Especial de otros personajes

Rin

Me sentía sumamente avergonzada por lo sucedido con Sango, pero si debía ser cien por ciento honesta, la realidad era que yo también me hubiese puesto de esa manera si veía a la novia de mi hermano en esa situación.

Inicio del flashback.

- Te ves tensa. - pronunció con aquella voz que me desestabilizaba.

- ¿Por qué lo dice? - traté de sonar segura.

- Porque no has dejado de apretar mi mano.

- Bu... bueno, estamos bailando, es normal.

No respondió, sin embargo sus ojos dorados no se alejaban de los míos y aquella intensidad lograba traspasarme de una manera difícil de explicar.

- ¿Debería ayudarte a distenderte? - su agarre sobre mi cintura se volvió más firme, impidiendo que pudiese alejarme, al mismo tiempo en que su rostro comenzaba a acercarse al mío.

Mi mente gritaba que protestara, pero aquel brillo de oro no me permitía hacerlo, era como si estuviese hipnotizada en ellos, sin embargo la voz de Sango si logro romper con aquel hechizo.

- Rin.

Miré en su dirección y supo que estaba en problemas.

Fin del flashback.

Tomé mi móvil y le envié un mensaje a Kohaku mientras Sesshomaru iba en busca de su auto y yo lo esperaba frente a la puerta de aquel edificio. Con un poco de suerte, no se molestaría en regresar, ahorrándome más problemas.

Aunque fue Sango quien me dijo que viniera con él.

No... no podía ampararme en eso y mucho menos tratar de justificar lo demás. Meneé la cabeza y continué tecleando aquel texto.

Kohaku, estoy en camino hacia tu casa, un socio con el que estamos trabajando me esta llevando, espérame despierto por favor.

Lo envié y en el mismo instante en que lo guardaba en mi cartera, el auto del joven Sesshomaru su aparcó frente a mi. El vidrio del acompañante descendió y nuevamente su mirada dorada se veía tan intensa que me ponía demasiado nerviosa.

- ¿Vas a subir? - aparentemente me quedé observándolo durante más tiempo del que creí que había pasado.

- Claro. - abrí rápidamente la puerta y me senté en el asiento del acompañante.

- ¿Dónde vas?

Le di la dirección de la casa de los padres de Sango y me dispuse a mirar por la ventana, tratando de evitar su mirada a como diera lugar. Las primeras calles las transitamos en silencio, sin embargo al parecer él tenía bastantes ganas de platicar.

- ¿Te estoy llevando a tu casa?

- No. - fui tajante.

- Entonces...

- Entonces estamos yendo a la casa de mi novio. - hice énfasis en las últimas dos palabras, pero pareció no importarle, por el contrario una pequeña y casi imperceptible sonrisa apareció en sus perfectos labios.

- ¿Vas a hacerme creer que estas enamorada de ese chico?

- ¿Qué? - realmente me sorprendió aquella pregunta. - ¿Cómo se atreve a preguntarme eso?

- ¿Por qué mejor no le preguntas a tu cuerpo como se atreve a reaccionar de la manera en la que lo hace con otro hombre que no sea tu novio?

- ¡Está siendo muy grosero!

- ¿Segura?

Sin detener el auto, fijó sus ojos en mi, haciéndome sentir el ser más pequeño del planeta tierra. Pude comprender a la perfección el porque de lo que había dicho, ya que mi cuerpo se sentía estremecer, los bellos de mis brazos se erizaban, mis mejillas se sentían cálidas y mi mente comenzaba a rememorar aquel encuentro pasional en el que me había llenado por completo... todo eso con una simple mirada.

¿Qué me está haciendo?

Ni siquiera fui consciente de cuanto tiempo me quedé observándolo, ya que lo siguiente que pronunció fue:

- Llegamos.

Miré hacía afuera y efectivamente nos encontrábamos frente a la puerta de la casa de mis suegros. Las luces estaban prendidas, por lo que supe que Kohaku me estaba esperando. Volví mi mirada a Sesshomaru y noté que me costaba hablar en el mismo instante en que separé mis labios y las palabras parecían no querer salir.

- Gracias por traerme, a pesar de todo...

- ¿Es él?

Volteé lo más rápido que pude y si, efectivamente él estaba apoyado en el marco de la puerta.

- Si, gracias. - apuré mi descenso y no miré atrás luego de que cerré la puerta.

Caminé rápidamente en su dirección y sonreí al tenerlo más cerca. Verdaderamente me sentía más cómoda con él que con el señor Sesshomaru.

- Buenas noches.

- ¿Estas bien? No respondiste más mis mensajes.

- Si... sólo que... - volteé a mirar el auto y sólo en ese instante se marchó.

¿Qué estaba esperando?

- Sólo que la batería de mi celular estaba casi agotada. - le sonreí. - No tenías que esperarme.

- Bueno, me preocupe cuando dijiste que querías irte de la fiesta asique estaba listo por si tenía que ir a buscarte.

- Muchas gracias, de verdad. - lo abracé e inmediatamente él me correspondió.

- ¿Y mi hermana?

Mi pecho se apretó al saber que, con toda probabilidad, me esperaba una tensa charla con ella, por lo que no tenía muchas ganas de pensar en eso en ese momento.

- Tuvo asuntos que atender.

- ¿Asuntos?

- Ven. - lo tomé de la mano e ingresamos. - No podemos hablar en la puerta toda la noche.

Sango

Mi mente estaba completamente perdida en una neblina de pensamientos que luchaban, unos contra otros, para ver cual de todos se quedarían más tiempo con mi atención. Las luces nocturnas pasaban frente a mis ojos como si estuvieran en otro plano y los sonidos se escuchan lejanos, salvo por uno... el mismo que me sacó de esa marea en la que me estaba ahogando.

- Asique son demasiadas cosas, ¿verdad?

- ¿Cómo lo sabe?

- Estamos llegando a mi casa y no has dicho ni una sola palabra.

Miré al frente y noté que tenía razón, sólo estábamos a unas pocas calles. El chofer del taxi dobló y estacionó frente a aquella reja que recordaba bien. Ambos descendimos y un ligero suspiro abandonó mis labios, suspiro que se evaporó en el ambiente, recordándome que estaba más frio de lo que mi cuerpo hubiese soportado en una noche sin tantos problemas.

- Ven o te vas a resfriar. - tomó mi mano tan naturalmente que, por un instante, logré relajarme un poco.

Atravesamos el mismo pasillo oscuro por el que había caminado hacía poco menos de un año, cuando había ido a cerrar el contrato que unió a mi amiga con aquel Taisho, y me esperaba encontrarme con la misma oficina en la que... Mi mejillas ardieron ante esas escenas, pero el calor fue reemplazado por la sorpresa en el mismo instante en que nos desviamos a mitad de camino, adentrándonos en una puerta escondida en lo que parecía ser la pared.

- ¿A donde vamos?

- A mi casa.

Otro pasillo oscuro apareció ante mis ojos, sin embargo en este sólo dimos unos pequeños pasos, ya que otra puerta se abrió y una especie de living completamente iluminado se elevó frente a mi mirada.

- ¿Usted vive aquí?

- Si, ¿sorprendida?

- Un poco.

El lugar tenía un estilo casi antiguo, sin embargo era bastante humilde para alguien que manejaba un negocio como el de SexPlay, aún así, lo que más llamó la atención fue el sofá blanco que se encontraba en el centro.

Se ve tan confortable que me tiraría ahí mismo en este momento.

- ¿Quieres un café? - lo miré. - Tenemos mucho de que hablar.

- Si... me parece bien. - le sonreí, volviendo mi mirada al sofá.

- No lo veas tanto, sólo siéntete como en tu casa. - aquella sonrisa, acompañada de ese brillo sincero en sus ojos, hacía que mi corazón golpeara con mayor intensidad.

Y en ese momento, las palabras del idiota de Inuyasha pasaron por mi mente.

Es la primera vez que veo a Miroku interesado en una mujer.

- Muchas gracias. - no me hice rogar y me senté, corroborando que quizás era el sofá más cómodo de la vida.

Él, por su parte, se adentró en la cocina.

Miroku

Sabía que nos esperaba una noche larga, ya que verdaderamente estaba interesado en saber que hacía con Hoshiyomi y porque estaba tan asustada al salir de aquel lugar, por lo que no había nada mejor que beber un buen café cargado. Luego de unos pocos minutos en la cocina, regresé y sonreí al verla aún observando el lugar. Si bien para mí y mi círculo, este lugar era demasiado simple, para una persona normal podía verse como ostentoso.

- Aquí tienes. - lamentablemente tuve que interrumpir su momento para darle la taza y sentarme a su lado. - ¿Sabe bien? - pregunté al verla beber el primer sorbo.

- Exquisito. - el tono de su voz seguido de su sonrisa, generó una calidez en mi pecho, una que me sorprendió.

- Bien, me alegra que te guste. - imité su acción. - ¿Ahora si me dirás lo que sucedió?

- ¿Lo que sucedió? - me miró confundida. - Oh... ¿con mi amiga?

- Bueno, si y no. - su expresión de confusión se acrecentó. - Si debo ser honesto si, me ha ganado la curiosidad, pero me refería a lo otro.

Un pequeño silencio se instaló hasta que abrió un poco más sus ojos, dejándome saber que había comprendido a lo que me refería.

- Ya veo, quiere saber el porque estaba tan alterada.

- Creo que asustada describe mejor como te veías.

- Lo siento si lo preocupe pero... verdaderamente lo estaba.

- Lo noté, de lo contrario me hubieses amenazado ante el comentario que te hice en ese momento en lugar de lanzarte a mis brazos.

Sus mejillas se sonrojaron en ese instante y yo sonreí por la ternura que me causó que alguien de su edad pudiera ponerse nerviosa con algo tan simple.

- No se ilusione, sólo fue porque me hizo bien ver un rostro conocido en ese momento.

- Bien, eso significa que confías en mi, me agrada saberlo.

- Oiga, yo no dije eso...

- Pero aquí estas. - touché, bonita.

- Como sea, ¿quiere saber o no?

- Te escucho con toda mi atención, Sanguito.

- No me llame de esa manera o no le diré.

- De acuerdo, Saoto. - entrecerró sus ojos. - ¿Tampoco te gusta? - reí.

Sango

Me estaba costando demasiado el mantenerme seria ante su sonrisa y la forma en la que buscaba incomodarme, ya que lo estaba logrando.

Pero como me gusta verlo sonreír.

Me reprimí internamente porque no era el momento de tener pensamientos ajenos a los temas importantes.

- Sólo escuche, ¿de acuerdo? - asintió.

No se si fueron los nervios del momento o el hecho de que verdaderamente me sentía en completa confianza con él, pero le terminé contando todo lo que sucedió con Ayame segundos antes de que su padre me encerrara en aquel cuarto y me contara la historia a medias. Su rostro me dejo en claro que este asunto era mucho más extremo de lo que yo pensaba y eso provocó que los nervios que se habían ido, regresaran.

- ¿Él no te dijo por qué Magatsuhi está interesada en ustedes? - que esa fuera su primera pregunta tampoco ayudó.

- No... sólo me dijo que Ayame iba a ser la encargada de contarme la historia completa.

- ¿Y la señorita Kagome y la otra chica no saben nada?

- ¿Cómo van a saberlo si esto que le dije sucedió hace poco más de una hora?

Permaneció en silencio, desviando la mirada hacía un punto perdido, casi como si estuviese pensando cosas que con toda seguridad no iba a decirme.

- Usted conoce a ese tal Magatsuhi, dígame... ¿Quién es?

Sus ojos castaños se posaron sobre los míos y pude notar un dejo de oscuridad en ellos.

Miroku

Estaba seguro de que iba a preguntarme eso pero... el simple hecho de responder su pregunta implicaba que tuviese que revelarle que somos demonios, algo demasiado delicado como para soltarlo así como así. Si, la realidad era que me intrigaba y preocupaba el hecho de que un ser tan repugnante como Magatsuhi estuviese interesado en estas mujeres, sobre todo teniendo en cuenta lo que estaba sucediendo con la desaparición de Zero y los asesinatos de las mujeres, los cuales eran amenazas para todos los que estábamos enterados del asunto.

- Es una larga historia. - por alguna razón no pude mentirle. - Sango, ¿puedo pedirte un favor? - asintió. - ¿Podríamos estar presentes Inuyasha y yo en el momento en que Ayame hable contigo?

- ¿Estar presentes? ¿Para que?

- Sango. - suspiré. - Créeme que primero necesito hablar con mi amigo para poder contarte todo. - maldición, verdaderamente se me hacía difícil esconderle todo y no comprendía el porque.

- Esto es algo muy complicado, ¿verdad? - me quedé en silencio a sabiendas de la respuesta. - ¿Nuestras vidas están en peligro?

- No lo sé. - aclaré mi garganta.

Y si lo están, yo me encargaré de protegerte, tenlo por seguro.

- ¿Puedes permitirme eso? - la miré, rogando por una respuesta afirmativa.

- De acuerdo. - un suspiro de resignación abandonó sus labios. - Sólo espero que, por favor, tanto ella como ustedes nos digan todo lo que ocurre.

- Lo prometo. - le sonreí. Ella desvió la mirada, bebiendo los últimos sorbos del café y dejó la pequeña taza sobre la mesa frente a ella.

Me quedé observándola unos segundos y supe que lo mejor que podía hacer era ayudarla a distenderla.

- Bueno, ahora pasemos al segundo tema... ¿Por qué trataste de esa manera a Sesshomaru?

- Oh, claro, había olvidado que es el hermano de Inuyasha. - puso sus ojos en blanco. - ¿Acaso usted vio como estaba bailando con mi amiga? Era obvio que tenía intenciones de besarla.

- ¿Y eso te puso celosa?

Espero que no.

- ¡¿Qué esta diciendo?! ¡Rin es la novia de mi hermano menor!

- Oh... - eso si me sorprendió. - Ahora si comprendo el porque te comportaste de esa manera, supongo que era algo que no esperabas.

- Para nada... ella es mi amiga desde la secundaria y se que sería incapaz de traicionar a Kohaku...

Supongo que ese es nombre de su hermano.

- Pero se que los Taisho son personas difíciles de llevar y se que él se aprovecharía de eso sin dudarlo.

- Sesshomaru no es así. - no mentía, verdaderamente estaba seguro de que él no obligaría a nadie a hacer nada que no quisiera, después de todo nunca necesitó recurrir a esas técnicas. - Créeme, yo lo conozco bien.

- Si claro, defiéndalo. - resopló, provocando que riera.

- ¿Y que hay de ti? - pregunté, dirigiéndome al tema que verdaderamente me interesaba. - ¿Tienes algún novio que podría amenazarme de muerte por haberte traído aquí?

Y ahí estaba de nuevo esa sonrisa perfecta.

- No... no hay nadie. - me dedicó una de las miradas más hermosas que jamás había visto. - ¿Y que hay de usted? ¿Hay alguna mujer que podría venir a intentar matarme por estar aquí?

- No, no hay nadie. - le di la misma respuesta, acortando la distancia entre los dos, provocando que se pusiera nerviosa. - Bueno... en realidad si hay alguien.

- ¿He?

Tomé sus manos y fijé mis ojos en los suyos.

- Tú. - descendí mi mirada a sus labios, deseoso de probarlos

- Miroku. - murmuró. - ¿Qué hace?

No respondí, simplemente terminé por acortar los pocos centímetros que nos separaban y uní mi boca con la suya en un beso que terminó por robarme el aliento y la cordura.

Koga

La casa de Ayame estaba bastante lejos de aquel edificio y aquello me dio el tiempo de meditar sobre todo lo sucedido y lo que iba a suceder a futuro.

Kagome se fue con él.

La imagen de ambos tomados de las manos y abandonando el lugar juntos era algo que no podía borrar. ¿Qué estaban haciendo en este momento? ¿Estaban en su departamento o en el de él? ¿Estaban teniendo sexo en la misma cama en la que yo había dormido con ella?

- ¿Eres de pocas palabras? - la voz de Ayame me sacó de mis pensamientos.

- ¿Crees que tengo algo que hablar contigo?

- No, pero detesto el silencio. - suspiró.

- Bien, ¿Qué es lo que quieres?

- Mmmm... - llevó la mano a su barbilla, haciendo una cara extraña, una que me hizo sonreír de repente y sin motivo. - ¿Qué estabas haciendo en esta fiesta?

- Trabajando.

- ¿Trabajando? - frunció el ceño. - ¿Estas vinculado al hospital?

- No y no preguntes sobre eso, no puedo hablar sobre mi trabajo.

- ¿Estas en algo ilegal?

- Oye... te recuerdo que no estamos solos. - señalé al chofer del taxi. - Y no, no estoy haciendo cosas ilegales o como les quieras llamar.

- Entonces...

- Entonces, ¿por qué no me dices el motivo de tu llanto? - entrecerró sus ojos, notablemente molesta. - ¿Lo ves? ambos podemos jugar este juego.

- ¿Sabes que? Será mejor que vayas en silencio.

Reí levemente al mismo tiempo en que ella desviaba la mirada hacía el exterior y yo hacía lo mismo.

Esta chica es extraña pero tiene su lado divertido, no es tan desagradable como me parecía cuando la veía con las demás amigas de Kagome.

El resto del viaje efectivamente lo transitamos en silencio, sin embargo eso no impidió que, de vez en cuando, la observara de reojo.

¿En que piensas tanto, niña?

Luego de un par de minutos por fin llegamos a su casa y, antes de que ella descendiera, me miró.

- Koga, ¿puedes bajar un segundo? quiero hablar contigo.

Aquello me preocupó un poco, pero finalmente accedí. Ambos descendimos y, al rodear el auto, noté que estaba bastante nerviosa.

- ¿Qué quieres?

- Tú dijiste que los hanyos deben ser entrenados para sobrevivir...

- Si, ¿Qué tiene?

- ¿Podrías entrenarme?

- ¿Qué? - me sorprendí verdaderamente.

- Yo... - desvió sus ojos, apretando sus labios ligeramente. - Se que hay alguien que puede matarme si no aprendo a defenderme.

Cada palabra que salía de su boca me sorprendía más que la anterior.

- ¿Quién podría asesinarte? - la pregunta abandonó mis labios antes de que mi mente la procesara.

- No puedo hablar sobre esto... - tragó saliva y aquel olor salado me indicó que había lágrimas a punto de salir. - Al menos no ahora, pero... necesito aprender a luchar.

- Ayame, ¿en que estas metida? ¿tus amigas saben sobre esto?

- No me hables de ellas, por favor. - sus primeras lágrimas verdaderamente me hicieron sentir mal. - Sólo dime si puedes o no... yo puedo hablar con Kagome para que no malinterprete las cosas.

- Oye. - la tomé por los hombros, sorprendiéndola. - No es necesario que lo hagas... si, te entrenaré, no tengo problema por eso pero ni creas que dejaré pasar lo que dijiste.

- Gracias. - me sonrió y, en aquel pequeño gesto pude sentir una profunda tristeza escondida, una que me traspasó.

Sentí el impulso de abrazarla y no pude contenerme. Antes de darme cuenta ya la había rodeado con mis brazos. Ella estaba tensa, seguramente porque no se esperaba eso, pero necesitaba que dejara de llorar y se quedase tranquila. Llevó un par de segundos, pero sentí que logró aliviarse un poco, aunque jamás correspondió mi abrazo.

- ¿Estas mejor? - pregunté, alejándome, ella sólo asintió. - Bien, me pondré en contacto contigo y te ayudaré a que te fortalezcas, ¿de acuerdo? - nuevamente confirmó sin palabras. - Bien, ve adentro, esta frio, me quedaré aquí hasta que entres.

- Gracias. - susurró, volteó y se aceró a la puerta.

Al llegar a ella, me miró por última vez, dedicándome una sonrisa que me hizo sonreír a mi. Cuando por fin despareció en el interior de la casa, regresé al taxi y me marche.