Cbt1996: Hola linda. Rin, mi carta del triunfo. Yo la cago, ella lo arregla así de simple jajaja. Su manera de hacer ver a Inuyasha sus pecados y errores fue una de mis partes favoritas ajaja.

Miroku en modo: "¿A mi nadie me toma en cuenta o que ? Yo también perdí a mi novia" jajajaj y después refregarle su felicidad en cara a Inuyasha jaja dios, típico de Miroku.

La charla sesshorin, haaa juro que ya me Moria por escribir de ellos, pero la forma como se conocieron fue algo incomoda ya que él la trato de amante de su hermano y ella con toda su educación hizo que el gran Sesshomaru se tragara su orgullo jajaja.

Woo, pero no prometo nada, tal vez haya mas situaciones incomodas o vergonzosas para esta parejita jajaja.

Mil gracias linda porque de verdad no miento cuando digo que el rol de Sesshomaru es el que mas miedo me da y tus palabras me sacan un peso encima, mi Cindy, gracias.

La precupasion de Inuyasha por Kagome si fue real y claro que estaba shobkeado cuando Kikyo insultó a Kag en frente de él, pero ella no la golpeo como lo hizo cuando ellas estuvieron solas y tan solo imaginarse eso a Inuyasha lo molesto mucho

Naraku tenia eso atorado en su bronco pecho mija, tenia que liberarlo de una vez por todas para que las cosa fluyan de ahora en adelante mija, tenme feeeeeeeee por dios jajajaj

¿Ves que te gusto el mirsan? jajaja

Y Shima, no se que mierda paso con esa loca, la estoy buscando pero no la pillo asique no me hago cargo de ella, sólo puedo decir que tengan cuidado.

Y lo ultimo de tu reviews solo diré: EXIGO MIS DISCULPAS PUBLICAS POR HAER DESCONFIADO DE MI JAJAJA

Saludos linda

Kayla Lynnet: Hola linda. Oye si es un capitulo bonito, Rin estuvo en todo el capítulo, fue bonito.

Naraku tenia eso guardado en su corazon entiendolo, Kag fue la que le prohibió ir a ver a Inuyasha y él se lo prometi pero con esto del intento de suicidio pues, fue la gota que rebalso el vaso, los celos por Kikyo tambien y su mejor amiga tambien sufre, era obvio que iba explotar y no ve que tanto Kikyo y Kag tienen culpa en esto tambien.

Te dije que Rin era mi carta de salvación jajajaja

Y lo ultimo de tu reviews pues ya lo sabes jajaj y así como se lo digo a Cindy te lo digo a ti: QUIERO MIS DISCULPAS PUBLICAS

Jajaj saludos linda.

Karri taisho: Hola linda. Rin hace todo por su tortita, digo, por sus niños jajaja

Sesshomaru en modo: "Me trago el orgullo y me disculpo jajaja", pero seguro que se va a sacar ese coraje con su hermano jajaja.

Si linda, la persona indicada era Rin, ya que a ella le contaron todo con pelos y señales y como dice Rin: tal vez fue el destino que quiso que ella sea la persona encargada de arreglar la cagada que se mando la autora jajaja.

Inuyasha ya no da mas con la cara de preocupación por Kag, pero es algo que no va admitir en frente de los demas. Que terco es este chico

Rin con toda su educasion usando un dulce para decir: "que hombre mas amargado" jajajajaj

Koshó, Asuka, siempre metiendo las patas, pero la pelea fue pareja, los dos se quedaron medio muertos jajaja.

Kikyo, mmm nose creo que tiene cosas mas importante que hacer en este cap jajaj y Kag, mmm tambien jajaja.

Sesshomaru en modo: Es tu amigo asi que chao. Miroku modo encogiéndose de hombros: me vale, yo me boy jajajaja.

Rin la unica que pudo hablar con Kikis, por kami, ¿que tiene esta mujer que puede hacer todo? es un angel ajajja. Y mira que tomarse el tiempo de hablar con todos: con Inuyasha, Kaede, Kikis, la mamá de Kag. Rin en modo: todo por mi torta jajaja

Sango es una mujer de temer mira, que sacarle la chucha en un baño a la loca de Shima jajaja wooo grande Sango.

Mirsan sale una orden jajaja.

A ver que pasa con Esmeralda en este capítulo, mmm, vamos a ver.

Saludos linda

Annie Pérez: Hola linda. Me alegra que te haya gustado, linda. Inuyasha ojala entre en razón y no cometa una locura y se de cuenta antes.

Sesshorin, como los amo, vamos aver que pasa mas adelante, linda.

Saludos bella

Eline higu taisho: Hola linda Te apoyo, Inuyasha es un terco de primera, ya tiene que dar el brazo a torcer después de saber toda la verdad.

Sesshorin, wooo me alegro que te haya gustado linda, ya que vamos a tener mucho sesshorin de ahora en adelante.

Mirsan, woo que tus ruegos sean escuchados, ellos merecen estar juntos otra ves.

Todas queremos una rin en nuestras vidas linda jiji.

Inuyasha, por kami no caigas en la tentación, por favor.

Saludos linda


Capítulo 26

Inuyasha cae en la tentación

(Advertencia: mucho lemon)

Perspectiva de Kikyo

Llegué al departamento de Naraku y toqué el timbre. Unos segundos después, él me abrió la puerta y me llevé las manos a la boca.

- ¡Por Dios, Naraku! ¿Qué te pasó?

- Kikyo, ¿Qué haces aquí?

- Eso es lo de menos. - le dije mientras entraba al departamento y cerraba la puerta. - ¿Qué te pasó?

- Nada.

- ¿Cómo que nada?

- Tuve una pelea.

- ¿Te asaltaron?

- No.

- ¡Por el amor de Dios, ya dime!

- Me peleé con Taisho. - me soltó.

- ¿Con Inuyasha?

- Sí.

- ¿Inuyasha te hizo esto? ¿Quién mierda se cree que es? - dije mientras me daba la vuelta para salir del departamento en busca de ese patán.

Pero Naraku me sujetó del brazo.

- ¿Adónde vas?

- ¿Dónde crees tú? Voy a encarar a ese maldito.

- Kikyo, no quiero que vayas allá, ¿vale? Y no te preocupes, él quedó igual que yo.

- ¿De verdad?

- Sí.

Caminé hacia él y lo abracé. Él me correspondió el abrazo.

- Kikyo, ¿qué tienes? ¿A qué venías, linda?

- Yo...

- Dime.

- ¿Sabías que Kagome intentó suicidarse?

Él se separó de mí para mirarme a la cara.

- ¿Cómo lo sabes?

- Rin me lo dijo, ¿pero tú lo sabías?

- Me enteré hoy en la tarde, por eso fui a pelear con el idiota de Inuyasha, porque mi prima estuvo a punto de quitarse la vida.

No dije nada, solo volví a esconder mi rostro en su pecho mientras él me volvía a abrazar. Me habló por encima de mi coronilla.

- Kikyo, ¿Cómo tomaste la noticia?

Cerré los ojos solo por el miedo de recordar mi reacción.

- Kikyo...

- Naraku, ¿puedo quedarme aquí? No quiero estar sola hoy, por favor.

- Claro que sí puedes.

Me separé de él para verlo a la cara. Su labio estaba lastimado. Llevé mi mano y toqué la herida. Él cerró los ojos.

- Perdón, ¿te dolió?

Él me sonrió.

- Claro que no, hermosa. Ya no duele.

- Ven, tengo que curar esa herida. ¿Dónde está el botiquín?

- Lo tengo en mi cuarto.

- Bien, vamos por el botiquín.

Le tomé la mano y caminamos a su cuarto. Él me pasó el botiquín y le hice una seña para que se sentara en la cama, así yo lo curaría. Saqué algodón y alcohol para curarlo. Me senté a su lado y empecé.

- Dime si te duele, ¿vale?

- Linda, no duele.

- ¿Cuál es la manía de ustedes de hacerse los fuertes siempre?

- No me hago el fuerte, solo digo la verdad. No me duele.

Terminé de curarle el rostro y le quedé viendo.

- ¿Dónde más tienes heridas?

- Esas son todas.

- ¿Seguro? ¿No tienes más golpes, en las costillas, por ejemplo?

- No, ¿por qué lo dices?

- No sé, Sango siempre dice que después de una pelea las costillas son las que quedan adoloridas.

- Eso es porque Sango es una salvaje - me respondió.

Y yo, después de todo el día, sonreí.

- Si te escucha Sango, te va a golpear. - le dije.

- No me queda duda de eso - me respondió con una sonrisa.

Nos quedamos por unos segundos en total silencio hasta que Naraku habló.

- Kikyo, ¿Cómo te sientes después de saber que Kag estuvo a punto de suicidarse?

Dejé el botiquín en la cómoda y me volví a sentar.

- No sé, Naraku, no quiero pensar esta noche, por favor.

- Está bien, no pienso presionarte, linda - dijo mientras me abrazaba, y yo feliz me acurruqué en sus brazos.

Los minutos pasaron, y los dos nos quedamos en esa posición. No fue nada incómodo, al contrario, me gustaba estar así con él. Recordé el beso que nos dimos, levanté la cabeza y él agachó la suya para verme a los ojos. Llevé mis dedos y acaricié sus labios con tanto cuidado que él suspiró. Entre mis yemas sentí una corriente tan placentera en mi cuerpo que me separé un poco del abrazo para acercar mi rostro al de él, y él solo se dejó hacer. No lo pensé dos veces, lo besé, y una vez más fui correspondida inmediatamente.

Puse mis brazos al rededor de su cuello y profundice el beso mientras dejaba mi cuerpo reposar encima del de él. Naraku me acarició mi cabello mientras me empezaba a besar de una manera que me estaba robando el aliento, pero no mi importo por que yo quería más de ese beso.

Ni pensé lo que hice, sólo me subí a horcajadas sobre él, haciendo que mi falda se subiera muy por arriba. Sentí sus manos acariciar mis piernas mientras subía hacía mis caderas, pero susurró en mis labios:

- Kikyo si no nos detenemos ahora, no podré después.

- No quiero que lo hagas, Naraku, quiero continuar.

- Cariño no quiero aprovecharme de...

- Shhhhh. - lo callé con un beso. - Naraku, no estoy confundida, quiero, deseo estar contigo, ¿acaso tu no lo deseas?

- ¿Cómo me dices eso Kikyo? Si yo te amo desde toda la vida. - susurró con una ternura que me hizo olvidarme de todo.

- Naraku. - murmuré y solo en mi mente estaba el el hombre que tenía en frente de mi. Lo volví a besar con locura y le susurré en sus labios. - Naraku, si me amas demuéstramelo por favor, yo deseo estar contigo.

Él me miró a los ojos y con la misma pasión me respondió:

- Te voy a enseñar el amor que siento por ti, mi amada Kikyo.

Y nos besamos desenfrenadamente.

Mis manos fueron a su camisa para desabrocharla mientras el hacía lo mismo con mi blusa. Él me la quitó primero, dejándome en brasier y segundos después yo le quité la suya, dejando su torso desnudo. Lleve mis manos a su aquella zona e hice un camino de caricias y recién allí me di cuenta del cuerpo que tenía Naraku. Nada que ver con el muchachito que se había ido de Japón años atrás, ahora era todo un hombre.

Y que hombre.

Pensé, para llevar mis labios a su cuello y besarlo mientras escucha sus suspiros. Él acarició mi cuerpo para desabrocha mi brasier y yo misma le ayudé a sacarlo. Así los dos nos quedamos desnudos de la cintura para arriba. Me abrazó para levantarme, dejarme en la cama y se colocó encima mío. Sentí sus labios en mi cuello mientras descendían hacia abajo, llegando a mis senos y los beso con tanta devoción que me hizo suspirar por más de sus besos.

Sentí su lengua en mi pezón para después devorarlo con pasión, haciendo que me arqueé para él, soltando un gemido de placer.

- Naraku. - soltaron mis labios.

Y él siguió con sus caricias, dándole la misma atención a cada uno de mis pechos. Me mordí el labio por lo bien que se sentía. Mientras más me arqueaba podía sentir sus besos subir hasta llegar a mis labios y yo le correspondí con hambre. No sabía que tenia este hombre que cada vez me gustaba más lo que estaba haciendo con mi cuerpo.

Sentí su mano en mi pierna mientras me subía la falda, pero yo le susurre entre el beso:

- Quítamela ya. - exclame.

Y él me hizo caso inmediatamente. Se separó de mi para deslizar el cierre de mi vestido, bajarlo por mis piernas y, a la vez, me quitó mis zapatos, dejándome solo con mis bragas de encaje. Lo vi sacarse el pantalón y los zapatos para quedarse en bóxer, y poco a poco se me subió encima, pero yo lo jale del cabello para besarlo con una necesidad descomunal hasta que lo tuve completamente sobre mi. Él puso sus brazos a mis costados para no aplastarme mientras yo enredé mis piernas en su cintura para tenerlo más cerca de mi.

Comenzamos un vaivén delicioso aún con nuestras ropa interior puesta y se sentía tan bien...

- Shhh. - solté un gemido cuando sentí su miembro en mi zona que ya estaba muy mojada.

- Kikyo. - me susurró en el oído.

Y yo suspiré de dicha y pasión. Que bien se oía mi nombre en sus labios.

- Kikyo. - me volvió a susurrar para verme a los ojos. Me derretí de ternura al verlo. Vi la pasión, pero sobre todo, amor... amor por mi. - Kikyo, déjame hacerte mía.

Y yo lo besé para susurrarle:

- Si Naraku, quiero ser tuya por favor.

Nos perdimos en ese beso lleno de pasión y ternura a la vez. Él llevó su mano a mis bragas para colarla dentro y yo solté un fuerte gemido al sentir sus dedos acariciar mi intimidad, pero la sacó y yo solté un quejido de protesta. Me susurró en el oído:

- Dame un segundo, hermosa. - lamió mi lóbulo para después levantarse y me quitaba las bragas mientras hacía lo mismo con su bóxer.

Se volvió a subir en sobre mi y yo lo abracé con mis piernas. Los dos suspiramos cuando nuestras intimidades chocaron sin prenda que las separara. Naraku se restregó en mi entrada tan deliciosamente que hizo que en un gemido le suplicara que se adentrara.

- Naraku, por favor hazlo...

Me cayó con un beso para después sentir como se adentraba en mi poco a poco y mis gemidos se los tragaba, haciéndome perder la cabeza.

Los dos empezamos un movimiento lento pero exquisito, el cual fue en aumento mientras la pasión nos consumía por completo. Los minutos pasaban y los gemidos aumentaban entre los dos.

- Kikyo, siempre fuiste la única en mi corazón.

Escuchar su declaración mientras hacíamos el amor fue algo que no me esperaba pero me lleno mi corazón en ese segundo. Lo bese como si la vida se me fuese en ese momento y nuestro vaivén ya iba a una velocidad que me estaba dejando sin aliento.

- Sshhh, Naraku...

- Kikyo déjame sentirte cuando llegue el momento.

Y así lo hice, pegamos nuestros cuerpos hasta el punto de no saber dónde comenzaba uno y terminaba el otro.

Sentí un hormigueo en mi parte baja, dándome señales de que estaba por llegar.

- Naraku ya... mmmm estoy por...

- Mmmm, si Kikyo... vamos hermosa, déjate llevar.

Sentí sus embestidas más fuertes y a los segundos grite su nombre. Solté el orgasmo más grande que tuve en mi vida. Sentí a Naraku quedarse quieto por unos segundo y me susurró:

- Se siente tan bien ser bañado con tu orgasmo, hermosa. - después de esas palabras comenzó a embestirme más rápido que antes.

Entonces yo me sentí completamente llena de él, al mismo tiempo en que murmuró mi nombre en sus labios.

- Kikyo...

Nos quedamos así por unos segundo, hasta que él se bajó de mi, haciendo que ambos soltáramos un gemido cuando salió de mi interior. Se acostó al lado mio pero me llevo con él y me abrazo de una manera tan protectora que quise quedarme así por siempre.

- Naraku. - susurré.

- Shhhhh, descansa bonita.

Levanté la mirada para verlo y hablarle pero él me puso un dedo en mis labios para decirme:

- No te sientas comprometida conmigo Kikyo, sólo déjame estar a tu lado. Cuando tú lo desees, yo siempre estaré aquí para ti, amor,

Mis ojos se cristalizaron por sus palabras.

Naraku, ¿Dónde estuviste todo este tiempo?

Pensé para besarlo con ternura, dejé mi rostro en su pecho para descansar ahí y cerrar mis ojos. Si había algo que tenia claro, era que me estaba haciendo adicta a las caricias de Naraku. Con eso en mente, me quedé dormida mientras el me acariciaba mi espalda.

Perspectiva de Sango

Llegamos al departamento de Miroku y él abrió la puerta.

- Pasa - dijo.

Yo entré, aún dudando. Caminamos hacia la sala, y me di la vuelta para mirarlo.

- Miroku, ¿para qué me trajiste aquí?

- Para que hablemos. ¿Quieres algo de beber?

- No, gracias.

- Vamos, pídeme lo que quieras, un trago o un refresco, también tengo...

- Miroku... - lo interrumpí. - ¿De qué quieres hablar, por favor?

Lo vi soltar un suspiro y caminar hacia mí.

- Sango, lo sé todo.

Me tensé al escuchar sus palabras.

- ¿A qué te refieres?

- Lo de la venganza, lo de las señoritas Kikyo y Kagome, el lazo que hay entre ellas, y que son las nietas de la abuela Kaede. Lo sé todo, absolutamente todo.

Solo agaché la cabeza, avergonzada y con el miedo de que Miroku me gritara o que me dijera que me odiaba. Así que levanté mi rostro y, sin decir más, caminé hacia la salida para huir una vez más. Pero él me sostuvo por el brazo.

- ¿Dónde vas?

- Suéltame, por favor.

- Aún no hemos terminado de hablar.

- Ya lo sabes todo, y si quieres gritarme en la cara el odio que sientes por mí, no es necesario. Eso ya lo sé, así que por favor, suéltame.

Pero sentí cómo me jalaba del brazo para rodear mi cuerpo con sus dos brazos. Y fui abrazaba tan fuerte que me quedé en blanco.

- Sango, ¿Cómo puedes pensar que te odio? ¿Acaso no fui claro cuando tú y yo estuvimos juntos? Te amo, y eso no va a cambiar ni hoy ni nunca, porque te amo, Sango.

Me soltó para sujetar mi mano y colocarla sobre su corazón. Mi pulso se aceleró.

- ¿Sientes cómo late mi corazón por ti? ¿Cómo puedes creer que te odio? ¿Acaso tú me odias, Sango?

- ¡No! - le grité, ya con lágrimas en los ojos.

- Miroku, yo no sabía que eras amigo de Inuyasha.

- Shhh, lo sé, linda. Sé que no lo sabías, así como yo no sabía que tú eras amiga de las señoritas Kagome y Kikyo. Incluso estuvimos hablando de ellos sin saber que eran las mismas personas. Sango, ni tú ni yo tenemos la culpa del destino de los demás.

- Pero yo ayudé a Kagome...

- Porque pensaste que Inuyasha era el hombre que todas ustedes se imaginaron. Pero después, tanto la señorita Kagome como tú se dieron cuenta de que estaban equivocadas. Pero ya a esas alturas era tarde para terminar con todo eso, y después vivieron una tortura, ustedes dos, mientras pensaban cómo arreglarlo. Linda, lo sé, porque yo mismo te veía preocupada por tus amigas, aunque claro, no sabía de qué se trataba en ese momento. Pero al final, el destino quiso jugar sus propias cartas, haciendo que tanto Inuyasha como la señorita Kagome se enamoraran el uno del otro. Así como pasó con nosotros, Sango.

- Miroku...

- Sango, yo te amo, y ahora ya sé toda la verdad. Y lo entiendo todo, por eso no puedo dejarte, porque sé que tú me amas al igual que yo a ti.

- Miroku, nosotros no...

- Shhh... - me calló mientras me volvía a abrazar para besarme.

No tuve fuerzas para alejarlo. Lo único que hice fue aceptar su beso, un beso que moría por sentir desde hace tiempo.

- Sango, yo te amo y no pienso renunciar a ti jamás, ¿me oyes? jamás.

Poco a poco me fue acorralando a un pilar, dejándome entre el y su cuerpo.

- Miroku. - susurré su nombre.

- Sango...

Sentí sus manos por debajo de mi blusa subiendo poco a poco.

- Mmm, Miroku para por favor.

- ¿Por qué? ¿Tú no me deseas como yo te deseo a ti?

Me quedé callada porque sabía la respuesta. Claro que lo deseaba y, si él seguía así, yo...

Sus besos descendieron a mi cuello mientras comenzaba a quitarme la chaqueta.

- Miroku... por favor...

- Sanguito, yo se que tú me deseas, tu cuerpo me lo dice.

Me estremecí con sus palabras. Amaba que me llamara de esa manera. Sentí como desabrochaba mi blusa, ¿en que momento me había quitado la chaqueta?.

- Miroku... - traté de razonar, pero fue imposible, él ya me tenía sólo con el sostén puesto.

- Linda, no sabes como te extrañé. - me abrazó tan fuerte que mi última gota de fuerza se fue al carajo. Yo igual lo deseaba y quería estar con él.

Rodee su cuello con mis brazos, profundizando el beso mientras él mismo se quitaba su saco y se desabrochaba la camisa para sujetarme por mis nalgas y elevarme. Enredé mis piernas en su cintura y comenzó a caminar hacia su cuarto. Al llegar a la cama me dejó sobre ella con delicadeza mientras se colocaba sobre mi, besando todo lo que encontraba a su paso. Buscó el cierre de mi falda y, al encontrarlo, lo deslizó hasta quitarla, al igual que a mis botas y lamió mis piernas tan exquisitamente que yo sólo podía suspirar. Sentí como comenzaba a quitarme las bragas lentamente y volvió a besarme. Sus besos estaban peligrosamente cerca de mi intimidad y yo me mordí mi labio en señal de placer. Solté un quejido al sentir su lengua adentrarse allí.

- Miroku, ¿Qué... qué haces?

- Lo que deseaba desde hace tiempo, Sanguito.

Sin decir más, abrió mis piernas, hundiendo su cabeza en aquella zona. Al sentir su lengua arqueé mi espalda, soltando un fuerte gemido.

- Mmm, Miro...

Pero él no se detuvo, por el contrario, continuó con su tarea por unos largos minutos, logrando que de mis labios solo salieran gritos y gemidos de placer.

Cuando por fin dejó de torturarme tan exquisitamente, subió hacía arriba, dando besos y lamidas. Me quitó el sostén, dejándome completamente desnuda, ni siquiera me dio tiempo de hablar ya que volví a arquearme al sentir como devoraba mis senos.

- Mi... Miroku...

- Sanguito, cada vez te encuentro más deliciosa.

Ya no soportaba tanta tortura, por lo que tomé su rostro y lo besé con locura, pudiendo sentir mi sabor en sus labios, pero no me importó, lo besé como si mi vida se me fuera en esa acción.

- Miroku, ya hazme tuya, maldita sea. - exclamé a mitad del beso.

Él se elevó de la cama y con una rapidez descomunal se quitó todo, quedando desnudo al igual que yo, acomodándose mejor sobre mi, volviéndonos uno.

- Sango, te necesitaba tanto, amor.

- Miroku, yo igual... por favor, no seas delicado esta vez, te necesito.

Y él entendió el mensaje, por lo que el vaivén lento que estaba realizado fue reemplazado por unas rápidas, profundas y exquisitas embestidas.

- Oh, Sango, no sabes cuanto te amo.

- Y yo a ti, Miroku, te amo con locura.

Luego de unos minutos, en aquella habitación sólo se escuchaban los gemidos del hombre que me tenía gritando su nombre en cada estocada.

- Si... así, más...

- Lo que tú me pidas, amor.

Colocó una de mis piernas sobre su hombro y me penetró con mayor profundidad, pero yo también quería tomar el mando, por lo que me removí, pidiendo que cambiáramos de posición y él lo entendió inmediatamente.

Sin salir de mi interior, nos dimos vuelta, yo quedando sobre él y comencé a removerme guiada por el placer que mi cuerpo estaba sintiendo. Galopé, brinqué y realicé todos los movimientos pertinentes, haciendo gemir a Miroku de una manera que me enloquecía. Nos mantuvimos de esa manera por un rato, hasta que volvimos a cambiar de postura, quedando nuevamente por debajo de él, penetrándome con mayor locura hasta que sentí aquel exquisito hormigueo de mi liberación

- Más, Miroku... ya casi...

- Si, vamos amor, corrámonos juntos.

Él escondió la cabeza en mi cuello, haciendo que las estocadas fueran más profundas y rápidas. Y como si nuestros cuerpos verdaderamente fueran uno solo, nuestros orgasmos llegaron al mismo tiempo, haciéndonos sentir una corriente que jamás íbamos a poder olvidarnos en nuestras vidas.

- ¡Miroku!

- ¡Sango!

Se dejó caer sobre mi sin aplastarme. Podía sentir su respiración agitada al igual que la mía. Luego de unos minutos salió de mi interior, provocando que ambos soltáramos un exquisito quejido al separarnos Me abrazó, y nos cubrimos con las sábanas. Yo pongo mi rostro en su pecho para descansar, pero las palabras de Miroku me hacen mirarlo a la cara.

- Sango, después de haber hecho el amor así, ¿crees que te voy a dejar que te vayas? Eso jamás pasará, Sanguito. - susurró Miroku para luego besarme con anhelo.

- Miroku, ¿entonces no estás enojado conmigo?

- Tontita, jamás lo estuve. Bueno, confieso que sí me decepcioné un poco al principio.

Agaché la cabeza, tristemente, pero él me la tomó para que lo volviera a ver.

- Fue porque pensé que le querían hacer daño a Inuyasha, pero aun así quería aclarar las cosas contigo. Yo no soy impulsivo como Inuyasha, ¿sabes? Y, después, cuando supe la verdad completamente, necesitaba verte para pedirte que regresaras conmigo. Sango, no podemos destruir lo nuestro por terceras personas.

- ¿Cómo supiste la verdad, Miroku?

- Pues la maestra Rin los fue a ver hoy y los contó toda la historia.

- ¿Rin hizo eso? - dije sorprendida.

- Sí, ¿por qué?

Me levanté sujetando las sábanas a mi cuerpo para ver a Miroku con temor.

- ¿Qué tanto le contó Rin?

- Amor, si hablas del estado de shock, la depresión y el intento de suicidio de la señorita Kagome, sí, les contó todo.

- ¡Por Kami! ¿Cómo se lo tomó Inuyasha?

- Estaba tan en shock como yo.

- ¿Y qué dijo? - le pregunté.

- Pues no quiso hablar del problema, y menos después de la pelea que tuvo con Naraku Kagewaki.

- ¿¡Quéeee!? - grité asustada. - ¿Naraku fue a ver a Inuyasha? ¿Por qué?

- Por el intento de suicidio de su prima.

- ¡Por Dios! ¿Él lo sabe?

- ¿Cómo no lo savia ?

- No, por esa razón se lo ocultamos, porque sabíamos que iba a buscar a tu amigo.

- Sango, no te preocupes, él solo actuó en defensa de su prima.

- Aun así, voy a hablar con él muy seriamente.

- Amor, si haces eso, él te reprochará por haberle ocultado lo de su prima.

Me quedé callada. Miroku tenía razón. Naraku tenía que estar furioso conmigo, pensé.

- ¿Te quedas conmigo esta noche, amor?

Lo miré, algo confundida.

- ¿Cómo?

- Que si te quedas conmigo.

- Miroku, esto no creo que...

- Shhhh... Sango, escúchame muy bien, ¿sí?

Solo moví la cabeza en señal de afirmación.

- Bien, yo te amo, tú me amas, y la única razón por la que no quieres estar conmigo es por tus amigas y el lío que tienes con Inuyasha, ¿es verdad?

- Sí - le respondí con tristeza.

- Y yo no pienso dejarte ir, Sango. Te encontré en un momento de mi vida en que pensé que jamás encontraría el amor verdadero. Ya sabes, Shima me dejó traumado, pero tú llegaste como una luz a mi vida, y no voy a dejarte ir jamás. Así que no me digas que lo nuestro se acabó o que no podemos estar juntos por culpa de terceros. Porque nada ni nadie me detendrá para estar contigo, ¿te quedó claro, Sango?

Mi corazón ya no podía contener más dicha. Miroku me ama, y yo a él, al grado de que no puedo vivir sin él. Me lancé a sus brazos gritándole:

- ¡Mi amor! Yo también te amo, Miroku, te amo como nunca he amado a nadie, y no quiero perderte.

Unas lágrimas traicioneras se me escaparon. Él me tomó del rostro para limpiarlas y besarme. Cuando nos separamos, él me habló.

- Entonces, ¿quieres ser mi novia otra vez?

- Miroku, no puedo. Te amo, pero no puedo ser egoísta con los demás.

- Sabía que tal vez me dirías eso, pero, si quieres, podemos ser novios a escondidas.

- ¿Cómo?

- Sí, como amantes. Hasta excitante suena, ¿no te parece?

- Oye - le golpeé el brazo sin dejar de sonreír. - ¡Shh! No me pegues.

- Eso es por pensar como un pervertido.

- Oye, pero no dije nada malo. Es más, este es mi trato.

- ¿Cuál? - pregunté.

- Si tú me dices que no quieres estar conmigo por los demás, está bien, pero me tendrás todos los días en la clínica, en tu departamento, y en el departamento de tu amiga, porque también sé que estás viviendo con ella. Te llamaré todos los días y contrataré un guardaespaldas para que te siga a todas partes, y él me dirá tu ubicación para que yo pueda verte todos los días, estés donde estés.

- Oye, eso suena como acosador, sexual ¿no?

- Sí, pero no me importa. Podemos ahorrarnos todo eso si aceptas ser mi novia en secreto hasta que todo esto se arregle. ¿Qué dices? Solo hay dos opciones, no hay más.

- ¿No hay una tercera? - le dije con una sonrisa.

- No, solo dos. - solté una risa que también lo hizo reír a él. - ¿Y cuál tomas, Sanguito?

- Escojo la dos, porque no puedo estar sin ti - le respondí, lanzándome a sus brazos para besarlo con pasión.

Él me envolvió en sus brazos, movió las sábanas y empezó a acariciar mi cuerpo .

- Miroku, amor, es tarde.

- Quédate.

- No puedo, Kagome está sola.

- Está bien, pero antes deja hacerte el amor una vez más, ¿sí?

Solté un suspiro de derrota. ¿Cómo podía negarme a eso, verdad? Lo besé, dándole el permiso para que hiciéramos el amor otra vez.

- Sanguito...

- Mmm - le respondí.

- Entonces, ¿eres mi novia otra vez?

- Sí - le dije feliz. - Sí soy tu novia otra vez, en secreto, amor.

Y él me respondió con felicidad, hundiéndose otra vez en mi interior.

- Soy el hombre más feliz, Sango.

Perspectiva de Kagome

Miré la hora y eran las 8 de la noche.

Vaya, qué raro, Sango aún no llega.

Pensé. Me quité mi ropa y abrí mi clóset para buscar mi pijama favorita. Cuando la tomé, la llevé a mi pecho para recordar al dueño de esta prenda. Era la camisa que Inuyasha me prestó cuando armé todo el show con el café y la maldita de su secretaria. Me la puse y la abroché.

Pero justo en ese momento el timbre sonó y me sacó de mis pensamientos.

Apuesto que otra vez a Sango se le olvidaron las llaves.

Pensé mientras caminaba hacia la puerta. Sin embargo, recordé lo que llevaba puesto, así que caminé de vuelta a mi cama, y me puse un camisón de ensima y Salí de mi cuarto y, al llegar a la puerta, la abrí. No tuve tiempo de nada, ni siquiera de decir media palabra, porque él se lanzó encima de mí para besarme con locura.

Mientras él mismo cerraba la puerta, me acorraló contra la pared y me besaba con una desesperación que me dejó completamente atónita. Cuando por fin pude quitármelo de encima, logré hablar.

- ¡Inu... Inuyasha! ¿Qué haces aquí? ¿Qué te pasó en la cara? ¡Por Dios, estás ebrio!

Su cara estaba golpeada, y su labio también.

- Inuyasha, ¿Qué te pasó? - pregunté.

- Esto me lo hizo tu primito, muy simpático por cierto - respondió.

- ¿Naraku te hizo eso? ¿Por qué?

Perspectiva de Inuyasha

Las palabras de Kagome me recordaron por qué fue la pelea, y la furia creció en mí. Me acerqué a ella una vez más, acorralándola para verla de frente.

- ¿Me puedes decir qué mierda tenías en la cabeza para querer tomarte un frasco de pastillas?

- ¿Cómo sabes eso? ¡Por Kami, Naraku también lo sabe!

- Sí, por eso peleamos. Pero eso es lo de menos ahora. Respóndeme: ¿qué tenías en la cabeza, Kagome?

- ¿Cómo está Naraku?

- Naraku está igual de golpeado que yo, y como ves, no me estoy muriendo, así que no me cambies el tema. ¡Dime por qué lo hiciste!

- Yo... Inuyasha...

- ¿Y ese rasguño en tu mejilla, de qué es? - me pregunto.

Me llevé la mano al maldito rasguño y recordé...

Flash...

- Inuyasha, ¿por qué no recordamos viejos tiempos? Podemos pasarla muy bien esta noche, tú y yo. En tu departamento o en el mío, eso da igual. ¿Qué dices?

- ¿Andas algo desesperada, Esmeralda, o es mi idea?

Ella, en lugar de enfadarse, soltó una risita coqueta y me respondió:

- Cuando se trata de ti, siempre ando hambrienta, de follar cariño. Dime, ¿Cuándo fue la última vez que tuviste sexo desenfrenado? Sabes que yo hago lo que tú me pidas cariño

Una vez más, no le respondí, pero me quedé pensando.

¿Cuánto tiempo ha pasado desde que no estoy con una mujer?

Pensé.

La última vez fue con Kagome, y de eso ya hace mucho tiempo. Y, para qué negarlo, necesitaba quitarme este estrés de alguna manera. Tomé mi vaso y me lo acabé de un solo trago. Después, miré a Esmeralda, le sonreí y le respondí:

- ¿Por qué no?.

Ella me sonrió.

- En serio, vamos, Inuyasha.

- ¿Por qué no te vas a la mierda, Esmeralda?

Ella me mira confundida y yo me acerco a su cara para repetirle lo que le dije:

- ¿Por qué no te vas a la mierda, Esmeralda? Tú eres la última mujer con la que quisiera tener algo de nuevo, así que no pierdas tu tiempo y no me hagas perder el mío, ¿vale? Ve a buscarte a algún viejo verde que pagaría por estar contigo.

- ¡Eres un maldito!

- Y tú, una zorra. ¿Sabes? Recién me di cuenta de que no todas las mujeres son iguales, pero también sé que hay mujeres que no valen la pena, y tú eres una de ellas. Así que chao.

Bajé la vista a mi vaso y ella aprovechó para darme una bofetada. La muy perra me rasguñó con sus malditas uñas.

- ¡Eres un bastardo! - me gritó.

- Y tú, una mujerzuela.

- ¡Maldito! - iba a darme otra bofetada, pero le sostengo la mano.

- Ni lo pienses, Esmeralda, y te aconsejo que, cuando me veas otra vez, ni te me acerques, porque puedo destruir tu carrera de secretaria. Aunque muy inteligente no eres, de seguro cualquier idiota te contratará.

- Como tú, por ejemplo.

- Sí, como yo, ya que como secretaria no servías, pero sí que sabías abrirte de piernas con cualquiera.

- ¡Maldito!

- Sí, como digas - le solté la mano para sacar unos billetes y pagar mi trago. - Tenga. - le pasé el dinero al chico. - Gracias.

- De nada, quédate con el cambio. - le respondí mientras pescaba la botella y salía de ese lugar para no volver nunca más en mi vida.

Los gritos de Esmeralda fueron lo último que escuché de ese lugar:

- ¡Maldito! ¡Mil veces maldito, Taisho!

Puse los ojos en blanco. Sí que está loca esa mujer, pensé. Me subí a mi auto y tomé un trago de la botella antes de encender el motor. Me quedé pensando; Esmeralda tenía razón en algo: hace mucho que no estoy con una mujer.

La última vez fue con Kag... y para mi desgracia, mi cuerpo solo reacciona a su nombre.

- ¿Qué demonios me hiciste, Kagome? - exclamé.

Aún estaba estresado por todo lo que pasó hoy, y la única persona que me podía tranquilizar era cierta abogada. Y sé muy bien dónde encontrarla.

Arranqué rumbo a mi destino.

Cuando llegué, me terminé lo que quedaba en la botella y entré al edificio. La suerte estaba conmigo, el conserje no estaba, así que fue fácil subir a su departamento. Toqué el timbre, y cuando ella abrió la puerta, mi cuerpo actuó solo, lanzándose a besar a Kagome como un loco.

Fin del flash

- Inuyasha, ¿Qué te pasó ahí?

Me repitió para sacarme de mis pensamientos, y le respondí la verdad.

- Me lo hizo Esmeralda, mi exsecretaria.

Esta vez ni vi cuando la cachetada de Kagome llegó a mi mejilla, haciéndome ladear la cabeza.

- ¡Lárgate de aquí, Inuyasha! - empezó a empujarme para que me fuera.

Pero yo sostuve sus manos para, una vez más, acorralarla contra la pared. Puse sus manos a los lados, sujetándolas firmemente, mientras la miraba a la cara.

- Sí, la vi en el bar donde te conocí. ¿Y sabes qué más pasó?

- ¡Cállate! No quiero saber.

- Pues tendrás que escucharme, quieras o no. Ella se me acercó con toda la intención de seducirme.

- ¡Cállate!

Vi la cara de Kagome y noté que sus ojos se empañaban de lágrimas. Me maldije por eso, pero tenía que ser sincero con ella de ahora en adelante, así que seguí relatándole lo que pasó.

- Ella se me ofreció en bandeja de plata, ¿sabes? Era tan fácil tomar lo que ella me estaba ofreciendo...

- ¡Cállate, Inuyasha! - me gritó, y yo también le grité.

- ¡PERO YO LA MANDÉ A LA MIERDA EN ESE MISMO MOMENTO! Y porque la rechacé ella se hizo la ofendida y me dio una cachetada, dejándome este rasguño en la cara.

- ¿Qué di dijiste?

- Como lo oyes: la rechacé. Pero era muy fácil haber tomado lo que ella me estaba dando. Pero Resulta que cierta abogada... No sé qué hizo con mi cuerpo, que solo reacciona a ella, y no puedo, ni quiero, sacarla de mi sistema.

- Inuyasha...

No la dejé seguir hablando, porque la besé una vez más. Sentí cómo ella se removió para zafarse de mí, pero la apreté más contra la pared y contra mi cuerpo.

- Mmm, Inuyasha, para...

- ¿Tienes una maldita idea de lo que pasé todo este tiempo lejos de ti, Kagome? - le susurré mientras la seguía besando.

- Santo cielo, cómo extrañaba sus labios. - pensé con desesperación.

Ella logró zafarse de mí para hablar.

- ¡Estás loco! ¿Qué haces? ¿Cómo se te ocurre manejar en estado de ebriedad?

- ¿Me está reclamando Kagome o la abogada Higurashi? - le pregunté.

- Inuyasha, no seas idiota, ¡pudiste haberte matado!

Su comentario me molestó bastante. Me acerqué a ella y la volví a abrazar, pegándola a la pared.

- Me lo dice la mujer que estuvo a punto de suicidarse. Kagome, ¿en qué estabas pensando, maldición?

- En todo - me gritó desesperada mientras empezaba a llorar, y no lo soporté; la abracé.

- ¿Sabes lo que sentí cuando me enteré de la locura que hiciste?

- Inuyasha, yo...

- Shhhh, ¡ya basta, maldición! Kagome, ¿querías matarme con esa noticia o qué?

Ella levantó la cabeza para verme, y yo acaricié su mejilla para, una vez más, devorar su boca. El beso fue subiendo de intensidad, al grado que mis manos empezaron a recorrer su cuerpo, pero ella me empujó.

- ¿Qué haces, Inuyasha?

- ¿Qué crees?

- Inuyasha, no... No puedes estar aquí.

- ¿Por qué?

- Porque... tú me odias. ¿Qué haces aquí?

Caminé otra vez hacia ella y ella retrocedió. Sonreí mientras la acorralaba una vez más.

- ¿Quieres saber qué hago aquí, Kagome?

- Sí... - susurró.

- La respuesta te la daré más tarde, porque primero tengo que vengarme de lo que me hiciste.

- ¿Qué...?

Perspectiva de Kagome

- ¿Qué dijiste?

- Lo que oyes. ¿Sabes cómo me siento desde el día en que tú y yo estuvimos juntos? No sé qué demonios hiciste conmigo, Kagome Higurashi, pero desde ese día no puedo sacarte de mi sistema. No hay un solo día en que no piense en esa noche. Hasta me he despertado en la madrugada para darme un baño de agua helada, por tu culpa. ¿Crees que es divertido pensar en eso y no tenerte a mi lado, no poder hacerte mía toda la noche? ¡Maldita sea!

Me sonrojé por su reproche, pero aún no sabía a qué se refería con eso de vengarse, así que le pregunté:

- ¿A qué venganza te refieres, Inuyasha?

Lo vi sonreír.

Y yo retrocedí automáticamente.

- Mi venganza es que tú vas a sentir lo mismo que dejaste en mí.

- ¿No entiendo?

- Te voy a hacer el amor de una manera en la que jamás en tu vida te vas a olvidar de mi.

- ¿Qué?

Pero él no me dejó hablar más, ya que se lanzó sobre mi, devorando mi boca.

- Inu... no, no es... - pronuncié sin éxito. Pero de repente se detuvo y atacó mi cuello con más besos y mordidas. - Mmm, Inuyasha... no puedes hacer esto, y yo no puedo hacerle esto a...

- Yo no tengo nada con tu amiga. - pronunció, volviendo a besar mis labios mientras yo cerraba mis ojos, rogando que se detuviera.

No puedo hacer esto, Kikyo me odiaría aún más.

Y si él no se detenía yo no podía seguir con esta lucha interna entre la razón y mi corazón, por lo que me vi obligada a jugar una última carta.

- Inuyasha, Sango vive aquí y está por llegar. - solté, implorando que eso sirviera, pero su respuesta de desarmó por completo.

- Dudo que llegué, algo me dice que tu amiga está con mi amigo.

- ¿Qué? - mi corazón se detuvo. - ¿Qué dijiste?

- Tu cuarto... no te voy a hacer lo que tengo planeado aquí en la puerta de entrada.

- Inuyasha, por favor, entra en razón.

- Olvídalo, yo mismo lo estoy buscando. - y tomó mi mano, llevándome al pasillo y se detuvo frente a una de las puertas.

- ¡No! ¡Ese es de Sango! - grité, tratando de zafarme, pero fue inútil.

- Entonces es este. - ingresó a mi cuarto. - Este si es tuyo, tu aroma esta en todo el lugar. - me dijo, llevándome a su interior y cerró con seguro.

Me quedé viéndolo con algo de miedo.

- ¿Qué pretendes, Inuyasha? No puedes obligarme a hacer nada.

- No te voy a obligar a nada porque tú misma serás quien me pida más. - caminó hacía mi.

- No des un paso más. - le advertí, pero a él muy poco le importó.

Me sujetó por la cintura y volvió a besarme. Traté de separarme, pero él logró quitarme el camisón de seda, dejándome con la camisa que tenía como pijama. Lo miré avergonzada de que me viera con su ropa, pero una corriente recorrió mi cuerpo al ver el deseo puro en sus ojos.

Por dios, ¿Qué voy a hacer?

- Inuyasha, no es lo que tú piensas... - pero me interrumpió.

- ¿Sabes cuantas veces me imaginé quitándote esta misma camisa, Kagome? - y lo que sucedió después se dio en cámara lenta. Inuyasha se me lanzó encima, haciendo que cayera en mi cama, devorándome la boca con locura. - Al fin podré saborearte mientras te la quito, Kagome. - susurró en mis labios.

- Inuyasha, no podemos...

- Créeme que si podemos.

Lo vi quitarse la corbata y pescar el cinturón de mi camisón de seda. Tragué en seco.

- ¿Qué es lo que vas a hacer con eso? - me sonrió sin decirme nada.

Sujetó mis muñecas con rapidez, amarrándolas a la cama, una en cada extremo.

- Inuyasha, suéltame, esto no es divertido...

- En unos minutos lo será.

Cuando por fin me dejó bien sujeta, se colocó sobre mi y pasó su mano por mi cuello, acariciándolo hasta llegar al primer botón de mi camisa. Entonces recordé que no llevaba brasier

- Inuyasha, detente.

Él no dijo nada, sólo comenzó a desabrochar botón por botón. Cerré mis ojos debido al calor que estaba sintiendo mi cuerpo ante sus caricias, y al abrirlos el muy descarado ya tenia media camisa desabrochada.

- No llevas nada puedo debajo. - me susurró.

- No, no llevo nada debajo, idiota, ¡ya suéltame!

Pero, una vez más, no me hizo caso. Llevó sus manos a mis pechos, tocándolos y masajeándolos. Me mordí la lengua para no gemir, no pensaba darle el gusto. Se quedó jugando con mis senos durante unos segundos hasta que desabrochó por completo la camisa, dejándome a su merced.

- Inuyasha, ya desátame.

- Aún no, preciosa.

Volvió a besarme. Traté de mover mi cara pero fue inútil, ya que un gemido se escapó ante su acción y él aprovechó para introducir su lengua, provocando que soltara un suspiro. Mi mente me estaba jugando una mala pasada, ya que no fui consciente del momento en que le correspondí aquel beso. Dejó mis labios y se dirigió a mi cuello, haciéndome suspirar. Bajó hasta mis senos, dándole una lamida a mi pezón y yo, contra mi voluntad, me arqueé un poco para él.

- Inuyasha... detente...

- ¿Por qué? Si tu cuerpo lo está gozando como yo.

Solté un gemido fuerte cuando el muy malvado se llevó mi pecho a su boca, devorándolo sin piedad.

- ¡Inuyasha! ¡Ya para!

Mi cuerpo volvió a arquearse automáticamente ante sus besos. Coló su mano en mis bragas, tocando mi intimidad con total descaro. Quise cerrar mis piernas, pero no me dejó. Introdujo sus dedos en mi interior, comenzando a torturarme de una manera que no soportaba. Estaba sintiendo tanto placer que un fuerte quejido se escapó.

- ¿Te gusta? - preguntó mientras lamía mi pezón.

No le respondí, aferrándome al poco orgullo que me quedaba. Sacó sus dedos y levantó la cabeza, mirándome a los ojos y sonrió, llevándose sus dedos a la boca, lamiéndolos. Me sonrojé y esquivé su mirada.

- Eres más exquisita de lo que pensé, pero necesito probar más.

- ¿Qué? ¡Oye, espera! - quise detenerlo, pero él comenzó a bajar, dejando besos por mis pechos y mi vientre hasta llegar a su objetivo. Nuevamente quise cerrar las piernas, pero me lo impidió. - Shhh, bonita, ¿o quieres que amarre tus pies también?. - me quitó las bragas y las abrió nuevamente.

- ¡Inuyasha, eres un...! - mordí mis labios al sentir una profunda lamida en mi zona intima.

- ¿Decías algo, pequeña?

Pequeña.

Como me gustaba que me llamara de esa manera. Solté un gemido sin poder detenerlo cuando él introdujo su lengua. Ya no aguanté los gemidos, era demasiado para mi cuerpo, sobre todo teniendo en cuenta que este se removía al mismo ritmo que él.

- Por dios, Kagome, eres malditamente exquisita.

Lamió, chupó e incluso mordió aquella zona, deteniéndose en mi pequeño botón de placer. Ya no pude mantenerme callada y comencé a mover mis caderas con desesperación, mi mente había comenzado a nublarse. Dejó de lamer y subió a mi boca para devorar mis labios e hice lo mismo, lo besé con un hambre desconocida incluso para mi. Volví a soltar un gemido al sentir como sus dedos reingresaban en mi interior con una rapidez que amenazaba con liberar mi orgasmo en segundos y no dejó de besarme ni un minuto. Mi cuerpo se tensó y solté otro gemido.

- Inu... Inu... - quise decirle, pero él se dio cuenta de lo que estaba por pasar.

Dejó de besarme, más no dejó de torturarme con sus dedos.

- Kagome, vamos pequeña, córrete, pero no me perderé tu orgasmo.

- ¿Qué?

Bajó nuevamente hacia mis piernas y puso su boca muy cerca de la zona, aumentando la tortura con sus dedos.

- Vamos, Kag, córrete en mi boca.

Sólo esas palabras bastaron para que mi liberación llegara inmediatamente. Él quitó sus dedos y colocó su boca, recibiéndolo con gusto.

- ¡Inuyasha! - grité en el éxtasis del momento.

Sentí como el chupó y lamió todo a su paso. Los minutos pasaron y él no se movió de aquel lugar. Se elevó y comenzó a quitarse la ropa, quedando completamente desnudo y se subió sobre mi. Nuevamente atacó mis senos mientras su entrepierna rozaba en mi zona.

Maldición, se sentía tan bien... pero odiaba estar amarrada, aunque no podía negar que un poco me excitaba.

- Inuyasha, ya por favor, no aguanto más, hazlo. - le dije.

Él me miró y acercó su rostro al mío, quise besarlo pero retrocedió, sonriendo.

- ¿Qué quieres que haga, Kagome?

Quise golpearlo por estar jugando conmigo de esta manera.

- Inu... - gemí una vez más al sentir la punta de su miembro en mi entrada.

- Inuyasha, ya hazlo maldita sea. - dije con desesperación.

- ¿Qué haga que, pequeña? dime claramente que es lo que quieres.

Lo miré enojada, pero cerré mis ojos al sentir aquella punta un poco más en mi y mi voluntad se fue al carajo.

- Por favor, hazme el amor, Inuyasha, ya no aguanto estar sin ti. - le supliqué, con mis ojos brillosos de deseo.

No me respondió, sólo se hundió en mi, provocando que ambos soltáramos un gemido. Empezó a embestirme con rapidez.

- ¡Inuyasha! ¡Desátame ya, por favor!

- Aún no, pequeña... lo haré en tu tercer orgasmo.

- ¿Qué? - no sabía que planeaba, pero a esas alturas me daba igual. Sus embestidas me estaban haciendo gritar de placer.

- ¿Qué es lo que sientes por mi?

- ¿Qué? - pregunté con mi mente nublada.

- ¿Qué es lo que sientes por mi?

- Inuyasha...

- Dilo.

- Yo...

- Dilo. - ordenó.

- Te amo. - confesé.

- Di que soy el único en tu vida. - susurró en mi oído.

- Si... eres el único... ¡el único! - grité en el mismo instante en que me dio la embestida más grande, haciéndome sentir aquella corriente. - Inu... Inuyasha... - otra vez lo supo y comenzó a penetrarme tan fuerte que la cama crujió debido al movimiento.

- Vamos, Kag, grita mi nombre.

No aguanté más y grité su nombre sin dudarlo. Él salió de mi interior y volvió a lamer mi zona, llevándose los rastros de mi orgasmo. Se elevó y desató mis manos, provocando que me lanzara sobre él y lo besara con un hambre que hizo que sonriera.

- Besas tan delicioso, pero aún no acabo contigo. - me dijo y, de un solo movimiento, me volteó, dejándome boca abajo y quitó la camisa, dejándome desnuda.

Sus manos levantaron mis caderas y comenzaron a acariciar mi trasero, amén del beso que dejó en una de mis nalgas, la cual mordió con sutileza antes de llevar su lengua nuevamente a mi intimidad.

- Inuyasha...

- Tranquila, cariño.

Volví a sentir sus dedos durante unos momentos hasta que los reemplazó por su miembro, penetrándome.

- Mmm, Inuyasha...

- Vamos, pequeña, di mi nombre.

- ¡Inuyasha! - sus embestidas eran fuertes, pero exquisitas. - Más Inu...

- Claro que te daré más, cariño. Dime, Kag, ¿te encanta?

- ¡Si, maldición! ¡Si me gusta!

Salió de mi y me volteó, volviendo a hundirse en mi de una sola estocada, yo enredé mis piernas en su cintura, rasguñando su espalda producto del placer.

- Kag, eres una droga tan fuerte que no puedo estar sin ella.

- Inu... Inuyasha...

Nos besamos una vez más, introduciendo nuestras lenguas lo más profundo posible. Y, como él había dicho, mi tercer orgasmo estaba a punto de llegar.

- Inuyasha, ya me vengo...

- Vengámonos juntos, amor. - me susurró en mitad del beso y un nuevo crujido de la cama se escuchó.

Y mi tercera liberación me hizo sentir en la gloria, al mismo tiempo en que gritaba su nombre nuevamente. Luego de un par de embestidas él también se corrió en mi interior.

- Kagome. - jadeó en mi oído y ambos nos quedamos quietos debido al orgasmo que aún hacía estragos en nuestros cuerpos.

Perspectiva de Inuyasha

Nos quedamos así unos segundos, hasta que al fin le susurré las palabras que tenía atoradas en mi garganta y en mi corazón:

- Te amo, Kagome.

Ella me miró confundida, y yo le sonreí, para luego salir de su interior. Ambos soltamos un gemido. Me senté en la cama y la llevé conmigo, dejándola encima de mi regazo, y la abracé por detrás para terminar mi confesión.

- Kagome, escucha. Ya sé toda la verdad, cómo pasaron las cosas y todo el daño que esta venganza causó.

- Inuyasha...

- Shhh - la abracé y la giré para que quedara sentada frente a mí, con sus piernas a ambos lados de mis caderas. Ella se sonrojó por la posición en la que nos encontrábamos, pero eso era lo de menos.

Acaricié su mejilla para seguir hablando.

- Kagome, no voy a negar que estaba muy enfadado con lo que pasó, pero solo sabía una parte de la historia. Ahora conozco la historia completa, y no pienso renunciar a ti. Sé que me amas, al igual que yo a ti, y voy a luchar por nosotros.

- Inuyasha...

Vi lágrimas en sus ojos y acaricié sus mejillas para secarlas.

- Kagome, te amo. No puedo estar sin ti, y sería el idiota más grande si te dejo ir después de saber toda la verdad. Alguien me hizo ver los errores que cometí en el pasado, y sé que tengo que cargar con ellos por siempre, pero también me hizo ver que, si este amor es verdadero, debo luchar por él. Y eso voy a hacer.

- Inuyasha, ¿Cómo sabes todo?

- La maestra Rin me lo contó todo, absolutamente todo, Kag. Gracias a ella pude ver la verdad a tiempo para arreglar mis errores.

- Inuyasha...

- Shhh - puse mi frente contra la de ella para luego besarla. - Dios, cómo amo besar sus labios.

- Inu... - me susurró.

La miré a los ojos para escucharla.

- Inuyasha, yo te amo, no puedo negar eso después de lo que pasó, pero no puedo estar contigo - me soltó, llorando.

- Shhh - la abracé contra mi cuerpo para tranquilizarla. - Ya, pequeña. Sé muy bien por qué me dices eso, y te prometo que lo voy a arreglar. Pero también te prometo que no pienso renunciar a ti. Me escuchas.

La volví a besar, y ella me correspondió, abrazándose a mi cuello, mientras yo llevaba mis manos a su cintura para mover mi cuerpo y recostarla en la cama, mientras me deslizaba una vez más sobre ella.

- Mmm... Inuyasha, no, para... Debes irte. Sango no puede verte aquí - me dijo, separándose de mí.

Solté un suspiro de derrota. Si quería recuperarla, tenía que hacer bien las cosas, pensé. Me levanté de la cama y busqué mi ropa, mirándola aún desnuda en la cama. Le sonreí.

- Tienes razón, Kag. Lo último que quiero es una pelea con tu amiga, que, por cierto, tiene un buen derechazo.

- Lo siento, Inuyasha, por el golpe que Sango te dio.

- Descuida, no pasa nada. Creo que me lo merecía de todos modos.

Me puse el pantalón, y ella iba a ponerse su camisa cuando yo se la quité y le di la que yo llevaba.

- ¿Qué haces? - me susurró.

- Mejor quédate con esta, que tiene mi perfume, y yo me llevo esta, que tiene el tuyo —le respondí, volviendo a besarla.

- Inuyasha...

- Shhh, sé que vas a decir que no podemos estar juntos, pero eso no me va a detener. Ya te lo dije. Ahora duerme, nos vemos mañana.

Me terminé de cambiar y estaba por salir del cuarto, pero ella me siguió.

- ¿Qué pasa, pequeña?

- Inuyasha, yo no sé qué decir. Es que... Yo quiero recuperar a mi hermana y...

- Lo sé - la abracé. - Kag, te prometo que la vas a recuperar, aunque sea lo último que haga. Vas a recuperar a tu amiga, ¿sí?

- Inuyasha... - susurró.

- Ya me tengo que ir, pequeña. Pero, ¿sabes algo?

- ¿Qué cosa?

- Sería bueno que Sango ya se fuera a vivir a su casa, así podría quedarme toda la noche contigo para hacerte el amor.

La vi sonrojarse, y sonreí por eso.

- Ya me voy - le dije, y caminé hacia la salida. Ella me acompañó.

Cuando llegamos a la puerta, me di la vuelta y la volví a besar con hambre, susurrándole:

- Te amo, Kagome, y ya no te tortures más, ¿sí? No vuelvas a hacer la tontería de querer suicidarte, porque te juro que te sigo al otro mundo. ¿Te quedó claro?

- Inuyasha...

- Nos vemos mañana, pequeña. - Le di otro beso y me fui de su departamento.

Mientras ella se quedaba ahí, cerré la puerta, caminé al ascensor, y me vi en el espejo. Sonreí. Después de haber sabido toda la verdad, nada ni nadie podrá alejarme de Kagome.

No importa cuánto tiempo me lleve, la voy a recuperar. Y para eso tengo que arreglar algunos errores que cometí en el pasado.

Con eso en mente, me fui a mi departamento a descansar, o mejor dicho, a recordar cómo le hice el amor a Kagome Higurashi.

Perspectiva de Kagome

Caminé a mi cuarto y aún no podía creer lo que pasó hace unos momentos.

- Inuyasha no me odia. - susurré, y una sonrisa se formó en mis labios. Pero inmediatamente se borró cuando recordé a mi amiga. - Kikyo... - susurré con tristeza. - No puedo estar con Inuyasha. Kikyo jamás me lo perdonaría.

Mi corazón se apretó con tristeza, pero un ruido me sacó de mis pensamientos, y escuché la voz de Sango.

- Kag, ¿estás en casa?

- ¡Sango! - dije, y recordé que llevaba la camisa de Inuyasha. Corrí a mi cama, me puse mi camisón y busqué el cinturón en el piso para amarrármelo justo cuando Sango entró.

- Kag...

- Hola, Sango.

- Hola. ¿Ya cenaste?

- No... O sea, no, no tengo hambre.

- ¿Estás bien, Kag?

- Sí, estoy bien, solo estoy algo cansada.

- Vaya, te dio duro el trabajo hoy, ¿verdad?

- Sí, me dio duro - dije en un susurro.

- ¿Y tú, Sango? ¿Por qué llegas a estas horas?

- Tuve turno también. El trabajo me dio duro hoy, Kag, y también estoy que caigo de cansancio.

- Ah, entonces ve a dormir, Sango, yo haré lo mismo.

- Ok. Buenas noches, Kag.

- Buenas noches, Sango.

La vi irse, y yo me tiré en mi cama, mientras trataba de tranquilizar mi mente y mi corazón. Solté un suspiro, mientras susurraba:

- ¿Qué hago, Dios mío? ¿Ahora qué hago?

Y cerré los ojos para ser vencida por el sueño.

Perspectiva de Kikyo

Me había quedado dormida en la casa de Naraku, y cuando me desperté ya eran las 6 de la mañana. Me vestí lo más rápido posible y salí de su departamento. Pero antes le dejé una nota explicando por qué no podía quedarme más tiempo con él. Hoy tenía un desfile muy importante. Dejé la nota en la almohada, y al final escribí: Nos vemos en la tarde, y me fui.

Ahora estaba en mi departamento, ya bañada y vestida con un vestido entero color azul y zapatos de tacón del mismo color. Me estaba terminando de peinar cuando sonó el timbre. Sonreí.

- Naraku... - susurré, y corrí a la puerta con una sonrisa. Pero cuando la abrí, mi sonrisa se esfumó.

- ¿Tú? ¿Qué haces aquí?

Quise cerrar la puerta, pero él me la detuvo y entró sin mi permiso.

- ¿Qué haces aquí? - le grité.

- Vengo a hablar contigo. Tú y yo tenemos una conversación pendiente.

- Yo no tengo nada que hablar contigo, Inuyasha.

Continuará...


Si llegaron hasta aquí, gracias

Créditos de la ortografía a la bella autora, Cbt1996, gracias linda