ese pájaro.—Youkais como esos... ¡Me enferman! — Dio un golpe en el agujero esperando que el ave se encontrase muerta. Pero para su sorpresa, se las ingenió para escapar por el otro lado del cuerpo, echando a volar hacía el exterior.

Inuyasha iba a seguirlo arrepintiéndose en el último segundo al no encontrar sentido en una persecución, Kagome ya estaba con él y, hasta donde podía verse, a salvo.

—Bien ¿Dónde ésta? — Giró hacia Kagome, ella lo observó confundida y él rodó los ojos recordando la torpeza que podía llegar a tener. —La joya ¿La tienes verdad? —

Kagome palideció de inmediato e intentó decir algo entre balbuceos, aun así, la boca del pequeño zorro se le adelantó.

—Si hablas del collar, Kagome lo lanzó para distraer al humano muerto. — Shippo apuntó al agujero de donde Inuyasha apareció.

Mismo agujero donde se podía apreciar a la joya en el suelo verde y al cuervo llegando para tomarla entre su pico y alzar vuelo lejos de los dos chicos atónitos. Inuyasha ya estaba sintiendo su sangre hervir a ese punto, con el suelo quebrantandose por las raíces que se enredaban a sus pies, se le enseñó desde pequeño que debía de mantener la calma ante cualquier adversidad o problema si no quería descontrolar su propio Elemento y causar un desastre, pero con esa chica a su lado todo eso se estaba yendo al diablo. Kagome por su parte río nerviosa esperando que Inuyasha no fuera demasiado duro con ella, aunque a juzgar por su rostro casi hirviendo estaba claro que sería peor.

—¡¿Cómo puedes ser tan...?! Agh, vamos. — Miles de insultos pasaron por su cabeza, pero se quedó mudo al no poder decir ninguna, estaba perdiendo valioso tiempo odiando a esa mujer y el ave probablemente deba estar digiriendo su preciada joya.

Tomó la muñeca de Kagome con fuerza sacándola de la cabaña a la par que intentaba no ser brusco incluso con su límite al borde.

En medio del camino se detuvo para observar un carcaj de flechas y un arco tirados entre los escombros, por su mente paso todo lo pensado durante su tiempo en el árbol y la imagen de una mujer ya no presente sujetando un arco con total seguridad, una imagen que él solía admirar, y con todo ello se le ocurrió que ese podría ser el momento indicado de probar.

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Kagome estaba en la espalda de Inuyasha sobrevolando el bosque a una velocidad impensada para una humana, era la primera vez que alguien -en especial un chico- la subía a su espalda de esa manera sin siquiera preguntarle. Lo peor era la gran altura lejana al suelo, ocasionando severos ataques de vértigo. Por ello mismo no quería mirar hacia abajo porque sabía que gritaría del terror o peor aún si sufría algún tipo de desmayo, por lo que solo se abrazó al cuello del chico confiando que el agarre de sus manos a las piernas de la chica era seguro.

Un tiempo después sufriendo por las bajadas repentinas para tomar impulso, habían logrado alcanzar el ave que gracias al cielo aún no se había tragado la joya, sino que simplemente la traía sobre su pico dándole la ventaja a los chicos detrás.

—Dispara. — Inuyasha ordenó.

Kagome al principio no entendió, pero posteriormente recordó que él le entregó un arco con flechas antes de partir, aunque era algo estúpido pues ella en su vida se atrevió a tocar un arma como esa y mucho menos a usarla, el club de arquería en su escuela no le había llamado la atención nunca por lo que era totalmente desconocido cualquier técnica que probablemente se debe de usar.

—¿Sabes usar un arco? — Inocente, Shippo sobre su hombro le cuestionó.

—Claro que no, nunca toqué un arco en mi vida, ¿Como esperas que llegue? — Kagome preguntó nerviosa mientras tomaba una flecha e intenta colocarla en el arco, acotando a la orden aun sabiendo que saldrá mal.

—Descuida, Kikyo era una gran arquera y si realmente eres su reencarnación podrás hacerlo. — Inuyasha mencionó con total confianza.

Kagome se molestó arrugando su frente ante tal comparación, no es que le molestaba ser comparada con Kikyo otra vez, sino más bien la hipocresía del hanyou al haber dicho con anterioridad que no creía en tal parentesco. Aun así, decidió dar vuelta el significado de su frase y usar esas palabras como un tipo de aliento.

Si ella era la reencarnación de Kikyo y si su alma se encontraba en su interior, entonces ahora apuntando al ave Youkai le pedía a ella que le diera su fuerza para alcanzarla y recuperar la joya que por egoísmo suyo perdió. Suspiro para ganar confianza y soltó la flecha que realmente pareció dirigirse hasta el ave, hasta que cayó como una pluma al suelo sin tocar al enemigo.

Kagome sintió la vergüenza en sus mejillas intentando una segunda vez lanzar otra flecha con más fuerza que la anterior, una vez más pareció llegar, hasta volver a caer en medio del camino.

Inuyasha gruñó y bajó su velocidad.

—¡Suficiente! — Aterrizó del suelo soltando a la mujer de su espalda para que cayera sentada, el niño con ella tambien cayó entre quejidos, pero poco le importó. —¡Me canse de ser amable contigo! No sé qué tanto cree Kaede o los aldeanos, pero tú no puedes para nada ser la reencarnación de Kikyo, solo eres una copia barata. —

— Pero, yo realmente intente—

— ¡Me importa una mierda que tanto intentes! — La interrumpió entre gritos — ¡No eres como ella, jamás serás como ella! Solo eres una niña inútil. —

Kagome sintió la decepción en las palabra del hanyou, agachando la cabeza con vergüenza como si fuese regañada por su madre. Realmente creyó que lo había intentado y al final resulto ser en vano, pues Inuyasha tenía razón, ella no era ningún tipo de reencarnación o cualquier otra cosa ligada a esa sacerdotisa.

Él no volvió a decirle algo más, solo bufo y volvió a tomar impulso para saltar lejos de ella, desapareciendo entre las copas de los árboles. Kagome intento llamar a su nombre, pero al final su voz ni siquiera se oyó, ya no valía la pena.

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Que estupidez, perdió tiempo valioso intentando probar y darle confianza a una chica que para nada está relacionada de alguna forma a Kikyo, los demás se cegaron de ese deseo de volver a verla que tal parece no son capaces de notar la verdad ¡Esa chica es una farsa! Tan solo un reflejo sin valor de la sacerdotisa que Inuyasha conocía bien, o al menos creía hacerlo, ya ni siquiera sabe en quién realmente confiar.

Tras pensarlo negó quitando esas crueles palabras de su cabeza, no estaba bien, no debería de llamarla de esa forma incluso si no está relacionada con Kikyo o si se decepcionó al intentar probarlo. Recordó la manera amable en la que Kagome lo trato desde el principio y el arrepentimiento lo invadió. Fue demasiado cruel con ella por dejarse llevar, tiró todos los sentimientos mezclados tras su despertar contra ella y no se lo merecía. Que estúpido.

Por culpa de pensar tanto perdió velocidad y el ave voló mucho más rápido tragando la joya en medio del camino. El poder palpitando en su interior le dio un tamaño el doble que el anterior lo que le dio más ventaja contra el hanyou que le perseguía. Un gruñido por parte de Inuyasha fue suficiente para mostrar su frustración, seguir así a pie no será suficiente.Cuando sus pies tocaron el suelo, surgieron de la tierra un grupo de tallos que le dieron el doble del impulso aumentando su velocidad. Cuando volvió al aire sintió el leve mareo que intento ignorar, el apenas despertar de su sueño le ha quitado gran parte de su energía.

El ave se dirigió al pueblo de Kaede, era obvio que después de conseguir poder buscaría algo con que alimentarse, quizás algún humano desprevenido que no se vea venir a un ave Youkai intentando cazar. Inuyasha no podía permitir que ninguno de los aldeanos sea devorado por más desinterés que desee mostrar, al final le era imposible irse en contra de sus principios.

El puente en el que fue rodeado la noche anterior lo transitaban muchos humanos que llevaban alimentos de las huertas y agua, una de las mujeres llevaba a su hija a su lado y tal parece que fue una víctima perfecta para el ave Youkai que revoloteo hasta llegar a la niña a quien tomó del cuello con sus garras alzando vuelo nuevamente. Tanto la madre como la niña gritaron en desesperación llamando la atención de los aldeanos. Tardarón un instante en hacer volar tridentes, flechas y hasta disparos al ave, pero al final tuvieron que desistir para no dañar la gravedad a la niña, cualquier disparo en falso podría matarla.

Inuyasha sabía que solo él era capaz de rescatar a la niña, por lo que una vez llegado al pueblo volvió a saltar intentando alcanzar al ave aprovechando el peso de la humana en sus patas que le hacía volar en una baja distancia.

—¡Inuyasha, no vayas a lastimar a esa niña! — La voz de Kagome llegó a sus oídos, siendo un alivio que haya llegado al pueblo por su cuenta después de ser abandonada en medio del bosque. Por otro lado, su advertencia resulto molesta.

Incluso teniendo una parte de naturaleza youkai, no acostumbraba a lastimar a ningún tipo de humano sin importar la situación, mucho menos a una niña. Lo único que hizo al llegar hasta la criatura fue destruirla en mil pedazos con sus garras, la niña cayó al agua junto con los restos del ave y por más que deseaba rescatarla, el dejar que el ave se regenere gracias a la joya resultaría el doble de destructivo y mortal.

—¿Dónde está? — Miró por toda el agua, pero, aunque intentara no sería capaz, solo un ser de Luz puede verla. Kagome también, solo que la mujer probablemente no esté en sus mejores ánimos luego de todo lo que le dijo.

El agua salpicó cuando Kagome se lanzó al río en busca de la niña con una gran habilidad para nadar, Inuyasha se quedó pegado a la vista de la mujer nadando hasta el otro lado del río con la niña ya en sus brazos, con una técnica increíble que jamás había presenciado antes en un humano.

Una pequeña mirada a él llego por sobre su hombro al salir del agua a salvo junto a la niña, Inuyasha quiso llamarla en ese momento, pero ella volteo ofendida, haciendo más obvio su enfado. El hanyou suspiro luego de que su culpa sea alimentada tras esa reacción, la próxima vez debía de controlar su impulsividad.

Toda escena duró lo suficiente para que un remolino en el agua dejara escapar al ave completamente intacta, intentando volar lejos del pueblo. Maldición si no encontraba una forma de quitarle la joya cuando antes se volverá parte del ave y sepan los dioses que hará esa criatura con tal poder.

Kagome desde el otro lado entró en pánico sin saber que hacer, viendo como la joya que se le entrego con total confianza estaba a nada de desaparecer por su propia culpa, recordando las palabras de InuyashaSolo eres una niña inútil,comenzaban a tener algo de razón ahora.

—Kagome, mira. — Shippo la llamó, apuntando con sus pequeñas manos a la niña que apenas había rescatado del agua.

Ella comenzó a quejarse de la nada, sintiendo algo tirar de su nuca con fuerza, y al revisar, era la otra pata del ave que nadie notó que faltaba ¿Estaba intentando llevarse a la niña consigo? No, quería regresar a su cuerpo original, así como todas las partes se fusionaron dentro del agua.

Kagome tuvo una pequeña idea en ese momento, una que requería un arma capaz de llegar hasta la distancia del ave, un arma como un arco y flechas, lo supo al ver a un aldeano que traía un carcaj en su espalda. Kagome amablemente se acercó para pedirlo prestado, y tras tener ya el arma tan solo debía de atar la pata en el medio de la flecha y al ser soltada ésta sin importar la fuerza o técnica de Kagome iría directamente a su propio cuerpo acabando con el ave.

Kagome pidió por favor que funcionará, ninguno de sus planes durante ese día había servido, pero éste tenía que, así que por favor simplemente que funcione.

Soltó la flecha y tal como planeo voló hasta el ave clavándose en su cuerpo, la flecha destrozo gran parte del ave dejando ver la luz radiante de la joya, sonrió con emoción al ver su plan funcionar, pero las sonrisas no duraron por mucho.

—¿Qué es eso...? — La luz que al principio parecía ser de la joya se hizo enorme e iluminó todo el pueblo como si el sol bajara a ellos, cegando la vista de los humanos quienes se cubrieron rápidamente.

Kagome con sus manos sobre sus ojos creyó escuchar a una larga distancia como un cristal se partía en pedazos de a poco hasta explotar, solo que fue incapaz de explicar que era sin poder usar su visión.

Posterior a eso cuando ya pudieron quitar las manos y telas de sus ojos, un espectáculo de luces de cientos de colores se dispersó por todo el cielo como estrellas fugaces. Kagome las observo impresionada y a su vez tuvo un terrible presentimiento de todo eso.

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El cielo se pintó de anaranjado y ambos chicos siguieron en el río buscando algún rastro de la joya que debían de recuperar, luego de la muerte del ave tan solo los trozos de su cuerpo quedaron en el suelo y agua, pero ni siquiera Kagome fue capaz de ver la luz de la joya Shikon por ningún lado. Ahora mismo estaban unos pasos alejados de ese río observando por los árboles y arbustos cercanos al bosque, Kagome sentía la energía de la joya cerca pero no lograba ver su luz, no entendía bien qué estaba ocurriendo.

—Lo siento. — En medio de aquella silenciosa búsqueda el hanyou decidió hablar llamando la atención de su acompañante. — No quise insultarte, solo me estresé un poco. Realmente no creo que seas una inútil. — Estaba con la cabeza baja al principio, usando uno de sus mechones para ocultar su rostro ligeramente enrojecido.

Kagome abrió los ojos con sorpresa antes de suavizarlos pareciendo finalmente entenderlo. Admitía su molestia hacia el hanyou por todo lo que le dijo y especialmente porque esas palabras llegaron a lastimarla, aun así, al final supo que en una situación extrema se puede llegar a ser cruel con los demás, probablemente ese caso se intensifica con alguien como Inuyasha que apenas está regresando a vivir luego de estar cincuenta años dormido.

—Está bien. — Ella simplemente respondió, con una voz suave y sus ojos fijos en los del hanyou que sonrió ligeramente pareciendo satisfecho con su respuesta y dejando de lado su cabello para hacer más evidente el tono en su rostro.

Ese ambiente entre ellos era perfecto, fácilmente creado para que fuese cómodo estar uno junto al otro a pesar del poco tiempo que llevaban de conocidos. Kagome jamás había tenido tanta confianza con alguien en tan poco tiempo.

Y todo hubiera marchado así, si no fuera porque de entre unos arbustos, levitando como si no necesitara de un cuerpo, la cabeza del ave reapareció intentando atacar a Kagome quien cayó al suelo del susto.

—¡Ya déjanos en paz! — Inuyasha la golpeó con sus garras y el ave cayó derrotada junto con una pequeña luz que Kagome reconoció como la misma que destellaba de la joya.

Corrió a ese lugar con total prisa buscando el pequeño brillo entre las hojas, hasta que realmente lo encontró. Un pequeño fragmento de cristal reposaba en el suelo, su color y energía era casi el mismo que el de la joya de Shikon, es más, podría jurar que es la misma joya que tenía en su cuello esa mañana...pero era imposible.

—¿Qué es eso que encontraste? — Se acercó a ella observando también el pequeño fragmento entre sus dedos.

—Creo que es...un fragmento de la joya. —

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