Disclaimer: Los personajes de Harry Potter son propiedad de J.K. Rowling. La historia es de gemgirl28.
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Hermione dejó escapar otro suspiro, evaluando la polvorienta habitación en la que se encontraba. Parecía que nadie había tocado la habitación en décadas y mucho menos que hubiera escondido aquí una escoba. Sin embargo, Draco estaba convencido de que su madre había escondido aquí durante la guerra, su primera escoba, esa con la que aprendió a volar.
—¿Por qué está habitación? ¿En lugar de cualquiera de los otros cientos de habitaciones? —preguntó Hermione, señalando con la mano el aleatorio surtido de muebles cubiertos por una tela. Draco se encogió de hombros, adentrándose en la habitación.
—Madre decía que a Winky le gustaba esconder cosas aquí.
Hermione puso los ojos en blanco y murmuró.
—Claro que sí.
Aclarándose la garganta, Hermione se volvió en su dirección.
—Está bien, pero no quiero buscar por mucho tiempo. Si no la encontramos en los próximos veinte minutos, puedes volver solo más tarde, ¿de acuerdo?
—Pero fue mi primera...
—La escoba en la que aprendiste a volar, sí, soy consciente —lo interrumpió—. Pero también prometiste que podríamos pedir comida para llevar después de deshacer las maletas, y no me apetece comer a medianoche.
—Está bien. Veinte minutos y nos vamos al departamento —dijo Draco por encima de su hombro, ya rebuscando entre un montón de cajas. Hermione puso los ojos en blanco y se dirigió hacia un armario.
Si hubiera sabido que Draco se obsesionaría tanto con encontrar su escoba cuando se mudara, ella... Bueno, aun así, habría dicho que era una buena idea. En realidad, la idea había sido suya, después de su tercera cita oficial. Draco la había invitado a beber un trago en la mansión, pero Hermione se negó. Casi dos años después de que se reencontraran en un baile benéfico, Hermione seguía sin disfrutar el pasar su tiempo libre en la Mansión y estaba dispuesta a llevar sus últimas cosas al nuevo apartamento de él.
Draco afirmaba que había tardado esos dos años en atreverse a pedirle una cita. Durante ese tiempo, construyeron una amistad basada en el perdón y en seguir adelante, algo que facilitó que los sentimientos de Hermione viraran rápidamente hacia lo romántico una vez que él la invitó a cenar. Se sintió natural pasar de las visitas a museos y las charlas improvisadas sobre libros a las cenas íntimas. Pero en todo ese tiempo, Hermione no había puesto un pie en la Mansión, por muy tentador que sonara visitar la biblioteca de Draco.
Hermione había esperado, saciando a Draco con café y bollos en la cafetería muggle cercana a su apartamento antes de sugerirle que encontrar un lugar propio, ya que eso podría ayudarlo con algunas de sus persistentes pesadillas. Le llevó unas semanas decidir que ella tenía razón y otro mes encontrar un lugar adecuado a sus refinados, tradúzcase en adinerados, gustos. Se decidió por un departamento cerca de Diagon, pero en el lado muggle.
Hermione había pasado toda la noche preparándose mentalmente para pisar la Mansión por primera vez desde la guerra. Theo y Blaise les ayudaron a trasladar la mayor parte de las cosas aquella mañana, encogiendo, empaquetando y redimensionando muebles por arte de magia. La interminable corriente de comentarios de Theo sobre la sociedad mágica, chismes, había mantenido a Hermione distraída de la ubicación. Sintiéndose más relajada y reconfortada por el hecho de que no estarían cerca del salón, Hermione había vuelto con Draco a por algunos objetos raros y se las habían arreglado para encontrarlo todo.
Todo excepto la maldita escoba de entrenamiento. Cada intento de Accio fracasó. Hermione estaba convencida de que Narcissa la había tirado después de que Draco fuera a Hogwarts, pero él estaba seguro de que su madre nunca haría tal cosa, ofreciendo una excusa poco entusiasta de por qué los hechizos mágicos no podían localizar la escoba.
Hermione pasaba la mayor parte de los sábados en la tarde poniéndose al día con algún libro después de pasar la mañana ordenando su apartamento. El hecho de que hubiera renunciado a su día libre para ayudar a Draco con su mudanza y de que hubiera accedido a ceder ante su necesidad infantil de llevar su escoba con él, hablaba del gran afecto que sentía por él.
Sacudiendo la cabeza, Hermione apartó unas cuantas cajas de la puerta del armario. Después de asegurarse de que ninguna de las cajas contenía la escoba, murmuró en voz baja algo sobre los chicos y sus escobas, Hermione abrió de un tirón la puerta del armario.
Trabajando en el Departamento de Misterios, Hermione tuvo el privilegio de comprender que el flujo del tiempo distaba mucho de ser lineal. En lugar de marchar hacia adelante a un ritmo constante, el tiempo podía ralentizarse o acelerarse cuando lo deseaba, era como una especie de rubato que alguna fuerza desconocida dirigía. Sin mantener la vista fija en el gigantesco reloj de arena del DdM, cuyas diminutas partículas de arenas caían por sí solas, era casi imposible distinguir los momentos en que el tiempo cambiaba de velocidad.
Pero mientras Hermione observaba, con expresión de horror, cómo caían varias cajas del interior del armario, se dio cuenta de que el tiempo se estaba desacelerando. En cámara lenta, intentó llamar a Draco, pero su voz se perdió en el estrépito de las cajas que caían a su alrededor y sobre ella. Las reconoció como cajas de sombreros, aunque con el peso que ejercían sobre su pecho, dudaba que contuvieran simples sombreros.
Hermione aterrizó de espaldas, al chocar con el duro suelo, el dolor le subió por la columna vertebral y le bajó por las piernas. Soltó un grito agudo y, de repente, el tiempo volvió a moverse a un ritmo semirregular.
—¡Hermione! —oyó el grito de Draco desde el otro lado de la habitación, su voz se volvía más cercana con cada paso que daba en aquel desorden—. ¡Hermione! ¿Qué paso?
Su rostro apareció de repente en su visión, y por un momento le preocupó haberse golpeado la cabeza, porque parecía que él tenía un halo alrededor. Ella soltó una risita, pensando en lo positivamente angelical que se veía, lo que contrastaba enormemente con el demonio que fue durante sus años escolares.
—El armario me atacó —susurró como si ese fuese un secreto entre ellos y las cajas—. Creo que no le caigo muy bien.
Los ojos de Draco se abrieron de par en par, estudiando su rostro, sus manos se movían a toda velocidad para quitarle las cajas de encima.
—Bueno, iba a preguntarte si estabas bien, pero ya me respondiste. Me temo que la comida para llevar tendrá que esperar hasta que te revisen. Déjame quitarte estas cajas e iremos directamente a San Mungo.
Hermione frunció el ceño, una voz molesta en el fondo de su cabeza le dijo que estaba haciendo pucheros.
—Pero lo prometiste —se quejó. Draco negó con la cabeza mientras se reía entre dientes, trabajando para quitarle las cajas. Alcanzó la que había caído sobre su cuello que tenía la tapa torcida sobre su hombro, se había abierto cuando cayó sobre ella.
—Y cumpliré mi promesa. Je jure. Pero no me arriesgaré a que sufras una conmoción cerebral por un poco de chow mein. Me aseguraré de comprar extra...
Draco se quedó inmóvil, con la caja suspendida sobre la cabeza de Hermione y los ojos clavados en su cuello. Hermione ladeó la cabeza, parpadeando, esperando a ver si le prometía wontons extra.
—Hermione —dijo lentamente, todavía congelado en su lugar—. ¿De dónde salió ese collar?
—¿Collar? —sus cejas se fruncieron, sin entender—. No utilizo collares. A menos que sea una Gala del Ministerio, o Ginny me haga salir a bailar, o cuando me llevaste a ese lugar elegante en una cita...
Hermione soltó un grito ahogado, al levantar la mano y encontrar una gruesa cadena enrollada alrededor de su cuello. Intentó incorporarse, pero Draco apartó rápidamente la caja y la empujó de nuevo hacia el piso.
—Tranquila. Si te golpeaste la cabeza, no te convendrá sentarte deprisa —su voz sonaba tranquilizadora, baja y calma, pero Hermione podía distinguir el tic nervioso de su boca, la forma en que sus ojos la recorrían—. Quédate aquí un momento. Voy a... —suspiró, pellizcándose el puente de la nariz—. Voy a llamar a Potter.
Hermione soltó un grito ahogado, apretando con fuerza el collar y chocando los dedos contra una gran piedra.
—Oh, mierda —susurró y entonces todo se volvió negro.
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La cabeza de Hermione latía con fuerza, lo que la obligó a despertarse. Parpadeó y su mente filtró y aclaró las imágenes borrosas que la rodeaban. Reconoció las luces brillantes, oyó el pitido de los hechizos de diagnóstico y se dio cuenta de que estaba en San Mungo.
—Oh, gracias a Merlín —susurró una voz a su lado. Con dificultad, Hermione giró la cabeza para encontrarse con el rostro preocupado de Draco. Fue entonces cuando se dio cuenta de que él sostenía una de sus manos entre las suyas.
—Hola —dijo ella—. ¿Qué sucedió?
—Estamos en San Mungo —su confirmación no sirvió de mucho para frenar la repentina aceleración de su corazón—. Y tu cabeza está bien. Aparentemente, ni siquiera te golpeaste al caer.
El recuerdo de las cajas cayendo sobre ella le vino de golpe y se relajó aún más en la cama.
—Eso es bueno —tardó un momento en darse cuenta—. Entonces, ¿por qué me desmayé?
Draco dudó un momento.
—Draco, ¿qué me pasó?
Suspirando, bajó la cabeza hasta que la barbilla le toco el pecho. Después de otro suspiro, se sentó con la espalda dolorosamente recta, de esa remilgada forma que solían sentarse los que fueron criados por tutores e institutrices.
—Estás bien. Vas a estar bien. Te lo prometo. Pero... Déjame llamar a Bill. Él es mucho mejor explicando estas cosas.
—¿Bill? —Hermione no entendía. ¿No había llamado a Harry antes de que ella se desmayara?
—Sí. Ahora vuelvo —Draco le besó la frente, apretándole la mano antes de cruzar la habitación para abrir la puerta y asomar la cabeza en el pasillo. Le oyó intercambiar unas palabras con quienquiera que estuviese fuera antes de volver a su lado, Bill y Harry lo seguían.
—Hola, Hermione —la saludó Bill con una sonrisa cálida y tranquilizadora. A su lado, Harry lucía tenso, aunque sus hombros se relajaron un poco al verla despierta.
—Hola, Bill —dijo ella, intentando sentarse. Draco la ayudó a incorporarse, acomodándola en la cama y situando las almohadas detrás de ella para que estuviera semi sentada. Una vez acomodada, terminó de saludar—. Hola, Harry.
—¿Cómo te sientes? —Bill preguntó, sus ojos le recorrían el rostro.
—Bien, aparte del tener un miserable dolor de cabeza —admitió ella. Bill asintió, mostrándole de nuevo su sonrisa tranquilizadora.
—En cuanto termine de repasar esto contigo, te daremos una poción para el dolor, ¿de acuerdo? —Hermione se mordió el labio inferior, pero asintió—. Bien. ¿Puedes decirme qué sucedió antes de tu desmayo?
Hermione cerró los ojos, sintiendo sus cejas fruncirse mientras echaba su mente hacia atrás, tratando de recordar los eventos que la habían llevado a San Mungo.
—Estaba ayudando a Draco a mudarse. Nosotros… Nosotros tomamos algunas cosas de la Mansión —sus ojos se abrieron de golpe, volviéndose hacia él, mirándolo con todo el reproche que pudo expresar con su cabeza palpitante—. Estábamos buscando tu estúpida escoba de entrenamiento.
Desde su periferia se dio cuenta de que Harry estaba conteniendo una carcajada, su rostro se iba enrojeciendo lentamente mientras hacía lo posible por contener la risa. Draco se volvió para asesinar a Harry con la mirada, para luego encarar de nuevo a Hermione, tomo su mano y le beso suavemente los nudillos.
—¿Recuerdas algo más? —preguntó Draco. Hermione podía ver la preocupación en sus ojos. Hermione frunció el ceño, tratando de recordar.
—Un… Montón de cajas me cayeron encima —la mano de Hermione voló hacia su pecho, sentía la necesidad de comprobar si se había hecho daño en el esternón, pero Draco la agarró de la muñeca.
—Lo hicieron. Quienquiera que las puso el armario claramente no tenía intención de que alguien lo abriera otra vez —dijo Draco lentamente, con su agarre en la mano de ella firme, pero suave. Hermione sintió que se enfurecía.
—¿Por qué no me dices qué está pasando? —gritó. Los tres hombres permanecieron en silencio y ella dejó escapar un resoplido—. Lo último que recuerdo después de que me cayeran las cajas encima, es que te acercaste corriendo para intentar ayudarme, pero entonces encontraste un collar...
Hermione se interrumpió, dándose cuenta. Ahora notaba de que, además del dolor de cabeza, había otra anomalía en su estado habitual. El dolor de cabeza le impidió moverse para inspeccionar el pesado objeto, pero por fin, recordó lo que tenía puesto sobre el pecho, por debajo del cuello y por encima de la bata de hospital. Hermione tragó grueso.
—Toque el collar y... ¿Está maldito? Y aún lo llevo puesto. ¿Por eso estás aquí? —Hermione dirigió su última pregunta a Bill, quien asintió.
—La primera pregunta es un poco complicada, pero sí, por eso estoy aquí —dijo Bill, poniéndose a un lado de la cama frente a Draco. Bill la mano de Hermione y la apoyó suavemente en la cama junto a ella—. Por lo que sabemos, el collar se ha… Adherido a ti. Estoy bastante seguro de que el hecho de que tocaras la piedra fue lo que te hizo desmayarte, pero no sé si eso ocurrirá si vuelves a tocarla o solo fue cosa de una vez. Ya que estás despierta, me gustaría realizar algunos hechizos de diagnóstico.
Aunque no lo formuló como una pregunta, Hermione asintió de todos modos. Bill le devolvió el gesto y se acercó, sacando la varita de su bolsillo.
—Excelente. Esto tomará solo unos minutos, pero... —se volvió y miró por encima del hombro—. Harry, ¿por qué no llamas a un Sanador para que Hermione pueda tomar su poción para el dolor cuando termine?
Harry asintió y se escabulló de la habitación para buscar a un Sanador mientras Bill volvía a centrar su atención en ella.
—Empecemos entonces. He hecho algunos diagnósticos básicos mientras dormías, pero voy a empezar por repasarlos para ver si hay algo diferente ahora que estás despierta. Si vuelven a salir bien, entonces pasaré a diagnósticos más avanzados.
Hermione apreciaba que Bill se tomara el tiempo de explicarle cada hechizo antes de ejecutarlo, tanto por su amor al aprendizaje como por el consuelo que le proporcionaba saber qué hechizo le estaba lanzando. Con rapidez y eficacia, se concentró en el objeto que tenía alrededor del cuello y solo de vez en cuando pasaba la varita por el resto de su cuerpo.
Hermione perdió la noción del tiempo mientras él trabajaba, concentrándose en las explicaciones de Bill y en las razones para usar los diferentes hechizos. Terminó justo cuando una Sanadora entraba en la habitación, Harry iba justo detrás de ella. Bill dio un paso atrás para que la Sanadora pudiera darle la poción a Hermione.
Un dulce alivio le recorrió la cabeza cuando la Sanadora terminó de hacerle una ronda de preguntas sobre su bienestar y se marchó para ocuparse de su historial clínico. Hermione suspiró, cerrando los ojos y saboreando la ausencia de dolor.
Alguien se aclaró la garganta y Hermione abrió los ojos, captando el final de la pequeña sonrisa de comprensión de Harry. Sin duda, el Elegido había pasado suficiente tiempo en el ala hospitalaria de Hogwarts como para simpatizar con el pequeño alivio que podían proporcionar las pociones para el dolor.
—Antes de seguir, creo que en este momento me gustaría que tocaras el collar —dijo Bill. Hermione abrió un poco los ojos, pero asintió. Levantó lentamente la mano y toco la piedra sobre su pecho.
Era lisa, del tamaño de un huevo de gallina, con los bordes trazados de filigrana metálica. Hermione miró hacia abajo, asombrada al ver un diamante negro en una cadena de plata trenzada.
—Dioses, Draco, si no supiera que tu familia es rica... —murmuró en voz baja. Harry tosió, Hermione se dio cuenta de que no fue tan sutil como pretendía.
—Bueno, eso confirma nuestra teoría. Creo que solo te desmayaste después del toque inicial, pero ahora que se ha... Aclimatado, deberías estar bien.
Hermione dejó escapar un suspiro que no se había dado cuenta de que estaba conteniendo.
—¿Entonces puedo quitármelo?
—Ah. No. Lo siento.
—¡¿Qué?!
Harry cambió su peso de un pie a otro y Draco tuvo la decencia de parecer avergonzado.
—Lo siento —repitió Bill—. Sospecho que puedes levantarlo de la piel, pero cualquier otro intento de quitártelo del todo no funcionara. Y bueno, como que... Se te quedo pegado.
Hermione parpadeó una vez. Dos veces.
—Se pegó a mí —dijo rotundamente.
—Sí. La cadena se transformó en un círculo y no se puede quitar.
—Entonces, va a... ¿Estrangularme mientras duermo?
—No. De hecho, aparte de que no te lo puedes quitar, es totalmente inofensivo. Puedes irte a casa y seguir con tu vida normal. Una vez que el Sanador te dé el alta, claro.
Draco giró la cabeza hacia Bill.
—Lo siento. Sé que hemos establecido que no puede quitárselo, pero ¿puede irse a casa sin más? ¿Y si la ataca? —espetó. Bill se encogió de hombros, indiferente a la rudeza de Draco.
—He ejecutado todos los hechizos de diagnóstico del manual de RompeMaldiciones y varios que no están, y no se ha detectado nada. Por supuesto, seguiremos investigando. Si algo cambia, deberías hacérmelo saber, pero por ahora, dado que no la está afectando a ella ni a nadie de su entorno, no veo razón para que siga bajo estudio.
Hermione abrió la boca, descubrió que no tenía palabras para articular lo que sentía, así que la cerró.
—Mientras tanto, cualquier información que puedas obtener de tu madre sobre la historia del collar y de cómo llegó a estar en ese armario será increíblemente útil —añadió Bill mirando a Draco.
—Y mientras tanto, esperamos a que haga de las suyas y Hermione vuelva a desmayarse, o algo peor —gruñó Draco. Hermione le tomo la mano, apretándosela hasta que los nudillos se le pusieron blancos. Harry se aclaró la garganta y dio un paso adelante.
—No del todo. Bill recurrirá a sus contactos, aunque estoy seguro de que Hermione se las arreglará para leer más que todos nosotros y encontrará la respuesta primero. También he hecho una moneda para los dos —Harry le lanzó un galeón a Draco, que lo agarró con la mano libre—. Le he encantado para que nos alerte —Harry miró a Draco por encima del borde de sus gafas—. Intenta no perderlo entre el resto de tu ridícula riqueza.
—Luego te enseñaré cómo funciona —dijo Hermione, apretando la mano de Draco—. Pero si Bill dice que está bien —Hermione hizo una pausa para que él asintiera—. Y el Sanador dice que estoy bien. Ahora creo recordar que me prometiste comida para llevar.
Harry y Bill rieron entre dientes, pero Draco resistió esbozar la sonrisa que amenazaba con apoderarse de su rostro.
—Te acabas de despertar de haber sido noqueada por un collar maldito, ¿y lo primero que quieres hacer es pedir comida?
Hermione no ponía mala cara a menudo, así que cuando lo hacía, se aseguraba de que contara.
—Lo prometiste —susurró, casi lloriqueando. Ante eso, Draco soltó una risita.
—Bien. Te llevaremos a casa y luego pediremos comida. Y yo que pensaba que iba a discutir contigo para que descansaras en vez de sumergirte en la investigación.
Hermione negó con la cabeza, despidiéndose de Bill con la mano mientras se marchaba.
—Primero la cena. Luego podemos empezar a investigar.
Harry se echó a reír. Draco gimió. Hermione debatió mentalmente si quería ordenar pollo a la mantequilla o curry, planeaba elaborar un plan de investigación en torno a su horario de trabajo tan pronto como decidiera qué comer.
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Después de cenar, Hermione estaba cansada y, tras perder una débil discusión contra Draco, dejó que él la llevará a la cama. Lo último que recordaba era a él pasándole los labios por la frente y la promesa de que estaría allí por la mañana.
Hermione entró en la cocina justo después del amanecer, desesperada por una buena taza de café y allí se encontró con la cafetera ya preparada, con Crookshanks alimentado y a Draco de pie junto a la estufa, usando magia para voltear huevos.
—Buenos días, belle au bois dormant —le dijo, tendiéndole una taza—. No estaba seguro de cuánta azúcar querrías hoy, así que decidí dejarte preparar tu propia taza.
Hermione se puso de puntillas, la embargó una oleada de afecto por aquel hombre y su consideración por ella, y le besó la mejilla.
—Gracias. No tenías por qué quedarte toda la noche.
Draco se burló, complaciéndose al presionar sus labios en la parte superior de sus rizos antes de abrir los gabinetes para buscar unos platos.
—Claro que tenía que hacerlo. Quería estar aquí por si algo cambiaba. Además, ahora podemos empezar con la investigación. Estoy ansioso por escuchar tu plan de ataque.
Hermione se sonrojó ante su propia previsibilidad, aceptando el plato en silencio. Tomo cubiertos para los dos, cerró el cajón con un movimiento de caderas y fue a poner la mesa.
—Bueno, no sabremos por dónde empezar si no sabemos de dónde viene el collar. Así que primero tendrás que escribirle a tu madre...
—Ya lo hice.
—Entonces, basándonos en lo que dijo...
—Nada. No tiene ni la más remota idea de dónde vino.
—Entonces supongo que el único lugar para empezar es la biblioteca Malfoy —ocultó su mueca de dolor tras su taza de café, disgustada ante la idea de volver a la Mansión.
—¿Oh? —la ceja de Draco se arqueó, se veía injustamente atractivo y petulantemente sereno—. ¿Crees que es el mejor lugar para empezar?
Hermione resopló, apuñalando sus huevos con más fuerza de la estrictamente necesaria.
—¿A menos que tengas otra idea?
La sonrisa de Draco se marchitó bajo la mirada de Hermione. Aclarándose la garganta, dio un sorbo a su té antes de hablar.
—He pensado que sería prudente empezar por Gringotts. Ver si hay algún registro de que se guardó en las cámaras, y quién lo hizo, antes de empezar a buscar en la biblioteca algo de información.
Hermione bebió varios sorbos de café y sus ojos se posaron en el sofá, vio que ahí había una manta y lo que parecía un cojín agrandado. A veces era extraño recordar que tenía a alguien en su vida que no solo se preocupaba por ella, sino que verdaderamente quería hacerlo. El hecho de que fuera Draco Malfoy, de entre todas las personas, no facilitaba el pensamiento.
Sin embargo, allí estaba él, trayéndole una tostada, con tenues ojeras como único indicio de que había dormido en su sofá. El Draco Malfoy de su juventud había desaparecido en la guerra y el hombre que tenía delante se había elevado por encima de las creencias que le impusieron. Solo su relación lo demostraba.
Asintiendo con la cabeza, Hermione se comió los huevos.
—Bien, empezaremos en Gringotts.
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Hermione cerró otro pesado tomo, el golpe sobre la mesa fue absorbido por los otros libros que los rodeaban. Cerrando los ojos y frotándose la sien, ordenó todo el trabajo que habían hecho hasta el momento.
El registro de Gringotts de la cámara de los Malfoy no reveló nada que coincidiera con la descripción del collar. Draco y ella lo habían comprobado una y otra vez, pero al parecer el collar nunca estuvo guardado en las cámaras de los Malfoy. Después de un almuerzo rápido, ultimaron su plan de investigación. Draco la agarró de la mano y los llevó directamente a la biblioteca de la Mansión.
Ella había pasado la primera media hora vagando por las estanterías, maldiciéndose en silencio por haberse mantenido lejos de una colección de libros tan magnífica durante tanto tiempo. Hizo las paces con su decisión de evitar la Mansión, mientras Draco la seguía. Su mano en la suya le sirvió como recordatorio de que, aunque había trabajado duro para superar su trauma de guerra, no hubiera sido capaz de estar de pie en la biblioteca sin los ocasionales apretones tranquilizadores de Draco.
Hermione y Draco pasaron el resto de la tarde sacando libros de las estanterías, cualquier cosa que hablara sobre maldiciones, artefactos u objetos malditos. Draco incluso había encontrado algunos cuadernos que parecían diarios personales, que databan de 1403. Había empezado a buscar en ellos cualquier indicio de la historia del collar mientras Hermione se sumergía en Maldiciones y Encantamientos Mágicos y sus ContraMaldiciones.
Todas las noches, después del trabajo, Hermione iba directamente a la biblioteca, para evitar otras habitaciones menos... Apetecibles de la Mansión y continuaba su investigación. A menudo se olvidaba de comer, ya que se sumergía en la lectura apenas entraba en la biblioteca. Entre sus reuniones y cualquier otra cosa que Draco hiciera como mago adinerado independiente y sin trabajo, se ponían a hojear los diarios. El proceso fue lento, dado que eran numerosos volúmenes y no tenían ninguna pista. Durante ese jueves Hermione empezó a preguntarse si no tendría que llevar el llamativo collar el resto de su vida.
Esta noche, Draco la había recibido fuera de la red flú, con un surtido de pequeños platos sobre la mesa, decidido a asegurarse de que comiera antes de volver a sumergirse en su investigación. Después de una larga semana de trabajo y búsqueda de respuestas, Hermione y su estómago se negaron a discutir contra su lógica.
Hermione había empezado a comer deprisa, pero aminoró la marcha cuando su estómago empezó a apretarse y se dedicó a saborear los últimos bocados. Llena y momentáneamente satisfecha, besó la mejilla de Draco y le dio las gracias por la cena. Sus ojos brillaron y le costó todo lo que tenía dentro el abrir otro libro sobre artefactos oscuros, decidida a terminarlo antes de irse a su casa.
Tacho de su lista mental aquel libro, abrió los ojos y se encontró con los finos dedos de Draco apoyados en sus hombros.
—Espero que no te sientes así de encorvada en el trabajo —la reprendió—. No es bueno para ti.
—Mhhhmmm. Tendré que concertar una cita con un quiropráctico.
—¿Un qué?
—Un curandero muggle especializado en la alineación del cuello, espalda y cadera —recitó ella, reprimiendo a duras penas un gemido mientras los dedos de él amasaban un nudo especialmente tenso en su hombro derecho.
Draco no respondió, lo que debería haberle dado una pista de sus verdaderas intenciones. En lugar de eso, cambió de lado, suavizando gradualmente la presión de su tacto.
Tomo sus rizos y se los pasó por encima del hombro. Draco trazó formas en su espalda, con tacto ligero como una pluma. Ella tardó unos instantes en darse cuenta de que estaba trazando constelaciones contra su espalda.
—¿Todavía no has encontrado nada? —preguntó Draco. Hermione refunfuñó en voz baja, arrancándole una risita.
—Bueno, quizás deberíamos hacer una pausa por esta noche. Después de todo, ya llevamos buscando seis días seguidos —Draco se inclinó hacia ella, susurrándole al oído sus siguientes palabras—. Y de todas las veces que te imaginé aquí, no pensé que pasáramos tanto tiempo leyendo.
Hermione cerró los ojos, luchando contra el escalofrío que amenazaba con recorrerle la espina dorsal.
—¿Me imaginabas aquí?
Él negó con la cabeza y le susurro su respuesta.
—J'ai pensé à t'avoir souvent et presque partout —ella no tenía ni idea de lo que él había dicho, su francés se limitaba a bounjour y merci, pero esas palabras le pusieron la carne de gallina.
Buscando otra perspectiva, ella preguntó.
—¿Qué otra cosa imaginabas que haríamos en una biblioteca además de leer?
Draco la tomo de la barbilla, inclinándole el rostro hasta que ella abrió los ojos y se encontró con su mirada.
—Algo que empiece con esto —dijo, apenas rozando sus labios con los de ella—. Y termine contigo gritando mi nombre mientras te follo contra las estanterías.
—Oh —respiró Hermione, todo tipo de imágenes deliciosas y pecaminosas recorrieron su mente. La mano de Draco le levantó la falda, buscando su intimidad. Él se arrodilló para besarla desde la rodilla hasta la parte superior de las caderas. Él finalmente posó una mano en su cadera y con la otra le recorrió el cuerpo.
Todas las cosas que aún no habían hecho, pero que ella deseaba hacer con todas sus fuerzas.
—Tal vez sería mejor que dejáramos de investigar por esta noche —murmuró. Draco soltó una risa sombría, rodeó la silla en la que ella estaba y la abrazó.
—Me alegro de que pienses así —dijo y luego la besó.
Sus labios eran voraces y los movía con hambre de ella. Hermione se sintió invadida por una oleada de necesidad y sus manos trazaron líneas desde los antebrazos de él, por encima de las mangas hasta sus tonificados bíceps. Luego poso sus manos en el cabello de él.
El primer tirón de sus mechones platinados le hizo gruñir contra sus labios. La arrastró hasta el sofá frente al fuego, sin despegar los labios de los suyos y la tumbó en el sofá de terciopelo. Posándose sobre ella, le recorrió el cuello con los labios.
—Creía... Que querías... ¿Follarme contra las estanterías? —preguntó Hermione, luchando por formular palabras mientras la lengua de él hacía cosas perversas contra su piel.
Draco se incorporó lo suficiente como para captar su mirada.
—Paciencia, Granger —sus petulantes ojos la observaban mientras bajaba la boca hacia el pecho de ella, a los cuales les dio pequeños mordiscos por sobre la blusa. Hermione jadeó, se arqueó contra él y volvió a agarrarle el cabello con las manos.
—No es una virtud que...
La respiración entrecortada de Hermione se vio interrumpida por un familiar, pero desagradable tirón en el ombligo. Gritó, aferrándose con más fuerza a Draco, mientras giraban. Aterrizaron de repente sobre un lecho de hierba, Draco cayó encima de ella, lo que le saco todo el aire de los pulmones.
—Hermione... Lo siento —se apresuró a decir, sentándose rápidamente para rodar fuera de ella—. ¿Qué...? ¿Dónde...?
Hermione parpadeó, aceptando su mano para sentarse y mirar a su alrededor. Había un bloque de piedra a medio metro de su cabeza, con los bordes desgastados y agrietados. Sus ojos se adaptaron lentamente a la repentina oscuridad en la que se encontraban, solo la luna creciente iluminaba la escena. Miró a su alrededor, tratando de discernir en dónde se encontraban; la niebla que los rodeaba no ayudaba mucho a marcar el paisaje. Noto que había varios otros bloques de piedra a su alrededor.
No, no eran bloques. Eran losas. Grabadas con nombres, fechas y estatuas. Estatuas tan realistas que parecía como si personas vivas se hubieran congelado en el tiempo, sus expresiones eran tan detalladas, que Hermione juraba que las estatuas podían sentir su miedo a la mortalidad. A lo lejos oyó el sonido de... Algo que se arrastraba por los terrenos, pero estaba demasiado lejos para verlo a través de la espesa niebla.
Se le heló la sangre y se le erizaron los vellos de la nuca. Hermione se agarró a los hombros de Draco, tanto para tranquilizarlo como para tranquilizarse ella misma.
—Estamos... ¿Dónde creo que estamos?
Draco miró a su alrededor, sus ojos se abrieron de par en par al llegar a la misma conclusión que Hermione ya había llegado.
—Sí... Creo que sí.
—¿Tienes tu varita?
—Yo… Sí.
—¿Puedes hacernos regresar?
Draco cerró los ojos, soltando lentamente un suspiro tranquilizador.
—Sí —respondió con voz baja y prometedora. Se levantó y le ofreció la mano. Ella aceptó rápidamente, rodeándole la cintura con los brazos—. Aférrate bien.
Hermione cerró los ojos con fuerza y no volvió a abrirlos hasta que respiró la familiar mezcla del aroma de los textos antiguos, el fuego y el terciopelo gastado.
Draco ya la estaba examinando, sacando su varita para realizar hechizos de diagnóstico.
—¿Estás bien? —preguntó.
Hermione asintió.
—Un poco asustada, pero bien —ante su expresión de incredulidad, suspiró—. De acuerdo. Estoy intentando dejar de temblar y estoy a cinco segundos de empezar a gritar como una loca. ¿Y tú?
—Más o menos lo mismo —la miró, sus ojos grises estaban llenos de miedo—. ¿Tienes alguna idea de por qué mierda nos transportamos a un cementerio?
La mano de Hermione voló hacia el pesado diamante negro que descansaba contra su pecho, los ojos de Draco siguieron el movimiento al instante.
—No sé por qué, pero... Esta es la única explicación ¿verdad?
Draco se pasó una mano por el cabello, soltando un fuerte suspiro.
—Llamaré a Bill para avisarle —sacó su galeón encantado, envió un mensaje rápido y abrazó a Hermione contra su pecho, tirando de ella hacia el sofá para que se sentará mientras esperaban a Bill. Hermione se giró para posarse en su regazo, rodeándole el cuello con los brazos mientras él se aferraba a su cintura.
Apretada contra él, no sabía dónde empezaban sus temblores y dónde terminaban los de él.
Bill entró por la chimenea unos minutos después, quitándose el polvo del abrigo.
—¿Están bien? ¿Qué ha sucedido?
Hermione se apartó del regazo de Draco, aún quedo sentada lo bastante cerca como para sentir las líneas del estómago de él tensarse contra sus costillas.
—Bueno, a falta de una mejor idea, creo que el collar podría ser, o pudo haber sido, una especie de Traslador.
Los ojos de Bill se iluminaron mientras cruzaba la habitación, sacando su varita para lanzar hechizos de diagnóstico.
—Interesante. Me pregunto si estaba programado para una hora determinada o si se activa con otra cosa. ¿Qué estaban haciendo antes?
—Investigando —dijo Hermione, señalando la montaña de libros apilados sobre la mesa—. Acababa de llegar a otro callejón sin salida y nos estábamos tomando un descanso para... —se detuvo justo antes de decir para tener sexo contra las estanterías.
—Para decidir si debíamos descansar por esta noche o si se nos ocurría otra idea —terminó Draco por ella—. No hemos encontrado absolutamente nada que coincida con la descripción del collar en toda la semana, así que iba a tratar de convencer a Hermione de dar por terminada la noche y volver a intentarlo mañana.
Bill frunció el ceño, la luz blanca del hechizo que envolvía el diamante negro se volvió repentinamente amarilla.
—Bueno, eso... No es lo que esperaba —miró a Hermione y a Draco—. ¿En dónde aterrizaron?
—En... Un cementerio —dijo Hermione con un escalofrío, incapaz de borrar el recuerdo de las espeluznantes miradas de las estatuas.
—¿Un cementerio? —repitió Bill. Hermione asintió.
—Estaba oscuro, solo hay luna creciente, y no leí bien ninguno de los nombres, así que no estoy segura de en cuál. Pero definitivamente era un cementerio.
—Así que, para confirmarlo, ¿se estaban tomando un descanso de la lectura cuando, de la nada, el collar se activó y los llevo a un cementerio? —los ojos de Bill los observaban detenidamente.
—Sí —dijo Draco—. ¿Qué es lo que esperabas? —señaló el tenue resplandor amarillo alrededor de la piedra.
—Bueno, como se comportó como un Traslador, esperaba que la luz se quedara blanca. Eso significa que el hechizo de Traslador se completó. Pero esto... —Bill hizo una pausa, ordenando sus ideas—. El hechizo no ha terminado.
Draco parpadeó, con la mandíbula ligeramente desencajada.
—Eso significa...
—Que podría volver a ocurrir. ¿Verdad? —Hermione se volvió hacia Bill en busca de una confirmación y él asintió—. Sin saber cómo ni por qué se activó, podríamos acabar otra vez en el cementerio.
—¿Pudiste aparecerte de vuelta?
—Yo hice el hechizo —dijo Draco.
—Como no estaba segura de dónde estábamos y él tiene una conexión más fuerte con la Mansión —explicó Hermione. Bill asintió.
—Siento repetirme, pero quiero asegurarme de que no estamos olvidando nada. ¿Dijeron que acababan de tomar un descanso y estaban hablando cuando se activó el collar?
Hermione ignoró cómo se le encendían las mejillas al recordar a Draco sobre ella, con los labios en su cuello y las manos vagando por su cuerpo. Se aclaró la garganta, levantándose del sofá.
—Este era el libro que acababa de leer —lo empujó en dirección a Bill—. Y estábamos sentados en el sofá hablando. Draco me estaba abrazando.
Bill lanzó unos hechizos sobre el libro, luego sobre el sofá, antes de realizar otra ronda de diagnósticos sobre el propio collar. Murmurando para sí mismo, guardó su varita y cruzó los brazos sobre el pecho.
—Bueno, aparte de qué... Parece ser un Traslador falso, a falta de un término mejor, nada más ha cambiado. Voy a investigar sobre Trasladores malditos y las variaciones de los hechizos de los Trasladores que podrían hacer que siguiera activo. Por supuesto, si vuelve a ocurrir, házmelo saber. Espero que podamos llegar pronto al fondo del asunto —Hermione asintió, ofreciendo una sonrisa tensa que seguramente parecía más bien una mueca—. Ánimo, Hermione —dijo Bill, volviendo a esbozar una cálida sonrisa—. Llegaremos al fondo de esto. Si no averiguo nada, te llamaré a mediados de la próxima semana.
Hermione se despidió de Bill con la mano mientras este desaparecía por la puerta y se abrazó a sí misma. En un parpadeo, Draco se levantó y cruzó la habitación para nuevamente envolverla entre sus brazos.
—¿Me prometes que me dirías si algo va mal? ¿O si te lastimas? —sus ojos estaban tan llenos de preocupación y cuidado que ella tuvo que bajar la mirada, hurgando en un inexistente hilo suelto de su jersey.
—Te lo prometo. Creo… Que deberíamos parar por esta noche. Estoy cansada.
—¿Quieres que volvamos mañana?
Hermione negó con la cabeza.
—Creo... Creo que me gustaría tomarme el fin de semana libre. Ponerme al día con mis libros, ordenar mi apartamento. Ver si la proximidad a la Mansión tiene algún efecto sobre el collar.
Draco asintió, empujando un rizo errante detrás de su oreja.
—¿Quieres que te acompañe a tu casa? Je suis inquiet pour toi.
—No, estoy bien, usaré el flú —Draco frunció los labios como si fuera a discutir, así que ella tiró de él para besarlo en la mejilla—. Te lo juro, estoy bien. Me iré a casa, le daré de comer a Crookshanks y me daré un baño —dijo. Draco suspiró, eso es todo lo que obtendría de él.
—¿Quieres que vaya mañana?
Hermione vaciló, su mente daba vueltas después del repentino viaje de la noche.
—No… No estoy segura. ¿Te puedo enviar un búho? —ella se arrepintió tan pronto lo dijo, apoyó cayó contra el hombro de él—. Sí, por supuesto que quiero.
No sabía cómo explicar todo lo que estaba sintiendo, estaba conmocionada por lo del cementerio, preocupada porque no encontraban ninguna pista sobre el collar, decepcionada porque los habían interrumpido. Así que lo besó una vez más, prometiéndole que lo llamaría por la mañana y se fue a su casa.
OoOoOoOoOoOoOoOoOoO
Después del incidente del cementerio, Hermione y Draco decidieron tomarse otro fin de semana libre de la investigación para terminar de deshacer las maletas. Casi un mes después de que Draco se mudara a su departamento, las cajas seguían llenas, apiladas en la habitación de invitados. Hermione volvió a sacrificar su tiempo de lectura para ayudarlo a organizar todo.
Draco había puesto un escritorio y una estantería y estaba ordenando sus viejos libros. Hermione se dedicaba a vaciar las cajas con libros, organizándolos cuidadosamente en la estantería por autor y por materia.
—Sabes —empezó Draco, desvaneciendo otra caja vacía—. Estaba pensando que esta habitación podría ser tuya.
—¿Quieres decir que te gustaría que durmiera en tu estudio cuando quiera quedarme? —preguntó ella, sonriéndole por encima del hombro—. Entonces tendrás que poner aquí una silla para que pueda transformar en una cama. O quizás un diván. Seguro que tienes uno por ahí.
Le sonrió burlona y ella soltó una risita cuando él la rodeó por la cintura con los brazos.
—Sabes exactamente dónde dormirás cuando decidas quedarte —le pasó la trenza por encima del hombro derecho y se inclinó para susurrarle en la oreja izquierda—. Aunque dudo que puedas dormir mucho.
Hermione ahogó un jadeo y se estremeció cuando él le mordisqueó el lóbulo de la oreja.
Lo habían acordado después de que él firmara el contrato de alquiler: cuando estuvieran listos para dar el siguiente paso, ella se quedaría en aquel apartamento. Él no se había quedado a dormir en su casa desde que el collar se le adhirió y ella no tardó en cuestionar las razones por las que había esperado tanto para estar con él.
—Si no tenías intención de que durmiera en esta habitación, ¿a qué te referías con que esta sería mi habitación? —Hermione se las arregló para decir, mientras él le recorría el cuello con los labios.
Se rio y dejó que sus dedos bajaran por sus caderas y subieran por su costado antes de contestar.
—Pensé que siempre que quisieras trabajar o investigar, podrías usar esta habitación. Incluso si solo quieres dejar una pila de libros y no leer, esto es tuyo.
Hermione giró en sus brazos para mirarlo.
—¿En serio?
Draco asintió, trazándole delicadamente la mandíbula con un dedo.
—Bien sûr. Estaba pensando que querrías un escritorio... Para que hagas lo que sea que haces en el Ministerio, pero si me dices que quieres otro mueble, haré que lo traigan.
Hermione se sintió un gran afecto por él y se lanzó para besarlo. Él respondió rápidamente y ella se dio cuenta de que había caído en su trampa. Aguantó hasta que él inclinó la cabeza, se acercó a ella y se dejó consumir.
Cualquier resistencia que pudiera poner, desapareció cuando él la abrazó. Era preocupante lo fácil que era dejar que él la tomara y la empujara contra la estantería, pero esto se sentía tan natural y correcto. En sus manos perfectas, ella estaba cuidada y ella era capaz de cuidar de él.
Cuando él le separó las piernas, ella simplemente se dejó querer. Cuando él bajó las caderas para apretarlas contra su muslo, ella empujó contra él, persiguiendo el placer que le ofrecía. Cuando la mano de él se deslizó debajo su camisa para acariciarle un seno, ella gimió...
Un ruido que rápidamente se convirtió en un grito cuando sintió el tirón en su ombligo. No estaba segura de sí Draco había maldecido en voz baja, pero ambos maldijeron cuando cayeron uno encima del otro.
Era mucho menos siniestro a la luz de la tarde y sin la espeluznante niebla que envolvía a las estatuas, pero eso no hacía menos preocupante que la llevaran allí sin su permiso.
—¿Estamos...? —Hermione empezó, interrumpiéndose al darse cuenta de que estaban en el cementerio otra vez.
Draco abrió mucho los ojos, tirando de Hermione hasta ponerla de pie.
—Espera... Nos llevaré de vuelta.
Hermione se aferró a él, cerrando los ojos mientras él los llevaba de vuelta a su apartamento. En lugar de aterrizar en la habitación de invitados, los llevó a la sala de estar y saco su moneda para llamar a Bill apenas ella abrió los ojos.
—¿Por qué ha vuelto a pasar? —susurró, sin esperar respuesta. Como Draco no tenía ninguna, la acercó a su pecho y la abrazó con fuerza.
La evaluación de Bill fue muy parecida a la anterior. Sin tener una explicación por la repentina activación, les recordó que le notificaran cualquier cambio y se fue a su casa.
Draco trago audiblemente. Hermione se sintió de repente muy cansada.
—Si no te importa, creo que me iré a casa ahora —susurró. Draco la tomo de la mano, sosteniéndola con suavidad.
—Por favor, no dejes que esto te aleje de mí —le suplicó. Sus expresivos ojos plateados contrastaban con el inquietante recuerdo de las estatuas del cementerio—. S'il te plaît.
Hemione negó con la cabeza y apretó su mano.
—No lo haré. Yo solo... —respiró hondo, tratando de encontrar las palabras adecuadas. En contra de su voluntad, el recuerdo del sonido de arrastre corrió por su mente y otro escalofrío surcó su espina dorsal—. Quiero irme a casa, ducharme, meterme en la cama y despertarme al día siguiente sin el recuerdo de haber caído en un cementerio.
Draco aún parecía preocupado, así que ella nuevamente le apretó la mano y se inclinó para besarlo en la mejilla.
—Te escribiré cuando me despierte.
—¿Lo prometes?
—Te lo juro.
Draco suspiró, le besó la cabeza llena de rizos y asintió.
—Y también avísame si algo cambia.
—Te lo prometo.
Draco la acompañó hasta la chimenea, besándola una vez más antes de que ella atravesara el flú. Crookshanks parpadeó cuando ella emergió en su sala de estar, ladeando la cabeza como si preguntara: "Pensé que no llegarías a casa hasta dentro de un par de horas más."
—Lo sé, lo sé —murmuró Hermione en voz baja—. Yo también habría preferido quedarme en aquel despacho.
OoOoOoOoOoOoOoOoOoO
Después de aquella segunda vez, Hermione sintió que debía redoblar sus esfuerzos en la investigación. Aunque antes se dedicaban a bromear entre la lectura, las charlas desaparecieron en favor de noches tranquilas dedicadas a buscar algo sobre el extraño collar. Hermione se sentía dividida entre la familiaridad de la investigación, de empaparse de conocimientos y buscar una respuesta, y la decepción de que cada libro fuera un callejón sin salida.
Sabía que Draco estaba frustrado, tanto por la falta de respuestas como por la cantidad de tiempo que pasaban buscándolas. Hacía todo lo posible por ocultarlo, pero ella lo conocía lo suficiente como para percibir los signos de su enfado. Cuando ella cruzaba las puertas de la Mansión, él siempre llevaba el cabello arreglado, no con el estilo de su juventud, sino que peinado. Cuando ella se marchaba, lo tenía desordenado de tanto haberse pasado las manos por el cabello cada vez que terminaba un libro. Sonreía cuando ella le daba un beso de buenas noches y sus ojos se arrugaban de preocupación cuando ella le prometía que volvería al día siguiente para continuar donde lo habían dejado.
Después de otras tres semanas sin respuesta, Hermione decidió que ambos necesitaban un descanso. Un viernes por la tarde, después de discutir con Harry en una reunión, supo que había llegado el momento de dar un paso atrás. Le escribió a Draco ofreciéndole prepararle la cena. La rapidez de su respuesta demostraba que necesitaba una noche de descanso.
Hermione,
Por supuesto que no. Te llevaré a cenar a un lugar agradable. Pasaré por ti a las siete.
Tuyo,
Draco
Hermione puso los ojos en blanco a pesar de las mariposas que se habían instalado en el estómago.
Draco,
Por favor, ¿me dejarías hacer algo agradable por ti?
Tuya,
Hermione
Se centró en una pila de papeles, perdiéndose en la monotonía de la burocracia. Como Inefable, se le permitía investigar y dedicarse a casi cualquier rama de la magia que deseara. Desgraciadamente, tenía que presentar informes de todo lo que hacía, aunque fuesen clasificados para cualquier persona ajena al departamento.
Hermione dio un respingo cuando una nota aterrizó encima de su informe en proceso de secado, el corazón le dio un vuelco al tomarla y comprobar si la tinta había manchado su trabajo. El informe estaba limpio, aún con la mano sobre el pecho, abrió la nota de Draco.
Hermione,
Como sé que estás en el trabajo, voy a esperar hasta después de la cena para hablar de todas las cosas agradables que puedes hacer por mí.
¿Podrías ponerte ese vestido azul que usaste en la Gala del Ministerio el año pasado?
Tuyo,
Draco
Hermione sintió que sus mejillas se coloreaban, su imaginación volaba con pensamientos sobre lo que Draco consideraría una cosa agradable. Esperaba que él también quisiera hacer algunas cosas agradables por ella.
Sus ojos se fijaron en su petición. Aunque una gran parte de ella gritaba que se negara, que lo ignorara y lo desobedeciera. Otra parte se sintió aliviada de no tener que adivinar lo que Draco planeaba al invitarla a un restaurante. Por supuesto, él no necesitaba saber que ella no tenía ningún otro vestido para ponerse.
Draco,
Tal vez lo haga. Tal vez no. Supongo que lo averiguarás cuando pases por mí a las siete.
Tuya,
Hermione
Mientras preparaba un pergamino en blanco, Hermione escribió una breve disculpa a Harry por su falta de tiempo y prometió hacer bollos para el brunch del domingo. Se sentía mal por haber estado ignorando a sus amigos, al tratar de encontrar algo sobre el collar, por lo que decidió tomarse el fin de semana libre para pasarlo poniéndose al día con Harry, Ginny y Ron. La respuesta de Harry no se hizo esperar y le envió un escueto: "No te preocupes, te estaré esperando a ti y los bollos el domingo a las diez."
Satisfecha con la respuesta de Harry, volvió a su trabajo. Hermione estaba agradecida por su pila de papeleo, que la mantuvo ocupada hasta que llegó la hora de irse. Intentaba por todos los medios salir del Ministerio a una hora razonable, pero los viernes solían ser los únicos días en los que salía de su despacho a las cinco en punto.
Cuando la alarma de su varita empezó a sonar, señalando el final del día, dejó a un lado su pluma. Rápidamente, archivó el papeleo y se dejó un recordatorio para el lunes por la mañana. Quería tener tiempo para ducharse y prepararse para la cena.
Hermione jugueteó con la nota de Draco mientras esperaba a que el ascensor subiera lentamente. Sonriendo para sí misma, se dio cuenta de que Draco le había pedido usar un vestido, pero no que llevara algo debajo de el.
Con sus tacones bajos haciendo ruido contra el suelo del atrio, Hermione corrió hacia la escalera, imaginando ya la reacción de Draco cuando se diera cuenta de que había decidido no llevar ropa interior.
OoOoOoOoOoOoOoOoOoO
Después de cinco platos en un lujoso restaurante italiano del Londres muggle y varias copas de vino, Hermione se sentía mucho mejor. Realmente, mucho mejor de lo que se había sentido en semanas.
Podría haberse hecho la tímida, pero entre la maravillosa comida y la encantadora compañía, la lujuria de Hermione estaba en su punto más alto. Toda la paciencia de la que hubiera podido hacer gala para fingir timidez fue abandonada en el momento en que Draco lamió el tiramisú de su cuchara.
Cuando llegaron al punto de aparición, simplemente le pidió a Draco que la llevara a su casa. Apenas pudo ver su sonrisa antes de que la besara y sus manos rodearan su cintura para acercarla. La besó a través de la aparición, girando a través de la ciudad para aterrizar perfectamente en su salón. Sin separar, Hermione lo arrastró por el pasillo, gimiendo al sentir sus manos recorrer el fino vestido de seda.
Cerró la puerta del dormitorio justo cuando Draco la empujó, rompiendo el beso para comenzar a besar su mandíbula y cuello. Sus manos encontraron el trasero de ella, amasando la suave carne y haciéndola gemir.
—Hermione —se atragantó, su tono normalmente suave fue roto por la necesidad—. ¿No llevas bragas?
Ella sonrió con satisfacción, agarrándole una mano y llevándola a sus pechos.
—Tampoco estoy usando sujetador —le susurró.
Hermione no estaba segura de sí clasificaría el ruido que Draco hizo como un gruñido o un gemido, pero lo olvidó rápidamente cuando él le separó las piernas, haciendo que el centro de ella chocara con su muslo. Ella gimió, moviendo las caderas contra él, saboreando los ruidos que salían de sus labios.
—Tu vas être ma mort. Dime —le dijo, su cálido aliento le erizo la piel del cuello—. Dime lo que quieres.
Hermione ya estaba tan desesperada por él que no necesitó nada de valor para girarse y susurrarle al oído.
—Quiero que me folles.
Draco gimió, la levantó para llevarla a la cama…
El fuerte tirón detrás de su ombligo. El giro fue aún más incómodo con la influencia de las varias copas de vino que bebió. Y también lo fue el aterrizaje sobre el frío suelo.
Hermione se estaba hartando.
Draco maldijo en voz baja, tratando de ponerse de pie y ayudándola en el proceso.
—No sé si me siento cómodo llevándonos de vuelta a tu casa. Puede que tengas que aparecernos tú —dijo Draco.
—Antes de hacerlo, me gustaría averiguar dónde estamos.
—¿A qué te refieres? Es el mismo puto cementerio —dijo Draco, mirando con recelo las lápidas que los rodeaban.
Hermione casi puso los ojos en blanco antes de recordar su casa.
—Sí, pero quiero saber en cuál estamos.
Los ojos de Draco se abrieron en señal de comprensión, un pequeño movimiento de su barbilla fue el único reconocimiento que ella obtendría estando de pie entre los muertos. Hermione se volvió, pero se acercó a él cuando el sonido de arrastre apareció escucharse más cerca, un golpe sordo resonaba cada pocos segundos. Miró la sencilla lápida y se quedó paralizada.
—Draco —murmuró lentamente—. No solo aterrizamos en un cementerio cualquiera.
—¡¿Qué?! —él miró hacia abajo, se dio cuenta de que ella se había movido y le contestó—. ¡Merlín Granger! ¡Vuelve aquí!
Esta vez Hermione sí puso los ojos en blanco, acercándose lentamente a él. Señalo la tumba sobre la que seguían cayendo.
La tumba era de uno de los antepasados de Draco, si el nombre Camelopardalis Blythe Mabel Black servía de algo.
—¿Te suena el nombre? —preguntó Hermione. Draco negó con la cabeza, atrayéndola a su lado.
—No, pero ahora sabemos por qué no había nada en los registros de la cámara de los Malfoy.
—Bien, ¿podemos revisar las bóvedas de los Black mañana?
—Hermione, si Gringotts aún estuviera abierto, nos aparecería directamente allí. Como no lo es, ¿podrías llevarnos a casa para llamar a Bill?
Hermione volvió a leer los escasos detalles. Camelopardalis Blythe Mabel Black, 1321-1347, hija, hermana, amiga. Satisfecha de que recordaría los detalles, agarró a Draco, cerró los ojos y los llevó a su apartamento.
Cuando abrió los ojos, Draco ya tenía la moneda fuera, lanzando el encantamiento para llamar a Bill. Hermione tiró de él hacia el sofá, lo rodeó con los brazos y se arrimó a su lado mientras esperaban.
Apenas levantó la vista cuando Bill atravesó el flú.
—Hola, Bill. Averiguamos algo —ella mencionó.
Él enarcó la ceja y se quedó quieto con la varita en la mano, absteniéndose de realizar los diagnósticos habituales.
—¿Oh? ¿Qué es?
—Esta cosa maldita no nos está llevando a un cementerio cualquiera —explicó Draco—. De hecho, siempre es encima de la misma tumba.
—¿La tumba de quién? —preguntó Bill, adelantándose para comprobar el collar.
—Camelopardalis Blythe Mabel Black —recitó Hermione. Bill levantó la ceja.
—¿Algún parentesco?
—Probablemente, pero no sé nada de ella. Mañana comprobaremos la cámara de los Black y seguiremos a partir de ahí.
Bill asintió y continuó trabajando en silencio con su acostumbrada lista de hechizos. Cuando terminó, se dejó caer en el sillón.
—Una vez más, nada nuevo. Pero supongo que perteneció a Camelopardalis, así que, si puedes encontrar información sobre ella, deberías poder tener pistas sobre el collar.
—O su amante —murmuró Hermione, sin darse cuenta de que lo había dicho lo suficientemente alto como para que ambos hombres la oyeran.
—¿Qué? —balbuceó Draco.
—La lápida decía "hija, hermana, amiga", así que no creo que estuviera casada. Y ehm... —Hermione sintió que se le encendían las mejillas y que sus ojos se posaban en el suelo—. ¿No te has dado cuenta de que esto nunca pasa cuando estoy sola? Solo cuando...
—Oh —dijo Draco. Hermione lo miró de reojo, descubriendo que él también tenía las mejillas rojas.
Tras unos momentos de tensión, Bill se aclaró la garganta y preguntó.
—¿Solo cuando estás...?
Hermione cerró los ojos, apartándose del alcance de Draco y abrazándose a sí misma.
—Cuando estamos... ¿Besuqueándonos? —terminó con una mueca de dolor. Draco resopló, y los ojos de ella se abrieron de golpe para mirarlo.
—Un poco más que besuquearnos, ¿no te parece? —comentó, con los ojos brillando como acero pulido y su característica sonrisa burlona.
—Ah —dijo Bill, su pulgar trazaba círculos sobre la mancha raída en el brazo del sillón—. Solo... ¿Cuánto más allá del besuqueo dirías?
—Todavía estoy vestida —Hermione respondió rápidamente, volviendo a mirar al suelo—. Pero definitivamente progresando...
Se encogió de hombros, odiaba al estúpido collar y su maldita costumbre de dejarla caer sobre una tumba cuando intentaba acostarse con su novio y ahora también le estaba robando su normalmente extenso vocabulario.
—Bien —Bill volvió a aclararse la garganta—. Bueno, supongo que cualquier cosa que puedas averiguar sobre Carmelparadise…
—Camelopardalis —corrigió automáticamente Draco.
—… Esperemos que nos indique la dirección correcta.
Hermione asintió, encontrándose por fin de nuevo con la mirada de Bill.
—En cuanto averigüemos algo, te lo haremos saber.
Bill se levantó del sillón, ofreciéndoles una sonrisa alentadora y un gesto con la mano antes de atravesar el flú. Hermione estaba de pie, sin ningún propósito, con las manos a su lado.
—Hermione —dijo Draco, tomándola por la cintura antes de que tuviera la oportunidad de encontrar algo que hacer—. Siéntate, por favor.
Ella dudó un momento antes de obedecer. Draco tomó sus manos entre las suyas, con tacto suave y tranquilizador.
—No quiero tener sexo sobre una tumba —soltó, sus labios se habían movido sin su permiso. Los ojos de Draco se abrieron un poco antes de reírse.
—Yo tampoco —dijo—. ¿Quieres ir a Gringotts por la mañana?
Hermione se mordió el labio inferior, reflexionando sobre sus opciones. Había planeado tomarse todo el fin de semana libre de la investigación, pero el atractivo de una nueva pista era tentador. Su deseo de continuar estudiando chocaba con su obstinada necesidad de seguir un horario.
Levanto la vista para encontrarse con los ojos de Draco, que la miraba pacientemente. Al notar las arrugas en la comisura de sus labios y el tono púrpuras bajo sus ojos, fue que tomo su decisión.
—No —la sorpresa se dibujó en sus rasgos—. Nos tomaremos el fin de semana libre. Pero el lunes a primera hora iremos a Gringotts.
Los ojos de Draco se clavaron en los suyos, buscando cualquier signo de vacilación.
—¿Estás segura?
Hermione asintió, apretándole las manos.
—Quiero ordenar y hacer algunos recados en Diagon y... —respiró hondo, liberando una de sus manos para acariciarle la mejilla—. Me gustaría pasar el rato contigo. Además, eldomingotendremosunbrunchconHarryyGinny —terminó apresuradamente.
El ojo de Draco se crispó, fue la única señal de que él la había entendido.
—De acuerdo. Tout ce que vous voulez.
—¿Estás de acuerdo?
Se inclinó y le besó suavemente la mejilla.
—Nos tomaremos el fin de semana libre.
OoOoOoOoOoOoOoOoOoO
La semana siguiente resultó ser más productiva para encontrar respuestas que los dos meses que pasaron en la biblioteca de la Mansión.
El lunes por la mañana descubrieron que la señorita Camelopardalis Blythe Mabel Black había retirado el collar de la cámara de la familia Black en 1346, menos de un año antes de su muerte. Según los registros, fue devuelto poco después de su muerte y no fue sacado de nuevo hasta 1997 por Bellatrix.
—Me pregunto si ella sabía que estaba maldito —reflexionó Hermione en voz alta. Draco se encogió de hombros, devolviendo el libro al duende que estaba a cargo de los registros.
—Puede que sí. Puede que no. Al final estaba tan demente que tal vez solo le gustara el collar porque es negro y brillante.
—Debe de ser así como acabó en la mansión, cuando, bueno, ya sabes —comenzó Hermione—. Y como tu madre estaba... Preocupada por otras cosas...
—¿Te refieres a si yo, mi padre o ella misma seríamos asesinados en cualquier momento por un loco egoísta?
—Puede que no se diera cuenta cuando Bellatrix lo trajo.
Draco asintió, jugueteando con su anillo.
—También tiene sentido cómo acabó en el armario. Mi madre guardó todo lo de Bella y lo de su habitación en cuanto pudo. Aunque nunca entenderé por qué no quemó las cosas.
El martes, Hermione llevó comida a la casa de Harry a cambio de poder rebuscar en el desván algún diario o artefacto personal de Camelopardalis. Aunque no tenía muchas esperanzas, después de haber limpiado la casa cuando servía de cuartel general para la Orden, pero pensó que valía la pena intentarlo. Su corazonada resultó ser correcta cuando encontró una caja llena de diarios que databan de 1336, escondidos en lo alto de las vigas.
Por desgracia, todos estaban escritos en francés. Afortunadamente, Hermione conocía a alguien que hablaba francés con fluidez.
Hermione le escribió a Draco. Su respuesta fue rápida y le dijo que le llevara los diarios esa misma noche para que él pudiera leerlos mientras ella trabajaba al día siguiente.
Prometió mantener a Harry al corriente de sus progresos y los abrazó a él y a Ginny antes de ir al apartamento de Draco. Él se levantó del sofá en cuanto ella entró.
—Espero que esto ayude —dijo Hermione, sacando la caja de diarios de su bolso de cuentas. Draco asintió, besándole la frente.
—Estoy seguro de que pronto encontraremos algo.
El miércoles, Hermione tomó el ascensor hasta la cafetería para comer su habitual ensalada del almuerzo. Se sorprendió al ver que Draco la estaba esperando.
—Hola —le dijo, apretando los labios contra su mejilla.
—Hola. ¿Encontraste algo en los diarios?
—Más o menos. Acabo de terminar unos asuntos —se metió un sobre en el bolsillo interior—. De hecho, tengo que volver pronto, pero esperaba que pudiéramos hablar de ello durante la cena esta noche.
Hermione enarcó una ceja, pero decidió seguirle la corriente.
—¿En qué estás pensando?
—¿Qué te parece comida francesa?
Hermione se encogió de hombros, entrelazando sus dedos con los de él y tirándolo hacia la cafetería.
—Claro. ¿Qué te parece ese sitio local que han abierto en Diagon? ¿Ofrecen comida para llevar?
—En realidad estaba pensando en algo más auténtico.
Hermione le devolvió la mirada, presionándolo silenciosamente para que continuara.
—Ven conmigo a Reims.
Los pasos de Hermione se detuvieron a mitad del pasillo y se quedó boquiabierta.
—¿Reims? ¿A Francia? ¿Quieres ir a otro país para cenar?
—¿Por qué no? Tenemos una finca allí…
—Claro que tienes una casa allá.
—Y parece que Camelopardalis pasó la mayor parte de sus veranos allí…
—Como lo hacen los que forma parte de una familia asquerosamente rica.
—Y pude conseguir un Traslador para ir a buscar cualquier información adicional sobre ella —sacó una botella vacía de Cerveza de Mantequilla de su bolsillo interior—. Y esperaba que pudieras acompañarme a cenar después del trabajo.
Hermione parpadeó.
—Yo... ¿Qué pasa con los diarios?
—Después de leer los tres primeros diarios, preparé un encantamiento de traducción. Para cuando vuelva deberían estar todos traducidos para que podamos leerlos juntos.
Hermione sacudió la cabeza, recordando de repente por qué ella y Draco no habían planeado ninguna investigación esa noche.
—Les prometí a mis padres que iría a cenar con ellos —ya había cambiado la cita tres veces para buscar pistas sobre el collar.
La sonrisa de Draco cayó por un segundo, antes de apretar su mano.
—Comprendo. J'aimerais toujours que tu puisses venir avec moi —la miró a los ojos, con expresión seria—. Por favor, dales saludos de mi parte. Volveré mañana por la tarde. Puedes venir a mi casa después del trabajo.
Hermione sonrió y le besó la mejilla, agradecida por su apoyo.
—Me parece un buen plan.
El jueves lo pusieron todo en marcha.
Draco estaba prácticamente vibrando de emoción cuando Hermione atravesó el flú después del trabajo, envolviéndola en sus brazos y dándole un apasionado beso de saludo.
—Hola —dijo ella cuando se apartó para tomar aire—. ¿Qué tal estuvo Francia?
—La cena fue terriblemente aburrida sin la compañía de mi sabelotodo favorito, pero el vino estaba decente —bromeó él. Hermione le dio un ligero manotazo en el brazo.
—¿Encontraste algo útil?
—Creo que sí. Y una buena historia de amor —dijo él, llevándola a una habitación, a su habitación, para mostrarle las páginas traducidas.
—Todo lo de aquí —señaló diez pilas de pergaminos que estaban a su izquierda—. Es de los diarios que encontraste. Todo lo de este lado —señaló las tres pilas de la derecha—. Es de las cartas que encontré ayer.
—¿Y?
—No he leído todos los diarios, pero sí todas las cartas. Tenías razón en decir que había un amante.
—¿Oh? —preguntó Hermione, ya evaluando las pilas de diarios para determinar la mejor manera de dividir la lectura.
Draco asintió, agarrándola de la mano.
—¿Adivina quién fue?
Hermione lo miró confundida.
—¿Crees que yo debería saber con quién tuvo una aventura tu antepasado en la Francia del siglo XIV?
—Deberías. Ayudaste a encontrar el trabajo de su vida tu primer año en Hogwarts.
Hermione sintió que su ceño se arrugaba.
—Pero ese fue el año... —soltó un grito ahogado—. ¡No, eso no puede ser!
—Sí —dijo Draco—. Camelopardalis tuvo un romance con Nicolas Flamel desde 1339 hasta principios de 1345.
—Eso... Pero él se casó con su esposa en 1341.
—Sí, por eso a la infidelidad le dicen aventuras, Granger —contestó Draco, con los ojos brillantes mientras se burlaba de ella. Hermione resopló, cruzando los brazos sobre su pecho.
—Supuse que se habría acabado después de que él se casara —espetó.
—Solo bromeaba —dijo él, besándole la frente. Su mirada se suavizó, pero no bajó los brazos.
—¿Cómo se conocieron?
Draco se encogió de hombros, cruzando los brazos.
—Tengo la sospecha de que los diarios nos dirán más, pero creo que se conocieron en 1335, cuando Camelopardalis visitaba París durante sus vacaciones de verano de Hogwarts, pero no empezaron el romance hasta después de que Camelopardalis se graduara.
—Pero eso también fue después de que Nicolas conociera a su esposa.
—Después de que Nicolás se comprometiera con la que sería su esposa, sí.
Hermione sintió que sus mejillas se encendían de rabia por la esposa de Nicolás. Aunque, masculló en silencio, debían de haberlo solucionado, ya que ella había decidido vivir otros 600 años con él.
—¿Qué pasó después de 1345?
Draco tomo un trozo de pergamino de una de las pilas que contenía las cartas.
—Parece que Nicolas le hizo creer a Camelopardalis que dejaría a Perenelle, su esposa, por ella después de que descubriera cómo hacer el elixir de la vida. Pero Camelopardalis no quería esperar. Le dijo a Nicolas que o dejaba a Perenelle, o ella terminaría la aventura.
—¿Y?
Draco sacó un par de gafas de lectura de su bolsillo y se las colocó antes de leer el pergamino: "Queridísima Camelopardalis, parece que te has ilusionado creyendo cosas que no pueden ser. Por mucho que te anhele, amo más a mi esposa. Si deseas poner fin a nuestra aventura, no tengo más remedio que dejarte ir."
Hermione se aferró al pesado diamante que colgaba de su garganta.
—Vaya —respiró suavemente.
—Se pone mejor —dijo Draco con una sonrisa. Dejó el pergamino en el suelo y tomo uno de la otra pila—. Parece que esa no era la respuesta que Camelopardalis quería. Y decidió contárselo a Perenelle, con la esperanza de que Perenelle se enfadara y dejara a Nicolas.
Hermione levantó la ceja.
—¿Supongo que eso no funcionó?
La sonrisa de Draco se ensanchó.
—Nop —negó—. Resulta que Perenelle ya lo sabía y se enfadó porque Camelopardalis no fue sincera en sus razones para confesárselo. Al parecer, también era bastante vengativa. Perenelle lanzó una maldición de sangre sobre Camelopardalis que la mataría lentamente, más tarde le escribió —miró el pergamino en su mano y leyó: "Nicolás y yo profanaremos tu tumba de la manera más carnal posible y me reiré sabiendo que yo viviré por la eternidad y tú estarás muerta para siempre."
—Vaya eso es... Asqueroso —dijo Hermione. Cualquier enojo que Hermione había sentido por Perenelle se desvaneció al darse cuenta de los actos de la esposa.
—En efecto —Draco estuvo de acuerdo.
—Pero Nicolás no inventó la piedra filosofal hasta —hizo una pausa, con la mente corriendo para recordar la fecha—. 1378.
—Sí, pero sin duda estaba trabajando en ello en ese momento. Además, no creo que Perenelle y Nicolas estuvieran planeando tener sexo sobre la tumba de Camelopardalis.
—Pero tú crees que Camelopardalis pensaba que lo decían en serio—expresó Hermione. Draco se encogió de hombros.
—Tal vez. Deberíamos leer los diarios para saber más de lo que pensaba Camelopardalis, pero la última carta que envió sí menciona el collar.
Draco rebuscó en el tercer montón de cartas hasta que encontró la que quería, levantándola a la altura de sus ojos.
—Ella dijo: "Por favor, acepta este collar de diamantes negros como muestra de mi sincero arrepentimiento por haber arruinado la santidad de tu matrimonio. Será el pesar más profundo de mi corta vida" —Draco dejó la carta y se volvió hacia ella—. Perenelle respondió rechazando el regalo, pero la carta está fechada después de la muerte de Camelopardalis.
Hermione había asentido mientras Draco resumía las cartas, pero aún le costaba creerlo.
—De acuerdo. Bien. Leer los diarios parecen ser el siguiente paso lógico.
Draco la miró con severidad.
—Crees que deberíamos leerlos todos, aunque sepamos que el asunto terminó en 1345 —no lo formuló como una pregunta, pero Hermione sintió la necesidad de responderle.
—Sí, lo creo. Cuanto más podamos averiguar sobre Camelopardalis, mejor.
Draco esbozó una sonrisa de satisfacción.
—Mi perfecta sabelotodo —su pulso se aceleró, no sabía si por el elogio o por el insulto.
—Seguiré revisando las cartas entonces, para asegurarme de que no se me ha pasado nada. Las tengo ordenadas cronológicamente. Si hay algo en el hechizo de traducción, avísame —dijo Draco. Hermione cuadro los hombros, tomo la primera pila y se la llevó al sofá del rincón, junto a la ventana. Distante, reconoció el sonido de arrastre de pergaminos y muebles cuando Draco se acomodó junto a ella.
Hermione hojeó las páginas, con el corazón encogido con cada nuevo trozo de información de Camelopardalis que descubría.
—Es muy triste, ¿verdad? —Hermione reflexionó mientras mordisqueaba la comida que Draco le había dado por encima del pergamino que tenía en las manos—. Quiero decir, Camelopardalis realmente creía que Nicolas estaba enamorado de ella. O al menos, pensaba que él la elegiría. Y que ella muriera tan joven, y él y Perenelle vivieran mucho más... —Hermione se interrumpió, empujando los fideos en el plato.
Draco permaneció en silencio, colocando un wonton junto a su LoMein. Ella le sonrió suavemente en señal de agradecimiento.
—Me pregunto si alguna vez volvió a pensar en ella —comentó Hermione. Su ceño se frunció cuando un repentino pensamiento la asaltó—. ¿Cómo es posible que esta sea la primera vez que se sepa de su aventura? Quiero decir, para alguien que hizo el elixir de la vida, uno pensaría que escudriñaron más en su vida personal.
Draco tragó su bocado y bebió un sorbo de agua.
—Tienes razón. Creo que hay tres razones. La primera —levantó un dedo para enumerar sus puntos—. Nicolas fue extremadamente meticuloso al asegurarse de que él y Camelopardalis cubrieran sus huellas. Era bastante paranoico al respecto. Segundo —levantó otro dedo—. Los diarios tenían un leve hechizo. Creo que está relacionado con las protecciones de sangre, por eso los encontraste, pero yo tuve que desactivar el hechizo para poder leerlos sin que me doliera la cabeza. Y tercero —su tercer dedo se unió a los otros—. Había un encantamiento similar en las cartas. Y como descubrí cómo desactivar los diarios, pude sacarlo de la casa antes de encontrar las cartas.
Guardaron silencio mientras seguían comiendo. Hermione casi había terminado cuando Draco volvió a hablar.
—En realidad, tengo otra teoría más.
—¿Oh?
Asintió lentamente.
—Creo que su familia quedo tan desconsolada por su prematura muerte que borraron cualquier rastro de ella, para no tener que lidiar con el dolor.
Hermione inclinó la cabeza hacia él, con una pregunta en la punta de la lengua, pero se la guardo.
Fuera lo que fuese lo que Draco había encontrado, se lo diría si creía que necesitaba saberlo.
Era tarde, ya había pasado la hora en la que debía estar en la cama para descansar lo suficiente para el trabajo, cuando Hermione encontró lo que estaban buscando.
—Camelopardalis maldijo el collar —murmuró para sí misma.
—¿Qué? —Draco se agitó a su lado. Ella parpadeó, dándose cuenta de que debía de haberse quedado dormido, con las gafas de lectura torcidas sobre su nariz.
—Camelopardalis. Ella es la que maldijo el collar. Toma... —intentó darle el pergamino a Draco, pero él la rechazó.
—Estoy demasiado cansada para leer. Je suis prêt pour le lit. Resúmelo, por favor.
—Ella tampoco creía que Nicolas y Perenelle realmente tendrían sexo en su tumba. Maldijo el collar para que cuando Perenelle lo tocara, se pegara a ella y...
Draco dejó que el silencio incómodo se asentara por un momento.
—¿Y? —preguntó.
—Ella pensó que sería una venganza perfecta obligar a Nicolas y Perenelle a tener sexo sobre su tumba —Hermione finalmente se encontró con la mirada de Draco—. La única forma de quitarse el collar es teniendo sexo sobre la tumba de Camelopardalis.
Draco parpadeó tan despacio que Hermione prácticamente pudo ver cómo su mente trabajaba para colocar todas las piezas en su sitio.
—Pero Nicolas y Perenelle no tuvieron sexo en su tumba, porque Perenelle nunca abrió el paquete porque se dio cuenta de que era de parte de Camelopardalis —dijo Draco, haciendo un gesto perezoso hacia la pila de cartas de Perenelle.
—Y de alguna manera se lo devolvió a su familia y no lo habían tocado en todos estos años.
Draco suspiró, quitándose las gafas y dejándolas sobre la mesa entre los dos.
—Apostaría a que su familia pensó que estaba maldito, dada la enemistad entre Perenelle y Camelopardalis. Y madre siempre me ha advertido que no toque las cosas de las bóvedas sin saber exactamente qué son y cuándo las pusieron allí. Bellatrix debió hacer que alguien lo examinara antes de ponérselo.
Un pequeño escalofrío recorrió la espina dorsal de Hermione al pensar en todos los demás objetos desagradables y oscuros que acechaban en las bóvedas de la familia Malfoy y Black.
—¿Cómo es que sus propiedades aún no han sido decomisadas?
—Padre tiene un equipo legal muy bueno luchando contra el Ministerio —Draco se pasó los dedos por su ya despeinado cabello—. ¿Qué mierda le pasa a mi familia? Primero la lealtad inquebrantable a un loco, ¿y ahora uno de mis antepasados maldijo un objeto para que solo pudieran quitárselo si alguien tenía sexo sobre su tumba?
Hermione se encogió de hombros, se levantó y se estiró.
—Mary Shelley perdió la virginidad sobre la tumba de su madre.
—¿Quién? —si no estuviera demasiado cansada y abrumada por sus descubrimientos, hubiera encontrado adorable la expresión de sueño y confusión de Draco.
—Una autora muggle. Aunque he visto algunos artículos que sugieren que era una squib. En cualquier caso —hizo un gesto con la mano para evitar preguntas posteriores—. No creo que debamos decírselo a Harry o a Bill, al menos no todavía.
Draco la miró fijamente, sin pestañear.
—Mis disculpas, debo de estar agotado, de lo contrario podría haberte oído proponer que le ocultáramos esta información a un RompeMaldiciones y a un... Un Auror —dijo, tropezando ligeramente con su reconocimiento al trabajo de Harry.
Hermione cruzó hasta posarse frente a Draco, tomando sus manos entre las suyas.
—Solo por unos días. Hasta que tengamos la oportunidad de volver a comprobar tu hechizo de traducción y de asegurarnos de que no se nos escapa nada.
Como una forma de quitarse el maldito collar del cuello que no requiriera que su primera vez con Draco fuera en un cementerio.
Ante la ceja levantada de Draco, ella continuó.
—Realmente quieres decirle a Harry que la única forma de quitarme esto —movió la barbilla hacia el collar—. ¿Es teniendo sexo sobre la tumba de tu antepasado?
El tic de su ojo fue respuesta suficiente, pero aun así suspiró y asintió.
—De acuerdo. Solo hasta que nos aseguremos de que todo está correcto.
Hermione apretó sus manos, tan fuerte como pudo antes de soltarlas.
—Gracias. Mientras tanto, creo que debería irme a casa —justo cuando termino la frase, soltó un bostezo. Draco se levantó para acompañarla a la chimenea.
—Trabajaré en esto después de mi reunión de mañana, pero creo que deberías tomarte un descanso por la noche —dijo Draco. Hermione se detuvo, con la mano sobre el jarrón de polvos de flú y lo observó.
—De acuerdo —comentó—. Pero el sábado...
—El sábado te enseñaré francés para que puedas comprobar el hechizo de traducción tú misma —declaró él. Hermione se sonrojó.
—No opino que pueda aprender un idioma en un solo día, ni aunque mi vida dependiera de ello —se estremeció cuando el recuerdo de la reconexión que había desencadenado su relación pasó ante sus ojos.
Otra gala para otra de sus organizaciones benéficas. Otra noche pasada al otro lado del salón de baile con el bully de su infancia, sintiendo el peso de su mirada a cada movimiento. Otra noche de conversaciones sofocantes y zapatos incómodos.
Una ruptura de la rutina, un solo baile, se convirtió en tres y luego fueron los últimos en la pista de baile.
Su mirada mientras le besaba el dorso de la mano. Un susurro en su oído.
—Tu es belle comme toujours, Granger —el persistente aroma de su colonia en su vestido cuando se marchó.
Draco carraspeó, devolviéndola al presente. Sonrió satisfecho y le acomodó un rizo detrás de la oreja.
—Mañana nos quedaremos en casa y veremos una de tus películas. Pediré pizza.
—Gracias. Eso suena bien —sonaba perfecto—. Te escribiré después del trabajo —su mano renuente agarró un puñado de polvo flú—. Buenas noches —susurró y entró en la chimenea mientras aún tenía fuerza de voluntad para marcharse.
OoOoOoOoOoOoOoOoOoO
Draco llevo pizza y un pack de cervezas de mantequilla. Cuando se acabó y aún quedaba una hora de La Princesa Prometida, abrió una botella de vino.
Cuando se acabó, bebieron otra.
Hermione perdió la noción del tiempo y se dejó llevar por la agradable bruma de la embriaguez. No bebía a menudo, así que en raras ocasiones se dejaba llevar por la sensación de tranquilidad, de no tener que preocuparse por el trabajo ni por sus amigos.
Se esforzaba por seguir la historia de Draco sobre un viaje a Hogsmeade con Blaise y Theo en cuarto año, pero también él se esforzaba por contarla. En cualquier caso, no podía dejar de reírse.
—¿Qué? —dijo finalmente, dándose por vencido con la historia.
Hermione se arrastró más cerca de él en el sofá.
—Nada. ¿Todo? No lo sé —dejó caer la cabeza sobre su hombro, mirándolo—. Creo que no deberíamos haber abierto esa segunda botella de vino.
Su sonrisa era burlesca, sus ojos un poco desenfocados.
—¿Por qué no?
Hermione parpadeó.
—Porque lo único que quiero hacer es besarte.
Su sonrisa se transformó en una mueca.
—No veo por qué eso sería algo malo.
—Porque —susurró ella pesadamente—. No creo poder hacerlo muy bien ahora mismo.
Draco negó con la cabeza, riendo suavemente mientras la subía a su regazo.
—Imposible. Siempre eres una buena niña.
A Hermione la recorrió un escalofrío al oír el elogio y se abalanzó hacia él, atrapando sus labios con los suyos.
No fue su mejor beso, sus dientes chocaron y la saliva corrió por su barbilla. Por un momento le entró el pánico de no ser buena, pero entonces Draco gimió y enrolló los dedos en sus rizos y ella se rindió ante la satisfacción de saber que podía afectarlo incluso en su estado de embriaguez.
Algo le rondaba la cabeza, pidiendo atención, pero lo ignoró en favor del sabor del vino en sus labios, la sensación de sus manos recorriendo su cuerpo y la forma en que él sacudía sus caderas contra las de ella.
Hermione jadeó, rompiendo el beso, y vio la sonrisa de él. Decidió que lo que valía era esto y le abrió los botones de la camisa de un tirón. Él siseó al sentir el contacto de sus dedos contra su pecho desnudo.
La voz en su mente insistió con más fuerza, reclamando su atención, pero ella la ignoró para recorrer con los dedos las líneas de su perfecto pecho. Sus cicatrices apenas eran visibles a la luz del televisor y con la neblina de la intoxicación todavía nublando su mente, pero hizo todo lo posible por trazarlas.
—Hermione —jadeó. Ella dejó caer la cabeza hacia atrás con un gemido, apretó los muslos apretados ante la forma entrecortada y necesitada en que pronunció su nombre.
—Draco —dijo ella, acercando los labios a su garganta—. Te necesito.
Él gruñó y llevó las manos a la parte delantera de sus jeans. Tanteó el botón, maldiciendo por lo bajo y lo desabotono.
—No sabes cuánto deseo esto —expresó, bajándole la cremallera. Hermione apretó sus caderas contra él.
—Muéstrame —tiró del lóbulo de su oreja con los dientes y le susurró—. Soy tuya.
Draco metió la mano bajo su ropa, buscando sus bragas, otro gruñido salió de sus labios…
Hubo un fuerte tirón detrás de su ombligo. La incómoda sensación de girar fue más nauseabunda por su estado de embriaguez. Se desplomaron sobre la hierba fresca.
La insistente voz que le gritaba que aún no podían tener sexo.
—Mierda —gritó Draco, luchando por incorporarse—. Mierda, mierda, mierda.
Las hojas de la hierba fresca y la niebla premonitoria hicieron maravillas para que Hermione se despejara.
—Nos llevaré a mi apartamento —anunció, aceptando la mano de Draco.
—¿Estás segura?
Ella asintió.
—Ya estoy bien —le rodeó la cintura con los brazos y giró sobre sus talones.
Cuando llegaron al salón, Hermione se desplomó en el sofá. Draco se dejó caer a su lado con un ruido sordo. Se desplomó con la cabeza echada hacia atrás y las manos cubriéndose el rostro.
—¿Qué vamos a hacer? —preguntó Hermione en voz baja.
—Voy a tener bolas azules para siempre —murmuró.
—¡¿Qué?! —balbuceó Hermione. Draco sacudió la cabeza y se incorporó.
—Lo resolveremos. Bueno, probablemente lo harás tú, porque eres excepcionalmente inteligente, pero yo estaré allí cuando lo hagas —Draco se levantó, balanceándose un poco por el repentino movimiento—. Pero por ahora, creo que debería ir a casa y beber un par de pociones antes de desmayarme.
Hermione se puso de pie con él.
—¿Estás seguro? ¿Estás bien para viajar?
—Estoy bien —Draco hizo un gesto con la mano. Le besó la mejilla y tomo un puñado de polvos flú—. Pero tal vez te envía una lechuza por la mañana para asegurártelo.
Ante el suspiro exasperado de ella, él sonrió satisfecho.
—Estaré bien. Ve a verme cuando quieras y podemos investigar el hechizo —la besó una vez más y desapareció por la puerta.
OoOoOoOoOoOoOoOoOoO
Al día siguiente, Hermione fue a la casa de Draco muy temprano. Él entró a trompicones en el salón, aún con la camisa del día anterior y la miró con odio.
—Renuncio a mi oferta. Puedes venir cuando no sea demasiado temprano —refunfuñó. Hermione puso los ojos en blanco y le tendió una taza de café y una bolsa de bollos de su pastelería favorita. Sus ojos se abrieron de par en par y cuando volvió a hablar su tono de voz era mucho más suave.
—¿Hay un...?
—¿Un bollo de arándanos? Sí. Tengo de esos. Guárdame el de naranja —dijo Hermione, dando un sorbo a su café. Draco le sonrió y le dio un beso.
—Merci. ¿Te he dicho que eres mi bruja favorita? Porque lo eres —mencionó Draco. Hermione escondió su sonrisa detrás de su taza.
—Te salvaré el pellejo y no se lo diré a Pansy —se burló Hermione. Un pequeño escalofrío recorrió a Draco ante la mención de su mejor amiga.
—De todos modos, he traído unos cuantos libros que pensé que podrían ayudar —expresó Hermione, ajustándose la bolsa de cuentas al hombro—. Voy a ver si algo coincide con lo que Camelopardalis describe en su diario.
Draco asintió, recuperando la sonrisa cuando sacó un bollo de la bolsa.
—Después de comer y refrescarme, me reuniré contigo. Cualquier pasaje que creas importante, márcalo y volveré a comprobar las traducciones.
Hermione le besó la mejilla al cruzarse con él de camino a la habitación extra… A su habitación.
OoOoOoOoOoOoOoOoOoO
Pasaron el fin de semana, y casi todas las noches siguientes, leyendo todos los textos posibles sobre encantamientos y maldiciones. Tras otra semana de callejones sin salida, Hermione estuvo dispuesta a probar algo diferente.
—Creo que deberíamos probar la activación del Traslador —dijo apresuradamente en cuanto Draco atravesó el flú ese viernes por la noche. Draco solo tardó un momento en recuperarse.
—Quieres... ¿Probar hasta dónde podemos llegar antes de que nos lleve a la tumba? —preguntó lentamente. Hermione se encogió de hombros, poniéndose frente a él con los brazos cruzados.
—Sí y no. Quiero decir, creo que es seguro asumir que como soy yo la que lleva el collar, está captando mis intenciones, no las tuyas. ¿Pero tiene una activación física? O más bien una... ¿Activación intencional? —musitó Hermione. Draco parpadeó, evaluándola. Ella sintió que se ruborizaba bajo su escrutinio, pero le sostuvo la mirada.
Él suspiró y cruzó la habitación hasta el bar que ella le había regalado. Se desabrochó el saco del traje, tirándolo descuidadamente contra el respaldo de un sillón y se sirvió una medida de Firewhisky.
Después de beberse la mitad del vaso, se volvió hacia ella.
—¿Crees que determinar el punto de activación te ayudará a descifrar el resto del hechizo?
—Sí —dijo ella, soltando un suspiro de alivio que él comprendió—. Nos ha costado tanto averiguar algo, que esperaba que esto nos diera una nueva dirección para trabajar.
Él asintió lentamente.
—Y cómo propones que... ¿Pongamos a prueba tu hipótesis sobre el detonante?
—Bueno... Erhm —Hermione bajó la mirada, toda su convicción falló bajo su mirada de plata fundida—. Pensé que solo... Nos besuquearíamos un rato y luego lo... Llevaríamos más allá y veremos qué pasa.
No se atrevía a mirarlo, sino que estudió una mancha en el suelo y cambiaba su peso de un pie a otro. Justo cuando el silencio se volvió incómodo, él habló.
—¿Y si no pasa nada?
Hermione se aclaró la garganta, reuniendo las palabras.
—Entonces intentamos... Progresar a lo físico y vemos qué pasa.
El sonido de él tragando saliva y posteriormente soltando un suspiro, resonó en el silencio de su sala de estar. Hermione levantó la vista cuando oyó que Draco volvía a descorchar el Firewhiskey.
—Está bien —dijo, resignado—. Pero primero tengo que terminarme mi bebida.
—De acuerdo —ella podía concederle eso. Él se sirvió otro vaso, volvió a poner el tapón en el Firewhiskey y tomó asiento en el sofá.
—¿Qué tal el trabajo?
La pregunta fue tan mundana que Hermione no pudo evitar reírse.
—Bien. Solo… Bien —contestó.
—Solo bien —repitió él. Hermione asintió, vacilante, tomando asiento a su lado.
—Almorcé con Harry. ¿Y sabes sobre el proyecto que he estado queriendo empezar?
—¿Del que no puedes decirme nada aparte de que es culpa de McClellen que aún no haya empezado? —dijo.
—Claro. Bueno, por fin me han aprobado el financiamiento. Así que ahora será el proyecto del que no puedo decirte nada, pero que ya estoy haciendo —su ceño se frunció, recordando su contrato—. Aunque no estoy del todo segura de sí puedo decirte eso.
Draco se rio, pasándole el brazo por el hombro y arrimándola a su lado.
—No le diré a nadie que sé que tienes un proyecto.
Hermione sonrió, viéndolo beberse el resto de la bebida y dejar el vaso a un lado. La atrajo a su regazo, rodeándola con los brazos. Le sorprendió que no empezara a besuquearla, sino que se limitó a abrazarla durante unos minutos.
—Si te sirve de algo, Granger —murmuró contra su cabello—. Haré lo que haga falta para quitarte ese maldito collar.
—Sé que lo harás —expresó ella, aturdida por la simple afirmación.
Permanecieron sentados en silencio unos instantes más. Finalmente, Draco se aclaró la garganta.
—Así que dijiste que primero lo intentarías mentalmente y si no funcionaba...
—Entonces lo haré físicamente —proclamó ella. Draco se inclinó hacia atrás y le regaló una sonrisa.
—¿Oh? ¿Y qué tienes en mente? —bromeó. Hermione lo miró con enfado.
—Sé cómo proceder...
Draco se rio mientras le acercaba.
—Tú sí que sabes qué decir para excitar a un hombre, ¿verdad, Granger? —la besó suavemente—. Probablemente, encontraste un manual sobre técnicas para hacer pajas —murmuró contra sus labios antes de profundizar el beso.
Pensó en los números de Cosmopolitan que había leído compulsivamente después de su ruptura con Ron, Hermione agradeció que no fuera socialmente aceptable besarse con los ojos abiertos, de lo contrario Draco se habría burlado más de ella por su creciente rubor. En lugar de eso, apartó todos los pensamientos sobre sus ex y paso sus dedos por el sedoso cabello de Draco, disfrutando de la sensación.
Suspiró contra él, moviéndose sobre su regazo para sentarse a horcajadas sobre él.
«—Lo que daría por acostarme con este hombre —pensó.»
Él continuó besándola, sus manos le recorrieron la espalda de arriba abajo, mientras ella esperaba.
«—Tengo tantas ganas de acostarme con él —pensó Hermione, buscando un poco más de contacto.»
Permanecieron en el sofá.
«—Creo que podría morir si no me acuesto con Draco Malfoy hoy.»
Era un poco dramático, pero era una posibilidad, dada la forma en que sus largos dedos jugueteaban con el borde de su camisa.
Después de unos besos, Hermione volvió a suspirar. Draco empezó a retroceder, pero Hermione lo estrechó contra sí y se apoyó en su regazo.
Él gimió y apretó con más fuerza su cintura. Hermione volvió a girar las caderas, perdiéndose momentáneamente al sentir la excitación de Draco contra sus pantalones.
—Hermione —jadeó él, deslizando las manos por debajo de su camisa. Le apretó suavemente los pechos, arrancándole un gemido. Una de las manos de ella abandonó el cabello de él para realizar su propia exploración, trazando sus músculos por encima de su camisa. Draco le besó la mandíbula, el cuello y los pechos. Le pellizcó los pezones por encima del sujetador…
Aunque Hermione había previsto la perturbación, el repentino tirón detrás de su ombligo la pilló desprevenida. Se aferró a Draco mientras giraban en el espacio, aterrizando juntos en la hierba.
Draco se levantó rápidamente, ayudándola a levantarse. Dio un pequeño respingo cuando un ruido sordo sonó detrás de ellos y la abrazo con más fuerza.
—¿Necesitabas ver algo más aquí? —después de señalar la lápida, añadió apresuradamente—. ¿Tienes toda la información que necesitas de este lugar?
—Estoy lista —dijo ella, acercándose y rodeando su cintura con los brazos.
—Bien. Voy a llevarnos a tu casa —él manifestó, girando inmediatamente sobre sí mismo.
En cuanto aterrizaron en su salón, Hermione se limitó a decir.
—Activación física.
Draco resopló, sacando la moneda encantada del bolsillo.
—Ya me lo imaginaba. ¿Qué le digo a Bill?
Hermione dudó, aún recelosa de contarle a Bill sobre sus descubrimientos de la maldición del collar.
—Yo... No creo que debamos —murmuró lentamente. Ante la mirada sorprendida de Draco, continuó—. Podemos decírselo una vez que sepamos el hechizo y su contra maldición. Pero por ahora todo está bien. No hace falta llamarlo —él no parecía convencido, aún sostenía su varita sobre el galeón—. Te lo prometo —respondió acercándose a él—. Ahora que sabemos con certeza qué lo activa, podremos reducir los posibles hechizos.
La dejó entrar en su espacio, rodeándola con los brazos con naturalidad.
—Me preocupa que no quieras contarle los detalles de este embrollo al RompeMaldiciones que tenemos a nuestra disposición.
Hermione le arrancó una brizna de hierba del cabello, desvaneciéndola sin más.
—Lo sé. Pero también sé que podemos resolverlo.
Debió de sonar convincente, porque Draco suspiró y asintió.
—De acuerdo. Pero si algo cambia...
—Yo misma llamaré a Bill.
OoOoOoOoOoOoOoOoOoO
Draco estaba prácticamente vibrando de emoción cuando Hermione atravesó su flú al día siguiente.
—He descubierto el hechizo.
Hermione sintió un pequeño aleteo en el pecho, algo que se parecía mucho a la esperanza. Casi se había acostumbrado a la sensación de la fría piedra contra su pecho. Recibía una gran cantidad de miradas cuando se olvidaba de ocultarla. Pero estaba dispuesta a escuchar cualquier cosa que pudiera ayudarla a quitarse el collar.
—¿Oh? ¿Cuál es?
Ella y Draco eran más parecidos de lo que les gusta admitir. Porque en lugar de contestarle, tuvo que explicarle el proceso de cómo había encontrado el hechizo.
—El hechizo de traducción... Estaba programado para traducir del francés al inglés. Pero los hechizos no están en franceses —le explicó por encima del hombro, arrastrándola hacia su habitación —sacó un trozo de pergamino del desordenado escritorio y se lo entregó con orgullo—. Ego reserare ab actio —proclamó Draco con orgullo. Hermione le sonrió.
—No puedo creer que pasara esto por alto… Draco eres brillante —dijo, besándole la mejilla—. Ahora podemos averiguar su contra maldición.
Le apretó la mano, con los ojos plateados brillantes de la emoción.
—Y entonces podremos quitarte ese collar maldito.
OoOoOoOoOoOoOoOoOoO
A pesar de toda su esperanza y emoción, Hermione se dio cuenta muy pronto de que no tenían otra opción.
Debían tener sexo sobre una tumba.
En ningún libro de hechizos de la Mansión aparecía algo similar al Ego reserare ab action, ni tampoco en ninguno de los extensos textos de referencia de Hermione. Después de realizar un análisis del hechizo, se dio cuenta de que realmente había una solución.
Tenían que hacerlo.
A Draco no le hizo ninguna gracia la primera vez que ella sugirió que completaran el hechizo. Él mismo lo analizó, dos, tres veces antes de decidir que Hermione tuvo razón en su suposición.
—Creo que tenemos que hacerlo —dijo Hermione. Draco abrió la boca para discutir, pero Hermione continuó—. Sé que no queremos. Dios, yo no quiero —admitió—. Pero quiero que nuestra relación continúe sin que esto penda sobre nuestras cabezas —se acercó a él y le tomo las manos—. Realmente me importas Draco y… Y creo que ambos queremos que nuestra relación progrese, tanto física como emocionalmente —ella continuó ante su asentimiento—. Es solo una vez, y luego podremos seguir adelante. Probablemente, será incómodo, pero luego podremos seguir adelante.
Ella inclinó la cabeza y esbozó una sonrisa triste.
—Nosotros somos un buen ejemplo de cómo seguir adelante, ¿no crees?
Draco le apretó las manos. Ella le devolvió el apretón y se soltó, volviendo a la mesa para organizar su investigación.
—Tenemos que hacerlo —repitió Hermione.
Su silencio estaba cargado con el peso de su comprensión. Después de varios minutos sin respuesta, Hermione lo encaró, levantando la ceja.
Draco dejó escapar un pesado suspiro.
—Pienso que tienes razón, pero deberíamos decírselo a Bill.
Hermione hizo una mueca, imaginando lo incómoda que sería aquella conversación.
—Estoy segura de que entiendo el hechizo. Sí que preferiría que... No lo hiciéramos —Draco abrió la boca para protestar, pero Hermione parloteó antes de que él pudiera argumentar—. Ambos hemos repasado el hechizo lo suficiente como para conocerlo al revés y al derecho. Y sabemos que no es dañino. Y nos llevaremos las monedas encantadas por si ocurre algo, y así llamaremos a Harry y a Bill.
Los ojos de Draco parpadearon, buscando cualquier signo de vacilación. Cuadrando los hombros, negó con la cabeza.
—No.
—¿No?
—No. Al menos todavía no —dijo, cortando su argumento—. Solo... Tomémonos una semana más para repasar el hechizo. Me pondré en contacto, sutilmente, con otras bibliotecas para ver si tienen más información al respecto.
Hermione se mordió el interior de la mejilla mientras lo pensaba.
—Bien. Tendremos una semana más para revisarlo todo y luego procederemos.
Le besó la coronilla con un suspiro.
—Comme tu veux.
OoOoOoOoOoOoOoOoOoO
Otra semana no le proporcionó ninguna información nueva. Sus apuntes eran un desastre, esparcidos por todo su estudio, cuando finalmente suspiró, tirando las gafas hacia un lado y frotándose los ojos. Hermione lo miró.
—Siento que nuestra primera vez tenga que ser encima de una tumba.
Hermione le dedicó una pequeña sonrisa, con ojos comprensivos. Se sentó en su regazo y le rodeó el cuello con un brazo.
—Lo sé. Confío en que lo compensarás con creces cuando pueda quitarme esto... —sus dedos juguetearon con la cadena de plata.
Draco la acercó más a él y puso la barbilla sobre su cabeza.
—Lo haré. De hecho... Quiero que vayamos a París después.
Hermione soltó una carcajada.
—¿París?
—Sí. Tengo una casa allí... Bueno, en las afueras de la ciudad, pero al menos déjame invitarte a cenar en una ciudad romántica.
Hermione movió la cabeza hacia el hombro de él, levantando la barbilla para mirarlo.
—¿Quieres cortejarme en la ville de l'amour?
—Granger, de todas las brujas del mundo, ninguna merece más ser cortejada en una ciudad romántica que tú.
Ella sonrió a pesar del rubor de sus mejillas, poniéndose de puntillas para besarle la mejilla.
—Bien. Hagámoslo. ¿Cuándo quieres ir?
—La semana que viene.
Hermione rio.
—No podré pedir días libres en el trabajo tan pronto.
—Bien. ¿La qué sigue?
Poniendo los ojos en blanco, Hermione se apartó de su regazo para tomar sus apuntes.
—No tenemos tiempo suficiente para planear un viaje.
Draco suspiró petulante, incluso mientras agarraba unos vasos para limpiarlos.
—Bien. ¿Para tu cumpleaños?
Hermione detuvo lo que estaba haciendo para contar los meses. Una lenta sonrisa se dibujó en sus facciones.
—Perfecto. Volvió a su tarea, soñando despierta con los museos y restaurantes que podrían visitar.
Draco carraspeó, devolviéndola a su situación actual.
Sus ojos recorrieron lentamente su rostro, bajaron por su cuello hasta el lugar donde el collar descansaba debajo su camisa. Se levantó, le puso una mano en la muñeca para tranquilizarla y con la otra tomo la cadena dejando que la piedra descansara sobre su pecho.
—Entonces, mañana podremos... ¿Quitártelo?
Hermione asintió, echando los hombros hacia atrás, dispuesta a afrontar aquello como la leona que era.
—Mañana —aceptó.
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Hermione pasó el día preparándose para tener sexo por primera vez con su novio, había pasado más tiempo del que le gustaría admitir desde que estuvo con un hombre. Se duchó, se afeitó las piernas. Se aplicó una loción, que Ginny le prometió que la mantendría hidratada durante una semana. Chasqueando la lengua contra el paladar, decidió peinarse el cabello, queriendo apartar la masa de rizos de su cuello.
Satisfecha con su aspecto, Hermione se preparó para el hecho, iba a tener sexo... Sobre una tumba. Preparó su bolso y guardo una manta, que encogería y guardaría en su bolsillo después de que Draco pasara a buscarla. Y luego se reunió con Harry y Bill para almorzar.
—Estaba pensando que debería llevarte al cementerio donde siempre caigo —dijo Hermione—. No creo que haya pistas allí, pero es para que sepan dónde está.
Ambos asintieron, dejando que ella les tomara de la mano y los apareciera. Harry inspeccionó el perímetro mientras Bill se paraba junto a la tumba con ella.
—Realmente no hay mucho que ver, ¿eh? —soltó, señalando la sencilla lápida. Hermione pensó en la corta vida de Camelopardalis.
—No, no lo hay —estuvo de acuerdo.
Satisfecha de que pudieran encontrar rápidamente la tumba, solo por si acaso, Hermione se separó de Bill y Harry para esperar en su departamento. Draco le había dicho que cenaran antes, pero con cada minuto que pasaba, su mente encontraba algo nuevo por lo que preocuparse. Cuando Draco entró por la puerta a las cinco y media, con una bolsa de comida italiana, Hermione detuvo su paseo y lo miró a los ojos.
—Creo que necesito vino para la cena —Hermione proclamó. Draco sonrió satisfecho y sacó una botella de su bolsillo, devolviéndola a su tamaño original con un toque de su varita.
—Siéntate, voy a prepararlo todo —él dijo, besándole la cabeza al pasar junto a ella de camino a la cocina.
Normalmente, llenaban el silencio con charlas sobre su día o tenían apasionadas conversaciones sobre teorías mágicas, que ocasionalmente se volvían discusiones, ahora comían en un silencioso nerviosismo. Hermione agradeció el vino, dejando que calmara su ansiedad mientras comían.
Al final de la comida, limpiaron juntos, permaneciendo en silencio mientras lavaban, secaban y guardaban todos los platos. Sin nada más que hacer con las manos, Hermione se apoyó en la encimera y cruzó los brazos, mirando hacia abajo y mordiéndose el labio inferior.
—Bueno —se aclaró la garganta y volvió a intentarlo—. Creo que deberíamos... ¿Seguir adelante? —no pudo contener la mueca ante sus torpes palabras.
Draco rio, rompiendo la tensión entre ellos. Hermione sintió que sonreía mientras lo miraba.
—Tú sí que sabes cómo excitar a un hombre con palabras, Granger —dijo él, acercándose a ella. Posando sus manos en la cintura de ella, acercándola a él.
—Sabes lo que quise decir —resopló, ambos sonreían. Sus manos se dirigieron al cuello de él y entrelazo sus dedos detrás de la cabeza de Draco.
—Lo sé —Draco admitió—. Pero te ves tan adorable cuando te enfadas.
Hermione iba a discutir, pero entonces él se inclinó y la besó. Ella se relajó al instante, inclinándose más hacia él y apretando el pecho contra el suyo.
Draco se apartó de repente, dejando a Hermione parpadeando.
—¿Tienes todo lo que necesitas? —ella abrió la boca para pedir una aclaración, pero recordó su equipaje y cerró la boca para asentir con la cabeza—. Bien —dijo, inclinándose de nuevo para besarla.
Las manos de Draco subían y bajaban lentamente por su costado, rozándole desde los pechos hasta las caderas. Sus movimientos eran pausados, casi perezosos, como si tuvieran todo el tiempo del mundo. Mientras el corazón de Hermione se derretía ante sus tiernos movimientos, la necesidad corría sin cesar por sus venas.
Había esperado este momento durante meses y estaba lista para que llegara.
Literalmente, decidió tomar cartas en el asunto y bajó las manos por la espalda de Draco, apreciando los músculos bajo su tacto, antes de bajar y rodearle la cintura. Él se echó hacia atrás con un ruido ahogado cuando ella buscó el creciente bulto en la parte delantera de sus pantalones.
—Mierda... Hermione...
—Puede ser tierno y lento la próxima vez —dijo ella, apretando la palma de la mano contra él—. Pero ahora te deseo tanto que podría... No puedo esperar ni un momento más —terminó Hermione apresuradamente. Draco inclinó la cabeza al tiempo que soltaba un gemido, mordiéndole el cuello y atrayéndola. Ella movió las caderas contra él, aferrándose a su cintura, saboreando la fricción, que se sentía tan bien y, sin embargo, no era suficiente…
Sintió el ya familiar fuerte tirón detrás de su ombligo. Y volvieron a tener un viaje vertiginoso mientras por el espacio. Y otra caída uno encima del otro.
—¿Estás bien? —dijo Draco, incorporándose. Hermione asintió, metiendo la mano en su bolsillo para sacar su bolso de cuentas. Se sentó junto a Draco, agarró la manta y la tendió cuidadosamente con un toque de su varita. Se concentró en la tarea, ignorando las miradas sin vida de las estatuas que los rodeaban.
Dejando la varita y el bolso a un lado, pero al alcance de su mano por si la necesitaba, Hermione se volvió hacia Draco, dedicándole una sonrisa que esperaba que fuera tímida y no de nervios, los que sin duda sentía.
—Ahora, ¿dónde estábamos? —preguntó, entrecortada. Draco tragó saliva y le tomo las manos.
—¿Estás segura? —los ojos de Draco la recorrieron lentamente, deteniéndose en su pecho, en las marcas que seguramente le había dejado en el cuello—. Porque esta es nuestra última oportunidad para llamar a Bill...
—Draco —ella lo interrumpió, apretándole las manos—. Si no me follas ahora mismo creo que moriré.
Fue un poco dramático, pero pareció funcionar. Los ojos de Draco se abrieron un poco antes de entrar en acción, tumbándola sobre la manta con un gruñido. Ella ignoró la sensación de la hierba a través de la manta. Los labios de él volvieron a su cuello, mordisqueando y dejando más marcas en su piel. Tendría que curárselas antes de ir al trabajo del lunes, pero se estremeció ante la idea de pasearse por su apartamento sin llevar nada más que las marcas que él le había dejado.
Las manos de Hermione se dirigieron a la camisa de Draco, tanteando los botones. La bocanada de aire caliente de su risita fue la única advertencia para Hermione antes de que él desvaneciera la ropa de ambos. El aire fresco de la noche chocó con su piel desnuda, erizándole la piel a lo largo de los brazos y las piernas.
—Seguramente las necesitaremos más tarde —respiraba entrecortadamente mientras los labios de Draco bajaban hasta sus pechos.
—Los he guardado en tu bolso —dijo, y ella pudo sentir su sonrisa contra la piel. Impresionada por el despliegue de magia sin varita, Hermione volvió a atraerlo para darle otro beso. Él se lo devolvió con entusiasmo, acomodándose sobre ella.
Hermione bajó la mano entre los dos y agarró el miembro de Draco. Él dejó escapar un sonido ahogado y le retiró la mano.
—Tú primero —murmuró, deslizando la mano entre sus muslos—. O esto acabará antes de lo planeado.
Hermione hubiera sonreído, complacida de saber que lo estaba afectando tanto, pero entonces un dedo recorrió sus pliegues, tanteando su humedad y buscando su clítoris. Empujó suavemente y Hermione gritó, dejando caer la cabeza sobre la manta.
—Mierda... Muffliato —dijo Draco—. Quiero ser el único que te escuche hacer esos ruidos tan bonitos.
Él era excelente sacándole ese tipo de ruidos, sonidos que ella nunca creyó capaz de hacer. Un gemido agudo se le escapó cuando él retiró la mano y fue seguido de un largo gemido cuando él ajustó la mano para deslizar dos dedos dentro de ella, usando el pulgar para seguir acariciando su clítoris.
Sobre la manta, con el amuleto silenciador de Draco bloqueando los espeluznantes ruidos de arrastre, y sospechaba que en algún momento también había lanzado un hechizo de Notice-Me-Not, era casi fácil olvidar dónde estaban. Hermione cerró los ojos, dejando escapar un suspiro estremecedor mientras se perdía en la sensación de él moviéndose contra ella, de su sedoso cabello, de Draco.
El clímax se apoderó de Hermione, su visión se volvió blanca y un grito con el nombre de él salió de sus labios mientras se estremecía de placer. Draco la persuadió, sin vacilar en sus movimientos mientras ella se calmaba.
—Eso —empezó a decir cuando ella recuperó el aliento—. Ha sido lo más excitante que he visto en mi vida. Magnifique. Superbe. Étonnante.
Hermione le acarició suavemente la mejilla, con una suave sonrisa en los labios. Le besó la frente, la mejilla y la oreja.
—Imagina cómo será cuando lo haga contigo dentro de mí —susurró.
Draco maldijo en voz baja. Sonriendo, Hermione bajó la mano, bombeando lentamente su pene. Él no la dejó avanzar mucho, apartándole la mano y alineándose en su entrada.
—No tengo ninguna duda de que serás mi muerte —la besó suavemente—. Pero oh, sería una muy buena manera de morir.
Draco entro en ella con un movimiento rápido, ambos gimieron ante la sensación. Una vez dentro de ella, Draco se detuvo, apartándole un rizo errante del rostro.
—¿Estás bien? —jadeó. Hermione asintió, sonriéndole.
—Sí, pero no lo estaré si no te mueves.
—Oh, gracias a Dios —dijo, y entonces se movió.
Ya sensible por su primer orgasmo, Hermione se aferró a Draco como si fuera su salvavidas, era lo único que la mantenía cuerda. Sus caderas chocaban con las de ella, con un ritmo rápido y profundo. Ella hizo todo lo posible por moverse y encontrarse con él, intentando acercarlo. Sus ojos se desviaron hacia el cielo nocturno, jadeando ante la clara visión de las estrellas y la forma en que Draco se movía contra ella.
—Hermione —jadeó él—. Mírame.
Su corazón trastabilló al encontrarse con su mirada. Sabía que ella le importaba, que había sentido algo por ella durante más tiempo del que le gustaba admitir. Pero la mirada que le dirigió mientras se movía dentro de ella, era de pura adoración. Con los ojos muy abiertos y el fantasma de una sonrisa en la comisura de los labios, su tacto era reverente a lo largo de sus costillas.
Hermione jadeó, dándose cuenta de que la adoración no era suficiente para describir la forma en que Draco la miraba.
—Draco —ronroneaba una y otra vez, las palabras se quedaban cortas ante lo grandiosa que él la estaba haciendo sentir. Lo maravilloso que él era. Ella solo podía esperar que él lo entendiera mientras él deslizaba una mano hacia donde estaban unidos.
No hizo falta mucho para que Hermione volviera a cabecear y otro grito entrecortado salió de sus labios. Draco la siguió rápidamente, gruñendo su nombre mientras sus caderas vacilaban y ralentizaba sus movimientos.
Intentó retirarse, pero Hermione lo mantuvo en su sitio, agarrándolo por los hombros.
—Todavía no —dijo—. Solo... unos minutos más.
—De acuerdo —él respondió, aguantando su peso para no aplastarla. Hermione lo miró, estaba asombrada por la forma en que sus ojos plateados seguían cada uno de sus movimientos.
Hermione le acarició suavemente la mejilla, embargada por la emoción y dispuesta a confesarle lo que había en su corazón.
—Draco... Creo que he... No, sé que estoy... Yo...
Su confesión fue interrumpida por un extraño gemido que no provino de ninguno de los dos. Hermione giró la cabeza, justo a tiempo para ver como el suelo se resquebrajaba junto a ellos. Draco soltó un grito de terror y rodó hacia un lado mientras una mano atravesaba el agrietado suelo.
A Hermione se le aceleró el pulso y se quedó inmóvil al ver cómo la mano, con la carne seca y podrida y los huesos de la muñeca asomando, se aferraba a la hierba. Otra mano igual de pútrida aterrizó a su lado, con un trozo de piel agitándose cerca de su cintura. En su estado de shock, la mente de Hermione tardó un minuto en darse cuenta de lo que estaba ocurriendo.
—Es... ¿Camelopardalis? —Hermione chilló mientras las manos levantaban el resto del cuerpo.
Camelopardalis no parecía llevar muerta más de 600 años. No había humedad en su cabello ni en su piel, pero esta se aferraba a su cuerpo como si la hubieran embalsamado. Abrió la boca y emitió un horrendo jadeo mientras intentaba salir del agujero. Sus movimientos eran lentos, como si estuviera bajo el agua.
El grito de Draco le devolvió la atención.
—¡Maldita sea! —gritó—. ¿Qué hacemos?
Hermione respiró hondo, echando mano del mismo coraje que la había mantenido viva, a ella y al Chico-que-vivió-y-murió-y-volvió-a-vivir, durante años.
—Varitas —dijo, alejándose del agujero del que Camelopardalis aún intentaba salir. Draco parpadeó, sin darse cuenta de la orden. Hermione puso los ojos en blanco y lanzó un Accio, poniéndole la varita en la mano.
Intentó lanzar unos cuantos hechizos aturdidores, pero nada hizo mella en Camelopardalis. Hermione frunció el ceño y finalmente se puso de pie.
—Vístete y llama a Harry y a Bill —ordenó, intentando un hechizo de ataduras—. Tu moneda está en tu bolsillo delantero derecho —le recordó.
El hecho de que Draco no utilizara la magia para vestirse hablaba del nivel de pánico que sentía, y casi se cayó mientras trataba de ponerse los pantalones. Hermione lo mantuvo en su rango de visión mientras trataba de pensar en algún hechizo que impidiera el avance de Camelopardalis. Nada parecía inmovilizarla ni impedir que saliera del agujero.
Camelopardalis abrió la boca, soltando otro ruido áspero. Hermione observó cómo movía la mandíbula, esforzándose por descifrar las palabras cuando los labios de Camelopardalis se despegaban.
—Tú… ¿Crees que somos ellos? ¿Nicolas y Perenelle?
Ante la pregunta de Hermione, los dedos de la no muerta dejaron de arañar la tierra a su alrededor. De hecho, la mujer se detuvo por completo. Hermione se inclinó hacia ella. Tal vez las palabras había...
La sacudida de una cabeza, no del todo podrida, que se torcía en un ángulo inhumano de repente hizo que un grito brotara de la garganta de Hermione. Los ojos muertos coincidían con los de las estatuas que la perseguían en sus sueños por la noche, pero estos estaban lívidos. Al parecer, su pregunta no había hecho más que instigar una rabia que se había enconado bajo tierra durante varios cientos de años.
Camelopardalis surgió de su tumba, con un nauseabundo crujido de huesos.
Náuseas. Temblores y náuseas, era todo lo que sentía Hermione, que desesperadamente intentaba volver a pensar con lógica. Otra oleada de horribles siseos la golpearon y Hermione no pudo detener la arcada que la dejó momentáneamente distraída.
Todavía parpadeando ante el hedor, Hermione apenas se apartó de la embestida de Camelopardalis. Un paso en falso casi había hecho que Hermione cayera en la misma tumba de la que habían salido la muerta viviente, pero Draco la agarró por la cintura para alejarla. Sus manos estaban calientes contra su piel.
—Bill y Harry llegarán en menos de cinco minutos —le gritó—. Vístete, intentaré algo.
Su camisa estaba desarreglada, y ella se sintió aliviada de que él estuviera lo suficientemente presente como para intervenir, Hermione se vistió con un movimiento de su varita. Vio como Draco esquivaba rápidamente cada uno de los ataques de Camelopardalis, continuaba lanzando hechizo tras hechizo, pero nada disuadía a Camelopardalis.
En todo caso, los constantes ataques la enfurecían más.
Su vestido seguramente fue elegante cuando la enterraron, pero ahora le colgaba, había huecos en lugares extraños que mostraban más de su carne y músculos podridos. Hermione podía ver huesos asomando por la clavícula y el cuello de Camelopardalis.
—Sabes, uno pensaría que serías un poco más amable, considerando que soy tu pariente lejano —medio gritó él entre hechizos. Hermione puso los ojos en blanco, pero se sintió segura de que Draco podría contenerla hasta que llegaran Harry y Bill. Después de un año huyendo con Harry y Ron, su instinto le decía que se preparara para huir, automáticamente metió la manta en su bolso y lo encogió para que cupiera en su bolsillo.
Hermione se apartó, estudiando la forma en que Camelopardalis se movía. Su mente corría en busca de explicaciones, una línea de un tomo polvoriento saltó a su memoria.
—Es como… Si se hubiera convertido en un Inferius —musitó Hermione, ladeando la cabeza mientras observaba la fallida embestida de Camelopardalis contra Draco. Levantando el brazo, el dorso de la mano de Hermione rozó el collar.
Con un grito ahogado, buscó el broche. Finalmente, se soltó, dejando que Hermione se lo quitara del cuello. Estudiando el diamante negro, recordó otro collar maldito que ella había destruido.
—Me pregunto...
Su idea se perdió ante el sonido de una aparición que anunció la llegada de Harry y Bill.
—Hola Hermio... ¿Qué demonios es eso? —gritó Harry.
—Hola Bill, Potter —dijo Draco, ignorando los balbuceos de Harry mientras se alejaba corriendo de Camelopardalis. —. Esa es mi antepasado, la que maldijo el collar. Tuvimos sexo sobre su tumba y ahora nos persigue. Ningún hechizo de atadura o aturdimiento la detiene.
—Y se mueve como un Inferius —añadió Hermione, archivando la mirada de sorpresa de Harry para más tarde—. Creo que tiene que haber otro hechizo relacionado con la tumba o con el collar.
Bill corrió al lado de Hermione, ya trazando un plan.
—Harry y Draco, manténganla ocupada y contenida. Voy a comprobar la tumba —se volvió hacia Hermione—. No quiero que nadie más toque ese collar, así que, si pudieras examinarlo, partiremos de ahí.
A lo lejos, Hermione oyó que Harry pedía refuerzos, pero ella se dedicó a su tarea de lanzar los hechizos de diagnóstico que Bill le había enseñado. Trabajaron rápidamente, bloqueando el ruido de los gritos de Draco y de los Aurores que llegaban.
—Nada en la tumba —dijo Bill, mirando a Camelopardalis.
Un hechizo azul brillante conectó las piezas.
—Es el collar —comentó Hermione. Lo dejó en el suelo—. No tengo un colmillo de basilisco, ni nada que pueda usarse para destruir un horrocrux, pero no creo que esto necesite ese nivel de magia para destruirlo. ¿Crees que una Bombarda Máxima concentrado funcionaría?
—Eso pienso. Pero déjame lanzar unos hechizos de contención, por si acaso —Bill disparó rápidamente una serie de encantamientos de protección, creando una burbuja alrededor de Hermione. Cuando él asintió, Hermione apuntó con su varita al collar.
—¡Bombarda Máxima!
La piedra negra se abrió con un crujido. Al instante cesaron los gritos. Hermione levantó la vista y vio el cadáver de Camelopardalis desplomado en el suelo, con la piel polvorienta colgando de los huesos.
—Supongo que está acabada —Bill señaló, con tal sencillez como si estuvieran hablando del clima.
—Muy bien —expresó Hermione, sin encontrar más palabras para expresar su alivio por haber terminado por fin con el asunto.
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Aún no había terminado. Hermione nunca había imaginado en la cantidad de papeleo que debía ser llenado para presentar un objeto maldito que utilizaba un ritual sexual para resucitar a los muertos, pero estaba segura de que necesitaría más que una tanda de bollos para disculparse con Harry por ello.
Harry odiaba el papeleo más que a nada.
Después de despejar la escena, Harry acompañó a Hermione y a Draco al Ministerio, llevándolos a una sala de conferencias que estaba abajo de su despacho en el DMLE. Trajeron a un sanador de urgencia para que evaluara a Draco y a Hermione. En algún momento, Draco recibió una manta, que arrojó sobre ambos.
Cuando el sanador se marchó, Harry y Bill se reunieron con ellos en la sala de conferencias. Con un movimiento de varita, Bill puso dos humeantes tazas de té delante de Hermione y Draco.
—Entonces... —Harry comenzó.
—Qué elocuente. ¿Comienzas todos tus interrogatorios así, Potter? No me extraña que tengas un índice de arrestos tan increíble —dijo Draco. Harry lo miro con enojo, que se suavizó cuando Hermione le dio un codazo a Draco.
—No seas malo —ella le susurró. Se aclaró la garganta y miró a su mejor amigo—. Supongo que necesitas que hagamos una declaración.
—Sí —Bill la interrumpió—. Si pudieras explicarnos todo, desde el collar hasta... Cómo acabaste en el cementerio esta noche.
Hermione y Draco se turnaron para contar lo que hicieron durante los últimos meses. Explicarle a Harry el porqué tuvieron sexo en la tumba fue mucho más incómodo de lo que ella creyó. Se preguntó brevemente si, después de todo, deberían habérselo contado antes a Bill.
Sin embargo, al mirar la mano de Draco sobre la suya, solo sintió alivio por haberlo hecho. Ser perseguida por su cadavérico antepasado fue un pequeño precio a pagar para que le quitaran el collar.
Para cuando terminaron su relato, Harry estaba furiosamente sonrojado, Hermione no podía mirar a nadie a los ojos y Bill lucía divertido. Draco, se veía molesto, no parecía estar afectado, salvo por las manchas color rosa en lo alto de sus mejillas.
—Bien, entonces —Harry miró por encima de la página con notas rápidas que había anotado de la historia—. Decidieron que, en lugar de contactar literalmente con cualquiera de nosotros, simplemente... ¿Tuvieron sexo sobre una tumba y esperaron lo mejor?
Hermione resopló.
—Esa es una forma bastante brusca de decirlo. Draco y yo revisamos y volvimos a revisar sus traducciones. Camelopardalis debió dejar el hechizo fuera de sus diarios por miedo a que alguien descubriera lo que realmente le había hecho al collar para que así nadie intentara avisar a Perenelle. Y fue un hechizo bastante ingenioso, no fue detectable hasta que se activó.
—¡¿Pero por qué no esperaron y lo consultaron con nosotros primero?!
Draco estaba recostado en el incómodo sillón de conferencias, con el brazo echado sobre los hombros de Hermione, sosteniendo la manta sobre ambos. Aparentemente aliviado por saber que por fin le habían quitado el collar a Hermione, sonrió satisfecho.
—Bueno Potter, verás, cuando dos personas se aman demasiado...
Los hombros de Bill temblaron en una risa silenciosa. Harry soltó un gemido de frustración, pasándose la mano derecha por el cabello. Hermione abrió mucho los ojos y giró la cabeza hacia Draco.
—Tú… ¿Quieres decir?
Draco se volvió hacia ella, ignorando a los dos hombres al otro lado de la mesa, y le tomo la mano con delicadeza. Habló con voz suave, trazando círculos en su mano con el pulgar.
—Sé que ya lo he estropeado, entre el collar maldito y tener sexo sobre la tumba de mi antepasado para romper dicha maldición. Pero sí, Hermione, te amo. Je t'aime beaucoup.
Ella se precipitó hacia delante, para besarlo.
—Yo también te amo —murmuró contra sus labios.
Los esfuerzos de Bill por permanecer en silencio estaban fracasando rápidamente.
—¿Qué mierda te pasa? —preguntó Harry, castigador.
Draco se volvió hacia Harry, mostrándole una sonrisa burlona.
—Estoy en estado de shock, Potter. Mira —levantó un extremo de la manta que envolvía los hombros de ambos—. Tengo manta y todo.
Hermione puso los ojos en blanco, pero apoyó la cabeza en su costado.
—Lamento profundamente haberte mostrado a la BBC.
Draco le sonrió, sin apartar la mirada mientras preguntaba.
—¿Hemos terminado aquí Potter?
Harry soltó un suspiro tan pesado que Hermione se sorprendió de que la mesa no se doblara bajo su peso.
—Sí, como quieras.
—Todo listo por aquí también. Aunque recomendaré formalmente que el desmantelamiento de la mansión tenga prioridad absoluta —dijo Bill.
Draco asintió y su mano encontró la de ella bajo la mesa.
—Me parece más que justo. Se lo haré saber a mi madre. Demonios, incluso testificaré contra mi padre en su caso.
Bill sonrió mientras se levantaba, posando una mano en el hombro de Harry al pasar, pero su mirada se fijó en Hermione.
—¿Nos vemos mañana en la Madriguera para cenar? Mamá me ha estado preguntando cuándo lo vas a llevar —comentó señalando a Draco con la cabeza.
Sabiendo que las burlas serían peores si esperaban, Hermione asintió.
—Allí estaremos, los dos.
Miró a Draco, que asintió escuetamente.
Harry soltó otro suspiro mientras se levantaba.
—Vamos, los acompaño.
Los dejó en el Atrio con una breve inclinación de cabeza, incapaz de mirarlos a los ojos. Hermione se preguntó cuánto tiempo duraría entre ella y Harry la incomodidad de saber dónde habían tenido sexo Draco y ella por primera vez.
—Supongo que te veré mañana —murmuró Harry, corriendo de vuelta a los ascensores.
Draco sonrió a Hermione, tomándola de la mano.
—Como estoy en estado de shock, Granger, creo que necesitaré que me acompañes a casa.
Ella sintió que sus mejillas se coloreaban de nuevo, pero sonrió.
—¿La tuya o la mía?
—La mía —contestó él rápidamente, apretándole la mano mientras ella se adelantaba para agarrar un puñado de polvos flú.
En cuanto entraron en el salón, Draco la giró y la apretó contra la pared, dejando caer la manta al suelo. La besó profundamente, bajando las manos para apretarle las nalgas a través de los jeans.
—Pensé que estabas en shock. Hermione jadeó mientras él le besaba el cuello.
—Lo estaba —admitió Draco, mordiéndole la clavícula—. Pero la promesa de tenerte mientras no estamos sobre la tumba de mi antepasado me sacó de ese estado.
Hermione rio, apoyando la cabeza contra la pared.
—Eso suena agradable.
Draco se tensó por un momento antes de retroceder, con sus ojos brillando como la plata fundida.
—¿Agradable? ¿Agradable? Granger, agradable es la palabra que menos describe lo que he planeado que voy a hacerte.
—¿Oh? ¿Qué palabras usarías en su lugar?
—Emocionante. Increíble. Extraordinario. El mejor sexo que tendrás en la vida —sugirió Draco, tirando de ella hacia su dormitorio.
—Esos son grandes adjetivos —se burló Hermione—. Pero, de todos modos, estoy lista para una experiencia emocionante.
Draco sonrió satisfecho y la levantó, dejándola caer ligeramente sobre su cama.
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Emocionante no era una palabra que reservara normalmente para el sexo, pero después de su primera noche juntos, Hermione decidió que era bastante apropiada para lo que hacían.
Enthousiasmant en effet.
FIN
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Notas: Jajajaja, ahora ellos tendrán una excelente historia para contales a sus nietos.
Naoko Ichigo
