Día 6: Mudanza

Hubo un momento de duda antes de empezar a poner su ropa dentro de una maleta. Era lo único que quedaba por empacar, y tal vez algunos libros, pero fuera de eso, no mucho más. Habían sido meses muy duros, y no quedaban más cosas que lo ataran a quedarse en esa ciudad, exceptuando tal vez a…

—Hola, Dippy —saludó Mabel desde el otro lado de la puerta— ¿Puedo pasar?

—Adelante.

Mabel entró dando un breve vistazo a la habitación, y es que los pósters de películas y de videojuegos que tanto tiempo estuvieron ahí, ahora por fin se fueron. Más por obligación que por otra cosa, pero nada más. Ni siquiera los había guardado, sino que estaban en el cesto de basura.

—¿Estás seguro de que quieres hacer esto? Papá dijo que podrías ir a casa con nosotros, si no te sentías cómodo aquí.

—No me siento cómodo en esa casa, en ninguna de las dos —dijo él de forma tajante—. No sé si lo entiendas, Mabs. Me metí en muchos problemas, este lugar, mamá la escuela… ya nada de esto es para mí.

Eso preocupó bastante a Mabel, que con gesto triste y temeroso lo detuvo de meter más camisas en la maleta. Se miraron por un breve segundo, pero incluso con la menguante sonrisa que Dipper trataba de darle, podía ver ese brillo de tristeza en sus ojos.

—¿Tampoco yo?

—Mabel, no hagas esto —suplicó Dipper.

—Es sólo que… si tú te vas de verdad podrían cambiar las cosas —Mabel agachó la mirada, sentándose en el colchón y Dipper hizo lo mismo, sólo quedaron separados por la maleta en la cama—. Yo me he divertido mucho contigo, con esto que tenemos, ¿no ha sido suficiente para que lo reconsideres?

Dipper suspiró, pensando muy bien en las palabras que diría antes de decirlas. Mabel permanecía viendo algún punto en el suelo.

—Me encanta lo que tenemos, lo adoro —dijo en voz baja, siempre temeroso de ser escuchado—. Pero a veces… siento que no tenemos la suficiente libertad para expresar lo que sentimos. Tú allá, en la escuela. Yo aquí, fingiendo que iba, para no estar cerca de todos los imbéciles que…

Dipper dejó de hablar, porque no era nada cómodo de decir que desde que Mabel se fue a otra escuela, tuvo que lidiar con los problemas acarreados por los bullys. Allá donde iba Dipper, siempre había alguien molestando con que "su novia" o su "gemela parásito" lo había dejado solo, o peor, que "se la habían extirpado por fin". Aquella carta urgente de la escuela sólo fue el preludio para su expulsión inminente. La pequeña esfera de nieve rodando cuesta abajo hasta culminar en esto: Dipper se iría a Gravity Falls para vivir con su tío Stan.

—Y si voy contigo, nos atará más las manos —prosiguió—. Yo no quiero que esto termine, pero sería bueno que tengamos espacio. Además, falta muy poco para el verano, y estoy seguro de que papá no te negará ir a visitarme.

Mabel sonrió al escuchar esto, pero no pudo evitar llorar. Ante esto, Dipper nunca encontraba la forma de resistir el hacerla sentir mejor. Se trataba de una cosa que jamás haría siquiera el intento de mejorar, pues le hacía sentir muy bien el hecho de protegerla. Dipper cerró la puerta y le dijo que guardara silencio con el dedo sobre los labios.

Acto seguido, le puso un papel en las manos a Mabel, quien lo leyó rápidamente antes de abrir los ojos con impresión; cuando la vio de vuelta, los dos se abrazaron con efusividad y alegría antes de darse un beso corto en los labios. Todo era parte de su plan, en el papel podía leerse "Academia de Arte Oregón, próxima apertura".