El incidente

Un grito agudo y luego una exclamación de susto masculina despertó a todos en los dormitorios de los Diasomnia.

Los hombres de la casa salieron eyectados de sus camas, ojerosos y a medio vestir con sus pijamas torcidos, poniéndose alerta y en tensión ante un peligro inminente. En el pasillo se enfrentaron en silencio, mirándose para ver si estaba todo en orden.

—Chicos...

La aparición de Malleus los sorprendió a sus espaldas, mientras este se refregaba los ojos y terminaba de acomodarse la camisa de dormir.

—¡Mally! ¿Estás bien? — Lilia preguntó, comenzando a despabilarse — ¿Están todos bien? — los inspeccionó con rapidez, y todos asintieron.

—Realmente no sé qué contestarte. — comentó el heredero de la casa, con desconcierto. Lo miraron de repente, mientras Lilia se fijaba en la manga doblada de Silver y se la acomodaba sin pensar.

—¿Cómo que no sabes? ¿Qué pasa?

—Yo...

Mientras terminaba de pensar cómo completar la respuesta, todos los ojos se abrieron como platos y se fueron a detrás de Malleus; exactamente a su costado izquierdo inferior, por lo que estaban viendo.

En medio de la oscuridad y el susto, una lagrimosa niña estaba luchando con su enorme vestido de dormir, mientra hacía pucheros y se quejaba.

—... ¿Quién es esa niña? — preguntó Sebek, señalando incrédulo — ¿Estoy viendo bien?

—Sí, ven bien— Draconia señaló, con un poco de desconcierto también — . Es real.

—¿Qué hace aquí? — dijo Lilia, mirándola con una fascinada ternura.

—Es Hikari.

Los tres muchachos miraron de repente a Malleus, y a la niña de nuevo. Ante la intensidad, la pequeña se escondió detrás del dragón con timidez, y este se ruborizó porque no sabía cómo salir de su bochorno. Su boca estaba tan enredada que optó por quedarse quieto, como una muralla para la pequeña, que aún parecía confundida.

—Hikari — susurro Vanrouge de repente, igual de sorprendido que los demás. Hizo un breve silencio, parpadeó una sola vez y, de repente, cambió la actitud — ¡Hey! Hola — le sonrió, arrodillándose hasta estar a su altura — . Debes tener frío, ¿quieres comer algo?

La infante miró con atención, sobre todo porque la sonrisa le inspiraba confianza. Aún sujeta de los pijamas de Malleus asintió con brevedad, y se tocó el estómago.

—¿Qué haces, Lilia? — susurró Silver, sin entender.

—Mira, hay unas galletas en la cocina — continuó, ignorando al resto como si no existieran — . ¿Qué te parece si Malleus te acompaña y te da algunas?

—Está bien. — contestó con un hilo de voz. Vanrouge se incorporó y miró al príncipe, y este entendió con un asentimiento. Extendió su mano y la pequeña le agarró algunos dedos, caminando hacia el pequeño comedor interno que tenían.

Cuando Lilia se terminó de poner de pie y se acomodó el pijama, los otros dos aún estaban exigiendo silenciosas explicaciones.

—Por favor dinos algo o empezaré a pensar que estoy soñando.

—No es un sueño, chicos — los miró con seriedad— . Es efectivamente Hikari, me di cuenta por su forma de mirar. No es una muñeca, un hechizo, ni nada por el estilo.

—¿Entonces es real? — Sebek miró hacia la cocina — ¿Qué pasó con ella?

—Probablemente bebió algo que no debía — el hada suspiró — . Estuvieron cotilleando por ahí, hicieron algo que no tenían que hacer, y de postre tomaron algo que no debían tomar. A veces les parece divertido meter la mano donde no corresponde— señaló — . Como Mally es un dragón, hay muchas pociones que no le afectan, pero a los mortales...

—¿Cómo sabemos que fue algo así, y no provocado por algún rival? — Silver frunció el ceño, alerta. Lilia purró con los labios, y señaló hacia la dirección donde los otros dos se habían marchado.

—¿Acaso no conocen las caras de Malleus de culpabilidad? Estaba claramente arrepentido de lo que sea que hicieron y se sintió culpable, por eso cuando recién le dije que fueran a la cocina no me puso un sólo pero. Se siente responsable de lo que le haya pasado a su pareja. Ya saben que cuando están aburridos se ponen creativos, y vayan a saber los dioses del sueño qué es lo que hicieron.

Ambos muchachos lo miraron con seriedad, terminando de peinarse y acomodarse en esas horas de la madrugada.

—¿Qué hacemos?

—Pues, no se ustedes, pero yo tengo sueño. Quiero volver a dormir. Si sigue igual por la mañana veremos cómo lidiar con el asunto — puso las manos en la cintura — . No quiero otra amonestación de la academia, o no podremos entrar al torneo este año.

—Es cierto, no podremos hacer mucho ahora, menos a esta hora — acordó Sebek, con las manos en los bolsillos — . Veremos que pasa mañana; quizás el plano onírico nos diga algo.

—Voy a averiguar, no te preocupes — afirmó Lilia, mientras sonaba el cuello con un molesto sonido — . Por todos los dragones, que ganas de buscar problemas que tiene Draconia últimamente.

Minutos después, la sonrisa ancha y amplia volvió a su rostro, dándole confianza a la niña cuando volvió masticando con una galleta en mano. Sin dudas era Hikari; mas parecía no recordar nada de ella misma en su edad real, sino que simplemente era una pequeña rodeada de jóvenes adultos de apariencia extraña, comenzando a escucharlos. Y confiaba de manera inconsciente en Malleus.

—Pues vamos a dormir. Todos nosotros, incluyendo la señorita — Sebek sonrió, tratando de ser amable y siguiendo el juego de Lilia, quien le sonrío con satisfacción — . Mañana tenemos que levantarnos temprano.

—De acuerdo — Draconia miró inseguro a su mayor, sin saber qué hacer — . Estaba a mi lado hace un momento, pero...

—Tengo una cama preciosa, justo para ella — Vanrouge lo interrumpió, sacándole el aspecto sombrío a la situación — . Así dormirá cómoda, ¿te gusta eso?

—¡Si! — la niña asintió. A ese punto, él le estiró la mano y ella lo tomó, absolutamente contenta.

—Buenas noches a todos, mañana será otro día.

Y así logró dispersar al grupo, que volvió a paso lento y mirada extraña a sus habitaciones cerrando la puerta.

—¿Hay otra habitación?

—Claro que sí, pero es secreta.

Vanrouge la miró sonriente y levantó la mano hacia adelante, estirando sus dedos para apoyarlos en una de las paredes revestidas de madera. Apenas apoyó las yemas de los dedos, el material crujió de manera extraña unos segundos, como si se partiera y rearmase por dentro. Cuando quitó la mano, la bajó hasta una perilla que apareció y terminó de tomar forma de puerta. Al girar y abrir apareció una habitación rosada, llena de peluches en forma de animales y corazones, corolados con un perfume agradable que esperaba a la niña.

—¡Woo!

Si no usaba magia para esas cosas, ¿Para qué las usaría sino?

—¿Es bonita, no? Siempre la guardamos para invitados especiales — la dejó entrar — . No te preocupes, es seguro. Duerme y mañana te llamaremos para comer algo.

—¡Okey!

La pequeña fue a pasos torpes por su ropa grande hasta la cama, tapándose en ella y abrazada a los peluches que había de dragones y unicornios tornasolados. Cuando estuvo seguro de que se durmió cerró la puerta con cuidado, limpiándose las manos entre sí, quitándose el resto de polvo de glamour, que brillaba como glitter.

Aunque estaba satisfecho de sí mismo de cómo había sorteado la situación, de repente sintió un tirón en los pies y su cuerpo se dobló hacia adelante, dolorido y cansado. Respiró fuerte y se sostuvo de una de las paredes, controlando un leve temblor que duró algunos segundos. Usar magia constructiva espacial era agotador, y requería cierta gimnasia que él ya no tenía. Pero al menos sabía que había podido hacer algo útil en unos instantes de pensamiento, concretando las ideas de su cabeza en materia real en ese plano. Así funcionaban las Hadas antiguas y poderosas como él.

Pero, como todo, tenía su precio.

—Creo que me excedí — confesó en voz alta, tomándose un brazo — . La edad me está pesando, demonios. Debo ir a dormir...

Y camino casi a rastras hasta su propia habitación, cerrando la puerta.

II. La bibliotecaria

A la mañana siguiente, la niña salió de la habitación y siguió siendo tal. Con la plena luz del día, pudieron verla mejor. No pasaba los cuatro años de edad, y realmente parecía que no recordaba nada de su vida "adulta".

—Qué desgracia...

Sebek suspiró en voz baja en la mesa del desayuno, lo más discreto que pudo. A su lado, Malleus lo miró de reojo y continuó tomando su café, al igual que Silver, en medio de una tostada y la siguiente.

—¿Lo dices por ella o por ti?

—Por todo, Sil — lo mió de repente — . Hemos tenido que enfrentar toda clase de explicaciones y dificultades por Hikari a lo largo de este tiempo; y lo hemos ido sorteando, pero esto es indisimulable. ¿Qué pasa si... es permanente?

—¡Shh!

El chistido de regaño vino desde el otro lado de la mesa, donde estaba Lilia con la niña, jugando y comiendo para distraerla. El Hada lo miró fijo con el ceño fruncido, y el joven miró hacia otro lado, sonrojado.

—Hablar de cosas que no podemos resolver durante la comida hace mal al estómago — sentenció con firmeza — . Ya sabremos hallar las respuestas. Ahora disfruten y agradezcan el desayuno; que somos muy afortunados de tener una mesa donde estar cómodos y comer cosas ricas... ¿verdad cielo?

—¡Sí! — dijo la niña con una sonrisa, masticando una masa dulce. El muchacho le acarició la cabeza con una sonrisa encantadora.

—Eso es, muy bien, sigue comiendo.

Se armó un gran silencio que sólo lo ocupaban las preguntas y comentarios de la niña sobre los jardines, el día, los colores de la sala y la comida, que estaba ya acabando y quería más. Los otros tres muchachos estaban absortos en su cabeza, y a veces espiaban la interacción del otro lado de la mesa.

Jamás había visto a Vanrouge ser tan dulce con nadie. Quizás había cuidado de Malleus y había tenido ese modo, pero empollar un dragón y verlo crecer hasta tomar forma humanoide debía ser al menos algo muy distinto que cuidar de una niña mortal. Los humanos estaban tan llenos de... falencias y cuidados que debían tener cuando eran pequeños, que hasta parecía impráctico en un punto. Sobre todo porque Lilia, de alguna manera, parecía saber cómo accionar y cuidar que la pequeña no manipulara filos ni cosas pesadas cerca de ella.

Cuando terminó el desayuno, todos ordenaron las cosas y se dedicaron a dejar los trastos sucios en la cocina del fondo. Como se lavaban mágicamente, nadie se había ocupado nunca de los quehaceres cotidianos en todas sus variantes, pues desde la existencia de la casa todo había sido "automatizado" por hechizos protectores.

—Malleus, ¿podrías lavar la vajilla?

Es por eso que Draconia quedó helado y volteó a verlo sin saber si era un chiste o no, mientras su interlocutor tejía con concentrada habilidad una trenza en el cabello a la niña.

—¿L-lavar?

—Y si, no puedo hacerlo ahora. La siguiente seré yo, descuida — lo miró y sonrió — . Cuando se come hay que lavar y dejar limpio todo.

—De... acuerdo... — titubeó, bastante desconcertado.

—El resto puede ir a sus clases normales, yo puedo dispensar de mis tutorías unos días para ocuparme de Hika.

Sebek y Silver miraron al otro chico, a Lilia, y luego a la niña que los observaba curiosa y sonriente.

—¿Y qué hacemos?

—Ya les dije, su rutina normal. Nosotros nos quedaremos aquí, saldremos al patio a tomar un poco de sol y a leer.

—Pero...

—Es lo que vamos a hacer — les remarcó con los ojos carmín, mirando a los tres — . Cuando Malleus termine de lavar se irá a clases. Al regresar de todos, haremos una merienda y luego harán sus deberes.

—¿Y yo qué hago? — la niña levantó la mano, ansiosa de participar en algo. Vanrouge sonrió y terminó de ajustar el peinado.

—Tu y yo, señorita, vamos a jugar un rato y luego dormiremos siesta. También tengo cosas que hacer, pero tienes que salir a tomar aire.

—¡De acuerdo!

Cuando salgan de la clase vayan a la biblioteca con discreción, en partes separadas, y busquen en la sección de Hechicería Faerica algo relacionado con las modificaciones de edad y el viaje en el tiempo que no sea onírico. Yo buscaré en las memorias de los Draconia, en la biblioteca de la casa, por si hay algo parecido o han tenido alguna experiencia que me sirva. Si hallamos el origen de la creación de lo que sea haya pasado, podremos ver la solución.

La voz grave del Hada apareció en simultáneo en la cabeza de los tres, que mostraron comprensión y en parte alivio. Cuando Malleus sintió que era un canal abierto para todos los enlazados, se animó a preguntarle del mismo modo, ya que su propia magia en la sangre tenía la capacidad de devolver el pensamiento.

¿Por qué te estás portando tan raro, Lilia?

Desconozco si la memoria de Hikari está intacta; si duerme; si ella misma es un constructo de su mismo pasado; o todo esto es un invento de su inconsciente. Hasta que no sepa en qué tiempo está su mente y que es lo que sabe y lo que no, hay que mostrarle normalidad. Se siente cómoda con nosotros, así que no es un extracto del pasado, de todos modos, en las bases humanas de la primera etapa de infancia, necesitan estructuras explícitas y rutinas ordinarias como el común de los mortales. Por eso les pido cosas que no solemos hacer.

Mientras hablaba con el pensamiento, acomodaba el vestido que había creado para ella y le ajustaba los zapatitos simulando que estaba concentrado en la tarea.

No sé cuán frágil es su sentido del mundo, y para no dañarlo tenemos que darle la mayor normalidad posible, a lo que espera su perspectiva. Si hacemos algo extraordinario puede afectar su psiquis; y aunque no sé si lo recuerde, ver cosas flotando y dragones no está en sus expectativas esperables como mortal.

Pero ella no es ordinaria, nunca lo fue. Lo supo de mayor — Malleus interrumpió el discurso de pronto — . No creo que le afecte demasiado si sabe la realidad de esta casa, y de nosotros especialmente.

No sé si le hacemos daño siquiera interactuando con ella, o si debo ponerla a dormir hasta que esto pase, o podamos revertirlo. Tengo muchas preguntas y necesito que todos ustedes salgan a darme respuestas de algún tipo. Hasta tanto, la cuidaré para que no salga de aquí, y los días pasen lo mejor posible.

Hubo un silencio, y entonces otra pregunta.

¿Cómo es que sabes tantas cosas de cuidar infantes humanos? Pensé que cuando eras más joven los odiabas y nunca tuviste contacto con ellos.

No hubo respuesta. Sólo se sonrojó con violencia, pero no pudieron verlo.

Váyanse y hagan lo que les dije, por favor. Nos vemos al atardecer.

—Bien, vamos, Hika, ya estás lista. Salgamos al patio un rato.

—¡Bien!

—Pero no toques las espinas de las ramas o te dará sueño, ¿estamos?

—¡Sí sí!

La niña se puso de pie y de a saltitos espero que el Hada le diera la mano, quien miró por última vez a los otros tres. Malleus fue a la cocina con los platos sucios, y Sebek y Silver fueron por sus cosas para ir a clases, soltando sonrisas afables, casi forzadas a estar en sus rostros, llenas de una sensación absolutamente extraña, y un humor expresado a viva voz sin hablarlo.

¿Qué pasaría si aquello no se revertía nunca?

—000—

Era una fortuna que Malleus tuviera una especial habilidad en la búsqueda académica de documentación. Había sido arduamente entrenado por su tutor durante muchos años; así que no le costaba en nada seleccionar, catalogar, leer y anotar referencias un libro tras otro, con mucha velocidad y en simultaneidad en algunos casos.

No podía usar la magia abiertamente en lugares comunes donde había algunos mortales; mas la urgencia del par de horas que le sobraban le hacía tener que necesitar aquel recurso, por el cual sería seguramente castigado más adelante.

También tuvo que ignorar las las miradas curiosas de los Octavinelle y los Ignihyde, que al pasar por allí lo increparon para saber cuál era el motivo de su ansiedad que lo hacía estar como loco, enterrado entre decenas de libros de hechicería. Los exámenes habían pasado hacía un tiempo, así que no tenía sentido.

—Creo que el dragoncito de mar se metió en problemas. — comentó Floyd en algún momento de esos minutos, que parecía se esfumaban como espuma entre las olas.

—Debe estar preparando algún golpe en la academia. — comentó en otro momento Ace, regañado por sus pares por siempre abrir la boca y decir comentarios absolutamente salidos de lugar.

Malleus gruñó ante cada intervención y se mordió la lengua para no responderles, pues simplemente no quería dar explicaciones, ni terminar en la dirección dando explicaciones de por qué le había arrancado los dientes a uno y arrojado al vacío al otro en llamas.

Aunque ganas no le faltaban.

—Está prohibido hablar fuerte u ocupar mas de dos personas la misma sala de lectura individual. — La bibliotecaria en jefe, un espectro que había tomado forma en el recinto después de habitar un siglo con vida en ese trabajo, se manifestaba cuando alguien rompía las reglas, castigando a los intrusos. En ese momento, empujaba con sus manos ectoplásmicas hacia afuera de los espacios privados, bajo las protestas de los echados— . Largo de aquí, criaturas de carne, ¡shushu!

Eso devolvía los ratos de calma y concentración al dragón, pero tampoco tuvo mucho tiempo apenas pudo organizar la situación.

—En 10 minutos cerramos, Draconia.

La voz áspera se asomó por el umbral. Malleus levantó la vista y sus ojos se afilaron al ver que en el exterior estaban las primeras penumbras de las antorchas. Era ya de noche.

—Lo siento señora, necesito terminar esto. ¿Los puedo rentar hasta mañana?

Hubo un silencio largo, y un bufido. La bibliotecaria flotante frunció su ceño arrugado y se cruzó de brazos con la dignidad que solamente puede tener un fantasma. Observó al joven y a la pila de libros a su alrededor como si fueran un arco de un castillo, y volvió a mirarlo algo curiosa.

—De ninguna manera va a llevarse 187 volúmenes. Ni siquiera el Director puede sacar más de dos tomos por vez.

—¡¿Dos?!

—¡Sh!

—... bien, elegiré dos entonces.

—Correcto — sentenció, volteando para irse; hasta que se detuvo un momento, y volteó — ¿Qué es lo que busca con tanto ahínco?

El joven pensó que responderle a un ser así, para que no elevará los problemas a nadie más.

—La respuesta a un acertijo. Tengo que resolver un problema.

—Mnh. Usted no necesita libros para resolver una adivinanza, señor Draconia. Conozco su sapiencia. La urgencia que ha demostrado desde que llegó aquí es porque es algo más complejo.

—No es una adivinanza exactamente — dudó un segundo, inseguro en el tono de voz — . Es más como... un rompecabezas; necesito saber cómo se configuró originalmente, para poder ver las piezas y desentrañarlo.

—Mnh.

—Déjeme elegir esos dos tomos y me iré antes del cierre, lo prometo.

—Que sean tres — le señaló con una mirada extraña, cambiando de opinión — . Por la forma en que su voz se está torciendo parece que está en problemas. Así que haré una excepción — le señaló — . Pero no volverá a repetirse. Si tiene que armar una pieza, con dos libros no alcanzará. Espero que con un trinomio sí, ya que es un número cabalístico... y porque no puedo hacer más por usted según las políticas de este lugar.

—Tres es más que perfecto, muchas gracias.

Afortunadamente, entre los disgustos, los largos silencios y aquel debate fantasmagórico, Malleus encontró lo que estaba buscando.

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III. El deseo

—¡Hika! ¡Baja de ahí!

Lilia tuvo que interrumpir la lectura sobre la escalera por enésima vez, al verla instalada en el cuarto estante de la biblioteca. Todos los libros de la sala habían sido sacados para leer, y la niña, en el maravilloso y creativo aburrimiento de los pequeños, se había inventado una escalera para ingeniar trepar y andar por los estantes a gatas, donde entraba. Lo había hecho en el segundo, en el tercero y ahora en el cuarto escalón.

—¡Mira, papá Lilia! ¡Llegué más alto esta vez, y no rompí nada!

—Es peligroso cariño, anda — se acercó a la base del estante, incapaz de ponerse más severo porque tenía el corazón derretido. Extendió una mano llamándola — . Vamos, Hika.

Claramente no había calculado el pequeño detalle de que no todos los niños humanos eran como se los había imaginado. Luego de haber pintado las paredes con crayolas, haber ensuciado las cortinas con témpera, romper dos jarrones en sus corridas tras tropezar con la alfombra, y partir al medio la cabeza de un busto de Maléfica en un salto - todo lo que afortunadamente tenía solución mágica para reparar, descubrió que el espíritu de la niña era tanto a más inquieto que el de él mismo. Debió dejar de confiar en que se quedaría quieta, y no le quedó otro medio que llevarlo con él hasta la sala de lectura para investigar, en tanto tenía un ojo sobre ella.

Vanrouge no era tan habilidoso con los libros como su pupilo, así que se había pasado más tiempo mirándola a ella, que realmente buscando algo. Confiaba en que los muchachos podrían hallar alguna pista al respecto; mas él estaba muy cerca de rendirse. Y se sentía bastante en solitario, considerando que había decidido tomar una especie de paternidad temporal... de nuevo, por sobre otra criatura a su cargo.

En primer lugar, creyó que era el único capaz de hacerlo por la simple experiencia y la diferencia de edades con los otros chicos, que no tenían nada cercano a eso. En segundo lugar, claramente no estaban interesados más que para preguntarle cómo es que se criaba a un niño que conocían pero a la vez no. Y en tercer lugar, quizás la razón mas profunda era otra.

Él quería hacerlo.

Hikari le había encantado desde siempre, apenas la vio el primer día. Pero haberla conocido de esa manera durante esos días, con esa inocencia y en apariencia esa especie de amnesia que no la hacía mas que vivir el presente, sin ninguna perturbación, lo llenaba de ternura. Pues aunque las fotos que ella había compartido alguna vez le habían divertido, no era nada similar a tener una experiencia con la protagonista misma ¿Qué hechizo era capaz de llegar tan lejos en un alma humana, calar tan hondo y tan profundo, para lograr un cambio de semejantes proporciones? Pues con el correr de las horas, estaba convencido de que no había sido un brebaje, que tenía efectos muy temporales. Aquello era algo que había sacado de un grado de complejidad mucho más personal, mucho más profundo.

¿Acaso... ?

—¡Lilia! Creo que hallé alg-

—¡Holaa!

—... ¡Mally! ¿Eres tú?

Cuando el heredero de la casa cruzó la puerta con los tres mentados volúmenes, su mayor estaba de puntas de pie en una silla, con una escoba estirada hacia el candelabro central, de donde colgaba la niña del revés.

—¡¿Qué hace ahí?!

—¡N-no lo sé! ¡No tengo idea de cómo llegó! — lloriqueó un poco el hada, apenas mirándolo sin perder el equilibrio — Ayúdame, ¿quieres? Me voy a romper algo si sigo así. ¡Hika! ¡Te dije que te bajes!

—¡Estoy bien! — exclamó la niña colgada cabeza abajo.

—¡¿Cómo que no?! ¡Agh! — estiró más la escoba — ¡Agárrate de ahí!

—Nu nu.

Draconia tuvo que morderse el labio para no lanzar una carcajada por el ridículo de la escena, así que sólo atinó a asentir.

—Ya, Hikari — puso el tono serio y los brazos en jarro — . Estás haciendo una tontería, vas a lastimarte y Lilia también en el proceso de ayudarte. Entiende que no queremos que te lastimes — la niña lo miró de repente, dejando de reírse — . Ahora sé buena y deja que te bajen.

Como si fuera una especie de programación eficiente, Hikari estiró sus brazos y se dejó alcanzar por Vanrouge, quién suspiró de alivio al ver que la pequeña descendía con cuidado. Apenas bajó a tierra, se soltó y se dedicó a jugar con la siguiente cosa en la sala, pero ya con los pies en la alfombra.

—Es muy inquieta. — suspiró el otro, ruborizado. Aunque le daba problemas, no estaba enteramente molesto en el fondo — ¿Qué averiguaste?

—Ven.

Miró que la niña estuviera distraída, y lo llevó hasta el otro extremo de la sala, sentándose a su lado y mostrándole los libros, abiertos en algunas partes que había señalado.

—¿Lograste sacar más de uno? — observó el otro, asombrado — ¿Cómo hiciste?

—No importa — restó importancia el muchacho, haciendo un ademán con la mano — . Mira esto. Todo parece indicar que fue un hechizo verbal, pero no conjurado de otro, sino que tuvo un ingrediente clave que lo hizo funcionar y perdurar.

—¿Cuál?

—El deseo.

Lo quedó mirando, y el dragón miró a él.

—¿Me estás queriendo decir que... ?

—Sí. Fue la propia Hikari — susurró, para que no lo escuchara — . Quizás halló algún libro mientras estudiaba, o lo tomó de algún lado por curiosidad, suele hacer esa cosas. Leyó el contenido, y cuando llegó a la sección de los hechizos de recuerdos quizás tuvo la idea, muy firme en su mente, de añorar su infancia. Como funciona de poderoso su pensamiento, el hechizo se metió en su subconsciente; se fue a dormir, se fusionó con la emoción de su deseo, y cuando se despertó, pasó esto.

—Por eso no recuerda nada. Tiene sentido.

—Exacto. Y no sabe de dónde salió, o cómo — suspiró, preocupado — . Y va a ser difícil saber cómo revertirlo.

—... porque necesitamos que ella quiera con la misma intensidad ser mayor de nuevo — concluyó el otro, y Malleus asintió — . Por los dragones, esto va a ser difícil.

—Tenemos dos caminos: o la convencemos de que debería desear eso, cosa que es casi imposible por la inmadurez emocional de su edad humana; o nos metemos en su sueño de la manera en que tu sabes, y modificamos ese pensamiento para que se ejecute y tenga el mismo efecto a la inversa, insertando el contrahechizo.

—Sabes que odio hurgar en la mente e instalar conceptos; a los humanos les hace terriblemente mal cuando es a niveles tan profundos.

—Dime entonces cómo te ves convenciéndola por horas que tiene que volver a crecer, si no sabe que alguna vez fue grande — el chico torció la boca — . O acaso cuantos días más pasaran hasta que debas dar explicaciones o que alguien la vea, Lilia — el hada frunció el ceño y el otro se acercó más — . Tenemos que actuar rápido y no podemos razonar con ella, es muy pequeña. Sólo queda una solución.

—¡Ya sé! Ya sé... demonios, me juré jamás volver a hacerle algo así a un humano.

—Pues deberás faltarte la palabra a tí mismo, o quedará así para siempre y empezará a crecer. Cosa que tampoco conviene para su versión real. Sabes lo que va a pasar si ella tiene un renacimiento biológico y el cuerpo se retrasa en volver a la normalidad; su cabeza va a empezar a convertirse en un estofado.

El hada mayor bufó, desahuciado. Malleus tenía razón y por eso, a pesar de todo, sonrió brevemente, acariciándole los cuernos con cariño.

— Nunca me decepcionas, pequeño, eres único en esto. Bien hecho.

Miró hacia el fondo, donde la niña jugaba y cantaba con lo que había hallado. Y pensó cómo empezar a hablar con ella para que tuviera sentido su petitorio absolutamente loco para una infante; porque, persistente a su propia tozudez, odiaba admitir que la otra salida sin duda iba a ser la mejor. Aunque no quería intervenir la psiquis de esa manera.

Y, en el fondo, no quería que cambiara.

—00—

Tres días más pasaron, y la excusa de Lilia de ausentarse de sus tareas de coordinación en la academia estaba agotándose, pues debía volver el lunes siguiente. No había salido a ningún lado y eso se condecía con su "ocupación de tiempo completo", por lo que no fue extraño en el instituto, que siguió su ritmo normal. Los muchachos, sobre todo Malleus, hacían malabares para sortear el cuidado de la pequeña, con la que iban encariñándose cada vez más.

Hikari era sumamente traviesa, y en más de una ocasión había roto y escondido cosas importantes de la casa; era como si la propia magia de las habitaciones la reconociera y procurara que no se lastimara, o que los objetos en cuestión volvieran a su lugar en la madrugada. No dejaba de curiosear ni preguntar por todo en cada ocasión, y sus osadías no eran detenidas cuando no había algún mayor cerca. Había arruinado cuadros, roto espejos mágicos y quebrado alguna que otra reliquia familiar de Malleus. Aún así...

—Creo que logré hacerla dormir — susurró Sebek, con una sonrisa breve de orgullo, balanceándose levemente, mientras ella dormía semi sentada y apoyada en el pecho — . Fue difícil agotarla después de hacerla correr entre los espinos sin que se lastime.

—Los infantes tienen una energía infinita, y de alguna manera el bosque la reconoce y trata de que se haga el menor daño posible — agregó Silver, con un poco más de seriedad, terminando de acomodar algunos futones de la sala. Todos estaban presentes en ese momento, con expresiones bastante graves — . Ya es sábado, Malleus.

—Así es — y miró a su tutor con mucha intensidad; uno que estaba totalmente acongojado por la situación — . No podemos dejarla así, lo sabes.

—... Sí.

—¿Lo sabes, Lilia? — el heredero enarcó una ceja y cruzó las piernas, sentado frente a su interlocutor, que tenía las rodillas contra el pecho en el sillón — Tienes que estar seguro de esto.

—¡Lo estoy! — respondió con molestia de pronto, deshaciendo la postura — Sé que es lo mejor para ella. Sinceramente me estaba acostumbrando. Hace mucho que no cuido de niños, y sabes que me gustan. Y con Hika tengo una conexión especial.

—Entiendo eso, pero esta situación no es normal. Ella debe volver a su edad y a su tiempo. Y, para variar, extraño a mi mujer — dijo más firme— . Así que si ya sabes lo que hay que hacer, empecemos.

Vanrouge se puso de pie, sin expresión alguna en su rostro. Se acomodó la ropa, el pelo, y miró con calma al otro muchacho.

—Seb, vamos a recostarla a la habitación de Malleus. Tiene que regresar a un lugar familiar.

—Está bien.

Los detalles parecían formar una procesión con el ánimo de un funeral. Draconia estaba desconcertado por el enojo inusitado del hada, que hacía todo casi de mala gana, absolutamente ofuscado.

Cuando terminaron los preparativos de los aromas y las luces bajas, Sebek depositó a la niña en la gran cama, estirando sus piernas con cuidado. Malleus susurró un encantamiento breve para que el sueño fuera más profundo y asegurarse que no se despertaría. Luego, casi sin mirar y a tientas, la cubrió con toda la frazada sobre el cuerpo y por debajo trató de desnudarla, para que no sufriera en los estiramientos del cuerpo. Al terminar, se sentó a un costado y Lilia se acercó, quedando a sus pies.

—No va a funcionar si no estás intencionando de verdad. — le aclaró el muchacho, afilando sus pupilas con seriedad. Vanrouge suspiró.

—Lo siento.

—¿Quieres que lo haga yo? — Lilia lo miró de repente, mientras los otros dos quedaban al margen en la habitación.

—No eres un Caminante Onírico, Mally. No vas a llegar.

—Hazme de puente; tengo una conexión profunda con ella. Si me dices cómo, quizás resulte esta vez.

Lilia no hizo más que asentir, mientras el joven acomodaba más el abrigo y cubría a la niña hasta la barbilla. Cuando Malleus se acostó a su lado en la misma dirección, sacó una de sus manos al exterior y la apoyó suavemente sobre la colcha, tomándola con una de las suyas. Acercó su cabeza con delicadeza y cerró los ojos, para que una de sus cornamentas tuviera contacto suficiente con la frente de la niña. Suspiró profundo y el hada estiró sus dos manos sobre ellos, uno sobre cada rostro.

Las luces tenues empezaron a parpadear, hasta que todo quedó en penumbras. La luz provino entonces de los dedos del hada, que emanó una energía que fue rojiza como sus ojos, y luego fue tornándose verde, con el tono intenso que destacaba a los Diasomnia.

Malleus, llámala y piensa en ella de mayor. Evócale recuerdos juntos. Hazle sentir que eso es lo único real y que debe volver allí, para construir más historias contigo en la memoria.

El muchacho frunció el ceño cuando sintió que algo de su cuerpo se despegaba de él y nadaba hacia un océano oscuro y profundo, que perdió su consistencia en el segundo siguiente. Su forma dragonil se presentó lejos de la humanoide de esa dimensión, y se vio envuelto en una luz que solamente le permitía ser consciente de lo que tenía delante. Entre las sombras del pensamiento ajeno, se asomaron formas apenas reconocibles de una niña y una muchacha, que parecían mirar hacia un cielo estrellado extraño bajo la copa de un inmenso árbol, que tenía un poco más de sentido para él. Al acercarse, las noto diferentes: una estaba feliz y la otra parecía desorientada al sentir su presencia, en tanto las hojas blancas de ese árbol caían sobre ambas.

Hika le dijo Malleus con el pensamiento, pues sus fauces no emanaban la lengua humanoide que había aprendido, tienes que volver conmigo. Los recuerdos pertenecen al pasado. Debes construir nuevos sueños pero en el presente. Tu presente. Mi presente. Nuestro presente.

Cuando sus pasos tronaron sobre aquel suelo sin forma, y sus grandes alas membranosas se estiraron para llamar la atención, la niña, risueña y hasta ese momento dueña del espacio, se calló de repente y se puso triste, mirando como la mayor parecía reconocerlo con una expresión alegre, para ponerse de pie.

Siempre te amaré, en todas tus formas, no importa lo que pase.

La joven sonrió ante esas palabras que parecían venir de cualquier lado, con una conexión poco clara. Malleus vio como parte de esa silueta luminosa estiró lo que aprecia su mano hacia él, invitando a tomarla; dando la pauta de que lo había escuchado y estaba de acuerdo.

Vamos...

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—Entonces, ¡¿nadie me va a decir por qué es que están todos en la habitación de Malleus y yo soy la única desnuda en la cama?! — señaló tapándose con una mano bajo las sábanas, desconcertada — ¡Porque si vamos a hacer de esas fiestas no me avisaron nada!

Los cuatro muchachos quedaron mudos y rojos, sin saber por dónde empezar.

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