II - Azocar

Tras una semana de intensos dolores, cansancio y mareos, comenzaba a sentirse como él mismo de nuevo. Aún necesitaba beber grandes cantidades de agua, su garganta seguía lastimada, y cada ciertas horas le daban fuertes escalofríos2, pero se sentía mucho mejor, a pesar de que sus piernas necesitaban más tiempo para recuperarse.

Notaba además cierta confusión en la gente que le curaba. Inicialmente, había presentido un daño irreparable en algún órgano interno, guiándose por las miradas de aquellas diestras mujeres. Sin embargo, parecía que todo su cuerpo quería llevarle la contraria al destino. El dolor disminuía, y ellas parecían no entender lo que pasaba. Él mismo no entendía lo que ocurría.

Y no era sólo la situación en sí. Realmente no había logrado comunicarse con nadie después de aquel primer día. Estaba seguro de que era griego lo que hablaban, pero parecía que un velo cubría la parte de su cerebro que debía comprenderlo. Junto a su cama descansaban varios libros, llevados ahí por Clímene la primera noche. Tal y como pasaba con sus hábiles doctoras, era incapaz de comprender la mayoría de su contenido.

Contenido que, además, necesitaba. Por lo que había logrado descifrar, en esos libros se describía todo lo relativo al Santuario del Mar. Había visto bocetos de las Escamas, nombres, rangos, reglas, crónicas. Si tan solo entendiera más que algunas palabras.

Fastidiado de aquel idioma tan cercano como desconocido, dejó el libro que sostenía y se acomodó en la cama buscando una posición donde la punzada de dolor que le perforaba el costado derecho del cuerpo se detuviera.

Dos toques en la puerta detuvieron el hilo de sus pensamientos. –Adelante –. Hizo una mueca. ¿Y ellas le entendían a él, siquiera?

Clímene apareció en el quicio de la puerta. Vestía ropajes de entrenamiento y llevaba el cabello atado en una coleta alta.

La mujer le intrigaba. Leía en sus rasgos una edad cercana a la suya, y una astucia discreta detrás de sus ojos avellana. No había regresado más que para dejarle aquellos libros que era incapaz de leer. ¿Por qué, justamente, quería que aprendiera sobre aquel lugar? ¿Por qué le daba información?

Clímene le dirigió un saludo, o eso supuso. Tampoco eso lo entendió. Como leyendo su mente, ella señaló las Escamas del Dragón Marino, que descansaban a los pies de la cama. Kanon frunció el ceño. ¿Quería que se las pusiera? La miró a ella nuevamente, que asintió.

Se puso de pie y llamó a los ropajes marinos que en segundos ya cubrían su cuerpo.

– ¿Me entiende ahora? – su escucha alzó la ceja, pero ella continuó sin dejarle responder. –Los atlantes llevamos mucho tiempo aquí, mi señor. Nuestro griego es… bueno, ha evolucionado de una forma distinta al suyo.

– ¿Por qué puedo entenderte con las Escamas?

–El dios Poseidón eligió a la Primera Generación entre los hombres más fuertes del mundo. Eran hábiles, sí, pero también provenían todos de tierras lejanas y diversas. Cuando creó las Escamas, las bañó en su cosmos divino, que tiene la capacidad de entender cualquier idioma, pasado y futuro.

Estaba aturdido. ¿Primera Generación? ¿Escamas traductoras? Toda su vida había creído que las Cloths eran superiores a cualquier otro ropaje sagrado. Entendió que, sencillamente, era la versión de la historia que le habían contado. Comenzaba a marearse otra vez.

–Mi señor…

–Kanon. Mi nombre es Kanon –. Se preguntó cuántos años habían pasado desde la última vez que había dicho su propio nombre en voz alta, y una nueva punzada de dolor lo atravesó. "Ahora no".

–Disculpe, señor Kanon. Como mi superior, yo no puedo…

–Deja la formalidad.

La sirena lo miró a los ojos, apretando los labios. Detuvo su mirada en las Escamas, como si dudara. Finalmente, pareció reunir valor suficiente antes de volver a hablar.

–Sé de dónde vienes, Kanon –. Su pulsó se disparó, pero la tranquilidad de la mujer le hizo contenerse. Quizás debía escuchar todo lo que tenía que decir. –Sé que rompiste el sello del Tridente, que había permanecido robado y oculto en los dominios de Atenea.

¿Tendría toda la información? –Y aun así, me trajiste.

–Lo hice – asintió la mujer –, lo hice porque sentí el cosmos del señor Poseidón. El Tridente quería volver a su hogar cuanto antes, pero tú no lo soltaste. Nadie habría soportado la fuerza divina con la que el Santuario Marino lo reclamaba de vuelta… a menos, claro, que fuera alguien capaz de dominar el cosmos.

Se acercó y tomó en sus manos uno de los libros, el que parecía el más antiguo. –Decidí correr un riesgo en nombre de Atlantis.

– ¿Traerme fue un riesgo? – contuvo su cosmos. "Déjala terminar".

–No. Eso fue solo una molestia menor. Llevarte tan cerca del Recinto Principal… Ese fue el riesgo. Claro que el riesgo era para ti –. Dejó el libro en sus manos y lo miró a los ojos. –Pero tenía razón.

El rubio observó el libro.

"Fundación."

Así que ahora también podía leer su contenido.

–No necesito ninguna otra prueba sobre quién eres. No es la primera vez que un General es traído desde la superficie sin saber nada sobre nosotros. Aquí encontrarás todo lo que necesitas. Si algo hace falta, entonces yo misma te lo diré. Y no te preocupes, no le contaré a nadie sobre tus orígenes.

Clímene comenzó a caminar hacia la puerta, y sólo hasta llegar se giró para mirarlo una vez más. –Es un gusto tenerte entre nosotros, Trierarca3 Kanon.

- o - o -

Cerró el libro, abrumado. La cabeza le daba vueltas. Todo estaba ahí, escrito por manos muertas milenios atrás.

Se llevó las manos a la sien, con aquellas líneas aún grabadas en su mente.

"El Trierarca se alza de entre los Siete Generales Marinos, dirigiéndoles como su comandante. Como mano derecha de Ennosigeo4, tan sólo él y el dios pueden sostener el peso de los Siete Mares con sus cosmos.

A menos que Poseidón o el Trierarca lo permitan o estén presentes, nadie más podrá entrar en el Recinto Sagrado donde las Escamas esperan a sus portadores. De intentar hacerlo, el peso de los Mares acabará con sus vidas".

Ahora entendía la conmoción de toda esa gente. Era absurdo. ¡Claro que había podido entrar, Poseidón estaba presente! Y ellos, idiotas, creían que él era su líder; uno que, a decir de aquel libro, la reacción de todos y el estado mismo de Atlantis, llevaban siglos esperando.

Recordaba vagamente algo sobre un Santo que había usurpado las Escamas del Dragón Marino. Conocía la historia (por eso el nombre de aquellos ropajes fue el primero que cruzó su mente) y los breves comentarios sobre cómo Atlantis estaba abandonado. Sin embargo, aquello había ocurrido hace más de 200 años, y para entonces ya se hablaba del abandono del lugar. ¿Cuántos años llevaban realmente esperando?

Continuó hojeando el libro tratando de despejar su mente.

"Para prevenir ataques a traición, los Generales Marinos son los únicos que podrán activar las Puertas Marinas. Éstas les llevarán directamente al Pilar que deseen.

Mientras los Generales sigan con vida, todos en el Reino de Atlantis podrán usarlas. Se dice que tras la muerte de un General, su cosmos perdurará sólo unas horas en los alrededores, permitiendo que la zona sea evacuada antes de que el Pilar caiga".

Al menos no tendría que preocuparse por subir y bajar cientos de escaleras. Se reacomodó y trató de concentrarse en la lectura, en lugar de la inquietud que comenzaba a dominar su cuerpo.

"Cada General Marina será siempre acompañado por una Sirena y un Cetus. Las Sirenas se encargarán de proteger a los atlantes en ausencia de los Generales. Los Cetus-".

Así que eso era Clímene. Se preguntó de qué Pilar se encargaba. Pasó más hojas.

"Sólo las mujeres poseen las cualidades necesarias para dedicarse a las artes de la sanación. Si un hombre lo intentase-".

Cerró el libro. Era imposible. Dirigir el Santuario del Mar, tan fácil, sin ninguna complicación. La idea se le antojó absurda.

Volvió a la lectura. Más páginas. Referencias a los Siete Pilares originales, con menciones a los mares de la antigüedad (¡esos libros tenían explicaciones para todo!). Historias sobre otros soldados de alto rango. Técnicas, combates importantes. Menciones de los Santos de Atenea que habían enfrentado Marinas.

Otro libro. Bocetos de las Escamas, historias sobre sus nombres; los guerreros de la Primera Generación, mencionada por Clímene. No, no lograba concentrarse.

Un libro más. Detalles sobre tesoros y reliquias en posesión de Atlantis, informes sobre el Infierno, sobre el Santuario. Se detuvo brevemente, sorprendido por la información que tenían. Nombres que reconocía: Dégel, Kardia, Unity. Páginas enteras que hablaban sobre los guerreros de Bluegrad.

¡En el Santuario de Atenea apenas y sabían algo sobre Atlantis!

Siguió hojeando un par de libros más. Se detuvo en la descripción de la armadura de Caribdis y fue cuando la inquietud que sentía se transformó. Sintió como si un relámpago hubiese iluminado la habitación.

Era tan sencillo que ahí radicaba su encanto. Una sonrisa comenzó a dibujarse en su rostro.

Aquellas personas realmente creían –¡y confiaban!– que él era el trierarca de aquella generación. No pedían explicaciones porque no las necesitaban, tal y como Clímene se lo había dicho. Ni siquiera se les había ocurrido que era el cosmos de Poseidón lo que le había permitido entrar en aquella habitación. No, ¿por qué habrían de hacerlo? Para Atlantis, a partir de ese momento, era él quien comandaría al resto de los Generales, quien decidiría qué hacer, cuándo y cómo.

Su desesperación les daba una fe ciega, dispuesta a aceptar cualquier pequeño destello de salvación. Y él estaba listo para darles las migajas que tanto anhelaban.

La sonrisa se convirtió en una carcajada. Ah, Clímene había sido tan tonta. Era la única que sabía de dónde provenía, lo que significaba que podía deshacerse de ella y eliminar así cualquier prueba que le atase a la orden ateniense. Cualquier duda quedaría borrada.

Pero aún no, aún no. Necesitaba más información.

Todavía sonriendo, y con un brillo inusual en los ojos, decidió descansar. Después de todo, ahora tenía a todo un Santuario qué dirigir.

- o - o -

Cuando sus hábiles médicas llegaron a la mañana siguiente, tenía las Escamas puestas.

Con una sonrisa con la que –sabía– podía conquistar rápidamente a la gente, agradeció sus cuidados. Ellas, sonrientes también, le compartieron lo sorprendidas que estaban ante su rápida recuperación.

Tuvo que quitarse la armadura para que lo revisaran, y volvió a ponérsela para escuchar las nuevas observaciones de las mujeres. Sí, había estado a punto de perder un riñón, pero ahora los daños parecían menores.

– ¡Sin duda los dioses le protegen, trierarca!

Sabía cuándo sonreír, cuándo callar, y cuándo alzar las cejas con fingida expresión de asombro. Siempre había sido bueno ganándose la simpatía de la gente y aquella no iba a ser una excepción. Mucho menos ahora que las personas sabían bien quién era él.

Cuando se quedó solo nuevamente, decidió que era ridículo tener que usar las Escamas cada vez que necesitara comunicarse. Buscó un libro con hojas en blanco y arrancó unas cuantas.

El proceso sería tedioso, pero Roma no se había construido en un día.

- o - o -

Necesitó un total de dos semanas para recuperarse por completo, y dos más para dejar de sentirse como, vaya ironía, pez fuera del agua. Clímene ya le había llevado una libreta en blanco que estaba por necesitar un reemplazo.

La rutina que se había establecido era muy sencilla: después de desayunar, la Sirena aparecía. Kanon le hacía preguntas, cuyas respuestas anotaba presto en su libreta. Entonces, se despojaba de sus Escamas y leía en voz alta sus anotaciones en griego. Clímene, paciente, repetía los términos, esta vez en el dialecto arcaico.

Las risas cada que pronunciaba algo mal o cuando ella descubría una evolución curiosa de alguna palabra fueron apareciendo poco a poco.

Aunque Clímene parecía querer creer , notaba cierta suspicacia en ella. Sin embargo, le había seguido proporcionando lecturas e información. Ahora conocía el nombre e historia de cada Escama, las técnicas más fuertes de los mejores Marinas, y hasta leyendas que los atlantes atesoraban. También sabía ahora que Clímene estaba asignada al Pilar del Atlántico Sur.

Su táctica había resultado perfecta. No sólo estaba logrando comunicarse, sino que al aprender aquel dialecto en desuso y hacer preguntas inocentes, había mostrado un interés y una humildad que aquellas personas no parecían esperar (porque, por supuesto, también había entablado breves conversaciones con sus doctoras, que le felicitaban siempre por sus pequeños progresos lingüísticos).

Pudo darse cuenta de cómo el recelo de la guerrera iba desapareciendo cada que intercambian palabras e historias, y ella dejaba caer sus defensas con una sonrisa que era a la vez sincera y agradecida.

Y, debía admitirlo, era buena compañía. Sus descripciones eran precisas, sin adornos, y además era una fuente inagotable de información. Le daba no sólo la "versión oficial", como ella misma la llamaba, sino la que corría entre las calles de Atlantis (¡había calles!).

– ¿De qué hablaremos hoy, Sirena?

–Creo que las Familias de Atlantis son un buen tema.

El griego enarcó una ceja. –Ocho familias principales, que dirigían y protegían al resto de los atlantes. Ya leí sobre ellos.

–Claro, pero no sabes qué pasó después de la caída, ¿ah?

–Tienes mi atención.

Aquel día habían decidido caminar en los alrededores del Pilar del Atlántico Norte, aunque no por elección propia.

La guerrera llevaba días señalando los arreglos que deberían hacer a las estancias interiores del lugar, y él no se había negado. Después de todo, ser gemelo significaba no tener algo propio hasta alcanzar cierta edad y, en su caso, ni siquiera eso.

Había revuelto ya muebles, libros, e incluso encontrado lo que parecían ser bitácoras de los antiguos Dragones Marinos. El lugar tenía diferentes habitaciones, algunas con usos obvios, otras simplemente con objetos antiguos arrumbados. Sí, era hora de una renovación.

– ¿Recuerdas a la familia más importante? – la voz firme de Clímene lo trajo de vuelta.

–La familia Solo, sí. Descendientes directos de Poseidón, por eso siempre elige a uno de ellos como su avatar.

–Actualmente, hay sólo una persona que podría-

–Julián, pero es muy pronto. Sigue siendo un niño.

Detuvo su andar y lo miró, sorprendida. – ¿Cómo… ?

–Poseidón me lo dijo – despreocupado, siguió caminando sin notar la reacción que había causado.

– ¿Él te habló… ?

– ¿Eh? Sí, cuando llegué. Soy el trierarca, ¿por qué no habría de hablarme?

Fue hasta ese momento en que notó el rostro de la mujer, la tensión en su cuerpo. –Cl-claro.

Kanon frunció el ceño. –Clímene, ¿hace cuánto tiempo que Poseidón no vuelve?

–Casi 500 años. Él… – su mirada se perdió en el cielo-mar. –Sabemos que despertó brevemente en la última guerra entre Hades y Atenea, pero… No lo entendemos. No sabemos por qué no ha regresado. Ni él, ni ningún General.

–Espera. ¿Ningún General? – hizo un rápido repaso mental de lo que ya sabía. –Eso significaría-

–Que Atlantis está, en su mayoría, incomunicado. Las Puertas no se han usado en siglos.

Clavando su mirada en el Pilar que le correspondía, el griego entendió de pronto todas las implicaciones de lo que acababa de escuchar. – ¿Nadie… ?

–Oh, no algo… absoluto. Los guerreros podemos usar las entradas desde la superficie, pero como podrás imaginar, conlleva varios problemas: salir, llegar al siguiente portal, asegurarnos de que nadie nos siga…

– ¿Yo podría activar el resto de las Puertas?

Clímene lo observó por varios minutos, como si hiciera cálculos mentales, hasta que exhaló, derrotada. –No lo sé. No hay registros sobre eso.

Por primera vez, Kanon notó el cansancio en la voz de su informante. Cerró su libreta y comenzó a caminar hacia el Recinto Principal.

–Bueno, parece que tenemos mucho trabajo por hacer.

1. En habla marinera, 'azocar' significa apretar bien un nudo.
2. Los síntomas de Kanon son de deshidratación, que probablemente también le hubiera hecho perder los riñones. Se salvó porque "cosmos sanador de Atenea".br /
3. Un trierarca era el comandante de un trirreme (barco de guerra) en la Antigua Grecia. Financiaba la nave y a la tripulación, pero inicialmente dirigía también la parte táctica, y para fines prácticos de este headcanon usaremos esa idea.
4. Ennosigeo es uno de los epítetos de Poseidón.

Sí, Escamas traductoras, porque... miren, me gusta la lingüística. Obviamente no iban a entenderse, y mi ñoñez necesita una explicación a que pueda comunicarse con el resto de los Generales sin problemas. Si las Cloths pueden curarse a sí mismas, las Escamas han pasado todos los niveles de Duolingo because I said so.