Cap 51: La fuente del agua de la vida
Los aspirantes a santos dorados aguardaron la respuesta de la anciana. Ella ya había visto los recuerdos de todos ellos. Eran conscientes de las grandes falencias en sagitario. No era secreto que no era una persona perfecta y al conocerlo, se comprobaba fácilmente que llamarlo "ángel" era excesivo. Ese apodo era bueno como símbolo para los desesperanzados, pero no encajaba con su personalidad en privado. Si bien contaba con algunas cuantas virtudes, generalmente destacaba su peor lado. Probablemente era algo inconsciente. Sin embargo, nadie podía negar lo arrogante e irritante que resultaba Sísifo a primera vista. Prana no mostraba expresiones en su rostro y guardaba silencio causando un creciente temor en los presentes. ¿Y si todo lo mostrado fue peor de lo esperado?
—¿Y bien, anciana? —preguntó Pólux con apremio harto de la espera y el mutismo—. ¿Nos darás el agua o no? —demandó saber.
—El arquero está lleno de defectos; exceso de orgullo, impulsividad, malicia, deshonestidad, es entrometido, blasfemo y burlón —enumeró algunas de las cosas que había percibido en aquellos recuerdos.
—Pero es buena persona —afirmó Giles queriendo salvarlo.
—Muy, muuuy en el fondo, pero lo es —apoyó Pólux a su retorcida manera.
—No eres de ayuda, toca niños —regañó Miles con disgusto, pero igualmente nervioso por lo que decidiera la muviana.
Tibalt permaneció en silencio. Encontraba innecesario seguir alegando, considerando que esa mujer podía leer sus recuerdos y hacerlos visibles para los demás. Además, no había negado darles la ubicación del agua de la vida. Sólo mencionó aquello de lo que todos eran conscientes. Pese a sentirse profundamente agradecido con el arquero, no podía hacerse el ciego respecto a sus errores. Entre los cuales incluía exceso de confianza. ¿Cómo se le había ocurrido estar a solas con Pólux en la cocina? Había un claro interés en algo más que una "charla", pero parecía no notarlo. Tomó eso como una oportunidad de aprendizaje. No eran muchas cosas en las que podría asistir o ayudar al ángel de Atena dadas las diferencias entre sus capacidades. Mas al conocer sus defectos podría sacarlo de problemas o en el mejor de los casos ahorrárselos. Hasta Shanti siendo ciego había sido de gran beneficio para el terco dorado. Eso le hacía sentir reconfortado respecto a pagar su amabilidad al salvarle la vida anteriormente.
—No saquen conclusiones apresuradas —pidió la anciana con calma—. La verdadera marca de un héroe son sus defectos —declaró con un tono de sabiduría.
—Deja de dar tantos rodeos, anciana y dinos si nos darás el agua o no —ordenó Pólux con impaciencia siendo rotundamente ignorado.
—Muchos pueden considerar como un héroe a alguien que se hace cargo de una persona malvada o de un monstruo peligroso. Hércules, Teseo y otros grandes y famosos "héroes" han sido protagonistas de hazañas extremadamente famosas —explicó para molestia del semidiós—. Han salvado a muchos inocentes, pero en privado han herido o intentado cometer actos más que cuestionables —declaró con disgusto.
Los cuatro aspirantes la oyeron sin interrumpir dándole la razón. Grandes figuras como los mencionados eran santos a ojos de las víctimas que se sentían satisfechos por haber sido rescatados. Era verdad que en sí mismo era un acto noble. Mas, gracias al semidiós castaño entendieron que se podía ser una figura famosa y aclamada por el público y en privado cometer toda clase de bajezas. Todo creyendo que una cosa excusaba a la otra. No, no era justicia ni equilibrio ese tipo de prácticas. No podían considerar que la violación de decenas de niños inocentes fuera el pago por la muerte de bestias peligrosas. Y lo mismo aplicaba para todo lo demás. Un pecado no se pagaba con un acierto. No era suficiente considerarse buena persona con una mentalidad tan simplista. No todas las acciones requerían el mismo esfuerzo y así mismo, no todas tenían el mismo peso. Había que considerar cuidadosamente el contexto, las motivaciones y las acciones para juzgar a cada persona de manera individual antes de declararla buena o mala.
—El mocoso que quieren salvar aún tiene mucho que recorrer para ser digno de su apodo como "ángel", pero es redimible sólo estando con vida —continuó Prana tras ver que nadie iba a interrumpirle.
—¿Eso quiere decir...? —preguntó Giles emocionado de que al fin les dijera lo que querían.
—Les daré la ubicación al agua de la vida —asintió la anciana con una sonrisa—. Raga va a guiarlos hasta la entrada, pero se los advierto. Ese lugar es peligroso incluso para nosotros los muvianos, debido a las bestias salvajes que custodian el agua.
—¡Sólo deja que la borrega nos guíe, yo haré el resto! —afirmó el semidiós altamente emocionado de seguir su camino.
Luego de largas reflexiones de parte de Prana finalmente había accedido a decirles donde se encontraba el agua de la vida. El lugar al que debían llegar era uno sumamente peligroso. Fueron advertidos que, debido a su alta capacidad de curación, varios animales y diferentes bestias se reunían a su alrededor. Aun sin ser conscientes del significado de su poder, el cosmos que desprendía y que les hacía sentir bien al beberlo hacia que incluso con su poca inteligencia entenderían que era algo "bueno". Si estaban heridos o adoloridos sólo debían beber de allí y el dolor desaparecía. Raga se encargó de guiar a los cuatro visitantes hasta el punto seguro como le indicó su maestra. Lógicamente la anciana enseñó bien a su adorada discípula como para dar permiso de que ingresara directamente hasta la fuente. La joven muviana conocía de sobras el camino y era capaz de atravesarlo sin demasiada dificultad.
—Oye, borrega —llamó Pólux con fastidio—. Aquí sólo hay un muro de piedra —señaló con su dedo índice.
—Deben escalar —respondió ella con tranquilidad—. Este es uno de los motivos por los cuales mi maestra me dijo que los trajera hasta aquí. Muchos creen que hay otro camino oculto o algo por el estilo, pero la realidad es que debemos subir por aquí. Es complicado escalar este sitio y más aún luchar contra las bestias que los aguardan en la cima —explicó con una sonrisa demasiado animada para la situación en la que se encontraban—. Sin embargo, teniéndome de guía es imposible que se pierdan. Si mueren será por su falta de condición física, no por perderse.
—Qué consuelo —murmuró Miles ante esas palabras.
Tras aquellas palabras, la pelirroja comenzó a moverse por el muro. Existían salientes de roca que permitían apoyarse para darse impulso y moverse hacia arriba. Lógicamente todo aquello requería de una condición física bien entrenada. A la altura en la que se encontraban el aire escaseaba y hacía pesada incluso la tarea de llenar los pulmones. Sin importar cuan profunda fuera la inspiración, el oxígeno simplemente parecía no ser suficiente para sus cuerpos. La niña sonrió al mirarles unos cuantos metros adelantada hacia arriba. Se detuvo en su sitio esperando que la alcanzaran. Después de todo era su tarea hacerlos llegar hasta el agua de la vida, pero le era imposible cargarlos a cuestas. Esa parte dependía totalmente de ellos mismos.
—Maldita vieja —insultó el semidiós ofendido por haberlos dejado aún tan lejos de su objetivo a pesar de que el tiempo apremiaba.
—No te mueras, niño —aconsejó la pelirroja mirando al más joven del grupo caer al intentar trepar.
Había sido atrapado por Miles evitando un fuerte sentón contra el suelo. Observó con sus ojos oscuros hacia arriba dudando de si podría llegar a la cima. Su condición física no era especialmente destacable. Buena sí, gracias a los múltiples castigos impartidos por León, pero tampoco poseía un poder como cosmos divino que le ayudara a llegar más fácilmente…
—Tu novia está preocupada —molestó el hijo de Zeus haciendo fruncir el ceño a los niños.
—Sólo no me gustaría que se perdiera la vida de uno de los nuestros –aclaró Raga mirando de mala manera al aspirante de géminis—. Los muvianos valoramos mucho la familia. Este mocoso es algo así como un primo lejano.
–No, no lo soy —negó Giles viéndola con fastidio—. Pero gracias por la preocupación —dijo por educación tal y como le había enseñado Talos.
—Algún día maduraran, niños oveja —afirmó el semidiós antes de dar un gran salto hacia la montaña.
Había zonas sobresalientes donde podían pisar sin embargo estaban algo altas. El gemelo mayor cayó con tal fuerza que terminó quebrando la roca bajo sus pies. Se giró para ver a los demás con una sonrisa presumida por su fuerza topándose con la desagradable sorpresa de que el príncipe había saltado alrededor de tres veces para subir a una altura similar a la de Pólux. Sólo que él no había quebrado nada. Viendo eso. Miles decidió irse por el lado de Tibalt antes de que el semidiós terminara enterrándolo bajo una avalancha provocada por sus pisotones. Subió a Giles a su espalda y le pidió que se aferrara con todas sus fuerzas. El ex prostituto usaba las salientes para subir lentamente. Colocaba sus pies en las zonas donde podía apoyarse de forma segura y ayudándose con sus brazos iba subiendo despacio tanteando con sus manos que cada roca estuviera bien sujeta antes de confiarle todo su peso. Algunas se salían nada más aplicarles un poco de fuerza. Definitivamente no podía usarlas de punto de apoyo cuando cargaba su peso y el de Giles con él.
—Pareces una cabra —insultó Pólux al darse cuenta de que el príncipe había avanzado más que él.
Naturalmente el semidiós tuvo que realizar varias pausas y algunos retrocesos al ver que las rocas cayeron a causa de los temblores provocados por sus poderosos saltos. Mientras que Tibalt podía avanzar sin complicaciones. O casi. Sólo debía cuidarse de los temblores ocasionados por Pólux, pero exceptuando eso no tenía mayores dificultades para avanzar. No eran veloces, cosa que desesperaba un poco a Raga. Especialmente porque el maleducado e irritante rubio mayor era el que la seguía pisándole los talones, seguido del principe y por último quedaban los que creyó esclavos. Ellos eran los más lentos de todos.
—No veo necesario actuar como un salvaje —respondió el espadachín viendo desde arriba al rubio cuando consiguió adelantarlo.
—Te crees la gran cosa porque puedes dar algunos saltos como si fueras un animal salvaje —acusó el hijo de Zeus con fastidio.
—Ni ellos se mueven de manera tan imprudente como tú —contraataco Tibalt antes de continuar ascendiendo.
—¿Qué dijiste? –interrogó antes de seguirlo con claras intenciones de golpearlo cuando lo alcanzará.
—Vaya estás muy parlanchín desde que no está Sísifo —comentó Miles de manera pícara.
—Tú deberías ser el que guarde silencio siendo el que va más atrasado de todos —reclamó el rubio.
—Eso es mi culpa —defendió Giles—. Tarda más porque me está llevando a mí —intervino aferrándose con fuerza al cuello del otro mientras miraba hacia abajo viendo todo lo que habían avanzado.
–Entonces yo puedo llevarte y asunto resuelto —ofreció el semidiós.
—No, gracias quiero vivir —rechazó el muviano de manera tajante.
—Además suficiente tienes con perseguir a Sísifo, deja de actuar como un depredador —mencionó el ex eromeno siguiendo pegado a la pared usando todas sus extremidades para aferrarse al muro.
—Pareces una cucaracha trepando así —insultó el aspirante de géminis.
—Es la mejor manera de ahorrar energía y cargar un niño sin riesgo de que se me caiga —justificó Miles sin darle mayor importancia a aquellos reclamos hechos a su persona.
Debido a la falta de aire, dejaron de hablar por un tiempo. De por sí era difícil respirar sin jadear como para desperdiciar su oxígeno en charlas inútiles peleándose entre ellos. Luego de escalar aquella pared vertical casi recta en su totalidad, consiguieron llegar a terreno llano. No obstante, tampoco era mucho mejor. Por lo que lograban ver había una especie de columnas de piedra que venían desde lo más profundo de un abismo al que nadie querría caer. Por lo que veían deberían usar esas columnas para avanzar, pues Raga saltaba de uno en uno avanzando sin miedo. Mas, eso se debía a su costumbre y probablemente a algún truco que seguramente guardaba en caso de resbalar. Pero ¿ellos? Si daban un paso en falso caerían y ni siquiera eran capaces ver el fondo del abismo. Resbalar era la muerte sin dudas.
—Vamos, no tengan miedo —alentó la pelirroja luego de haber saltado alrededor de cuatro de esas columnas—. Como pueden ver, podemos usar estas rocas para avanzar dando algunos saltos. Eso sí, como se caigan no podre hacer nada por ustedes —aclaró rápidamente sin ser de mucha ayuda para calmar sus nervios.
—Pólux ve al último —pidió Tibalt de inmediato.
—¿Quién te crees para darme órdenes? —preguntó el semidiós con una expresión de molestia en su rostro.
—Tus saltos destruyen lo que tocan —señaló Miles con el ceño fruncido—. Si vas primero puede que destruyas el camino y no podamos pasar.
—Como si fueran necesarios para conseguir el agua —mencionó de manera altanera.
—No serías capaz de lograr nada solo —acusó Giles—. No eres tú quién consiguió la información ni convencer a la señora muviana de darnos la ubicación.
—Mendigo niño oveja te están haciendo falta tus nalgadas —gruñó Pólux haciendo tronar sus dedos con amenaza.
—¡Adelante, golpéame si quieres! —retó el pequeño rubio sin dejarse intimidar por el otro—. ¡No lograrás que doblegue mi voluntad con la fuerza bruta!
—Ya, ya —intervino Miles intentando evitar que comenzaran alguna lucha inútil—. No podemos perder el tiempo castigándonos entre nosotros. El tiempo apremia, ¿recuerdan?
—Pero el niño oveja causa discordia. ¡Necesito darle un buen correctivo! —gritó el gemelo mayor intentando avanzar hacia el infante.
—Detente, Pólux —pidió Tibalt interponiéndose en su camino—. No sé tú, pero mi prioridad es salvar a Sísifo y no lo lograré esperándote. Si quieres quedarte jugando con Giles, hazlo, pero no me estorbes.
Con esas palabras logró hacer enojar al semidiós. No le gustaba ver tanto interés de parte del espadachín en el arquero. ¿No le había quedado claro que no era su prioridad? Si debía elegir entre ellos, sagitario optó por él. "Maldita cabra loca". Pensó con rabia por esa actitud que claramente buscaba ganarse el favor del otro. Debían darse prisa a como diera lugar. Aun si eso significaba soportar a esos tres y a la borrega que le sonreía burlona al ver la discusión que mantenían. Accedió a ser el último en cruzar para ahorrarse más discusiones. Lo que menos deseaba era que Sísifo lo culpara de retrasar intencionalmente la búsqueda de su cura. El camino era peligroso y pese a no haber parecido vértigo anteriormente, incluso Miles no pudo evitar sentirse mareado al mirar hacia abajo. Como si el abismo mismo atrajera su cuerpo para hacerlo caer. Fue ese mismo mareo el que le hizo fallar su salto quedando apenas sostenido por sus dedos al borde de la roca. Sus uñas se rompieron y la tibia sangre se deslizó por sus dedos mientras luchaba por subir.
—¡Miles! —llamó el principe acercándose lo más posible.
Había dado dos o tres saltos para regresar donde estaba con intención de ayudarle a subir nuevamente. La propia sangre en sus dedos le estaba dificultando mantenerse allí. Sin embargo, rápidamente Miles sintió como su cuerpo se elevaba en el aire junto a Giles. Al mirar al responsable se dieron cuenta de que Pólux lo había sujetado por la ropa y lo arrojó con tal fuerza que los hizo llegar a la zona segura. Rebasando incluso a Tibalt que estaba adelantado.
—¡Maldito bruto! —gritó el ex eromeno al quedar muy adolorido por la caída.
Cuando se percató de las intenciones del semidiós para hacerlos cruzar más rápido, su primer instinto fue abrazar a Giles para protegerlo del impacto. Consiguió su objetivo, pero su brazo y parte de su espalda estaban muy adoloridas. Incluso su ropa se rasgó un poco en la zona afectada y donde la túnica no le cubría su piel presentaba raspones. Tibalt frunció el ceño mirando con regaño al aspirante de géminis. Éste por su parte, se encogió de hombros sin darle importancia. Ahora no debía preocuparse por esos dos retrasando su avance. Le parecía tedioso esperar que esos dos lentos llegaran a salvo para poder correr, cuando él era por mucho más ágil y veloz para cruzar. El principe retomó su camino hasta llegar donde Miles y Giles, siendo seguido de cerca por Pólux.
—Sí que son lentos —bostezó Raga siendo ella la que al ir como guía nunca dejó de estar a la cabecera.
—¡Es culpa de ellos! —acusó Pólux apuntando con su dedo a los demás aspirantes.
—Ya casi llegamos por suerte —dijo la pelirroja, pero su tono de voz no era alegre ni feliz—. Si avanzamos por aquel camino —dijo señalando un valle frente a ellos—. Nos encontraremos con aves gigantes. Creemos que el agua de la vida las hizo crecer tanto, pero son muy agresivas y asesinaran a cualquiera que se acerque al agua de la vida.
—Déjamelas a mí —presumió Pólux chocando su puño derecho contra la palma de su mano izquierda—. Un montón de pajarracos no son problema para mí.
—Nosotros podemos encargarnos de distraer esas aves y ustedes van por el agua de la vida —sugirió Tibalt mientras miraba directamente a Miles—. Raga es la que conoce el camino y Giles... —dijo interrumpiéndose para no decir algo que le ofendiera—. Es mejor que les ayudes en lo que necesiten.
El pequeño rubio frunció el ceño, pero guardó silencio. Él sólo pudo apretar sus puños con impotencia sabiendo que el verdadero motivo de enviarlo con Miles era porque no poseía suficiente poder para luchar contra las aves. Estaba siendo una carga que le asignaron al ex prostituto. Quiso replicar, pero supuso que no era el mejor momento de ponerse caprichoso. Tibalt y Pólux lucharían contra seres peligrosos y no quería distraerlos. En el mejor de los casos saldrían heridos y en el peor, alguno de ellos podría morir por tener que cuidar de él. El joven rubio entonces desistió de la negativa que pugnaba por salir de su boca y aceptó la disposición con una sonrisa.
—Entonces todo arreglado —afirmó Raga animadamente mientras comenzaba a caminar.
Al estar al fondo del Valle, las altas paredes de roca se alzaban a ambos lados creando un estrecho camino que ellos transitaban. Incluso estando en ese sitio, al mirar hacia el cielo eran capaces de distinguir a las enormes aves. Su cántico era amenazante. Lejos de sonar como las aves que solían pasear por el santuario, estas graznaban de una forma similar a la que harían los cuervos a la espera de devorar algún cadáver fresco. Era eso lo que más escalofríos daba. Saberse una comida aún no servida, pero que esas aves codiciaban sin decirlo en palabras.
—Deténgase —ordenó Raga ocultándose detrás de una de las paredes de roca siendo imitada por los demás—. Vean, allí están —señaló hacia adelante.
Frente a ellos había un enorme espacio vacío en forma circular rodeado por las estructuras de roca formadas de forma natural por la montaña. Al decir vacío, era desprovisto de cualquier rastro de vegetación animales. Como mucho podían encontrar con la mirada algunos huesos de origen desconocidos. No sabían si eran de animales o presas humanas y así lo preferían. No necesitaban confirmar que eran capaces de devorar carne humana. Por la forma le recordaba mucho al coliseo en el santuario de Atena. En forma circular estaban dispuestas varias aves de gran tamaño. Todos sentados. Algunos comiendo, otros acicalando su plumaje o el de sus congéneres. Pese a la pacífica imagen sabían que al momento de ingresar allí toda la paz que observaban a la distancia se terminaría pronto.
—¿Ven aquella gruta? —interrogó la pelirroja señalando al fondo de aquel sitio—. Si entras allí podrás encontrar el agua de la vida.
—Por lo que alcanzo a ver es un lugar muy estrecho —mencionó Pólux dándose cuenta de que quizás su cuerpo no podría caber sin destruir el pequeño manantial.
—¡Entonces yo puedo entrar y buscarla! —ofreció rápidamente Giles viendo su oportunidad de colaborar en algo de verdad útil.
—No seas tan ansioso —pidió Miles mientras le desordenaba sus cabellos cariñosamente—. Hay que llegar allí primero —le recordó para que no obviara que las aves seguían siendo un problema de cuidado—. ¿Están seguros de poder distraer a esas aves? —cuestionó a los príncipes—. Puedo ayudarles con la distracción mientras los niños van por el agua.
—¡Soy un hijo de Zeus! —exclamó el rubio poniendo énfasis en el nombre de su padre—. No te preocupes por el principito de cuarta, mientras esté conmigo vivirá… al menos mientras no me estorbe —aclaró al final.
—¿Te estorbe en conseguir el agua o en tu acoso sexual hacia Sísifo? —preguntó Miles arqueando una ceja mientras se cruzaba de brazos.
—No lo acoso —se defendió el aspirante de géminis—. No soy tan vulgar como tú ofreciéndote a los dorados, ramera callejera —aseguró con una sonrisa de suficiencia—. No conseguirás una armadura de esa forma tan desvergonzada.
—¡Mis sentimientos son sinceros! —gritó Miles ofendido.
—No tanto como los míos —se regodeó Pólux.
—Sí como no —respondió el ex eromeno.
—Ya basta —ordenó Tibalt con voz firme—. Debemos centrarnos en conseguir el agua. Nos guste o no, debemos trabajar juntos para asegurar el éxito. Luego podemos hablar de lo demás —dijo mirando significativamente al semidiós.
Aquella mirada del espadachín no le había agradado en lo más mínimo al semidiós. Debido a la sangre de Sísifo su vida se había salvado cuando Hércules casi lo mató. Ahora parecía decidido a compensar su falta anterior. Tenía sentido y era una actitud honorable, pero imaginar al arquero todo agradecido con la "cabra loca", —como lo tenía ya apodado—, le molestaba. Dada la personalidad de sagitario, había notado que su mente era demasiado simple: trátalo mal y querrá destruirte o humillarte, trátalo bien y dará todo de sí por ti. De hecho, el principito de cuarta ni siquiera fue agradable mientras anduvo como parte del séquito de Hércules y aun así Sísifo puso en peligro su propia salud por ellos. Si era Tibalt quien le llevaba el agua no sabía cuál sería la actitud que tomaría el estafador hacia él.
—Muy bien, si van a dividirse en dos grupos apresúrense —ordenó Raga interviniendo—. Las aves salen a cazar y por eso no está tan lleno este lugar.
—¿Qué? ¿Estas no son todas? —interrogó Miles al mirar la gran cantidad presentes.
—No, aún pueden ser muchas más —respondió la pelirroja—. Les será imposible captar la atención de todas, pero si se llevan a una buena parte podremos ir hasta la gruta y conseguir el agua. ¿Traes el recipiente? —interrogó al rubio más pequeño.
—Sí, lo he cuidado bien —afirmó Giles sacándolo de entre sus ropajes para mostrarlo.
—Entonces cuando quieran —dijo Raga observando a los príncipes.
Sin más que decir, ambos se pusieron de acuerdo en hacer mucho ruido para convertirse en su blanco. Salieron de la parte segura dando pisotones, gritos y agitando los brazos. Las aves al percatarse de los intrusos extendieron sus alas y se lanzaron contra ellos como un halcón a una presa indefensa. Una vez que tenían la atención en ellos Tibalt y Pólux se alejaron corriendo en direcciones opuestas para dividir la bandada, mas eso no era suficiente para tenerlas a todas distraídas. Miles aprovechó el momento en que vio a las aves ir tras los príncipes para dirigirse hacia la gruta en la montaña, siendo seguido de cerca por algunas aves. Raga y Giles hacían lo que podían para cubrirle. El pequeño rubio parando cada cierto tiempo a recoger rocas para arrojarle a las aves luego de haberles infundido algo de su cosmos. Raga por su parte creaba algo de niebla para dificultarles la visión en su travesía.
—Parece muy estrecho, tal vez debería ir yo por el agua —mencionó Giles una vez que llegaron hasta la pared de roca donde había una grieta por la cual ningún guerrero fornido de la contextura de Pólux o Tibalt podría pasar—. Yo puedo pasar sin problemas.
—No, mejor déjame a mí —pidió Miles midiéndose grosso modo, notando que, aunque sería incómodo de todas formas podría pasar.
—¿Es porque me consideras una carga? —interrogó Giles con molestia—. No he logrado contribuir en nada al equipo.
—Escucha —pidió el ex eromeno mientras colocaba una mano en el hombro del otro—. Tú puedes manejar mejor el cosmos que yo. Las piedras que les arrojaste antes lograban espantar las aves, pero yo no puedo hacer eso. Necesito que impidas que las aves vengan aquí o seré devorado nada más salir.
Giles no estaba del todo convencido, pero sin ánimos de ofender, reconocía que se aventajaba en el manejo del cosmos. Él y Shanti eran muy afines al manejo de este. Por otro lado, Miles no lo era y tampoco tenía un físico envidiable como León o Talos. Si se quedaba afuera vigilando sería presa fácil para las aves. Tras concluir que la tarea de buscar el agua era menos peligrosa, pero igualmente importante, Giles le entregó el recipiente donde contendrían el agua recolectada. Una vez con el objeto en sus manos, el ex ladrón comenzó a avanzar por el estrecho moviéndose cual cangrejo al caminar de izquierda a derecha. Estuvo así por algunos metros hasta llegar al interior donde había algo parecido a una pequeña laguna formada. Miró hacia el techo de piedra dándose cuenta de que el agua provenía de la cima de la montaña. Se deslizaba por las estalactitas y goteaba hacia el suelo donde quedaba contenido por el círculo de estalagmitas.
—Qué conveniente que este contenida de esta manera —dijo Miles en voz alta sintiendo todo demasiado sospechoso y sencillo—. Tal vez es una fuente falsa para envenenar a los ladrones —teorizó mientras se acercaba.
No podía confiar en algo tan sencillo. No había trampas en el camino según comprobó. Pues iba pisando con cuidado por si el suelo se deshacía o se activaba alguna trampa, pero nada. Tampoco había animales a su alrededor que le atacaran. Entonces la única respuesta lógica era que fuera un manantial falso. Por lo mismo acercó su mano y probó un poco del agua. Si moría, sus compañeros se percatarían de la trampa al ver su cadáver y podrían encontrar la verdadera fuente después. Si tenía un poco de suerte, si había ingerido veneno no moriría de inmediato y conseguiría un antídoto. O el escenario al que menos fe le tenía y que sucedió: el agua era segura. No sentía nada diferente en su cuerpo, pero tampoco parecía tóxica.
—Quizás sólo hace efecto en enfermos —murmuró mientras juntaba el agua en el recipiente—. Aunque admito que me duele menos el cuerpo —mencionó al darse cuenta de lo poco que le molestaban los raspones que le provocó Pólux anteriormente—. No puedo seguir perdiendo el tiempo cuando me están esperando —dijo acelerando el paso hacia la salida.
Mientras tanto, fuera de la cueva los príncipes lidiaban con las aves. Tibalt aprovechaba su condición física para correr y evadir los ataques. Jamás pensó que el entrenamiento tan feroz de León hiciera la diferencia entre la vida y la muerte. Pólux había hecho algo similar un buen tiempo. Empero, perdió la paciencia. Harto de escapar de unos animales a los que consideraba inferiores, liberó su cosmos para matar a todo pájaro que osaba acercarse a él. Dio varios saltos buscando esquivar y atacar a la vez causando que todo a su alrededor temblara. El poder del semidiós era tal que incluso Tibalt cayó al suelo debido a los temblores causados por el rubio.
Estando tirado en el suelo se percató de algo importante. Un detalle que antes pasaron por alto. En la parte más alta de la montaña, en las salientes de las rocas, había nidos. Hechos de paja y ramitas y lo más importante: habitados. En esos pequeños nidos había polluelos gritando llenos de miedo. El temblor había conseguido quebrar el suelo y la fractura se extendió desde los pies de Pólux hasta la pared, haciendo que aquella fisura creciera verticalmente. A consecuencia de todo lo anterior varios polluelos cayeron. Algunos murieron en la caída al quedar aplastados por los escombros. Otros terminaron malheridos piando por ayuda a sus madres. Las grandes aves miraban con pena a sus crías fallecidas y con su pico buscaban darles consuelo a los heridos.
—¡Pólux detente! —gritó Tibalt mientras se acercaba a donde estaban algunos polluelos supervivientes.
Su cosmos no era tan grande como el de un semidios, pero al menos podía usar su cuerpo de escudo para preservar la vida de los pequeños. Las grandes aves a sus espaldas al inicio atacaron causándole un gran arañazo en la espalda al príncipe, pero éste no se movió. Tal vez no era tan aventajado como otros en el uso del cosmos, pero sabía suficiente para evitar que esa herida lo matara. Causó un gran daño, eso sí, pero no mortal de momento. Tibalt permaneció de rodillas a los polluelos extendiendo sus brazos para que su cosmos creara algo similar a un escudo que amortiguara el daño.
—¡Qué te detengas, Pólux! —gritó el príncipe corriendo hacia él para sujetarlo entre sus brazos—. ¡No están custodiando el agua, sino a sus crías! Mira —señaló a las aves quienes con sus garras sujetaron a sus crías antes de retirarse volando.
—Al menos se están retirando de una vez —masculló Pólux de mala gana—. Y eso es todo lo que importa.
El semidiós había notado la manera en que las aves los miraron. Quizás era por su cosmos divino, pero era un poco más sensible a las intenciones de los animales. Los dioses estaban profundamente relacionados con la naturaleza, la vida y la muerte. Sísifo le había enseñado que, debido a la inherencia del cosmos en todos los seres vivos, todos podrían comunicarse. Al menos en teoría debería ser posible. Los animales no poseían el nivel de inteligencia de los seres humanos para comunicarse por medio de palabras, pero sagitario le explicó que Apolo y León estaban domando a Caesar con su cosmos. Guiado por eso, él mismo usaba el propio para leer el del cachorro. De esa manera dijo sentir algo parecido a los celos por la atención de León. Era sólo una idea aun poco desarrollada, pero ahora la sentía plausible. Podía sentir como las aves parecían agradecidas con Tibalt y a él le dirigían su odio y miedo. No le gustaba esa sensación de culpa que le daba haber matado a sus hijos. No tenía la intención de destruirlos, pero eso fue lo que hizo.
—¡Ayuda! —gritaron varias veces Raga y Giles mientras se acercaban hasta ellos.
—¿Qué sucede? —preguntó Tibalt preocupado buscando con la mirada a su otro compañero—. ¿Y Miles?
—Algo le sucedió —dijo Raga recuperando un poco el aire—. Él ingresó a la montaña para buscar el agua de la vida, luego sentimos un fuerte temblor y oímos los gritos de Miles.
—Creemos que quedó atrapado en un derrumbe porque incluso la entrada quedó tapada —explicó Giles debido a que el desplazamiento había impedido que incluso ellos pudieran acercarse.
—Pólux… —murmuró Tibalt mirándolo fijamente al saberlo la causa del temblor.
—Vamos —dijo de manera tajante para avanzar caminando rápido para llegar a donde estaba el otro.
Se negaba a mostrarse preocupado o culpable. Ya sabía que era una consecuencia de sus actos. Sísifo se lo había repetido muchas veces. El manejo del cosmos no era lo mismo que hacerlo explotar de forma impresionante. Sagitario hizo énfasis en que debía ser capaz de usarlo en pequeñas o grandes cantidades según como ameritara la situación. Su problema era que siempre usaba demasiado. Ahora no sólo asesinó unos polluelos, sino que puso en peligro a alguien que estaba trabajando con él por la misma causa. El semidios soltó un bufido y se adelantó a los demás. Lo primero debía ser abrirse paso. Movió su brazo hacia atrás preparándose para dar un puño y abrir la pared.
—¡¿Estás loco?! —gritó Tibalt sujetándolo con temor de que el error anterior se repitiera—. ¿No aprendiste nada antes? Matarás a Miles si lo terminas de sepultar bajo la montaña.
—No voy a fallar —respondió el rubio mirándolo extremadamente serio—. No creas que Sísifo y yo perdíamos el tiempo, sí me enseñó a mantener el control de mi cosmos. Es similar a su flecha de sombras —explicó para que lo soltara.
Y no mentía al respecto. Si bien sagitario era de los que explotaban su cosmos de manera avasalladora igual que el de leo, no quería decir que no pudiera reducir un poco la cantidad para no terminar asesinando a todos a su alrededor. De primera mano sabía que la flecha de sombras usaba el cosmos para reducir los movimientos de su objetivo. Si no fuera por el control de Sísifo, su cosmos mataría a sus presas. Especialmente aquellos que no poseían el séptimo sentido despierto. Siempre había ignorado sus palabras sobre las situaciones donde contenerse, pero las recordaba lo suficiente para intentar salvar al ex eromeno.
—De acuerdo —aceptó el príncipe mirando la entrada bloqueada—. De todas maneras, no se me ocurre otra solución para entrar por él.
Volvieron a escuchar gritos y sin saber que les esperaba, Pólux destruyó parte de la pared. Habría querido hacer un gran golpe que atravesara todo de lado a lado, pero aun con el cosmos indicándole donde estaba Miles, un ataque descuidado podría terminar matándolo. Por lo mismo optó por ir abriendo el camino para ellos poco a poco. Eso no quería decir que lo hiciera lento. Sus golpes, aunque cortos, eran consecutivos haciendo que pudieran avanzar a paso de hombre al interior de la montaña. Un sonido difícil de describir llegó a sus oídos. Primero pensaron que eran cigarras por lo corto de la duración, pero también sonaba como un grupo de escarabajos moviéndose juntos.
—¡Llévate a los niños oveja lejos! —ordenó Pólux mientras usaba su cosmos para mantener a raya a los escorpiones que venían marchando hacia él—. Aléjense lo más que puedan.
El quejido de una persona le indicó donde estaba Miles. Le había costado un poco encontrarlo debido a que estaba debajo de varios escorpiones. Vio como su rostro, brazos y manos tenían diversas picaduras. La hinchazón por picadura de escorpión era ligera de forma individual, pero tenía tantas que parecía una enorme inflamación. Miles jadeaba respirando dificultosamente mientras se retorcía involuntariamente a causa de los espasmos que sufría su cuerpo por el veneno corriendo por sus venas. El rubio se acercó a él y concentró su cosmos en su mano para protegerse mientras les daba manotazos alejándolos del otro hombre. Levantó sin problemas al ex prostituto y lo sacudió como si estuviera quitándole el polvo a una túnica y luego lo acomodó entre sus brazos.
—¿Qué sucedió? —preguntó mientras corría hacia la salida.
Más que buscar una respuesta quería mantenerlo consciente. Si se desmayaba, podría no volver a despertar jamás. Así que para distraerlo quería hacerlo hablar.
—Conseguí el agua —respondió Miles con mucha dificultad mostrando el recipiente que tenía protegido por su cuerpo—. Temblor… y luego… —dijo cerrando los ojos—. Escorpiones, escorpiones por todos lados, cayendo del techo, en el suelo sobre mí. ¡Aléjense! ¡Aléjense todos! —gritó histérico.
Pólux no sabía si era por la fiebre o por el shock de lo sufrido que había enloquecido de esa manera. Sin embargo, soportó los bruscos movimientos y ocasionales golpes sabiéndose responsable. Él fue la causa del temblor que lo dejó bajo aquellos arácnidos. Si hubiera usado más la cabeza, podrían haber creado algún plan. "¿Qué astuto plan habrías hecho tú, Sísifo?". Pensó rememorando que el plan que él había ideado contra Hércules se estropeó y ahora estaba postrado en aquella cama. Ahora otro compañero sufría nuevamente de daño colateral por causa suya. Era demasiado frustrante. Había actuado de manera egoísta despreciando la ayuda de los que consideraba menos, pero ¿él podría considerarse mejor por su cosmos divino solamente? Si causaba más daño que bien, ¿qué sentido tenía? Así no sería capaz de proteger a Castor ni a nadie que le despertara un mínimo de interés.
—¡Miles! —gritaron preocupados Giles y Tibalt al ver al semidiós salir con él en brazos.
—Lo picaron varios escorpiones debemos curarlo enseguida —dijo Pólux mirándolos en busca de una solución—. Y por si se lo están imaginando, mi sangre no sirve para sanar como la de Sísifo, ni tengo los conocimientos de las rameras —advirtió.
Por un breve momento los aspirantes a santos habían tenido esperanza en que el propio gemelo mayor pudiera hacer algo. Después de todo, poseía un cosmos divino inmenso y la sangre de un dios corriendo por sus venas. ¿No debería ser capaz de obrar milagros sin ningún problema? Y no es que el rubio no quisiera ayudar, es que ya sabía que no tenía efecto. Se negaba a revelar qué clase de experimentos realizó con su sangre en un intento por encontrar una cura para Sísifo. Después de todo, si un descendiente directo de Prometeo que no era su hijo precisamente era capaz de curar dioses, ¿de qué sería capaz él siendo hijo del rey del Olimpo? Para su desgracia, en el ámbito de la medicina parecía que nada.
—Iré a buscar ayuda —ofreció la niña pelirroja—. Mi maestra sabrá qué hacer —explicó siendo detenida por Giles quien la sujetó del brazo.
—¡Espera! —gritó mientras miraba a Miles retorcerse del dolor—. ¿No sería mejor que lo lleváramos hasta ella? Puede que para cuando llegue tu maestra sea demasiado tarde.
—¿Y cómo planean llevarlo? —interrogó ella mirándolo enojada por hacerle perder el tiempo—. Les costó mucho trabajo subir estando todos sanos, ¿cómo harían para bajarlo sin matarlo cuando no puede ni quedarse quieto por el dolor? —interrogó señalando como el mencionado gritaba y se retorcía entre los brazos de Pólux—. Si hace eso mientras bajan podrían caer él y quien lo cargue. Así que espérenme, volveré lo antes posible —avisó antes de comenzar a correr—. Oh y denle de beber agua de la vida para aminorar los síntomas —aconsejó antes de desaparecer de su vista.
Sin más opciones los aspirantes hicieron lo ordenado. El semidiós bajó al ex prostituto en el suelo donde intentaba restregarse las heridas para calmar el escozor. Tibalt se encargó junto a Giles de sujetarlo mientras gritaba de dolor. El gemelo mayor no se atrevía a tocar la que estaba en el recipiente, pues estaba destinada para sagitario, pero la situación lo ameritaba. Le sujetó con su mano derecha el cuello para forzarlo a mantenerse quieto y le volcó sin cuidado el contenido del recipiente. Al terminar, volvió a la cueva en busca de más agua. Pues esta sí sería para Sísifo. El agua pareció calmar lo suficiente el dolor de Miles, pues dejó de gritar un poco. Sólo esperaban que Raga no tardara demasiado en traerles la ayuda.
CONTINUARÁ…
