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[El Portal a Casa]

—¡Debe ser un error! — El hanyou levantó la voz golpeando la frágil mesa de madera que tembló moviendo los platos con la sopa recién preparada.

Kaede sentada en la cabecera observaba pálida el pequeño fragmento que Kagome le entregó una vez llegó a la cabaña junto a Inuyasha diciendo ser la joya Shikon. Habrá sido gracias a la habilidad del hanyou en sujetarla a tiempo lo que impidió que segundos después de la noticia la anciana casi sufra un terrible desmayo o en el peor de los casos la muerte por un fuerte golpe.

La joya que su hermana tanto protegió durante años y entrego su vida a ella. Esto no puede estar pasando.

Ambos chicos tampoco podían creerlo, en especial Inuyasha que estaba el doble de nervioso que lo que se había visto anteriormente, con sus manos temblando en una mezcla de rabia y pánico escuchando como las ventanas de la cabaña eran tapadas por enredaderas, teniendo que respirar profundo para que desaparecieran.

—Yo tampoco deseo creerlo, pero ese destello de luces... — Recordó los miles de estrellas fugaces en el cielo que observó desde las afueras de la aldea sintiendo ese horrible presentimiento, sin saber que fue gracias a una flecha de Kagome. —Aunque no pueda sentir la joya, su luz es reconocible a distancia. Y la única hipótesis, un tanto obvia, que puedo dar es que la flecha llego a ella a través del cuervo. — Se llevo una de sus manos a la frente donde se presentó una pequeña molestia.

Kagome sintió todos los ojos sobre ella culpándola por lo sucedido, apretando sus manos contra su falda para detener el deseo de humedecer sus ojos, ya que de todos modos tendrían razón en culparla. Ella no se abstenía de seguir inventando planes absurdos que ponían en riesgo a la joya, así no hubiera pasado. Inuyasha pudo ser quien le diera el golpe final al ave, pero ella se metió en medio por el capricho de sentir que era útil en algo cuando claramente no lo era, el hanyou lo dijo y aunque al final se disculpó con ella eso no cambiaría la realidad.

La decepción en Inuyasha y Kaede eran notables, o al menos ella lo siente así.

—Lo siento... — Solo pudo susurrar intentando no llorar para no mostrarse aún más miserable de lo que ya se veía y sentía, deseando saber cómo regresar a casa para dejar este mundo al cual no le ha dado más que problemas.

Kaede suspiro negando con la cabeza.Por más que la niña haya cometido un error no podría culparla, es ella quien debería tomar la responsabilidad de entregarle la joya a una chica que apenas se enteraba de su conexión con ella y su hermana Kikyo, fue ingenua, ni siquiera le dio un entrenamiento previo para entender un poco de la Energía de Luz que emanaba de su cuerpo.

—Está bien, no es tu culpa. — Intento inventarse una calma que no tenía con el fin de mejorar el estado de ánimo de la joven no fue muy certero ya que ella solo agacho la cabeza.

En cambio, el hanyou estaba en un límite superior al que creyó superar el día anterior, jamás creyó llegar al punto de tener que ver la joya que tanto busco en pedazos, y peor al no saber dónde se encuentran el resto de los pedazos.

—¿Y qué pasará con el resto de las partes? ¿Las dejas tiradas por ahí para que todos tengan un poco de Shikon para cenar? — El humor sarcástico de Inuyasha era su mejor defensa contra los insultos que seguía acumulando en su garganta, sin embargo, tal actitud parecía no caer bien a la alcaldesa con las miradas asesinas.

—No, si Kagome es capaz de ver la joya entonces también será capaz de percibir los fragmentos de ésta. — Comenzó a explicar sacando un enorme mapa que abarcaba toda la mesa, dicho objeto Kaede mantenía oculto en su habitación, pero para esta discusión ya lo tenía bastante preparado. —Pueden ser cientos, miles, millones de fragmentos esparcidos por toda nuestra Isla. Y si su velocidad fue suficiente también podrían encontrarse en el mar o en la Isla Oeste. —

El mapa era de un papel con tintes marrones por el desgaste, los bordes parecían quemados y mordidos dando la verdadera impresión de un mapa de la época. El dibujo que Kagome analizaba entre medio de las palabras de Kaede eran dos islas divididas por un angosto mar, separadas por regiones o reinos, tantos que se le eran imposibles de contarlos. Ese mundo era enorme, ni siquiera el mapa de su Japón podría abarcar lo mismo que todo ese mundo, aunque quizás sea porque este mapa es en realidad el de un continente entero y no solo un país, lo notó al ver el nombre Acanica en la esquina superior derecha del mapa.

Aun así, era sorprendente, su humor se levantó un poco ante la curiosidad de saber que puede haber en cada uno de esos reinos.

—Si algún fragmento cayera en esa isla sería un gran problema. — Inuyasha continuó hablando con Kaede, con una voz más calmada.

—Por eso quiero que tú acompañes a Kagome. —

La mencionada recibió esa última frase como un golpe que la devolvió en sí, abriendo los ojos con sorpresa.

—¿Él conmigo? — Admitía sentirse segura estando con el hanyou, pero sus personalidades no parecían cooperar mucho en situaciones a solas. La única vez que lo hicieron Kagome destrozó la joya en pedazos, la próxima puede que él no tenga tanta paciencia.

—¿Estás segura de eso? Creí que no confiabas en mí. — Inuyasha sonrió con burla.

Kaede rodo los ojos notándose cansada.

Kagome estaba un tanto incomoda cada que sus compañeros de habitación se juntaban, la tensión entre ellos era tanta que podría cortarla con un cuchillo, estaban al límite de intentar matarse entre ellos.

—No tengo otra opción, eres el único que puede proteger a Kagome si algo malo sucede. — Continuo, logrando que el hanyou inclinase la cabeza a la par que una de sus cejas se levantaba. —Tanto que alardeas de no matar humanos supongo que puedes hacerlo ¿O no, Alteza? —

La sonrisa de Kaede mostro un contrataque a la broma de Inuyasha, como si fuera el doble de dolorosa.

Inuyasha le mencionó a Kagome esa misma tarde que no le agradaba ser llamado con su título de nobleza, sin embargo, ¿Qué tanto el hanyou puede odiarlo? La respuesta la consiguió junto a un golpe en la mesa que casi le saca el corazón, no por el golpe si no por las verdes enredaderas que sepa dios de donde salieron pero que cubrieron casi todo de la desgastada mesa de madera. Inuyasha ni siquiera dio explicación, solo camino hasta la puerta para desaparecer al cerrarla con otro golpe.

Kaede suspiro una última vez ocultando su rostro con ambas manos antes de notar que la joven se puso pálida, probablemente por el repentino ataque del hanyou. La anciana le hirió, por más que quisiera ayudarla, nadie como ella sobreviviría a su mundo por cuenta propia.

—¿Qué fue eso...? — Murmuro intentando calmar sus nervios.

—Uno de sus ataques de ira, no le hagas caso. — Le respondió, ignorando que no era la reacción de Inuyasha lo que realmente la asusto.

Kaede y Kagome intentaron volver a cenar después de ello, cortando las enredaderas de la mesa con algunos cuchillos, pero al final por más que hicieron de todo para aflojar el ambiente, el pequeño trozo de fragmento no ayudaba para nada, así que terminaron con ambos tazones de sopa fríos sin haber tocado una sola gota con sus labios.

La joven estaba sin apetito y se retiró no sin antes despedirse de la mujer mayor con un suavebuenas noches.

En su habitación reposaba cómodo el niño zorro que conoció ese día y al que reencontró tras dejarlo abandonado en la cabaña destrozada de la tarde, al volver a verse lo llevo hasta el pueblo para mantenerlo a salvo. Por lo poco que pudo hablar con él parece estar perdido de su verdadero hogar compartido con su padre, según sus palabras había salido a recoger bellotas para la cena, pero cuándo intentó regresar unos cazadores comenzaron a perseguirlo por mucho tiempo hasta alejarlo del camino conocido, fue después de muchas caminatas en medio del oscuro y peligroso bosque que llegó a dónde Kagome, probablemente sean los mismos ladrones que los secuestro a ambos, pero Kagome no deseaba darle esa idea.

Shippo parecía realmente ser tan solo un niño perdido más allá de su apariencia de demonio, su padre debe de estar muy preocupado por él, así como la familia de Kagome por ella, ambos deseaban volver a casa lo antes posible...no era tan lejana a ese niño.

De todas formas, Kagome se recostó en la cama junto al niño con cuidado de no despertarlo para, al final, dormir abrazados por una larga y un poco fría noche, esperando el nuevo día.

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Los ríos eran el doble de fríos de lo que ella imaginaba, tanto que apenas puso un pie desnudo en el agua dulce y todo su cuerpo le gritó que recapacitara de su decisión.

Kagome se había saltado el desayuno esa mañana, quería un lugar donde poder quitarse toda la suciedad acumulada en los dos días convividos en ese mundo entre Youkais, secuestros y una responsabilidad puesta sobre ella sin pregunta previa. Kaede le dijo que muchas personas del pueblo suelen bañarse en aguas sacadas del pozo, pero Kagome se negó rotundamente a poner su cuerpo en esa agua de un tono pantano, su capricho en palabras de la alcaldesa, fue resuelto después de que ella le mostrara una orilla del río cercano donde nadie era capaz de espiar o andar a esas horas.

La joven se emocionó cuando presenció el agua cristalina llena de hermosos peces, jamás se había bañado en aguas puras, pero nada perdía en intentar.

Actualmente, ya dentro del agua estaba claro que si perdería algo y sería su salud. Temblaba en agua a un nivel superior helada y el viento mañanero no ayudaba para nada, aunque no saliera hasta que no se sienta totalmente limpio su cabello, porque si detestaba era que su cabellera azabache estuviera despeinada o sucia. Era su tesoro.

Desde lejos y con una fogata improvisada para secar las ropas recién lavadas, Kaede observaba a la chica temblando en el agua.

Suspiro al ser completamente ignorada cuando le pidió que saliera si no quería enfermarse, reconociendo lo complicado que es cuidar de una niña. Es por eso ella siempre prefirió quedarse soltera y no tener hijos.

—¡Kagome, ya es suficiente! — Intentó llamarla una vez más.

—¡No quiero, no soporto mi cabello lleno de tierra y sangre! ¡Tengo que quitarme esto! — La chica volvió a zambullirse dentro del agua.

Kaede se rindió allí, si Kagome prefería enfermarse de alguna manera ya no era problema suyo y al menos podrá decir que intentó convencerla de salir por su bien.

Del lado de la chica el agua le estaba ayudando no solo a limpiar su cuerpo sino también a reflexionar de todo lo vivido estos días poco. Aún sonaba como una locura en su cabeza, ser transportada a un mundo medieval con magia y hechizos, ser la supuesta reencarnación de una sacerdotisa poderosa y por si no fuera malo todo lo anterior, ahora deba de buscar los fragmentos de un objeto que falló enproteger. Imposible no nombrar más de tres juegos o libros con una sinopsis parecida. Por primera vez Kagome sentía ser la protagonista de su propia historia como las que su padre le leía de pequeña, ella es la elegida, la que debe salvar al mundo, la heroína. E incluso viéndolo así el obstáculo de extrañar a su familia cada noche le daba ganas de regresar al menos para decirle a su madre que estaba bien, debe de estar aterrada pensando que pudo pasarle ¿Habrán denunciado una desaparición? Sota estaba con ella ese día, aunque dudaba que alguien le creyera.

La joven se ahogaba en sus pensamientos irónicamente mientras nadaba debajo del agua, pero en la superficie Kaede comenzaba a tener compañía. El hanyou aterrizó de un salto cerca de la fogata, el niño zorro colgando de su hombro y con la expresión más malhumorada que se pueda imaginar. La anciana se vio venir las razones.

—¿Por qué la cara larga? — Kaede dio la primera pregunta intentando encender la llama de Inuyasha quien se mantuvo en silencio.

Aunque no contó con la increíble habilidad del pequeño Shippo de deducir todo lo que los demás piensan sin problema.

— Intentó buscar fragmentos por su cuenta y fracasó. — Shippo se bajó del hombro del chico caminando hasta la anciana, Inuyasha gruñó furioso.

—¡Sí que eres bocón! —

—¿Por qué? ¿Cuál es la diferencia a hacerlo con Kagome? — Cuestionó teniendo una idea egocéntrica del chico. —Que, de hecho, la necesitas ya que ella es la única que puede verlos. —

—Solo intenté adelantar las cosas, es todo. — Se cruzó de brazos mientras rodaba los ojos.

Kagome ya se había cansado del baño en ese momento y, sin siquiera percatarse de la presencia de ambos demonios, sintió completa confianza para caminar fuera del agua sin nada que cubriera su cuerpo húmedo y desnudo, así como lo hizo algunas horas atrás cuando se introdujo al lago.No fue hasta que al mirar hacia Kaede se encontró con el pequeño Shippo boquiabierto junto al hanyou que palideció al instante. Kagome sintió toda su cara arder en llamas y lo único que pudo pensar en ese momento fue desquitarse con Inuyasha.

—¡Abajo! — Gritó con todas sus fuerzas cubriendo su pecho con sus manos.

El príncipe cayó de cara al suelo causando un fuerte estruendo y un cráter que seguramente tendrá la forma de su sien.

Kagome corrió hasta unos arbustos dónde su ropa había sido dejada por Kaede para lograr cambiarse con tranquilidad sin que nadie la vea, sin tener la idea en mente de que Inuyasha aparecería en ese mismo momento como si fuera un maldito pervertido.

¡Qué horror! Jamás pensó que un chico al que apenas conocía la viera completamente desnuda. La humillación del día en que se presentó a la escuela con su pijama por despertar tarde no se comparaba con la vergüenza actual.

—¡No te estaba mirando! — Inuyasha se quejó al levantarse del suelo con algunas marcas rojas en sus mejillas.

—¡Vi tus ojos sobre mí, no mientas!— Respondió Kagome molesta detrás de los arbustos mientras se tapaba sus partes íntimas con la blanca tela que se le dio como vestimenta.

El hanyou rodó los ojos sentándose en el suelo junto a la fogata.

Kagome comenzó con la difícil tarea de entender cómo es que aquellas telas debían de colocarse sobre su cuerpo, e incluso, a diferencia de la anterior esta traía un accesorio en tonos dorados y verdes que solo la confundían más.

Mediante ello, la voz de Kaede se escuchaba a unos pasos.

—¿Qué en el castillo no le enseñaron a no mirar a una dama, Alteza? — Kaede bromeó, ganándose un gruñido del hanyou.

—Espera ¿Realmente eres un príncipe? — Shippo preguntó con sorpresa, había escuchado antes a Kagome decirlo, pero creía que no era más que una forma de burlarse. —Papá dice que los Reinos del Oeste están siendo invadidos, pero no sé qué signifique esa palabra. —

—Significa que un ejército enemigo toma las tierras a la fuerza, destruyendo todo a su paso si es necesario.— La anciana explicó sin mucho tacto notando como el zorro se tensó.—Es aterrador, pero en estas épocas no hay mucho que se pueda hacer.—

Kagome salió de los arbustos a pasos lentos intentando no mostrar su interés en la conversación entre sus acompañantes que llevaba escuchando desde hace rato. No entendía mucho, solo suponía que mantiene algo de relación con el pasado de Inuyasha, principalmente por la forma en la que se veía con ojos oscurecidos desde la corta distancia que tomaba caminar.

—Es curioso. — Kaede mencionó, cambiando de tema. —Cuando te conocí de pequeña usabas tu Elemento para todo, y ahora apenas te veo hacerlo. —

Pareció un simple comentario, pero Inuyasha levantó la mirada con ojos bien abierto, balbuceando incongruencias como si no supiera como expresarse.

—¿Y qué si no lo uso? Tampoco tengo las Energías suficientes. —

—No me pareció así cuando cubriste mi mesa de enredaderas anoche. —Kaede volteó a él.

Inuyasha chasqueó la lengua, sin decir nada más y cruzando sus brazos sobre su pecho.

Kagome, al contrario, inclino la cabeza intentando entender en su ignorancia palabras que sonaban tan comunes en sus bocas y para ella términos nunca escuchados.

—¿Elemento? — Se acercó, un pequeño silencio le dio el pie a poder levantar la voz en búsqueda de respuestas.

—Magia Elemental. — Explicó — Existe desde nuestro nacimiento y es básicamente parte de nuestra existencia. —

—Son siete regalos de los dioses que crearon nuestro mundo, así como a nosotros. — Shippo continuo.—Fuego, Tierra, Viento, Agua, Trueno, Naturaleza y por última la Luz.—Contó con los dedos, repitiendo en susurros.

—Parece que tu padre te enseñó bien. — Kaede halagó, logrando poner timido al niño. —Sin la Energía Mágica fluyendo por nuestras venas, es probable que no seamos capaces de sobrevivir. Cada uno de nosotros poseé un Elemento, Shippo y yo somos del fuego, Inuyasha es de Naturaleza. Hasta tu tienes uno, Kagome. —

— ¿Yo? — Levantó ambas cejas.

—Sí, seres sagrados como sacerdotisas o monjes suelen ser Elementales de Luz, porque es Elemento más poderoso de todos. — Hizo una pausa. —Mi hermana Kikyo era de Luz y al ser su reencarnación es probable que tu tambien, solo que aún no eres capaz de controlar ese poder al no ser de nuestro mundo. —

Kagome analizó las resumidas explicaciones de Shippo y Kaede, teniendo que repetir algunos conceptos en su cabeza varias veces para llegar a entenderlos. Pero la oyó mencionar que Inuyasha controla la naturaleza, eso ya explicaba el cómo logró llenar la mesa de Kaede de esas enredaderas con espinas de un solo golpe. Poder controlar todas las plantas sonaba como un poder hermoso, diferente al fuego que Kaede dice tener, nunca la vió usarlo ahora que recordaba y seguramente sea porque ella ya está demasiado vieja para andar luchando y Kagome no encontraba otro momento para usar un poder como tal que no sea luchando, a menos que enciendas una fógata.

Todo eso la lleva a una conclusión sobre el libro que la trajo a ese mundo. Si todo allí se regía por leyes mágicas, la idea de que ese libro tambien lo era no parecía tan errónea. Entonces solo necesitaría aprender a usarlo para volver a casa, puede que ese Elemento de Luz que Kaede menciona sea la clave. Si logra utilzarlo para abrir el portal podrá regresar a su casa, debía de al menos intentarlo. Logró cortarle un par de brazos al ciempíes sin siquiera quererlo y con la palma de su mano, ¿Era eso su Elemento?

—¡Señora Kaede, necesito su ayuda! —

Entre medio de sus pensamientos no noto cuando una mujer salió del bosque corriendo alterada, Kagome la reconoció al caer de rodillas frente a Kaede, era la dueña de una tienda del pueblo, pero no fue capaz de saludarla debido a la preocupación en su rostro.

Kaede se marchó junto a la joven después de que ella le explicara algo que Kagome no llegó a escuchar y antes de desaparecer entre los árboles les advirtió a ambos jóvenes que no causarán ningún problema, siendo capaz de dejar al pequeño zorro a cargo para vigilarlos, la orden hizo reír sin gracia a Inuyasha.

Ya solos los tres un pequeño silencio incómodo dejaba que las pequeñas corrientes del rio fuera lo que más sonará, hasta un par de minutos después cuando Inuyasha abrió la boca para hablar.

—Oye. — Llamó a Kagome y ésta ni siquiera se tomó el trabajo de responderle bien, el ambiente ya era algo difícil entre ellos. —Quítate esas ropas. —

El golpe contra algo sólido resonó entre el bosque y Shippo cerró los ojos para no presenciar como Kagome tomando una enorme rama del suelo la golpeó contra la cabeza de Inuyasha. La rama se partió, pero el quejido de dolor del hanyou fue suficiente.

—¡¿Y eso por qué?! — Inuyasha sobándose la cabeza donde seguramente salga un enorme chichón se quejó a la chica con las mejillas completamente enrojecidas.

—¡Por ser un pervertido! — Le contesto con su rostro ardiendo en vergüenza, una parte de la rama en sus manos.

—¡Yo no-! — La voz del hanyou tembló cuando sus mejillas se volvieron rojas. —¡No quiero que te desnudes! Las ropas anteriores que tenías puestas, úsala de nuevo. —

Kagome comenzó a entender de a poco lo que estaba ocurriendo y su rabia aumentó. Kaede mencionó que ese traje era de una sacerdotisa por lo que es más que claro que perteneció a Kikyo antes de morir y suponiendo que Kagome vivía escuchando por todos los rincones sobre su gran parecido con Kikyo, todo eso llevaba a el gran odio hacia ella por parte de Inuyasha que parecía recaer en Kagome.

Desde el momento en que lo liberó del árbol su mirada no cambiaba, incluso después de entablar una charla durante el día anterior, solo pudo pensar que no fue más que imaginación suya.

—¿Por qué me comparas tanto con ella? — Inuyasha abrió los ojos sorprendidos por lo repentino de esa pregunta.

No hizo demasiado caso a la forma en que Inuyasha agacho la cabeza sin poder responder, solo confirmaba la teoría que se formó en su cabeza con su silencio. Es probable que él ni siquiera quisiera tener una amistad con ella.

—Yo no soy Kikyo ¿No te lo dije ya? — El volvió a no responder e incluso en esta ocasión ni siquiera le dirigió la mirada. —Olvídalo. —

Kagome tomó sus ropas ya secas de la soga y comenzó a caminar lejos del chico, con la sangre hirviendo. No podía creer que gasto tiempo en querer agradarle, debió detenerse cuando escucho la primera comparación con aquella mujer muerta que quizás ni siquiera tiene una relación con ella, lo de reencarnación no significa nada.

—¿Por qué me sigues? — Kagome se detuvo a medio camino observando por arriba del hombro como el hanyou se mantuvo caminando detrás de ella, con el zorrito sobre su hombro.

—Te recuerdo que yo también me quedo en la misma aldea que tú. — Inuyasha se cruzó de brazos. — Además tú tienes el fragmento, necesitas vigilancia. O puedes dármelo y continuar con tu camino. — Le extendió la mano.

—¿El fragmento? Oh, esto. —Desde uno de los bolsillos de la falda doblada saco una pequeña bolsa de cuero, el refugio improvisado por Kaede para el pequeño fragmento de joya. —¿Lo quieres? —

Los ojos de hanyou brillaron cuando ella acerco la bolsa a él, como un cachorro esperando ser alimentado por su dueño, ante ese pensamiento Kagome sonrió y una idea cruzo por su cabeza.

—Abajo. —

Inuyasha cayó al suelo arrastrado por el collar alrededor de su cuello, golpeando su cara contra el suelo arenoso con un estruendo ruidoso. Shippo, sin saber lo que vendría se bajó del hombro de Inuyasha al instante en que el hechizo fue dicho, salvándose de la milagro.

—Maldita...— Inuyasha gruño cuando se levantó lentamente del suelo, con su cara cubierta de arena.

Kagome ni siquiera lo escucho, solo se dio media vuelta despidiéndose con un "Hasta nunca, su alteza" que dejo un suspiro de resignación en el hanyou.

—Parece que ella te doma. — El zorro se burló sentándose en la espalda de Inuyasha.

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El pueblo era más silencioso que de costumbre en ese mediodía, Kaede no estaba muy convencida de que todo estuviera realmente bien por esos alrededores, no después de escuchar a la aldeana de esa mañana explicar sobre una extraña enfermedad que su hija estaba atravesando desde la noche anterior. Una que le impedía despertar y salir de la cama para comer o cumplir con alguna de sus necesidades. Y si bien la anciana no era médica sabía cómo proteger a sus aldeanos y los pequeños hechizos de curación enseñados por su hermana podrían ser de gran ayuda.

La casa de esa mujer estaba cerca de la entrada de la aldea, justo a un lado de su sastrería.

La anciana solo dio un pequeño ojeo a la cabaña desde el interior, con telas esparcidas por la mesa de madera y el suelo, aunque al final todo era típico de un sastre.

Dentro tan solo una habitación resguardaba una niña recostada, y desde el momento en que entró, Kaede se sentía observada por algo, pero no quiso dar conclusiones rápidas sin antes revisar.

Sin duda desde lejos ella se veía lo suficientemente bien como para estar en cama, lo único alarmante para Kaede fue la temperatura tan alta de su cuerpo, por lo que intentó dejar todo como una fiebre que debía de bajar, e incluso podría haberlo hecho con un poco de magia, pero lo sintió innecesario siendo que solo era una simple fiebre.

Por pedido de la alcaldesa, ambas mujeres estaban en la cocina buscando un poco de agua fría para la fiebre cuando la misma Kaede creyó escuchar el sonido de unos pasos detrás de ellas. Antes de voltear, un frio por su espalda le causo escalofríos y la sensación de que algo no iba para nada bien.

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Kagome fue capaz de regresar a la aldea tan solo para recuperar el libro dorado sobre su mesa de noche, con la idea presente de que ésta era la única oportunidad que podía tener de descubrir cómo regresar a su hogar.

No sabía de magia, tampoco entendió mucho lo explicado anteriormente sobre los supuestos Elementos, y, aun así, estaba segura en que de alguna forma lograra traer de vuelta el mismo portal que la trajo a ese mundo. Solo debía de regresar al bosque, al mismo punto donde ella despertó, exactamente detrás del árbol de Inuyasha.

Al llegar no estaba segura si realmente era allí, los pequeños puntos que parecía recordar se lo decían, aunque la idea de que un bosque es idéntico sin importar por donde se mire la hizo dudar. Para confirmarlo, abrió el libro vacío y se acercó un poco al punto que creía.

—Llévame a casa. —Fue lo primero que se le dijo a la cabeza, creyendo que la magia funcionaba según las palabras, pero nada sucedió.

Quizás sea otra palabra.

—Ábrete. —

Nada.

—Portal Mágico. —

Tampoco nada.

—¡Abracadabra! —

Ninguna palabra funcionaba sin importar cuantas veces intentaba. A ese punto Kagome ya estaba golpeando el libro contra su frente estresada, no podía ser que la única oportunidad para volver no esté funcionando¡Maldita magia inservible!

¿De qué sirve un libro mágico si no puede mostrar cómo hacer los hechizos?

Sus quejidos cesaron cuando un pájaro cayó a sus pies, al verlo noto como una de sus alas estaba lastimada con un corte un tanto profundo, el pequeño llanto fue lo que le genero una gran empatía a Kagome queriendo acercarse a la criatura. Y con tan solo moverse un poco algo se le atravesó cortando una parte de su mejilla, la misma que intentaba curarse de la quemadura del día anterior lo que le genero un dolor un poco más alto que lo soportable.

Sus ojos percibieron un grupo de hilos negros rodeándola, hilos bien finos y brillantes bajo la luz del sol mañanero.

No quiso creer que fueron esos hilos los que la cortaron hasta que las hojas de los árboles también se partían por la mitad al pasar a través de ellos.

—Eso no son hilos...—

—Vaya, es una sorpresa que puedas ver mis cabellos. — Una voz se escuchó detrás de Kagome, obligándola a voltear con total rapidez. —Los humanos normales no pueden percibirlos. —Era una mujer, una de facciones hermosas sentada sobre un gran grupo de hilos cerca del suelo.

Kagome se abrazó al libro con fuerza intentando dar unos pasos atrás. La presencia de esa mujer era tétrica por dónde la vieras, las marcas negras sobre su piel, cubiertas por un corto vestido negro con un delantal blanco desgastado, parecido al de una sirvienta, no eran nada a comparación del aura extraña que Kagome sentía desde ahí, como si una sombra oscura se formara detrás de esa mujer. No quería estar cerca de ella.

—¿Quién eres? — Murmuró, incapaz de ir a algún lugar sin caer en esos cabellos filosos.

—Mi nombre es Yura Sakasagami, la maestra de cabellos. — Se paro sobre eso que llamaba cabellos. — Aunque no hace falta que lo recuerdes, porque no pasaras de este día. —

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Durante casi una hora lo ha estado siguiendo como si fuera su propia cola, al no tener otro lugar donde ir Inuyasha era su guía por ese bosque desconocido.

Shippo esperaba encontrar la manera de pedirles ayuda para volver a su hogar, pero con todas las discusiones presentes tan solo se había quedado como un acompañante más que se hospedaba en el pueblo cercano. Fue lindo sentir que la anciana no dijo nada malo de su estadía allí, quizás por las palabras de Kagome, pero lo importante para el niño era sentirse aceptado por humanos siendo que antes muchos otros incluso llenaron de piedras su cabeza.

De todas formas, con el tiempo comenzaba a cansarse de dar vueltas por el bosque sin obtener alguna respuesta del hanyou sobre a dónde se dirigía, si es que tenía algún rumbo.

—¿Por qué me estás siguiendo? — Fue en lo último del camino llegando al pueblo de Kaede cuando Inuyasha mostro interés en la presencia de Shippo, aunque no de la forma en que el niño le hubiera gustado.

—Pues porque eres el único que conozco, además me caes bien y eres divertido. — Respondió entre saltitos alrededor del mayor.

—¿Divertido? ¿Yo? — Inuyasha cuestionó entre risas irónicas no pareciendo estar de acuerdo con ello, recibiendo un movimiento de cabeza del niño asintiendo. —De todas formas, no entiendo cómo puedes decir que te caigo bien, apenas te conozco desde hace un día. —

—Bueno, Kagome dijo que, aunque seas algo cerrado eres un buen tipo. —Shippo explicó subiéndose al hombro del hanyou. —Confío en lo que dice Kagome. —

Inuyasha no respondió, le pareció extraño que la misma mujer que se fue molesta sin siquiera dejarle acompañarla haya dicho algo tan lindo sobre él de esa manera. Ya había hablado con Kagome antes y ella realmente parecía intentar entablar conversación, quizás porque no le quedaba de otra o porque simplemente Kaede vivía mencionando lo mucho que debían de llevarse bien para recolectar los mendigos fragmentos. A decir verdad, si no fuera porque Inuyasha deseaba el poder de la perla para él no hubiera aceptado para nada acompañar a esa mujer desconocida y torpe, la forma en la que todos la alaban por el simple hecho de que se parece a Kikyo lo irritaba.

Puede que su rencor contra la sacerdotisa le prohíba mostrar sentimiento alguno por ella, sin embargo, no quitaba que le tuviera un respeto mayor a otro humano, Kagome no estaba mal, pero sin pruebas que demostrarán sus habilidades el llevarla al mismo trono que Kikyo sonaba a una falta de respeto, incluso para él.

O tal vez solo se estaba engañando a sí mismo, después de todo, ella es la única que logró sacarle una sonrisa sincera desde que despertó. Cuando ella aceptó su disculpa se sintió tan aliviado, realmente no creía que después de todo lo que dijo fuera capaz de perdonarle. No era poderosa, al menos no ahora, pero no podía negar que tenía un corazón bastante puro.

—Como sea. — Terminó por responder aceptando la compañía del niño en su camino.

Camino que rápidamente se detuvo al sentir un aroma metálico a la lejanía, ¿Sangre humana?

Olfateo el área hasta descubrir que el sendero hacia la aldea era de dónde provenía, sintió un pánico acumularse en el pecho y sin ni siquiera responder el cuestionario de Shippo comenzó a saltar por los árboles con gran rapidez. Era probable que algo haya atacado la aldea, y si era así, con Kagome ahí el fragmento de la joya podría estar en peligro al igual que todos los demás presentes, incluyendo a la misma Kagome.

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Cayo de rodillas al no poder soportar el temblor en sus piernas, escuchando a Yura soltar una carcajada, burlándose de su estado ocasionado por su propia presencia.

—Los rumores vuelan como los vientos de Ermir. — La mujer de negro volvió a su semblante serio. —La Joya Shikon ha regresado a este mundo y dicen que tú la tienes.—

La chica recobro el sentido al recordar la pequeña bolsa de cuero en su cuello con el pequeño fragmento dentro, intentó mantenerlo oculto allí sin embargo de alguna forma que ella no logró distinguir, uno de los tantos cabellos controlados por Yura había llegado hasta ella. Y cortando una parte de su pecho y ropa la bolsa fue retirada de un tiro, dejando un grito de Kagome trabado en su garganta al perder el fragmento.

—No te sirvió de mucho ver mis cabellos ¿Verdad? — Yura río sujetando la bolsa.

Dentro no encontró más que el pequeño fragmento de la joya brillando en una pureza rosa, la palidez en su rostro superó su tez blanca, mirando con desagrado a Kagome a espera una respuesta.

—¿Qué le hiciste a ésta hermosa Joya? — Su grito resonó en el bosque. —¿Dónde están los demás fragmentos? —

—No... no lo sé. — Kagome se mantuvo firme en la verdad que no fue para nada bien recibida por la mujer.

—Así que no piensas decírmelo. —Murmuro, levantando su mano para que un grupo de cabellos le trajeran una espada decorada con trenzas de diferentes colores—Entonces te haré hablar. —

Solo tuvo que balancearse por sus cabellos para caer con espada en mano a la dirección de Kagome con el fin de cortar lo que fuera necesario si eso la hiciera hablar.

Kagome sintió toda su vida pasar por sus ojos una vez más al igual que cuando la mujer ciempiés estuvo a punto de asesinarla atándola al árbol junto con Inuyasha. Solo pudo sujetar con mucha más fuerza el libro entre sus brazos y rogar en su mente que ella pudiera regresar a casa.

Yura fue capaz de presenciar cómo un símbolo mágico se formaba a los pies de la humana y antes de que su espada llegara siquiera a tocar un cabello, se desvaneció por completo junto con toda luz.

Ella aterrizo sobre la tierra vacía, sin ninguna pista de la presencia anterior. Tan solo un monto de ropa en el suelo era la única pista de que esa mujer estuvo ahí y no fue una simple ilusión.

—¿Desapareció? ¿Acaso era una hechicera? No, esa mujer no se veía capaz de actuar como una... — Pensó en voz alta. — Bueno, tampoco importa mucho, un fragmento será suficiente. —

Lista para partir sintió un tirón en una de sus manos atadas a sus cabellos, algo estaba intentando cortarlos a la distancia. Entonces recordó que había dejado algunos de sus Sirvientes invisibles jugar con el pueblo cercano por el tiempo en el que ella se encargaba de la joya, tal parece que alguien se dio cuenta de ello y está intentando interferir. Lo mejor sería encargarse de ello ahora.

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Kagome despertó desorientada en medio de una oscuridad desconocida, no recordaba que había ocurrido después del ataque de Yura más que una luz que rodeó sus ojos antes de caer. Al menos por lo visto seguía sintiéndose viva por lo que probablemente haya encontrado la forma de escapar en el último segundo, así que se levantó de a poco en el suelo de una textura sólida y suave¿Madera?A decir verdad, todo su alrededor olía a madera vieja y polvo, un olor que rápidamente sintió conocido.

Antes de reconocer su estado actual, otra luz el doble de fuerte que la anterior cegó sus ojos por un tiempo antes de oír las voces que golpearon su pecho.

—¡Kagome! ¿Eres realmente tú? —

—¡¿Lo ves?! Les dije que ella estaba aquí. —

Kagome levantó la mirada encontrando al anciano y al niño con una apariencia idéntica a la suya. Por un momento no lo pudo creer, sintió que todo fue una ilusión de su propia mente de tanto desear regresar a casa, hasta que ambas personas se acercaron a ella a toda prisa sujetando sus brazos. Fue allí donde Kagome dejo que sus ojos se humedecieran de lágrimas, rompiéndose en un llanto desgarrador cuando salto a los brazos del hombre mayor.

—¡Abuelo, Sota! —

Sin saber cómo, finalmente había regresado a su hogar.

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Las cosas con Inuyasha no iban tan bien.

Había descubierto que en el pueblo todas las jóvenes las controlaban unas cuerdas que él no percibía. Incluso la misma Kaede se vio afectada por ello siendo herida en uno de sus hombros, tal parece que la misma chica a la que intentó ayudar por una "enfermedad" también fue controlada y la atacó a ella, así como a su propia madre con uno de los cuchillos de cocina.

Ahora mismo el hanyou se encontraba rodeado por humanas incapaz de atacarlas, no se atrevía de ninguna manera a lastimarlas aun cuando ellas son quienes lo están atacando, eran humanas peleando en contra de su voluntad. Lo mejor sería encontrar el núcleo del problema, es decir, aquello que las controlaba.

—¡Inuyasha! — Con su hombro ensangrentado, la anciana corrió con lentitud al hanyou siendo perseguida por el zorro.

Inuyasha palideció recordando que claramente le había advertido a la anciana no salir de la cabaña hasta que él encontrara la forma de mantener a todos a salvo, tal parece que no es capaz de quedarse un tiempo quieta.

—¡Tienes que cortar los cabellos que las sujetan! —

¿Cabellos? ¿Esa herida le estaba afectando el cerebro?En ninguna parte de su alrededor podía presenciar algo parecido a algún cabello.

—Maldición, si Inuyasha no es capaz de verlos esta pelea jamás terminará. — La anciana murmuró siendo solamente escuchada por Shippo.

—¿Tú puedes verlos? — Shippo pregunto recibiendo un movimiento de cabeza en afirmación. —¿Y por qué no le dices? — Kaede rio sin nada de gracia.

—Son muchas mujeres, no podremos con todas. —

Inuyasha no tenía más que esquivar los ataques con objetos punzantes de las mujeres que levitaban cómo si algo las sujetara de sus brazos¿Acaso era allí donde los cabellos que Kaede mencionaba se encontraban? Pero no hay forma de acercarse allí sin intentar lastimarlas ¿Cómo podría ayudar?

Entre medio de esquivadas sintió un fuerte agarre en su brazo que lo empujó hasta un árbol cercano de allí donde todo su cuerpo se vio sujeto por algo que él no lograba presenciar, tal como Kaede menciono. Se sentía como miles de hilos apretando sus brazos y piernas el doble de fuertes que las espinas de su anterior hechizo, se aferraban tanto a él que por un momento creyó que terminaría desmembrado, era simplemente insoportable.

Resulto imposible dar toda la fuerza cuando otro hilo se enredo alrededor de su cuello, cortando su habilidad para respirar hasta que la combinación de dolores lo mareo. Estaba en un extremo de sí mismo, deseaba salir, mas ya no tenía fuerza para continuar.

Del otro lado, gritando su nombre desesperado, la anciana observo como los ojos dorados del hanyou de apoco se tornaban de un leve color esmeralda, las ramas del árbol al que se mantenía atado se alargaron hasta parecer la forma de un grupo de tentáculos, es ahí que notó lo que estaba haciendo. Fueron esas mismas ramas las que cortaron los hilos que sujetaban a Inuyasha, más especificamente aquel que sujetaba su cuello, logrando que este fuera liberado al instante, cayendo al suelo entre toces.

Las demás mujeres, también controladas por los hilos de cabellos, estaban por caer al suelo en seco al ser dejadas por el enemigo invisible, solo que Inuyasha aún débil por perder el aire usó su Elemento para que las mismas ramas que lo salvaron sujetaran a las aldeanas antes de tocar el suelo, terminando recostadas con delicadeza, las armas blancas a un lado de sus inertes pero vivos cuerpos. Kaede dio por ganada la batalla.

Pero aún faltaba alguien ahí.

—Kagome... ¡Kagome! — Llamo, con tal fuerza que hasta incluso el hanyou que se recuperaba a unos metros logro escucharla, sin embargo, su llamado no fue respondido.

—¿Kagome no está aquí Señora Kaede? — Preguntó Shippo, igual de desconcertado que la mujer mayor.

—No la he visto. Inuyasha ¿Dónde...? —

—Dijo que quería volver a casa, intenté detenerla, pero... — Interrumpió a Kaede sin querer mencionar por último la forma en la que Kagome lo detuvo a él, o el hecho de que fue por sus propias palabras que ella se marchó.

—Esto está mal, Kagome tiene el fragmento de la joya y si un Youkai está acechando por los alrededores ella estará en peligro. — El pánico inundó su voz.

Ignoro los pedidos de Shippo de detenerse cuando se levantó del suelo y comenzó a correr hasta un rumbo cualquiera, tropezando en el intento.

Inuyasha llegó rápidamente para sujetarla, evitar otras heridas innecesarias aumentaría su vida al menos por un poco más. Nunca vio venir la manera tan suplicante con la que Kaede lo observo luego de aferrarse a sus ropas, tan acostumbrado a las otras miradas llenas de rencor.

—Por favor Inuyasha, encuentra Kagome, debes mantenerla a salvo, a ella y al fragmento. —

Aceptó, no tenia otra opcion, fue por él que ella se marchó después de todo y tenía que pagarlo de alguna manera.

Encontró la forma de mantener a la anciana a salvo en el tiempo que él estuviera buscando a Kagome. Decidió llevarla al mismo árbol dónde ambos jóvenes se conocieron. Chocaron con algunos cabellos en el camino descubriendo que efectivamente sea quien fuese ese Youkai estaba acechando por todos los rincones cercanos al pueblo por razones aún desconocidas.

Al llegar Kaede fue recostada sobre el árbol e Inuyasha tras pensar por unos momentos terminó por poner sus manos sobre el pecho de la anciana y luces de tonos verdes cubrieron parte de su cuerpo antes de que hojas y hermosas flores crecieran a su alrededor, camuflando su presencia en el bosque con su aroma.

—Te animas a usar tu Elemento finalmente ¿y me conviertes en un árbol más? — Kaede bromeó.

Inuyasha río sin gracia y se levantó del suelo preparado para irse no sin antes mirar por última vez a la anciana con el fin de contarle su plan.

—De esta forma no serás reconocida por ese youkai ya que tu olor fue camuflado con las flores — Observo al bosque. — Buscaré a Kagome y cuando la encuentre regresaré por ti. — Sonaba seguro de lo que decía, pero Kaede sentía una pequeña sospecha en todo eso.

—¿Estás seguro de que recordarás hacerlo? Ni se te ocurra abandonarme. —

—Descuida, regresaré. Y al menos espero que sigas viva para ese momento. —

Comenzó a caminar lejos de ella escuchando de fondo un grito de "No te olvides de mí", que le causó una pequeña risita, de vez en cuando convivir con esas personas llegaba a ser confortante. Pero no era el punto, tenía otra misión que cumplir. Shippo estaría en la aldea cuidando que ninguna aldeana sea controlada una vez más, dejar a un niño esa tarea era una idea terrible, pero con Kaede herida no quedaban muchas opciones. Por ahora, solo se centrará en encontrar el paradero de Kagome antes de que esa niña cometa otro desastre inconscientemente, si es que ya no lo hizo.

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