Capítulo 4
Ryoma no entendía que fuerza se había apoderado de él, que lo hizo actuar de la forma en que lo hizo. Pero el solo escuchar la voz de ese idiota llamando suya a Ayane hizo que olvidara toda compostura. Todo entrenamiento de sobriedad y control se perdió.
¿Qué había ocurrido? ¿Por qué le había molestado tanto oír aquello? Ayane no era realmente su prometida, todo era falso.
Si acaso lo único que había, o debía haber hacia ella, era un sentimiento de respeto y cuidado al ser su acompañante de farsa.
Intervenir cuando Kuno la importuno era correcto, era el proceder adecuado de un caballero, pero descubrir ante todos, especialmente ante los Kuno, el compromiso que el mismo había insistido en mantener secreto hasta su viaje de explotación y por ende su obvia ruptura, ¡era una completa tontería! Ahora su compromiso con los Tendo era casi oficial.
Ryoma trataba de calmar la tormenta de pensamientos que lo abrumaba. ¿Qué demonios había hecho? No era propio de él perder el control de esa manera. El plan, cuidadosamente elaborado para mantener las apariencias sin comprometer su libertad, estaba tambaleándose peligrosamente.
¿Qué era lo que tanto le molestaba? No podía ser celos, ¿o sí? Después de todo, Ayane no le pertenecía, y ambos lo sabían. Pero el solo pensar en Kuno, con esa sonrisa arrogante, creyendo que tenía algún derecho sobre ella, lo llenaba de un malestar que nunca antes había experimentado.
"Esto no es más que un acuerdo," se repitió mentalmente. "Una alianza temporal. Nada más."
Pero esa voz en su cabeza no lograba silenciar la incómoda idea de que ella casi pudo haber estado comprometida con ese idiota. ¿Cómo había sido su relación cuando su padre permitió que Kuno la frecuentara? Las preguntas se acumulaban en su mente, pero la más apremiante era: si Ayane lo había rechazado, ¿por qué ese imbécil seguía creyendo que tenía alguna posibilidad?
El deseo de descubrir lo que realmente había sucedido entre ellos lo consumía. Quizás, pensó, necesitaba saber más sobre el pasado de Ayane. ¿Qué sentía ella realmente cada vez que Kuno aparecía? No podía seguir ignorando lo que claramente estaba nublando su juicio.
— ¿Realmente ibas a comprometerte con Kuno? - hablo finalmente el ojiazul.
El carruaje, que se había inundado de un ensordecedor silencio y solo la mirada fija del hombre frente Ayane, parecía asfixiarla hasta ese momento.
— No respondas— murmuró, más para sí mismo que para ella. —No necesito saberlo.
Ryoma recordó que cuando hicieron su acuerdo de su falso compromiso, ninguno debía preguntar los motivos del otro. Antes no le había dado importancia mientras todo funcionara acorde a sus intereses, pero ahora más que nunca se preguntaba cuál era la razón para que Ayane aceptara aquella farsa y si esta tenía algo que ver con Kuno.
Levantó bruscamente el mentón, dirigiendo su mirada hacia la ventana, apartando la cortina para contemplar el paisaje que se extendía ante ellos. La noche estaba oscura y silenciosa, pero dentro de él, una tormenta de emociones se agitaba.
Ayane lo observó en silencio, sus palabras atascadas en su garganta. Podía sentir la tensión que emanaba de Ryoma, la confusión mezclada con algo que ella no podía descifrar del todo y también deseaba saber, pues tampoco comprendía el arrebato de su falso prometido.
—Nunca iba a comprometerme con Kuno, ¡no estoy loca!
Ryoma regresó la mirada, esperando una respuesta más concreta.
—Tú nunca me has contado por qué aceptaste este compromiso falso. —
—Hicimos un trato —respondió, con una calma que ocultaba su propia incomodidad—. No preguntarnos los motivos, y no complicarlo más de lo necesario. ¿Por qué ahora quieres saberlo?
—Siempre supuse que no querías un matrimonio arreglado. Soy un desconocido para ti, pero la mayoría de los compromisos en nuestro círculo social lo son. Como partido, no creo que tu familia pudiera encontrar algo mejor —dijo Ryoma calculadamente, analizando todos los puntos que podrían haber influido para que Ayane propusiera su peculiar acuerdo.
—¡Eres un idiota egocéntrico! ¿¡Cómo te atreves a insultar el honor de mi familia sugiriendo algo así?! —gritó furiosa Ayane.
—¿Egocéntrico? —Ryoma alzó una ceja, con una expresión completamente fría—. No te estoy insultando, solo señalo las conclusiones obvias. ¿O acaso vas a decir que emparentar con el comandante del imperio no es una posición codiciable? Sin embargo, tu padre me parece demasiado honorable como para usarte en una alianza estratégica —continuó, ignorando su estallido—. Tal vez suene arrogante, pero la mayoría de las jóvenes no ven inconvenientes en un matrimonio conmigo.
—El hecho de que muchas jóvenes puedan suspirar por títulos o posición no significa nada para mí.
—Lo sé. Por eso, a diferencia de otras, te alegraste cuando te dije que no tenía intenciones de casarme, y que nuestro compromiso solo duraría un tiempo. Aún recuerdo las condiciones de nuestro trato: pediste que, cuando llegara el momento, fuera yo quien cancelara el compromiso, pero que no se mencionara que fuiste una pareja inadecuada.
—No veo por qué recordar eso ahora —replicó Ayane, intentando mantener un tono firme, aunque Ryoma detectó un leve nerviosismo en su voz.
—Trato de entender si tus motivos para este acuerdo tienen que ver con Kuno —dijo él, con una voz más baja pero igualmente firme—. Si lo rechazaste, ¿por qué no ha dejado de buscarte? ¿Qué le hace pensar que aún tiene una oportunidad?
Tal vez, pensó Ryoma, Ayane había mostrado algún interés por el joven terrateniente, dándole falsas esperanzas. Después de todo, ella aceptó de buen grado fingir este compromiso por un tiempo. Tal vez, cuando todo terminara, le daría otra oportunidad a Kuno.
—Kuno no entiende un rechazo. Es como si lo ignorara por completo; está convencido de que puede ganarme con su arrogancia —respondió Ayane.
—¿Y tú qué sientes al respecto? —preguntó finalmente Ryoma, con la voz tensa, esperando una respuesta que aclarara sus dudas.
—¿Qué siento? —repitió en un susurro—. Siento que estoy atrapada en una red de expectativas que no son mías.
Ayane tomó una respiración profunda, sus ojos se desviaron hacia la ventana del carruaje, evitando la mirada de Ryoma. Sabía que, una vez dicho, no habría vuelta atrás. Pero, tal vez, sería bueno que él lo supiera.
- ¿Deseas saber mis motivos para aceptar nuestra pequeña farsa? Bien te lo diré.
Quiero algo que es prácticamente imposible para alguien como yo: libertad. No quiero ser una esposa trofeo ni vivir según las expectativas de otros, incluidas las de mi propia familia.
Ryoma frunció el ceño, confundido, pero se mantuvo en silencio. La escuchaba con atención.
—Mi padre tiene buenas intenciones —continuó ella, mientras jugaba nerviosamente con un pliegue de su vestido—, pero ya estoy en edad de casarme, y eso significa que su paciencia tiene un límite. Desde hace dos años las propuestas llegaron a casa incansablemente. Las odié todas.
Ayane recordó como un montón de jóvenes desfilaban ya sea por emparentar con el honorable y rico almirante Tendo, o poseer a la joven belleza salvaje.
- Ya había rechazado dos propuestas formales, incluyendo la de Kuno si rechazaba un compromiso como el nuestro, me quitaría el control sobre la administración de la casa y los campos. No es común que una mujer maneje esas responsabilidades, pero mi padre me lo permitió… hasta ahora.
—Si me caso, ese control pasará a manos de mi esposo. ¿Por que qué noble creería que una mujer tiene las habilidades de administrar sus bienes? ¡Absolutamente impensable! - rió sin gracia- así, todo lo que he hecho, lo que he trabajado para mantener, será arrebatado de mis manos. No quiero vivir una vida donde solo se me vea como una mujer decorativa. Quiero manejar mi vida.
Ryoma la miró fijamente, como si cada palabra de Ayane le ayudara a entenderla un poco más. No era simplemente una mujer que había aceptado un compromiso; era una persona con sueños.
—Así que aceptaste este compromiso falso para ganar tiempo —dedujo, su tono ya más comprensivo que antes—
—¿Y Kuno? —preguntó, buscando una conexión entre sus pensamientos. —¿Él no representa parte de esas expectativas?
Ayane suspiró, la expresión en su rostro se tornó pensativa.
—Kuno es el ejemplo perfecto de lo que quiero evitar. Sus visitas eran insufribles, siempre me llenaba de regalos, lo rechacé de todas las formas posibles, pero por más grosera y antipática que me mostrase parecía que eso solo lo animaba más. - dijo con irritacion creciente.
- Es un hombre con una confianza excesiva en su atractivo, un noble influyente, y a muchas les encantaría tenerlo como esposo. Pero su supuesto amor por mí es egoísta; él no se preocupa por mi libertad, solo por lo que significa para su imagen. Mientras yo solo quiero ser yo misma, no una extensión de lo que él u otro espere.
—Sin embargo, él sigue buscando tu atención —dijo Ryoma, acercándose un poco, como si su presencia pudiera intimidarla—. Eso debe significar algo para ti.
Ayane lo miró, sorprendida por el giro de la conversación.
— ¿Acaso está acusándome de algo, Lord Comandante?— La furia de Ayane hizo que perdiera el trato cercano que habían empezado a desarrollar. - No soy el tipo de mujer que coquetea con las expectativas de los demás, ni siquiera con las de un hombre tan persistente como Kuno.
La frialdad en las palabras de Ayane hizo que Ryoma se tensara, como si el muro que había entre ellos, uno que había comenzado a desmoronarse lentamente, se levantara de nuevo con fuerza.
—No te estoy acusando de nada, Ayane —respondió él con un tono controlado, aunque su mirada seguía llena de intensidad—. Pero no puedes negar que Kuno sigue creyendo que tiene derecho a ti, y ahora que el secreto de nuestro compromiso se ha revelado no permitiré tal acercamiento a mi prometida.
"Mi prometida", lo había dicho de nuevo. Aquella forma en que la llamó hace solo unos momentos frente a todos y que había provocado entrecortar su respiración. Ella aún no sabía qué sentir cuando lo oía hablar tan ferozmente de sí.
— Le recuerdo, milord, que fue usted quien cometió la indiscreción de decir ante todos que estábamos comprometidos.— dijo Ayane, cruzando los brazos frente a su pecho, sus ojos llenos de desafío.
- Entonces, ¿esperabas que dejara que él siguiera sosteniendote de esa forma?
- Si hubiera tardado solo un segundo más, yo misma le habría propinado un golpe a ese atrevido. Pero, lo que digo es... que no debió decir que soy su prometida.- pronunció esto ultimo con titubeo. - Se suponía que el compromiso permanecería en secreto solo para nuestras familias para que cuando terminara el mes lo rompiéramos. Pero ahora se anunciará a toda la aristocracia y romperlo será mas complejo.
Ryoma apretó la mandíbula, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Ayane tenía razón en cada palabra. Había cometido un error que ahora complicaba las cosas más de lo que hubiera imaginado. Solo debía mantener el compromiso por un corto tiempo, lo suficiente para que sus tíos dejaran de presionarlo sobre su futuro y poder cumplir su misión en Rusia sin más distracciones. Después, el plan original era romper el compromiso discretamente, asegurándose de que las familias involucradas no sufrieran daños en su reputación.
Pero ahora, con el anuncio público, todo eso había cambiado.
—Lo sé —admitió finalmente, bajando la mirada por un instante antes de volver a encontrarse con los ojos de Ayane—. No fue mi intención complicar esto más de lo necesario.
Ayane permaneció en silencio, observando cada movimiento de Ryoma, tratando de descifrar sus intenciones. No sabía si lo que veía en él era simple arrepentimiento o una sombra de algo más profundo. Tal vez él también estaba atrapado en las expectativas que la aristocracia les imponía a ambos.
—¿Entonces? —dijo ella, finalmente, rompiendo el silencio—. ¿Qué hacemos ahora?
—Seguimos adelante —respondió con voz firme—. Al menos por un tiempo.
—¿Seguir adelante? —Ayane lo miró, incrédula—. ¿Qué significa eso exactamente?
—Significa que durante los próximos meses jugaremos el papel de prometidos. No será fácil, y entiendo si no te sientes cómoda con ello, pero es la única manera de evitar que esto se vuelva un caos mayor.
—¿Meses? Se suponía que serían unas semanas- suspiró exasperada- ¿Y qué pasa después? —preguntó ella.
- Cumpliré mi palabra, romperé el compromiso.
—¿Y cómo puedo confiar en que cumplirá tu palabra? —Ayane lo retó, aún con desconfianza en la voz. -
Ryoma la miró profundamente, su voz suave pero cargada de una sinceridad que rara vez mostraba.
—Porque, al igual que tú, quiero mi libertad.
- Ayane, te he orillado a decirme tus motivos para aceptar el compromiso, así que creo que es justo de que sepas los míos.
Ayane lo observó con cautela, su mirada afilada escrutando cada palabra que salía de los labios de Ryoma. Aunque la franqueza en sus palabras parecía sincera, aún sentía la necesidad de protegerse, de no confiar plenamente en él.
—Mis tíos... siempre ha sido una fuerza dominante en mi vida. No solo me criaron para ser el Lord Comandante, sino también para seguir el legado que han construido durante generaciones. —Hizo una pausa, eligiendo cuidadosamente sus palabras— Mi tía, en especial, se preocupa demasiado por mí. Es una mujer bondadosa, pero tiene sus expectativas. Me ha estado presionando para que siente cabeza, que forme una familia. Pero la verdad, Ayane... —hizo una pausa, mirando el suelo brevemente antes de continuar— ...yo no quiero eso.
Ayane frunció el ceño, sus ojos escrutando cada palabra.
—¿No quieres una familia? - La peliazul nuevamente había bajado sus muros, olvidándose de su trato distante y tuteándolo otra vez.
—No es eso —dijo Ryoma rápidamente—. Solo que no quiero que me aten a una vida que no es la mía. Yo soy un guerrero, Ayane. Mi vida está en el campo de batalla, no en los salones de la nobleza, jugando al perfecto caballero o esposo. —Su voz se tornó más firme, casi con un toque de frustración—. No puedo imaginarme dejando eso para vivir la vida que otros han planeado para mí.
—¿Entonces, por qué aceptaste el compromiso? —preguntó Ayane, aún incrédula.
—Como seguro ya sabes, mi tía ha organizado muchas citas para mí con jóvenes de buenas familias. Todas perfectas a los ojos de la aristocracia, pero no para mí. Las rechacé a todas, una tras otra. —Hizo una pausa y frunció el ceño—. Pero la presión fue aumentando. Mi tía insistía más, hasta que incluso logró que mi tío, el general, se involucrara. Él nunca había interferido en mis decisiones personales, hasta ahora.
—¿El general? —repitió Ayane, con un dejo de sorpresa.
—Sí. Mi tío decidió tomar medidas. Me amenazó con retirarme de la misión en Rusia, en la que he estado trabajando todo un año. Puedo ser comandante, pero él aún es mi superior. Así que tuve que ceder a su capricho. - dijo con fastidio.
Ayane lo miró, viendo más claramente ahora las cadenas que lo ataban. Él también estaba atrapado, aunque de una manera diferente. Lo que había comenzado a imaginar como simple arrogancia de un noble, ahora se transformaba en algo más humano, más comprensible.
—Así que aceptaste el compromiso para apaciguar a tu tía y seguir con tu misión —dijo Ayane, comprendiendo la situación.
Ryoma asintió lentamente.
- Pero ahora todo se ha complicado. - dijo ella en un resoplido.
—Lo sé —admitió Ryoma, con un deje de arrepentimiento en su voz—. No fue mi intención complicar las cosas para ti, solo... reaccioné sin pensar. Ver a Kuno tratándote de esa forma, sintiendo que tenía algún derecho sobre ti, simplemente no lo pude tolerar.
¿Por qué le afectaba tanto? Ambos se hacían esa pregunta internamente.
La idea de que otro hombre pudiera acercarse a ella, de que Kuno pretendiera tener algún derecho sobre su atención, le provocaba una punzada en el pecho.
- Gracias-
-¿Qué?- preguntó Ryoma sorprendido luego de escuchar a la rebelde muchacha hablar con tanta docilidad. Su voz suave le pareció adorable.
—Con todo lo que pasó, olvidé agradecerte. Tanto por defenderme en el almuerzo como por protegerme de los atrevimientos de Kuno —explicó ella, sintiendo cómo las palabras se deslizaban más fácilmente ahora, como si hubiera soltado un peso de encima.
- Es lo menos que puedo hacer por mi prometida. - dijo con una sonrisa burlona.
- Supongo que yo también debo llamarte así... prometido.- La palabra se sentía extraña viniendo de ella. No parecía natural.
- No tienes que decirlo si no quieres, al menos no entre nosotros, pero seguramente mi tía querrá oírlo.
El comentario divirtió a la peliazul.
- Pero algo que sí espero, es que puedas dejar de llamarme Lord Comandante, suena muy formal para una pareja que está comprometida.
Ayane lo miró con sorpresa y un atisbo de duda. Es verdad que en ocasiones se dirigía a él de tú a tú, pero decir su nombre le parecía un acto de intimidad que aún no estaba lista para aceptar, aunque él haya dicho el suyo incontables veces ya.
—Ryoma —repitió, probando la palabra en su lengua, y una chispa de complicidad brilló en sus ojos.
—Perfecto. —Él se cruzó de brazos, sintiéndose un poco más en confianza—. Ahora que hemos establecido eso, deberíamos dejar de actuar como si nos conociéramos solo de vista.
- Sin duda habrá que interpretar a unos cariñosos prometidos en público.
El carruaje ya había llegado a la casa de los Tendo, y Ayane sintió un nudo en el estómago al saber que pronto tendrían que despedirse. Se volvió hacia él, su mirada seria.
—Ryoma, necesito que escuches esto. Mi libertad es preciosa para mí. Aunque continuemos con esta farsa del compromiso, debes prometerme que en algún momento esto tendrá que romperse.
Él la miró fijamente, su expresión tensa.
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Ryoma, su voz más dura.
—No quiero enlodar el nombre de mi familia, pero tampoco quiero sentirme atrapada en un futuro que no he elegido. Si eso significa que mi padre me envíe como dama de compañía a la corte real, entonces lo preferiré —declaró Ayane, sintiendo cómo el peso de sus palabras se asentaba en el aire entre ellos.
Ryoma sintió una mezcla de sorpresa y frustración, el impulso protector en su pecho intensificándose. Pero comprendió que Ayane estaba luchando por su independencia, y eso, de alguna manera, lo hacía admirarla aún más.
—Te prometo que cumpliré mi palabra — fue lo último que dijo el guerrero antes de retornar a casa.
Después del caos que había reinado durante el almuerzo del día anterior, cuando la visita inesperada de la familia Kuno casi arruinó el compromiso, ambas familias decidieron organizar una cena para la noche siguiente en la casa de los vizcondes. La expectativa era palpable, y todos estaban ansiosos por reparar el malentendido que había ensombrecido la ocasión.
La vizcondesa, hizo un gesto a su esposo, el vizconde, quien asintió con complicidad. Con un brillo en los ojos, ella se acercó a Ayane.
—Ayane, querida, lamento mucho lo ocurrido ayer. Esa visita de la familia Kuno no fue nada agradable —comenzó Nodoka, su tono lleno de sinceridad—. Espero que esta noche podamos disfrutar de una buena conversación y olvidarnos de lo ocurrido ayer.
—Gracias, Lady Saotome. Estoy segura de que esta noche será mucho mejor —respondió Ayane, intentando no dejar que la incomodidad del día anterior la afectara.
- Pero querida, eres muy formal. Ya casi seremos familia. Por favor, llámame tía Nodoka-
- No podría, vizcondesa.- respondió ella tímida.
—Está bien, querida, te daré tiempo. Pero cuando estemos más cómodas, espero que lo hagas —dijo Nodoka, dándole un ligero toque en el brazo.
Mientras tanto, el general y Shun, estaban sentados al otro lado de la mesa, compartiendo anécdotas sobre sus días como soldados. Las risas y la camaradería entre ellos eran palpables, creando un ambiente más relajado que el del día anterior.
—Recuerdo aquella vez que casi nos atraparon en ese campamento enemigo. Fue un verdadero milagro que escapáramos sin un rasguño —contó el general, riendo.
—Esa fue una de las aventuras más locas que hemos vivido —replicó Shun, golpeando la mesa con la mano—. Nunca olvidaré lo rápido que corrimos para salvar el pellejo.
Pronto, los platillos comenzaron a ser servidos, y el ambiente se tornó aún más animado. Ayane trató de ignorar la tensión latente en su estómago mientras el vizconde hizo un brindis por el compromiso de su sobrino.
—Levantemos nuestras copas por la unión de nuestros hogares. Esta noche la familia Saotome y Tendo marcarán el inicio de su alianza con el compromiso de nuestros queridos hijos Ryoma y Ayane. Que este compromiso sea el inicio de algo maravilloso y también también traiga alegría y prosperidad a sus vidas —dijo el vizconde, sonriendo a todos.
Ayane sintió un nudo en el estómago, pero esta vez no era solo por el compromiso. Había una especie de responsabilidad que empezaba a asumir. La velada continuó, con un ambiente festivo que, aunque envolvía a todos, también la dejaba con una sensación de aislamiento.
Mientras la conversación se tornaba más ligera, Ryoma se acercó a ella, con una copa en la mano.
—¿Te encuentras bien? —preguntó, su tono casi confidencial, como si quisiese protegerla del bullicio.
Ayane lo miró, sintiendo un hormigueo en su interior. Su mirada era intensa, y, aunque su voz era suave, había una firmeza en ella que no podía ignorar.
—No, solo… pensaba en que esto es abrumador. —respondió, su voz un susurro.- Tu tía es muy linda y amable. Ha empezado a hablar del baile de compromiso para anunciarlo formalmente, es obligatorio hacerlo considerando tu posición.
Ryoma frunció el ceño, notando lo incómoda que estaba Ayane.
- De alguna forma esto hace que se sienta más real.
Escuchar a lady Nodoka hablar tan decididamente con ella y con su hermana sobre la organización del baile. La música, los invitados, los arreglos. Todo eso le hacía sentir que su falso compromiso no era tan falso como ella pensaba y eso la estab asustando.
Pero más que eso, se sentía mal engañar a la vizcondesa quien tenia tantas expectativas de su "futura nuera."
Ryoma inclinó la cabeza ligeramente, como si pudiera percibir el torbellino de pensamientos que asaltaba a Ayane.
—No tienes que preocuparte por eso, hablaré con ella, trataré de aplazarlo tanto como pueda —
—Lo aprecio, pero… no tiene sentido, tarde o temprano se hará.- La peliazul giró para qudar al frende del balcón donde ambos estaban asomados y perdió su mirada chocolate en las estrellas del cielo.
- No puedo evitar sentir que les estoy mintiendo —explicó, su voz temblando un poco mientras hablaba.
- Hoy orión está visible.-
-¿Eh? De qué hablas.-
El chico de la trenza apuntó con su dedo al firmamento.
- La constelación de orión, está frente a nosotros. ¿ Conoces su historia?
- No- Ayane seguía confundida.
- En la mitología griega, se decía que Orión era un cazador gigante, muy habilidoso y arrogante. Él se enamoró de las Pléyades, siete hermanas que no querían nada que ver con él, así que las persiguió incansablemente. Pero los dioses, para protegerlas, las convirtieron en estrellas, y Orión sigue persiguiéndolas por el cielo hasta hoy. Eventualmente, fue atacado por un escorpión gigante enviado por la diosa Artemisa, y ambos fueron convertidos en constelaciones.
Ayane escuchaba con interés, pero su confusión era evidente.
—Es interesante, pero... —hizo una pausa—, ¿qué tiene que ver eso con nuestra situación? —preguntó, claramente intrigada.
Ryoma soltó una ligera carcajada y sacudió la cabeza.
—Absolutamente nada —respondió con una sonrisa traviesa—. Pero las estrellas están tan hermosas esta noche que pensé que valía la pena prestarles atención.
En todo el tiempo que llevaba tratándolo, la joven Tendo nunca había visto al ojiazul actuar de forma tan natural como con su risa ahora, siempre parecía que el hombre de guerra calculaba cada uno de sus gestos como si llevara una armadura invisible aún en los momentos más cotidianos. Pero esta vez, su risa era genuina, libre, y eso desarmó un poco a Ayane.
—¿Así que eres un aficionado de las estrellas? —preguntó ella, esbozando una sonrisa, contagiada por la ligereza del momento.
—Quizás, cuando el campo de batalla te da un respiro, lo único que puedes hacer es mirar hacia el cielo y preguntarte qué más hay allá afuera —respondió él, su tono más relajado—. Y, bueno, esta noche parecían ser una mejor compañía que todos esos planes y expectativas.
Ayane lo observó de nuevo, su mirada más suave esta vez, mientras el peso del compromiso falso y las responsabilidades parecían disiparse momentáneamente bajo el cielo estrellado.
—Es curioso cómo algo tan lejano puede hacer que todo lo demás parezca... pequeño —comentó, volviendo la vista hacia el firmamento.
Sin decir más, Ryoma fue hacia un rincón del balcón, donde había un pequeño telescopio escondido, lo sacó y lo colocó frente a ellos.
—¿Un telescopio? —preguntó Ayane, sorprendida.
—Sí, pensé que podríamos aprovechar la vista —respondió él, ajustando el aparato con precisión—. Ven, echa un vistazo.
Ayane se inclinó hacia el telescopio y, al mirar a través de él, sus ojos se llenaron de asombro. Las estrellas parecían mucho más cercanas, sus destellos vibrando con una intensidad que no podía verse a simple vista.
—Es… hermoso —susurró, fascinada por lo que veía.
Ryoma la observaba en silencio, complacido al ver que, por fin, ella parecía haberse olvidado de los problemas que los rodeaban, aunque solo fuera por un momento.
—Lo es —dijo él, sin apartar la vista de ella.
Por un rato, dejaron que el silencio entre ellos fuera solo interrumpido por el brillo de las estrellas, compartiendo un momento que, aunque no resolvía nada, al menos les ofrecía un respiro en medio del caos que era su realidad.
La fiesta de compromiso se había decidido para dentro de dos semanas, una semana antes del inicio de la misión de Ryoma, lo que añadía una capa de tensión que solo ellos dos entendían. Esta vez, Lady Nodoka había ido a la casa de los Tendo para organizar los detalles con Ayane y Hana. Los preparativos parecían interminables: la decoración, el menú, las invitaciones, la música... Cada pequeño aspecto debía ser perfecto.
—Ayane, querida, ¿qué te parece este esquema de colores para las flores? —preguntó Lady Nodoka, mostrándole una muestra de diferentes tonos.
—Son hermosas, lady Nodoka —respondió Ayane, intentando mantener su voz ligera. La amable pero insistente atención de la vizcondesa la mantenía al borde del agotamiento.
Después de un rato de planificación, Lady Nodoka pidió un momento a solas con Ayane. Ambas se dirigieron a un pequeño salón en la casa, dejando a Hana, continuar revisando las opciones para el vestido.
—Ayane, querida, hay algo que me gustaría hablar contigo a solas —comenzó Lady Nodoka, tomando un asiento junto a Ayane y mirándola con una mezcla de ternura y seriedad—. Sé que todo esto puede parecer abrumador, pero quiero que sepas que estoy aquí para apoyarte en lo que necesites.
Ayane sonrió débilmente, sabiendo que la conversación tomaría un tono más personal. Lady Nodoka suspiró suavemente antes de continuar.
—Ryoma ha sido soldado por tanto tiempo que, a veces, temo que su vida ha estado tan llena de deber y obligaciones, que se ha olvidado de cómo ser feliz... de cómo simplemente vivir. —La voz de la vizcondesa se suavizó aún más, con un dejo de tristeza en ella—. Lo quiero tanto, y me preocupa que su vida siga siendo una constante lucha. Pero tú, querida, puedes darle algo que yo no puedo. Amor, tranquilidad. Una compañera que lo entienda y lo apoye.
Ayane asintió en silencio, sintiendo el peso de esas palabras caer sobre sus hombros. Era algo que no esperaba escuchar, y aunque sabía que el compromiso era una farsa, las expectativas de Lady Nodoka hacían que todo se sintiera mucho más real de lo que debería.
—Sé que puede parecer un gran reto —continuó Nodoka, tomando suavemente la mano de Ayane—, pero ser la esposa de Ryoma significa también ser Lady Saotome, una posición que conlleva responsabilidades importantes. Como futura esposa del comandante, la sociedad tendrá sus ojos sobre ti. Deberás ser fuerte, sabia, y mantener la gracia bajo presión. Se espera mucho de una Lady Saotome, pero yo sé que tú tienes todo lo que se necesita para estar a su altura.
A pesar de la amabilidad en sus palabras, cada frase que Lady Nodoka decía parecía cargar más presión sobre Ayane. Era como si estuviera atrapada en un papel que no había pedido, un papel que cada vez se volvía más agobiante.
—Lady Nodoka… —comenzó Ayane, tratando de encontrar las palabras, pero la vizcondesa la interrumpió suavemente.
—Querida, sé que serás una esposa maravillosa para Ryoma. Estoy segura de que juntos, encontrarán la felicidad. —Nodoka la miró profundamente a los ojos, con una mezcla de esperanza y cariño—. Él necesita una mujer que esté a su altura, alguien que entienda sus deberes pero también su humanidad.
Ayane sintió un nudo formarse en su garganta. Aunque apreciaba la bondad de Lady Nodoka, no podía evitar sentir el peso de todo lo que se esperaba de ella. ¿Cómo podía continuar con esta farsa, sabiendo lo mucho que la vizcondesa creía en esta unión?
—Gracias, aprecio mucho sus palabras… —respondió Ayane finalmente, sintiendo cómo cada palabra le costaba más salir.
- Sé que no ha sido fácil para ti querida, crecer sin la presencia de tu madre. Pero creo que tu padre y hermana han hecho un estupendo trabajo. Sé que apenas nos conocemos pero, puede ver que eres vivaz, y tienes gran espíritu. Definitivamente ella estaría orgullosa. Creo que también le gustaría esta unión.
"Si realmente supiera como soy, no estaría tan entusiasmada. No soy nada de lo que se espera de la futura lady Saotome" Pensó la peliazul. La mención a su madre hizo que Ayane sintiera una punzada en el pecho, un dolor que siempre había tratado de mantener en silencio. Hablar de su madre, de lo que habría pensado o querido, era un tema delicado. Había crecido sin ella, y aunque su padre y su hermana siempre la habían apoyado, la ausencia materna seguía siendo un hueco difícil de llenar.
—Mi madre… —murmuró, tratando de ocultar la emoción en su voz—. No sé si estaría de acuerdo con esto, pero… espero que, de alguna manera, pueda hacerle honor a su memoria.
Lady Nodoka le dio una suave sonrisa, claramente pensando que las palabras de Ayane eran un reflejo de humildad y modestia.
Nodoka sonrió, dándole un suave apretón de manos antes de levantarse.
—Siempre estaré aquí para guiarte, querida. Ser una Lady Saotome no es fácil, pero sé que serás perfecta para él.
Ayane intentó sonreír, pero la presión de lo que esperaba Lady Nodoka, las expectativas de la sociedad, y la necesidad de mantener la mentira del compromiso con Ryoma estaban empezando a parecer insostenibles.
Cuando finalmente la vizcondesa salió del salón, dejando a Ayane sola con sus pensamientos, la joven dejó escapar un largo suspiro. Sabía que Lady Nodoka solo quería lo mejor para Ryoma, y eso la hacía sentir peor.
"¿Qué habría querido mi madre? "
La más joven de las Tendo prefirió no darle otro pensamiento a ello y se dirigió al pequeño despacho donde se encontraban los libros contables. Con todos los últimos acontencimientos había acumulado trabajo.
- Señorita Ayane, el comandante Saotome, ha venida a verla. - dijo la señora Tamako irrumpiendo en la habitación.
- Llévalo al salón donde está la viscondesa y mi hermana.- dijo sin apartar la mirada del libro de cuentas.
- Entonces, realmente llevas la administración de tu casa.
Oír aquella voz grave fue suficiente para que ella levantara la mirada sorprendida, para encontrarse con los orbes azules de su prometido.
Ayane parpadeó, sorprendida de ver a Ryoma parado en el umbral de la puerta. No esperaba verlo tan pronto, y mucho menos allí, en medio de su pequeño refugio de trabajo. Su semblante serio contrastaba con la suave luz del despacho.
—¿Qué haces aquí? —preguntó Ayane, tratando de recomponerse mientras cerraba el libro de cuentas.
- Señora Tamako, puede dejarnos un momento por favor.
- Señorita Ayane, eso no es apropiado
- No será mucho tiempo, le doy mi palabra de honor.- dijo con una sonrisa cortés Ryoma, logrando que la mujer se sonrojara.
- De acuerdo.- dijo antes de salir.
Ryoma caminó tranquilamente hacia el escritorio, sin dejar de observarla.
Ayane se quedó quieta mientras observaba a Ryoma acercarse, su mirada azul intensa pero serena. La presencia del comandante Saotome en ese pequeño despacho, un espacio que normalmente pertenecía solo a su trabajo y sus pensamientos, se sentía fuera de lugar.
- Tu caligrafía es muy buena, y el orden de las cuentas es más prolijo que el del administrador de mi guarnición - dijo tomando uno de los cuadernos en la mesa.
—Gracias —respondió Ayane, sintiendo un ligero rubor en sus mejillas.
El joven de la trenza hechó un vistazo a las estanterías a su alrededor.
- ¿Desde hace cuánto llevas la adminsitración de la casa?
- Empecé a los quince años.
- Algo joven, ¿no?
- Estuve ayudando a mi padre desde los 12 años. Realmente no es tan difícil. El primer año fui supervisada por él y nuestro administrador general.
- Aprobaste con honores, supongo.
- Algo así- respondió ella divertida.
—No es para menos —dijo Ryoma, sonriendo—. Eres más capaz de lo que muchos pueden imaginar. ¿Y la admisnitración de los campos?
—Eso fue más complicado. Me lo cedieron hace un año y es bastante diferente a la administración de una casa. Se trata de la distribución de grano, el pago a los jornaleros...
—He notado que las ganancias han aumentado en este último año —dijo, tomando otro libro del estante que registraba las haciendas—. ¿Cómo lo lograste? Algunas cosechas han sido bajas debido a la sequía en varias propiedades.
—El clima no es el único culpable de una mala cosecha. Muchos terratenientes explotan a los arrendatarios, exigiendo más de lo que pueden producir y ofreciendo pagos en arroz que ni siquiera alcanzan para mantener a las grandes familias que dependen de ellos.
—Te preocupas por ellos.
—Si reciben un pago justo y cuentan con las herramientas adecuadas, podrán realizar un trabajo de mayor calidad. Me esfuerzo por asegurarme de que todos tengan lo necesario para vivir dignamente.
—Esa perspectiva es admirable, señorita Tendo. No todos los que ocupan posiciones de poder comparten ese enfoque. Muchos solo ven cifras y ganancias.
Ryoma estaba cada vez más impresionado por lo que había llegado a conocer de ella. Ayane era una grosera y obsecada, pero también una mujer decidida y compasiva. Definitivamente Ayane Tendo era única.
—Y tú, comandante, ¿qué has estado haciendo que justifique tu presencia aquí en lugar de en la guarnición? ¿Dejando que tus hombres se cuiden solos? Creí que solo vería a tu tía hoy.
—La verdad es que he estado intentando organizar mi agenda para poder estar aquí más a menudo. Al ser mi prometida, aunque falsa, se espera que nos veamos con más frecuencia. Además pensé que necesitabas un rescate de todo lo del baile.
- No creo que eso saliera bien, estás aquí y no creo que la vizcondesa te deje ir.- rió
- Lo hará si voy a una cita con mi prometida.
-¿Qué?
—Una cita —repitió Ryoma, con una sonrisa que parecía desafiar su habitual compostura.
—¿Estás hablando en serio? —preguntó Ayane, aún incrédula.
—Completamente. —Ryoma dejó el libro de cuentas sobre la mesa y se cruzó de brazos, inclinándose ligeramente hacia ella—. ¿Por qué tan sorprendida?
- Somos prometidos solo de nombre, Ryoma. Esta es una farsa, ¿recuerdas?
- Precisamente por eso. Un poco de aire fresco no nos hará daño.
Ayane frunció el ceño, procesando lo que decía. No podía negar que la idea de escapar de la rutina era tentadora. Además, Ryoma parecía más accesible y menos estricto de lo que solía ser. Casi humano, pensó con cierta ironía.
—¿Y a dónde propones llevarme, comandante? —preguntó, su tono suave, pero con un toque de desafío— ¿Un paseo para que la alta sociedad vea qué tan comprometidos estamos?
- Lo sabrás cuando lleguemos. - dijo entendiéndole el brazo para salir de la habitación.
Ayane había aceptado la invitación de Ryoma a regañadientes, pero mientras caminaban, la sorpresa de no saber su destino comenzaba a inquietarla.
—No creí que fueras a ser tan misterioso con esto —dijo finalmente, rompiendo el silencio mientras recorrían las calles de la ciudad.
—Un poco de misterio no hace daño de vez en cuando —respondió Ryoma con una sonrisa, sus manos casualmente entrelazadas detrás de la espalda mientras caminaba a su lado.
La conversación entre ambos era ligera, casi como si estuvieran tanteando el terreno. Poco después, llegaron a su destino. Ayane se detuvo y miró a su alrededor, sorprendida. Frente a ellos se encontraba un parque tranquilo, alejado del bullicio habitual de la ciudad. Los árboles frondosos proporcionaban sombra, y una suave brisa soplaba, dándole al lugar una atmósfera apacible.
—¿Un parque? —preguntó Ayane, su voz reflejando una mezcla de sorpresa y curiosidad.
—¿Esperabas algo más ostentoso? —preguntó Ryoma con una sonrisa socarrona, claramente disfrutando de su reacción—. Pensé que un poco de tranquilidad sería un buen cambio para ti. Tienes demasiado en la cabeza últimamente.
Ayane lo observó con recelo, pero no pudo evitar sentirse intrigada. El parque, con su ambiente relajado, era el lugar perfecto para alejarse de las presiones y la constante vigilancia de la sociedad.
—Es... diferente —respondió, tratando de mantener el tono neutral, aunque en realidad le agradaba la idea.
Caminaron juntos a lo largo del sendero, dejando que el ambiente los envolviera. Ayane, sin darse cuenta, comenzó a relajarse. Había algo en la calma del parque y en la silenciosa presencia de Ryoma que hacía que sus preocupaciones se desvanecieran momentáneamente.
—Te ves más relajada —comentó él, mirándola de reojo mientras sus pasos resonaban en el camino de grava—. Quizá debamos hacer esto más seguido.
Ayane le lanzó una mirada divertida, algo poco común en ella.
—¿Eso es una insinuación de que tengo que relajarme más? —replicó, arqueando una ceja.
—No lo dije así, pero si lo tomas de esa manera, quizás deberías considerarlo —respondió él, su sonrisa más amplia ahora.
Ambos rieron suavemente, sorprendidos de lo cómodo que resultaba estar juntos en ese entorno. No parecían dos personas forzadas a mantener una fachada de compromiso, sino dos conocidos que, por un instante, podían olvidarse de las complicaciones de sus circunstancias.
Después de un rato caminando, Ryoma la guió hacia una pequeña cafetería-salón de té al borde del parque. Era un lugar acogedor, con mesas junto a las ventanas que ofrecían una vista perfecta del paisaje verde. El ambiente era lo suficientemente tranquilo para una conversación privada, pero lo suficientemente visible para que ambos mantuvieran la apariencia de una pareja comprometida.
—¿Qué te parece aquí? —preguntó Ryoma, indicando una mesa cerca de la ventana.
—Es bastante agradable —admitió Ayane, sorprendida de lo cómodo que resultaba el lugar.
Se sentaron, y durante unos minutos, ambos observaron a las pocas personas que pasaban por la calle, envueltos en un silencio que no resultaba incómodo. Un camarero se acercó, y Ryoma, con su habitual cortesía, pidió dos tazas de té y algunos pastelillos para acompañar.
—No esperaba que esto fuera tan… relajado —comentó Ayane, mientras observaba cómo el vapor subía de su taza de té recién servido—. Pensé que sería una de esas citas forzadas, llenas de formalidades.
Ryoma levantó una ceja, claramente divertido.
—¿Y por qué pensaste eso? —preguntó, llevándose la taza a los labios—. No siempre tiene que ser todo tan formal entre nosotros, ¿sabes? Aunque a veces actúas como si lo fuera.
Ayane lo miró, sorprendida por su franqueza.
—¿Yo actúo como si todo fuera formal? —preguntó, una pequeña sonrisa jugando en sus labios—. Podría decir lo mismo de ti, comandante.
—Tienes razón, suelo ser bastante formal —admitió él—. Pero contigo, últimamente, me siento más relajado. Es… curioso.
Ayane notó el tono honesto en su voz y, por un instante, sintió que Ryoma le estaba mostrando una parte de sí mismo que no solía compartir. Eso la hizo sentirse un poco más conectada con él, aunque no lo expresara en palabras.
—Recuerdo que una vez me preguntaste si sabía ruso —dijo Ayane después de un momento, cambiando de tema—. ¿Lo hiciste por la misión que dijiste? - recordando el motivo que había empujado al ojiazul a aceptar el trato.
Ryoma dejó su taza de té en la mesa y la miró directamente, sus ojos azules reflejando una mezcla de sorpresa y algo más profundo.
—Supongo que no pasó desapercibido, ¿verdad? —dijo con una leve sonrisa—Recibí algunas notas, serán útiles para la exploración, pero estaban en ruso.
- ¿Pensaste que yo podría traducirlo?
- Cruzó por mi mente, pero es confidencial
Ayane se quedó en silencio un momento, observándolo. Sabía que Ryoma no podía hablar abiertamente de sus misiones, pero el hecho de que mencionara algo, por más superficial que fuera, le bastaba.
—Rusia suena… interesante —dijo finalmente, manteniendo el tono ligero.
—Lo es, pero no es precisamente el lugar más acogedor en esta época del año —bromeó Ryoma—. Estoy seguro de que será más desafiante de lo que estoy acostumbrado.
Ayane sintió un ligero nudo en el estómago al pensar en su partida. No era algo que esperaba experimentar, esa inquietud por el bienestar de alguien más. No con Ryoma, al menos, pero no podía negarlo. La idea de su ausencia, de los riesgos que correría, le provocaba una extraña sensación de vacío.
—Espero que sepas lo que estás haciendo —dijo en tono neutral, tratando de ocultar la preocupación que comenzaba a invadirla.
—Siempre sé lo que hago —respondió él, aunque en su mirada había un destello que sugería que, tal vez, él también estaba consciente de los peligros.
Mientras continuaban conversando, tanto Ryoma como Ayane se dieron cuenta de que algo estaba cambiando entre ellos. Los pequeños gestos, las sonrisas furtivas, y las miradas que se prolongaban un poco más de lo necesario. Aunque ambos mantenían la compostura, en sus pensamientos comenzaban a reconocer lo que se estaba gestando. Algo más profundo que la simple fachada de un compromiso arreglado.
Ryoma no podía dejar de admirar la fuerza y la inteligencia de Ayane, y se descubrió queriendo protegerla, no solo por obligación, sino por algo más personal. Ayane, por su parte, sentía que Ryoma no era solo el hombre serio y distante que había conocido. Había capas en él que deseaba explorar, pero aún no se atrevía a hacerlo abiertamente.
La tarde avanzó con una conversación fluida y amena, pero bajo la superficie, tanto Ayane como Ryoma comenzaban a entender que lo que sentían el uno por el otro era mucho más de lo que estaban dispuestos a admitir.
La noche del baile había llegado, y la Mansión Saotome resplandecía bajo el tenue brillo de las lámparas que decoraban su exterior, iluminando los hermosos jardines y los majestuosos arcos de la entrada principal. Los carruajes se sucedían, y uno tras otro, dejaban a los invitados vestidos en lujosas ropas occidentales. Las mujeres, ataviadas con elegantes vestidos de seda y encaje, lucían sus mejores joyas, mientras que los hombres llevaban trajes de corte europeo que marcaban la opulencia de la alta sociedad.
Ayane descendió la gran escalera de la mansión, su vestido de satén azul zafiro relucía a la luz de las arañas de cristal. El corsé ceñido acentuaba su esbelta figura, mientras la falda de amplios pliegues caía con gracia hasta el suelo. Pequeñas perlas adornaban su cabello recogido en un elegante moño bajo, otorgándole un aire de sofisticación y sencillez a la vez. Su belleza era innegable, y al bajar, el murmullo en la sala creció como una ola.
Las miradas de las jóvenes que se encontraban dispersas por el salón la seguían con una mezcla de envidia y admiración mal disimulada.
—Es hermosa, sí, pero no tiene el porte adecuado para ser la esposa del comandante —murmuró una de ellas con un tono ácido, ajustando el broche de su vestido.
—Ni la educación. Siempre ha sido una chica más bien salvaje —agregó otra, ocultando su resentimiento tras su abanico.
—No tiene ni una pizca de feminidad, no sé qué es lo que él ve en ella —dijo una tercera, lanzando una mirada desdeñosa hacia Ayane, quien continuaba avanzando con su habitual aire de calma.
Mientras tanto, los caballeros intercambiaban miradas de deseo. Algunos murmuraban entre dientes comentarios que iban desde el elogio hasta la frustración por haber sido ignorados o rechazados por ella en algún momento.
—Siempre ha sido inalcanzable. La señorita Tendo sabe bien cómo mantenernos a raya, pero no es más que una arribista —dijo uno, con evidente desdén, mientras otros asentían con amargura.
—Una belleza salvaje, sin duda, pero demasiado altiva —comentó otro, aunque sus ojos delataban el interés que intentaba disimular.
Ryoma, que había estado observando todo desde un rincón del salón, escuchó algunos de estos comentarios, en especial aquellos que denotaban el deseo descarado hacia Ayane. Una ligera irritación comenzó a formarse en su interior. Los murmullos sobre su belleza, mezclados con juicios sobre su carácter, hacían que su mandíbula se tensara. La molestia lo invadió al ver cómo los hombres la trataban como un objeto de deseo, mientras las mujeres no hacían más que despreciarla.
Pero la serenidad de Ayane, su capacidad para mantener la calma ante las miradas críticas y los comentarios maliciosos, lo fascinaba aún más. Mientras caminaba entre los invitados, parecía inmune a las habladurías. No necesitaba responderles; su simple presencia, su porte natural, callaba a muchos.
Con un suspiro, Ryoma se apartó de la esquina donde había estado y decidió acercarse a ella. A medida que avanzaba, las miradas de los hombres se intensificaban. El comandante Saotome, siempre distante de las reuniones sociales, caminaba directo hacia Ayane, como si nadie más en la sala importara. En ese instante, quedó claro para todos que la joven, tan criticada por muchos, tenía algo que los demás no poseían: la atención completa del hombre más codiciado de la noche.
—¿Te diviertes? —preguntó Ryoma al llegar a su lado, su tono suave, pero con una mirada que reflejaba cierta molestia oculta.
Ayane, que había estado sosteniendo una copa de champán mientras conversaba con un grupo reducido, levantó la mirada hacia él. A pesar de la presión social, su sonrisa era tranquila.
—Lo intento —respondió ella, con una leve risa—, aunque parece que estoy generando más comentarios de lo que esperaba.
- La gente siempre lo hará, ignóralos. Esos comentarios no valen nada.
—Lo sé —respondió Ayane, tomando un sorbo de champán, como si no diera mayor importancia a lo que la rodeaba—. Pero no puedo evitar que me divierta un poco ver cómo se incomodan solo por mi presencia.
Mientras hablaban, Ryoma notaba cómo algunos de los hombres cercanos seguían lanzando miradas hacia Ayane, comentando entre ellos en susurros que no eran tan discretos como creían. Algunos de los elogios eran demasiado sugerentes para su gusto, y otros simplemente cruzaban la línea del respeto. La mirada de uno en particular, un hombre joven de una familia adinerada, no había dejado de seguir a Ayane desde que ella había llegado.
La irritación de Ryoma comenzó a crecer. El pensamiento de esos hombres, deseándola, tratando de atraer su atención, le revolvía el estómago de una manera que no comprendía del todo. Había pasado suficiente tiempo con ella para saber que no era el tipo de mujer que se dejaba impresionar por halagos vacíos. Pero aún así, la idea de que ellos la vieran como un trofeo que podían conquistar lo enfurecía.
—No puedo culparlos —comentó de repente, intentando ocultar el matiz de celos que comenzaba a invadirlo—. Es difícil ignorar a alguien como tú.
Ayane lo miró de reojo, notando algo en su tono. Levantó una ceja, curiosa, mientras una pequeña sonrisa se dibujaba en su rostro.
—¿Eso es un cumplido, comandante Saotome? —preguntó en tono juguetón, aunque sus ojos lo analizaban, tratando de descifrar si había algo más en sus palabras.
—Una simple observación —respondió él, encogiéndose de hombros. Pero su mirada, seria y penetrante, permanecía fija en los hombres que aún la miraban con descaro.
El joven de antes, aparentemente ignorante de la presencia de Ryoma, se atrevió a acercarse más, aprovechando el momento en que otro invitado lo saludó, para intentar captar la atención de Ayane.
—Señorita Tendo —dijo con una sonrisa que intentaba ser encantadora—, debo decir que está absolutamente radiante esta noche. ¿Me concedería el honor de un baile? Por supuesto, luego de la presentación de su compromiso y el primer baile con su prometido.
Ayane le sonrió de manera educada, pero su respuesta fue inmediata y directa.
—Lo siento, pero ya tengo compañía esta noche.
El joven se quedó ligeramente desconcertado, no solo por la negativa, sino por el tono que Ayane había utilizado. Sin embargo, su insistencia lo llevó a mirar a Ryoma, como si lo desafiara con su siguiente comentario.
—Seguramente el comandante no se opondrá a que su prometida se divierta con otros invitados, ¿verdad? Después de todo, esta es una celebración.
Ryoma no necesitó más. Dio un paso adelante, colocándose junto a Ayane, y su expresión, aunque tranquila, dejaba claro que no había espacio para discusión.
—Te agradezco el interés, pero la señorita Tendo ya tiene un compromiso —dijo con una calma que ocultaba su creciente frustración—. Y no tengo intención de compartir su tiempo esta noche.
El joven, visiblemente incómodo, balbuceó algo de cortesía antes de alejarse, con la cabeza gacha. Ayane lo observó marcharse, y luego se giró hacia Ryoma, alzando las cejas con diversión.
—Parece que estás disfrutando más de lo que crees de nuestro compromiso falso —comentó con un tono burlón, aunque una leve calidez se coló en sus palabras—. ¿Celoso, comandante?
Ryoma bufó, evitando mirarla directamente por un momento mientras volvía a ajustar su postura. Sabía que ella no lo dejaría pasar fácilmente, pero se permitió sonreír.
—Solo me aseguro de que ciertas personas mantengan sus manos en su lugar —respondió finalmente, con un brillo en los ojos que ella no pudo ignorar.
Ayane lo observó en silencio por unos segundos, el corazón le dio un pequeño vuelco. No era propio de Ryoma ser tan directo, y esa protección que él intentaba disfrazar bajo su habitual compostura le resultaba... interesante.
Antes de que pudiera responder, el anfitrión de la velada, el patriarca Saotome, apareció en el centro del salón, elevando su copa y llamando la atención de todos.
—Queridos amigos, familiares, y distinguidos invitados —dijo con voz firme y resonante—, es para mí un honor dar comienzo a esta velada tan especial, donde no solo celebramos la unión de nuestras familias, sino también el futuro prometedor de nuestros hijos.
Un silencio expectante cayó sobre la multitud, mientras todos los presentes levantaban sus copas para brindar.
—Por Ryoma y Ayane, y por el fortalecimiento de nuestras casas. ¡Salud! —exclamó, mientras el eco de los brindis llenaba la sala.
Los invitados bebieron de sus copas, y el centro del salón quedó despejado en cuestión de segundos. Las miradas se volvieron hacia los dos prometidos, que pronto tendrían que inaugurar la pista de baile.
Ryoma extendió su mano hacia Ayane, con una sonrisa suave, pero con un brillo en los ojos que la desafiaba a tomarlo.
El salón quedó en completo silencio mientras Ryoma y Ayane se acercaban al centro de la pista, rodeados por las miradas de todos los presentes. Las luces suaves de los candelabros creaban un ambiente íntimo, a pesar de la multitud. La música comenzó a sonar, una melodía delicada y envolvente que marcaba el inicio del baile.
Ryoma colocó una mano firmemente en la cintura de Ayane, y ella entrelazó su mano con la de él. En ese primer contacto, ambos sintieron una tensión que no podían negar, una corriente sutil que los conectaba más allá del acuerdo que los había unido. Mientras sus cuerpos se movían al ritmo de la música, la elegancia de sus movimientos contrastaba con el tumulto de emociones que los sacudía por dentro.
Para Ayane, el calor de la mano de Ryoma en su cintura le resultaba sorprendentemente reconfortante. Aunque había crecido manteniendo una distancia emocional de la mayoría de los hombres, en ese momento no pudo evitar sentir una conexión inexplicable. Cada vez que sus miradas se cruzaban, sentía que había algo más en esos ojos oscuros que no había notado antes, algo que despertaba en ella una sensación de incertidumbre, pero también de curiosidad.
Ryoma, por su parte, se sentía en conflicto. El control que siempre mantenía sobre sí mismo parecía tambalearse mientras sus manos guiaban a Ayane por la pista. Cada gesto, cada paso que ella daba con gracia, lo desconcertaba. Sabía que no debería sentirse tan atraído por alguien con quien mantenía un simple acuerdo, pero el modo en que ella lo miraba, la confianza con la que se movía, hacía que olvidara por momentos las críticas y los ojos que los observaban.
El baile avanzaba con una fluidez que dejaba a muchos asombrados. Los comentarios que antes habían sido críticos se tornaron en admiración. Parecían hechos el uno para el otro, sus movimientos tan coordinados y sincronizados como si hubieran bailado juntos toda la vida. Pero aunque las apariencias eran perfectas, en su interior ambos luchaban con la creciente conciencia de la presencia del otro, de algo más que palabras y acuerdos.
Cuando la música llegó a su fin, los aplausos llenaron el salón, pero para Ayane y Ryoma el momento se sentía suspendido, como si el tiempo hubiera dejado de avanzar mientras se miraban, algo más profundo que las expectativas de los demás los mantenía anclados.
—Bailas bien —murmuró Ryoma, con una sonrisa que ocultaba más de lo que revelaba.
—Tú también, para ser alguien que evita los eventos sociales —respondió Ayane, aún sintiendo el eco del contacto de sus manos.
Se separaron, y la fiesta continuó. Mientras Ryoma era rápidamente rodeado por otros caballeros de alto rango y anfitriones, Ayane encontró a su mejor amiga, Sai, quien la saludó con una gran sonrisa.
—¿Así que esto era lo que ocultabas? ¡Atrapaste al mejor partido del imperio! —bromeó Sai, dándole un pequeño empujón amistoso—. Debo decir que el comandante Saotome te queda bien.
Ayane rió, pero rodó los ojos en señal de incredulidad.
—Ya sabes que esto es solo un compromiso de conveniencia. No hay nada más. Solo un acuerdo —dijo, con un suspiro, mientras tomaba otra copa de champán. Se lo había dicho todo el días despues de la cena familiar.
Sai la miró de reojo, como siempre lo hacía cuando quería provocar una reacción.
—¿Conveniencia? —repitió Sai, con un tono lleno de picardía—. Te diré lo que veo: un hombre apuesto, influyente, y que no ha dejado de mirarte ni por un segundo desde que empezaron a bailar. Eso no parece solo conveniencia, Ayane.
Ayane soltó una pequeña risa y negó con la cabeza.
—Estás viendo cosas donde no las hay. Solo cumplimos con lo que las familias esperan. Nada más.
Sai la observó con atención, claramente no creyendo del todo lo que Ayane decía.
—Sabes que te conozco demasiado bien como para creerte. Y además... no me digas que no has notado cómo te mira —dijo, señalando disimuladamente hacia Ryoma, quien en ese momento estaba rodeado por un grupo de jóvenes damas que competían por su atención.
Las jóvenes lo rodeaban, riendo coquetamente y lanzándole sugerencias sutiles para que las invitara a bailar. Algunas incluso intentaban tocarlo ligeramente en el brazo, buscando cualquier excusa para acercarse más a él. A pesar de su educación impecable, Ryoma rechazaba cada una de esas propuestas con una sonrisa galante, pero no cedía.
Ayane sintió una punzada en el estómago que no pudo ignorar. Era ridículo, lo sabía, pero ver a tantas jóvenes alrededor de Ryoma, incluso si él no les prestaba demasiada atención, provocaba una incomodidad que no esperaba.
Sai, siempre observadora, no tardó en captar lo que sucedía y sonrió con complicidad.
—¿Estás segura de que solo es un acuerdo? —preguntó, saboreando la reacción de su amiga.
Ayane fingió no darle importancia, pero no pudo evitar apretar un poco los labios.
—No me molesta que él hable con otras mujeres —respondió, aunque su tono era un poco más firme de lo necesario—. Tiene todo el derecho.
Sai se rió suavemente y le dio una palmadita en el brazo.
—Ayane, querida, tú puedes negarlo todo lo que quieras, pero te conozco lo suficiente para saber que estás más involucrada en esto de lo que quieres admitir. Y no me sorprendería que él también lo esté.
Ayane intentaba mantener su compostura mientras conversaba con Sai, pero no podía dejar de notar el creciente número de jóvenes damas que se acercaban a Ryoma, con la clara intención de captar su atención.
Sin embargo, lo que realmente perturbó su tranquilidad fue cuando la señorita Kounji, se acercó a él con una radiante sonrisa. Ayane observó cómo Kyo lo tomaba suavemente del brazo, llevándolo a un lado para conversar en privado. Ella lucía deslumbrante, su vestido de encaje resaltando su silueta perfecta y sus ojos brillando de manera encantadora mientras hablaba con él.
Ryoma, quien hasta entonces había mostrado una indiferencia educada con las demás, parecía genuinamente interesado en lo que la pelinegra decía. Ayane no podía evitar notar la manera en que su expresión se suavizaba mientras escuchaba, y cómo, por un momento, la atención del comandante parecía centrarse completamente en la joven.
Sai, que no perdía detalle, captó de inmediato la tensión que se acumulaba en su amiga. Con una sonrisa traviesa, se inclinó hacia Ayane y murmuró en tono burlón:
—Parece que no es tan fácil ignorar lo que pasa, ¿eh? Mira, allí está la señorita Kounji... Y parece que él no la está rechazando.
Ayane apretó los labios, intentando reprimir el molesto nudo que comenzaba a formarse en su estómago. "No tiene importancia", se dijo a sí misma. Pero, aun así, no podía apartar la vista de Ryoma y Kyo, quienes reían suavemente, ajenos a todo lo que sucedía a su alrededor. Esa ligera conexión entre ellos, esa atención que Ryoma estaba ofreciendo, despertaba una incomodidad nueva y, aunque Ayane no lo reconociera, también una punzada de celos.
—Es solo una charla —replicó Ayane en un tono que pretendía ser despreocupado, pero que sonaba más tenso de lo que pretendía.
—¿Solo una charla? Si no supiera que esto es un "compromiso de conveniencia", pensaría que te molesta —comentó, arrastrando la última palabra para añadir un toque dramático.
Ayane desvió la mirada de Ryoma y Kounji, intentando concentrarse en su conversación con Sai.
—No me molesta, Sai. Simplemente me parece curioso que alguien como la señorita Kounji se sienta tan... cómoda, después de todo lo que ha sucedido.
—¿Cómoda? —Sai rió con picardía—. Querida, cualquiera se sentiría cómoda con un hombre como él. Además seguramente son buenos amigos, si ella se siente con la confianza de... Oh, mira eso.
Kounji, en un movimiento aparentemente casual, levantó una mano delicadamente y rozó la mejilla de Ryoma, como si limpiara una motita invisible.
Ayane apretó los labios, sus dedos se tensaron en torno a la copa que sostenía. Aunque trataba de convencer a su mente de que era solo un gesto inocente, su cuerpo reaccionaba de otra manera, traicionándola.
—¿Sabes? —murmuró con una risa baja—. Si sigues quedándote quieta, Kyo Kounji terminará convenciendo a Ryoma de que merece algo más que un simple acuerdo. Y por cómo le sonríe... diría que está bastante cerca de lograrlo.
La burla en su voz hizo que Ayane reaccionara casi de inmediato. Sin siquiera pensarlo, comenzó a caminar en dirección a la pareja, su corazón acelerado por una mezcla de irritación y una sensación que no quería aceptar: celos. Sus pasos eran decididos, aunque su mente seguía buscando razones para justificar lo que estaba haciendo. No era que le importara Ryoma, se decía, sino el simple hecho de que Kyo estaba cruzando una línea con demasiada familiaridad.
Pero antes de llegar hasta ellos, una voz masculina la detuvo. Kuno, separó frente a ella con una sonrisa encantadora y una actitud que siempre la incomodaba.
—Ayane, mi preciosa flor. —Kuno tomó su mano antes de que pudiera retirarla, inclinándose ligeramente para besarla con una familiaridad que ella no le había concedido—. Te ves absolutamente deslumbrante esta noche.
Ayane intentó mantenerse tranquila, pero la cercanía de Kuno le resultaba sofocante. Aunque era un hombre apuesto, su insistencia y su arrogancia siempre la habían repelido.
—Gracias, señor Kuno —respondió ella, tratando de sonar educada mientras intentaba apartar su mano discretamente—. Es una noche hermosa.
Kuno no perdió el tiempo y, aprovechando el momento, se acercó un poco más, invadiendo su espacio personal. La mirada insistente que le dirigía dejaba claro que sus palabras tenían un objetivo más allá de la simple cortesía.
—Me niego a creer que estás comprometida con Saotome, pero aún si es así... —bajó la voz, como si estuviera compartiendo un secreto—. Todos sabemos que los compromisos se pueden romper, especialmente cuando no son más que acuerdos entre familias. Yo, en cambio, no necesito un acuerdo para desearte a mi lado.
Ayane apretó la mandíbula, incómoda con la insinuación. No podía creer tal desfachatez.
—Me está faltando al respeto, por favor déjeme pasar. —dijo ella, tratando de mantener la calma, aunque la cercanía de Kuno hacía que sus nervios se tensaran.
Kuno, sin embargo, ignoró su advertencia y continuó, inclinándose aún más cerca de ella.
—Ayane, tú mereces algo mejor que un compromiso vacío. Todos sabemos que yo soy quien realmente podría ofrecerte lo que necesitas. —Su tono era confiado, casi arrogante—. No he perdido las esperanzas, y te aseguro que tarde o temprano te darás cuenta de que soy el mejor partido.
La proximidad de Kuno no solo incomodaba a Ayane, sino que también llamaba la atención de los invitados cercanos. Sin embargo, lo que realmente la hizo sentir incómoda fue la mirada fija de Ryoma, quien había apartado su atención de Kyo Kounji y ahora observaba con el ceño fruncido la escena entre ella y Kuno. Desde donde estaba, Ryoma podía ver claramente la invasiva cercanía de Kuno, sus palabras y gestos que parecían insinuar algo más que una simple charla casual.
Ryoma ahora observaba con una mezcla de sorpresa y disgusto, y ella no podía evitar sentir una extraña satisfacción al notar su expresión. ¿Tal vez le molestaba tanto como a ella le había molestado verlo con Kyo?
Sai, que había seguido de cerca cada detalle de lo que sucedía, no pudo evitar soltar una pequeña risa divertida.
—Ayane, querida, parece que tienes la atención de más de un hombre esta noche —dijo en su mente con picardía—. No me sorprendería si Ryoma viniera aquí de inmediato.
Rodeado de risas y murmullos suaves, Ryoma intentaba mantener la compostura mientras las jóvenes damas competían por su atención. La atmósfera del salón, cargada de perfumes florales y luces suaves, le parecía extrañamente opresiva. Cada sonrisa que esbozaba hacia sus admiradoras, cada rechazo educado que ofrecía, le pesaba como una carga. Ninguna de ellas realmente le interesaba, ni siquiera la señorita Kyo Kounji, con quien, por un breve momento, había logrado una conversación más fluida de lo usual. Aun así, su mente no dejaba de divagar, siempre volviendo al mismo punto: Ayane.
Había tratado de ignorar la atracción que sentía, como si pudiera controlarla, como si pudiera simplemente seguir adelante sin pensar en lo que realmente significaba tenerla a su lado. Pero esa indiferencia que siempre había logrado mantener se estaba desmoronando.
Cada vez le era más difícil comprender lo que sentía por Ayane. Sabía que había algo más profundo que la simple conveniencia de su compromiso, pero no podía ponerle nombre. Había comenzado a pensar en ella más allá del acuerdo, más allá del "deber". Y lo peor de todo, Ayane seguía mostrándose distante, enfocada únicamente en cumplir con el plan. Para ella, todo parecía reducirse al fin de su acuerdo. ¿Le importaba a ella, aunque fuera un poco?
Ryoma se preguntaba si sería capaz de mantener su palabra cuando llegara el momento de romper el compromiso. ¿Podría simplemente dejarla ir cuando todo acabara? Cada vez que pensaba en ello, sentía una extraña mezcla de rabia y frustración. La idea de verla con otro hombre lo atormentaba, aunque no podía explicarse por qué. Y esa noche, sus emociones estaban más desordenadas que nunca.
Entonces, cuando Kyo Kounji se acercó a él, tocándole la mejilla como si limpiara algo de su rostro con un gesto íntimo y casual, su atención se desvió momentáneamente. A la distancia, pudo notar una ligera reacción en Ayane. Parecía observarlos con más atención de la que él había anticipado, y por un segundo, algo brilló en su mirada, algo que no había visto antes. ¿Era posible que le molestara? El solo pensamiento de que Ayane pudiera estar celosa lo sorprendió, pero también lo llenó de una extraña satisfacción. Tal vez, solo tal vez, no le era tan indiferente como quería aparentar. Necesitaba comprobarlo, asegurarse de que no solo él estaba atrapado en ese enredo de emociones contradictorias.
Pero antes de que pudiera hacer nada, su mirada se desvió hacia otro lado. Lo que vio hizo que la calma que había intentado mantener hasta ese momento se rompiera por completo. Kuno estaba demasiado cerca de Ayane. Demasiado cerca para su gusto. El modo en que le hablaba, inclinado hacia ella, con su mano tocando la de ella, y la forma en que la sujetaba mientras susurraba palabras que claramente no eran inocentes... Todo encendió una llama de ira en su interior que no pudo controlar. Y la forma en que Ayane no se alejaba de inmediato, cómo permitía esa cercanía, solo empeoraba las cosas.
"¿Qué demonios está haciendo ese idiota?", pensó Ryoma, apretando los puños a los lados. La sensación de celos se había transformado en un impulso casi primitivo, un deseo de reclamar lo que creía que le pertenecía.
Finalmente, llegó a la altura de ellos la mirada de Kuno se alzó hacia él, y su sonrisa se volvió más amplia, como si viera en la llegada de Ryoma una oportunidad para jugar.
—Comandante Saotome —saludó Kuno, con un tono despectivo y provocador—. Justo a tiempo para la conversación. Estábamos hablando sobre el compromiso de Ayane y la conveniencia que trae consigo.
La furia de Ryoma brotó de inmediato. No solo por la cercanía que Kuno tenía con Ayane, sino por la forma en que hablaba de ella, como si fuera un objeto de cambio. Sin esperar a que Ayane pudiera responder, se dirigió directamente a Kuno.
—Aléjate de ella —dijo Ryoma, su voz resonando con una mezcla de advertencia y desdén—. No tienes derecho a tocarla.
La expresión de Kuno cambió al instante, aunque mantuvo su actitud despreocupada, seguro de que el juego continuaba.
—¿Oh? ¿Y por qué debería hacerlo? La señorita Tendo es libre de elegir con quién hablar —replicó Kuno, alzando una ceja, su tono burlesco empujando aún más la ira de Ryoma.
—¿Libre de elegir? —interrumpió Ryoma, dirigiendo su mirada a Ayane, quien observaba la escena con una mezcla de sorpresa y preocupación—. Ayane es mi prometida —respondió Ryoma, su voz firme como una roca, cada palabra cargada de una posesividad que no podía ocultar. La mirada de Kuno se oscureció, y Ryoma sintió que tenía que dejar claro quién estaba en control.
—¿Oh? ¿Y qué si lo es? —replicó Kuno, alzando una ceja, su tono burlesco empujando aún más la ira de Ryoma—. Ella es libre de elegir con quién hablar.
La tensión en el aire se hizo palpable, y Ryoma sintió cómo la rabia burbujeaba en su interior. Se volvió hacia Ayane, buscando su mirada, pero sintió que el control se le escapaba.
—¿Podrían dejar de discutir? —intervino, tratando de frenar la tensión creciente—. No hay necesidad de esto.
Sin embargo, Ryoma no podía aguantar más. Se acercó a Ayane, tomó su mano con firmeza y la llevó fuera del salón, ignorando las miradas curiosas que los seguían. Su agarre era fuerte, y Ayane lo sintió en la forma en que él la guiaba, su furia apenas contenida.
- Espera, me estás lastimando.- protestó Ayane, aunque la queja sonaba más a sorpresa que a dolor.
Ryoma no hizo caso a la queja de Ayane. El roce de sus dedos en su piel era una mezcla de deseo y un fuego de celos que lo consumía. Mientras atravesaban el salón, las miradas de los invitados se clavaban en ellos, pero no le importaba. Había cruzado una línea, y no tenía intención de retroceder.
- No se suponía que lo habías rechazado antes. ¿Porqué Kuno sigue buscándote? - preguntó cuando la arrinconó en una habitación alejada de la mansión.
Ayane se sintió atrapada entre su furia y la presión de su presencia. La incredulidad y la frustración comenzaron a mezclarse en su interior.
—¿Acaso piensas que es mi culpa que él no se rinda? —respondió, su voz temblando ligeramente mientras intentaba mantenerse firme—. No tengo control sobre lo que Kuno decide hacer.
—Pero tienes control sobre cómo respondes a él —replicó Ryoma, su mirada ardiente—. Si realmente lo rechazaste, ¿por qué no te alejas de él? ¿Por qué lo dejas acercarse? ¿Qué le has dado para que no pueda olvidarte?
Ayane se tensó, sus ojos ardiendo con una mezcla de indignación y algo que ella misma no quería reconocer. ¿Qué estaba insinuando Ryoma? ¿Acaso creía que ella había alimentado las ilusiones de Kuno a propósito? Sentía cómo una chispa de provocación comenzaba a crecer en su interior, una parte de ella quería empujarlo, hacer que se enfrentara a sus propios sentimientos.
—¿Y qué he hecho yo para que pienses eso? —respondió, su voz peligrosamente calmada—. Si Kuno me sigue buscando, es solo porque no puede aceptar un "no" como respuesta. No porque yo lo haya alentado.
Ryoma entrecerró los ojos, el espacio entre ellos cada vez más reducido.
—No lo sé, Ayane —dijo con un tono que bordeaba entre el reproche y la provocación—. Tal vez no te des cuenta de lo mucho que influyes en los hombres que te rodean.
—¿Influir en los hombres? —repitió, incrédula, mientras una sonrisa amarga asomaba en sus labios—. ¿Es eso lo que crees que hago? ¿Que manipulo a quienes me rodean para obtener lo que quiero?
—No estoy diciendo eso —replicó Ryoma, su voz más baja pero cargada de emociones—. Lo que digo es que tal vez no eres consciente del efecto que tienes... en mí.
Las palabras flotaron en el aire, densas y cargadas de significado. El rostro de Ayane palideció por un instante, pero rápidamente recuperó la compostura. ¿Qué estaba diciendo? ¿Acaso él también había caído bajo esa influencia que tanto detestaba?
—¿En ti? —susurró, mirándolo con una mezcla de sorpresa y cautela.
Ryoma se acercó un paso más, la tensión entre ellos se volvía casi tangible.
—Sí —dijo en voz baja, sus ojos azules penetrando en los suyos—. He tratado de mantener la distancia, de no dejar que esto me afecte. Pero no puedo evitarlo, no puedo soportar la idea de que alguien más te mire como si fueras suya, incluso si esto es solo una fachada.
El corazón de Ayane comenzó a latir con fuerza. ¿Qué era eso que Ryoma acababa de admitir?
—Ryoma... —susurró, con la voz entrecortada, incapaz de encontrar las palabras adecuadas.
- La sola idea de lo que ocurrirá luego de que rompa el compromiso me molesta de una forma que no puedo describirlo, ni siquiera quiero pensar en ello, aunque cada vez queda menos tiempo.
—¿Y qué pasará cuando esto acabe? —preguntó Ayane, su voz temblando entre la indignación y la vulnerabilidad—. No seré más tu prometida, y no podrás impedir que alguien más intente acercarse a mi.
Ryoma dio un paso hacia ella, la distancia entre ellos se volvió peligrosa. Su mano se alzó, tocando suavemente la mejilla de Ayane con una ternura que la desarmó.
—¿Acaso piensas que puedo quedarme de brazos cruzados? —preguntó, su voz baja y cargada de emoción—. No puedo soportar la idea de que alguien más te mire con esos ojos, de que alguien más se atreva a acercarse.
—Pero tú tienes que cumplir con tu palabra, Ryoma. Tendrás que romperlo, ese era el trato. —replicó, aunque su voz temblaba al mirar la intensidad de su mirada.
- Incluso si nuestro trato no existiera, el compromiso estaba orquestado por nuestros padres, terminaría sucediendo. Y si se rompe, tu padre te comprometerá con otro. De una u otra forma no tendrás la independencia que deseas.
- Lo prometiste.- titubeó ella.
- ¿Tan malo es ser mi prometida?
Ayane sintió el calor subirle al rostro. Sabía que su respuesta podría herirlo, pero no podía permitir que la confusión nublara lo que era correcto.
—No es eso, Ryoma —murmuró, sin atreverse a mirarlo a los ojos—. Es que todo esto no fue algo que nosotros elegimos. Lo impusieron, y aunque he aprendido a vivir con ello, nunca pensé que... —su voz se apagó por un momento, incapaz de continuar.
Ryoma, con el ceño fruncido, la estudió en silencio, como si cada palabra de ella lo estuviera destrozando por dentro. No podía entender cómo, después de todo, Ayane seguía hablando como si él no fuera una opción válida.
—¿Y ahora qué? —exclamó con un deje de frustración—. ¿Te quedarás esperando a que otro hombre te reclame una vez que todo esto termine? ¿De verdad prefieres eso?- su mano se apoderó de su mentón obligándola a mirarlo.
—¡No es eso! —respondió ella, más fuerte de lo que pretendía—. Simplemente... —se detuvo, sus emociones luchando por salir a la superficie—. No quiero perder lo poco que queda de control en mi vida.
La mano de Ryoma, que aún descansaba en su mejilla, se deslizó hasta la base de su cuello, sus dedos rozando suavemente la piel de Ayane, enviando un escalofrío por su columna. Su mirada se volvió más intensa, y el aire entre ellos se volvió más pesado, cargado de una tensión palpable.
—¿Control? —preguntó en un susurro, inclinándose lo suficiente como para que sus labios quedaran a un suspiro de distancia de los de ella—. ¿Es eso lo que quieres?
Ayane tragó saliva, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza contra su pecho. No podía pensar con claridad, no con Ryoma tan cerca, no con esa mirada que la desarmaba por completo.
—Lo que quiero es... —comenzó, pero su voz se apagó al sentir el roce de los labios de Ryoma sobre los suyos. No fue un beso dulce ni vacilante, fue voraz, lleno de la pasión y furia contenida que ambos habían estado reprimiendo.
Ayane intentó retroceder, pero Ryoma la sujetó firmemente por la cintura, atrayéndola hacia él con una posesividad que la dejó sin escapatoria. Sus labios se movieron sobre los de ella con una desesperación que no había mostrado antes, como si estuviera reclamando lo que sentía que era suyo.
Ayane trató de resistir, sus manos temblorosas empujaban ligeramente su pecho en un intento de detenerlo, pero su cuerpo traicionaba su voluntad, respondiendo al fervor con el que Ryoma la besaba. Era como si cada fibra de su ser estuviera siendo consumida por él.
—¡No! —exclamó, alejándose un paso, su respiración entrecortada y su rostro encendido—. ¡No puedes hacer esto, Ryoma! ¡Tú prometiste que romperías el compromiso!
Ryoma la miró, su pecho subiendo y bajando rápidamente, aún sintiendo el calor del breve contacto.
—Lo sé... —dijo en voz baja, pero sus ojos seguían fijos en los de ella, ardientes—. Pero no puedo evitarlo. - Ryoma apretó los puños, la frustración quemándole por dentro. Sabía que Ayane tenía razón.
—¿De verdad quieres que termine todo esto? —preguntó con una mezcla de desesperación y desafío—. ¿De verdad puedes imaginarte con otro hombre? Porque yo no puedo. No puedo imaginarte lejos de mí, Ayane. - dijo mientras volvía a reclamar sus labios, esta vez con más urgencia. Cada movimiento de él era posesivo, desesperado, como si el simple hecho de separarse de ella fuera una tortura.
El calor de Ryoma la envolvía, su desesperación era palpable, y por un momento, se dejó llevar por el torbellino de emociones que la consumía.
Pero pronto, la realidad la golpeó de nuevo. Con un esfuerzo monumental, se apartó de él, empujándolo con más fuerza esta vez.
—¡Basta! —jadeó, su voz temblorosa—. No podemos... ¡No puedes seguir haciendo esto!
—Ayane... —murmuró, dando un paso hacia ella, pero esta vez, Ayane levantó una mano, impidiéndole acercarse más.
—Cumple con tu promesa, Ryoma —dijo finalmente, su voz apenas un susurro—. Por favor, o lo haré yo misma.- Ella se alejó.
—Ayane, espera... —intentó él, pero su voz se ahogó cuando vió sus bellos ojos chocolate empañados de lágrimas. Él no pudo decir más.
Ella no miró atrás y salió. ¿Por qué le dolía tanto tener que alejarse? ¿Por qué su corazón se rebelaba ante la idea de dejarlo ir? Mientras se dirigía de regreso al salón, las palabras de Ryoma resonaban en su mente.
Al otro lado de la puerta, Ryoma se quedó inmóvil, tratando de entender como había perdido el juicio tan primitivamente. Su ira lo había cegado al punto de aprovecharse de una forma tan baja de su prometida.
Con el puño cerrado golpeó el marco de la puerta, era la frustración hirviendo dentro de él. Había arruinado todo. Había dejado que su desesperación tomaran el control, y ahora Ayane lo odiaba. No sabía cómo volver a enfrentarse a ella después de esto, ni cómo reparar el daño.
¿Qué tal? Disfrutaron el primer episodio del remake tanto como yo?
En honor a ello espero que disfruten este largo capítulo.
Por favor déjenme saber sus comentarios de la historia, y no olviden pasarse por mi historia de Sesshomaru x OC Florecer en Invierno. Me encuentras en twitter como Gializz14
XOXO anímame a seguir escribiendo!
