DISCLAIMER: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer pero todo lo demás es mío.

.

.

Mayo supuso un respiro al dejarnos salir a la calle a pasear.

El día dos de mayo madrugué y salí a pasear a las siete de la mañana esperando encontrarme las calles vacías pero no fue así. Las calles estaban llenas de gente y pese a llevar mascarilla, podías adivinar la sonrisa en la cara de todos.

A mitad del paseo me sentía tan incrédula respecto a la sensación de estar en la calle libremente, bajo el sol mañanero y rodeada de gente, que me tenía que controlar para no estallar en carcajadas de felicidad.

Hablaba con mis padres casi todos los días por videollamada. Tras muchos intentos y varios tutoriales de youtube aprendieron a hacer videollamadas con su móvil.

Con mis amigas hablaba a diario por whatsapp y hacíamos alguna videollamada pero con menos frecuencia que en marzo.

El ritmo de comunicación no había cambiado con Garret y Giselle y nos manteníamos fieles a la videollamada de los viernes por la noche donde hacíamos algún juego, comentábamos algún vídeo…

No así con Edward con quien la comunicación era constante. Antes cuando estábamos separados hablábamos mucho pero respetábamos los tiempos de cada uno al saber que el otro estaba trabajando, o con otras personas. Ahora no, intercambiábamos whatsapps a todas horas y al menos hacíamos una videollamada al día.

Finalmente pinté las paredes de mi piso de color blanco. Tardé varios días porque estuve moviendo los muebles de un lado para otro para evitar mancharlos pero estaba feliz con el resultado.

En el trabajo nos habían metido en un ERTE, expediente de regulación temporal de empleo. Un mecanismo a través del cual la empresa suspendía su relación laboral con los trabajadores debido a una situación adversa hasta que ésta termine. Por lo que ahora mismo no estaba trabajando pero recibía parte de mi sueldo. Esta situación no tenía fecha de fin pero esperaba poder reincorporarme a la oficina cuanto antes.

El máster estaba casi finiquitado, tan solo faltaba terminar el trabajo final de máster y podría obtener el título.

Tras el paseo me di una ducha refrescante que fue interrumpida por el sonido del telefonillo. Di un respingo en la ducha, pues era la primera vez que escuchaba el sonido en más de dos meses.

Me envolví en mi albornoz y salí a abrir la puerta.

Como la vez que pedí el cargador, el repartidor me esperaba en la calle con una caja mediana de cartón en las manos.

En cuanto cerré la puerta de mi casa dejé la caja en la encimera de la cocina y la abrí con un cúter.

Venía en una bolsa de tela con cierre de cordón ajustable.

Saqué el objeto de color oro rosa y empecé a reírme.

Lo encendí para comprobar que funcionaba y puse la zona de la ventosa con el agujero sobre mi mano.

Hice una foto del juguete y se la envíe a Edward.

No sé si después de esto voy a necesitarte

Iba a guardarlo de nuevo en la caja para ir a secarme el pelo pero recordé que ya que estaba cubierta únicamente por un vestido, ¿por qué no?

-Probémoslo- dije bajándome el vestido y encendiendo el satisfyer.

Sin preliminares ni preparación alguna puse la boquilla directamente sobre mi clítoris y la sensación me sorprendió.

El cosquilleo fue inmediato y lo que empezó solo en mi clítoris continuó expandiéndose por todo mi cuerpo.

Tardé en correrme un minuto.

-Joder- digo apagándolo y dejándolo encima de la mesa.

No puedes compararlo con una succión de una boca pero sin duda estaba muy bien si no tenías un hombre cerca.

Aun recuperándome sonó el tono de notificación del whatsapp de mi teléfono. Tenía tres mensajes de Edward:

Quién no conoce a Dios a cualquier santo le reza

Es un mal sustituto de mi lengua

Te aconsejo que pruebes con ambos a la vez

No recuerdo tu lengua

Le contesto.

Edward se ríe y volvemos a retomar la cordura de la conversación.

Es un regalo para ambos. Quiero verte usándolo esta noche

Me pide.

Ya veremos…

Le respondo.

El sexo virtual se había convertido en un buen pasatiempo y en un nivel más de intimidad entre los dos. Disfrutaba de compartir con Edward ese momento así como conseguía placer claro, pero cada vez que lo hacíamos era un recordatorio de que no podíamos estar juntos.

Cuando la sensación del orgasmo se disipaba y cortábamos la llamada no podía evitar que la soledad me invadiera. Era en el momento que más vacío sentía.

Edward no sabía nada de esto.

Solo esperaba y esperaba a que tal y como se oía en la calle con la llegada del verano la incidencia de casos bajase y pudiéramos volver a la normalidad, con mascarillas, pero con normalidad. Y esa normalidad venía de la mano de volver a reunirme con Edward, no sé si él podría venir a España o ir yo a Estados Unidos, o quizás ir a cualquier otro lugar. Donde sea pero poder vernos.

Esa noche, aprovechando el buen tiempo, decidí salir a la terraza con mi copa de vino para hacer la videollamada con Garret y Giselle

-Hoy hemos estado en el ginecólogo- nos explica emocionado Garret.

-¿Todo bien?- pregunto dando un sorbo a mi verdejo.

-Para Edward y para mí sí- contesta contenta Giselle- ¡es una niña! Bella, Garret, a pagar.

Los cuatro nos reímos felices por la noticia.

Me daba igual haber perdido la apuesta sobre el sexo del bebé. Giselle y Edward habían apostado a que sería una niña desde el principio, Garret decía que sentía que era niña pero que él apostaba porque fuera niño y yo estaba convencida de que en esa barriga de seis meses había un mini Garret.

Nos enseñaron la habitación del bebé pintada en tonos marrones y beige y después Giselle nos empezó a hablar de los cambios del embarazo y blablabla.

Había escuchado a Rose hablar sobre todo eso durante su embarazo y en ese momento me había interesado poco así que ahora mucho menos.

Intenté que no se me notara en la cara pero creo que no hice bien mi trabajo.

-Os estamos aburriendo, lo siento, es que estamos emocionados- dice Garret dando un beso a su mujer.

-No, no- comenzamos a negar Edward y yo.

-Yo me alegro mucho por vosotros, es solo que no entiendo mucho de bebés y lo que me cuentas me suena a chino- confieso y miento.

Los cuatro nos reímos y cambiamos de tema.

Antes de terminar la videollamada, Edward me manda un whatsapp pidiéndome que no me desconecte cuando Garret y Giselle se vayan.

Frunzo el ceño extrañada pero le contesto con un ok.

Cuando la pareja se despide yo cojo el portátil junto a mi copa de vino y me meto dentro de casa porque comienza a refrescar.

Me tumbo boca abajo en mi cama con el portátil frente a mí.

-¿Y bien?- comienzo yo.

-Hoy he hablado con el dueño de Ushuaïa.

-¿Con Yann Pissenem?

-Sí. No van a abrir los clubs este verano- me informa serio.

-¿Por qué no?- digo poniéndome nerviosa.

Si los clubs no abren significa que esa normalidad que tanto ansío no va a llegar ni siquiera en verano.

-Porque sanidad en España va relajando las medidas pero no creen que sea prudente abrir las discotecas, ni ningún tipo de ocio nocturno.

-Entonces no vendrás a España este verano- digo triste.

Edward suelta una risa simple.

-No voy a tener sets en España este verano, eso es lo que te estoy diciendo.

-Ya…- digo poniéndome en un modo aún más pesimista.

-Voy a ir a España, es el primer sitio al que voy a ir, pero voy para estar contigo no para trabajar.

-Pero estarás un par de semanas y te irás. Si no trabajas en España trabajarás en cualquier otra parte del mundo, lo que hace que sigamos a distancia el uno del otro.

-¿Tú crees que después de estos putos dos meses separados a mí me va a valer con verte un par de días y volver a irme?- me pregunta serio.

-A mí no me vale- me adelanto a responder.

-Ni a mí- contesta sonriendo- Por eso quiero proponerte algo.

-¿El qué?

-He pensado que este verano seguramente no vaya a tener mucho trabajo sobre los escenarios y tú de momento no trabajas.

Asiento.

-Yann me ha dicho que la entrada de turistas extranjeros va a estar. Podremos pasar el verano juntos en España.

-¿Sí?- pregunto emocionada.

-Sí- ríe él.

-¿Vendrías a Barcelona?

-No exactamente. Había pensado en que podríamos quedarnos en Ibiza. Alquilar una villa y estar allí hasta que volvamos a trabajar. Como te he dicho no creo que viaje mucho este verano, no tengo ningún set agendado hasta octubre y si tú te reincorporas al trabajo en… digamos agosto por ejemplo pues nos vamos a Barcelona. Te propongo Ibiza porque asumo que querrás salir de tu casa pero si no yo puedo ir a Barcelona y quedarnos allí.

-Me gusta Ibiza. ¿Cuándo vamos a poder viajar?- pregunto ansiosa.

No solo Edward no puede entrar en España, si no que yo tampoco puedo salir de Barcelona. Cierre perimetral lo llama el gobierno.

Edward suelta una carcajada.

-A tanto no llego cariño, vamos a suponer que para junio.

-Junio, aún queda, pero saber que hay una fecha tope para vernos me ayuda- sonrío- ¿y la villa quiénes la cogeríamos?- pregunto empezando a viajar mentalmente a Ibiza.

-Tú y yo.

Subo las cejas sorprendida.

Ibiza es sinónimo de amigos, de compartir casa. Edward siempre comparte la villa donde se queda con otros djs.

-No me apetece estar con nadie más por ahora. Seguro que David, Armin o Martin se pasan por allí pero no quiero que sea una casa de visitas como estamos acostumbrados.

-Me alegra que hayas desarrollado el síndrome de la cabaña porque yo tampoco quiero compartirte con nadie- confieso riendo.

-¿Síndrome de la cabaña?

-Nos hemos acostumbrado a estar aislados y metidos en casa y ahora nos cuesta relacionarnos con los demás.

-Lo tengo- me confirma riendo- ¿quieres que empecemos a buscar una villa? No creo que haya mucho problema para encontrar una.

-¿Solíais cogerla con alguna empresa de alquiler?

-Sí.

-Dame su web a ver qué hay-

Me meto en la página que me envía Edward por whatsapp y veo un montón de villas espectaculares.

-Me gustaría la zona de Sant Josep- me dice él.

-Santa Eularia también está genial.

-Eivissa ni hablar y San Antonio tampoco- me responde.

-Sant Josep, Sant Joan y Santa Eularia- digo ajustando los filtros de la web.

Eivissa es el centro de la isla, donde está Dalt Villa y playa d'em Bossa. Es muy turístico y muy comercial mientras que San Antonio también es muy turístico y aclamado por los viajeros de nacionalidad británica y alemana, la zona guiri, intentar dormir en alguna de esas zonas en pleno verano es simplemente imposible.

Sant Josep, Sant Joan y Santa Eularia son zonas más familiares, más auténticas, menos turísticas, aquí puedes encontrar el espíritu ibicenco con más facilidad.

-Que tenga por lo menos cuatro habitaciones- me pide Edward.

-¿Para qué tantas?

-Una para nosotros, el dormitorio, otra para mí, el estudio de música y las otras dos para visitas.

-Has dicho que no querías visitas- le recuerdo.

-No quiero convivir con más personas además de ti pero supongo que querrás que vengan tus amigos, tus padres… no sé.

-¿Quieres que vengan mis padres a vernos?

-En agosto, sí.

Me río.

-¿Habremos tenido suficiente el uno del otro para agosto?

-Lo dudo enormemente pero habremos tenido lo suficiente como para poder estar en la misma habitación sin tocarnos.

Ambos nos reímos de su comentario exagerado.

Continuamos mirando villas y seleccionamos unas tres o cuatro en Santa Eularia.

Es casi la una de la mañana y estoy dando cabezazos contra el ordenador cuando me despido de Edward.

.

Mayo pasa rápidamente preparando el viaje a Ibiza. Aun no sé cuándo voy a poder viajar pero sé que en algún momento del verano podré hacerlo.

El calor inunda las calles de Barcelona dejando paso a un verano que sin darnos cuenta ya estaba aquí tras una primavera encerrados.

Mis padres están un poco decepcionados cuando les digo que voy a irme con Edward a Ibiza.

-Pensé que lo primero que harías al terminar la cuarentena es venir a vernos- me dice mi madre.

-Iré a Londres pero no sé cuando.

-Pero antes de tus padres está tu novio, ¿no?

-Renée- le advierte mi padre.

-Pues sí, le echo mucho de menos y es la persona que más me urge ver. Eso no quita que no tenga ganas de veros a vosotros.

-Lo entendemos Bells- dice mi padre.

Contra todo pronóstico el gobierno de España hizo un movimiento inesperado y muy criticado antes de que finalizase el mes de mayo: permitir la entrada de viajeros procedentes de otros países cuando los residentes en España no podíamos movernos aún a otras ciudades.

Algo que me frustraba y enfurecía pero que me alegraba al mismo tiempo.

Porque Edward podía viajar ya a Ibiza pero yo aún no.

Habíamos alquilado una villa para el mes de julio con posibilidad de ampliar el alquiler a agosto en la zona interior de Santa Eularia con piscina, gimnasio, terraza, jardín y habitaciones suficientes para nosotros y para las visitas.

-Me das mucha envidia- le digo a Edward por videollamada el día de antes de su partida.

Está haciendo las maletas y su vuelo sale en unas horas.

Me da envidia pero a la vez me siento eufórica por tenerle más cerca y en el mismo huso horario.

-21 de junio nena- dice doblando un bañador.

-10 días- digo cerrando los ojos y cruzando los dedos.

-Me siento un poco contrariado-

-¿Por qué?

-Porque el plan era estar juntos.

-Me gustaría mucho llegar a la villa contigo, los dos al mismo tiempo- coincido con él- pero saber que estás más cerca me hace sentirme mejor. Y luego juntos todo el verano.

-Me muero de ganas-

-Y yo-

-¿Has comprado ya el billete?- me pregunta.

-Sí. 21 de junio a las 8 de la mañana, voy a tener que madrugar, pero compensará- sonrío.

-¿Quieres que vaya a buscarte al aeropuerto?

-¿La verdad?

Asiente con la cabeza al otro lado.

-No. No quiero que la primera vez que te vea después de tres meses sea llevando ambos mascarilla, teniendo que medir la distancia y salvar miradas de reproche. Estoy harta de que todo el mundo se crea policía y no quiero que nada ni nadie empañe ese momento. Quiero que me esperes en casa donde podré verte y besarte sin limitaciones.

-Vale, te compro tu idea. ¿Qué suena?- pregunta extrañado.

-¡Ah es la hora del aplauso sanitario!- respondo levantándome para acercarme a una ventana.

-¿El qué?

-El aplauso para los sanitarios por arriesgar su vida para salvar a las personas enfermas- giro el móvil para que vea como la gente sale a las ventanas y balcones a aplaudir. Es una rutina que se instauró los primeros días del confinamiento y que se ha realizado escrupulosamente cada día a las ocho de la tarde.

-¡Qué bonito!

-La verdad es que sí. He de confesar que yo no lo he hecho pero me parece muy bonito y en los peores días del confinamiento era la única manera de tener contacto con el mundo exterior.

Los diez días hasta mi viaje fueron los más pesados y aburridos.

Es esa sensación que tienes justo antes del final cuando todo se te hace más tedioso y te cuesta un montón llevar a cabo tus obligaciones porque sabes que estás a punto de acabar.

Me dediqué a hacer maletas, vaciar la nevera, incluso llamé a la compañía telefónica y me di de baja el wifi hasta agosto.

Mentiría si dijese que dormí la noche de antes de mi viaje. Estaba nerviosa y la ansiedad recorría mi cuerpo. Estaba mucho más nerviosa que cualquier otra vez que haya quedado con Edward, incluso más que las primeras veces.

Cerré mi apartamento a conciencia, asegurándome de haber echado la doble llave y haber bajado las persianas. Dejaba atrás el lugar donde había pasado encerrada y sola 100 días.

El momento de entrar al aeropuerto fue extraño y sumamente emocionante. Estaba vacío, como la última vez, pero me ponía los pelos de punta en el buen sentido el saber que estar aquí era sinónimo de estar con Edward.

Le mandé un whatsapp sentada en el avión esperando que no lo leyera aun por estar dormido pero me contestó a los pocos segundos deseándome buen viaje.

El vuelo fue corto y sin turbulencias. Los ojos se me aguaron cuando vi Es Vedrá desde la ventanilla del avión y me di cuenta de que esto es real.

La pandemia ha terminado.

El mundo ha cambiado para siempre pero lo peor ya ha pasado.

Ya estoy en casa.

Con Edward.

Sonrío mientras el avión toca suelo ibicenco y tengo que reprimirme las ganas de romper a reír de incredulidad cuando salgo del avión y noto el clima de la isla, su olor y el tono dorado del sol que solo encuentro aquí, en Ibiza.

La recogida del equipaje es rápida e increíblemente no tengo que esperar más de dos minutos para encontrar un taxi libre.

Hay 20 minutos hasta la villa situada en lo alto de una colina y rodeada de un mar de pinares. A ambos nos gustó la idea de no tener vecinos y poder perdernos en nuestra intimidad así que dejamos de lado las ostentosas villas con vistas al mar y nos enamoramos de ésta otra escondida en plena naturaleza.

Escribo a Edward para decirle que ya he llegado pero no lee los whatsapps.

Mis mensajes siguen sin tener tick azul cuando pago al taxista frente a la puerta de la villa mientras la puerta del taxi es abierta desde el exterior.

-Gracias- le digo a modo de despedida al tiempo que coloco la palma de mi mano sobre otra mano que conozco a la perfección y salgo del taxi.

Mi cuerpo está nervioso pero anhelante por este contacto.

Todo encaja.

Por fin.

.

.

¡Por fin juntos! Sé que alguna me mata por dejar la historia ahí pero el encuentro ya lo leeréis en el próximo capítulo.

Perdón por retrasarme en subir el capítulo, la vuelta al trabajo me está quitando mucho tiempo.

¿Cómo os imagináis la reconciliación? ¿Qué ocurrirá cuando a Bella le toque volver a Barcelona o cuándo Edward retome los sets? Os leo.

Como siempre review = adelanto.

¡Gracias!