Día 5: Feria

Dipper y Mabel caminaban tomados de la mano, contemplando la feria en todo su esplendor. Apenas cruzaron el umbral de la misma, el aroma del caramelo, cacahuates tostados, algodón de azúcar y palomitas de maíz les llegó al olfato, despertando un poco de su apetito. Sin embargo, tan listos como eran, dejaron las golosinas para el final. Bueno, excepto el algodón de azúcar, el cual Mabel comía con mucha alegría dándole pedacitos en la boca a Dipper. A pesar de este gesto, la paranoia del chico Pines había disminuido con el pasar de los meses, pero no por ello dejaba de estar alerta. A varios kilómetros de sus casas, realmente tener este desahogo se sentía como caminar en el cielo.

—Estás muy relajado, Dippy —dijo Mabel, caminando mientras daba saltitos en un pie junto a él, como si estuviera jugando rayuela al caminar—. Demasiado para alguien que se meterá en problemas.

—Y tú te sientes bastante nerviosa, pero no esperaba menos de alguien que se meterá en muchos problemas.

—Touché, pero al menos estamos juntos en esto —Mabel lo volvió a tomar de la mano, más bien, abrazándose a él.

— ¿A dónde quieres ir primero, Mabs?

Se detuvieron en medio de la zona de juegos, y si bien había muchas atracciones para escoger, entre la pequeña montaña rusa, las tacitas locas, y la rueda de la fortuna, lo que llamó de inmediato la atención de la chiquilla fue el túnel del amor. Cuando Dipper vio su enorme sonrisa al mirar esa atracción, no pudo sino voltear los ojos con bastante gracia, pues ya se lo esperaba.

—Quieres que nos metamos bien en el problema, ¿verdad?

—¿Por qué no? El castigo ya lo tenemos ganado.

Sin decir más, los dos casi corrieron para tomar un lugar en la fila. Estando ahí, Dipper no pudo evitar mirar a las otras parejas y tenerles un poco de envidia porque ellos podían andar de la mano, dándose un beso cuando querían y donde querían. Como esa chica pelirroja y el tipo con cara de pocos amigos que jugaban en el tiro con rifle, o la rubia de sombrero que reía a carcajadas tomando de la mano de su novio en el péndulo que vieron más atrás.

En tanto, ellos tenían que rehuir a una feria a 3 horas de sus casas y esconderse en el túnel del amor por si había algún ojo conocido a la vista. Cuando llegó su turno de abordar en el bote, el cual tenía forma de un cisne que tenía un corazón por cola, Mabel sonreía al verlo poner un pie dentro.

—¿Ya te habías subido a uno de estos? —le preguntó ella.

—Una vez, con Wendy, hace ya algún tiempo.

—Je, Wendy… hace mucho que no hablo con ella. Ni con Candy o Grenda, en realidad.

Al mirar el aspecto nostálgico de ella y cómo su sonrisa se desvanecía en medio de ese pensamiento, le sujetó la mano cuando la atracción se puso en marcha. Poco a poco entraron en el túnel, con una sensación de mareo en sus estómagos que se esfumó en cuanto las luces rosas y violetas los cubrieron.

El suave mecer del agua y el sonido de la corriente pronto la tranquilizaron, él se dio cuenta cuando por fin se recargó en el asiento y le puso la cabeza encima del hombro. Poco a poco el túnel fue tomando forma de corazón también en los muros y Mabel no pudo estar más encantada cuando vio aparecer cientos de burbujas de alrededor de ellos. Incluso Dipper estaba sorprendido.

—Quisiera que pudiéramos hacer esto siempre, Dipper —la mano de Mabel lo apretó mucho más al decir estas palabras, y Dipper hizo lo mismo. —Ahora que dimos este paso, todo el tiempo juntos que tuvimos antes parece tan diferente. Como si… no lo hubiéramos aprovechado.

—Pero esto también me gusta, ¿sabes? Es un secreto, y tenemos la mejor cubierta de todas.

—¿Y cuál es?

—Nadie lo esperaría de nosotros —le contestó él sonriendo.

Mabel asintió de forma juguetona al escucharlo decir eso, y poco a poco, cubiertos por el anonimato del túnel, por las luces y sombras provocados por aquellos destellos rosados y violetas, fueron acercando cada vez más sus rostros hasta que culminaron en un delicado beso lento y cálido.

Cerraron los ojos, dejándose llevar por el momento, por sus sentimientos. Empezaron a mover los labios, temblando, con los nervios a flor de piel. Dipper le acarició delicadamente las mejillas y la acercó más hacia sí, cerrando el contacto y llenándose con el aroma de su perfume.

Al separarse, los dos se miraron con un poco de vergüenza, pero no por ello soltaron sus manos. Simplemente abrazaron, disfrutando del paseo.